Arqueología y Territorio Medieval 29, 2022. e6413. I.S.S.N.: 1134-3184 DOI: 10.17561/aytm.v29.6413

En los bordes de Ilbira: cerámica emiral y califal en el barrio sur de la madina1

On the edges of Ilbira: Emirate and Caliphate pottery in the southern district of the madina

Cristina Martínez Álvarez2, Marian Rębkowski3, Guillermo García-Contreras Ruiz4, Antonio Malpica Cuello5

Recibido: 10/06/21
Aprobado: 11/06/22
Publicado: 07/07/22

RESUMEN

En este artículo se presentan los resultados preliminares del estudio de un conjunto cerámico procedente del interior de un edificio singular ubicado en el conocido como “Cortijo de los Cigarrones” localizado en el yacimiento de Madīnat Ilbīra (Atarfe, Granada) durante las campañas de 2018 y 2019. Se trata de una de las zonas más alejadas del centro de la madina, probablemente un asentamiento anterior que acabó integrado como un arrabal. Los resultados obtenidos de la intervención arqueológica y del estudio de materiales han permitido establecer una secuencia cronológica entre los siglos IX y XI y aportar nuevos datos sobre el área más perimetral de la ciudad.

Palabras clave: Al-Andalus, cerámica altomedieval, emiral, califal, omeya, arrabal, medina.

ABSTRACT

This article presents the preliminary results of the study of a ceramic assemblage from the interior of a singular building located in the so-called “Cortijo de los Cigarrones” at the archaeological site of Madīnat Ilbīra (Atarfe, Granada), during the excavation campaigns of 2018 and 2019. This is one of the areas furthest from the centre of the madina, probably an earlier settlement that ended up integrated as a suburb. The results obtained from the archaeological intervention and the study of materials have made it possible to establish a chronological sequence between the 9th and 11th centuries and to provide new data on the most peripheral area of the city.

Keywords: Al-Andalus, early medieval pottery, emirate, caliphate, Umayyad, suburb, city.

INTRODUCCIÓN

El yacimiento arqueológico de Madīnat Ilbīra se encuentra situado en el sureste peninsular, en la estribación sur de Sierra Elvira entre los municipios de Atarfe y Pinos Puente (Fig.1). Debido a sus particulares características es un espacio de gran importancia histórica y patrimonial para determinar la evolución territorial y social desde la Antigüedad Tardía a la Alta Edad Media, época en la que la madina alcanzó su máximo esplendor, coincidiendo con el emirato y el califato omeya, hasta que perdió la capitalidad de la región en el siglo XI en favor de la fundación de Granada (MALPICA, 2013: 28).

Fig. 1. Localización de Madīnat Ilbīra y Granada en el sur de la Península Ibérica y delimitación del área protegida como BIC. Según el Boletín Oficial de la Junta de Andalucía de 12 de enero de 2015.

Aunque conocida desde época histórica gracias a las fuentes escritas, no fue hasta finales del siglo XIX cuando dieron comienzo las labores de investigación a cargo de Manuel Gómez Moreno (1888). En el año 2001 empezó la investigación sistemática del yacimiento bajo la dirección de Antonio Malpica Cuello. La ejecución de un Proyecto de Investigación llevado a cabo entre 2003 y 2011 titulado ”La ciudad de Madīnat Ilbīra” permitió la planificación de las intervenciones con unos objetivos claros y bajo criterios arqueológicos permitiendo así la evaluación de los hallazgos al mismo tiempo que frenó el deterioro en los restos de la ciudad causados por expolios y el avance urbanístico de Atarfe (MALPICA, 2016: 79). Esta estrategia estableció fases de trabajo en las que se intercalaban las intervenciones arqueológicas llevadas a cabo en 2005, 2007 y 2009 (MALPICA et alii, 2006b, 2008), junto con dos intervenciones puntuales en 2001 y 2006 (MALPICA et alii, 2001; MARTÍN et alii, 2010) y una prospección de la totalidad del yacimiento para delimitarlo en 2003 (MALPICA et alii, 2006a). Estas intervenciones, junto con los estudios de los materiales arqueológicos, permitieron crear una sólida metodología de trabajo y de tratamiento de la información (MALPICA, 2014). Se pudo establecer así un marco cronológico de ocupación de la madina centrado entre la segunda mitad del siglo IX y el primer cuarto del siglo XI (JIMÉNEZ, 2013: 69).

A partir de 2016 se retomaron los trabajos de campo, primero con la realización de estudios geofísicos (RĘBKOWSKI et alii, 2016) y posteriormente con la planificación de nuevas intervenciones arqueológicas en el yacimiento, dentro del marco del proyecto hispano-polaco titulado ”Madīnat Ilbīra como predecesora de Granada (Madinat Ilbira - predecessor of Granada)”, codirigido por Marian Rębkowski y Antonio Malpica Cuello. Los objetivos de este proyecto fueron los de documentar el proceso histórico de formación y abandono de Madīnat Ilbīra resolviendo el problema de la organización espacial de varias zonas de la madina. Zonas en las que apenas se habían llevado a cabo intervenciones arqueológicas con anterioridad. Intentando, además, acotar el origen, auge y colapso de la periferia en la que se situaría el hábitat con población de tradición cristiana. Este último objetivo con la intención de conocer mejor el proceso de convivencia entre los grupos arabo-beréberes y los dhimmis, cristianos conocidos popularmente como los mozárabes de Elvira.

En este articulo presentamos el estudio preliminar de los materiales cerámicos encontrados en uno de los espacios excavados durante las campañas de excavación arqueológica llevadas a cabo en el yacimiento entre 2018 y 2019 (Fig. 2). El estudio cerámico pretende ser un análisis general del material localizado y sentar las bases sobre las que realizar posteriores investigaciones. El objetivo principal es el de presentar las características de los materiales cerámicos y ponerlos en relación con los estudios previos en el yacimiento. Todo ello con la intención de usar esta cerámica como un instrumento para interpretar la formación y la función de los contextos excavados y realizar una propuesta cronológica para las distintas fases de ocupación. En definitiva, extraer todo el potencial informativo que pueda ofrecernos la cerámica para la posible interpretación del conjunto estructural. Pero no solo nos limitaremos a la cerámica, sino que integraremos los datos obtenidos junto con el contexto arqueológico, el análisis arquitectónico y otros materiales como los metálicos, con el objetivo de ofrecer los resultados más completos posibles sobre el borde más al este de la medina excavado hasta ahora.

Fig. 2. Localización de Madīnat Ilbīra y las zonas excavadas a partir de MALPICA, 2014.

2. CONTEXTOS Y FASES ESTRATIGRÁFICAS

2.1. Evidencias arqueológicas en el “Cerro de los Cigarrones”

El edificio se localizó en el área más meridional de la madina conocida como “Cortijo de los Cigarrones” donde algunos autores sitúan el barrio mozárabe surgido del asentamiento tardoantiguo del “Pago de Marugán”. El propio Manuel Gómez Moreno llegó a documentar en esta zona 1.200 tumbas que confirmarían la pervivencia de una comunidad de tradición cristiana. Primero como un núcleo independiente y posteriormente, tras el crecimiento urbano, anexionado como un arrabal de la madina (GÓMEZ MORENO, 1888: 7-8). La primera intervención arqueológica contemporánea en la zona se remonta a 1998. Estuvo motivada por una construcción privada y fue dirigida por Ángel Rodríguez Aguilera. Se abrió un único sondeo en el que, a poca profundidad, se descubrieron los restos de una vivienda. La construcción contaba con dos habitaciones y un patio, cuyas características no diferían de las documentadas en el resto del yacimiento. El alzado, que se había perdido, estaba realizado en tapial apoyado sobre unos zócalos de mampostería irregular, unidos por un mortero de tierra muy pobre en cal. La cubierta estaría realizada mediante teja curva, como se deduce del derrumbe de la construcción. Por los restos encontrados en las habitaciones se interpretó que una de ellas podría ser una cocina, ya que uno de sus muros contaba con un poyo donde se halló una olla del siglo IX incrustada. Se descubrió, además, una serie de infraestructuras coetáneas; una calle situada en un lateral y un pozo circular interpretado como un aljibe. Las conclusiones de esta intervención indican que los espacios excavados formarían parte de un arrabal periférico de la madina con dos fases de ocupación, una emiral y otra califal, que debió de ser abandonado en torno al siglo XI (RODRÍGUEZ, 2003: 597). Con esta primera intervención quedó demostrado el potencial del yacimiento en general y de esta zona en particular.

Actuaciones posteriores han evidenciado que este sector contaba con un desarrollo urbanístico muy importante desde fechas tempranas. El seguimiento arqueológico llevado a cabo entre 2007 y 2008 (SALVAGO, 2008) sacó a la luz los restos de una serie de estructuras con enlucido cubiertas por un gran derrumbe de tejas que evidenciaban la existencia de espacios habitacionales en la zona oeste del “Cortijo de los Cigarrones”. Similares resultados se obtuvieron en la actuación de 2018 cuando, a escasos metros de la zona intervenida en 2007, aparecieron los restos de dos estancias separadas por una calle y un pozo. A ello hay que añadir la aparición en la ladera del cerro de una serie de tumbas con ritual de inhumación cristiano para las cuales no se ha dado a conocer cronología exacta, por lo que no queda claro si son anteriores a la fundación de la ciudad o de la época de plena vigencia de la medina.

Los resultados obtenidos de la prospección geofísica de 2016 (Fig. 3) también informaban de la presencia de un complejo entramado de estructuras rectangulares que indicaban una gran densidad urbanística en la zona (RĘBKOWSKI et alii, 2019: 280-282).

Fig. 3. Mapa del estudio de resistividad de la cuadrícula R8. En blanco la delimitación del sondeo 41.000 (RĘBKOWSKI et alii, 2019: 282).

2.2. Secuencia estratigráfica de los contextos excavados

Los resultados de la prospección geofísica de 2016 ayudaron a decidir dónde planear los sondeos en la campaña de 2018 y 2019 que dieron como resultado la localización de un edificio de grandes dimensiones sobre una serie de estructuras previas de carácter agrícola. Organizadas por antigüedad, estas son las fases estratigráficas documentadas:

Fase I: la fase estratigráfica más antigua correspondería al momento en el que se excavaron en el nivel geológico dos estructuras cuadrangulares, similares a pequeños silos (S-1 y S-2), y un pozo o qanāh (P-1) situados en el sector noreste del sondeo. Los silos se localizaron bajo el muro perimetral de un edificio posterior (ver Fase 3) y sus niveles de relleno más superficiales estaban cortados por las fosas de cimentación de dicho muro. El primero de ellos (S-1) tenía planta cuadrangular y en su interior se encontró un interesante depósito de cerámicas y restos de fauna. Fue amortizado antes de la construcción del edificio (Fig. 4, sección acumulativa A). En el caso del segundo (S-2) estaba cubierto por una gran losa de piedra sobre la que se apoyaba el muro. No se pudo determinar ni sus dimensiones ni su profundidad, pero podría haber estado en uso al mismo tiempo que el S-1, localizado a escasos metros y con el que compartía orientación. En lo que respecta al pozo o qanāh (P-1), en su interior se localizaron diferentes depósitos de materiales sellados bajo una capa de mortero que inutilizaba la estructura.

Fig. 4. Planta y secciones acumulativas de los sondeos 41.000 y 43.000.

Fase II: la segunda fase corresponde a una pequeña construcción (denominada E-4) situada en la esquina oeste y cuyos límites están dentro de una de las estancias del edificio principal de la Fase III. La estratigrafía indica que la construcción de la E-4 es anterior a ese gran edificio posterior y que no estuvieron en uso al mismo tiempo. La construcción de esta Fase II es de planta rectangular, solo conserva tres esquinas del pequeño zócalo de piedra de los muros y en su interior se recuperó material cerámico (Fig. 4, sección acumulativa C).

Fase III: la tercera fase estratigráfica se divide a su vez en dos momentos o subfases (Fig. 4, sección acumulativa A, B y C): la Fase III.1 que corresponde al momento de planificación y construcción del edificio principal, y la Fase III.2 a la que pertenece una pequeña estructura rectangular excavada en la roca denominada H-1. Al no tener relación física entre ambas no es posible estar del todo seguros de que sea una única fase, por eso lo hemos subdividido, aunque las relaciones estratigráficas dejan claro que ambas estructuras son posteriores a todo lo descrito en la Fase II y anteriores a todo lo descrito en la Fase IV. Todo el complejo estructural de esta fase se articula creando 4 estancias (las hemos denominado E-1, E-2, E-3 y E-5, ya que la E-4 corresponde a la Fase II). Por el momento desconocemos sus dimensiones totales, tanto del propio edificio como de cada una de sus estancias (Fig. 16). Posiblemente se trate de uno de los edificios más grandes de los excavados en el yacimiento hasta el momento. La técnica de construcción empleada es homogénea en todo el complejo estructural a excepción de algunos muros adosados a la estructura principal (pertenecientes a la Fase IV.1). Los muros de todas ellas fueron construidos al mismo tiempo ya que todos comparten fosas de cimentación y están trabados entre sí. Las fosas de cimentación eran poco profundas y escasamente superaban la anchura del propio muro. En muchos casos aprovecharon la línea natural del propio nivel geológico o lo recortaron ligeramente para poder asentar los zócalos de piedra. Los alzados de los muros, de los que prácticamente no se conservan restos, fueron levantados en tapial. Solo ha sido posible localizar los restos de estas tapias formando parte de los derrumbes (fase VI) ya que aportan a estos una textura y color muy característico. Esta fue la técnica de construcción más utilizada en las edificaciones de Madīnat Ilbīra (GARCÍA-CONTRERAS, 2020; GONZÁLEZ ESCUDERO, 2010; MALPICA, 2012).

Fase IV: la cuarta fase estratigráfica también se divide en dos momentos (Fig. 4, sección acumulativa C). A la Fase IV.1 pertenece la construcción de dos pequeños muros situados en los límites suroeste y sur adosados a la estructura principal. Estos muros no tienen contacto físico entre sí, pero comparten la misma técnica constructiva y entre ambos parece que crean una nueva estancia, aún sin definir, en el sector suroeste. A la Fase IV.2 pertenece la construcción de suelos y pavimentos de las propias estancias. De las 4 estancias identificadas, solo dos de ellas (las denominadas como E-3 y E-2) conservan restos de la preparación de un suelo y de un pavimiento de losas calizas. En el resto de estancias (E-1 y E-5) el suelo debió de ser de tierra apisonada. Al mismo tiempo que la construcción de los pavimentos se abrió el vano que comunica la E-1 y la E-2. El tranco de la puerta fue construido con dos sillarejos que conservaban los huecos de las jambas.

Fase V: la quinta fase correspondería con el momento en el que se realizan modificaciones en la estructura principal que hemos descrito en la Fase III (Fig. 4, sección acumulativa A, B y C). En primer lugar, se cierra el espacio que dará acceso entre la E-1 y la E-2 (el vano mencionado anteriormente) al mismo tiempo que se construye un muro divisorio en la E-3 (Fase V.1). Por su parte, la Fase V.2 corresponde al último periodo en el que el edificio estuvo en uso en un contexto muy interesante pues en él se ha localizado una gran cantidad de restos cerámicos, fauna y artefactos metálicos entre bolsadas de cenizas.

Fase VI: durante la última fase estratigráfica documentada se produce el abandono del edificio (Fig. 4, sección acumulativa A, B y C). Se trata de los derrumbes sobre las estructuras que contienen gran cantidad de restos cerámicos y de material constructivo.

3. ESTUDIO DEL MATERIAL CERÁMICO POR FASES ESTRATIGRÁFICAS

3.1. Metodología y caracterización general del material cerámico

Los materiales cerámicos incluidos en este estudio formaban parte de niveles de abandono y uso, rellenos de pavimentos y fosas de cimentación de todas las estructuras de las fases estratigráficas mencionadas. En total se han recogido e inventariado 6.166 fragmentos cerámicos procedentes de 62 unidades estratigráficas. Se ha excluido de este trabajo los materiales procedentes del nivel agrícola contemporáneo.

A pesar de que la mayor parte del material recuperado presentaba un alto grado de fragmentación, su estado de conservación era óptimo para su estudio. Solo en unos pocos casos se han podido reconstruir parcialmente las vasijas por lo que se optó por un sistema de cuantificación cerámica que permitiera trabajar con este tipo de material (ORTON, HUGHES, 2013: 207; ORTON, TYERS, 1992: 164). Los fragmentos cerámicos de cada unidad estratigráfica se agruparon por conjuntos determinados por la secuencia estratigráfica. Posteriormente se seleccionaron todos los bordes y bases con los que se ha establecido la muestra sobre la que se ha realizado este estudio. Los datos recogidos en el registro de toda la muestra se centraron en aspectos morfológico-funcionales a partir de la identificación de los grupos, series y tipos definidos por la forma del borde y la base. También se tomaron datos sobre aspectos tecnológicos, manufactura de las piezas y los relativos a los acabados, cobertura y las decoraciones. Finalmente, distintas medidas y grosores de las piezas para establecer el grado de estandarización de los tipos. De esta forma se han establecido las características del conjunto cerámico de cada fase para poder así analizar las variaciones y evolución cronológica entre ellos.

La cuantificación de todos estos datos se estableció con el sistema EVE o equivalente de vasija estimado calculado a partir de la mitad de la suma de bordes y bases (ORTON, HUGHES, 2013: 210; ORTON, TYERS, VINCE, 1993: 172). Los valores obtenidos de cada EVE fueron agrupados en los distintos conjuntos cerámicos por tipos, convirtiendo los valores obtenidos en equivalentes de información cerámica o PIES. Estos contienen, en sentido estadístico, tanta información como una pieza completa y permiten realizar estudios comparativos entre conjuntos (ORTON, TYERS, 1990: 104).

Para poder evaluar la representatividad estadística de las diferencias existentes entre las composiciones de los distintos conjuntos fue necesario determinar la similitud entre los procesos de formación de los conjuntos cerámicos. Para ello se usaron dos valores: el grado de erosión de los fragmentos y el porcentaje de vasijas presentes en cada contexto. El nivel de erosión se calculó categorizando los fragmentos cerámicos de la muestra en cuatro grupos: 0-Sin erosión, I-Erosión leve o desgaste leve de coberturas, II-Erosión parcial o desgaste parcial de coberturas y III-Erosión generalizada o desgaste total de coberturas (BUKO, 2008: 159). Los resultados obtenidos indican que los materiales de cada conjunto presentan un nivel de erosión similar y todos los conjuntos oscilan ente el grupo I y II. La única excepción son algunos vidriados y piezas de gran tamaño, cocidas a baja temperatura y que se encontraban muy erosionadas, pertenecientes al grupo III. Este nivel de erosión es el habitual entre los materiales procedentes de fosas de cimentación de muros, preparación de pavimentos o niveles de abandono. En cuanto a la proporción de vasijas completas conservadas se ha calculado a partir de la relación existente entre la estimación de vasijas representadas o EVREP y del equivalente de vasija estimado o EVE (ORTON, TYERS, 1990: 86; SCHIFFER, 1987: 282). Tanto la fórmula como las correcciones empleadas es la misma utilizada en otros contextos del yacimiento (JIMÉNEZ, 2012: 275). Una vez más el resultado obtenido en los distintos conjuntos es bastante homogéneo ya que el porcentaje en cada conjunto oscila entre el 19,66% y el 11,96% con un porcentaje de piezas completas muy pequeño. Esto indicaría que estos conjuntos corresponden a depósitos secundarios y están compuestos por piezas con tamaños bastante homogéneos. Los resultados obtenidos indican que se trata de depósitos con características similares (JIMÉNEZ, 2012: 276).

Somos conscientes de las limitaciones del método y de la existencia de otros igualmente exitosos (BUSTO, CARRERO, 2015; ESCRIBANO, 2017: 298) pero se trata del estudio de unas producciones cerámicas bien conocidas y clasificadas en el yacimiento. Es además el sistema empleando, aunque con ciertas modificaciones, durante los años de investigación sistemática de Madīnat Ilbīra y cuyos resultados han sido bastante exitosos (CARVAJAL, 2005, 2007, 2008; JIMÉNEZ, 2012; JIMÉNEZ, CARVAJAL, 2008; MALPICA, JIMÉNEZ, CARVAJAL, 2010, 2020; MARTINEZ, 2015). Finalmente se han tenido en cuenta las características generales de cada conjunto cerámico como información cualitativa puntual para completar la ofrecida por la muestra de referencia y así poder solucionar parcialmente algunos problemas puntuales que pudiera presentar el método en algunos contextos (ESCRIBANO, 2017: 292). Con todos estos datos se ha podido establecer la evolución de los conjuntos cerámicos localizados en este sector y establecer comparativas entre ellos y con los localizados en otras campañas de excavación en el yacimiento.

3.1.1 Características tecnológicas y de manufactura

Se ha llevado a cabo solamente una caracterización general ya que un análisis en detalle no formaba parte del objetivo de este estudio. Se ha realizado un estudio macroscópico a partir de cuatro parámetros básicos: el color de las pastas, el tamaño de las inclusiones, el tipo de modelado y tratamiento de la superficie de las piezas con el objetivo de identificar el proceso de producción y así agrupar las piezas estableciendo grupos tecnológicos o cerámicos (FERNÁNDEZ, 2008: 139; RETUERCE, 1998: 66-69).

Si analizamos en detalle algunos de los resultados obtenidos podemos ver que el sistema de modelado de las piezas estudiadas incluye varias técnicas. La mayoría está realizada a torno rápido (91,95%) sin cobertura (89,61%). El modelado a mano (8,05%) se reserva generalmente para aquellas piezas que, por su tamaño, como los grandes contenedores, o por su forma, como asas, apliques o piqueras, necesitan el uso de esta técnica. Hay un pequeño porcentaje de piezas realizadas a torneta (2,34%). Esta técnica se ha identificado solo en las formas cerámicas abiertas de cocina y en unos periodos cronológicos muy concretos que analizaremos más adelante.

Al comparar los resultados6 de este material con el de las campañas anteriores podemos ver que el uso del torno es mayoritario en todos los contextos excavados en el yacimiento (Tab. 1). Los porcentajes son similares entre los contextos más tempranos (campaña 2005) y los más tardíos (campaña 2018/2019). Al contrario de lo que ocurre en otros territorios peninsulares con similar cronología, la técnica de modelado empleada no tiene ninguna significación cronológica ya que el uso del torno estaba bastante extendido en esta zona desde fechas muy tempranas (JIMÉNEZ, 2012: 304). En cambio, aporta información sobre la composición de los conjuntos y la posible funcionalidad de los espacios excavados. Esto puede apreciarse en la campaña de 2006 cuya elevada cifra de cerámicas realizadas a mano (12,37%), la mayor parte de ellas adscrita al grupo funcional de almacenamiento, se debe a que proceden de un contexto interpretado como un espacio productivo (MARTÍN et alii, 2010: 1558). En cambio, en la campaña de 2009 del pozo/silo el porcentaje es pequeño (1,04%) debido a que el conjunto procedee de un ajuar doméstico compuesto principalmente por cerámicas de mesa que además estaban vidriadas (JIMÉNEZ, 2012: 313).

Tab. 1. Representación del porcentaje de EVE (media borde-base) de modelado y cobertura en cada uno de los contextos excavados en el yacimiento (JIMÉNEZ, 2012: 304; JIMÉNEZ, CARVAJAL, 2008; 7; MARTÍN et alii, 2010: 1.554; MARTÍNEZ, 2015: 99)

CAMPAÑA

MODELADO

COBERTURA

 

A mano/torneta

Torno

Vidriado

Sin vidriado

2005-Cerro del Sombrerete

4,98

95,02

4,65

95,35

2006 -Pago de los Tejoletes

12,37

87,63

12,54

87,46

2007-Pago de la Mezquita

4,17

95,83

8,63

91,37

2009-Cortijo de las Monjas (pozo/silo)

1,04

98,96

17,67

82,33

2009-Cortijo de las Monjas (necrópolis)

2,47

97,53

10,23

89,77

2018-2019-Cortijo de los Cigarrones

8,05

91,95

10,39

89,61

Si observamos de forma pormenorizada los resultados de la campaña 2018/2019 (Fig. 5) podemos ver cómo los porcentajes por fases son similares al resto de áreas excavadas en el yacimiento. Una vez más, las pequeñas variaciones son consecuencia de la presencia de determinadas series cerámicas en cada fase. El elevado número de piezas realizadas a mano en la Fase I (12,40%) y Fase III.2 (9,44%) se debe a la presencia de una gran cantidad de candiles de piquera. En el caso del modelado a torneta aparece asociado solo a las series cerámicas cazuela, tapadera, tabaq y anafres muy abundantes en la Fase III.2 (5,83%) y Fase IV.2 (5,15%).

Fig. 5. Representación del porcentaje de EVE (media borde-base) de modelado en cada una de las fases de ocupación de los sondeos 41.000 y 43.000.

En lo que respecta a las pastas, están seleccionadas en función del tipo de piezas que se quiere fabricar. Es decir, mientras que las pastas usadas para la cerámica de cocina son compactas, ferruginosas, con abundantes inclusiones y cocciones oxidantes o mixtas ideales para soportar el choque térmico al que se verán sometidas durante su uso, las pastas con tonalidades claras, más porosas, con menos inclusiones y cocciones oxidantes se reservan para producciones de mesa y vidriadas, tanto formas abiertas como cerradas. Con anterioridad han sido publicados varios trabajos que ahondan en este tipo de cuestiones desde la perspectiva arqueométrica que pueden arrojar más información al respecto (CARVAJAL, DAY, 2015; CARVAJAL et alii, 2018; MOLERA et alii, 2018).

3.1.2 Características morfotipológicas

Se han tomado como referencias todos los bordes, bases, asas y galbos decorados. Todo ello con el objetivo de determinar los grupos funcionales, series cerámicas y tipos presentes en cada uno de los conjuntos cerámicos estudiados. Se ha mantenido el mismo sistema de nomenclatura creado durante los estudios cerámicos previos en el yacimiento (CARVAJAL, 2005, 2007, 2008; JIMÉNEZ, 2012; JIMÉNEZ, CARVAJAL, 2008; MALPICA, JIMÉNEZ, CARVAJAL, 2010, 2020; MARTINEZ, 2015) pero el repertorio ha sido ampliado como resultado de la aparición de nuevas tipologías. Para poder fijar la cronología de los diferentes conjuntos se han tenido en cuenta las características de los horizontes cerámicos establecidos para el yacimiento además del análisis de la estratigrafía y una revisión de los estudios publicados sobre cerámicas del entorno. Como puede apreciarse en la gráfica (Fig. 6), el repertorio cerámico de este contexto es muy variado y están representados prácticamente todos los grupos funcionales en la mayoría de los conjuntos.

Fig. 6. Representación del EVE (media borde-base) por grupos funcionales y series cerámicas en las diferentes fases de ocupación.

3.1.3 Tratamiento de superficies y vidriados

Se ha centrado en determinar los diferentes tipos de acabados prestando especial atención a las cubiertas vidriadas. También se han identificado técnicas y motivos decorativos para tratar de esclarecer su significado contextual y cronológico. No hay una gran variedad en cuanto a la técnica y la mayor parte de los fragmentos no presenta cobertura, tratamiento o motivos decorativos.

Hay algunas diferencias con respecto a los estudios de campañas anteriores. En primer lugar, el uso del engobe, frecuente en los contextos califales del yacimiento, es bastante residual en los materiales recuperados. Se aplica en la parte superior del cuerpo, cuello y en el borde de las piezas cerámicas, generalmente formas cerradas de mesa. Creemos que la baja presencia de este tipo de cobertura se debe a su rápido deterioro como consecuencia de la acidez de los suelos ya que la misma suerte han corrido algunas piezas vidriadas de las que solo conservamos parcialmente la cubierta vítrea.

En cambio, el porcentaje de cerámicas vidriadas sí es similar al de otros contextos domésticos de la madina (Tab. 1). Las producciones vidriadas de época islámica tienen por sí mismas una serie de implicaciones técnicas, sociales y económicas que las convierten en pieza clave dentro de los estudios de la cerámica de época andalusí (SALINAS, PRADELL, MOLERA, 2018). En el caso del yacimiento de Madīnat Ilbīra, el porcentaje de piezas vidriadas es un buen indicador cronológico. En contextos emirales o tardo-emirales el porcentaje de vidriados oscila entre el 4-5% (Tab. 1, campaña 2005) y corresponde únicamente a formas cerradas de mesa o candiles. Los tipos de vidriados, tonos y tecnológicas utilizadas en estas piezas son muy dispares seguramente porque son importaciones procedentes de distintos talleres andalusíes o incluso más lejanos (SALINAS, 2019: 303; SALINAS, PRADELL, 2020: 7), mientras que, en los contextos con cronología califal, asociados principalmente a viviendas, el porcentaje se sitúan en torno al 8-17% (Tab. 1, campañas 2006, 2007, 2009 y 2018/2019) gracias, en parte, a la aparición de la serie ataifor en el ajuar. En el caso de los vidriados califales la técnica de producción, en la mayor parte de las piezas, parece estar bastante estandarizada.

Similares características podemos observar al comparar los resultados de las fases de ocupación del espacio excavado en el “Cortijo de los Cigarrones”. En la Fase I, con una cronología aproximada tardoemiral, el porcentaje de piezas vidriadas es inferior al 4% (Fig. 7). Además, tampoco se ha documentado la presencia de ataifores. En cambio, en las fases de construcción y ocupación del edificio denominadas como Fase III.2 y Fase IV.1, acotadas cronológicamente entre mediados del siglo X y primera mitad del siglo XI, el porcentaje de vidriados supera el 10% y se asemejan a los de contextos domésticos de la zona llana de la ciudad durante el mismo periodo (Tab. 1).

Fig. 7. Representación del porcentaje de EVE (media borde-base) en cada uno de los contextos de los sondeos 41.000 y 43.000.

3.2 Secuencia cronológica y caracterización de los contextos

Hasta el momento las fases mejor documentadas en el yacimiento correspondían al período emiral tardío, bien representado en el “Cerro del Sombrerete” y en algunos contextos agrícolas de la zona llana de la madina, y pleno califales en contextos domésticos y artesanales del llano (JIMÉNEZ, 2013: 69-70). Pero en esta zona periurbana, aparte de los ya mencionados, también se han documentado contextos tardíos, posiblemente de mediados del siglo XI. La mayor parte de los espacios ocupados presentan cerámicas en los niveles de uso y amortización pertenecientes al siglo X y primera mitad del siglo XI. Son escasas las tipologías típicas del siglo IX, aunque sí hay un importante número de ellas adscritas al llamado periodo transicional entre época emiral y califal bien documentado gracias a los marcadores cronológicos de la cerámica en el yacimiento (Fig. 8). En definitiva, se trata de un conjunto cerámico heterogéneo cuyas diferencias sirven para proponer una secuencia cronológica entre los momentos previos, de uso y abandono de las estructuras excavadas.

Fig. 8. Principales indicadores cronológicos de la cerámica en contextos de Madīnat Ilbīra. Método de cuantificación: EVE (media borde-base).

3.2.1 Fase I

Los restos cerámicos localizados pertenecen a los niveles de amortización y abandono de dos silos (S-1 y S-2) y un pozo o qanāh (P-1). A rasgos generales el material es bastante escaso pero muy interesante en su conjunto. Los datos de los principales marcadores cronológicos (Fig. 8) indican el predominio del uso de las bases planas en las formas cerámicas cerradas, de los bordes de olla de tipo sinuoso como los predominantes, el escaso porcentaje de vidriados, todos ellos pertenecientes a formas de mesa cerradas, y la ausencia de ataifores en el registro. Estos datos junto con los paralelos de las tipologías cerámicas localizadas situarían los niveles de amortización y abandono de estas estructuras entre la segunda mitad del siglo IX y el primer tercio del siglo X al que denominamos como periodo transicional entre época emiral y califal. De todos los contextos el más interesante es el localizado en el interior del S-1, consistente en un pequeño grupo de piezas cerámicas prácticamente intactas. La primera es un candil de piquera corta y cazoleta baja sin escotadura llamada tipo S.1 (Fig. 9, n.ºs 11-12). Esta tipología es habitual en los contextos emirales del yacimiento (CARVAJAL, 2008: 326, fig. 25) y aparece en prácticamente todo el sur peninsular a partir del siglo IX (ACIEN etalii, 2003: 4, fig. 6.57; AMORÓS, 2018: 225, fig. 190, tipo 11.1.3; CASTILLO, MARTÍNEZ, 1993: 98, lám. XII.2; FUERTES, 2010, fig. 252.1; GÓMEZ BECERRA,1998: 419, n.ºs 28-30; ÍÑIGUEZ, MAYORGA,1993: 131, lám. 7; MOTOS, 1991: 49, fig. 16; PÉREZ 2003: 240, lám.98.1.2; SERRANO et alii, 2016: 288, fig.10.6). La segunda y tercera pieza son dos ollas de pastas pardas y realizada a torno de boca trilobulada con piquera y borde sinuoso, cuerpo globular con una sola asa y con base plana denominadas tipo S (Fig. 9, n.º 2). Esta tipología de olla es muy característica en contextos emirales en el yacimiento (CARVAJAL, 2008: 313, fig. 16) y está también presente en muchos otros de la provincia de Granada (GÓMEZ BECERRA, 1998: 418, n. º10.II.3, 2002: 70, fig. 2.7; JIMÉNEZ, 2007: 203, fig. 13; MOTOS, 1991: 39, fig. 8, n.º 78.2.1.5) y del territorio andalusí (AMORÓS, 2018: 127, fig. 96, tipo 1.3.3; CASTILLO, MARTÍNEZ, 1993: 79, lám.1.11; FUERTES, 2010: 333, fig. 25.5; ÍÑIGUEZ, MAYORGA, 1993: lám. 7.4). La cuarta pieza es una vasija de pastas claras y escasas inclusiones, realizada a torno y a mano, vidriada en tono verde azulado muy brillante con una tipología muy singular (Fig. 9, n.º 5). Presentaba decoración incisa en forma de escamas bajo la cubierta vítrea y es la única pieza vidriada del conjunto. Este tipo de decoración se ha documentado en centros productores cercanos (CASTILLO, MARTÍNEZ 1993: 92, lám. IX.4; SALINAS, 2019: 303, fig. 2) y parece una exportación ya que no se ha localizado ningún ejemplar similar en el yacimiento, solo algunos fragmentos de bordes con la misma tipología y vidriado en el interior del P-1.

Fig. 9. Cerámicas de la Fase I.

En el P-1 los restos cerámicos son escasos, las piezas están muy fragmentadas y tienen evidentes restos de mortero en su superficie, similar en textura y color al que sellaba la estructura. La mayor parte del material son bordes y bases de la serie olla. Entre las tipologías documentadas se encuentran las de borde sinuoso, ya mencionada, y otra de borde recto, labio redondeado y ligeramente convexo al interior llamada tipo I (Fig. 9, n.º 1). Esta última no es una tipología muy habitual en el yacimiento y suele aparecer con frecuencia en los mismos estratos que las ollas de borde sinuoso (CARVAJAL, 2008: 314, fig. 17). De igual modo se han encontrado en niveles emirales de yacimientos del sureste peninsular (AMORÓS, 2018: 118, fig. 87, tipo 1.1.1.a.d; CASTILLO, MARTÍNEZ, 1993: 81, lám. II.3; JIMÉNEZ, 2007: 205, fig. 14.43; MOTOS,1993: 216, fig. 4.4; PÉREZ, 2003: 238, lám. 93.1.6; SERRANO et alii, 2016: 282, fig. 10.2.2091/24). Las bases son mayoritariamente planas, aunque hay algunos ejemplos de bases ligeramente convexas típicas del siglo X. Las piezas vidriadas siguen siendo muy escasas y casi todas pertenecientes a pequeños jarritos de borde recto (Fig. 9, n.ºs 3-4) o redomas con vidriado traslúcido monocromo en tonos verdosos o amarillentos (Fig. 9, n.ºs 6-7). El grupo de cerámicas de almacenaje está bastante bien representado. Jarras de pastas rojizas realizadas a torno de boca trilobulada, borde ligeramente exvasado y asa de cinta denominadas tipo L (Fig. 9, n.º 8). Es una tipología muy común que perdura durante todo el periodo altomedieval casi sin modificaciones. En algunos ejemplos de otros yacimientos se observan cambios en la posición del asa o en la altura de la pieza (AMORÓS, 2018:199, fig. 164, tipo 7.5.3; FUERTES, 2010: 425, fig. 116.1; MOTOS, 1993: 221, fig. 7.2). También hay algunos fragmentos de alcadafes de pastas claras realizados a mano de borde vuelto y engrosado al exterior llamados tipo R (Fig. 9, n.º 10)y tinajas de pastas rojizas, abundantes inclusiones y realizadas a mano de borde recto, engrosado al exterior y de labio cuadrangular o tipo C (Fig. 9, n.º 9). Es una de las tipologías de tinaja más habitual en todos los contextos. Se documenta en el yacimiento a partir del siglo IX (CARVAJAL, 2005:160, lám. 2 2068-4) y también por gran parte del territorio andalusí (AMORÓS, 2018: 160, fig. 5.2.2; CASTILLO, 1996: 210, fig. 4.20; GÓMEZ BECERRA, 2002: 76, fig. 5.7; JIMÉNEZ, 2007: 211, fig. 20.54; MOTOS, 1991: 46, fig. 13.3-4-13; VALLEJO, ESCUDERO, 1998: 161, lám.24.2).

El análisis de las estructuras pertenecientes a esta fase indica un momento de baja densidad urbanística en esta zona de la madina, en la que, si bien puede haber algún espacio doméstico (RODRÍGUEZ, 2003), la zona estaría ocupada principalmente por estructuras hidráulicas para uso agrícola y por otras negativas cuyas características se asemejan a silos para almacenamiento, aunque pudieron haber tenido otras funciones (MALALANA, MORÍN, BARROSO, 2013: 348). Su fin último, por lo que se deduce de los materiales en su interior, fue el de basurero. Igual ocurriría con el pozo o qanāh en el que, aunque de tipología similar al localizado durante la campaña de 2009 (JIMÉNEZ, 2012: 301), las características de los estratos y las cerámicas encontradas en su interior indican que estuvo en uso por un periodo de tiempo mucho más corto. Este tipo de cambios en el uso de estos pozos para ser integrados en viviendas se observa también en otras zonas del yacimiento una vez que las estructuras hidráulicas dejan de estar en uso (MALPICA, 2012: 101). Hacia finales de esta fase debió de dar comienzo un proceso de urbanización en la zona que condujo a la amortización de todas estas estructuras.

3.2.2 Fase II

Las cerámicas de esta fase proceden de los niveles de cimentación y abandono de la estructura E-4. Son muy escasas y su estado de conservación no era bueno. Los datos generales de indicadores cronológicos (Fig. 8) son similares a los de la Fase I por lo que consideramos que la amortización de esta estructura debió de producirse casi al mismo tiempo, probablemente a inicios del siglo X. La mayoría de la cerámica localizada pertenece al grupo cocina y los fragmentos estaban bastante carbonizados (Fig. 6). Entre lo más interesante se encuentra la presencia de ollas de borde sinuoso con decoración de trazos de pintura almagra aplicada con los dedos sobre la parte superior de la pieza creando tres líneas longitudinales y delineando todo el borde (Fig. 10, n.º 1). Es una decoración muy característica de finales del siglo IX y principios del X. También aparecen las primeras cazuelas en el registro. Se trata de piezas realizadas a torneta, de pastas pardas y abundantes inclusiones, de borde exvasado, engrosado al exterior con paredes amplias y carena en la zona media del cuerpo llamadas tipo E (Fig. 10, n.º 2). Ejemplos de este tipo de cazuela se han encontrado en el registro arqueológico del “Cerro del Sombrerete” (CARVAJAL, 2005: 165, fig. 7, tipo I) y en otros contextos del sureste peninsular de la segunda mitad del siglo IX (AMORÓS, 2018: 153, fig. 121, tipo 4.2.2.b; CASTILLO, MARTÍNEZ, 1993: 83, lám. III.5). En cuanto a la cerámica de mesa, principalmente están representadas las formas cerradas tanto de jarritos como de redomas, ambos de pastas claras, sin demasiadas inclusiones y muy porosas. Son especialmente interesantes los jarritos de cuello recto y ancho con decoración incisa bajo el vidriado (Fig. 10, n.º 3) también ampliamente representados en el este peninsular durante este periodo (AMORÓS, 2018: 286, fig. 244.c; CANO MONTORO, 2013: 788; CASTILLO, MARTÍNEZ, 1993: 88, lám. VI.1; ÍÑIGUEZ, MAYORGA, 1993: 129, lám. 6.8) y redomas sin vidriar de cuerpo corto, globular y base plana (Fig. 10, n.º 4). En cuanto a la cerámica de almacenaje la proporción no es muy alta y las tipologías son similares a las de la Fase I.

Fig. 10. Cerámicas de la Fase II.

Durante esta fase el espacio sigue estando dedicado principalmente a actividades agrícolas, aunque se localiza una nueva estructura habitacional (E-4). Lo más interesante de esta estructura es que la disposición de sus muros condiciona la orientación del gran edificio que se construirá durante la Fase III. Esto podría indicar que en el espacio existió cierta planificación urbanística basada en esta fase anterior (Fig. 16).

3.2.3 Fase III

Toda esta fase corresponde al momento de planificación y construcción del gran edificio formando por la E-1, E-2. E-3 y E-5 (Fase III.1) y la amortización de una pequeña estructura situada en el interior de la E-3 denominada H-1 (Fase III.2). El material recuperado de estos contextos es muy numeroso y ha sido de gran interés para la investigación. Aparecen representados todos los grupos funcionales, multiplicándose las formas y las tipologías por lo que el ajuar se vuelve más complejo a partir de este momento (Fig. 6). Al observar los datos de los marcadores cronológicos (Fig. 8) puede apreciarse cómo justo al inicio de esta fase se invierte la proporción de bases de tipología plana y convexa de tal forma que ahora esta última será la técnica hegemónica en este periodo y en los siguientes. El porcentaje de cerámica vidriada crece considerablemente gracias a la aparición en el registro de la serie ataifor. En cuanto a las tipologías de ollas perviven las formas típicas del periodo anterior con otras nuevas (Fig. 8). Todos los datos indican que este edificio posiblemente se construyó durante la primera mitad del siglo X (fecha post quem). Esto se ve de alguna forma corroborado por las dataciones radiocarbónicas, ya que estaríamos en un horizonte anterior al 987-1154AD (68,2% de probabilidad) o de entre el 985-1209AD (95,4% de probabilidad)7.

El material cerámico recuperado del interior de las fosas de cimentación de los muros del gran edificio (Fase III.1) no es muy numeroso, pero presenta un estado de fragmentación y deterioro similar en todas las fosas. La mayor parte de los fragmentos pertenece a los grupos funcionales de mesa y cocina. Entre la cerámica de cocina junto a la serie olla, que era la mayoritaria hasta el momento, se suman al registro las formas cazuela y tabaq. Entre la tipología de ollas destacan las de paredes globulares con cuello estrangulado y borde engrosado hacia el interior con moldura muy marcada entre el borde y el cuello, llamada tipo M (Fig. 11, n.º 1). Es una pieza transicional entre el periodo emiral y el califal apareciendo asociada a bases tanto planas como convexas (CARVAJAL, 2008: 311, fig. 14). Es una tipología que está presente en otros yacimientos del entorno como es el caso del Castillón de Montefrío (MOTOS, 1993: fig. 3.14), Marroquíes Bajos en Jaén (PÉREZ, 2003: lám. 90, G.T.4.2.A. y G.T.4.3.A) y en Córdoba en Cercadilla (FUERTES, 2001: 31, fig. 1). En cuanto a las formas abiertas de cocina destacan dos tipos de tabaqs. El primero de ellos en pastas pardas, con gran cantidad de inclusiones y realizado a mano tiene forma discoidal irregular, con la superficie alisada y la base rugosa, presenta una terminación en borde recto de labio apuntado llamada tipo A (Fig. 11, n.º 5). Al tratarse de una forma tan sencilla en el yacimiento se documenta desde los momentos de ocupación más tempranos a los más tardíos al igual que ocurre en otros muchos del entorno cercano (JIMÉNEZ, 2007: 215, fig. 23.62, 2002: 26, fig. 20.52; MOTOS,1991: 47, fig. 15.1-15). En otros, sin embargo, es habitual encontrarlos a partir de la segunda mitad del siglo IX (CANO MONTORO, 2013: 752; PÉREZ, 2003: 237, lám. 92) o de forma indistinta en época emiral y califal (CASTILLO, MARTÍNEZ: 1993: 83, lám. III.7 y 102, lám. XIII.10). El segundo de los tipos, denominado tipo D, tiene características tecnológicas similares, pero es ligeramente cóncavo y presenta el borde redondeado (Fig. 11, n.º 6). Su forma apunta que pudo haberse usado tanto con la función de tabaq como con la de tapadera. También presente en otros asentamientos (CASTILLO, MARTÍNEZ: 1993: 102, lám. XIII.9; MOTOS,1993: 225, fig. 10.2).

Fig. 11. Cerámicas de la Fase III.

Entre la cerámica de mesa aparecen las primeras formas abiertas. Estos primeros ataifores, llamados tipo I, son de pastas claras, escasas inclusiones y realizados a torno, tienen el borde recto y el labio redondeado o ligeramente apuntado. No hay distinción entre el cuerpo, que es corto y abierto, con respecto a la base, que es ligeramente convexa (Fig. 11, n.º 8). El vidriado es monocromo traslúcido tanto al interior como al exterior en tonos melados. Su presencia se documenta en el yacimiento desde la primera mitad del siglo X (JIMÉNEZ, 2012: 306) y es una tipología muy extendida por todo el territorio andalusí con ligeras variaciones (CASTILLO, MARTÍNEZ 1993: 106, lám. XVI.2; GÓMEZ BECERRA, 2002, fig. 4.3-4; JIMÉNEZ, 2002: fig. 19 n.º 45; JIMÉNEZ, PÉREZ, 2018: fig. 14 1793-1; MELERO, 2009: 48, figs. 7.4 y 7.8; MOTOS, 1991: fig. 1-3-4; SERRANO et alii, 2004: 107, fig. 7, fase III). Algunos ejemplares presentan decoración geométrica en manganeso (Fig. 11, n.º 7) muy típica en los contextos domésticos de la zona llana de la madina durante la primera mitad del siglo X (MALPICA, 2013: 125). Entre las formas de mesa cerradas la más representativa de esta fase son los jarritos de pastas claras, escasas inclusiones y realizados a torno, de borde recto y labio redondeado llamados tipo R. Son de boca ancha sin piquera, cuello largo que termina en un cuerpo globular con una o dos asas y base convexa (Fig. 11, n.º 11). Algunos presentaban una cobertura con engobe y decoración con pintura blanca de pequeños trazos creando figuras geométricas, puntos o delineando el borde. Este tipo de jarritos tiene mucho recorrido cronológico. En el yacimiento es una de las tipologías más habituales en todos los contextos domésticos (JIMÉNEZ, 2012: 314, fig. 14; MALPICA, 2013: 110) pero encontramos ejemplos datados entre finales del siglo IX y el siglo X en yacimientos de todo el territorio andalusí (JIMÉNEZ, PÉREZ: 2018: 92, fig. 11; MELERO, 2009: 46, fig. 5.6; MOTOS,1993: 217, fig. 5.5; PEREZ, 2003: lám. 93, G.T.1.1. y G.T. 3.1; VALLEJO, ESCUDERO, 1998: 170, lám. 6; SERRANO et alii, 2004: 107, fig. 7, fase III). La otra tipología de jarrito característica de esta fase es la de jarrito de boca trilobulada, borde exvasado y labio ligeramente apuntado llamado tipo E. Tiene un cuello largo que termina en un cuerpo globular bastante estilizado y base convexa. Posee un asa de cinta que arranca del borde para terminar en la zona alta del cuerpo (Fig. 11, n.º 12). Vuelve a ser otra de las piezas más características del ajuar domestico en el yacimiento (MALPICA, 2013: 112) y está presente por todo el sur peninsular (CANO MONTORO, 2013: 576; CASTILLO, MARTÍNEZ 1993: 91, lám. VIII. 5-6; FUERTES, 2010: 430, fig. 121; MOTOS, 1993: 219, fig. 6.8; VALLEJO, ESCUDERO, 1998: 170, lám.7).

En cuanto al conjunto cerámico del interior del H-1 (Fase III.2) apareció mezclado con restos de mortero y cenizas, lo que dejó en las vasijas una pátina de hollín. El relleno de esta estructura corresponde a la amortización de la misma. Es por ello por lo que la cronología de este vertido es correlativa a la de los niveles de edificación del complejo estructural principal. En cuanto a la composición del conjunto cerámico y al estado de erosión de las piezas, todo parece indicar que se trata de un único vertido que podría ser el ajuar desechado de alguna vivienda cercana. Las cerámicas abarcan prácticamente todos los grupos funcionales y series cerámicas que aparecen representadas en el yacimiento durante la época califal. Se aprecia una mejora técnica de la producción consistente en la fabricación de paredes más finas y una mayor estandarización en las formas y dimensiones de las vasijas. El grupo funcional más numeroso es el de la cerámica de cocina con un predominio de las ollas sobre el resto de series. La mayor parte de ellas, de pastas pardas con abundantes inclusiones y realizadas a torno, presenta tipología de boca circular con dos asas y con borde fino exvasado en forma curva y base convexa denominado tipo E (Fig. 11, n.º 12). Es una de las tipologías de olla más abundante en el yacimiento (JIMÉNEZ, 2012: 314, fig. 13) y se documenta su uso a partir del siglo X cuando prácticamente se convierte en la forma predominante entre las formas de cocina. Está ampliamente representada en el registro arqueológico de diversos yacimientos del entorno con cronologías similares (CASTILLO, MARTÍNEZ, 1993: 102, lám. XIII.5; FUERTES, 2010: 326, fig. 18.3; GÓMEZ BECÉRRA, 2002: 70, fig.2.3; MOTOS,1993: 214, fig. 2.1; PÉREZ et alii, 2003: 404, fig. 10). La mayor parte de las ollas no presenta decoración, pero en algunos casos aparecen decoradas con finos trazos pintados en blanco que creaban bandas en torno al cuello y cuerpo superior. La diversidad del ajuar de cocina de este conjunto la completan algunos fragmentos de tabaqs y de cazuelas. Los tabaqs presentan formas sencillas de borde recto y labio redondeado o ligeramente apuntado similares a las mencionadas en la Fase III.1. En cuanto a las cazuelas hemos documentado dos tipologías distintas. El primero de los tipos, de pastas pardas y con abundantes inclusiones, está realizado a torneta. Se trata de cazuelas de borde de sección triangular exvasado y paredes ligeramente exvasadas con una carena marcada en la zona baja del cuerpo llamada tipo T (Fig. 11, n.º 4). Como ya comentamos, las cazuelas no son muy habituales en los contextos domésticos en el yacimiento. Pero este tipo de piezas sí aparece en otras madinas con similares cronologías como es el caso de Córdoba (CANO MONTORO, 2013: 792) o presentes desde finales del siglo IX en Marroquíes Bajos, (PÉREZ et alii, 2003: 405, fig. 11, G.T. 3.2) y Baŷŷāna (CASTILLO, MARTÍNEZ, 1993: 83, fig. III.5). El otro tipo de cazuela documentada, aunque también están realizadas a torneta, presenta paredes más finas y un menor número de inclusiones. Las pareces son exvasadas y presentan una carena en la zona media. El borde es ligeramente exvasado, el labio redondeado y las paredes exvasadas con carena (Fig. 11, n.º 3). Se denomina tipo E y encontramos este tipo de cazuela en la ciudad de Granada (GÓMEZ BECERRA, 2002: fig. 3.3), pero en nuestro caso no presentan ningún tipo de decoración como las de Cercadilla (FUERTES, 2010: fig. 238.6).

En lo que respecta a la cerámica de mesa, aparte de las tipologías de ataifor y jarritos ya mencionadas para la Fase III.1, en este conjunto también se aprecia un importante número de piezas vidriadas procedentes en su mayoría de la serie redoma. Se trata de vidriados translúcidos monocromos en tonos principalmente verdosos por la cocción reductora de las piezas. Son pocos los fragmentos de borde que se conservan y todos corresponden a la misma tipología. Redoma de borde recto de labio redondeado o ligeramente apuntado con una pequeña carena bajo el borde que lo diferencia del cuello desde donde arranca un asa. Los cuerpos son muy globulares y las bases ligeramente convexas denominado tipo R (Fig. 11, n.º 13). Aparecen por primera vez en el registro los vasos, una forma poco habitual en el yacimiento. Se trata de algunos fragmentos de vaso de pequeñas dimensiones de pastas rojizas, pocas inclusiones y realizados a torno, con un borde recto y labio ligeramente biselado, paredes rectas que terminan en una pequeña escotadura que las une con una base plana (Fig. 11, n.º 14). Se denominan tipo B y en yacimientos como el de Cercadilla aparecen desde mediados del siglo X (FUERTES, 2010: 584, fig. 275.1).

Entre el material minoritario del conjunto vale la pena mencionar la presencia de un pequeño conjunto de candiles con dos tipologías distintas. El primero de cazoleta troncocónica, chimenea estrecha y corta con borde ligeramente exvasado. La piquera debió de ser corta y parece que ligeramente sobreelevada de la base del candil. El asa parte desde el exterior de la chimenea hacia la base denominados tipo S.2 (Fig. 11, n.º 9). Esta tipología está bastante documentada durante la primera mitad del siglo X (CASTILLO, MARTÍNEZ, 1993: 115, lám. XXII.8; FUERTES, 2010, fig. 252.1; JIMÉNEZ PUERTAS, 2002: 277, n.º 77; PÉREZ, 2003: 244, lám. 105 1.2 y 2.1). Y el segundo tipo de cazoleta con escotadura, un asa que parte de la zona baja de la cazoleta y finaliza en la zona externa de la chimenea. Chimenea de paredes ligeramente exvasadas y labio apuntado y piquera larga. Esta tipología es muy característica del periodo califal (CASTILLO, MARTÍNEZ, 1993: 98, lám. XII.2; FUERTES, 2010, fig. 257.6; JIMÉNEZ, PÉREZ: 2018: 87, fig. 7).

La localización de un edificio de estas dimensiones junto con los resultados obtenidos de las intervenciones arqueológicas previas (RODRÍGUEZ, 2003; SALVAGO, 2008) y delas prospecciones geofísicas (RĘBKOWSKI et alii, 2019: 282) indican la existencia durante este periodo de una compleja trama urbanística. Todo parece indicar que se produjo un cambio de dinámica desde un horizonte eminentemente agrícola a uno urbano impulsado por el crecimiento de la madina hacia esta área periurbana que terminará por anexionarse como un barrio en torno a mediados del siglo X.

3.2.4 Fase IV

A esta fase corresponden las últimas modificaciones que se llevan a cabo en el edificio principal. Se adosan nuevos muros que crearán nuevas estancias (Fase IV.1) y se colocará un suelo enlosado en la E-2 y E-3 y de tierra apisonada en la E-1 y E-5 (Fase IV.2). Las cerámicas recuperadas de los rellenos bajo los suelos han mostrado similitudes con respecto a la fase anterior en cuanto a la distribución de las series por los distintos grupos funcionales (Fig. 6). La principal diferencia reside en la desaparición del registro de todas las formas y técnicas anteriores al siglo X que seguían apareciendo durante la Fase III de forma residual, como las bases planas y las ollas de borde sinuoso (Fig. 8). Los materiales encontrados parecen indicar que el contexto sería de mediados del siglo X. En cuanto al material recuperado del interior de las fosas de cimentación de los muros adosados a la estructura principal (Fase IV.I) no es muy numeroso y estaba muy fragmentado. La cerámica de este conjunto no es suficiente para poder realizar una propuesta cronológica distinta a la de la Fase IV.2 pero la estratigrafía confirma que se sitúan entre el límite post quem que supone la construcción del edificio (Fase III.1) y el ante quem que marca la construcción de los suelos de las distintas estancias (Fase IV.2) por lo que son prácticamente coetáneas en el tiempo.

En el contexto cerámico de la Fase IV.1 la cerámica de cocina y de mesa sigue siendo la mayoritaria, pero están representadas prácticamente todas las series en un porcentaje muy pequeño. Entre la cerámica de cocina la pieza más destacable es una cazuela prácticamente completa de base plana, paredes gruesas, ligeramente exvasadas y muy bajas, borde recto de labio redondeado y dos asas que arrancan del borde y finalizan en la parte media del cuerpo con sección elíptica y acanaladura central (Fig. 12, n.º 3). De esta forma, llamada tipo I, no hay demasiados ejemplos en el yacimiento (MARTÍN et alii, 2010: 1.568). Aunque encontramos algunos ejemplares en la ciudad de Granada (GÓMEZ BECERRA, 2002: 72, fig. 3.4) y en Córdoba (FUERTES, 2010, fig. 235.3; VALLEJO, ESCUDERO, 1998: 171, lám. 11). Parece que esta forma está más presente en las zonas costeras (CASTILLO, MARTÍNEZ 1993: 104, lám. XIV.4; GÓMEZ BECERRA, 1993:181, fig. 1.8). Este tipo de piezas están realizadas a torneta, presentan muchas inclusiones y paredes gruesas de color pardo que les dan un aspecto bastante tosco que difiere del resto de tipologías de cazuelas. Es por eso por lo que también suelen considerarse panaderas.

Fig. 12. Cerámicas de la Fase IV.

En lo que respecta a la cerámica de mesa, la práctica totalidad de las piezas pertenece a la serie ataifor. Aunque su representación en el total es muy baja, se documentan las tres tipologías de borde más habituales en el yacimiento. El más antiguo, que es el tipo I mencionado ya en la Fase III, convive con dos formas nuevas. La primera de ellas corresponde con ataifores de borde ligeramente exvasado, de labio apuntado y vuelto, también llamados tipo L. Los primeros ejemplares aparecen en el registro a partir de mediados del siglo X (CARVAJAL, 2008: 296, fig. 3; MARTÍNEZ, 2015: 106, fig. 7.AL3) al igual que en otros yacimientos (CASTILLO, MARTÍNEZ, 1993: 106, lám. XVI.9; FUERTES, 2001: 65, fig. 41; GÓMEZ BECERRA, 1997:131.31) pero lo habitual es encontrarlos en contextos algo más tardíos (GÓMEZ BECERRA, 1994: 55, fig. 7.1; RODRÍGUEZ, 1999: 110, lám. 6). En estos primeros ejemplares el borde es más redondeado y menos exvasado (Fig. 12, n.º 7). Lo habitual de esta tipología es que los vidriados sigan siendo traslúcidos monocromos en tonalidades meladas, algunos con decoración de manganeso de trazos irregulares. La segunda tipología es la más reciente de todas y se denominada tipo G (MARTÍNEZ, 2015: 106, fig. 7.AG2). Se trata de ataifores de borde exvasado y de labio engrosado al exterior (Fig. 12, n.º 8). Al igual que el ataifor tipo L, suelen aparecer asociados a bases anulares (CASTILLO, MARTÍNEZ, 1993: 106, lám. XVI.7; GÓMEZ BECERRA, 1997: 131.33; JIMÉNEZ, PÉREZ, 2018 fig. 14 2101-A; RODRÍGUEZ, 1997: 369, fig.3; SERRANO et alii, 2004: 107, fig. 7, fase IV). Los vidriados pueden ser monocromos o bicromos en diversas tonalidades. También hay ejemplares con decoración geométrica en manganeso.

A la Fase IV.2 corresponderían todos los materiales recuperados de los niveles de preparación bajo las losas de la E-2 y E-3 y también de los niveles inferiores del suelo de tierra apisonada de la E-1. En el conjunto cerámico recuperado había un gran número de bases de ollas, jarritos y jarras, la mayoría de ellas prácticamente completas y de tipología convexa. Las dos series cerámicas con mayor representación en el total son el jarrito y la jarra, pero el grupo de cerámica de cocina, en conjunto, sigue siendo el que tiene mayor representación y variedad de formas. En cuanto a la tipología de ollas, a las ya mencionadas tipo E (Fig. 12, n.º 2) se le suman las ollas de borde recto vertical con el labio redondeado, de cuello corto y cilíndrico que entronca directamente con un cuerpo globular muy ancho que termina en una base ligeramente convexa denominada tipo R (Fig. 12, n.º 1). Esta forma es habitual en contextos de mediados del siglo X y del siglo XI (GÓMEZ BECERRA, 1994, 50, fig. 2.1, 2002: 70, fig. 2.9; RODRÍGUEZ, 1997: 368, fig. 1; SALINAS, 2009: 1032, fig. 1). El conjunto de cerámica de cocina lo completan algunos fragmentos de cazuela de pastas rojizas realizados a torneta de borde exvasado y labio engrosado al interior y labio ligeramente triangular denominado tipo L (Fig. 12, n,º 4). Presenta las paredes ligeramente exvasadas y un asa de cinta que arranca del borde hasta la carena de la zona media del cuerpo. Al tratarse de piezas más tardías no se han encontrado ejemplos dentro del yacimiento con similar tipología, pero sí en la ciudad de Granada (GÓMEZ BECERRA, 1994, 50, fig. 2.8) y en Córdoba (SALINAS, 2009: 1032, fig. 1). Los ejemplares no presentan vidriado. Y finalmente, los restos de tabaq de pastas oscuras, abundante desgrasante y paredes toscas, realizados a torneta, con forma discoidal y gran tamaño irregular con borde recto y labio cuadrado, llamado tipo C (Fig. 12, n.ºs 5-6). Tiene sus paralelos en algunos yacimientos del entorno cercano en época califal (CASTILLO, MARTÍNEZ: 1993: 102, lám. XIII.8-9; MOTOS, 1993: 225, fig. 10.7). Uno de los ejemplares presentaba decoración incisa creando cenefas concéntricas (Fig. 12, n.º 6).

En cuanto a las cerámicas de mesa, la serie más numerosa es la de los jarritos. La mayor parte, de pastas claras muy depuradas y porosas, presenta boca ancha con borde recto, cuello largo, cuerpo globular, base convexa y con una o dos asas de cinta. Como ya comentamos en la Fase III, es una de las tipologías más comunes en el yacimiento en contextos domésticos. La principal variación la encontramos en la forma del labio que puede ser redondeado (Fig. 12, n.º 11), que se denomina tipo R, o biselado (Fig. 12, n.º 12) que se denomina tipo B. De los jarritos de borde biselado tenemos ejemplos prácticamente por todo el sur peninsular desde mediados del siglo IX. Los ejemplares más antiguos presentan decoración de tres trazos longitudinales (CANO MONTORO, 2013: 573; JIMENEZ, 2007: 192, fig. 7.13; MOTOS, 1991: 44, fig. 12.1-10; PÉREZ et alii, 2003: 404, fig. 10) mientras que los que perviven en el siglo X han perdido este tipo de decoración y las pastas son más claras y porosas. Entre las formas de mesa abiertas hay ejemplos de ataifores de las tres tipologías antes mencionadas con vidriados en melados oscuros y verdes con decoraciones geométricas de manganeso. También se han localizado algunos ejemplos de ataifores de tipo L decorados con la técnica de verde-manganeso. Presentaban motivos sencillos, geométricos, creando cenefas en los bordes o centros de ataifores (CANO PIEDRA, 1996: 144-147), composiciones vegetales (CANO PIEDRA, 1996: 146) y un fragmento con epigrafía (CANO PIEDRA, 1996: 142). Lo más interesante de este pequeño conjunto cerámico es que aparecen por primera vez en el registro los cuencos. Hemos documentado de dos tipos. El primero son pequeños cuencos vidriados de borde recto y labio afinado, de paredes ligeramente convexas con una carena que la diferencia de la base llamada tipo I (Fig. 12, n.º 9). No tenemos demasiados ejemplos en el yacimiento ya que muchas veces se incluyen junto a los ataifores tipo I con los que comparten tipología. La principal diferencia es el tamaño de la pieza. En la campaña de 2009 se localizaron algunos casi completos en el interior del pozo/silo (MALPICA, 2013: 123) y también en otros contextos urbanos del sur peninsular a partir de la segunda mitad del siglo X (CASTILLO, MARTÍNEZ, 1993: 106, lám. XVI.4; FUERTES, 2010: 591, fig. 282.1; RODRÍGUEZ, 1997: 369, fig. 3). La segunda tipología es un pequeño cuenco de borde recto y labio biselado con las paredes muy rectas y altas que terminan en una base anular llamada tipo B (Fig. 12, n.º 10). Presentaba un vidriado opaco blanco y decoración de largos trazos horizontales de manganeso que partían del borde y resbalaban por la superficie hasta la parte baja del cuerpo. Solo se ha localizado un ejemplar por lo que pensamos que podría tratarse de una pieza exportada. El único ejemplar encontrado con una tipología similar se encuentra en el arrabal de Cercadilla (FUERTES, 2010: 597, fig. 288.3).

En cuanto a la cerámica de almacenaje, la mayor parte de las piezas pertenece a la serie jarra. Los ejemplares de tipo L siguen apareciendo en el registro (Fig. 12, n.º 13) junto con las jarras de cuello y borde recto con labio ligeramente apuntado denominados tipo R (Fig. 12, n.º 14) una forma bastante extendida (CANO MONTORO, 2013: 749; FUERTES, 2010: 402, fig. 94.1). También hay algunos ejemplares de tinaja de pastas rojizas y anaranjadas, con abundantes inclusiones y realizadas a mano con el borde engrosado al interior y al exterior y el labio ligeramente cuadrado, llamado tipo X (Fig. 12, n.º 15). Es también una tipología muy común durante todo el siglo X (CASTILLO, 1997: 55, fig. 10.b; FUERTES, 2001: 79, fig. 54.2).

En lo que respecta a los dos muros adosados a la estructura principal (Fase IV.1), la técnica utilizada en su construcción es distinta a los de la Fase III.1. Denominada opus emplectum, nunca se había documentado en espacios domésticos de la zona llana del yacimiento, únicamente en la estructura defensiva de la alcazaba en el “Cerro del Sombrerete”, construida con una técnica similar, pero de enormes dimensiones, habiéndose denominado allí con la expresión italiana muro a sacco (GONZÁLEZ ESCUDERO, 2010; MALPICA et alii, 2001). En cuanto a la técnica de construcción de los suelos de E-2 y E-3 es similar y se ha considerado que debieron de realizarse al mismo tiempo. Igualmente son de los pocos ejemplos de suelos enlosados que se han podido documentar en el yacimiento ya que la mayor parte de los suelos, como ocurre en el resto de estancias del edificio, son fundamentalmente de tierra apisonada (MALPICA, 2012: 93-4). Con estas modificaciones todas las estancias se ponen en uso al mismo tiempo y se consolida la fase urbana en el sector (Fig. 16).

3.2.5 Fase V

Los restos cerámicos localizados durante esta fase pertenecen al momento en el que se realizan las últimas modificaciones en el edificio, cuando se ciega el vano entre la E-1 y la E-2 (Fase V.1) y al último periodo de ocupación del edificio antes de la amortización de las estructuras (Fase V.2). No se han recuperado materiales de la Fase V.1 por lo que la propuesta cronológica se ha establecido en función de la estratigrafía (Fig. 4 y Fig. 16).

En lo que respecta a las características generales de los materiales recuperados de los niveles de uso del edificio (Fase V.2), el grado de conservación de las piezas cerámicas es bastante bueno. Aparecen representados prácticamente todos los grupos funcionales con gran variedad de series cerámicas, especialmente entre la cerámica de mesa (Fig. 6). El uso de las bases convexas en formas cerradas sigue siendo el predominante, aunque va aumentando el uso de las bases anulares especialmente entre los ataifores. Otro cambio que se produce en esta serie es el de las tipologías de borde. Se produce un cambio de tendencia dejando de ser mayoritarios los ataifores tipo I, pasando a dominar el contexto los de tipo G y L (Fig. 8). También hay una mayor variedad de técnicas vidriadas ya que conviven vidriados traslucidos monocromos con otros bicromos que presentan complejas decoraciones en manganeso en su superficie (Fig. 13, n.ºs 8-9). Estas formas y decoraciones están documentadas en yacimientos cercanos en torno a mediados del siglo X y el siglo XI (GÓMEZ BECERRA, 1994: 55, fig. 7.2; JIMÉNEZ, CARVAJAL, 2020: 43, fig. 8.21). Al ataifor le acompañan pequeños cuencos con similares tipologías y tipos de vidriados (Fig. 13, n.ºs 10-11) cuya presencia era bastante testimonial en contextos anteriores. Este tipo de piezas escasea en los contextos domésticos del yacimiento durante el periodo califal por lo que sorprende tanto la cantidad encontrada como la variedad en las decoraciones que presentaban estas pequeñas vasijas, que también aparecen en otros contextos urbanos del entorno a mediados del siglo X y el siglo XI (GÓMEZ BECERRA, 1994: 55, fig. 7.3; RODRÍGUEZ, 1997: 369, fig. 3). Igual ocurre con la aparición de vasos de base plana, paredes entrantes, ligeramente globulares y borde exvasado de labio apuntado cubierto de un vidriado opaco en blanco (Fig. 13, n.º 12). Entre las formas cerradas de mesa, la redoma está ampliamente representada. Realizadas a torno con pastas blancas y rosadas muy porosas, todas vidriadas en tonos melado o marrones. La tipología más común en esta fase es la de borde resaltado y exvasado con labio afinado llamada tipo E (Fig. 13, n.º 13) y es también la más habitual en el yacimiento en prácticamente todos los contextos, aunque las más antiguas no estaban vidriadas (CARVAJAL, 2008: 318). En cambio, las más habituales en contextos del siglo X sí lo estaban (GÓMEZ BECERRA, 2002: 75, fig. 4.1). Junto a estas aparecieron otras con el borde moldurado y el labio ligeramente triangular de cuello estrecho y largo (Fig. 13, n.ºs 15-16). Aparecen en el yacimiento en contextos tardíos (CARVAJAL, 2008: 320) y en otros lugares del territorio andalusí entre mediados del siglo X y el siglo XI (BELTRÁN, 2005: 74, fig. 5, tipo 2.B.2; RODRÍGUEZ, 1997: 369, fig. 3). Aparecen además varios ejemplos de jarritos con decoración de finas bandas de color blanco en la zona superior del cuerpo y otras con engobe sobre el que se aplicó decoración pintada de color blanco, creando figuras geométricas sobre el cuerpo de la pieza y en el propio borde (Fig. 13, n.º 18).

Fig. 13. Cerámicas de la Fase V.

Entre la cerámica de cocina la olla sigue siendo la forma más abundante, con las mismas dos tipologías de borde recto y exvasado documentadas durante la Fase IV (Fig. 13, n.ºs 1- 2). Los cuerpos son globulares, presentan dos asas y una base convexa y las dimensiones de las piezas están muy estandarizadas. Una de las curiosidades de este periodo es que apreciamos cambios en las marcas de fuego de las vasijas, que ya no se distribuyen de forma irregular por toda la superficie de la pieza, sino que se concentran en la zona baja. Esto probablemente se deba a que se extendió el uso de los anafres durante este periodo. Los anafres (Fig. 13, n.º 5) no son habituales en los contextos domésticos de Madīnat Ilbīra y la mayoría tiene formas troncocónicas sencillas. En el caso de los fragmentos encontrados en este contexto, con una tipología más compleja y decoración incisa. Piezas similares aparecen en contextos de Priego de Córdoba (CANO MONTORO, 2013: 606) y en la zona de Sancti-Petri (CAVILLA, 2014: 45, fig. 18). Entre las formas abiertas de cocina se documenta una nueva tipología de cazuela de borde exvasado, de labio apuntado y aplanado, llamada tipo B (Fig. 13, n.º 4), con dos asas que arrancan del interior del borde hasta justo el arranque de la base. Las paredes son cortas, ligeramente exvasadas, finas, y la base convexa presenta una pequeña moldura. Es la primera vez que este tipo de cazuelas se documenta en el yacimiento. Es una pieza que tiene una tipología muy similar a las que se documentarán en la ciudad de Granada en contextos del siglo XI (GÓMEZ BECERRA, 1994: 50, fig. 2.7; RODRÍGUEZ, 1997: 368, fig. 1). También se han documentado algunos ejemplares en otros territorios (BELTRÁN, 2005: 73, fig. 4.1.B.4). En cuanto a las cerámicas de almacenaje hay gran variedad de formas, especialmente de tinajas y jarras. Lo más interesante de este conjunto son las decoraciones. Destacan las decoraciones incisas y los apliques en forma de cordones en los cuerpos y cuellos de las tinajas.

La comparación de los materiales del interior de las distintas habitaciones no parece indicar ningún tipo de funcionalidad específica para las mismas, aunque la mayor parte del material procede del interior de la E-3 y la E-1. Lo que sí podemos apreciar es que este ajuar contiene gran variedad de formas y muchas de ellas, especialmente la cerámica de mesa, aparecen ricamente decoradas. Además, junto a estos materiales se encontró un interesante conjunto de pequeños objetos de vidrio y piezas metálicas igualmente interesantes. La mayor parte de las piezas metálicas apareció en el interior de la E-3, un importante número de clavos y pequeñas piezas metálicas interpretadas como elementos de sujeción o decoración de objetos muebles o piezas de carpintería para ventanas o puertas (Fig. 14, n.ºs 2-3). También se encontraron algunos cascabeles y pequeñas sondas simples que tradicionalmente se consideraban para uso médico. Pero en las últimas décadas se pueden documentar numerosas sondas simples en yacimientos islámicos peninsulares (GONZÁLEZ CASTAÑÓN, 2019: 42). Su relativa abundancia y presencia en diferentes contextos lleva a plantear que muchas de ellas debieron de ser utensilios domésticos, eso sí de cierta calidad y, probablemente, no fueran de fácil acceso para la mayoría de la población. Pueden asociarse más con la higiene y la cosmética, tanto femenina como masculina (Fig. 14, n.º 4). La última pieza destacable son los fragmentos de una cruz del tipo cruz patada o cruz paté, localizada en el interior del recodo de la E-3 (Fig. 14, n.º 1). Parece ser un elemento de adorno y cierre de alguna pieza de mobiliario (GONZÁLEZ CASTAÑÓN, 2019: 76).

Fig. 14. Otros materiales recuperados de los sondeos 41.000 y 43.000.

Tras las últimas reformas el uso de los espacios cambió en la parte sur del edificio. No sabemos cómo se dividirían las estancias ni de qué manera se accedía al espacio central, ya que por el momento carecemos de información al menos hasta que continúen las intervenciones en la zona. Otra posible reforma que pudo darse al mismo tiempo es la creación del muro de mampostería que compartimenta la E-3. Se trata de un muro de pequeñas dimensiones, construido con grandes aparejos y sillares reutilizados. Al no tener relación física con los muros que quedan al sur, no sabemos si el momento en que se construye esta estructura coincide con alguna otra fase. Sin embargo, la estratigrafía indica que es correlativa al cierre del vano entre la E-1 y E-2, y anterior al momento de uso documentado durante la Fase V.2 (Fig. 16).

También es posible que las paredes de las habitaciones estuvieran enlucidas y decoradas con pintura a la almagra, como sugieren los fragmentos de enlucido pintado en rojo adheridos en los muros de la E-3 y E-5. Debido al pequeño tamaño de los fragmentos no ha sido posible identificar los motivos decorativos que podrían haber presentado, pero son similares a otros encontrados en excavaciones previas en el yacimiento (MALPICA, 2013: 103-4). Los enlucidos documentados en el yacimiento frecuentemente presentan decoración geométrica o vegetal realizada en almagra. Es un tipo de decoración habitual en todo el periodo andalusí (TORRES, 1942: 124). En lo que respecta a las cubiertas, los resultados obtenidos parecen indicar que las dos estancias con suelos enlosados (E-2 y E-3) debieron de estar cubiertas por un tejado realizado con teja curva. La mayor parte de las tejas se encontraron poco fragmentadas y apoyadas directamente sobre los restos de derrumbe de los muros (Fase VI). Los resultados de la excavación en la E-1 nos hacen plantear la hipótesis de que esta zona pudo no tener cubierta, aunque cabe la posibilidad de que esta pudiera haber tenido una techumbre vegetal de la que no se conservan vestigios.

Todos los materiales localizados parecen indicar que el momento de ocupación máxima del edificio pudo darse entre finales del siglo X y mediados del XI, siendo la fecha de los estratos más antiguos, según las dataciones de C14, de entre el 880-1118AD con un 68,2% de probabilidad y el 774-1155AD con un 95,4% de probabilidad; mientras que los estratos más modernos estarían entre el 986-1150AD con un 68,2% de probabilidad y entre el 901-1161AD con un 95,4% de probabilidad. Estamos ante una de las fases más tardías de todas las excavadas en el yacimiento, por lo que todo parece indicar que esta zona de la ciudad estuvo ocupada durante más tiempo. Es en estas fechas tardías cuando se localiza el mayor volumen de estructuras y reformas, por lo que debió de tratarse de un periodo de gran actividad urbana en este sector de la madina.

3.2.6 Fase VI

Esta fase está asociada al momento de abandono en su totalidad del espacio habitado. Desde entonces el solar solo ha sido utilizado con fines agrícolas, como ocurre con la mayor parte del yacimiento. Al tratarse de los derrumbes sobre las estructuras se encontraron materiales de construcción mezclados con restos cerámicos, con un claro predomino de las cerámicas de almacenaje, cocina y mesa en el registro ya que son las formas más habituales en contextos domésticos del yacimiento (Fig. 6). Entre los principales cambios se observa cómo se invierte el uso de las bases convexas, mayoritarias en las dos fases anteriores, por el uso de las bases anulares, especialmente entre las formas cerámicas de mesa tanto abiertas como cerradas (Fig. 15, n.º 8). Las dos tipologías de ataifor mayoritarias pasarán a ser el tipo G y la L, abandonándose progresivamente el uso del tipo I (Fig. 8). La mayor parte de los vidriados son bicromos, en tonos melados al interior y marrones oscuros al exterior (Fig. 15, n.º 7) además del uso de los vidriados en tono blanco con decoraciones de manganeso tanto en ataifores (Fig. 15, n.º 6) como en jarritos y redomas (Fig. 15, n.º 9). En cuanto a las formas de cocina, perviven las ollas de borde exvasado (Fig. 15, n.º 2) y las de borde recto (Fig. 15. n.º 3) junto con una tipología nueva de borde ligeramente exvasado y labio triangular, cuello cilíndrico muy corto desde donde arranca un cuerpo globular denominada tipo T (Fig. 15, n.º 1). Algunos ejemplos han sido ya identificados en el yacimiento (CARVAJAL, 2008: 310, fig. 13) y también en otros contextos del sur peninsular de finales del siglo X y principios del XI (BELTRÁN, 2005: 73, fig. 4.1.A.1.b; FUERTES, 2010: 336, fig. 28.1). Siguen apareciendo en el registro cazuelas de tipo B, aunque aún sin vidriar (Fig. 15, n.º 4), y los anafres siguen siendo parte habitual en el ajuar de estas fases más tardías (Fig. 15, n.º 5).

Fig. 15. Cerámicas de la Fase VI.

En general, se observa una escasa evolución tipológica de las formas con respecto a los niveles de amortización del edificio, por lo que todo parece indicar que el abandono debió de producirse durante la segunda mitad del siglo XI. También en este caso los datos de los análisis de C14 apoyarían la teoría ya que los depósitos más antiguos nos remiten al 1040-1154AD con un 68,2% de probabilidad y entre 1020-1211AD con un 95,4% de probabilidad; mientras que los niveles más superficiales, probablemente los últimos derrumbes o las últimas acciones de expolio sobre ellos, nos llevan hasta 1154-1384AD con un 68,2% de probabilidad y entre 1035-1395AD con un 95,4% de probabilidad.

Fig. 16. Propuesta de interpretación de las fases constructivas.

4. CONCLUSIONES

Los resultados preliminares de la intervención indican que nos encontramos ante un edificio de grandes dimensiones del que aún desconocemos su forma y envergadura total. Varios muros se prolongan hacia el interior de los perfiles de ambos sondeos impidiéndonos determinar las dimensiones totales de las estancias y cómo se articulaban entre ellas. Es por eso por lo que aún quedan muchas dudas sobre la posible funcionalidad de este complejo estructural. Lo que sí sabemos, por las intervenciones arqueológicas en este sector y por los resultados obtenidos de la prospección geofísica, es que las dimensiones del edificio superan las de una vivienda convencional. El ajuar cerámico localizado en los niveles de uso, al igual que la presencia de objetos metálicos de complejidad artística y un interesante conjunto de vidrios, podrían indicar cierto estatus diferenciador que contrasta con el ajuar común en las viviendas de la ciudad.

Este edificio no fue una construcción ex nihilo, sino que se edifica amortizando una fase anterior en la que este espacio ya empezaba a mostrar signos de un proceso de construcción relacionado con la emergencia de Ilbīra como madina. La primera construcción, fechada en época tardoemiral, se erigía sobre una fase anterior en la que pozos y silos apuntan a un horizonte de explotación agrícola de época emiral. Esto coincide con los datos publicados de la única intervención anterior a la nuestra en esta zona, en la que también se identificó una fase emiral amortizada por un periodo de urbanización califal (RODRÍGUEZ, 2003). Otro dato que queda constatado es que el abandono fue más paulatino en la periferia de la madina. Según los resultados de las intervenciones realizadas en el “Pago de los Tejoletes” (MARTÍN et alii, 2010), el “Pago de la Mezquita” (MALPICA et alii, 2020) y en el “Cortijo de las Monjas” (JIMENEZ PUERTAS, 2012; MARTÍNEZ, 2015) la plena ocupación de la madina se produjo en época califal y fue abandonada de forma generalizada a inicios del siglo XI, mientras que en esta zona periurbana los edificios seguían en uso a mediados del siglo XI. Por otra parte, durante el periodo de plena ocupación de la alcazaba de Madīnat Ilbīra, acotado entre la segunda mitad del siglo IX y el primer cuarto de siglo X (CARVAJAL, 2005, 2008), la zona del “Cortijo de los Cigarrones” parece presentar un hábitat disperso.

En cuanto al estudio cerámico realizado, nos ha permitido caracterizar de forma objetiva los cambios que se producen en los diferentes contextos excavados y esperamos que los resultados ayuden a la interpretación y mejor comprensión de los mismos. Pero serán necesarios posteriores análisis y estudios en profundidad sobre determinadas producciones cerámicas para poder ahondar en el significado de algunas de estas piezas y, sobre todo, para poder explicar el proceso de ocupación de la zona en época altomedieval a través del material cerámico conforme el registro vaya aumentando en las siguientes campañas de excavación. Somos conscientes de que los conjuntos cerámicos, salvo en determinadas circunstancias, representan una fracción desconocida del total. Es por ello por lo que debemos ser cautos respecto a su capacidad de representación, ya que se trata de una aproximación estadística al registro arqueológico (ADROHER et alii, 2016: 106; ESCRIBANO, 2017: 290). En todo caso, el sistema de registro, cuantificación y el análisis de la secuencia cronotipológica aplicados en la cerámica de Madīnat Ilbīra permiten integrar los distintos conjuntos cerámicos del yacimiento y compararlos de forma objetiva (JIMÉNEZ, 2013: 75). Y ayudará en un futuro a realizar más estudios sobre determinadas cuestionen aún por explorar.

En definitiva, este trabajo pretende dar a conocer parte del registro arqueológico de una zona muy alejada de lo que hasta ahora se consideraba el centro de la madina, pero que manifiesta unas dinámicas propias de la actividad urbana andalusí. Posibilita, además, integrar, a su vez, datos hasta ahora dispersos, como las excavaciones que se habían hecho en este entorno y que no estaban integradas en el proyecto de investigación (RODRÍGUEZ, 2003; SALVAGO, 2008; RÍOS, 2018). Sus distintas fases y periodizaciones nos sirven para apuntalar, aún más si cabe, las líneas de trabajo sobre las que se vienen trabajando en este yacimiento, que esperamos continuar en los años venideros.

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1. El proyecto «Madīnat Ilbīra como predecesora de Granada» se llevó a cabo por el Instituto de Arqueología y Etnología de la Academia Polaca de Ciencias como parte de una investigación financiada por el Centro Nacional de Ciencias (subvención n.º 2013/11/B/HS3/02065), en cooperación con la Universidad de Granada.

2. PhD student Szkoła Doktorska Anthropos IPAN. Aleja Solidarności 105, 00-140 Warszawa, Polonia. cmartinezalvarez710@gmail.com. ORCID ID: https://orcid.org/0000-0002-6856-7754.

3. Director del Instytut Archeologii i Etnologii PAN. Aleja Solidarności 105, 00-140 Warszawa, Polonia. m.rebkowski@iaepan.szczecin.pl. ORCID ID: https://orcid.org/0000-0001-9585-7688.

4. Director de la Cátedra Gómez Moreno para la investigación en Medina Elvira - Profesor Contratado Doctor. Facultad de Filosofía y Letras, Departamento de Historia Medieval y Ciencias y Técnicas Historiográficas, Campus Universitario de Cartuja CP:18071 Granada (Granada). garciacontreras@ugr.es. ORCID ID: http://orcid.org/0000-0002-0655-7067.

5. Catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Granada. Facultad de Filosofía y Letras, Departamento de Historia Medieval y Ciencias y Técnicas Historiográficas, Campus Universitario de Cartuja CP:18071 Granada (Granada). amalpica@ugr.es. ORCID ID: https://orcid.org/0000-0002-2953-5741.

6. La metodología aplicada para la recogida de datos ha tenido ciertas variaciones en las distintas campañas. De 2005 a 2006 el valor del EVE se redondeaba a múltiplos de 0,05 mientras que en las campañas de 2007 a 2019 se han tomado todas las centésimas. Los datos de 2001 no se han recogido ya que la cuantificación del material se realizó con otro método. En todas las campañas el valor de las piezas hechas a torneta se sumó al de las realizadas a mano, por lo que en la campaña 2018/2019 hemos realizado la misma suma para poder llevar a cabo la comparativa (Tab. 1), aunque en el estudio pormenorizado de las fases del contexto (Fig. 5) sí hemos tomado los datos por separado ya que aporta información relevante. En todo caso, creemos que los resultados son suficientemente representativos como para poder realizar una valoración.

7. Los análisis de C14 se llevaron a cabo en la Wydział Geologii, Geofizyki i Ochrony Środowiska de la Akademia Górniczo-Hutnicza im. Stanisława Staszica w Krakowie a cargo del profesor Marek Krąpiec.