Gilsanz Mir, A. (2023). El aprendizaje dialógico en la educación jesuita. Aula de Encuentro, volumen 26 (1), Reflexiones, pp. 233-253.

EL APRENDIZAJE DIALÓGICO EN LA EDUCACIÓN JESUITA

DIALOGIC LEARNING IN JESUIT EDUCATION

Gilsanz Mir, Alberto1

1 Escuelas San José Jesuitas València

alberto.gilsanz@escuelassj.com

Recibido: 1/1/2023. Aceptado: 2/04/2024

RESUMEN

En el presente trabajo sostengo que el aprendizaje dialógico es una buena aportación a las concreciones de la pedagogía propia de los jesuitas. Este análisis resulta de gran relevancia especialmente en tiempos de reforma educativa a nivel estatal y mundial, pero también a nivel del sector de Educación de la Compañía de Jesús (EDUCSI) que busca adaptar la enseñanza a las demandas del mundo y el alumnado actual, pero manteniendo sus señas de identidad ignacianas como el eje principal de su proyecto educativo.

Para ello, se ha realizado una revisión teórica de los vínculos de la literatura educativa ignaciana propia de los jesuitas y el aprendizaje dialógico. Se han analizado los documentos más importantes de la misión educativa jesuita, desde 1549 hasta la actualidad, y se han relacionado con los principios dialógicos, que fundamentan y sostienen las actuaciones educativas que esta concepción del aprendizaje propone.

PALABRAS CLAVE: Aprendizaje dialógico, jesuitas, tertulias dialógicas, innovación.

ABSTRACT

In the present work it is affirmed that dialogical learning is a good contribution to the specifications of the Jesuit pedagogy. This analysis is relevant specially in times of educational reform, not only at state and global level, but also at the level of the Education sector of the Society of Jesus (EDUCSI) that aims at adapting teaching to the demands of the world and current students while maintaining its Ignatian identity signs as the main axis of its educational project. For this, a theoretical review of the links between the Ignatian educational literature characteristic of the Jesuits and dialogic learning has been carried out. The most important documents of the Jesuit educational mission, from 1549 up to the present, have been analysed and have been related to the dialogical principles, which are the foundation and support of the educational actions that this conception of learning proposes.

Keywords: Dialogic learning, Jesuits, dialogic gatherings, innovation.

1. INTRODUCCIÓN

La enseñanza jesuita ha sido ecléctica desde los inicios. A lo largo de diferentes momentos de su historia, los jesuitas han incorporado a la pedagogía de sus colegios aquellos métodos que han considerado más adecuados para su apostolado educativo y la formación integral de las personas para y con los demás.

Por otro lado, el aprendizaje dialógico (Flecha, 1997), basado en una concepción comunicativa de la enseñanza y el aprendizaje junto con una orientación de la educación hacia la transformación social, trata de poner a disposición de toda la sociedad actuaciones educativas de éxito que mejoran el aprendizaje de todo el alumnado. Se trata de avances validados científicamente que proponen diversas formas de organización del aula que facilitan la interacción y el diálogo, que están mejorando los resultados académicos junto con las relaciones sociales y el bienestar emocional del alumnado en todos los contextos en los que se implementan con rigurosidad (García-Carrión et al., 2020).

La pedagogía ignaciana, propia de las escuelas jesuitas, tiene su origen en la experiencia académica de Ignacio de Loyola en la Universidad de París, donde experimentó un aprendizaje rigurosamente estructurado y centrado en la actividad del alumno, junto con una vivencia espiritual recogida en los Ejercicios Espirituales. Su carácter ecléctico y su fuerte vinculación con el contexto exigen de la pedagogía ignaciana una continua reinterpretación para tratar de dar la mejor de las respuestas educativas a los estudiantes.

La educación jesuita se readapta desde hace más de 470 años gracias a su intención de servir a la sociedad formando generaciones de jóvenes de la mejor forma posible desde la fe, el humanismo y la ciencia. Busca ayudar al crecimiento integral de las personas y las sociedades en las que viven, en contextos cambiantes, lo que ha favorecido una continua reflexión, riqueza y aportación en su tradición educativa. Los primeros jesuitas ya sabían que una educación verdaderamente buena requiere renovación, innovación, reinterpretación y reinvención continuas (Go y Atienza, 2020).

Uno de los rasgos de la pedagogía de la Compañía de Jesús es su capacidad de incorporación de todos aquellos métodos, de diferentes fuentes y procedencias, que pueden contribuir a la mejora de la formación integral de los educandos. En línea con la apertura propia de esta pedagogía, puede resultar de gran valor para la educación jesuita integrar aquellos modelos de aprendizaje actuales que no solo aportan metodologías o formas innovadoras de aprender, sino especialmente aquellas que comparten unas finalidades alineadas con su visión de la persona y del mundo, y que además han sido investigadas de forma profunda y validadas científicamente.

2. LA CONCEPCIÓN DIALÓGICA DEL APRENDIZAJE

La concepción dialógica del aprendizaje recoge diferentes aportaciones de la evolución de la psicología educativa, la pedagogía y la sociología, a partir de los resultados de la investigación científica de los últimos 50 años (Aubert et al., 2009).

Actualmente ha puesto un mayor énfasis en la intersubjetividad, las interacciones y el diálogo como generadores de aprendizaje (Flecha, 1997).

Esta visión del aprendizaje y la formación de la persona, que aprende con otros, tiene un impacto decisivo en la forma de organizar el aula y en la selección de unos u otros métodos de aprendizaje, pero resulta fundamental en la orientación de los fines de la enseñanza, en su ética y sus objetivos.

Si el aprendizaje se realiza con otros, la interacción con los demás para producir pensamiento, conocimiento y aprendizaje no es únicamente un método que ofrece una mejora de los resultados académicos, sino que se vincula directamente a los fines de la educación. Interaccionando con otros por medio del lenguaje nos relacionamos y nos vinculamos a una comunidad, nos transformamos dialogando y también damos oportunidad a otros para transformarse (Freire, 1970). Con el lenguaje podemos generar ideas, transmitirlas y hacerlas llegar a la mente de otras personas, que mejoran su formación y además tienen la oportunidad de incluir nuevas ideas, matices o realizar aportaciones a la idea inicial. Vygotsky (1978) dirá que es justamente razonando colectivamente como los niños y las niñas aprenden a razonar por sí mismos.

Concebir el razonamiento desde esta perspectiva tiene implicaciones profundas. Considerar la interacción y las relaciones como un elemento fundamental en el aprendizaje y el desarrollo de todos y cada uno de los alumnos proporciona una percepción del otro como sujeto del que puedo y con el que puedo aprender. Esta concepción del aprendizaje da origen a la aparición del constructo de comunidad educativa y resitúa en una posición valiosa a todas las personas que pertenecen a una escuela, sean educadores, familias, personal de servicios o alumnos, sean empleados o voluntarios.

El sentido y la identidad del grupo de alumnos en el aula también cambia radicalmente, los otros no están ahí para competir entre ellos o para abaratar los costes de la educación sino porque sin ellos no es posible aprender igual. Sin interacción el pensamiento se empobrece. Es una perspectiva que ayuda al desarrollo de una escuela más inclusiva en la que todas las personas se pueden desarrollar a partir de sus capacidades (Gatt et al., 2011).

La interacción y el diálogo con otros nos acerca también a una educación más integral de la persona. El éxito ya no es únicamente académico, sino también social y emocional. Diferentes actuaciones validadas científicamente como las tertulias dialógicas literarias (TLD) o los grupos interactivos (GI) no solo mejoran los resultados académicos, sino que, además, cuando se realizan de forma continuada en un aula, facilitan y proporcionan mejoras en el desarrollo social y emocional del alumnado (Flecha, 2015; Mercer, Hargreaves y García-Carrión, 2016).

La investigación Impacto de los Entornos Interactivos de Aprendizaje para el Éxito Académico y Social -IMP-EXIT- (García-Carrión, 2015-2017, EDU-66395-R) demostró que es posible organizar las aulas y el aprendizaje de forma que la interacción y el diálogo logren no solo mejorar los resultados académicos sino también contribuyan al éxito social y al bienestar emocional del alumnado.

Una de las mejoras particulares en los resultados académicos guarda relación justamente con el desarrollo del pensamiento crítico, que constituye una de las habilidades clave del S.XXI, de manera que, por medio de la argumentación y el razonamiento, el alumnado desarrolla gracias a los entornos interactivos de aprendizaje (García-Carrión y Villardón, 2020).

En el ámbito de lo relacional, se demostró una conducta más altruista y solidaria, que estableció y reforzó las relaciones de amistad en el grupo de aquellos alumnos que realizaron TLD. Durante las sesiones de tertulia, el alumnado intercambia opiniones y puntos de vista sobre situaciones sociales y valores, lo que hace más consciente al alumnado de la importancia de la prosocialidad (Villardón-Gallego et al., 2018).

Considerar que el aprendizaje se realiza con otros tiene también consecuencias en las interacciones y relaciones entre profesorado y alumnado. La relación educativa que se produce entre alumno y profesor se basa en el respeto y el diálogo mutuos. Las interacciones entre personas que comparten unas finalidades comunes, orientadas al bien común, será la semilla de relaciones de amistad y la formación de comunidades educativas más unidas.

3. LOS PRINCIPIOS DIALÓGICOS EN LA TRADICIÓN PEDAGÓGICA DE LOS JESUITAS

En el presente trabajo, se han investigado los vínculos y relaciones existentes entre el aprendizaje dialógico y las principales fuentes documentales de la misión educativa de los jesuitas.

La concepción del aprendizaje dialógico incluye siete principios que la sustentan y que están en la base de las actuaciones educativas que se llevan a cabo en las aulas, como son las Tertulias Literarias Dialógicas (TLD). Resulta fundamental que toda la comunidad, profesorado, alumnado, familias y otros adultos conozcan y compartan estos principios (Flecha, 1997). Esto requerirá de unos procesos formativos y de una revisión continúa puesto que “en la medida en que a través del compromiso de todos, hagamos realidad los siete principios del aprendizaje dialógico, el impacto en la mejora educativa será mayor” (Roca, 2016, p.14).

Son siete principios, que el presente trabajo relaciona a continuación con la literatura ignaciana.

1. Diálogo igualitario

2. Inteligencia cultural

3. Transformación

4. Dimensión instrumental

5. Creación de sentido

6. Solidaridad

7. Igualdad de diferencias

3.1. Diálogo igualitario

El diálogo igualitario, según los principios dialógicos (Flecha, 1997) se basa en dar más importancia a la validez de los argumentos que al estatus de cada persona. El profesorado debe intentar mantener y fomentar un diálogo igualitario, dando importancia a la fuerza de los argumentos más que a la fuerza del estatus, reduciendo al mínimo la desigualdad en su relación con el alumnado y la comunidad.

En la Ratio Studiorum encontramos numerosos ejemplos de argumentación y diálogo en las disputas escolásticas, que pretenden crear pensamiento y el aprendizaje por medio del debate. Tal es la importancia de las disputas, que podemos encontrar en las propias Constituciones de la Compañía todo un apartado dedicado a ellas (Arzubialde et al., 1992, nº4:378).

En las “Reglas del Prefecto de los Estudios Inferiores” de la Ratio, queda regulada no solo su realización, sino un estilo tranquilo y modesto en las disputas, respetuoso con el otro, que no trata por tanto de imponer su punto de vista sino darles validez a los argumentos (Gil et al., 1999).

Sobre el diálogo igualitario y la reducción de la distancia entre profesorado y alumnado, evitando hacer uso del poder que su posición le otorga, podemos encontrar algunas ideas en el documento “Pedagogía Ignaciana”, en el que propone que el docente evite el riesgo de manipulación o indoctrinación al tratar de imponer sus puntos de vista y con total respeto hacia la libertad del estudiante (CONEDSI, 1993. nº 55-56).

Kolvenbach (1996) incluirá la cultura del diálogo, de la colaboración y del compromiso con los demás como un elemento distintivo de la Compañía. Propone un diálogo basado en compartir la vida, y un compromiso de colaboración en la acción en favor de la liberación y desarrollo del hombre, tratando de compartir valores y experiencias.

La pedagogía ignaciana reconoce la importancia de la interacción interpersonal en el momento de la experiencia. Es un momento cognoscitivo, pero también afectivo y social. Las emociones y el sentir durante la experiencia tienen un papel importante en el modo de aprender propuesto por los jesuitas. “En el contexto académico la experiencia directa suele ocurrir en las relaciones interpersonales tales como conversaciones o debates […]” (CONEDSI, 1993, nº45).

3.2. Inteligencia cultural

El principio de inteligencia cultural hace referencia a la capacidad de aprender que tienen todas las personas. Todas las personas tienen capacidad de aprendizaje. La inteligencia cultural considera todas las habilidades, no solo las académicas. En concreto, en las TLD tiene una importancia fundamental las habilidades comunicativas, la interacción y el aprendizaje con otros y la capacidad de ayuda a otras personas.

En los textos jesuitas contemporáneos como Características de la Educación de la Compañía de Jesús, seguimos encontrando esta radical apuesta por una formación completa de la persona, no solo de sus capacidades académicas, sino, partiendo de lo que cada persona es, tratando de desarrollar al máximo sus capacidades.

El objetivo de la educación jesuita consiste en ayudar al desarrollo más completo posible de todos los talentos concedidos por Dios a cada individuo como miembro de la comunidad humana (CONEDSI, 1986, Cap.1, nº25).

Las habilidades comunicativas han sido fundamentales en los colegios de la Compañía de Jesús. “En el siglo XVII fueron famosos por el desarrollo de las técnicas de comunicación o «elocuencia», por la importancia que se daba a la redacción, al teatro, a los discursos, debates, etc. En el mundo de hoy, tan dominado por los medios de comunicación, es más necesario que nunca promover técnicas eficaces de comunicación. La educación jesuita impulsa por ello las tradicionales habilidades de hablar y escribir, y ayuda también a los alumnos a capacitarse en el manejo de los instrumentos modernos de comunicación, como el cine, el vídeo, la informática” (CONEDSI, 1986, Cap.1, nº29).

Estas habilidades y capacidades comunicativas se realizan desde una clara apuesta por el aprendizaje máximo de cada una de las personas y orientadas a la ayuda y la solidaridad en la comunidad educativa.

3.3. Transformación

El principio de transformación conecta nuestras prácticas con la realidad, y nos invita a transferir lo aprendido a nuestro entorno, para mejorarlo, ayudando así a superar la desigualdad educativa y social.

Ignacio de Loyola y los primeros jesuitas estaban convencidos de que la educación de los jóvenes era importantísima para transformar las sociedades. Consideraban que eran un instrumento potente para el bien común, ayuda de las ánimas y aumento de la religión cristiana. Ya desde el principio se concibe la educación como un medio al servicio de la transformación personal y social. En 1549, Ignacio de Loyola se refería a esta transformación personal en una de sus cartas enviadas a los jesuitas destinados en Alemania con la frase “De modo que los discípulos vuelvan de las lecciones a sus casas no solo doctos sino mejores” (Ignacio de Loyola, 1549).

La meta y objetivos educativos desde el generalato de Pedro Arrupe será formar hombres y mujeres “que no conciban el amor a Dios sin el amor al hombre, un amor eficaz que tiene como primer postulado la justicia y que es la única garantía de que nuestro amor a Dios no es una farsa.” (Arrupe, 1973, p. 1).

Arrupe (1980) realizó su alocución Nuestros colegios hoy y mañana en la Curia General de Roma, en lo que fue la primera declaración completa sobre el enfoque del apostolado educativo en el siglo XX. Tiene tanta importancia que se considera una refundación de la misión educativa jesuita. Terminará aquella locución diciendo que “Sigue siendo verdad aquella frase de uno de los más célebres educadores que haya producido la Compañía: Puerilis institutio est renovatio mundi, la formación de la juventud transforma el mundo. Juan de Bonifacio (1538-1606)” (p.13). Desde entonces, se ha realizado un intenso trabajo de actualización y renovación de la educación jesuita que orienta su proyecto formativo hacia la transformación personal y social, en aras de un mundo más justo y fraterno.

En Características de la Educación de la Compañía de Jesús, la meta hacia la que tiende la educación de la Compañía se formula hoy como formación de «agentes multiplicadores» y de «hombres y mujeres para los demás» (CONEDSI, 1986, nº 58).

En su carácter propio podemos leer “Formar hombres y mujeres para los demás, responsables de sí mismos y del mundo que les rodea y comprometidos en la tarea de su transformación hacia una sociedad fraterna y justa” (CONEDSI, 1996, p. 5).

Adolfo Nicolás, general de la Compañía desde 2008 hasta 2016, concreta de forma clara el criterio de excelencia de la formación, al orientarla a la finalidad del mayor servicio a la comunidad humana (Nicolás, 2008).

La formación de personas comprometidas requiere que la propuesta educativa incluya experiencias transformadoras para el alumnado (Secretariado de Educación de la Compañía de Jesús, 2015), que favorezcan personas realmente solidarias, activos en favor de los oprimidos y los excluidos. La formación de personas comprometidas nos invita a educar con el ejemplo.

3.4. Dimensión instrumental

La dimensión instrumental en los principios dialógicos se refiere a mantener la excelencia académica del alumnado. Estos altos niveles de excelencia nos exigen a las escuelas mantener unas altas expectativas en el aprendizaje, a aspirar a lo máximo que cada persona pueda lograr, sin renunciar a una buena formación académica alineada con el currículo establecido.

La educación jesuita tiene sus orígenes en la experiencia de Ignacio de Loyola y sus primeros compañeros, que estaban convencidos de que una formación académica de calidad les permitía ofrecer un mejor servicio. Tan importante era para ellos establecer un currículo organizado y sistemático que la Compañía de Jesús escribe en 1599 la Ratio Studiorum, el primer plan de estudios de la historia. Los colegios jesuitas entendieron desde el inicio que una buena formación intelectual es inseparable de la formación cívica y moral (Codina, 1999).

En la literatura ignaciana se utiliza el concepto de “magis”, que establece una forma de expresar las altas expectativas, las pretensiones para lograr el desarrollo más completo posible de las capacidades individuales de cada persona. Esta excelencia en la formación se concreta, entre otros elementos, en un enfoque de la formación académica hacia el razonamiento y el pensamiento crítico, superando la erudición sin más (CONEDSI, 1986, nº26 y nº. 107).

Esta formación de alumnos competentes, que pone especial énfasis en una formación académica tradicional que proporcione un conocimiento sólido y un desarrollo adecuado de habilidades y destrezas, se encuadra dentro del marco amplio de la excelencia humana (Secretariado de Educación de la Compañía de Jesús, 2015).

3.5. Creación de sentido

La creación de sentido en el aprendizaje dialógico tiene que ver con otorgar importancia al aprendizaje situado, aquel que se relaciona con el contexto social del alumnado. Por medio de las interacciones y el diálogo se va dotando de sentido a la escuela, y sustituyendo el hueco que van dejando los criterios de autoridad y estatus en la sociedad actual e incorporando el sentido del aprendizaje y el deseo de los estudiantes.

Arrupe abordará con claridad la necesidad de dotar de significado a la educación y de orientarla hacia el deseo de aprender con sentido. Incluye la competencia actual de aprender a aprender e incorpora una perspectiva amplia del aprendizaje que le otorga significado al aula y la escuela. “Aprender es importante, pero mucho más importante es aprender a aprender y desear seguir aprendiendo” (Arrupe, 1980, p. 5).

El proyecto ignaciano está fuertemente vinculado al contexto y se esfuerza al máximo por acercarse a la realidad en la que está inserto y comprenderla. La atención personal y la preocupación por la persona es un distintivo de la educación jesuítica, que trata de dotar de significado a la formación desde el conocimiento de la persona y sus necesidades. Propone “conocer todo lo que podamos del contexto concreto en el que tiene lugar el enseñar y el aprender” (CONEDSI, 1993, nº 35).

Junto al vínculo con el contexto y la educación situada, la capacidad de reflexión de los estudiantes es clave en la creación de sentido. Esta capacidad les permitirá profundizar partiendo de las explicaciones del profesorado, pero dando oportunidad para reelaborar e interpretarlo, así como relacionarlo con lo aprendido en la escuela y en otros contextos (Aubert et al., 2008, p.221).

Esta concepción del alumno activo que reelabora, reinterpreta y reconstruye es un rasgo fundamental de la pedagogía ignaciana, así como la transferencia de lo aprendido a otros contextos, dotando de sentido lo aprendido (Morales, 2019).

3.6. Solidaridad

La solidaridad se refiere a la búsqueda del éxito de todas las personas, tanto en lo académico como en lo socio-emocional. Como forma de hacer realidad esta búsqueda, se promueven las relaciones de ayuda y solidaridad en el aula. Potencia una comunidad educativa que se apoya mutuamente.

La educación jesuita acentúa y ayuda a desarrollar el papel de cada individuo como miembro de la comunidad humana, puesto que lo específicamente humano se encuentra primordialmente en las relaciones con los otros, a través de actitudes de respeto, amor y servicio. Se anima a todos los alumnos, profesores y miembros de la comunidad educativa, a crear lazos de solidaridad con los demás, que trasciendan las culturas o las religiones. Asimismo, se tienen en cuenta las buenas maneras, y se pretende lograr un ambiente en el que todos puedan vivir y trabajar unidos en comprensión y amor, con respeto a todos los hombres y mujeres como hijos de Dios (CONEDSI, 1986, Cap.1, nº 33).

Arrupe pidió en 1980 al sector educativo de la Compañía de Jesús que potenciara métodos diversos que estuvieran orientados a la formación de personas en servicio, dispuestas a servir a sus iguales, en lugar de competir con ellos por el éxito académico. La fraternidad es la base para la pedagogía escolar, como lo es para la vida personal y familiar (Arrupe, 1980).

3.7. Igualdad de diferencias

La igualdad de diferencias reconoce que la diversidad existente en el aula es una riqueza que se aprovecha a través de diálogos e interacciones de aprendizaje y solidaridad orientadas a la igualdad de resultados para todo el alumnado. Es el principio que garantiza la inclusión de todos los estudiantes en el grupo-clase de referencia.

Este principio se relaciona con la adaptación del proceso educativo a las personas, tan propio de la pedagogía ignaciana.

En Las Constituciones de la Compañía de Jesús, Ignacio de Loyola pone el foco en la formación integral de la persona, coloca al estudiante en el centro de la acción educativa, tratando de potenciar sus virtudes. Los docentes, a partir del conocimiento de las fortalezas y debilidades del alumnado y de acuerdo con la edad y contexto particular del alumno, procurarán potenciar sus puntos fuertes al máximo, tratando de que destaque en algunas, si en todos no pudiese (Arzubialde et al., 1992, nº4:354).

Se reconoce la diversidad existente en el aula y entre el alumnado de diferentes colegios con una expresión que hoy resulta habitual en el sector educativo de la Compañía de Jesús, y que define con claridad el carácter adaptado de la pedagogía ignaciana.

“...porque en los particulares ha de haber mucha variedad según las circunstancias de lugares, tiempos y personas…” (Arzubialde et al., 1992, nº4:395).

El papel de los maestros será fundamental para esta adaptación. Es el educador el que debe preocuparse por esta formación integral y considerar la inteligencia cultural de sus estudiantes. La institución debe procurar también la presencia de maestros diversos para estos alumnos diversos (Arzubialde et al., 1992, nº4:456).

4. CONCLUSIONES

El presente trabajo ha profundizado sobre las relaciones existentes entre la concepción dialógica del aprendizaje y el modelo educativo de los centros de la Compañía de Jesús. Como resultado, en la tradición educativa ignaciana se han encontrado fuertes relaciones con los principios dialógicos, en los que se fundamentan las diversas actuaciones de esta concepción dialógica. Concretamente, se encuentran estas relaciones en los documentos más importantes de la tradición educativa ignaciana, desde sus orígenes hasta la actualidad.

Estos vínculos no son únicamente superficiales o relacionados con metodologías o formas de enseñar, sino que se sostienen por una serie de principios fundamentales entre los que podremos encontrar formulaciones y modos de proceder que guardan muchas similitudes, aun proviniendo de diferentes tradiciones educativas. Ambas psicologías educativas comparten una concepción de la educación como un elemento fundamental en el desarrollo integral de las personas.

Son modelos formativos que parten de una concepción comunitaria del proyecto educativo y otorgan a la educación de la infancia y la juventud un papel fundamental para la transformación personal y social. Lo hacen desde una perspectiva de afirmación radical de la bondad del mundo, pero siendo conscientes de la dignidad de cada alumna y de cada alumno. Todas las personas tienen el derecho de recibir la mejor educación y conciben la formación y la cultura como fuente de bienestar, que ayuda a progresar a las personas y las sociedades.

Ponen al alumnado en el centro de la acción educativa para lograr que cada estudiante logre obtener el mejor de los resultados posible, ofreciendo las mejores oportunidades, dentro del contexto de una comunidad que aprende y progresa.

Las interacciones y el lenguaje son el instrumento que el aprendizaje dialógico propone para el acceso a la cultura, el humanismo y la ciencia, un elemento al que la pedagogía ignaciana le otorga gran importancia. La relación y la interacción entre las personas es un elemento fundamental para el aprendizaje de la máxima calidad, a la vez que favorece la socialización y el bienestar emocional del alumnado.

El aprendizaje dialógico está siendo estudiado a fondo por varios investigadores, que han logrado demostrar su eficacia, especialmente en entornos sociales más desfavorecidos (Flecha et al., 2013). Sus propuestas educativas se han estructurado en una serie de actuaciones de éxito, que han sido validadas por diversas universidades y la Comisión Europea (Flecha, 2015). Esta validación científica y la proyección internacional de la propuesta aportan un gran valor al modelo y nos permiten enriquecer el proyecto educativo de una escuela jesuita con un conocimiento actual y científico, además de compartir una filosofía educativa alineada con la transformación social.

La profundización realizada es concluyente y permite afirmar que el aprendizaje dialógico es coherente con la filosofía educativa jesuita y sus modos de enseñar. Desde un carácter laico, comparte un marco de valores muy alineado con la pedagogía ignaciana y la visión cristiana del mundo.

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