EL TOLMO DE MINATEDA EN LA ALTA EDAD MEDIA. CERÁMICA Y CONTEXTO

Victoria Amorós Ruiz

Publicacions Universitat D’Alacant. 2018

Entre los temas más relevantes que afectan a la historia de la Península Ibérica, ha destacado siempre el de la invasión árabo-bereber del 711 y sus consecuencias. Sobre ello se han vertido ríos de tinta, y se han efectuado todo tipo de investigaciones, especulaciones y afirmaciones con más o menos apoyo en la documentación existente (escrita y arqueológica), influyendo muchas de ellas en las distintas visiones (e inclusive distorsiones y falsificaciones) de la Historia, lo que a su vez ha afectado, y sigue afectando, aunque parezca increíble, a algunos aspectos de la realidad social y política española.

Los elementos factuales son conocidos, y hoy comprendemos a grandes rasgos, gracias al análisis realizado por M. Acién, los elementos básicos del proceso de transformación que se produjo, y por el que la sociedad protofeudal visigoda, dominante en la Península Ibérica durante el siglo VII, se convirtió en una sociedad islamizada (en el sentido social) en el siglo X. Pero la totalidad de los elementos que intervinieron en esa transformación, están aún lejos de ser entendidos completamente.

Para ello es preciso, desde luego, el análisis material que posibilita la arqueología. Y para utilizar este es necesaria la aplicación de metodologías de estudio, neutrales ideológicamente, que aporten pruebas consistentes y científicas. La principal de estas metodologías es, por el momento, la estratigrafía contextual.

A partir de la segunda mitad del siglo XIX la estratigrafía arqueológica demostró ser el único camino válido para establecer la antigüedad del hombre, y la evolución del mismo, cuestiones que hoy nadie, con una mínima formación, discute. Y la estratigrafía ha demostrado posteriormente que era la vía para solucionar numerosos problemas de la evolución de las sociedades anteriores a la aparición de la escritura, a partir del análisis de la realidad material. Desde los años 80 del siglo XX, el desarrollo de la arqueología medieval ha posibilitado que los estudios sobre esta época vayan centrándose también en la realidad material de este largo periodo y en analizar a partir de ella las condiciones y transformaciones en la vida de las poblaciones presentes en un periodo que sigue calificándose de “oscuro”.

Pero la Edad Media presenta muchos problemas para su análisis arqueológico. La complejidad de la época, las dificultades de aplicar el análisis estratigráfico en asentamientos que en su mayoría siguen hoy ocupados por nuestras ciudades, ha impedido que este tipo de análisis se desarrolle de forma adecuada. Y por eso aún hoy no se han dejado de lado definitivamente algunos apriorismos ideológicos que, con frecuencia, reaparecen en diversos terrenos, incluso bajo otras formas, y a veces justificados con estratigrafías (o más bien en base a la ausencia de ellas). Pero si el conjunto de la Edad Media presenta numerosos problemas, estos se multiplican si se trata de estudiar la transición de los siglos VII a X. Ello ha resultado especialmente difícil de analizar por la rapidez (en tiempo histórico y arqueológico) y la aparente brusquedad de los cambios que se produjeron, elementos que se traducen en estratigrafías con frecuencia muy reducidas.

Por estos motivos, para este periodo, el asentamiento de El Tolmo de Minateda es un caso excepcional, ya que su temprano abandono durante la segunda mitad del siglo IX, ha permitido que se conserven los niveles anteriores, correspondientes a ese proceso. Pero es también excepcional, por el alto nivel de las investigaciones efectuadas en él. Este lugar fue elegido a finales de los años ochenta por la Universidad de Alicante y el Museo de Albacete para desarrollar un proyecto de investigación continuado, que, después de más de treinta años de trabajo, no solo ha proporcionado un conjunto de estructuras de un enorme interés, sino que la metodología seguida, ha posibilitado un salto adelante en el análisis del periodo, de los que este libro, dedicado a la cerámica, es sin duda un producto de enorme importancia, y preludio, creemos, de lo que aún cabe esperar de este lugar.

La cerámica es el elemento más abundante en los asentamientos de las sociedades agrícolas preindustriales. La idea de que es la estratigrafía la que permite definir los diferentes momentos de ocupación y uso de un asentamiento está ya aceptada teóricamente, y es frecuente encontrar descripciones de materiales por estratos. Pero es igualmente cierto que, desde hace unos años, el conocimiento parece estancado, como si se hubiera llegado al límite de sus posibilidades. Pero, como demuestra esta obra, ello se debe a que se ha caído en la rutina, por lo que suele faltar un estudio sistemático, y las referencias a la cerámica, cuando las hay, suelen solventarse con listas de tipos, descripciones más o menos estandarizadas y algunas generalizaciones y comparaciones con otras series, definiendo “paralelos”, es decir, suele ser un trámite. Es cierto que el estudio mediante paralelos ha sido la forma académicamente consagrada y aceptada para los estudios de cerámica. Pero hoy ello resulta insuficiente, puesto que no se trata solo de describir el material cerámico que hay en cada estrato, sino de elaborar los contextos estratigráficos.

Esto implica definir las relaciones entre todos los elementos que aparecen en un mismo estrato, así como, hasta donde sea posible, la funcionalidad de este, y el uso de las estructuras o del ámbito en el que este se formó.

Y eso es lo más relevante de esta obra, el extraordinario esfuerzo que se ha hecho para abordar el estudio de la cerámica a partir de la explicitación de los contextos estratigráficos, y de adecuar el estudio a los mismos. La labor realizada en este libro es desde este punto de vista de una importancia difícil de infravalorar, en tanto en cuanto consigue definir hasta un nivel hasta ahora impensable el ritmo de los cambios, su velocidad y sus fases.

Para construir los contextos, la obra profundiza en el análisis y la clasificación del material cerámico. A través de la interrelación de toda una serie de elementos como los criterios tecnológicos, morfológicos y funcionales, pastas y porcentajes, define los materiales, y sus variaciones, que tienen como eje de referencia la estratigrafía del yacimiento, no simplemente el estrato, sino la funcionalidad y uso del mismo, teniendo en cuenta también otros materiales asociados y distinguiendo, además, entre contexto de producción y estratigráfico, diferencia que no siempre se tiene en cuenta, lo que lleva a frecuentes confusiones en las cronologías. Para esta labor se apoya en una base de datos bien estructurada, que permite interrelacionar las diferentes unidades de las que se compone el registro estratigráfico. Este marco posibilita una definición cronológica que sería imposible en un estudio basado únicamente en paralelos. Con todo ello consigue determinar la evolución de la cerámica a lo largo de unos siglos en los que se produjeron cambios relevantes, de los que la cerámica es un solo reflejo, ya que el registro material se adaptó a las necesidades de todo tipo de ambas sociedades, en su proceso de cambio. Esta investigación aporta un nuevo sentido a estas producciones, introduciendo nuevas variables de estudio, que resultan muy acertadas. Desde este punto de vista, los criterios expuestos en esta obra posiblemente van a ser a partir de ahora un instrumento imprescindible para analizar no solo este periodo, sino más generalmente procesos de transformación o de transición complejos y rápidos de cualquier época.

En consecuencia, el trabajo rompe con la tradición de la “tipología”, para explorar vías completamente distintas, asumiendo obviamente un riesgo “académico” evidente, aunque los resultados suponen un avance notable, y lo justifican sobradamente. El trabajo permite a la autora reivindicar con toda razón el papel del investigador que se dedica a los estudios de cerámica, que no pueden limitarse a la mera catalogación de piezas, pues son múltiples las variables que intervienen en la formación del registro arqueológico.

Los resultados que muestra el trabajo suponen un avance importantísimo, incluso con respecto a los que se habían planteado hasta ahora para el Tolmo de Minateda, pues se supera la anterior división en tres “horizontes” para pasar al establecimiento de seis fases cronológicas bien definidas. La sistematización del repertorio cerámico de forma tan concreta supone un avance muy significativo y representa un nuevo hito en la investigación del yacimiento.

A ello hay que sumar la delimitación cronológica de las importaciones cerámicas, que alcanza un gran nivel de concreción, como sucede con las piezas norteafricanas que llegan al Tolmo hasta finales del s. VII. Unas cronologías que nunca habían estado tan bien definidas y que demuestran, sin duda, una actividad comercial que en la actualidad se encuentra en discusión. De igual modo debe resaltarse el exhaustivo análisis efectuado en torno a la llegada, a partir del siglo VIII, de producciones de Próximo Oriente o Egipto y la progresiva introducción de nuevas formas como consecuencia de la convivencia de diferentes tipos de sociedades a partir de este momento. Y en estrecha relación con esta situación, la continuidad existente en el repertorio cerámico tras la conquista islámica.

En definitiva, la clasificación de la cerámica es un tema aparentemente árido, pero, como demuestra esta obra, es sin duda el vehículo imprescindible para poder situar con una cronología adecuada todos los demás elementos materiales, que conforman el entorno de las sociedades. Ahora bien, para ello es preciso cambiar completamente los parámetros tradicionales de análisis. En consecuencia, aunque esta monografía parece centrarse en un aspecto muy concreto, como es la cerámica, y en un ámbito geográfico muy preciso, sin embargo, aporta una interpretación global de uno de los periodos más complejos de nuestra historia peninsular. Interpretación que es capaz de insertar dentro de un contexto mucho más amplio que incluye al Mediterráneo y Próximo Oriente. Sin duda, evidencia la trascendental importancia de la arqueología para el avance en el conocimiento histórico.

En cuanto a su organización, el libro está perfectamente estructurado en cuanto a los contenidos, definición de la metodología y de los objetivos. Obra bien escrita y que se lee con facilidad, incluidos los apartados más técnicos o los capítulos descriptivos, que inevitablemente resultan más áridos. Pero en obras de estas características, lo que cabe exigir a esos capítulos es que estén estructurados de forma que sean fáciles de consultar, y explicativos, y ello se alcanza perfectamente.

Vicente Salvatierra