Arqueología y Territorio Medieval 28, 2021. e5682. I.S.S.N.: 1134-3184 DOI: 10.17561/aytm.v28.5682

Sarcófagos en La Rioja entre el final del mundo romano y el auge de la Edad Media

Sarcophagi in La Rioja between the end of the Roman world and the rise of the Middle Ages

Adrián Calonge Miranda1

Recibido: 24/07/20
Aceptado: 08/06/21
Publicado: 16/09/2021

RESUMEN

En el territorio de La Rioja, el auge del cristianismo se produjo a partir del siglo IV y fue avanzando progresivamente en las ciudades y en el ámbito rural. Las élites jugaron un papel importante para posibilitar la extensión de este credo con la construcción de nuevos templos, algunos de ellos de fundación privada. Pero también era necesario el establecimiento de nuevos espacios funerarios de acuerdo con las costumbres de la nueva religión.

El uso del sarcófago por parte de estas aristocracias fue un motivo de prestigio. Algunos de ellos fueron depositados en mausoleos en el interior de iglesias con una clara intención de ser recordados y de añadir una preeminencia religiosa al poder político, económico y social que ya tenían. Otros se enterraron en cementerios, urbanos o rurales, pero en tumbas que mostraban su estatus privilegiado. El objetivo es analizar los sarcófagos de arenisca y sin decoración que se pueden considerar como de producción local y los que fueron importados desde los diferentes talleres ubicados en la provincia de Burgos.

Palabras clave: Necrópolis, La Rioja, Burgos, sarcófagos, cristianismo

ABSTRACT

In the territory of La Rioja, the rise of Christianity began from the 4th century onwards, and progressively advanced within the cities and rural areas. The elites played an important role in making the spread of this creed possible with the construction of new temples, some of them privately founded. But it was also necessary to establish new funeral spaces in accordance with the traditions of the new religion.

The use of the sarcophagus by these aristocracies was a source for prestige. Some of them were placed in mausoleums inside churches with a clear intention of being remembered and to add religious pre-eminence to the political, economic and social power they already had. Others were buried in cemeteries, either urban or rural, but always in graves that showed their privileged status. The aim of the present work is to analyse the undecorated sandstone sarcophagi that can be considered as locally produced and those that were imported from the different workshops located in the province of Burgos.

Keywords: Necropolis, La Rioja, Burgos, sarcophagi, Christianity

1. INTRODUCCIÓN

La extensión del culto cristiano durante el último siglo del dominio romano y el comienzo de la Edad Media conllevó la planificación y levantamiento de nuevas zonas de culto, y la sacralización de espacios cementeriales para el descanso de los creyentes, primero en los entornos urbanos y, tras un dilatado proceso, en las zonas rurales. El papel activo de las élites a partir de la quinta y la sexta centuria de nuestra Era hizo posible que el nuevo credo se expandiera en los distritos rurales mediante la construcción de capillas, la decoración cristiana en sus explotaciones o el levantamiento de iglesias de patrocinio privado (BARENAS, 2012: 24-28). Los enterramientos privilegiados se practicaron en espacios funerarios que se ubicaron en el interior de los centros eclesiales, planificados cuando estos se idearon o añadidos posteriormente. También se practicaron en necrópolis, tanto urbanas como rurales, y se podían diferenciar por el empleo de sarcófagos.

El contexto hispánico durante el siglo V fue conflictivo, especialmente con la entrada de los suevos, los vándalos o los alanos, el desarrollo de la Bagauda y el envío del ejército visigodo por Roma en calidad de federados. A todo esto hay que añadir cómo fueron silenciados los seguidores de Prisciliano, que abogaban por practicar un ascetismo privado. Estos factores pudieron ser claves para la tardía evangelización del espacio rural (CHAVARRÍA, 2006: 224-228).

En el actual territorio riojano, área de estudio escogida para el presente trabajo, la mayor parte de los sarcófagos tiene una tipología bien definida: caja de planta trapezoidal y desprovista de cualquier tipo de decoración con una cubierta a dos aguas y todo ello realizado en arenisca. No se han localizado canteras o zonas de producción de estos, aunque este tipo de piedra fue la más utilizada para la realización de instrumentos pétreos como prensas, contrapesos o molinos de varios tipos en los valles del Jubera (PASCUAL y GARCÍA, 2001: 250-266) y del Cidacos (PASCUAL y GARCÍA, 2002: 212-216). Hay también indicios de piezas que fueron adquiridas en los talleres burgaleses y transportadas hasta sus lugares de descanso. Hay que advertir que la inhumación en sarcófagos conllevaba una serie de problemas en cuanto a su transporte y colocación dentro del espacio funerario debido a su peso y volumen. Su simbología dentro de la necrópolis también era destacable por sobresalir sobre otro tipo de enterramientos o por reposar en zonas especialmente diseñadas para tal fin como pueden ser los martyria, los mausoleos privados o las cámaras funerarias dentro de las iglesias (RIPOLL y MOLIST, 2014: 48-52 y 62) (Fig. 1).

Tomando como referencia una cronología que abarca un amplio abanico entre los siglos IV y VIII de nuestra Era (LUEZAS, 1997: 207-236), se busca analizar las necrópolis con presencia de sarcófagos en La Rioja. El primero de los objetivos es la diferenciación de la tipología de contenedores funerarios pétreos que se han exhumado. Se identifican tres, empleando una diferenciación en cuanto a la piedra empleada para su ejecución y la presencia o no de decoración en cada una de sus caras. De esta manera se especifican los realizados en arenisca sin cualquier tipo de ornamentos, el único ejemplar del taller de la Bureba encontrado en La Rioja, y los de caliza que contienen motivos geométricos.

El segundo de los objetivos es buscar el origen de estos últimos ejemplares hasta su posible origen en la provincia de Burgos, sus tipologías y el análisis del origen de su decoración. Para ello se efectuará una comparativa con los procedentes de Castilla y León, y Cantabria. Los sarcófagos del entorno burgalés tuvieron que hacer un recorrido para poder llegar a sus lugares de descanso en La Rioja y, para ello, utilizaron el entramado viario de origen romano.

Fig. 1. Iglesia de Santa María de Parpalinas (Pipaona de Ocón, La Rioja) (Fotografía del autor)

Por último, se estudia la ubicación de los sarcófagos dentro de los entornos funerarios riojanos. Son dos los lugares de depósito donde descansaban los diferentes ejemplares: cámaras mortuorias o mausoleos en el interior de los centros eclesiales y las áreas cementeriales, tanto urbanas como rurales.

2. SARCÓFAGOS EN LA ACTUAL COMUNIDAD AUTÓNOMA DE LA RIOJA

2.1. Sarcófagos de arenisca sin decoración

La necrópolis bajoimperial de la Azucarera (Alfaro) dio servicio a la ciudad de Graccurris, localizada en el yacimiento de las Eras de San Martín en este mismo municipio. Tiene una interesante periodización histórica, especialmente en cronología tardoantigua. Tras un trabajo de nivelación del terreno, se comenzó a utilizar como área cementerial paleocristiana donde se descubrieron dos sarcófagos monolíticos, una lauda sepulcral dedicada a Ursicinus (Fig. 2), que actualmente se encuentra en la exposición permanente del Museo Arqueológico Nacional, y restos de un edificio monumental, posiblemente de carácter funerario o eclesial fechado entre finales del siglo IV y la V centuria. Por encima, se manteó una nueva capa de tierra, pero continúa con su uso como necrópolis, aunque con tumbas más humildes y con una cronología tardía en el siglo V e, incluso, del VII (MARCOS, 1996: 150-153).

Del primer periodo del cementerio son dos sarcófagos descubiertos en 1932. Ambos están realizados con piedra arenisca y carecen de cualquier tipo de decoración. El primero tiene planta trapezoidal con 1,69 m de longitud, una anchura entre 52 y 62 cm, y una altura entre 0,52 y 0,40 cm en la cabecera y en los pies, respectivamente. El segundo es más grande, pero también rectangular, con 1,97 m de longitud, 69 cm de anchura y 51 cm de altura. De este también se logró recuperar su cubierta, del mismo material, a dos aguas y con 1,97 m de longitud (MARCOS, 1996: 131-132).

En el acondicionamiento llevado a cabo en los caminos rurales del término municipal de Ocón durante los años 70, se produjeron hallazgos casuales procedentes de la necrópolis de Parpalinas. Este yacimiento ha deparado la existencia de un enclave rural donde convivieron un espacio doméstico, entornos productivos y la zona religiosa. La existencia de esta área cementerial fue confirmada entre 2005 y 2008 en la excavación sistemática del complejo eclesial dirigida por Urbano Espinosa Ruiz. Se descubrieron tumbas de lajas que se distribuían en el entorno del templo e indicios de enterramientos privilegiados (ESPINOSA, 2006: 312). De estos últimos se constataron tres ejemplares: un sarcófago de piedra caliza y decoración geométrica incisa que apareció completo, y dos cubiertas de otros dos realizados en arenisca y sin ningún tipo de decoración. Una era una tapa a dos aguas y la otra tenía un rebaje del vértice superior. El sarcófago fue depositado en un espacio privilegiado ubicado a los pies de la iglesia, pero se desconoce dónde reposaban los otros dos, de los que se desconocen sus cajas (ESPINOSA, 2019: 23-24).

Fig. 2. Lauda sepulcral de Ursicinus y dibujos de los sarcófagos de Blas Taracena. Necrópolis de la Azucarera (Alfaro, La Rioja) (Fuente: Fotografía del autor y MARCOS, 1996: 165)

En el término de Las Tapias, en Albelda, se investigaron dos iglesias que formaron parte de un conjunto monacal. Se integraba en un interesante conjunto de tres monasterios fundados por familias aristocráticas y que estaban en funcionamiento en el siglo VII. El templo excavado en 1979 por Urbano Espinosa tiene una planta cruciforme cuyo origen fue un sencillo esquema de ábside y nave a la que se fueron adhiriendo varias estancias. Especialmente interesante es el contraábside que se levantó al occidente del conjunto eclesial (ESPINOSA, 2011b: 139-158).

Esta habitación tiene una doble función. En su parte baja se construyó una cripta coronada por una bóveda. Tenía una función funeraria con varios individuos que descansaban en su interior. Ocupando un lugar destacado había un sarcófago de arenisca completo. La caja, de planta trapezoidal, estaba realizada en una cubierta monobloque (1,85 x 0,50 x 0,48 m). La cubierta se descubrió desplazada de su posición original y tenía una configuración a dos aguas, teniendo un sencillo pentáculo tallado en su parte superior (1,85 x 0,50 x 0,32 m) (ESPINOSA, 2011b: 57-61).

En los años 70 y 80, se llevaron a cabo prospecciones en el cerro de Santa Ana, en Entrena. Se trata de un extenso yacimiento donde se han descubierto restos de un poblado prerromano, un enclave rural romano que albergó una necrópolis y una ermita medieval. No se han llegado a efectuar excavaciones arqueológicas, pero sí se han estudiado los materiales que afloran superficialmente que han permitido poder establecer el amplio arco cronológico que se desarrolló en el altozano. A sus pies, se trazó la calzada que unía Vareia (Varea, Logroño) con Tritium Magallum (Tricio) (CAÑAS y BARENAS, 2018: 82-109).

La cultura material de cronología romana y tardorromana se localiza en el entorno sur del cerro, que se desarrolla con una suave pendiente con la que se domina la mayor parte del entorno circundante. Debido a las labores agrícolas continuadas, se han podido constatar dos tipos de enterramientos en la necrópolis que se desarrolla cerca del actual templo: tumbas de lajas con ajuares de cronología bajoimperial, como vasijas y lucernas, y restos de sarcófagos. De estos últimos se han recuperado fragmentos de cubiertas planas de planta rectangular y ejecutados en piedra arenisca (GONZÁLEZ y ESPINOSA, 1976: 167-168). Se desconoce la relación entre la necrópolis tardoantigua rural, presumiblemente vinculada al enclave rural, con el templo de Santa Ana. Jordina Sales, en virtud de la metodología empleada en su trabajo, propone un origen coetáneo a los sarcófagos tardoantiguos para el establecimiento de un templo en esta zona (SALES, 2012: 337).

La ermita de Santa María de Arcos, en Tricio, es un interesante ejemplo de templo que ha sido ampliamente reformado a lo largo de los siglos. Ha sido objeto de varias intervenciones arqueológicas tanto en el interior de la iglesia como en su entorno más cercano, lo que ha posibilitado conocer la evolución del edificio desde las primeras ocupaciones industriales de cronología romana hasta prácticamente nuestros días. La primitiva iglesia fue edificada a finales del siglo IV o principios del V y se construyó junto a la calzada reaprovechando elementos arquitectónicos romanos, especialmente destacable son los tambores de columnas provenientes de un edificio de carácter público. En origen fue un templo periurbano con una clara vocación de culto martirial o de personajes de una preeminencia social. Gracias a las excavaciones llevadas a cabo en los años 80, se constató la existencia de un mosaico con decoración geométrica que decoraba la cabecera donde descansaban los cuerpos que estaban depositados en cistas, realizadas con tegulae, rectangulares y con un lacado de mármol en el interior (2,37 x 0,56 m). Se ha teorizado con que había cinco espacios cubiertos con laudas musivas sepulcrales, aunque se desconoce si reposaban en sarcófagos. Las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo a mediados de los años 80 descubrieron los restos de un mosaico fechado entre finales del siglo IV y principios del V, a cuyos pies había dos cistas de cronología romana. En un principio, las tumbas se consideraron anteriores al pavimento musivo (ANDRÉS, 1983: 119-120 y 125). Sin embargo, Carmen Alonso considera que estos elementos son contemporáneos y que formaban parte de la cabecera de la primitiva iglesia de época paleocristiana (ALONSO, 2015b: 82-84).

En esas mismas intervenciones arqueológicas aparecieron diferentes inhumaciones en el interior del templo, de una variada tipología, incluyendo la presencia de sarcófagos (Fig. 3). Tres de estos se encontraron en el primer tramo de la nave y un cuarto a los pies de la iglesia. Estaban realizados en piedra arenisca con cubiertas a doble vertiente en origen. Sebastián Andrés no le atribuye una adscripción temporal (ANDRÉS, 1983: 120-121) mientras que Ramón Barenas piensa en una cronología paleocristiana siguiendo a Mª Luisa Cancela (BARENAS, 2011: 166), y Carmen Alonso apunta a que estos sarcófagos habían sido ampliamente expoliados y reutilizados de manera sucesiva (ALONSO, 2015b: 119).

Las excavaciones llevadas a cabo en la parroquia de Santa María, en Villavelayo, dieron como resultado la existencia de una necrópolis con una cronología anterior al actual templo románico. Gracias a los testimonios orales, se ha sabido de la existencia de más tumbas de lajas y de sarcófagos monolíticos en el entorno septentrional y oriental de la edificación religiosa (CENICEROS 1998: 51).

Fig. 3. Sarcófagos de arenisca. Iglesia de Las Tapias (Albelda), ermita de Santa María de Arcos (Tricio) y necrópolis de “El Palo” (Herramelluri-Grañón) (Fuente: ESPINOSA, 2011b: 60; ALONSO, 2015b: 43; y ÁLVAREZ, 2005: 196)

Más problemático es el caso de Tirgo. En esta localidad se encuentra uno de los mejores ejemplos de un templo del románico riojano: la iglesia de El Salvador, fechada en la segunda mitad del siglo XII. Consta de una única nave de tres tramos, presbiterio, ábside semicircular y dos portadas monumentales, siendo la principal la meridional. En los años 90 se realizaron excavaciones arqueológicas tanto en el interior del edificio como en su entorno más inmediato, en el marco de un programa de rehabilitación integral de la construcción.

Los resultados fueron positivos y contribuyeron a aclarar el origen del templo y si existió otro bajo el actual. El estudio de las fuentes documentales había demostrado que Tirgo contó con una iglesia de advocación mariana que estaba en servicio durante el siglo X, aunque debió de ser más antigua. Se menciona la iglesia de Santa María en documentos a partir del 976 y fue sustituida por la de El Salvador en un momento posterior (ÁLVAREZ, M. T., 1998: 63-64). Con estos datos, las diferentes intervenciones arqueológicas demostraron la ubicación de una necrópolis anterior a la iglesia de El Salvador con la presencia de tumbas excavadas en la roca intercaladas con sarcófagos. Estos estaban ejecutados en piedra arenisca, las bañeras eran monolíticas y con plantas rectangulares y disponían de una cubierta plana también monobloque (ÁLVAREZ, 1996: 75-78). También se descubrieron muros y cultura material con una cronología anterior a la actual iglesia (ÁLVAREZ, P., 1998: 56-57).

Por último, hay que hablar de una las necrópolis que se han constatado en el entorno de la ciudad de Libia (Herramelluri). Se trata de una civitas que se desarrolló al calor de la calzada 1-32 De Italia in Hispanias/Ab Asturica Terracone. En 1982 se produjo un sondeo de 24 m2 en el área cementerial de El Palo. Se encontró un sarcófago en un estado precario de conservación, con la tapa perdida y sin restos mortales ni ajuar (Fig. 3). Gracias a la cultura material de otros enterramientos del entorno, realizados en fosa y en ataúdes de madera de los que solo se conservaron los clavos, la necrópolis se ha fechado en época bajoimperial, entre los siglos IV y V (ÁLVAREZ, 2005: 195-199).

2.2. Ejemplar del taller de la Bureba de San Millán de la Cogolla

El centro productor de la Bureba realizó sarcófagos con una cuidada decoración figurativa tendente a una estilización (SCHLUNK, 1965: 139-166) que se desarrollaba en las cuatro caras de las cajas. La temática se basaba en escenas del Antiguo y el Nuevo Testamento y en otros motivos relacionados con el credo cristiano. Estaban ejecutados con la finalidad de ser observados desde todos los puntos de vista. Se han encontrado cinco ejemplares: tres en la provincia de Burgos y recogidos en el museo provincial (Poza de la Sal, Quintanabureba y Briviesca), uno que está actualmente en el museo Frederic Marès de Barcelona, procedente de la Molina del Postillo de Busto, y el de San Millán, que está en el monasterio de Suso (OEPEN, 2001: 265).

El ejemplar riojano (91 x 200 x 86/73 cm) se ha fechado en el siglo IV (Fig. 4), está ejecutado en piedra caliza de la cantera del Páramo (Poza de la Sal, provincia de Burgos) y es el único sarcófago del taller de la Bureba que se conserva con su caja y tapa originales. La composición decorativa, realizada mediante altorrelieves, se encuentra muy desgastada, aunque se han conservado motivos vegetales, especialmente en sus caras cortas con representación de hojas de parras. La caja tiene planta trapezoidal, se cubría mediante una tapa a dos aguas, y presumiblemente fue reutilizado para albergar los restos del anacoreta Emiliano de la Cogolla (473-574) y, según la leyenda, para ser el lugar de descanso de Nuño Salido, cuidador de los Siete Infantes de Lara en el siglo X (SAINZ, 1997: 347; VIDAL, 2005: 51).

Fig. 4. Sarcófago de San Millán de la Cogolla (Fotografía del autor)

2.3. Sarcófagos con decoración geométrica incisa

En la provincia de Burgos, junto al ya mencionado taller de la Bureba, se desarrolló otro posterior que tomaba como material la piedra caliza blanca y decoraba los sarcófagos con incisiones formando diversos motivos geométricos, especialmente circulares. Su producción se ha constatado en La Rioja gracias al descubrimiento de dos piezas: una en el yacimiento de Parpalinas (Pipaona de Ocón) y otro a la entrada de la localidad de Gallinero de Rioja.

El primero de estos se encontró completo en el yacimiento de Parpalinas (Pipaona de Ocón). Fue hallado en los años 70, se exhumó en un contexto secundario y fue dado a conocer en 1997 por P. Pascual con una fotografía de J. Gandará (PASCUAL, 1997: 300). La caja tenía una planta trapezoidal (1,98 de longitud exterior, 1,80 de longitud interior, 59,5 cm de anchura en la cabecera y 39,5 en los pies) con decoración con motivos semicirculares en sus lados largos (sucesión de dobles semicírculos concéntricos incisos agrupados en series de cuatro, tanto en la parte superior como en la zona inferior, con otro a la cabecera y a los pies) y con líneas secantes formando retículas en los lados menores. También se halló la cubierta de sección semicircular, única actualmente en la comunidad riojana entre todos los sarcófagos de época paleocristiana. Tenía una secuencia decorativa con una sucesión de motivos geométricos que comenzaban desde los laterales cortos con cuatro semicirculares a los que se afrontaban otros tantos arcos desde los que partían bandas rectangulares (Fig. 5). Lamentablemente, el sarcófago fue reducido a fragmentos de los que se conservan parte en el Ayuntamiento de Ocón y en el Museo de la Romanización de Calahorra. La cronología propuesta (ESPINOSA, 2003: 94-95) es amplia, abarcando los siglos V y VI, y estaba destinado a ser colocado en el mausoleo de la iglesia parpalinense. El investigador riojano también teoriza con la posibilidad de que el primer templo que se construyó en Parpalinas, de nave rectangular y ábside cuadrangular, también dispusiera de una cámara mortuoria para el depósito de este sarcófago tal y como sucede con el espacio destinado a las ofrendas (ESPINOSA, 2003: 92-95; 2011a: 185; y 2019: 50-53).

Fig. 5. Fragmentos del sarcófago de Parpalinas (Fotografía del autor y ESPINOSA, 2019: 160)

Urbano Espinosa ha dado a conocer la existencia de la base de una caja que se encontró en Gallinero de Rioja, y que se exhibe en el Museo Histórico Arqueológico Najerense (Nájera)2 (ESPINOSA, 2019: 160-161). Se desconoce su lugar de procedencia y se encuentra muy desgastada. Se trata de la base de una bañera de planta trapezoidal ejecutada en piedra caliza de 1,43 m de longitud, una anchura de 0,49 m en la cabecera y 0,36 m en los pies y una altura conservada de 10,5 cm. La decoración es geométrica, con dobles círculos y semicírculos secantes realizados mediante incisiones de 0,3 cm.

Durante la excavación de 60 m2 de la necrópolis de Los Templarios, en Villamediana de Iregua, se descubrieron tres sarcófagos fechados a partir del siglo XII. Esta zona funeraria se sitúa a apenas 1 kilómetro de distancia del actual municipio, ocupando un altozano y, por ahora, se desconoce a qué entidad de población dio servicio (LUEZAS, 1993: 62-63 y 66). Uno de estos se ejecutó aprovechando una antigua canalización de época romana, de 2,22 m de longitud, 0,57 m de ancho y 0,40 m de altura. En los lados cortos, tanto en los pies como en la cabecera, se pusieron dos lajas de piedra completando la caja. Su cubierta, por otro lado, está formada por varias lajas de piedra arenisca. Tiene la peculiaridad de tener una decoración geométrica realizada mediante incisión, formando motivos semicirculares secantes entre sí. Se encontró sin expoliar y con el cuerpo del difunto aún en su interior (LUEZAS, 1993: 64-65). Estos motivos circulares son similares a los que fueron utilizados en la cubierta del sarcófago número 4 del mausoleo de la iglesia burgalesa de Nuestra Santa María de Reyes Godos y que está fechado en la V centuria de nuestra Era (LECANDA, 2015: 652 y 655). En el caso del área cementerial de Los Templarios, ¿es una caja reutilizada en múltiples ocasiones hasta la inhumación del siglo XII o una pervivencia de los motivos decorativos usados por este taller? Esta cuestión permanece abierta.

La mayor parte de las cajas y cubiertas con decoración geométrica incisa se han encontrado en el norte de la provincia de Burgos. La zona con más hallazgos está delimitada entre el cruce de camino que era Virovesca (Briviesca), punto de encuentro de las vías De Italia in Hispanias/Ab Asturica Terracone e Item ab Asturica Burdigalam, y Flavia Augusta (yacimiento de Salionsa, Poza de la Sal). Algunos de los más antiguos se han constatado en el área funeraria del templo de Santa María de los Reyes Godos (Trespaderme). Este espacio fue realizado específicamente para el descanso de cuatro sarcófagos, dos de adultos y dos de infantes, ya que la bóveda que lo cerraba fue ejecutada después de la colocación de estos (LECANDA, 2015: 625-626). El número 4 tenía decoración mediante motivos circulares entrecruzados en la cubierta y el 5 disponía de círculos en la bañera y semicírculos y un gran arco central en la tapa. El 8, localizado en el baptisterio, pero muy cercano al área noble, tenía unas secuencias semejantes (LECANDA, 2015: 650 y 652-654).

Ha habido un incremento del conocimiento del número de piezas y sus características que se han encontrado en Burgos en Valdelateja, Pesquera de Ebro, Ubierna, Poza de la Sal, Oña, La Pedraja o la zona de la Bureba (Salas de Bureba, Hermosilla de Bureba, Quintanabureba, etc.) (CAMPILLO y RAMÍREZ 1984: 211-212). Cabe destacar otros sarcófagos que se han encontrado en Poza de la Sal con 5 completos y una gran cantidad de fragmentos, incluyendo cubiertas de sección circular (MARTÍNEZ, 1925: 336-337). En el término de San Quirce (Tubilla de Agua) se ha descubierto una cantera de producción y una extensa necrópolis con cajas trapezoidales con cubiertas predominantemente de sección circular, con una disposición en el entorno de la ermita y, todo ello, con decoración geométrica (CAMPILLO y RAMÍREZ, 1984: 209-210). En la ermita de Santa María de Montes Claros (Ubierna) se han realizado varias intervenciones en su interior, donde se ha comprobado cómo se habían utilizado sarcófagos como material de construcción, reutilizados como elementos funerarios y su presencia en la necrópolis meridional (CAMPILLO y RAMÍREZ, 1985-1986: 37 y LECANDA, 1995-1996: 122-127).

En Cantabria se han encontrado los ejemplares más septentrionales de este taller. En las excavaciones llevadas a cabo en Santa María de Hito (Valderredible) se ha descubierto casi medio millar de enterramientos con una amplia cronología que va desde el siglo VII hasta el XV incluyendo 6 sarcófagos de caliza blanca decorados con motivos circulares y cubiertas de sección plana o semicircular (GUTIÉRREZ, 2015: 335-372) (Fig. 6). En Santa María del Valverde, en el mismo término municipal, se han podido investigar cinco cajas y una tapa de sección circular (GUTIÉRREZ, 2015: 372-377). Santa María de Retortillo (Campoo de En Medio) ha proporcionado piezas reutilizadas en múltiples ocasiones en un templo con un origen prerrománico con una necrópolis asociada (IGLESIAS et al., 2008: 127-164 y GUTIÉRREZ, 2015: 130-137) y en el interior del templo descubierto en el Conventón (Rebolledo, Valdeolea) aparecieron dos más con motivos geométricos y cubierta también de sección semicircular en el interior de un enterramiento privilegiado (GUTIÉRREZ, 2015: 253-270).

Los sarcófagos con decoración geométrica tienen unas características formales que van evolucionando a lo largo de los siglos en los que se ha fechado la producción. Los ejemplares más antiguos aún conservan singularidades de tradición romana, como es la cubierta a dos aguas (LECANDA, 2015: 652 y 653-654). Los que fueron producidos en el periodo de máximo esplendor tienen una serie de características comunes que se reproducen en las piezas burgalesas, cántabras y riojanas. Las cajas suelen ser de planta trapezoidal. Son destacables por su estado de conservación los sarcófagos de la UE13 de Santa María de Montes Claros (LECANDA, 1995-1996: 123), el reutilizado como mobiliario cerca de la ermita de La Vieja (Poza de la Sal) (MARTÍNEZ, 1925: 335), el ejemplar de Gallinero de Rioja, o el de Parpalinas, del que solo se conserva una fotografía de los años 70 antes de su destrucción parcial. En casos puntuales, también se han podido constatar cajas rectangulares. Las cubiertas tienden a ser planas o de sección semicircular, como los fragmentos en la necrópolis burgalesa de San Quirce de Tubilla de Agua (CAMPILLO y RAMÍREZ, 1984: 211), en las excavaciones de Santa María de Montes Claros (LECANDA, 1995-1996: 122-125) o en una fotografía de Santa María de Hito (GUTIÉRREZ, 2015: 530-531), aunque hay casos también de una mezcla de ambos, como el caso parpalinense (ESPINOSA, 2019: 158-159) o los indicios en la necrópolis cántabra de Santa María de Hito (GUTIÉRREZ y HIERRO, 2003: 239). El material más empleado fue la caliza blanca, piedra que era fácil de trabajar. Sin embargo, también se hicieron algunos en arenisca, como los encontrados en Santa María de Montes Claros (LECANDA, 1995-1996: 123) (Fig. 6).

La decoración de estos sarcófagos se basaba en motivos geométricos que se suelen distribuir tanto en las cajas como en las cubiertas. Principalmente se encuentran dos tipos: los de tipo circular, que incluyen círculos, semicírculos, ultrasemicírculos y segmentos de círculos que se pueden encontrar concéntricos o secantes, y las líneas que se trazan horizontales, verticales, oblicuas, en forma de red o como parte de enmarcación de las caras de las piezas. La ejecución de todos estos motivos se realizaba mediante la técnica de la incisión con una o varias líneas en la composición (CAMPILLO y RAMÍREZ, 1984: 210-211).

Fig. 6. Sarcófagos de Santa María de Montes Claros (provincia de Burgos) y Santa María de Hito (Cantabria) (Fotografía del autor y GUTIÉRREZ, 2015: 531)

Los más de medio centenar de fragmentos localizados en Tubilla de Agua siguen estos criterios estilísticos plasmados en todo el cuerpo y cubierta de los sarcófagos (CAMPILLO y RAMÍREZ, 1984: 210). Santa María de los Reyes Godos aportó la existencia de círculos con motivos lineales (CAMPILLO y RAMÍREZ, 1985-1986: 37; LECANDA, 1995-1996: 123) mientras que uno de los reutilizados en el término de La Vieja (Poza de la Sal) presentaba triples semicírculos concéntricos que se encuentran con otros secantes dobles (MARTÍNEZ, 1925: 336-337).

Los ejemplares riojanos comparten el mismo tipo de piedra y la decoración. La tapa del sarcófago de Parpalinas aporta la sucesión de arcos, semicírculos y bandas rectangulares rebajadas que llegan hasta la mitad de la pieza (ESPINOSA, 2019: 158-160). La pieza que se encuentra en Nájera ha perdido gran parte de su decoración, pero aún conserva dobles semicírculos en los lados largos. Los casos cántabros no difieren en los motivos decorativos empleados como los dobles semicírculos secantes de Santa María de Hito (GUTIÉRREZ y HIERRO, 2003: 239) o la retícula que se labró en los lados cortos de el Conventón (GUTIÉRREZ, 2015: 529-531), este último con una fuerte reminiscencia al ejemplar parpalinense.

¿Cuál es el origen de estos esquemas compositivos? La respuesta es sumamente complicada. Lecanda recoge la posibilidad anunciada por Palol de que estos motivos decorativos estén vinculados con Aquitania o la tesis de Azkárate y García Camino que han visto una unión entre estelas funerarias vascas con el mundo tardorromano aquitano de los siglos V y VI d. C. (LECANDA, 2015: 652). Establecen una relación iconográfica de estos testimonios funerarios con corrientes francas o merovingias. Destacan especialmente los segmentos de círculo de las estelas tabulares de las necrópolis de Aisne o de broches de cinturón de Ariège, Eymet-su y en la navarra de Buzaga. Azkárate y García observan también cómo los segmentos de círculos se pueden asociar a cubiertas de sarcófagos, pero también a otros elementos como estelas discoidales (AZKÁRATE y GARCÍA, 1996: 326-331). Espinosa recoge estas referencias como posible origen de estos motivos decorativos, pero reconoce la dificultad de poder rastrear sus orígenes (ESPINOSA, 2019: 161, nota 146).

Se han conservado estelas tabulares ejecutadas en piedra arenisca en Arrigorriaga, con semicírculos concéntricos, un motivo cruciforme central y otros geométricos adosados con una cronología entre los siglos VII y VIII, así como una tercera más desgastada en la necrópolis de la ermita de San Martín de Finaga donde predominan los motivos circulares (AZKÁRATE y GARCÍA, 1996: 155-160, números 30 y 31, y 168-169, número 35). Esta influencia franca o merovingia también se ha querido observar en una pequeña navaja que se encontró en el interior de una jarra de boca trebolada que tiene una decoración realizada mediante círculos concéntricos en Cueva Pequeña (Carreña, Cabrales, Asturias) donde se ha querido observar una influencia merovingia (PEÑIL et al., 1986: 367; ILLAGUERRI, 2006: 188-189).

Sin embargo, tampoco se puede olvidar la posible influencia de los motivos germánicos ya presentes en la Península Ibérica gracias a los contingentes poblacionales de suevos, alanos, vándalos y visigodos que en determinados momentos se asentaron en las antiguas provincias hispanas. La decoración de las cerámicas grises, típicas del periodo visigodo, ya plasma series de círculos simples y concéntricos tal y como evidenciaron el estudio de Nozal y Puertas sobre los platos y los cuencos encontrados en la villa romana de La Olmeda (NOZAL y PUERTAS, 1995: 108-122).

La datación de los diferentes sarcófagos es complicada debido a que la mayor parte de los ejemplares ha aparecido en contextos secundarios, bien porque han sido reutilizados bien porque se hayan desplazado de su contexto original. Sin embargo, la comparativa de los diferentes estudios ofrece un panorama para poder estudiar su génesis y evolución. El espacio funerario de Santa María de los Reyes Godos fue ideado para poder albergar a los sarcófagos y estos condicionaron la propia construcción de esta zona del templo: se realizó el suelo, se pusieron los ataúdes y se completó la bóveda. Se ha establecido que estas inhumaciones tienen una cronología entre finales del siglo V o principios del VI (LECANDA, 2015: 656-657).

Más dificultoso es atribuir un momento de comienzo de utilización de los enterramientos hallados en la zona de Tubilla de Agua debido a que no se encontraron en su posición original. Campillo y Ramírez piensan en un uso durante los siglos medievales, particularmente el siglo IX, con una decoración que encuentra sus paralelismos en algunos elementos arquitectónicos prerrománicos (CAMPILLO y RAMIREZ, 1984: 212-213 y CAMPILLO, 1995: 176-177). Santa María de Montes Claros presenta dos momentos donde se utilizaron sarcófagos con decoración geométrica pese a las reformas internas que sufrió el templo. En los primeros tiempos del centro religioso, entre los siglos VIII y IX, ya hubo inhumaciones en estos recipientes tal y como evidencian los fragmentos reutilizados en las remodelaciones que tuvo la iglesia. A un segundo tiempo corresponden los ejecutados en piedra arenisca con planta trapezoidal y decoración geométrica en un contexto fechado entre las centurias XII y XIV, los más tardíos descubiertos hasta la fecha (LECANDA, 1995-1996: 131-132 y 134).

En La Rioja únicamente se ha datado el de Parpalinas (Ocón) pese a encontrarse en un contexto secundario, debió de estar en el mausoleo que formó parte del segundo templo de Santa María, sin descartar que pudiera existir un espacio similar en la primigenia iglesia. Esta se construyó en el siglo VII y esa es la centuria en la que Urbano Espinosa data este sarcófago (ESPINOSA, 2003: 92-95; 2011a: 185; y 2019: 50-53). Para los ejemplares cántabros de Santa María de Hito es complicado poder establecer una fecha de realización o de utilización, aunque las dataciones radiocarbónicas establecen que en la séptima centuria ya estaba en uso (GUTIÉRREZ y HIERRO, 2003: 233-242). Para los cuatro recipientes de Santa María de Retortillo, la posición secundaria de estos únicamente ha posibilitado datarlos en el inicio del periodo medieval, aunque la zona cementerial ya era ocupada en el siglo VI (GUTIÉRREZ, 2015: 137-138). El Conventón, en Rebolledo, cuenta con un amplio arco cronológico que comenzó en el siglo VI. Gracias a una datación con C14 se ha podido confirmar el uso de los ataúdes pétreos a finales del VIII. Se trata de la muestra GrM-13776: 1230 +/-40 tomada en la tumba 12 con un resultado ca. 790 cal. AD. (GUTIÉRREZ, 2015: 265-266).

3. EL TRANSPORTE DE SARCÓFAGOS Y LA SUPERVIVENCIA DEL ENTRAMADO VIARIO

Dentro de la actual Comunidad Autónoma de La Rioja se han podido encontrar tres sarcófagos que fueron producidos en la cercana provincia de Burgos: el del taller de la Bureba, de San Millán de la Cogolla, y los de decoración geométrica incisa de Gallinero de Rioja y de Santa María de Parpalinas en Ocón. Se transportaron hacia sus lugares de reposo, pero ¿qué ruta utilizaron? Para poder encontrar la respuesta a esta pregunta hay que rastrear el mantenimiento en uso de una vía de origen romano que aprovechaba el valle del Ebro.

El foco de producción de los sarcófagos de caliza con decoración incisa se ha localizado en el norte de la provincia de Burgos, entre las entidades urbanas de Flavia Augusta (yacimiento de Salionca, Poza de la Sal) y Virovesca (Briviesca). En el actual municipio de Tubilla de Agua, en el término de la “Cueva de los Moros”, se han descubierto vetas de piedra caliza explotadas donde se han investigado indicios de extracción de bloques para la fabricación de cajas y cubiertas (CAMPILLO, 1995: 176).

Los ejemplares riojanos de Pipaona de Ocón y Gallinero de Rioja llegaron a sus destinos usando la calzada De Italia in Hispania (Itin. Ant. 392.2-394-2) /Ab Asturica Terracone (Itin. Ant. 450.2-450.5) y que fue recogida en el Itinerario de Antonino. Esta fue la principal infraestructura viaria que se construyó en La Rioja y posibilitaba la conexión de esta zona del Ebro Medio con el Levante y la dinámica zona del noroeste (ALONSO, 2015a). Así mismo, es la única que ha conservado miliarios de Augusto en Alfaro (HERNÁNDEZ et al., 1999: 255-257) y Calahorra (ESPINOSA y CASTILLO, 1995-1997: 102); en Agoncillo, fechados bajo los gobiernos de Probo, Carino y otro de un emperador galo (ESPINOSA, 1986: 95-97) y dos el entorno tritiense, de Claudio, en Arenzana (Espinosa y Castillo, 1995-1997: 105-107) y Tricio, fechado bajo el cetro de Claudio II o Tácito (ESPINOSA, 1986: 93-95). Fueron transportados desde Virovesca (Briviesca) hacia el este para alcanzar sus respectivos destinos. Bajo los términos calzata, strata y via publica, se puede rastrear la supervivencia de este tramado viario en Grañón (GARCÍA, 2010, doc. CXXXII.c.1, 435), Castañares (GARCÍA, 2010, doc. CXXXVII.[a].1, 446), Alesoncillo (GARCÍA, 2010, doc. CLIV.az.1, 530), Nájera o Tricio (CANTERA, 1991, doc.LXXV.1, 300).

Para alcanzar Cantabria se podían utilizar dos rutas. La primera era la calzada que resultaba de la unión de las calzadas del Itinerario de Antonino De Italia in Hispanias, Ab Asturica Terracone y De Hispania in Aequitania, cuyos trazados corrían de manera conjunta desde la mansio de Virovesca (Briviesca) (MORENO, 2001: 117-126 y 2011-2017a: 22-50). El tramo burgalés tiene hitos de piedra, que fechan las intervenciones entre el 6-5 a. C. y 58, en Villanueva de Argaño de época de Nerón (ABASOLO, 1991: 389-392), y de Augusto y Tibero en Padilla de Abajo (LOSTAL, 1992: 29-30 y 45-46).

Entre Segisamone (Sasamón, provincia de Burgos) y Dessobriga (Melgar-Osorno, provincia de Palencia) se realizaba un empalme con una vía que miraba hacia el norte usando el valle del Pisuerga, tomando como punto más reseñable el enclave de Pisoraca (Herrera del Pisuerga) (MORENO, 2001: 94 y 99-100, y 2011-2017b). El Itinerario de Barro, también denominado las Tablas de Astorga, describe gran parte del entramado viario del noroeste. Este enclave, bajo el topónimo de Legio IIII, era una mansio de esta vía que alcanzaba Iuliobriga (Retortillo, Cantabria) (IGLESIAS y MUÑIZ, 1992: 97-136: MORENO, 2011-2017c; y FERNÁNDEZ, MORILLO y GIL, 2012: 159-163). Este tramo conserva también hitos epigráficos en Herrera del Pisuerga de época de Tiberio (LOSTAL, 1992: 46-47) y Nerón (Lostal, 1992: 60-61), de Augusto en Menaza (MORENO, 2011-2017b: 4-6), Cordovilla de Aguilar (MORENO, 2011-2017c: 5), Camesa-Rebolledo fechado en el reinado de Decio (IGLESIAS y MUÑIZ, 1992: 117-118), de Carino en Celada Marlantes (IGLESIAS y MUÑIZ, 1992: 177), y de Constatino en Requejo, aunque proveniente de Retortillo (MORENO, 2011-2017c: 6). Esta primera opción posibilitaba que los sarcófagos salieran del núcleo productor por las vías recogidas en el Itinerario de Antonino rumbo hacia al oeste, hasta Segisamone o Dessobriga, donde continuaban siguiendo el curso del Pisuegra hasta llegar al entorno cántabro.

La segunda posibilidad era utilizar una vía de carácter secundario que salía de Virovesca (Briviesca) y conectaba con Flavia Augusta (Salionca, Poza de la Sal) para salir hacia el norte y enlazar con la calzada que provenía de Iuliobriga (Retortillo, Cantabria) y finalizaba en Uxama Barca (Osma de Álava). Desde este punto, se podían alcanzar las civitates de Deobriga (Miranda de Ebro) y Veleia (Iruña de Oca) (IGLESIAS y MUÑIZ, 1992: 174-179).

4. SITUACIÓN DENTRO DE LAS TUMBAS PRIVILEGIADAS

Las diferentes necrópolis que han sido analizadas responden a tres tipologías bien definidas en función del lugar de depósito de los sarcófagos y de donde estaban situados. En primer lugar, están los espacios funerarios situados en el interior de las iglesias, lugares de descanso privilegiados que podían ser la razón de ser del propio centro religioso. En segundo lugar, se encuentran las zonas cementeriales urbanas y que daban servicio a ciudades que seguían conservando su estatus urbano. Por último, están las necrópolis rurales, que podían acoger el descanso de los difuntos de uno o de varios enclaves.

La expansión del credo cristiano en los entornos rurales fue un proceso más tardío que el que se produjo en las ciudades. El papel de las aristocracias locales, identificadas a sí mismas como la supervivencia del orden y del mismo estado romano, adoptaron la nueva religión oficializada en la capital. A partir de la quinta centuria, se comenzaron a fundar iglesias tanto por iniciativa episcopal como particular para iniciar la conversión de las zonas rurales. Las familias aristocráticas, especialmente las propietarias de grandes latifundios, comenzaron a cambiar la fisiología de sus asentamientos introduciendo decoración con elementos cristianos o con capillas integradas dentro de las zonas urbanas de sus explotaciones. Con todo ello, se fomentaba la extensión del nuevo credo en sus propiedades (BARENAS, 2012: 24-28).

Los templos de fundación privada fueron consagrados por los potentiores en sus propias tierras. Para ello, fueron dotados de una renta para su mantenimiento y colocaron a un cuerpo de clérigos a su frente. Teóricamente, estaban bajo la supervisión del obispado. Sin embargo, se trató de un tema que generó conflictos (Barenas, 2015: 785-786) que tuvieron que ser tratados ampliamente en concilios, tal y como recogieron las disposiciones de los concilios de Lérida (546), can. III; II de Braga (572), can. V; y IV de Toledo (633), can. XXIII (Barenas, 2015, 785-787). Los terratenientes laicos fueron obteniendo más atribuciones por parte de los obispos, pero estos siguieron reservándose su control, al menos nominal, así como la exigencia de una correcta dote y de que fueran jurídicamente reconocidas por la Iglesia (SOTOMAYOR, 2004: 530-531).

Tres son los espacios funerarios que se han podido investigar en el interior de templos en el área de estudio provista, dos de ellos ubicados en el entorno rural y un tercero en una iglesia periurbana. El primero se encuentra en la iglesia de Las Tapias (Albelda). Mide 14,40 m de largo y 10,20 de ancho con una planta que tiende a ser cruciforme y un esquema constructivo que se distribuye a partir de nave central (8 x 5,10 m y 25,08 m2 de superficie interior) a la que se añadieron otras cuatro estancias en cada uno de sus lados. La cripta funeraria se situaba al oeste y tenía una superficie de 5,04 m2. Contenía un sarcófago más otros 8 enterramientos, algunos de ellos en ataúdes de madera. Encima de la cámara funeraria se ejecutó un contracoro elevado al que se accedía mediante unas escaleras de piedra o de madera (ESPINOSA, 2011b: 53-61). Urbano Espinosa habla sobre la cripta en los siguientes términos: “Su significado espiritual era secundario con respecto a la zona del ábside, pero también es cierto que el hecho funerario de la cripta, con su sarcófago de piedra y otras cistas de madera, indicaría que ese espacio mausoleo otorgó al tempo en gran parte su razón de ser” (ESPINOSA, 2011b: 100).

Las investigaciones del yacimiento de Parpalinas comenzaron inspiradas por un milagro recogido en la casa del “Senator Honorio” (VSE, XVII, 24.) en la hagiografía de San Millán de la Cogolla escrita por Braulio de Zaragoza (ESPINOSA, 2003: 84-86.). De entre los restos exhumados de esta villa romana destacan una domus, parte de las zonas productivas y un espacio religioso. Este tiene tres niveles de ocupación: una primitiva iglesia de fundación privada, un segundo templo de mayores dimensiones y una posterior zona habitacional (ESPINOSA, 2011a: 186, y 2019: 52-63).

Este segundo edificio con ábside de herradura (6,38 m de diámetro exterior y 5 m de diámetro) se describe como un edificio de una única nave de 23,5 m de largo y 10,20 m con una capilla funeraria en el extremo oeste y un espacio alargado septentrional para la recepción de las rentas adscritas al templo (ESPINOSA, 2011a: 186). La cronología del conjunto se inicia entre los siglos VI y VII d. C. (ESPINOSA, 2006: 320-321) y termina con su ruina acontecida antes del siglo XIII, fecha de construcción del espacio habitacional plenomedieval (ESPINOSA, 2006: 318-321). La advocación mariana de la iglesia es segura gracias a la documentación medieval posterior3.

El segundo templo amortizaba otra iglesia de menor tamaño, con una distribución funcional similar pero un precario estado de conservación: lados este y norte de la nave y parte de un alargado cuerpo adosado a la zona norte de la nave (ESPINOSA 2010: 28-30; 2011a: 186-187; y 2019: 49-52). La cronología de este primitivo edificio cristiano estaría situada entre los siglos V y VI (ESPINOSA, 2011a: 186). Esta iglesia fue promovida por un aristócrata en el fundus de su villa cuya domus se ha conservado de manera muy fragmentaria con parte del impluvium de 3,5 m de lado, así como un gran espacio que se ha interpretado como una sala de representación, varios cubicula y la parte trasera de la domus (ESPINOSA, 2011a: 189-191). La existencia de una capilla funeraria a los pies del segundo templo (finales del siglo VI-principios del VII) sirvió, en opinión del profesor Espinosa “para la exaltación funeraria de la familia fundadora” (ESPINOSA, 2011a: 192) a la que debió de pertenecer el senador Honorio mencionado por las Vita Sancti Emiliani.

El espacio funerario se construyó a los pies de la nave, tiene una superficie de 12,4 m2 y una planta casi cuadrangular. Se ejecutó gracias a muros de mampuestos de medio metro de anchura y se configuró como una semicripta cuyo suelo se hallaba a 60 cm por debajo del suelo de la nave. Se planificó durante la construcción de la iglesia y ocupaba un lugar privilegiado y con 2,60 m de eje interior en sentido oeste-este, disposición empleada en las inhumaciones cristianas, posibilitaba el depósito de varios sarcófagos (ESPINOSA, 2019: 58-59 y 99).

En el valle medio del Ebro hay que recordar la crisis del prelado Silvano de Calahorra, que fue denunciado ante la sede papal por ordenaciones ilegales por parte de otros obispos de la Tarraconense, entre ellos Ascanio de Tarragona entre los años 463 y 465 (ESPINOSA, 2006: 69). En las misivas que el papa Hilario recibió, destacan las enviadas por parte de los honorati y possessores, interpretados como los miembros pertenecientes a las curias locales para los primeros y los grandes terratenientes para los segundos (ESPINOSA, 2006: 70-71), de Turiaso (Tarazona, Zaragoza), Cascantum (Cascaste, Navarra), Calagurris (Calahorra), Vareia (Varea, Logroño), Libia (Herramelluri) y Virovesca (Briviesca, Burgos) que tenían suficiente poder e influencia para defender al titular de la cátedra calagurritana4 desde estos entornos urbanos. En los alrededores de algunas de las civitates riojanas se han investigados enterramientos privilegiados con la presencia de sarcófagos. Corresponden a estas zonas urbanas el tercero de las capillas funerarias en la actual ermita de Santa María de los Arcos en Tricio y las necrópolis de la Azucarera (Alfaro) y de El Palo (Grañón/Herramelluri) que dieron servicio a Gracurris y Libia respectivamente.

Estos tres ejemplos se sitúan junto a una calzada, en este caso, la De Italia in Hispania/Ab Asturica Terracone, que siguió conservando esa aura de sacralidad que ya ostentó en época romana, a la que hay que añadir otras áreas cementeriales como la de Igay (Logroño), lugar de descanso de los vareyenses bajo el cetro de la monarquía visigoda. Se han exhumado tumbas con restos de ataúdes de madera y los restos de un posible edificio funerario o centro religioso (ALONSO y JIMÉNEZ, 2014: 19-27). Además, cumple con los criterios anunciados en su momento por Ripoll: cerro elevado junto a una fuente o corriente de agua y a una vía de comunicación (RIPOLL, 1989: 396-402.). La necrópolis de Santa Ana (Entrena), también comparte estas características, pero su ubicación es rural, como los ejemplos de San María de Villavelayo y El Salvador en Tirgo, elementos vertebradores del poblamiento en lo referente a lo religioso y lo funerario.

5. CONCLUSIONES

La expansión del nuevo credo cristiano en el Ebro Medio fue un proceso lento y que encontró en las ciudades sus primeros seguidores. Gracias a la epigrafía se pueden fechar estos testimonios más antiguos en época bajoimperial tal y como se ha podido rastrear en Vareia con dos ejemplares. El primero se encontró en los años 90, formaba parte de una inscripción funeraria y en ella se puede rastrear el nombre de Cristo (ESPINOSA y CASTILLO, 1995-1997: 105) y que se unía a otra hoy desaparecida (ESPINOSA, 1986: 104). El solar de la antigua Tritium Magallum (Tricio) también deparó la aparición de una placa funeraria ejecutada en mármol blanco mandada realizar por Tateca entre los siglos IV y V (ESPINOSA, 1986: 57-58).

Sin embargo, la cronología para el ámbito rural es, al menos, un siglo más tarde a tenor de la cronología aportada tanto por los epígrafes como por la arqueología. Únicamente ha llegado un epígrafe procedente de los distritos rústicos con temática cristiana y es el procedente del término de “El Patio de los Curas”, en Arnedo. Se trata de una cueva artificial de planta rectangular que fue utilizada como centro religioso. La inscripción es dúplice en este caso y tiene una simbología muy específica: se plasmó el nombre de “Roma” rodeado de crismones sobre el que se alza triunfante el comienzo del nombre de Cristo en griego, XRI, con una cabeza humana muy esquemática. La preeminencia del nuevo credo sobre la antigua Ciudad Eterna es una de las explicaciones para este testimonio de entre los siglos V y VI (ESPINOSA, 1986: 29-30).

Este ámbito temporal es similar al que ofrecen los diferentes centros eclesiales. A partir de la segunda mitad del siglo V fecha Espinosa la construcción de la primera basílica parpalinense. Santa María de Arcos (Tricio), como templo periurbano, pudo iniciar su culto en un amplio arco entre la segunda mitad del siglo IV y el VI, cuestión complicada debido al uso continuado de la ermita hasta nuestros días (ALONSO, 2015b: 129-130). Dentro de los ejemplos burgaleses, Santa María de los Reyes Godos (LECANDA, 2015: 687-692) y la ermita de la Asunción en San Vicente del Valle (Sales, 2012: 128-130) fueron consagradas a lo largo del siglo V, mientras que las Tapias (Albelda, La Rioja) (ESPINOSA, 2011b: 71-86) y Santa María de Mijangos (Merindad de Cuesta Urría, Burgos) (SALES, 2012: 121-125) estaban en funcionamiento en el siglo VII. Gracias a todos estos ejemplos, que albergaron en su interior algún tipo de mausoleo o cripta funeraria, se puede observar que el fenómeno de la fundación o patrocinio de las iglesias particulares estaba ya asentado en el siglo V, posiblemente tras el fin del conflicto de la Bagauda. Posiblemente, gran parte de estos templos se fundaron gracias a las contribuciones o al patrocinio de grandes familias propietarias.

El análisis de los sarcófagos aparecidos en contextos entre los siglos cuando finalizó el dominio político romano y se erigió el nuevo poder visigodo en el territorio riojano, depara dos grupos principalmente: uno mayoritario con ejemplares realizados en piedra arenisca, bañera de planta trapezoidal, cubierta plana o a dos aguas y con una ausencia clara de decoración, y otro cuya procedencia es la actual provincia de Burgos e incluye los dos recipientes pétreos en piedra caliza con motivos geométricos incisos y el del taller de la Bureba.

Este último grupo es sumamente interesante tanto por sus características como por su lugar de origen y de depósito en Gallinero de Rioja y en Parpalinas (Ocón). Los sarcófagos con decoración geométrica parecen responder a un sincretismo que se desarrolló en las antiguas provincias hispanas. Por un lado, se heredaba la costumbre romana de enterramientos privilegiados en sarcófagos pétreos incluyendo su morfología: cajas ligeramente trapezoidales y con cubiertas planas o a dos aguas, tal y como se ha podido observar en los ejemplares de Santa María de los Reyes Godos, unos de los más antiguos cronológicamente, que cumplen todos estos criterios. La misma zona de producción también es una herencia del primer taller de la Bureba ya que ambas comparten un mismo espacio geográfico: el norte de la provincia de Burgos.

Los motivos decorativos, por otra parte, parecen ser la aportación de los nuevos pobladores de origen germano, que encontraron en los temas geométricos una de sus principales fuentes de inspiración. El círculo, simple o concéntrico, fue uno de los más utilizados para la orfebrería, como puede ser en las hebillas de cinturón (PÉREZ, 1991: 78-91) o en la cultura cerámica, pero también en la decoración de sus construcciones sin dejar atrás la indudable influencia que ejerció la cultura franca o merovingia, tal y como se ha podido atestiguar en el corpus epigráfico del Nervión, aunque tampoco hay que desechar la idea de una influencia visigoda. De una manera muy esquemática, el doble círculo concéntrico es muy similar a una representación de un círculo con botón que se ha podido observar en las piezas de bronce y otros metales finamente decoradas.

Estos sarcófagos eran bienes de lujo adquiridos por las familias aristocráticas para poder ser el último lugar de descanso de algunos de sus miembros. Esto suponían tener suficiente capital para adquirirlo y poder transportarlo desde el lugar de producción hasta el de reposo, pero también la existencia de una estructura comercial y viaria que hiciera posible ese traslado. Una de las explicaciones más probables es la supervivencia funcional y la conservación de las calzadas de origen romano. Unos recipientes funerarios destinados a mantener en la muerte la preeminencia que tuvieron en vida.

BIBLIOGRAFÍA

ABASOLO ÁLVAREZ, José Antonio (1991-1992). “El miliario de Villanueva de Árgano y el recorrido de la “Vía Aquitana” entre Deobrigula y Segisamo”, Zephyrus, 44-45, pp. 389-404.

ALONSO FERNÁNDEZ, C. (2015a). La vía romana De Italia in Hispanias/Item ab Asturica Tarracone a su paso por La Rioja: Desarrollo topográfico, evidencias estructurales y modelo constructivo. Tesis Doctoral. Madrid: UNED. Recuperado de http://e-spacio.uned.es/fez/eserv/tesisuned:GeoHis-Mcalonso/ALONSO_FERNANDEZ_M_del_Carmen_Tesis.pdf

ALONSO FERNÁNDEZ, Carmen (2015b). Nuestra Señora de Arcos (Tricio, La Rioja). De basílica a ermita a la luz de la arqueología. Logroño: Instituto de Estudios Riojanos.

ALONSO FERNÁNDEZ, Carmen y Javier JIMÉNEZ ECHEVARRÍA (2014). “La vía romana ‘De Italia a Hispania’ a su paso por la Comunidad Autónoma de La Rioja”, Berceo, 154, pp. 191-226.

ÁLVAREZ CLAVIJO, María Teresa (1998). “Tirgo: iglesia parroquial y de El Salvador y otras construcciones de la villa”, Estrato, 9, pp. 62-69.

ÁLVAREZ CLAVIJO, Pedro (1996). “Trabajos arqueológicos en el entorno de la iglesia de El Salvador. Tirgo, La Rioja”, Estrato, 7, pp. 73-79.

ÁLVAREZ CLAVIJO, Pedro (1998). “Excavaciones en Tirgo. Campaña de 1997”, Estrato, 9, pp. 54-61.

ÁLVAREZ CLAVIJO, Pedro (2005). “Las manifestaciones funerarias en el entorno de Libia”, en Pedro Álvarez (coord.), Libia: la mirada de Venus. Centenario del descubrimiento de la venus de Herramelluri (1905-2005), pp. 171-209. Logroño: Instituto de Estudios Riojanos.

ANDRÉS VALERO, Sebastián. (1983). “Excavaciones en Santa María de los Arcos, Tricio (La Rioja)”, Cuadernos de investigación: historia, t. 9, fasc. 2, pp. 113-126.

AZKÁRATE GARAI-OLAUN, Agustín e Iñaki GARCÍA CAMINO (1996). Estelas e inscripciones medievales del País Vasco (siglos Vi-XI). I. País Vasco Occidental. Bilbao: Gobierno Vasco y Servicio Editorial de la Universidad del País Vasco/Eusko Herriko Unibertsitatea.

BARENAS ALONSO, Ramón (2011). “La cristianización del territorio riojano: el espacio urbano”, Berceo, 160, pp. 139-174.

BARENAS ALONSO, Ramón (2012). “La cristianización del territorio riojano (II): el espacio rural”, Berceo, 162, pp. 17-62.

CAMPILLO CUEVA, Jacinto (1995). “Las necrópolis medievales cristianas de la Honor de Sedano (Burgos)”, Kobie. Serie de paleoantropología y ciencias naturales, 22, pp. 153-195.

CAMPILLO CUEVA, Jacinto y M. M. RAMÍREZ (1984). “Descubrimiento de una necrópolis altomedieval en Tubilla del Agua (Burgos)”, Kobie. Serie de paleoantropología y ciencias naturales, 14, pp. 207-216.

CAMPILLO CUEVA, Jacinto y M. M. RAMÍREZ (1985-1986). “Carta arqueológica del término municipal de Ubierna (Burgos)”, Kobie. Serie de paleoantropología y ciencias naturales, 15, pp. 33-59.

CANTERA MONTENEGRO, Margarita (1991). Colección documental de Santa María La Real de Nájera. Tomo I (siglos X-XIV). San Sebastían: Eusko Ibaskuntza.

CAÑAS DÍEZ, Sergio y Ramón BARENAS ALONSO (2018). Historia de Entrena. Logroño: Instituto de Estudios Riojanos.

CHAVARRÍA ARNAU, Alexandra (2006). “Aristocracias tardoantiguas y cristianización del territorio (siglos IV-V): ¿Otro mito historiográfico?”, Rivista di Archeologia Cristiana, 82, pp. 201-230.

CENICEROS HERREROS, Javier (1998). “Excavación arqueológica y control arqueológico de los trabajos de restauración en la iglesia de Santa María de Villavelayo (La Rioja)”, Estrato, 9, pp. 48-53.

ESPINOSA RUIZ, Urbano (1986). Epigrafía romana de La Rioja (ERRioja). Logroño: Instituto de Estudios Riojanos.

ESPINOSA RUIZ, Urbano (2003). “El enclave Parpalines de la Vita Sancti Aemiliani; espacio rural y aristocracia en época visigoda”, Iberia, 6, pp. 79-110.

ESPINOSA RUIZ, Urbano (2006). “La iglesia tardoantigua de Parpalinas (Pipaona de Ocón, La Rioja), campaña arqueológica de 2005”, en M.E. Conde, R. González, y A. Egea (coords.), Espacio y tiempo en la percepción de la antigüedad tardía: homenaje al profesor Antonio González Blanco, “In maturitate aetatis ad prudentiam”, Antigüedad y cristianismo, 23, pp. 309-322.

ESPINOSA RUIZ, Urbano (2010). “Buscando al San Millán histórico, el yacimiento de Parpalinas”, Belezos, 14, pp. 26-33.

ESPINOSA RUIZ, Urbano (2011a). “La villa prolongada en el tiempo. El caso de Parpalinas (Pipaona de Ocón, La Rioja)”, en J. A. Quirós (coord.), Vasconia en la Alta Edad Media, 450-1000: poderes y comunidades en el norte peninsular, pp. 181-192. Vitoria: Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea

ESPINOSA RUIZ, Urbano (2011b). La iglesia de Tapias y los monasterios tardoantiguos de Albelda de Iregua y Nalda (La Rioja). Logroño: Servicio de Publicaciones de la Universidad de La Rioja.

ESPINOSA RUIZ, Urbano (2019). La iglesia tardoantigua de Parpalinas (Pipaona de Ocón, La Rioja). Logroño: Servicio de Publicaciones de la Universidad de La Rioja.

ESPINOSA RUIZ, Urbano y María Josefa CASTILLO PASCUAL (1995-1997). “Novedades epigráficas en el Ebro Medio”, Lucentum, 14-16, pp. 101-112. https://doi.org/10.14198/LVCENTVM1995-1997.14-16.06

FERNÁNDEZ OCHOA, Carmen, Ángel MORILLO CERDÁN, y Fernando GIL SENDINO (2012). “El Itinerario de Barro. Cuestiones de autenticidad y lectura”, Zephyrus, vol. 70, pp. 151-179.

GARCÍA ANDREVA, Fernando (2010). El Becerro Galicano de San Millán de la Cogolla. Logroño: Cilengua.

GONZÁLEZ BLANCO, Antonino y Urbano ESPINOSA RUIZ (1976). “La necrópolis del poblado celta-romano de Santa Ana (Entrena-Logroño)”, Archivo Español de Arqueología, 49, pp. 164-174.

GUTIÉRREZ CUENCA, Enrique (2015). Génesis y evolución del cementerio medieval en Cantabria. Tesis Doctoral. Santander: Universidad de Cantabria (Tesis Doctoral), Universidad de Cantabria, Santander. Recuperado de https://repositorio.unican.es/xmlui/handle/10902/7410.

GUTIÉRREZ CUENCA, E. y José Ángel Hierro Gárate (2003). “Necrópolis medievales del sur de Cantabria. Algunos ejemplos sobre sus problemas de conservación e interpretación”, C.A.E.A.P. 25 años de Investigaciones sobre el Patrimonio Cultural de Cantabria, pp. 233-252. Santander.

HERNÁNDEZ VERA, José Antonio, Enrique, ARIÑO, José Manuel, MARTÍNEZ TORRECILLA, y Julio NUÑEZ MARCÉN (1999). “La presa y el ninfeo del Sotillo (Alfaro, La Rioja): un conjunto monumental en la vía De Italia in Hispanias”, Zephyrus, 52, pp. 239-260.

IGLESIAS GIL, José Manuel y Juan Antonio MUÑIZ CASTRO (1992). Las comunicaciones en la Cantabria romana. Santander: Universidad de Cantabria-Ediciones de Librería Estudio.

IGLESIAS GIL, José Manuel, Juan José CEPEDA OCAMPO, y Pedro SARABIA ROGINA (2008). “Iuliobriga. Intervención arqueológica en el interior de Santa María de Retortillo (Cantabria)”, Sautuola, 14, pp. 127-164.

ILLAGUERRI GÓMEZ, E. (2006). “Oinochoe altomedieval y puñal”, en P. Fernández, (coord.), Apocalipsis. El ciclo histórico de Beato de Liédena. Catálogo de Exposición, pp. 188-189. Santander: Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria.

LECANDA ESTEBAN, José Ángel (1995-1996). “Intervención arqueológica en la ermita de Montes Claros de Ubierna (Merindad de Ubierna, Burgos): una aportación a la arquitectura de época condal castellana”, Numancia. Arqueología en Castilla y León, 7, pp. 117-138.

LECANDA ESTEBAN, José Ángel (2015). Estudio arqueológico del Desfiladero de La Horadada: la transición entre la tardorromanidad y la Alta Edad Media (ss. V-X d.n.e.). Tesis Doctoral. Burgos: Universidad de Burgos. Recuperado de: https://riubu.ubu.es/handle/10259/4641

LOSTAL PROS, Joaquín (1992). Los miliarios de la provincia Tarraconense. Zaragoza: Institución Fernando el Católico.

LUEZAS PASCUAL, Rosa Aurora (1993). “Necrópolis de ‘Los Templarios’. Villamediana de Iregua”, Estrato, 5, pp. 62-66.

LUEZAS PASCUAL, Rosa Aurora (1997). “Introducción al estudio de las necrópolis medievales en La Rioja”, Boletín de Arqueología Medieval, 11, pp. 207-236.

MARCOS POUS, Alejandro (1996). “De situ Graccurris. Desde el siglo XVI hasta las excavaciones inéditas de 1969”, Cuadernos de arqueología de la Universidad de Navarra, 4, pp. 107-172.

MARTÍNEZ SANTA OLALLA, Julio (1925). “Cuestión de cronología. Los sarcófagos de La Bureba (Burgos)”, Boletín de la Comisión Provincial de Monumentos Históricos y Artísticos de Burgos, vol. 11, pp. 334-340. Burgos.

MORENO GALLO, Isaac (2001). Descripción de la vía romana de Italia a Hispania en las provincias de Burgos y Palencia. Burgos/Palencia: Diputación Provincial de Burgos y Diputación Provincial de Palencia.

MORENO GALLO, Isaac (2011-2017a). “Vía romana de Segisamunculum a Legio VII Gemina. Vía De Italia a Hispania. 232 km”, Vías romanas de Castilla y León, http://www.viasromanas.net/ (Consultado el 20/06/2020).

MORENO GALLO, Isaac (2011-2017b). “Vía romana de Segisamone a Pisoraca. De Sasamón a Herrera del Pisuerga. 32 km”, Vías romanas de Castilla y León, http://www.viasromanas.net/ (Consultado el 20/06/2020).

MORENO GALLO, Isaac (2011-2017c). “Vía romana de Pisoraca a Iuliobriga. 62 km”, Vías romanas de Castilla y León, http://www.viasromanas.net/ (Consultado el 20/06/2020).

NOZAL CALVO, Miguel y Fernando PUERTAS GUTIÉRREZ (1995). La terra sigillata paleocristiana gris en la villa romana de La Olmeda. Valladolid: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Valladolid.

OEPEN, A. (2001). “Rasgos generales del sarcófago paleocristiano en Hispania. Bases para la redacción de un primer Corpus”, en J.M. Noguera y E. Conde (eds.), El sarcófago romano. Contribuciones al estudio de su tipología, iconografía y centros de producción, pp. 257-272. Murcia: Servicio de publicaciones de la Universidad de Murcia.

PASCUAL MAYORAL, María del Pilar (1997). “Sobre un fragmento de sarcófago depositado en el museo municipal de Calahorra (La Rioja)”, Kalakorikos, 2, pp. 293-300.

PASCUAL MAYORAL, María del Pilar y Pedro GARCÍA RUIZ (2001). “Canteras y tecnología molinar en el río Jubera (La Rioja)”, Revista murciana de Antropología, 7, pp. 237-266.

PASCUAL MAYORAL, María del Pilar y Pedro GARCÍA RUIZ (2002). “Nuevas canteras de piedras de molino y de trujal. Valle del Cidacos (Arnedillo, La Rioja)”, Kalakorikos, 7, pp. 209-219.

PEÑIL MÍNGUEZ, Javier, Carmen FERNÁNDEZ IBAÑEZ, Ángel OCEJO HERRERO y María José MÁRQUEZ (1986). “Presentación de los materiales cerámicos de algunos yacimientos medievales inéditos de Cantabria”, en J. L. Acín (coord.), Actas del I Congreso de Arqueología Medieval Española. Tomo V. Cristiano, pp. 363-383. Zaragoza: Departamento de Cultura y Educación del Gobierno de Aragón.

PÉREZ RODRIGUEZ-ARAGÓN, Fernando (1991): “Los broches de los cinturones tardorromanos y el inicio de la presencia germánica en la Península Ibérica”, Codex aquilarensis: cuadernos de investigación del Monasterio de Santa María La Real, 4, pp. 63-136.

RIPOLL LÓPEZ, Gisela (1989). “Características generales del poblamiento y la arqueología funeraria visigoda en Hispania”, Espacio, tiempo y forma. Serie I. Prehistoria y arqueología, pp. 389-418. https://doi.org/10.5944/etfi.2.1989.4522

RIPOLL LÓPEZ, Gisela y Núria MOLIST CAPELLA (2014). “Cura mortuorum en el nordeste de la Península Ibérica, siglos IV al XII d. C.”, Territorio, sociedad y poder, 9, pp. 5-66. https://doi.org/10.17811/tsp.9.2014.5-66

RUIZ DE LOIZAGA, Saturnino, Pablo DÍAZ BODEGAS, y Eliseo SÁINZ RIPA (1995). Documentación vaticana sobre la diócesis de Calahorra y La Calzada-Logroño (463-1342). Logroño: Instituto de Estudios Riojanos.

SÁINZ RIPA, Eliseo (1997). “Primer cristianismo en La Rioja”, en J. I. de la Iglesia (coord.), VII Semana de Estudios Medievales (Nájera, 29 de julio al 2 de agosto de 1996), pp. 343-353. Logroño: Instituto de Estudios Riojanos.

SALES CARBONELL, Jordina (2012). Las construcciones cristianas de la Tarraconensis durante la Antigüedad Tardía. Topografía, arqueología e historia. Barcelona: Servicio de Publicaciones de la Universitat de Barcelona.

SCHLUNK, Helmut (1965). “Zu dem frühchristlichen Sarkophagen aus der Bureb a (prov. Burgos)”, Madrider Mitteilungen, 6, pp. 139-166.

SOTOMAYOR MURO, Miguel (2004). “Las relaciones iglesia urbana-iglesia rural en los concilios hispano-romanos y visigodos”, en J.M. Blázquez y A. González (eds.), Sacralidad y arqueología. Antigüedad y cristianismo, 21, pp. 525-542.

VIDAL ÁLVAREZ, Sergio (2005). La escultura hispánica figurada de la Antigüedad Tardía (siglos IV-VII), Tabularium. Murcia.

_______________________________

1. Investigador agregado. Instituto de Estudios Riojanos. Logroño

2. Agradecer al personal del Museo Najerense su amabilidad para acceder a la pieza que aparece categorizada como “Cubierta de sarcófago de estilo merovingio (2901)”.

3. En un documento fechado en el 1185 de la Colección Diplomática de las Colegiatas de Logroño y Albelda, se recoge que el obispo Rodrigo de Calahorra y Guillermo, prior del Monasterio de Albelda, donan unos terrenos a unos particulares “qui es in illo termino de Ocone in Sanctata María de Parparinas” (ESPINOSA, 2003: 86).

4. Postquam litteras vestrae dilectionis accepimus, quibus praesumptiones Silvani episcopi Calagurensium ecclesiae retundi petistis, et rursum Barcinonensium quaeritis nimis illicita vota firmari: honoratorum et possessorum Turiassonensium, Cascantensium, Calaguritanorum, Veregensium, Tritiensium, Legionensium et Virovescensium civitatis cum suscriptionibus diversorum litteras nobis constat ingestas, per quas id, quod de Silvano querela vestra deprompserat, excusabant (Hilario, Ep., 16.1-2) (RUIZ et al., 1995: 31 y ss.).