Arqueología y Territorio Medieval 29, 2022. e6367. I.S.S.N.: 1134-3184 DOI: 10.17561/aytm.v29.6367

Distribución espacial de materiales arqueológicos en el hisn del Cerro del Castillo (Capilla, Badajoz): Contextos de hallazgo y funcionalidad en la ocupación andalusí extramuros. Resultados preliminares1

Spatial distribution of archaeological materials in the hisn of Cerro del Castillo (Capilla, Badajoz): Contexts and functionality in the muslim occupation outside the walls1

Diego Sanabria Murillo2

Recibido: 20/05/21
Aceptado: 30/07/21
Publicado: 10/02/22

RESUMEN

En este estudio se aborda de forma preliminar el reparto de los materiales arqueológicos hallados en la excavación de una zona de la ocupación andalusí situada extramuros del hisn del Cerro del Castillo (Capilla, Badajoz). A través de este trabajo se analiza la representación de los distintos tipos de objetos en relación con los contextos espaciales en los que fueron recuperados, así como los perfiles funcionales que arrojan sus análisis tecnotipológicos y morfológicos.

Palabras clave: funcionalidad, arqueología espacial, período almohade, hisn

ABSTRACT

This study takes a preliminary approach to the distribution of the archaeological materials found in the excavation of an area of the Andalusian occupation located outside the walls of the hisn of Cerro del Castillo (Capilla, Badajoz). This work analyses the representation of the different types of objects in relation to the spatial contexts in which they were recovered, as well as the functional profiles that their techno-typological and morphological analyses reveal.

Keywords: functionality, spatial archeology, Almohad period

1. INTRODUCCIÓN

El yacimiento arqueológico del Cerro del Castillo se ubica en el municipio de Capilla, en la parte oriental de la provincia de Badajoz. El sitio se localiza sobre un promontorio cónico que se levanta a 565 msnm, desgajado del Peñón del Pez (733 m), un gran crestón cuarcítico situado a un km hacia el suroeste y que se erige en el punto más elevado de la Sierra de Palenque. Esta formación está rodeada por sus flancos sur, este y norte por el río Zújar, hoy embalsado por la presa de La Serena, y tributario del Guadiana por su margen izquierda. Precisamente, varios kilómetros antes de alcanzar Capilla, el río Zújar deja al sur el Valle de los Pedroches y se encajona entre sierras para abrirse paso por la penillanura de La Serena una vez alcanza Capilla, describiendo aquí una gran hoz y enfilando en dirección noreste hasta su desembocadura en el Guadiana a 70 km aguas abajo. Por tanto, podría decirse que el Cerro del Castillo se localiza en una “zona de transición” entre las planicies pizarrosas precámbricas de La Serena y la penillanura granítica de Los Pedroches, remarcada además por su relativa proximidad a la divisoria de aguas entre el Guadiana y el Guadalquivir (fig. 1).

Respecto a la configuración espacial del yacimiento, el perfil topográfico del sitio destaca por las elevadas pendientes del cerro, lo que ha determinado en la práctica la ubicación de las partes que integran el asentamiento. Destaca visualmente el castillo bajomedieval por hallarse en la zona más elevada (fig. 2). Este se levanta sobre restos de fortificación previos, especialmente de época musulmana, y al respecto conviene resaltar la identificación del sitio con la Kabbal de los geógrafos árabes por algunos investigadores (Gibello, 2007: 199-202) a partir del itinerario del geógrafo al-Idrisi (1989: 86) entre Córdoba y Miknasa. La Crónica Latina de los Reyes de Castilla, entre otras, narra el asedio que Fernando III de Castilla puso a la fortaleza en 1227 y que acabó con la rendición a los cristianos y el abandono del sitio por la población musulmana llevándose sus pertenencias (Charlo, 1984: 70-75).

Fig. 1. Localización del Cerro del Castillo. Fuente: Instituto Geográfico Nacional.

Fig. 2. A) Vista del Cerro del Castillo desde el sureste; B) El yacimiento desde el suroeste: en primer término, la ocupación extramuros.

En cuanto a la estructuración del enclave andalusí, aparece conformado por una fortaleza de 1’3 ha de superficie y un poblado asociado a ella de unas 3 ha aproximadamente. Respecto a la primera, se trata de una pequeña fortificación integrada por tres líneas de muralla no concéntricas. El recinto superior y de menor tamaño parece corresponderse con un alcázar, del que hemos podido excavar algunos de los elementos que lo integraron, como la base de una torre de mampuesto y tapial con depósito de agua (actual torre del Homenaje) que se situaría en el centro del recinto superior; el aljibe, que se encuentra bajo el patio inferior del castillo actual; y parte de su esquina oriental, rematada a su vez por una torre cuadrangular de piedra y tapia. El segundo recinto, igualmente torreado, se extiende hacia el lado sur del cerro, con peor defensa natural, y finalmente el recinto inferior, actualmente en fase de excavación, viene a ser una ampliación del intermedio hacia ese lado meridional y no llega a circunvalar al segundo, sino que parece partir de él, de ahí la posibilidad de que pueda tratarse de una ampliación de aquel. Por último, el poblado asociado a la fortaleza aparece al sur y parcialmente al este de la misma (fig. 3). Arquitectónicamente, lo que conocemos de él por las intervenciones arqueológicas son varias viviendas a ambos lados de una calle que serpentea buscando el acomodo topográfico. Las viviendas son sencillas construcciones, algunas tripartitas, sin patio (al menos en la última fase) y levantadas casi de forma improvisada con materiales de la zona: cuarcitas y barro. No cuentan con sistema de alcantarillado y, hasta el momento, no se han documentado letrinas. Por otra parte, la elevada pendiente hace que las viviendas se adapten a ella mediante el abancalado y el aprovechamiento de los farallones rocosos como paramentos, lo que redunda en espacios con gran desnivel entre ellos, disparidad de tamaños y falta de regularidad en las construcciones, todo ello con una clara orientación NO-SE y NE-SO para las estructuras que las conforman, impuesta por la disposición de los farallones (fig. 4). A este respecto, valga como ejemplo de adaptación la Vivienda 1, en la que casi la mitad de sus paramentos son crestones cuarcíticos aprovechados como muros y en la que el desnivel entre sus estancias llega a superar los 2 metros (fig. 5).

A)

B)

Fig. 3. Síntesis arqueológica del Cerro del Castillo (elaboración propia). A) Sobre topográfico; B) Sobre foto aérea.

Este poblado fue parcialmente excavado hace algunos años por otro equipo investigador (LUCENDO et alii, 2019) y aquellas intervenciones se sustanciaron en la excavación de unos 150 m2 de superficie, área que denominamos Sector Central. Por nuestra parte la labor desarrollada en el poblado arranca en el año 2018, cuando realizamos una excavación a partir de los límites norte y sur del Sector Central, que generaron dos nuevas áreas de estudio (el Sector Norte y el Sector Sur, respectivamente) con un total de 300 m2. Por otro lado, ese mismo año realizamos una limpieza arqueológica del Sector Central y su dibujo arqueológico, con el objetivo de obtener una planimetría detallada de los tres sectores intervenidos que nos ofreciese una visión de conjunto (fig. 6 A); trabajos todos ellos autorizados por la Dirección General de Patrimonio Cultural de la Junta de Extremadura. Este estudio se lleva a cabo sobre las zonas excavadas por nuestra parte, esto es, sectores Norte y Sur, integrados por las viviendas 1, 2, 3, 4, 5 y los espacios E-19, E-20 y E-21 (fig. 6 B).

Fig. 4. Ortoimagen del poblado extramuros (ortoimagen: Arkeographos).

Fig. 5. Vista cenital de la Vivienda 1. Ejemplo de adaptación a la pendiente y a los afloramientos rocosos.

A)

B)

Fig. 6. A) Planimetría general del poblado extramuros (elaboración propia); B) Planta esquemática del conjunto de viviendas (elaboración propia).

2. METODOLOGÍA

El estudio contextual de los materiales arqueológicos que aquí presentamos se fundamenta en la observancia de la relación existente entre estos y la secuencia estratigráfica en la que se integran, obtenida a través del proceso de excavación arqueológica, fundamentado este en el sistema de registro y documentación desarrollado por Harris (HARRIS, 1991). De esta forma, los contextos estratigráficos comunes asociados a cada uno de los espacios identificados son la base para el análisis del reparto y distribución de materiales en contextos habitacionales comunes. Una vez dibujado, cuantificado e identificado cada objeto dentro de cada unidad estratigráfica, los artefactos han sido sometidos a un estudio microespacial en tres niveles de análisis. En primer lugar, tras identificar la totalidad de los objetos, se han ordenado en una tipología de acuerdo con aspectos morfológicos y tecnológicos. A fin de evitar sobrerrepresentaciones en la cuantificación cerámica solo se han considerado los individuos que conservaban el borde. Así, para la fase andalusí en el poblado extramuros hemos individualizado 36 tipos de objetos integrados en las seis categorías siguientes: 1. Cerámicas; 2. Objetos de piedra; 3. Objetos de base cobre; 4. Objetos de hierro; 5. Objetos de plomo; 6. Objetos de vidrio/pasta vítrea (Fig. 7).

Fig. 7. Listado tipológico de objetos del poblado extramuros.

1. Cerámicas

A. Cántaro

B. Jarro/jarrito

C. Bacín

D. Olla

E. Cazuela

F. Ataifor

G. Taza

H. Alcadafe/lebrillo/barreño

I. Tapadera

J. Candil

K. Tinaja

L. Jarra

LL. Reposadero

M. Brasero

Ó. Cangilón

Q. Fichas de juego

2. Objetos de piedra

2.3 Yunque

2.5 Molino

2.8 Bola/proyectil/bolaño

2.9 Ficha de juego

3. Objetos de base cobre

3.1 Aplique

3.2 Espabiladera

3.4 Asidero

3.5 Pulsera

3.6 Anillo

3.7 Punta de huso

4. Objetos de hierro

4.1 Herradura

4.3 ¿Pasarriendas?

4.8 Punta de flecha/dardo

4.9 Punta de lanza

4.10 Cuchillo

4.11 Bola/proyectil

4.17 Argolla con clavo

4.19 Hoz

5. Objetos de plomo

5.1 Pesa

6. Objetos de vidrio/pasta vítrea

6.1 Entalle

Fig. 8. Grupos morfológico-funcionales del poblado extramuros.

G.1. ALMACÉN-TRANSPORTE

A. Cántaro

K. Tinaja

G.2. ELEMENTOS DE COCINA

D. Olla

E. Cazuela

3.4 Asidero

G.3. VAJILLA DE MESA

B. Jarro/jarrito

F. Ataifor

G. Taza

L. Jarra

M. Brasero

G.4. OBJETOS DE USO MÚLTIPLE

H. Alcadafe/barreño/lebrillo

G.5. ILUMINACIÓN

J. Candil

3.2 Espabiladera

G.6. HILADO-TEXTIL

3.7 Punta de huso

G.8. JUEGO

Q. Ficha de juego

2.9 Ficha de juego

G.9. MOLIENDA

2.5 Molino

G.10. APLIQUES METÁLICOS

3.1 Aplique

G.11. OBJETOS DE ADORNO PERSONAL

3.5 Pulsera

3.6 Anillo

6.1 Entalle

G.13. ELEMENTOS DE ACTIVIDAD GANADERA

4.1 Herradura

4.3 ¿Pasarriendas?

G.14. ELEMENTOS DE USO AGRÍCOLA

Ó. Cangilón

4.19 Hoz

G.16. ARMAMENTO

2.8 Bola/proyectil/bolaño

4.8 Punta de flecha/dardo

4.9 Punta de lanza

4.11 Bola/proyectil

G.17. PESAS Y PONDERALES

5.1 Pesa

G.18. OBJETOS DE HIGIENE PERSONAL

C. Bacín

G.19. OBJETOS DE USO COMPLEMENTARIO

I. Tapadera

LL. Reposadero

G.22. OTROS

4.17 Argolla con clavo

2.3 Yunque

4.10 Cuchillo

En segundo lugar, los objetos del listado tipológico se han agrupado en 17 categorías funcionales. A saber: Grupo 1: almacén-transporte; Grupo 2: elementos de cocina; Grupo 3: vajilla de mesa; Grupo 4: objetos de uso múltiple; Grupo 5: iluminación; Grupo 6: hilado-textil; Grupo 8: juego; Grupo 9: molienda; Grupo 10: apliques metálicos; Grupo 11: objetos de adorno personal; Grupo 13: elementos de actividad ganadera; Grupo 14: elementos de agricultura; Grupo 16: armamento; Grupo 17: pesas y ponderales; Grupo 18: objetos de higiene personal; Grupo 19: objetos de uso complementario; Grupo 22: otros (Fig. 8)3. Por último, el conjunto artefactual ha sido valorado en clave espacial, atendiendo al lugar del hallazgo y a la relación de los objetos con las distintas estructuras arqueológicas, abundando así en el contexto funcional de aquellos.

3. LOS MATERIALES ARQUEOLÓGICOS

La excavación de los sectores norte y sur del poblado extramuros ha permitido engrosar sustancialmente la tipología de materiales de época andalusí en el Cerro del Castillo de Capilla. Respecto a las cerámicas, se ofrece aquí una extracción sectorial de la tipología general que hemos presentado en anteriores trabajos y que fechamos en su conjunto en época almohade (Sanabria, ep.). Dicha tipología cerámica se inspira, de forma general y con arreglo a las particularidades de nuestro yacimiento, en las sistematizaciones tipológicas y funcionales cerámicas propuestas para Córdoba (SALINAS, 2012), Cádiz (CAVILLA, 2005), la Meseta (RETUERCE, 1998) o Mértola (Portugal) (TORRES et alii., 1991; Gómez, 2004), asumiendo la terminología comúnmente aceptada para los distintos recipientes cerámicos a partir del trabajo de Rosselló (ROSSELLÓ, 1991). A partir de una nomenclatura alfanumérica para su reconocimiento, la tipología se fundamenta en dos niveles principales: tecno-tipológico y funcional. Como ocurre en el resto del yacimiento, la cerámica es el registro más abundante, seguida de objetos metálicos, líticos y, muy de lejos, por el vidrio/pasta vítrea.

En cuanto a la ornamentación cerámica, aunque ya se trató con mayor profundidad en la tipología que publicamos en un trabajo anterior (SANABRIA, ep.) y escapa a los objetivos de este estudio, se han identificado varias técnicas: la incisión, los apliques plásticos, la impresión, y el vidriado bícromo y polícromo. Las más frecuentes son la ornamentación vidriada en “verde y morado” y “verde y manganeso”, la incisión, y los estampillados, estos últimos sin combinación con el vidriado.

Al margen de estas cuestiones, y atendiendo a su ordenación en grupos funcionales, las formas y tipos identificados son los siguientes:

3.1. Almacén-transporte

Integran este grupo cántaros (Forma A) y tinajas (Forma K), elementos ambos destinados habitualmente al almacenaje, mientras que los primeros se destinaron también al acarreo y transporte de líquidos. Los cántaros identificados responden principalmente a tipos con el borde engrosado al exterior (tipo A.1) y paredes salientes, fechados en época almohade (Retuerce, 1998: tipo C.1), seguidos de ciertos ejemplares de borde carenado (tipo A.4), igualmente presentes en el mismo período (Cavilla, 2012: tipo III; Salinas, 2012b: fig. 4.11); por el contrario, los ejemplares de borde recto engrosado al interior (tipo A.3) y de borde trilobulado (A.7, identificado como una cantarilla) se reducen a un único ejemplar respectivamente, muy similar en lo morfológico este último a algunos individuos en loza de reflejo dorado almohade (Retuerce, Hervás, DE JUAN, 2009: 750).

Por su parte, las tinajas son sensiblemente más escasas que los cántaros, y los tipos diferenciados se concretan en recipientes de borde engrosado y redondeado (tipo K.1) y de sección rectangular con aristas más o menos suavizadas (tipo K.2). Mientras que el perfil del tipo K.1 tiene paralelos almorávides (Cáceres et alii, 2016: PC 111) el tipo K.2 está muy presente en época almohade y parece concentrarse en el suroeste peninsular (Salinas, 2012: 493). Por otro lado, la ornamentación en las tinajas identificadas es muy habitual, realizada mediante motivos incisos, aplicados y especialmente estampillados, muchas veces combinados entre sí (fig. 9) e interpretados estos últimos en clave de propaganda político-religiosa almohade.

Fig. 9. Recipientes de almacén-transporte. Formas A (cántaros) y K (tinajas).

3.2. Elementos de cocina

Componen este grupo dos formas cerámicas, ollas (Forma D) y cazuelas (Forma E) y un asidero de base cobre (Tipo 3.4) perteneciente a un caldero metálico (fig. 10). Sin duda son las ollas los recipientes más reconocibles de los ambientes de cocina. En los sectores excavados son abundantes y presentan una amplia variedad, siendo las ollas de escotadura (Tipo D.1) las más habituales en el yacimiento, típicas del siglo XII —que no exclusivas— y fechadas en este momento en Córdoba (SALINAS, 2012: Tipo IV), en Mértola (Gómez, 2004: marmita 5) o en Albalat (Gilotte, CÁCERES, DE JUAN, 2015: tipos 1 y 2); aunque también están presentes las ollas de borde vuelto (Tipo D.2) con paralelos entre los siglos XII y XIII (Fuertes, 2010: tipos 1.2.D.2.2 y 1.1.A.1.4); las globulares de borde bífido y de sección triangular (Tipo D.3) presentes en contextos almohades (Gómez, 2004: tipo 6.C); las de borde recto y sección triangular (Tipo D.4) fechadas en el siglo XII (Fuertes, 2010: subtipo 1.9.A.1.1); los ejemplares de cuello cilíndrico (Tipo D.5) muy habituales en el suroeste en época almohade (Salinas, 2012: tipo V); y las ollas de cuello atrofiado (Tipo D.6) presentes en ese mismo período en Cádiz (Blanco, Cavilla, 2005-2006: fig. 2 F).

Fig. 10. Elementos de cocina. Formas D (ollas), E (cazuelas) y Tipo 3.4 (asidero).

En cuanto a las cazuelas, son algo menos abundantes que las ollas pero no dejan de ser un elemento de cocina presente en buena parte de los espacios documentados. Vidriadas o no, el tipo más habitual es el de carena alta (E.4) o “de costillas”, aunque puede aparecer sin ellas, tratándose de un tipo especialmente habitual de los contextos tardoalmohades (Salinas, 2012: 328). Se han reconocido, además, otros tipos como los de paredes verticales y base plana (Tipo E.2), con paralelos entre los siglos XII y XIII (Navarro, 1986; n.os 129 y 132); los de borde bífido (Tipo E.3), identificados con ejemplares almohades y tardoalmohades (Gómez, 2004: Tipo 1B; Salinas, 2007: lám. 4.1) y ciertas variantes de borde engrosado (tipos E.5, E.6 y E.7) igualmente presentes en esas etapas (Cavilla, 2010: fig. 5.D; Gonçalves et alii, 2015: figs. 4.41 y 4.42).

Por último, el asidero de cobre/bronce es un objeto ligado a los ambientes de cocina por ser parte integrante de un caldero metálico, una pieza habitual en estos contextos, y de hecho en el Cerro del Castillo ha sido identificado en otras zonas de la ocupación andalusí ligado a estos ambientes de hogar y cocina. Se trata de una barrita metálica doblada sobre sí y martilleada en los extremos, en los que se abren dos agujeros para permitir su remachado y sujeción a la chapa del caldero. En el lazo resultante de su doblez se encajaría el extremo del asa. Presenta una longitud de 4’1 cm. Ejemplares simples para calderos de balanza se hallan en el conjunto de Liétor entre los siglos X y XI (NAVARRO, ROBLES, 1996: lám. XXIX).

3.3. Vajilla de mesa

El grupo de objetos destinados al servicio de mesa está conformado íntegramente por cerámicas, identificadas con jarros/jarritos (Forma B), ataifores (Forma F), taza (Forma G), jarras (Forma L) y posible brasero (Forma M) (fig. 11). Respecto a los primeros, jarros y jarritos se muestran ciertamente escasos en el caserío extramuros, con poco más de 15 reportes. Se han definido dos tipos en función de su tamaño: jarritos (Tipo B.1) y jarros (Tipo B.2) vinculados unos y otros a uso individual, a modo de vaso para beber, o comunal, quizás para contener y escanciar líquidos, respectivamente. Ambos perfiles son similares a algunos tipos meseteños almohades (Retuerce, 1998: tipos C.23, C.25.A y C.25.B).

Fig. 11. Vajilla de mesa. Formas B (jarros/jarritos), ataifores (Forma F), taza (Forma G), jarra (Forma L) y brasero (Forma M).

En lo tocante a los ataifores, son sin duda el registro material más frecuente y variado. La disparidad de tamaños puede agruparse en ejemplares grandes y en otros más o menos pequeños, lo que sugiere cierta especialización en el servicio de mesa: los de mayores dimensiones podrían destinarse a la presentación de alimentos y los de menor tamaño al servicio individual. Los tipos más comunes son los de carena media-alta, paredes rectas y borde engrosado (Tipo F.1), de paredes salientes (Tipo F.2) y de paredes entrantes (Tipo F.3). También son habituales los perfiles hemisféricos (tipos F.4, F.5 y F.6), mientras que el perfil troncocónico (Tipo F.7) es muy escaso. Los tipos F.1 y F.2 son habituales en estratigrafías tardoalmohades cordobesas (Salinas, 2012: Tipo IX); el Tipo F.3 puede rastrearse también entre los siglos XII y XIII en Valencia (Pascual et alii, 2009: Tipo 1.a-b) y en Cádiz (Cavilla, 2010: Tipo IV). Otro tanto ocurre con el Tipo F.4, rastreable en esas mismas cronologías en Sevilla (Vera, López, 2005: Tipo I) o en Silves (Gomes, 1988: 164). Los ataifores F.5 y F.6 se fechan en Córdoba en el siglo XII (Salinas, 2012: subtipo VI.3; Fuertes, 2010: subtipo 14.1.A.1.5), mientras que el Tipo F.7 se fecha en el Levante entre los siglos XI y XIII (Ruiz, 2008: Tipo IV). Respecto a la ornamentación, la mayoría de los ataifores tiene sus superficies vidriadas, habitualmente bajo cubierta melada, seguida del verde, el blanco, el turquesa, e incluso el acabado bícromo —melado y verde; melado y blanco; blanco y verde—. A veces estos vedríos se acompañan de chorros de manganeso, en forma de círculos secantes, si bien la decoración más habitual es la del “verde y manganeso” o “verde y morado” sobre cubierta blanca, con motivos geométricos y posiblemente motivos vegetales y epigráficos (SANABRIA, ep.).

También se asocian al servicio de mesa individual las tazas (Forma G), limitadas por el momento a un único registro en los sectores extramuros. El ejemplar hallado presenta una cubierta vítrea verde externa y melada interna, labio apuntado, paredes entrantes y un asa con apéndice horizontal. Se trata de una forma habitual en contextos almohades y tardoalmohades (Gomes, 2003: fig. 233.C3.6; 2004: Tipo 3; SALINAS, 2012: Tipo I; Flores, Muñoz, LIROLA, 1999: fig. 8.29; Rosselló, 1983: fig. 13.2-3).

Por su parte, las jarras (Forma L), diferenciadas de jarros y jarritos por contar con dos asas, están presentes en los sectores excavados con siete reportes y se destinaron como contenedores de líquidos al servicio de mesa. Los ejemplares hallados, aunque con disparidad de tamaños, presentan una morfología común: cuello troncocónico desarrollado, cuerpo globular u ovoide, base anular y borde vuelto en ala y de sección bífida. La cubierta es vítrea verde o melada. En cuanto a los paralelos, perfiles muy similares se fechan en época almohade en Silves (GomeS, 2003: 222) y en Mértola (GÓMEZ., 2004: Tipo 3B).

Finalmente proponemos la inclusión de un posible brasero (Forma M) en este grupo, destinado a calentar o mantener el calor de algunos alimentos depositados en recipientes menores, lo que se lograría introduciendo agua caliente en el primero y situando el recipiente menor sobre unas protuberancias o mamelones situados en la parte superior del labio de aquel. El recipiente aparece vidriado en verde por ambas superficies y dotado de asas. El hecho de presentar vedrío invita a pensar más en su funcionamiento como contenedor de agua caliente que de brasas, por lo que hemos de reconocer que la denominación propuesta no sea la más idónea, sin que tampoco pueda negársele un uso como cazuela, aunque a este respecto cabe señalar que su superficie exterior no presenta las típicas señales de haber sido sometida al fuego, tan habituales en las cazuelas. Con todo, son evidentes las similitudes morfológicas con ejemplares hallados en Mértola, fechados en el siglo XIII, a los que se les atribuye un uso similar como calentador de alimentos (Torres, 1987: n.º 34; Gómez, 2004; Tipo 4C). A este respecto, perfiles similares son interpretados como anafes u hornillos de cámara única en Cádiz en la fase almohade (Cavilla, 2005: 215, tipos V y VI).

3.4. Objetos de uso múltiple

Este grupo funcional está integrado por los alcadafes (Forma H), un contenedor común en la mayor parte de los espacios intervenidos. Se trata de piezas grandes, abiertas y que en su mayoría presentan un característico alisado de la superficie interna. Es un recipiente ligado al ámbito doméstico, pero con múltiples destinos: lavado de ropa, higiene personal, preparación de alimentos, contenedor de fuego-brasero, etc. Se han definido varios tipos. Los más comunes son los alcadafes de borde engrosado al exterior (tipos H.1 y H.2), y puntualmente se identifican los de borde de sección angulosa (Tipo H.3), los de borde vuelto (H.4) y los de borde de sección triangular (H.5) (fig. 12). Cronológicamente son recipientes con una presencia dilatada en la etapa andalusí, y para el caso que nos ocupa, todos los tipos identificados en el Cerro del Castillo pueden rastrearse en época almohade en numerosos yacimientos peninsulares (Navarro, 1986: n.º 447; Cavilla, 2012: fig. 24.E; Paixão, Carvalho, 2001: fig. 8.26; Vera, López, 2005: Tipo V; Pascual et alii, 2009: fig. 7.f; Salinas, Méndez, 2008: lám. 4.8; Retuerce, 1998: Tipo I.01).

Fig. 12. Objetos de uso múltiple. Alcadafes (Forma H).

3.5. Iluminación

Este grupo incluye candiles (Forma J) y espabiladeras (Tipo 3.2). Entre los primeros, los más habituales son los candiles de cazoleta abierta y piquera de pellizco (Tipo J.2) y suponen prácticamente la totalidad de los candiles documentados, mientras que los ejemplares de disco impreso (Tipo J.1) y los de piquera alargada (Tipo J.3) se reducen a uno y tres hallazgos respectivamente. El Tipo J.2 aparece en al-Andalus entre finales del siglo XII y principios del XIII (AZUAR, 1981: 182). Por su parte, el candil de disco impreso es un ejemplar vidriado melado decorado a molde con el motivo de las “Llaves del Paraíso”, con un paralelo claro en Córdoba que se fecha en época almohade (ZOZAYA, 1999: 269), y precisamente Córdoba es por hoy el único lugar donde se ha podido constatar su producción (SALINAS, 2012: 314). Respecto a su significado, se han llegado a interpretar como objetos que venían a reconocer a sus poseedores su fidelidad al califato almohade (ZOZAYA, 1995: 279, n.º 125). Finalmente ejemplares de piquera alargada similares a nuestro Tipo J.3 pueden rastrearse también en la Córdoba califal (Fuertes, 2010: subtipo 9.1.A.2.3; Salinas, 2012: Tipo IV).

Respecto a las espabiladeras, son objetos de base cobre, alargados, de unos 8 cm de longitud y apuntados en uno de sus extremos, con decoración calada. Se han contabilizado dos ejemplares, uno de ellos doblado sobre sí mismo (fig. 13) y se identifican, entre otros, con ejemplares almorávides y almohades (GILOTTE, CÁCERES, 2017: 79; LOPES, GÓMEZ, RAFAEL, 2012: 99, n.º 51; GOMES, 2003: fig. 127, n.º Q119/C2-2).

Fig. 13. Objetos destinados a iluminación. Candiles (Forma J) y espabiladeras (Tipo 3.2).

3.6. Objetos destinados al juego/uso lúdico

Se incluyen dentro de este grupo las fichas de juego realizadas sobre fragmentos cerámicos reciclados (Tipo Q.2) y sobre piedra (Tipo 2.9) (fig. 14). Estos objetos, especialmente las fichas elaboradas sobre cerámica, aparecen de forma cuantiosa en el yacimiento, aunque resultan más escasas en los sectores extramuros. El rango de diámetros oscila entre 2 y 8’5 cm, por lo que tal disparidad podría apuntar a la utilización de los ejemplares más grandes como tapaderas casi improvisadas (Gómez, 2004: 493; Gonçalves et alii, 2017: 1419), por lo que las piezas con diámetro igual o mayor de 6 cm las vinculamos a la categoría de objetos de uso complementario, sin perjuicio de que su función hubiera sido la de ficha de juego. En todo caso, estos elementos son habituales en los yacimientos andalusíes (Gilotte, CÁCERES, 2017: 153).

Fig. 14.Objetos de uso lúdico. Fichas de juego sobre cerámica (Tipo Q.2) y sobre piedra (Tipo 2.9).

3.7. Elementos de higiene personal

Se incluyen en esta categoría los bacines (Forma C), recipientes de forma alargada, cuello desarrollado y borde horizontal (Tipo C.1) y oblicuo (Tipo C.2) (fig. 15). Tan solo un ejemplar ha aparecido vidriado al interior, como medida de refuerzo higiénico. Su uso se ciñe al ámbito doméstico, en relación con la higiene personal, y es un perfil habitual en época almohade (Goméz, 2004: 446; Salinas, 2012: 278-279). Los hallazgos en los sectores extramuros son escasos, pues se limitan a cinco ejemplares.

Fig. 15. Elementos de higiene personal. Bacines (Forma C).

3.8. Objetos de uso complementario

Dentro de esta categoría funcional se integra una serie de objetos cuya función viene a completar y/o perfeccionar la de otros. Conforman el grupo las tapaderas (Forma I) y los reposaderos de tinaja (Forma LL) (fig. 16). Las primeras presentan una amplia variedad formal, aunque destacan en número las de borde saliente y labio redondeado (Tipo I.3) sobre el resto. Los tipos identificados están muy presentes en la etapa africana e incluso en el período tardoalmohade, caso del perfil I.3 (Cánovas, Salinas, 2009-2010: fig. 14.1). Por otro lado, el reposadero de tinajas es una pieza relativamente frecuente en las zonas intramuros del yacimiento, si bien en los sectores extramuros su registro se limita a un ejemplar de borde de sección rectangular, bitroncocónico con pitorro. Estas piezas se utilizaron como soporte de tinajas, a la vez que recogían el líquido procedente de la exudación y lo canalizaban a través del pitorro para ser recogido de nuevo en un recipiente más pequeño (Rosselló, 1991: 172). Muy presente en el período africano en casi toda la geografía andalusí, tiene paralelos similares en Córdoba en época tardoalmohade (Salinas, 2012: Tipo II).

Fig. 16. Objetos de uso complementario. Tapaderas (Forma I) y reposadero (Forma LL).

3.9. Elementos de actividad pecuaria o ganadera

Los registros destinados a la actividad pecuaria se identifican con dos tipos de objetos en hierro, 18 herraduras (Tipo 4.1) y dos posibles pasarriendas (Tipo 4.3) (fig. 17). Las primeras varían en tamaño, desde 11 a 14 cm de longitud, vinculándose las más pequeñas al herraje de asnos, y a caballos o mulos las de mayores dimensiones. Las herraduras son muy frecuentes en el yacimiento en la fase andalusí y la presencia de unas y otras apunta a la utilización de animales para la montura de guerra y para el transporte. Tipos similares se localizan en Albalat (GILOTTE, CÁCERES, 2017: 203).

En cuanto a los posibles pasarriendas, se trata de objetos alargados de unos 9-11 cm de longitud, de sección rectangular, con sus extremos aplanados, que presentan un remate ojalado en cada extremo, uno más que otro, por lo que no cabe posibilidad de confundirlo con una llave. Uno de los ejemplares presenta un aplique móvil con remache, destinado a pinzar algún tipo de cincha. No se han identificado paralelos, por lo que la denominación que ofrecemos ha de contemplarse con la debida reserva.

Fig. 17. Elementos de actividad pecuaria. Herraduras (Tipo 4.1) y posibles pasarriendas (Tipo 4.3).

3.10. Elementos de uso agrícola

Conforman este grupo función un recipiente cerámico identificado con un cangilón (Forma Ó) y una hoz de hierro (Tipo 4.19) (fig. 18). El primero es un recipiente cilíndrico de tamaño medio, con estrangulamientos sucesivos a lo largo de su cuerpo para favorecer su sujeción a una noria. A este respecto cabe señalar que los cangilones también fueron utilizados en tareas culinarias como recipiente para guisar (HUICI MIRANDA, 2005: 140-141), si bien el ejemplar identificado no muestra las características señales de sometimiento al fuego. En cuanto a la hoz, presenta una hoja curva de 11 cm de longitud, con el canto interno afilado y cortante. No conserva los extremos distales, por lo que la longitud de la hoja debió de ser mayor, mientras que el extremo del enmangue se conserva solo en su arranque, aunque debió de tratarse de una hoz de pequeñas dimensiones comparada con otros ejemplares bien conocidos (ZOZAYA, 1995: 192; NAVARRO, ROBLES, 1996: lám. 4-5).

Fig. 18. Elementos de uso agrícola. Hoz (Tipo 4.19) y cangilón (Forma Ó).

3.11. Armamento

Se integran aquí una serie de objetos elaborados en piedra y metal (fig. 19). Por un lado, la lítica está presente con una bola/proyectil para honda (Tipo 2.8) de granito, de tendencia esférica, con un diámetro máximo de 5’54 cm y un peso de 209’75 g. Ejemplares similares han sido interpretados como proyectiles de honda (GILOTTE, CÁCERES, 2017: n.º 165). En cuanto a los objetos metálicos, todos son de hierro. En esta categoría se incluyen varios tipos de objetos. En primer lugar, reseñar el hallazgo de una posible bola/proyectil (Tipo 4.11) de tendencia esférica con un diámetro máximo de 4’9 cm y 498’65 g de peso. Por su parte, los dardos de hierro forjado (Tipo 4.8) son un elemento integrante del armamento muy frecuente entre los niveles de amortización de las estancias excavadas, contándose 69 ejemplares con poca variabilidad formal entre ellos: cuerpo superior piramidal macizo y cubo hueco para su engaste correspondiente al tercio o mitad inferior de la pieza, con unos 10 cm de longitud media total. Pudieron utilizarse como puntas de flecha o virotes para lanzarse con arco o con ballesta y son habituales en los registros andalusíes y cristianos a partir del siglo XI (RAFAEL, 1999: 127). Por último, dentro de esta categoría también se ha identificado una punta de lanza (Tipo 4.9) de poco más de 24 cm de longitud, con hoja lanceolada dotada de nervadura central y cubo en el tercio inferior de la pieza para su engaste. Aunque la morfología y tamaños de este tipo de objetos pueden variar sensiblemente, los ejemplares utilizados como arma arrojadiza presentan un rango de dimensiones muy similar al de nuestro individuo (RAFAEL, 1999: Tipo II).

Fig. 19. Armamento. Proyectiles de piedra (Tipo 2.8) y de hierro (Tipo 4.11), puntas de dardo (Tipo 4.8) y punta de lanza (4.9).

3.12. Apliques metálicos

Destaca en este apartado el hallazgo de una pieza de base cobre, de forma circular y decorada con una suerte de celosía calada (Tipo 3.1) (fig. 20). Se trata de una lámina metálica sobredorada muy fina, de 2’08 cm de diámetro, en la que se puede apreciar la presencia de dos extremos que, según hemos podido comprobar en determinados ejemplares más completos e identificados en otros sectores del yacimiento, se unirían a otra pieza de similares características, formando así un aplique encadenado. Formaría parte de la decoración de algún mueble, caja o elemento de atalaje. Este objeto tiene sus paralelos en ejemplares fechados en época almohade en Silves (GOMES, 2003: fig. 127, Q155/C2-6) y en el siglo XII en Calatrava la Vieja (BARRIO, CHAMÓN, 2010: 59).

3.13. Elementos de adorno personal

Conforman este grupo una serie de objetos de base cobre y vidrio/pasta vítrea. Los primeros se identifican con una pulsera (Tipo 3.5) y anillos o aretes (Tipo 3.6) y los segundos se reducen a un entalle para anillo (fig. 20). La pulsera, de 7’7 cm de diámetro y 0’21 cm de sección, se compone de hilo o alambre de base cobre doblado sobre sí mismo y torsionado, para rematar en dos extremos circulares que permitiesen su cierre mediante un hilo anudado. Las pulseras de alambre –especialmente de plata— tienen sus referentes en ciertas ocultaciones de finales del califato (LABARTA, 2019: 802). En cuanto a los anillos o aros son piezas sencillas, de forma o tendencia circular de 1’8-2 cm de diámetro y 0’13-0’18 cm de sección, que aparentemente pudieron servir como elemento de adorno, aunque también han sido interpretados como argollas de cota de malla (GOMES, GOMES, 2007: 56-59).

3.14. Hilado-textil

Los objetos relacionados con las tareas de hilado-textil se limitan aquí a dos ejemplares de punta de huso (Tipo 3.7) (fig. 20). Se trata de objetos de base cobre alargados, con un extremo puntiagudo a veces torsionado y la parte inferior hueca y decreciente en sección a medida que se avanza hacia el extremo opuesto. Presenta unas dimensiones de 15’1 cm y una sección media de 0’27 cm. Estos objetos se destinaron a estirar las fibras mediante su giro. El escaso número de los reportes extramuros contrasta con la relativa frecuencia con la que se hallan en el espacio intramuros, en donde además se han recuperado varias fusayolas y torres de rueca. Las puntas de huso son elementos habituales en numerosos yacimientos andalusíes entre los siglos XI y XIII (PÉREZ, 2016: 102; GILOTTE, CÁCERES, 2017: 167).

3.15. Pesas y ponderales

Integran este grupo dos pesas de plomo (Tipo 5.1) (fig. 20). La primera de ellas, de 3’07 cm de diámetro, con un peso de 202’49 g, presenta forma esférica y un pequeño rebaje en uno de sus lados. La segunda posee forma troncocónica y un agujero que la atraviesa de plano a plano, con 1’73 cm de diámetro y 0’7 cm de altura y un peso de 7’12 g. No se descarta que el primer caso, por sus dimensiones, pueda tratarse de un proyectil de honda, mientras que el segundo objeto encuentra paralelos claros con pesas almorávides de Albalat (GILOTTE, CÁCERES, 2017: 172) y con otros ejemplares similares de los siglos XI y XII que han llegado a ser interpretados como fusayolas (BOONE, 1993: 118; GOMES, GOMES, 2007: n.os 25-32) e incluso como pesas de red (LOPES, GÓMEZ, RAFAEL, 2012: 90, n.º 36).

Fig. 20. Aplique metálico (Tipo 3.1), pulsera (Tipo 3.5), anillos o aretes (Tipo 3.6), puntas de huso (Tipo 3.7) y pesas (Tipo 3.5).

3.16. Otros

Por último, en esta categoría incluimos una serie de objetos a caballo entre lo multifuncional y lo complementario (fig. 21). Lo integran objetos líticos y metálicos. Los primeros se concretan en una pieza de planta circular, de 8 cm de diámetro y 6 cm de grosor, realizada sobre un canto rodado de cuarcita que, por acción de golpeteo continuado sobre ella, adquiere un característico rehundimiento de las caras más planas y que se identifica con un yunque (Tipo 2.3). Este tipo de objetos de piedra, también llamados morteros, se relacionan con la talla lítica bipolar prehistórica y cuando presentan dimensiones algo mayores se vinculan a la actividad minerometalúrgica, con una cronología variada (DE BLAS, 2007-2008; HUNT, 2012: 69; SANABRIA, 2015: 231). Destacan los numerosos hallazgos de estas piezas en el yacimiento de Las Paleras (Alhama de Murcia) en contextos altomedievales (Baños, 2020: 289, fig. 4.2). En cuanto a los objetos metálicos, señalar el registro de un cuchillo de hierro (Tipo 4.10), de 11’3 cm de longitud, dorso recto, punta caída y un filo cortante, al que le falta el extremo que se introduciría en la empuñadura, con paralelos entre los siglos X y XI en Liétor (NAVARRO, ROBLES, 1996: n.º 138); así como dos argollas con clavo, igualmente de hierro, con diámetros comprendidos entre 4’08 y 6’07 cm. Los clavos que las acompañan oscilan entre 4 y 6 cm de longitud y permitirían ser clavados en paredes, vigas y/o travesaños de madera, a fin de fijar cuerdas o cadenas para la estabulación de animales, entre otras posibles funciones.

Fig. 21. Yunque de cuarcita (Tipo 2.3), cuchillo de hierro (Tipo 4.10) y argollas con clavo (Tipo 4.17).

4. VIVIENDAS, ESPACIOS Y REPARTO DE MATERIALES ARQUEOLÓGICOS

Como ya se ha explicado en el apartado de la metodología, los contextos estratigráficos (niveles de uso o abandono) y espaciales (habitaciones, estancias, habitáculos, etc.) suponen la unidad de la que partimos para cuantificar y cualificar los materiales hallados en ellos. De esta forma se ha tenido en cuenta el número y la función de los distintos objetos dentro de un mismo contexto como base para analizar el reparto artefactual. El objetivo pasa así por la valoración potencial de la funcionalidad del espacio en el que se hallan esos materiales, atendiendo también a la relación existente entre objetos, espacios y estructuras. Sin ánimo de extendernos en ejemplos metodológicos basados en la cuantificación de hallazgos, ordenación de estos en categorías formales y funcionales y establecimiento de relaciones espaciales y de uso entre objetos, estructuras y espacios, debemos señalar que este sistema de trabajo también se aplica con cierta frecuencia en otros yacimientos andalusíes de distinta cronología (GARCÍA, 2009; GILOTTE, CÁCERES, DE JUAN, 2015; MURCIA, BROTÓNS, MEDINA, 2020).

4.1. La Vivienda 1. Estancias E-2, E-5, E-6 y E-7

La Vivienda 1 es la más oriental del Sector Norte y la integran los espacios E-2, E-5, E-6 y E-7 (fig. 22). Aunque originalmente la división de esta casa era tripartita, el añadido de un murete en la estancia primigeniamente central acabó por generar dos estancias menores, E-5 y E-6. Respecto a E-2, la habitación más meridional, presenta planta rectangular de unos 12 m2 de superficie. El suelo de la habitación lo constituye un enlosado parcial de losas de cuarcita combinado con tierra apisonada, sobre el que se encendería directamente el fuego, localizado junto al muro sur de la habitación sin diferenciación alguna (fig. 22 A). El único vano se halla en el muro norte: una puerta de 0’96 m de luz que comunica la habitación con la estancia E-5. En cuanto al conjunto de materiales arqueológicos, proceden del nivel de amortización de la estancia, un potente paquete de tejas y tierra con mampuesto resultante del derrumbe de la cubierta y de los zócalos, por lo que cabe pensar que algunos de ellos pudieron no estar sobre suelo, sino colgados de la pared o en anaqueles y hornacinas. Entre los materiales cerámicos recuperados en E-2 destacan cuatro ollas de los tipos D.1, D.4 y D.6; dos ataifores del Tipo F.2; cinco alcadafes de los tipos H.1 y H.2; y dos fichas de juego de cerámica. Los objetos de base cobre se limitan a un aplique calado (Tipo 3.1) y a un anillo (Tipo 3.6). En cuanto a los objetos de hierro son algo más cuantiosos, contándose cinco herraduras (Tipo 4.1), un cuchillo (Tipo 4.10) y nueve dardos (Tipo 4.10).

A)

B)

Fig. 22. A) Habitación E-2; B) Estancia E-5. Al fondo, bancada y pilastra.

La habitación E-5, por su parte, presenta planta trapezoidal de 7’75 m2 de superficie. En ella destaca un suelo de losas de cuarcita bien ejecutado, y entre las estructuras que la integran destaca la presencia de una bancada adosada al muro noroeste, de 2’2 m de longitud, un metro de ancho y unos 50-55 cm de alzado, con la superficie superior rematada en una capa de barro alisada, junto a una pilastra adosada igualmente al muro citado. En el ángulo sureste de la habitación se halla una puerta de 1’02 m de luz que la comunica con E-6 (fig. 22 B). Al igual que en la estancia anterior, el material recuperado procede del nivel de amortización de la estancia, identificado nuevamente con el derrumbe de la cubierta. El conjunto artefactual se concreta en objetos cerámicos, líticos y metálicos. Las cerámicas se identifican con tres ollas de los tipos D.1 y D.2, tres alcadafes del Tipo H.1, dos ataifores del Tipo F.3, un cántaro Tipo A.4 y una tapadera Tipo I.4. Los objetos líticos se limitan a un fragmento de molino de granito. Por lo que respecta a los metales, los objetos de base cobre se concretan en un anillo Tipo 3.6, mientras que el conjunto de piezas en hierro se reparte entre dos herraduras Tipo 4.1 y tres dardos Tipo 4.8 (fig. 23).

El siguiente espacio, E-6, presenta una planta muy irregular y tortuosa, determinada por la presencia de un afloramiento rocoso en su límite oriental al que se intentó corregir mediante la adición de un muro en zigzag, que posiblemente en su tramo más occidental pudo funcionar como bancada. En esta estancia se intuyen dos ámbitos: por un lado, el más cercano a la calle y de traza más regular que es interpretado como un zaguán, cuyo acceso desde la calle se encuentra aparentemente cegado; y por otra parte, un segundo ámbito más alargado, con pendiente marcada ascendente en sentido noroeste, que actúa como corredor para comunicar con E-7. La superficie total es de 10’4 m2. El pavimento se limita a una capa de arcilla batida. Respecto a los materiales, sin duda E-6 es la habitación de la casa que más objetos ha reportado, distribuidos entre cerámicas y metales. Las primeras se concretan en dos cántaros de los tipos A.1 y A.3, dos jarros del Tipo B.2, un bacín Tipo C.1, seis ollas de los tipos D.1 y D.5, una cazuela Tipo E.4, seis ataifores de los tipos F.1 y F.3, 12 alcadafes de los tipos H.1, H.2, H.3, H.4 y H.5, una tapadera Tipo I.1, tres candiles de los tipos J.2 y J.3, una tinaja Tipo K.2 y una ficha de juego. Por otro lado, entre los metales se cuentan tres herraduras, un posible pasarriendas, una punta de lanza y ocho dardos (fig. 23). Prácticamente la totalidad de los materiales procede del nivel de derrumbe de la cubierta y se concentra especialmente en el zaguán, mientras que la punta de lanza se halló sobre el muro en zigzag, próxima a la puerta de E-7.

Fig. 23. Reparto de objetos en la Vivienda 1.

Por último, la habitación E-7 se localiza en la zona más septentrional de la vivienda, en su parte más elevada. Es una estancia de planta trapezoidal alargada con una superficie reducida a 3’6 m2. Por su extremo oriental el límite lo determina la presencia de un farallón que actúa como muro de cierre. Cuenta con un suelo de losas de cuarcita de buena factura. Se comunica con E-6 a través de una puerta de 0’96 m de luz situada en su ángulo oeste. Por su parte, el repertorio de material se limita a objetos cerámicos y metálicos. Entre los primeros destacan dos jarros Tipo B.2, tres ollas de los tipos D.2 y D.5, seis ataifores de los tipos F.1, F.2 y F.3, una cazuela Tipo E.4, una tapadera Tipo I.6, dos candiles Tipo J.2 y una ficha de juego. Los metales, finalmente, se reducen a cuatro dardos Tipo F.8 (fig. 23).

4.2. La Vivienda 2. Estancias E-1, E-4 y E-8

Esta casa comparte medianera con la Vivienda 1, situándose al noroeste de esta. Se trata de un conjunto tripartito y alargado, integrado por los espacios E-1, E-4 y E-8, con una longitud total de 10’7 m y una anchura media de 5’3 m (figs. 24 y 25). La casa es perpendicular a la calle, situándose al noreste de la misma; el acceso debió de realizarse desde la calle por la habitación E-1, aunque la construcción de un camino hace unos años destruyó el ángulo suroccidental de la vivienda y por tanto buena parte de E-1, desdibujando todo rastro de puerta en esta parte.

A)

B)

C)

D)

Fig. 24. A) Vista general de la Vivienda 2 desde el suroeste; B) Hogar 2, en la Estancia E-1; C) Escalera 1, en E-4; D) Estancia E-8.

La primera estancia, E-1, presenta planta rectangular con una superficie de 7’13 m2. El suelo se concreta en un desbastado del afloramiento geológico regularizado con arcilla. En el ángulo norte se halla un hogar, identificado con una concentración de losas, ladrillos y barro a modo de base refractaria de un metro de lado (fig. 24 B) cubiertos por una capa de ceniza. En el centro del muro noreste se abre un vano de 0’83 m de luz que permite la comunicación con E-4 (fig. 24 A). Respecto a los materiales arqueológicos, el registro se distribuye entre cerámicas y objetos de metal. Entre las primeras, señalar un jarro Tipo B.2, una olla Tipo D.3, dos cazuelas Tipo E.4 localizadas junto al hogar, un alcadafe Tipo H.1 y un candil Tipo J.2 hallado en la esquina oriental. Por otro lado, los objetos metálicos se limitan a dos apliques de cobre/bronce, un dardo y un cuchillo de hierro (fig. 25). A excepción de las dos cazuelas, el resto de los materiales apareció revuelto bajo el nivel de abandono de la estancia.

Fig. 25. Reparto de objetos en la Vivienda 2.

Por su parte, la habitación E-4 presenta planta de tendencia cuadrangular y una superficie de 14’8 m2. El pavimento se identifica con un enlosado de lastras de cuarcita, amortizado a su vez por un nivel de incendio y un potente derrumbe de tejas. Destaca en este caso la presencia de dos escaleras de mampuesto y barro, ambas en dos tramos o “de vuelta”, adosadas a las esquinas norte y sur de la estancia respectivamente (fig. 24 C). Presentan una anchura comprendida entre 0’5 y 0’8 m, y una longitud de tramos que oscila entre 1’2 y 2’1 m, con una altura máxima conservada de 1’2 m. Es de suponer que estas estructuras permitirían acceder a los planos superiores de E-1 y E-8. Por otro lado, al fondo de la habitación se localiza una puerta de 0’93 m de luz que la comunica con el espacio E-8. Respecto a los materiales arqueológicos, sin duda se trata del espacio que más registros ha reportado distribuidos entre cerámicas y metales. Entre las primeras, señalar tres cántaros de los tipos A.1 y A.4, y una cantarilla Tipo A.7, un bacín Tipo C.1, nueve ollas de los tipos D.1, D.2, D.4 y D.5, cuatro cazuelas Tipo E.4, 22 ataifores de los tipos F.1, F.2, F.3, F.4 y F.7, 10 alcadafes de los tipos H.1, H.2, H.3 y H.4, dos tapaderas de los tipos I.2 e I.3, dos candiles de los tipos J.1 y J.2, tres tinajas de los tipos K.1 y K.2, una jarra tipo L, un reposadero tipo LL y un cangilón tipo Ó. Por otro lado, los metales se reducen a varios objetos de hierro, entre los que se cuentan cinco dardos, una argolla con clavo y un cuchillo (fig. 25). En cuanto a su distribución, prácticamente la totalidad de materiales apareció revuelta en el nivel de incendio y sobre suelo, concentrados en el espacio central, a excepción de dos tinajas y el reposadero, hallados en el mismo nivel pero no revueltos, sino aplastados sobre el arranque de la Escalera 1.

Por último E-8 es la habitación situada a mayor altura, con un desnivel de más de 1’2 m entre esta y E-1. Presenta planta rectangular y una superficie de 9’72 m2. El pavimento se identifica con un rebaje del suelo geológico regularizado con una capa de arcilla y cantos (fig. 24 D). El espacio aparece amortizado por un potente paquete de tejas de 0’8 m de espesor del que procede la mayor parte del material, por lo que no sería extraño que algunos objetos pertenezcan al piso superior. En cuanto a los objetos identificados, se reparten en las categorías de cerámica, lítica y metal. Respecto a la primera, se han recuperado un jarrito tipo B.1 y un jarro tipo B.2, 13 ollas de los tipos D.1, D.2, D.4 y D.5, cuatro cazuelas de los tipos E.2, E.3, E.5 y E.6, 16 ataifores de los tipos F.1, F.2, F.3 y F.4, una taza tipo G, dos alcadafes tipo H.1, dos tapaderas de los tipos E.2 y E.3, una tinaja tipo K.2, un brasero Tipo M.1 y dos fichas de juego. En cuanto a los metales, entre los objetos de base cobre destaca un asidero de caldero y una espabiladera, mientras que los objetos de hierro, por su parte, son más cuantiosos, hallándose una herradura, un posible pasarriendas, seis dardos y una argolla con clavo. Finalmente, en cuanto a los registros de plomo, se ha identificado una pesa (fig. 25). Por otro lado, el único objeto in situ se identifica con un cántaro casi completo, al que le faltaba el borde, motivo por el que no se ha contabilizado y fue hallado apoyado en su base y sobre suelo, en la esquina sur de la habitación junto a la puerta.

4.3. La Vivienda 3. Las estancias E-3 y E-9

La Vivienda 3 se ubica al noreste de la Vivienda 2, compartiendo muro medianero con esta última, y la integran los espacios E-3 y E-9. La mitad de su planta fue destruida por la apertura del camino contemporáneo, de tal manera que proyectando el trazado hipotético de la calle hacia el noroeste —igualmente destruida en este punto— el acceso desde la vía a la casa se realizaría por la misma estancia E-3, pudiendo tener una longitud de 11’3 m y una anchura media de 3’4 m (fig. 26).

Atendiendo a la articulación de los distintos espacios, la habitación E-3 resultó muy afectada y solo conserva su ángulo oriental, con una superficie conservada de 5 m2. El suelo de uso se identifica con un enlosado parcial situado ante el único vano existente y que la comunica con E-9, mientras que el resto del suelo se limita al ya consabido rebaje de la roca natural regularizado puntualmente con tortas de arcilla. En cuanto al registro material, todos los artefactos proceden de la amortización de la estancia por el derrumbe de la cubierta y los alzados —suponemos— de tapial. El conjunto se distribuye entre cerámicas y objetos de metal y vidrio/pasta vítrea. Respecto a las primeras, destacan dos jarros del Tipo B.2, tres ollas de los tipos D.2 y D.4, cinco ataifores de los tipos F.1 y F.3, tres alcadafes de los tipos H.2 y H.4, una tapadera del Tipo I.9 y una tinaja Tipo K.2. Por otro lado, los metales se reparten entre objetos de cobre/bronce, limitados estos a una punta de huso y a varios objetos de hierro, entre los que se cuentan dos herraduras y tres dardos (fig. 27). Finalmente, el vidrio/pasta vítrea está presente con un entalle de anillo liso.

Por su parte, la habitación E-9 presenta planta trapezoidal alargada con una superficie de 9’83 m2. El piso se fundamenta en un enlosado de lastras de cuarcita combinadas con arcilla compactada que resulta en una continuación de suelo que se interna en E-3. Respecto a las estructuras interiores de la estancia, en su fondo noreste, contra el muro y aprovechando parte del afloramiento de un farallón, se ha identificado una bancada o poyete de 2’1 m de largo y 0’7 m de ancho, de unos 15 cm de altura. El repertorio artefactual aquí se distribuye entre cerámicas y metales. Entre las primeras, se ha identificado un bacín del Tipo C.1, cuatro ollas de los tipos D.1 y D.5, dos cazuelas Tipo E.4, 11 ataifores de los tipos F.1, F.2, F.3 y F.4, dos lebrillos de los tipos H.1 y H.5, cinco tapaderas de los tipos I.3 e I.7, tres candiles de los tipos J.2 y J.3 y una jarra Tipo L. Por último, los metales se identifican con objetos de hierro, entre los que se han registrado una herradura y 10 dardos (fig. 27). Si bien la mayor parte del material aparecía revuelto en el nivel de derrumbe de la cubierta que amortizaba el suelo de la estancia, los dos lebrillos y uno de los candiles fueron hallados sobre la bancada/poyete, aplastados por dicho derrumbe.

A)

B)

C)

D)

Fig. 26. A) Espacio E-3 durante su excavación. Obsérvese en primer término la sección de la estratigrafía ocasionada por el camino contemporáneo; B) Espacio E-3 después de su excavación; C) Espacio E-9 desde el noreste; F) Bancada o poyete al fondo de E-9.

Fig. 27. Reparto de objetos en la Vivienda 3.

4.4. La Vivienda 4. Las estancias E-26 y E-27

Esta casa se localiza al sur de la calle desde la que se accede por un vano de 0’7 m de luz. La planta, de tendencia rectangular, presenta una traza más regular que las anteriormente descritas, con unas dimensiones de 7’7 m de longitud, 5’48 m de anchura y una superficie de 42 m2 de superficie. La pendiente en este punto resulta muy pronunciada, por lo que la vivienda ha debido de sufrir sensiblemente las consecuencias del proceso de erosión, desapareciendo buena parte del primer piso en su mitad meridional. No obstante, se pueden reconocer los muros que la delimitan y parte de las estructuras de sus interiores (fig. 28 A). Estos se articulan en tres espacios, E-26, E-27 y E-28 —este último excavado con anterioridad a nuestra intervención—, por lo que solo contamos con el registro mueble de los dos primeros.

A)

B)

C)

D)

Fig. 28. A) Vista cenital de la Vivienda 4; B) Corredor de acceso a la Vivienda 4; C) Vista de la estancia E-26 desde el suroeste; D) Sótano E-27.

Respecto a E-26, es el espacio al que se accede desde la calle tras atravesar un corredor de 2’46 m de longitud (fig. 28 B); así, más allá del muro que delimita el corredor y que lo separa de E-28, E-26 no cuenta con otros límites o referencias internos, posiblemente porque no se han conservado dada la fuerte erosión de la ladera. Sí nos ha llegado, en cambio, parte de su suelo de losas de cuarcita, así como un poyete de mampuesto y arcilla adosado a un pequeño retranqueo existente en el muro oriental de la vivienda. Se trata de una estructura cuya cara exterior describe una curva, posiblemente, y desde un planteamiento puramente ergonómico, para evitar la arista o vivo de la estructura en una zona de tránsito. El remate superior del poyete lo constituye una capa de arcilla. En cuanto a sus dimensiones, presenta un radio de 1 m y una altura de 45 cm desde su base (fig. 28 C). Respecto a la estratigrafía interna, la estancia E-26 se encontraba amortizada por un estrato de color oscuro con carbones, fragmentos de adobe quemados y rubefactados y abundante teja árabe de unos 10 cm de potencia, en el que se hallaron losetas de cuarcita sin conexión, posiblemente caídas con el desplome del forjado del segundo piso. En cuanto al repertorio artefactual de E-26 resulta sensiblemente escaso y se reparte entre cerámicas, líticos y metales. Entre las primeras cabe mencionar una olla Tipo D.1, dos ataifores de los tipos F.1 y F.3, un candil Tipo J.2 y una ficha de juego. La lítica aparece representada por un fragmento de molino de granito. Y finalmente los metales se reducen a dos dardos de hierro (fig. 29).

Por otro lado, en la zona más pronunciada de la ladera que ocupa la Vivienda 4 se halla el espacio E-27, el más meridional de la casa (fig. 28 D). A pesar de la erosión se conserva razonablemente bien por su carácter semisótano, pues en su construcción se aprovechó la existencia de un farallón casi vertical de más de 2 m de altura desde el suelo, que cierra a E-27 por el norte, mientras que el resto de lados se delimitaron con los muros este, sur y oeste de la propia vivienda. Presenta planta trapezoidal, de 5’5 m de longitud media, 1’85 m de anchura en la parte más alta de su alzado y una profundidad de 2 m, con casi 5 m2 de superficie. El suelo de uso del sótano se limita a un leve desbastado del afloramiento geológico. En cuanto a su estratigrafía, se resume en un potente derrumbe de piedras, tierra y teja árabe. El material recuperado en E-27, por tanto, puede proceder de su desarrollo en altura, sin que podamos descartar que sea originario del piso superior. El conjunto se reparte entre cerámicas y metales. En cuanto a las primeras, se han registrado dos cántaros del Tipo A.1, un jarro Tipo B.2, una olla Tipo D.1, siete ataifores de los tipos F.1, F.3 y F.4, tres alcadafes de los tipos H.3 y H.4, cuatro tapaderas de los tipos I.3 e I.6 y cuatro candiles Tipo J.2. Por su parte, los objetos metálicos son todos de hierro, identificándose una herradura, una bola/proyectil y seis dardos (fig. 29).

Fig. 29. Reparto de objetos en las viviendas 4 y 5.

4.5. La Vivienda 5. El espacio E-25

Esta casa si sitúa en el límite oriental del Sector Sur en la parte más elevada de la ladera descrita. Los límites de excavación por este lado han impedido excavar esta vivienda en su totalidad, reduciéndose los trabajos a la documentación de su fachada, acceso principal y parte de lo que entendemos debió de constituir su zaguán —unos 3 m2— reconocido como estancia E-25. En la fachada, de unos 5’6 m de longitud, se halla la puerta de acceso, de 0’9 m de luz. Por delante de la puerta y al exterior de la casa se identificó un suelo de cantos y arcilla apisonada y tras este, ocupando la base de la puerta, se halla una losa de cuarcita dispuesta a modo de umbral. Respecto a la documentación de los interiores, lo poco que se pudo excavar permitió reconocer un suelo de losas de cuarcita y los restos —mal conservados— de una atarjea o desagüe en la esquina sur, construido con idénticas lajas de piedra dispuestas verticalmente y cubierto con el mismo material, de 2’5 m de longitud y 0’6 m de anchura máxima, con una profundidad de unos 25 cm y buzamiento al oeste, que debió discurrir por debajo del muro de la fachada (fig. 30). En lo tocante a la estratigrafía, el interior de la casa se encontraba amortizado por un derrumbe de arcillas y tejas árabes, con un espesor total de 30-35 cm. Los materiales recuperados en él se identifican con un cántaro Tipo A.1, un bacín Tipo C.1, una olla Tipo C.5, dos ataifores de los tipos F.1 y F.3, dos alcadafes de los tipos H.1 y H.2, una tinaja Tipo K.2 y una ficha de juego (fig. 29).

A)

B)

C)

Fig. 30. A) Vista cenital del Espacio E-25; B-C) atarjea.

4.6. Los espacios E-19, E-20 y E-21

Los espacios E-19, E-20 y E-21 se hallan en la parte occidental del Sector Sur. La destrucción que el cajeado del camino contemporáneo ocasionó en E-20 y E-21 ha derivado en que solo se conserve una parte de estos espacios, mientras que E-19 ha podido ser excavado de forma completa (fig. 31 A).

Esta última se sitúa a una cota más elevada que las otras dos estancias: 0’6 m respecto de E-21 y en torno a un metro por encima de E-20. Se trata de un espacio de pequeñas dimensiones (casi 3 m2) con planta rectangular. Comparte medianera con E-21 y con E-20 y no se reconocen puertas de acceso, por lo que el ingreso a la misma debió de realizarse desde arriba, suponiéndole así un carácter de sótano/semisótano. La estratigrafía interna se limitaba a un potente derrumbe de arcillas con mampuesto y teja. En cuanto al suelo de uso, se identifica con una capa de arcilla compacta de gran horizontalidad. Respecto al material recuperado, procede de ese nivel de derrumbe, con las posibilidades que ello implica a nivel postdeposicional respecto a la ubicación original de los objetos. Dicho conjunto artefactual se distribuye entre las categorías relativas a cerámica, lítica y metales. En cuanto a las primeras, se ha registrado un jarro Tipo B.2, tres ollas del Tipo D.1, tres cazuelas Tipo E.4, 11 ataifores de los tipos F.1, F.2, F.3 y F.4, dos alcadafes Tipo H.1, una tapadera Tipo I.7, dos candiles Tipo J.2 y una jarra Tipo L. La lítica aparece representada por un posible proyectil, mientras que los metales se reducen a un dardo (fig. 32).

A)

B)

C)

D)

Fig. 31. A) Planta de los espacios E-19, E-20 y E-21; B) Vista del Espacio E-19 desde el oeste; C) Vista cenital de E-20: la línea de puntos indica la situación del hogar; D) Vista de E-21 desde el Sur.

Por su parte, el habitáculo E-20 se encuentra al oeste de E-19 y solo restan 2 m2 de su superficie por las razones antes mencionadas. A pesar de ello, hay que señalar la documentación de un hogar conformado por una base de piedras cubiertas por una capa de cenizas, de unos 45 por 30 cm de lado. Tras este hogar se halla un murete de 1’15 m de longitud, 0’58 m de anchura y 0’75 m de alzado máximo conservado, situado al norte de E-20, sobre el que apoya una parte de las cenizas del hogar (fig. 31 C). Este murete se adosa paralelamente al farallón que delimita dicha estancia por ese lado. Las dimensiones de esta estructura y su situación adosándose al cierre natural de la habitación nos llevan a interpretarla como una suerte de poyete o estructura asociada al hogar, más que como muro de carga, dada la inmediata presencia del farallón que sin duda cubrió esa función de muro portante natural. En cuanto al suelo de uso, se corresponde con el habitual rebaje y desbastado del afloramiento geológico. El conjunto estaba amortizado por arcillas con gran cantidad de teja. Y el registro material nos resulta abultado dada la escasa superficie excavada, por lo que habría que contemplar la posibilidad de que algunos objetos procedan del piso superior o se encontrasen colgados en las paredes o dispuestos en algún tipo de estante. En cualquier caso, los materiales se reparten entre cerámicas y metales. Respecto a las primeras, se han registrado tres cántaros Tipo A.1, un jarrito Tipo B.1, un jarro Tipo B.2, siete ollas del Tipo D.1, dos cazuelas Tipo E.4, ocho ataifores de los tipos F.1, F.2 y F.3, tres alcadafes de los tipos H.1 y H.2, un candil Tipo J.2 y dos jarras Tipo L. Respecto a los metales, la categoría de base cobre aparece representada por una pulserita y por una punta de huso, esta última hallada junto al hogar, mientras que los objetos de hierro se limitan a una herradura (fig. 32).

Fig. 32. Reparto de objetos en los espacios E-19, E-20 y E-21.

Por último, el espacio E-21 también se encuentra afectado por el cajeado del camino contemporáneo. En cuanto al registro de E-21, ya muy limitado por la afección mencionada más arriba, se vio comprometido por el cierre de la campaña de 2018, lo que impidió excavar de forma completa la superficie conservada (fig. 31 D). En cualquier caso, lo excavado supone una superficie de 4’3 m2 que correspondería a la amortización interna, identificada con un derrumbe de arcillas muy compactas y abundante mampuesto suelto, con una potencia de 65 cm. Al retirar este nivel aparecía el afloramiento geológico que interpretamos como el habitual suelo de uso en otras habitaciones. Aunque dicha amortización no se excavó de forma completa, sí reportó un conjunto material que enumeramos aquí con las debidas reservas. Integran dicho conjunto una olla Tipo D.4, una cazuela Tipo E.4 y seis ataifores de los tipos F.1, F.3, F.4 y F.5 (fig. 32).

5. VALORACIÓN FUNCIONAL DEL REGISTRO MATERIAL

Atendiendo a cuestiones de uso y función del registro material y a su reparto espacial con arreglo a estructuras, espacios y casas, se observan matices que de alguna manera vienen a remarcar la idea de diversidad de las actividades y tareas realizadas en ellos, más allá de la clara dominancia del perfil doméstico general que arroja dicho registro (fig. 33).

Así, dentro de la Vivienda 1, el zaguán E-6 es el auténtico espacio distribuidor de la casa y quizás debido a esa característica se pudo recuperar una gran cantidad de materiales, especialmente vajilla de mesa (8) y elementos de cocina (7), junto con una abultada cantidad de alcadafes (12). Prácticamente todo apareció acumulado en la parte más cercana a la puerta. También están presentes elementos de actividad ganadera (4), objetos de uso agrario identificados con el hallazgo de una hoz, de iluminación (3), de higiene personal (1) o de juego (1), junto con la punta de lanza hallada sobre el talud noreste, en el corredor. Por otra parte, en la habitación E-5 los hallazgos relacionados con la actividad culinaria no destacan tanto (3) y además se igualan con alcadafes. También están presentes otros grupos como la vajilla de mesa (2), los elementos de actividad ganadera (2), el almacenaje-transporte (1) o la molienda (1), lo que supone cierta diversificación de este espacio, donde además se ha identificado una bancada que por sus dimensiones relacionamos con el descanso. Por su parte, en la habitación E-2 destacan los elementos de cocina (4) frente a una reducida representación de vajilla de mesa (2) y otros grupos minoritarios, como juego (2), apliques metálicos (1), adorno personal (1) y otros (1). La presencia de un hogar en el lateral de la estancia avalaría el uso de la misma como lugar para la preparación de alimentos, además de servir como núcleo de cohesión familiar y social dentro de la casa. El hallazgo de varios alcadafes apunta a otros usos del espacio más allá del culinario, pero siempre dentro del ámbito de lo doméstico. Resulta llamativa la concentración de hasta cinco herraduras, lo que supone el mayor registro de este tipo de objetos en la ocupación extramuros. Y en la última estancia de la casa, E-7, sobresale la vajilla de mesa, seguida de los elementos de cocina. La recuperación aquí de dos candiles cobraría sentido en relación con la ubicación de la habitación en un extremo de la vivienda y posiblemente con la escasez de luz natural.

Fig. 33. Distribución general de objetos por categorías funcionales.

En cuanto a la Vivienda 2, la estancia E-1 haría las funciones de hogar-zaguán, pues en ella se localiza el único hogar de la casa y el acceso desde la calle. Destacan en ella la vajilla de mesa (4) y los elementos de cocina (3), junto a dos candiles, dos apliques de base cobre, un cuchillo y una pesa de plomo. El espacio siguiente, E-4, llama la atención por dos cuestiones: ha reportado el mayor número de registros materiales y en él se ubican dos escaleras “de vuelta”. Ambos aspectos podrían estar relacionados en la medida en que casi todos los objetos se hallaron en el centro de la estancia bajo un nivel de incendio, lo que podría interpretarse como una acumulación de enseres posiblemente procedentes algunos de ellos de otros espacios —incluso de los pisos superiores— a fin de ser transportados a lugar seguro. Resulta elevada la cantidad de piezas de vajilla de mesa (23) y de cocina (13), pero también el número de recipientes de almacén-transporte (7) no es menos significativo, junto con diez grandes contenedores de uso múltiple, tres de uso complementario, dos registros en relación con la iluminación —destacando el hallazgo de un candil de disco impreso— y un elemento de uso agrícola (cangilón), entre otros. Por último, la estancia situada al final de la casa, E-8, también ha reportado un buen número de registros: los grupos de mesa (19) y cocina (15) son mayoritarios, seguidos de lejos por las fichas de juego (3), los recipientes de almacén-transporte (2), los de uso múltiple (2), objetos de actividad ganadera (2), de uso complementario (2), iluminación (1), pesas y ponderales (1) y otros (2). La potencia del nivel de amortización aquí nos lleva a plantear, no obstante, que una parte de los registros pueda proceder del piso superior.

Por otro lado, si atendemos a las circunstancias que envuelven la Vivienda 3, el registro de la estancia E-3 se encuentra muy condicionado por las destrucciones contemporáneas, pero, aun teniendo en cuenta ese aspecto, el material aquí recuperado sigue la pauta observada en la mayor parte de los espacios excavados: dominancia de los grupos de mesa (7), cocina (3) y de uso múltiple (3), seguidos de recipientes de almacén-transporte (1), objetos de adorno personal (1), de hilado-textil (1), de actividad ganadera (1) y de uso complementario. Por lo que respecta a E-9, son los grupos de vajilla de mesa (12) y cocina (9) los que aportan más registros. Están presentes también los grupos de objetos de uso complementario (5), iluminación (3), de uso múltiple (2), de higiene personal (1) y de actividad ganadera (1); un conjunto de claro perfil doméstico, que se ve reforzado por la presencia de una bancada-poyete en esta habitación. Nuevamente, la presencia recurrente de candiles en las estancias situadas en la parte final de cada casa lleva a plantear una necesidad mayor de iluminación en ambientes más alejados de la fuente de luz natural.

En cuanto a la Vivienda 4, como ha quedado explicado, los procesos postdeposicionales han afectado en gran medida a la estratigrafía y al registro artefactual de buena parte de esta casa. Así ocurre en el zaguán E-26, donde el exiguo material no hace sino corroborarlo. De tal forma que solo se han recuperado dos piezas de vajilla de mesa, una de cocina, uno de iluminación y un molino, por lo que la valoración funcional de este espacio está muy condicionada por las circunstancias indicadas, aunque el perfil doméstico que se infiere del conjunto mueble se ve en cierta medida reforzado por la presencia del poyete en el ángulo noreste de la habitación. Por el contrario, el sótano E-27 aporta un repertorio de objetos más nutrido, en el que destaca nuevamente la vajilla de mesa (8), seguida de objetos de iluminación (4), así como de varios recipientes grandes de uso múltiple (3), objetos de uso complementario (4), recipientes de almacén-transporte (2), elementos de cocina (1) y objetos de actividad ganadera (1).

De igual manera, la documentación muy parcial de la Vivienda 5, limitada a su fachada y una mínima parte de su interior deriva en un reducido conjunto de materiales, cuyo perfil en absoluto puede hacerse extensivo al resto de la casa. El registro aquí se reduce a recipientes de almacenaje-transporte (2), vajilla de mesa (2), recipientes de uso múltiple (2), elementos de cocina (1), objetos de higiene personal (1) y juego (1).

Por último, en lo que respecta al registro de los espacios E-19, E-20 y E-21, condicionado parcialmente por la destrucción contemporánea de la estratigrafía de estos espacios, se muestra nutrido y en líneas generales coincidente con lo observado en la mayor parte de ámbitos. Así, en el semisótano E-19 son mayoritarios los reportes de los grupos de vajilla de mesa (13) y cocina (6) y en menor número están presentes los recipientes de uso múltiple (2) y los objetos de iluminación (2) junto con los de uso complementario (1). Por su parte, otro tanto ocurre en E-20, donde vajilla de mesa (12) y elementos de cocina (9) encabezan los hallazgos, seguidos de tres objetos de uso múltiple y tres grandes recipientes de almacén-transporte, junto con objetos de iluminación (1), de adorno personal (1), de actividad ganadera (1) y de hilado-textil (1), vinculado este último registro a la presencia del hogar como fuente de luz y calor a la hora de realizar las actividades textiles; un marcado perfil doméstico remarcado por la presencia del poyete junto al fuego. Y, finalmente, el carácter doméstico también se infiere de los materiales hallados en el espacio E-21, repartidos entre vajilla de mesa (7) y elementos de cocina (2).

Desde un punto de vista general, estos perfiles funcionales, en los que son mayoritarios los grupos de mesa y cocina, seguidos de elementos de uso múltiple y almacén-transporte —principalmente y por ese orden— están muy en consonancia con los conocidos en el hisn de Yakka y en el Castillejo de los Guájares (Los Guájares, Granada). En la primera de ellas, Yakka, las formas de mesa —ataifores y jarritas-jarras— son sensiblemente las más comunes (RUIZ, 2000: 94), mientras que en la segunda sobresalen las cerámicas de cocina —ollas y cazuelas— (GARCÍA, 2002: 437), por encima de las formas de mesa, almacén y usos complementarios o multifuncionales, conformando todo ello un conjunto muy funcional sin una gran especialización tipológica o al menos no tanto como ocurre en los ámbitos urbanos, y especialmente en lo relativo al servicio de mesa, limitado notablemente en sus tipos (GARCÍA, 2009: 1054), circunstancia que se repite en nuestro yacimiento. Cuestión aparte es la de la distribución espacial de los materiales cerámicos y sus formas, que en los Guájares aparecen muy concentrados en el patio de las viviendas, lo que otorga a esta parte de la casa un papel claramente multifuncional, que relega los restantes espacios al descanso y al almacenaje (GARCÍA, 2009: 1057), lo que contrasta con lo observado en Kabbal, en primer lugar ante la ausencia aquí de patios —por el momento— en los sectores norte y sur extramuros y en segundo lugar por el carácter polifuncional que presentan los distintos espacios domésticos reconocidos.

En cuanto al estatus socioeconómico de estas viviendas, justo es reconocer que solo se han excavado completamente dos de ellas, junto con otras tres de forma parcial, lo que exige prudencia a la hora de extraer conclusiones a ese respecto. Aun así, lo excavado nos sitúa ante casas en las que un variado ajuar, y especialmente las importaciones, denotan cierto poder adquisitivo de sus poseedores en marcado contraste con la humildad de las edificaciones, circunstancia comparable con el registro de Albalat para la etapa almorávide: en este yacimiento la gran variedad de artefactos hallados en contextos “no aúlicos ni aristocráticos” se asocia a cierto nivel de vida (GILOTTE, 2014: 267). En este sentido, hallamos importaciones en todas ellas, si bien las concentraciones mayores de objetos se dan en las viviendas 1 y 2, con unos 60 m2 y 40 m2 de superficie respectivamente, que además presentan una arquitectura algo más compleja, dentro de la sencillez general del conjunto, lo que podría entenderse como un indicio de relativa diferenciación social. Posiblemente la Vivienda 3 debió de ser algo más pequeña, con unos 30 m2, y la Vivienda 4 se situaría en unos 47 m2. Esta disparidad de tamaños y de complejidad edilicia, sin que pueda negarse cierta diferenciación de estatus por mínima que fuera, no siempre ha de relacionarse con la mayor o menor posición socioeconómica de las familias que las habitaron. Quizás también habría que atender a causas relacionadas con las necesidades de cada núcleo familiar y su crecimiento (GARCÍA, 2002: 452), teniendo siempre en cuenta la sencillez general que envuelve a todas las construcciones, hecho que podríamos entender en clave de cierta homogeneidad social. Otra cuestión es que en dos habitaciones pertenecientes a dos de las casas de mayor tamaño se concentren los ajuares más numerosos, pero cabe también aquí la posibilidad de que se trate de acumulaciones intencionadas de objetos en puntos concretos de las casas —zaguán y habitación central— que nunca llegaron a ser rescatados, frente a las casas con ajuares no tan numerosos, que pudieron ser “vaciadas a tiempo” por sus moradores.

6. CONSIDERACIONES FINALES

El repertorio de artefactos descrito se acoge a las tipologías habituales en los contextos andalusíes peninsulares, y en particular la cerámica, con abundantes paralelos en las formas almohades y tardoalmohades propias del suroeste, como ocurre en el caso de las ollas D.5.a y c, las cazuelas E.4, los ataifores F.1 o las tapaderas I.1, entre otros tipos (SANABRIA, ep.), elementos que, dentro del contexto espacial peninsular, apuntan a un proceso de regionalización progresivo (CAVILLA, 2010: 30), y, en este sentido, la ubicación de Kabbal con dominancia sobre un vado del río Zújar, en el camino natural que conforma este río junto con el Guadiato, entre Córdoba —a escasos 100 km al sur— y el Guadiana y separada de la Meseta por las sierras periféricas de La Serena, no hace sino reforzar esa vinculación regional del Cerro del Castillo con el suroeste, sin perjuicio de los lógicos influjos meseteños que necesariamente implica la proximidad que se produce aquí entre ambas regiones. Por tanto, los materiales señalados invitan a situar de forma general nuestro yacimiento dentro de los circuitos comerciales suroccidentales, y a su vez relacionado tangencialmente con la Meseta. Por otro lado, los objetos recuperados han de contemplarse en conjunto, como integrantes de un repertorio variado. No cabe hablar, por tanto, de aislamiento geográfico, pues esa variedad debe entenderse en claves regionales, más allá de los círculos locales de intercambio comercial, en los que pudieron insertarse algunas producciones de cerámica común, extremo aún por constatar.

Desde un punto de vista general, el caserío extramuros del Cerro del Castillo destaca por su carácter rural y por la humildad y sencillez de las construcciones que lo conforman, bien adaptadas a los rigores de la topografía mediante el recurso al sistema de bancales sobre los que levantar las casas de piedra local trabada con barro —seguramente con algunos muros con alzados de tapial y/o adobe— con viviendas con altillo o piso superior que no se acogen al habitual y casi exclusivo esquema de casa con patio de al-Andalus: al menos en la última fase de ocupación, todos los espacios hasta ahora excavados estaban cubiertos y el acceso a las casas se realizaba directamente por una de las estancias, que a su vez comunicaba de forma lineal con la siguiente. A veces el acceso se hace mediante un pequeño pasillo, como ocurre en el Castillejo de los Guájares (GARCÍA, 2002: 431). Al respecto de casas sin patio, y para el caso de la ciudad de Vascos, ciertas construcciones carentes de este elemento no parecen corresponderse estrictamente con viviendas, sino con lugares para el alojamiento para la tropa (Izquierdo, 2005: 38), extremo que no consideramos pueda extenderse al Cerro del Castillo. Por otro lado, ejemplos de casas sin patio pueden localizarse también en el despoblado andalusí de la Villa Vieja de Calasparra (Murcia) (POZO, 1989: 195), aunque sin duda es un modelo poco frecuente en la geografía andalusí. Al margen del caso particular de Vascos, los yacimientos más comparables con nuestro caso por su carácter rural y fortificado en altura se limitan a pocos ejemplos excavados y estudiados de forma sistemática, entre los que sin duda destacan los ya mencionados de la Villa Vieja de Calasparra, Yakka y el Castillejo de los Guájares y en todos predomina la casa-patio, si bien en este último sitio se identifica un tipo de vivienda simple, de dos naves, en algunos casos con superficies inferiores a 22 m2 (GARCÍA, 2009: 1054) que podría compararse con el ejemplo de nuestra Vivienda 2, con algunas diferencias respecto a la situación de las crujías y vanos de acceso y comunicación interna.

A pesar de las reducidas dimensiones de los espacios intervenidos, parece habitual que las casas del Cerro del Castillo doblasen su superficie en altura, aspecto inferido de la presencia de arranques de escaleras de obra. Este tipo de espacios en altura son frecuentes también en los sitios indicados, y además, al igual que debió de ocurrir en nuestro caso, parece ser que los suelos de los “doblados” de Yakka se solaban con lajas de piedra (RUIZ, 2000: 193).

Por su parte, la construcción de viviendas en bancales o escalonadas con arreglo a la pendiente del terreno es habitual en otros yacimientos andalusíes como Castillo del Río (Aspe, Alicante) (AZUAR, 1994: 217) o Yakka (RUIZ, 2000: 195). A veces el retoque de la roca base, como hemos podido constatar, no solo se limita a crear terrazas sobre las que levantar las casas, sino que se lleva a cabo para mejorar la superficie de los suelos de uso, hecho bien observado en los Guájares (MALPICA et alii, 1986: 488).

En relación con el reparto y distribución de los objetos respecto de las viviendas estudiadas, la lectura general de los perfiles funcionales que arroja el análisis de estructuras y materiales arqueológicos permite esbozar cierta caracterización funcional de estancias y casas en los sectores extramuros, asumiendo que tales datos muy posiblemente presenten cierto sesgo derivado de la excesiva fragmentación de las piezas y de las particulares condiciones en las que se produce el abandono de la ocupación.

En cualquier caso, la estructura más destacada por su importancia como elemento de cohesión familiar es el hogar. En los ejemplos de casas mejor conservadas de nuestro yacimiento, viviendas 1 y 2, el hogar se encuentra en la estancia más suroccidental y esta puede coincidir o no con el zaguán. Se trata siempre de hogares sin diferenciar, dispuestos directamente sobre el suelo, hecho que se repite también en los Guájares (GARCÍA, 2002: 428). En torno a estos hogares se desarrollaría buena parte de la vida cotidiana y relacionados con ellos se han identificado ollas, cazuelas, ataifores o tapaderas, lo que avalaría que esas estancias se utilizaron como cocinas y como lugares de socialización grupal familiar; familias que estarían integradas por una sola célula conyugal si tenemos en cuenta el esquema de un único hogar por vivienda observado en la mayor parte de las casas documentadas (Gutiérrez, 2015: 39). En torno a alguno de estos fuegos se han recuperado fichas de juego, que redundarían en la idea de estas habitaciones como lugares de esparcimiento, y además, en el caso del hallazgo de una punta de huso junto al hogar de E-20 implica el aprovechamiento de la luz del fuego en las tareas de hilado. Por otra parte, la presencia abundante de alcadafes también apunta a la polifuncionalidad de estos espacios. No obstante, estos elementos no son exclusivos de las habitaciones con hogar, sino que aparecen repartidos por la mayoría de los espacios intervenidos en los que entran en juego otros aspectos. De esta forma, ataifores, ollas y cazuelas son registros prácticamente comunes y en gran cantidad en otras estancias sin hogar, pudiendo formar parte aquí de acumulaciones o recopilaciones de objetos “a rescatar”, a tenor de lo observado en el zaguán E-6 y en la estancia E-4, e incluso en algún caso no descartamos que se trate simplemente de objetos caídos de anaqueles o de las plantas superiores, sin olvidar las implicaciones que puedan derivarse de la alta fragmentación observada en los objetos cerámicos.

En cuanto a las funciones de almacén-transporte, menos frecuentes resultan los recipientes destinados a tal fin, como cántaros y tinajas, necesarios para el acarreo de agua y almacenaje principalmente de alimentos. No obstante, cuando aparecen lo hacen en espacios claramente domésticos e incluso se ha hallado alguna tinaja acompañada de reposadero y situada en un lugar central de la casa, circunstancias que invitan a pensar en un destino para dicho recipiente relacionado con el ornato y/o almacenaje de agua (Salinas, 2012: 216). La máxima acumulación de estos grandes contenedores se da, no obstante, en la estancia E-4, casi todos formando parte de esa gran recopilación de objetos a la que hemos aludido anteriormente. En cualquier caso, estos elementos de almacén-transporte se hallan en espacios de perfil doméstico, hecho que puede interpretarse también en clave de polifuncionalidad espacial necesaria derivada de la falta de espacio. De otra parte, la escasez de cántaros y tinajas podría deberse a las circunstancias mismas en las que, según las fuentes, se produjo el abandono del sitio por parte de la población musulmana, esto es, llevándose sus bienes muebles, entre los que cabe pensar se encontraban esos grandes contenedores.

Mención aparte requieren los candiles identificados y las espabiladeras relacionadas con ellos. A pesar de considerarse un elemento poco frecuente en los registros (ZOZAYA, 2010: 237), en el Cerro del Castillo aparecen de forma recurrente y en los sectores extramuros se han identificado alrededor de una veintena, entre los que sobresale abrumadoramente el tipo de cazoleta abierta y piquera de pellizco, propio de cronologías almohades (AZUAR, 1981: 182; VERA, LÓPEZ, 2005: 103). Los candiles aparecen repartidos principalmente en las estancias nororientales del Sector Norte, las más alejadas de las fuentes de luz —ya sean estas hogares o accesos desde el exterior— y también en los sótanos E-19 y E-27. Mención aparte merece el candil de disco impreso hallado en la habitación E-4, si atendemos a que este tipo de candiles ha sido interpretado como elementos de cierto prestigio para sus portadores o poseedores, una suerte de “medallas conmemorativas” que les fueron concedidas por su fidelidad al Estado en época almohade (ZOZAYA, 1995: 279), extremo que ya hemos mencionado con anterioridad. Su localización en la Vivienda 2 podría estar en consonancia con cierto estatus de la casa y de sus moradores.

Respecto a la molienda, solo se han recuperado molinos en dos casos, en la habitación E-5 y en el zaguán E-26, registros que nos parecen escasos dado el carácter rural del asentamiento. Los molinos identificados, fragmentados, se encuentran en dos estancias en las que se ha reconocido una bancada —que por su factura y dimensiones parece más bien relacionada con el descanso— y un poyete, respectivamente. Del mismo modo, los elementos de uso agrícola se limitan al hallazgo de una hoz —sin relación con otro tipo de herramientas— y de un cangilón, y en ambos casos se encontraron formando parte de las aglomeraciones de objetos de E-4 y E-6. Respecto al cangilón, al margen de este único ejemplar procedente del sector extramuros, se han identificado varios ejemplares en otras zonas del yacimiento, lo que nos lleva a ponerlos en relación con la cercana y fértil vega del río Zújar, en la que han sido habituales las norias hasta la inundación de aquella por el embalse de La Serena en 1990.

Por su parte, los objetos de actividad ganadera —en su mayoría herraduras de caballo, mulo y asno— evidencian la presencia de animales de tiro y posiblemente de caballos utilizados como montura de guerra, hecho habitual en otros yacimientos andalusíes (Gilotte, GUTIÉRREZ, 2017: 203), sin que pueda descartarse la posibilidad de la estabulación de animales en alguna de las estancias excavadas.

En cuanto a los objetos de higiene personal, integrados por bacines, se ha registrado un individuo en prácticamente cada casa, aspecto que, entre otros usos posibles, podría relacionarse con la carencia de letrinas y pozos negros, y en este caso, la ausencia de estas estructuras se habría suplido con la utilización de los bacines en la recepción de los desechos, hecho constatado en otros yacimientos medievales (MURCIA, BROTÓNS, MEDINA, 2020: 309), sin perjuicio de otros usos higiénicos para estos recipientes, como pueden ser las abluciones.

Otros elementos que destacar son las dos pesas de plomo, ambas halladas en la Vivienda 2 y relacionadas con la actividad comercial. Aunque una de ellas podría interpretarse como un proyectil de honda, pesas de similares características son frecuentes en asentamientos rurales andalusíes. Ambas fueron halladas en la Vivienda 2.

Por último, en lo que respecta al armamento, los casi 70 dardos registrados —puntas de flecha o virotes de dardo para ballesta— se reparten prácticamente por todos los espacios excavados, revueltos en los niveles de amortización, y han de ponerse en relación con el asedio castellano de 1227, junto con la punta de lanza hallada sobre el bancal del zaguán E-6 y los bolaños o proyectiles de piedra y metal identificados.

En suma, el conjunto de materiales y su distribución con respecto a estancias y estructuras nos sitúa en un contexto rural con espacios con perfil marcadamente doméstico, en los que parecen desarrollarse múltiples tareas, lo que contrasta con lo que ocurre en otras ocupaciones rurales, en las que se da una incipiente especialización de los espacios domésticos, aunque sin llegar a la remarcada diferenciación funcional de espacios de las viviendas urbanas (GARCÍA, 2002: 451). Precisamente en el mundo urbano, la polifuncionalidad de los espacios, cuando se produce, se deriva de la escasez de superficie en las viviendas más reducidas (NAVARRO, 1990: 183). En todo caso, la interrupción brusca de la ocupación de este hábitat en la fecha indicada, con los consiguientes destrucción y abandono del sitio, ha determinado las circunstancias del registro, por lo que los resultados expuestos deberán contrastarse en futuros trabajos que aborden las particularidades materiales y estructurales de otras zonas del yacimiento.

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Cómo citar: Sanabria Murillo, D. (2022): Distribución espacial de materiales arqueológicos en el hisn del Cerro del Castillo (Capilla, Badajoz): Contextos de hallazgo y funcionalidad en la ocupación andalusí extramuros. Resultados preliminares. Arqueología Y Territorio Medieval, 29. e6367. https://doi.org/10.17561/aytm.v29.6367

1. El presente trabajo se enmarca dentro de nuestro Proyecto de Investigación Doctoral Arqueología de un espacio medieval. El yacimiento arqueológico del Cerro del Castillo (Capilla, Badajoz) y su evolución entre los siglos XII y XV, dentro del Programa de Doctorado Interuniversitario en Arqueología Espacial, por las Universidades de Extremadura y Jaén, bajo la dirección de los profesores Vicente Salvatierra Cuenca y Alonso Rodríguez Díaz.

2. Arqueólogo. Excmo. Ayuntamiento de Capilla (Badajoz). sanabriamurillo.arq@gmail.com

3. En este sentido hay que indicar que el estudio que aquí presentamos supone solo un avance de resultados restringido a la mayor parte de objetos y grupos funcionales de los sectores Norte y Sur de la ocupación andalusí extramuros. No se han incluido algunas categorías funcionales y tipos formales que aún están en estudio y que pueden ser compartidos o no con otras áreas del yacimiento como la alcazaba o el alcázar, dado el carácter general de la tipología y nomenclatura que desarrollamos para todo el Cerro del Castillo en cada una de sus grandes fases de ocupación.

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