Arqueología y Territorio Medieval 30, 2023. e7733. I.S.S.N.: 1134-3184 DOI: 10.17561/aytm.v30.7733

Un asentamiento rural de época omeya en la Vega de Granada: Manzanil (Loja). Límites y posibilidades de interpretación a partir de una intervención arqueológica puntual1

A rural settlement from the umayyad period in the Vega of Granada: Manzanil (Loja). Limits and possibilities of an interpretation based on a specific archaeological intervention

Miguel Jiménez Puertas2, Ana Ruiz Jiménez3, Rafael J. Pedregosa Megías4, José Cristóbal Carvajal López5

Enviado: 2/02/2023
Aprobado: 19/04/2023
Publicado: 24/07/2023

RESUMEN

En este artículo se exponen los resultados de la intervención arqueológica puntual llevada a cabo en el pago de Manzanil, situado en el término municipal de Loja (provincia de Granada), donde se localizó un asentamiento rural de época omeya datado entre la segunda mitad del siglo IX y la primera del X. En primer lugar, se interpretan las peculiares estructuras documentadas, planteando la hipótesis de que correspondan a un gran recinto rectangular. A continuación, se lleva a cabo el estudio sistemático de un interesante conjunto cerámico, en el que encontramos destacadas producciones vidriadas de fines del período emiral. Finalmente, se hace una valoración del asentamiento en su contexto geográfico e histórico, de cara a entender su funcionalidad. En este sentido, debe señalarse su localización en un espacio de regadío tradicional y en un territorio en el que la instalación de grupos de origen oriental desde primera época andalusí fue muy importante.

Palabras clave: Al-Andalus, poblamiento altomedieval, cerámica altomedieval.

ABSTRACT

This article presents the results of a specific archaeological excavation carried out in the area of Manzanil, situated in the municipality of Loja (province of Granada), where a rural settlement from the Umayyad period was located, dated between the second half of the 9th century and the first half of the 10th century. Firstly, the peculiar structures documented are interpreted, and the authors’ suggestion is that they correspond to a large rectangular enclosure. This is followed by a systematic study of an interesting ceramic assemblage in which we find outstanding glazed wares from the end of the Emirate period. Finally, the settlement is considered in its geographical and historical context, to understand its functionality. In this sense, emphasis is placed on the location of the site in a traditional irrigated area and in a territory where the settlement of groups of Eastern origin was very important during the first moments of Andalusi history.

Keywords: Al-Andalus, early medieval settlement, early medieval pottery.

1. INTRODUCCIÓN

El objetivo del presente trabajo es exponer los resultados de la intervención arqueológica llevada a cabo en el pago de Manzanil (término municipal de Loja), en el sector occidental de la Vega de Granada (fig. 1). La parcela en la que se actuó se sitúa en una zona llana de regadío que había sido recalificada e iba a ser urbanizada, habiéndose detectado restos arqueológicos al abrir una vía, momento en el que se paralizaron las obras. Por su propia naturaleza puntual, la actuación arqueológica estuvo muy acotada, puesto que su objetivo era delimitar el yacimiento y realizar una primera valoración de sus características. Primero se hizo una prospección y estudio de perfiles y posteriormente varios sondeos arqueológicos (RUIZ, 2008). Las obras de urbanización no continuaron, de modo que no hubo oportunidad de realizar una actuación más extensiva. Aun con estas limitaciones, las estructuras que se documentaron y los materiales recuperados han resultado ser muy interesantes, correspondiendo a un asentamiento rural altomedieval, con una cronología entre la segunda mitad del siglo IX y la primera del X.

Fig. 1. Localización de Manzanil en el contexto de la Vega de Granada.

Además, hay que destacar la concurrencia de especiales circunstancias que hacen que resulte de interés dar a conocer estos resultados. Por una parte, aunque se ha realizado un estudio de conjunto de la problemática del poblamiento altomedieval de la Vega de Granada (CARVAJAL, 2008), apenas se han publicado resultados detallados de intervenciones arqueológicas realizadas en núcleos rurales, si exceptuamos los asentamientos del entorno montañoso que responden a una pauta de ocupación diferente (El Castillón de Montefrío, Cerro de la Mora, Cerro del Molino del Tercio, El Castillejo de Nívar). Como excepción, podríamos citar el yacimiento de la Solana de la Verdeja (Huétor-Tájar), sobre el que contamos con la publicación de un resumen de los resultados de la intervención de 2004 (ÁLVAREZ, 2004) y con el estudio de una selección de cerámica (CARVAJAL, 2008: 301-306 y 469-477), pero hay que matizar que este lugar se ubica en un espacio de lomas y laderas de secano, mientras que el yacimiento de Manzanil se localiza en un pago de riego tradicional (fig. 2), siendo un sistema documentado ya al final de la Edad Media (JIMÉNEZ, 2007b: 143-155), por lo cual su estudio puede aportar información acerca del origen de los regadíos de la vega granadina.

Fig. 2. Pago de Manzanil. Parcela en la que se realizó la intervención arqueológica. Estado actual (enero 2022).

Por otra parte, entre los materiales recuperados destaca la presencia de ejemplares de cerámica correspondiente a los primeros vidriados blancos estanníferos con decoración verde y manganeso, que pueden datarse al final del período emiral y que, hasta ahora, se han documentado casi exclusivamente en centros urbanos vinculados al poder, como Córdoba (SALINAS, PRADELL, 2018, 2020) o Madīnat Ilbīra (MOLERA et alii, 2018). Quizá sirva como explicación para esta circunstancia la proximidad de este yacimiento a un importante asentamiento de época omeya, en concreto, a menos de 1 km al N se localiza el lugar de al-Funtīn, en el actual barrio de La Esperanza (Loja), si bien los separa el río Genil, que en esta zona va profundamente encajado (Infiernos Altos). En al-Funtīn se asentaron los Banū Jālid, un linaje de clientes omeyas cuyos miembros desempeñaron importantes cargos al servicio de los emires y califas, tanto en Córdoba como en Madīnat Ilbīra, y, según confirman las fuentes escritas, fueron determinantes en la organización y control del territorio lojeño durante la crisis del poder omeya a fines del emirato (JIMÉNEZ, 2009: 61-87).

Para abordar el estudio de este asentamiento, en primer lugar vamos a describir y valorar las estructuras documentadas, cuya interpretación no está exenta de dificultades. Después pasaremos a analizar la cerámica recuperada durante la intervención, que es fundamental para determinar la cronología de la ocupación de este lugar, pero también destaca por sus propias características. A continuación, valoraremos su contexto geográfico e histórico, en concreto, por una parte, su posible vinculación con los sistemas de regadío y, por otra, la cuestión de la instalación de grupos orientales y su implicación en la crisis de fines del emirato. Finalmente, a modo de conclusión, se plantean hipótesis sobre la funcionalidad de este asentamiento y su significación histórica.

2. LAS ESTRUCTURAS DOCUMENTADAS Y SU POSIBLE INTERPRETACIÓN

La intervención arqueológica, debido a su naturaleza, se desarrolló con un tiempo de duración muy limitado y con el objetivo de conocer la potencialidad del yacimiento y su extensión. Por este motivo se trazaron varios sondeos, nueve en total, ubicados a un lado y otro de la vía abierta durante los trabajos iniciales de urbanización, así como en la propia vía, respetándose los límites de la parcela que iba a ser urbanizada. Cabe destacar que las estructuras más significativas que aparecieron fueron la base de mampostería de distintos muros (fig. 3), conservándose muy arrasados todos los elementos debido a la existencia de poca potencia arqueológica. Aunque el suelo agrícola no es muy profundo (20-30 cm), la acción del arado ha afectado en gran medida a las estructuras, habiéndose arrastrado parte de la alzada de los muros y también de los derrumbes de tejas. Por otra parte, la roca madre, sobre la que se asientan las hiladas de mampuestos que constituyen la cimentación de los muros, se encuentra a escasa profundidad.

Fig. 3. Manzanil. Estructuras documentadas.

En principio, cabría interpretar los hallazgos como pertenecientes a diversas estructuras rectangulares, cuyos muros tendrían una base de al menos dos hiladas de mampostería y un alzado de tapial. Asimismo, se han documentado distintos derrumbes de tejas, desigualmente conservados, que permiten confirmar la existencia de algunos espacios cubiertos. Por otra parte, se descubrió parte de una canalización que discurre en paralelo a uno de los muros, que podría relacionarse con alguna actividad artesanal. Finalmente, hay que destacar que se evidencia una sola fase constructiva, por lo que la duración de la ocupación del asentamiento no debió de prolongarse mucho en el tiempo.

Debido a la tipología de la actuación arqueológica, no tenemos certezas absolutas acerca de las características del asentamiento ni sobre su extensión total, si bien conocemos que, en la zona más occidental de la parcela, los sondeos realizados en una segunda fase de la intervención mostraron que no existían estructuras y, además, en otra parcela contigua, situada al este, donde también se hizo un rebaje de terreno para abrir otra vía, tampoco se han observado restos arqueológicos, por lo que quizá el yacimiento tenga una extensión relativamente limitada (fig. 4).

Fig. 4. Manzanil (ortofotografía). La zona donde se han documentado las estructuras está marcada en rojo, mientras que en verde se muestran las vías abiertas en las que no aparecieron estructuras.

A pesar de que la tipología de los muros con base de mampostería parece uniforme, hay que destacar que, por sus dimensiones, nos encontramos dos variantes que denominaremos, en relación con su aparente ubicación, muros perimetrales y muros internos (figs. 5, 6 y 7).

Fig. 5. Sondeo I. Vista de los tres muros documentados. En primer plano, el muro más ancho (UE 1003), interpretado como perimetral, y al fondo los muros internos con menor anchura (UE 1004 y 1005).

Fig. 6. Sondeo V. Alzado de la cara E del muro UE 5003, donde es visible la primera hilada de mampuestos de tamaño medio y grande que constituyen la cimentación del muro perimetral.

Fig. 7. Perfil del viario en el sondeo VII. Marcada en rojo, la zanja de cimentación (UE 7006) del muro perimetral (UE 7003) y su relleno (UE 7007). Puede apreciarse la primera hilada de grandes mampuestos que se apoyan sobre la roca madre. A continuación, una segunda hilada con piedras de tamaño algo menor.

Los muros internos se han localizado en los sondeos I (Unidades Estratigráficas 1004 y 1005), III (UE 3003 y 3004) y IX (UE 9004 y 9005). En la mayor parte de los casos están muy arrasados y conservan una sola hilada de mampuestos de pequeño y mediano tamaño, aunque en algún caso conservan hasta dos hiladas. La anchura de estos muros en su base oscila entre 55 y 70 cm.

En cuanto a los muros que denominamos perimetrales, se han documentado en los sondeos I (UE 1003), IV (UE 4003), V (UE 5003), VI (UE 6003), VII (UE 7003), VIII (UE 8003) y IX (UE 9003). La característica más destacada de estos muros es la presencia de una primera hilada de mampuestos de tamaño mediano y grande, como se ve en los perfiles de los sondeos I, VII y VIII, pero también en los realizados en la propia calle de la urbanización y que solo conservan esta primera hilada (sondeos V y VI). Esta base tiene una anchura que oscila entre 80 y 100 cm, mientras que la segunda hilada, cuando se conserva, alcanza una anchura de unos 70 cm (sondeos I, IV, VII y IX). El otro rasgo que define a estas estructuras perimetrales es que están alineadas formando un ángulo recto, de modo que parecen delimitar un gran recinto rectangular del que se conservan de modo parcial dos de sus lados (el SE y el SO). Por otra parte, otra circunstancia que apoya la interpretación de estos muros como perimetrales es el hecho de que el resto de las estructuras (muros internos, derrumbes de tejas, canalización, fosa) se ubican en su interior. La única excepción es la de una pequeña agrupación de tejas que se conserva en el sondeo VII y que se situaría extramuros, que podría ser el derrumbe de tejas de una estancia cubierta, arrasado por la acción de los arados, pero por sus pequeñas dimensiones también cabrían otras interpretaciones, como que se trate de un depósito no correspondiente a un derrumbe in situ, sino desplazado (fig. 8).

Fig. 8. Sondeo VII. Pequeña agrupación de tejas (UE 7004).

La interpretación de estos muros como perimetrales nos llevaría a considerar la hipótesis de que las estructuras corresponden a un recinto rectangular que estaría compartimentado en su interior por otros muros, definiendo distintas estancias, calles y patios (fig. 9). La longitud mínima de estos muros perimetrales superaría los 40 m de largo, tanto el ubicado al SE (45 m como mínimo) como el situado al SO (al menos 41 m). Algunos de los espacios cubiertos se apoyan directamente en los muros perimetrales, como se deduce de los derrumbes de tejas localizados en los sondeos I (UE 1006) y, sobre todo, IX (UE 9006). En este caso la estructura cubierta, delimitada por el muro perimetral (UE 9003) y otro muro interno paralelo (UE 9004), tenía 4 m de anchura y sería rectangular, abriéndose a una calle (fig. 10). Los pavimentos debieron de ser de tierra apisonada, no habiéndose documentado ni empedrados ni otro tipo de solerías, ni siquiera en las estancias cubiertas. En el sondeo IV se halló el tramo de 4,15 m de una canalización con un ancho de 15 cm, cuyas paredes de pequeños mampuestos están enfoscadas con cal y que estaría probablemente cubierta con tejas curvas, que se han encontrado en su interior, una vez abandonada o amortizada la estructura (figs. 11 y 12). Tiene una ligera pendiente en sentido SO-NE, desconociéndose su funcionalidad, que quizá estuviese vinculada a alguna actividad doméstica o artesanal.

Fig. 9. Manzanil. Hipótesis de gran recinto rectangular con los dos posibles muros perimetrales documentados.

Fig. 10. Sondeo IX. Derrumbe de tejas (UE 9006) ubicado entre el muro perimetral (UE 9003) y un muro interno (UE 9004).

Fig. 11. Sondeo IV. Canalización (UE 4004) revestida con un enfoscado de cal y cubierta con tejas.

Fig. 12. Sondeo IV. Detalle del enfoscado de cal que cubre las paredes interiores de la canalización.

La interpretación de Manzanil como un asentamiento constituido por un gran recinto rectangular es, por ahora, solo una hipótesis, que, sin duda, sería necesario verificar mediante la continuación de la investigación arqueológica en este lugar. En cualquier caso, la perfecta alineación de los muros exteriores nos indica la planificación de la construcción de estas edificaciones en un momento histórico determinado. De cara a ofrecer un planteamiento más sólido sobre su funcionalidad, creemos que es imprescindible tener en cuenta su cronología y su contextualización geográfica e histórica, a lo que dedicaremos los próximos apartados de este trabajo.

3. LA CERÁMICA: CONTEXTO DE PROCEDENCIA Y ANÁLISIS TIPOLÓGICO Y CRONOLÓGICO

3.1. El contexto de procedencia de la cerámica

La cerámica hallada durante la intervención arqueológica no fue demasiado abundante, dada la escasa potencia de las unidades estratigráficas (UE). El mayor volumen de material apareció en el sondeo I y, más concretamente, en las UE 1009 y 1012 que colmataban una fosa circular somera (UE 1013), de unos 30-40 cm de profundidad y 2,50 m de diámetro. Hay que destacar que el análisis estratigráfico parece descartar que esta estructura sea anterior a los muros, dado que está próxima al muro perimetral 1003, pero no bajo él, por lo que se debió de formar con posterioridad a la construcción de las estructuras. Por otra parte, el material del relleno de esta fosa es cronológicamente coherente con el asociado a las fases de ocupación del yacimiento, por lo que se decidió estudiarlo en profundidad, de cara a entender mejor cómo se formó este contexto y qué información de valor podría aportar sobre el asentamiento.

Para este estudio, como muestras diagnósticas, se analizaron todos los ejemplares pertenecientes a bordes y bases, en concreto 483 piezas (280 corresponden a bordes y 203 a bases). Hay que señalar que este cómputo se realiza por “familias de fragmentos”, es decir, cuando varios fragmentos de una misma pieza casan y se pueden pegar se considera que son un solo ejemplar. En cuanto al análisis estadístico, utilizamos la metodología del equivalente de vasija estimado (EVE), que tiene en cuenta la proporción del borde o de la base que corresponde a cada fragmento o conjunto de fragmentos (ORTON, HUGHES, 2013: 203-218).

La cuantificación se ha aplicado tanto a las distintas series cerámicas como a los denominados grupos tecnológicos, siguiendo el método y la clasificación tipológica utilizados en otros yacimientos altomedievales de la Vega de Granada (JIMÉNEZ, CARVAJAL, 2020; MALPICA, JIMÉNEZ, CARVAJAL, 2020). En este sentido, los grupos tecnológicos pretenden sintetizar en un código de tres cifras los principales rasgos macroscópicos observables en todos los fragmentos cerámicos (color de la pasta, tamaño de las inclusiones, modelado y acabado o cobertura) (tabla 1).

Tabla 1. Códigos de los grupos tecnológicos.

COLOR

TAMAÑO DE INCLUSIONES

MODELADO Y COBERTURA

A

Muy claro

(amarillento, verdoso)

f

Muy finas (<0,1 mm)

a finas (0,1-0,5 mm)

0

Mano,

sin cobertura

B

Claro

(beige, rosáceo)

m

Finas (0,1-0,5 mm)

a medias (0,5-1,5 mm)

1

Torno,

sin cobertura

C

Rojizo

(rojizo, marrón, anaranjado)

g

Medias (0,5-1,5 mm) a gruesas (1,5-2,5 mm)

y muy gruesas (>2,5 mm)

2

Torno,

vidriado monocolor total

(interior y exterior)

D

Oscuro

(gris, negro)

 

3

Torno,

vidriado bicolor

(diferente interior y exterior)

 

 

4

Torno,

vidriado monocolor parcial

(solo interior o exterior)

 

 

5

Torno,

barniz (sigillatas)

Contamos también con análisis petrográficos y químicos de varias muestras de cerámica de cocina, de agua y vidriada procedentes de este yacimiento, que han sido comparados con otros procedentes del contexto más general de la Vega de Granada (CARVAJAL, DAY, 2013; CARVAJAL et alii, 2018; MOLERA et alii, 2018).

En cuanto a la función que pudo tener la fosa UE 1013 (fig. 13), de la que procede la cerámica estudiada, en un primer momento se planteó la hipótesis de que fuese un basurero, puesto que aparecen evidencias de vertidos que se quemarían de vez en cuando para reducir su volumen. Así, se han hallado abundantes cenizas y carbones, huesos de ovicápridos (algunos de ellos calcinados), clavos (probablemente pertenecientes a una puerta quemada), tejas, etc. No obstante, tras el estudio de la cerámica, se observó que solo presentan huellas de exposición al fuego los fragmentos de vasijas de cocina y no los correspondientes a otras formas. Además, la elevada fragmentación y, sobre todo, la falta de piezas reconstruibles parecen descartar su utilización como un vertedero directo, lo que nos ha llevado a interpretar este contexto de relleno como el resultado de un vertido indirecto. Es decir, la basura aquí hallada (restos óseos, cenizas y carbones procedentes de limpieza de hogares, vasijas cerámicas descartadas, escombros, etc.) estaría depositada originalmente en otro espacio destinado a desechos, más o menos provisional, como un muladar o una escombrera. Desde allí, una parte de ellos se debió de trasladar, bastante revueltos y en un único momento, a esta fosa, dado que no hay diferencias significativas entre las dos UE que componen el relleno de la fosa, como se observa tras el análisis de los materiales cerámicos (fragmentación, composición, cronología). La única diferencia entre ellas, aparte de su posición estratigráfica (una superior y otra inferior), es su tonalidad de color (gris la superior, UE 1009, y gris-rojiza la inferior, UE 1012).

Fig. 13. Sondeo I. Fosa somera (UE 1013), en el proceso de retirada del relleno que la colmataba (UE 1009 y 1012), de donde procede la cerámica estudiada.

Esta interpretación sobre su funcionalidad está avalada, como decíamos, por la ausencia de ejemplares que se puedan reconstruir y la elevada fragmentación de la cerámica. En este sentido, el denominado índice de completitud es de 0,11. Este índice se obtiene de la división del total del equivalente de vasija estimado (EVE), que es de 27,29 (promedio de bordes y bases), entre el número de objetos diferentes que representan los fragmentos estudiados, o sea, la estimación de vasijas representadas (EVREP), que es de 210,5 (promedio de bordes y bases). El índice de completitud sería de 1 si encontráramos todas las piezas completas, pero el resultado obtenido (0,11) indica que, como media, solo llegó a este depósito un 11% de los fragmentos que componían cada una de las vasijas, por lo que los restantes fragmentos quedarían dispersos por el vertedero o vertederos originales o tuvieron como destino otros rellenos o usos. Es cierto que este último índice es un valor aproximado, dado que el EVE es una cifra objetiva, mientras que el EVREP es una estimación, sin embargo, la comparación con contextos de vertido directo nos muestra que en estos casos el índice de completitud es bastante superior al observado en Manzanil, ya que es posible reconstruir algunas piezas de forma casi total, a pesar de estar muy fragmentadas, o bien se hallan otras prácticamente completas, con apenas algunas roturas (JIMÉNEZ, 2012).

Aparte de estas consideraciones, hay que señalar que desconocemos la finalidad original de esta fosa tan somera, pero quizá se puede apuntar que se formó por algún uso específico del espacio en el que se situaba, ubicado al interior al muro perimetral y posiblemente bajo cubierta de tejas. En cuanto a su colmatación, podemos plantear que pudo tener como objetivo nivelar el suelo de la estancia, recurriendo para ello a materiales que ya estaban en un vertedero. Otra cuestión significativa es que este relleno debió de realizarse en un momento muy próximo al abandono del asentamiento, puesto que la cerámica más reciente documentada es de la misma cronología que la hallada en los contextos de abandono identificados en los distintos sondeos. Es decir, aparte de los fragmentos procedentes de las capas superficiales, vinculadas a las labores agrícolas desarrolladas en la parcela hasta la actualidad, no han aparecido otros materiales que tengan una cronología posterior a los identificados en el relleno que nos ocupa.

Tras el relleno de la fosa, y durante el tiempo de abandono de las estructuras, se debió de formar la UE 1010, que se caracteriza por su escaso espesor y estar poco compactada, conteniendo fragmentos cerámicos y otros restos procedentes del derrumbe parcial de muros o techos. Sobre esta unidad aparece la UE 1006, que es un derrumbe de tejas, resultado del colapso de las techumbres, por encima del cual localizamos la UE 1002, una capa de tierra rojiza, con árido fino y medio y piedras pequeñas, que se correspondería, en parte, con el derrumbe de los muros de tapial de las estructuras. Finalmente, por encima de este estrato se halla la capa de tierra de labor agrícola, de unos 20-30 cm de profundidad. Las marcas de arado han afectado a los niveles superficiales de la UE 1002 y también al derrumbe de tejas, que ha desaparecido en algunas zonas.

A modo de conclusión, podemos decir que en una de las estancias del recinto se documentó una fosa circular relativamente ancha (2,50 m), pero poco profunda (30-40 cm), que se colmató con materiales procedentes de algún basurero cercano en un momento muy próximo al abandono definitivo de estas estructuras. Tras este abandono se produciría la ruina de las edificaciones, como muestra el derrumbe de tejas, convirtiéndose este espacio en una parcela agrícola, que ha llegado hasta nuestros días.

3.2. Los principales grupos cerámicos y su cronología

Una vez que hemos valorado el contexto principal de procedencia de la cerámica que vamos a estudiar, trataremos de caracterizar este conjunto, teniendo en cuenta que, a la hora de cuantificar las distintas producciones, vamos a utilizar la estadística del EVE de los bordes, ya que permite identificar mejor las distintas tipologías. No obstante, en algún caso utilizaremos la estadística del EVE de las bases, por la importancia del acabado de estas desde el punto de vista cronológico. La datación que deducimos del estudio de este conjunto nos permite situar la ocupación de este asentamiento entre la época emiral avanzada y el momento de transición hacia lo califal, por tanto, entre la segunda mitad siglo IX y la primera del X, sin descartar que algunos ejemplares puedan retrotraerse a la primera mitad del siglo IX.

3.2.1. La cerámica de cocina: ollas

No cabe duda de que nos hallamos ante un contexto de desechos domésticos, puesto que la cerámica de cocina es la que está mejor representada, con un 48% del total, siendo casi exclusivamente ollas, a excepción de un único ejemplar de cazuela. Las pastas características de estas producciones, siempre trabajadas a torno, son de color marrón-rojizo, con zonas ennegrecidas por la exposición al fuego e inclusiones abundantes que van de finas a medias (grupo tecnológico Cm1). El análisis petrográfico revela que es dominante la fábrica denominada ‘RW5: filita y esquisto’ (15 de 20 muestras), que se caracteriza por la presencia significativa de fragmentos angulares y subangulares de filita y de esquisto con biotita y clorita, correspondiendo quizá a una producción local o, al menos, ubicada en algún punto próximo al sector más occidental de la Vega de Granada. Otras fábricas documentadas son ‘RW1: rocas sedimentarias y metamórficas de grado bajo’ (1 muestra), probablemente procedente del área de Madīnat Ilbīra; ‘RW3: esquisto’ (2 muestras), originaria del entorno de Granada; y ‘RW4: esquistos frecuentes con biotita, clorita, silimanita, moscovita y granate’ (2 muestras), que se puede vincular al cercano yacimiento de la Solana de la Verdeja (Huétor-Tájar) (CARVAJAL, DAY, 2013).

Desde el punto de vista formal, el tipo predominante de olla es una vasija de borde sinuoso entrante (tipo S de nuestra clasificación), con una sola asa y pico vertedor, presentando abundantes acanaladuras de torneado al exterior (fig. 14). Aunque no se conserva el perfil completo de ninguna de estas ollas, su base sería plana, con huellas del torzal utilizado para separar la pieza del torno, dado que la práctica totalidad de las bases de ollas/cazuelas de este contexto posee este acabado. Este tipo de olla, que supone el 64% del total de las documentadas en Manzanil, tiene una cronología que podemos situar con bastante seguridad durante la segunda mitad del siglo IX y el primer cuarto del siglo X.

Fig. 14. Manzanil. Olla de borde sinuoso (tipo S).

Se trata de una tipología que está presente de forma mayoritaria y generalizada en yacimientos con contextos de cronología emiral tardía de la Vega de Granada (fig. 15), como es el caso del Cerro del Molino del Tercio (Salar) (JIMÉNEZ, 2007a), Alcazaba de Madīnat Ilbīra (Cerro del Sombrerete, Atarfe) (MALPICA, JIMÉNEZ, CARVAJAL, 2006) y Albaicín de Granada (c/ María de la Miel) (DE LA TORRE, 2011). No obstante, es posible que su origen se remonte al siglo VIII, según la evidencia proporcionada por las excavaciones en el antiguo pago de Aynadamar (Granada, actual Facultad de Empresariales) (ROMÁN, CARVAJAL, 2018; CARVAJAL, 2019). Los ejemplares más característicos tienen un asa y boca con pico vertedor (fig. 15: a, b y c), pero hay otros minoritarios de boca circular, ya sea con dos asas (fig. 15: d) o sin ellas (fig. 15: e). También hay diferencias en el acabado de las bases, ya que en la Alcazaba de Madīnat Ilbīra y Manzanil las asociadas a estas piezas son planas, con huellas de torzal, mientras en el Cerro del Molino del Tercio las bases son convexas.

Fig. 15. Ollas de borde entrante sinuoso (tipo S) de la Vega de Granada (cronología: emiral tardía). Procedencia: Cerro del Molino del Tercio (Salar) (a y e); Alcazaba de Madīnat Ilbīra (Atarfe) (b y d); Barrio del Albaicín de Granada (c/ María de la Miel) (c).

Además de estos ejemplares, encontramos otras formas que pueden tener una cronología algo anterior, como es la olla de borde vuelto (tipo V), predominante en época tardoantigua en la Vega de Granada (JIMÉNEZ, 2007a, 2020), momento en el que no tiene asas, pero que también se documenta en el período emiral, aunque normalmente ya con asas (fig. 16), representando el 7% de las ollas de Manzanil.

Fig. 16. Manzanil. Ollas de borde vuelto (tipo V).

Quizá posterior a esta, al no tener antecedentes tardoantiguos, sea una variante de borde vuelto, pero con sección triangular y labio apuntando hacia abajo (tipo W), que, como el tipo S, también presenta abundantes acanaladuras de torneado al exterior (fig. 17). Cuantitativamente alcanza el 13% de las ollas de este contexto, siendo el segundo en importancia, tras las de borde sinuoso.

Fig. 17. Manzanil. Ollas de borde vuelto con sección triangular y labio apuntado hacia abajo (tipo W).

En relación con la cronología inicial de estos tres tipos de ollas, que son los más abundantes en Manzanil, hay que señalar que no conocemos evidencias en la Vega de Granada que permitan concretarla, si bien ejemplares muy parecidos han sido documentados en el arrabal de Šaqunda de Córdoba, con una cronología de primera época emiral (c. 750-818) (CASAL et alii, 2005). En concreto, encontramos formas similares a nuestros tipos V (fig. 18: a), W (fig. 18: b) y S (fig. 18: c). En este último caso, la diferencia estriba, al menos a tenor de los ejemplares publicados, en el hecho de que las ollas de Šaqunda tienen boca circular y dos asas, mientras que en la Vega de Granada la mayoría de los ejemplares poseen pico vertedor, por lo que quizá se trate de un rasgo específico de producciones del territorio granadino.

Fig. 18. Ollas del arrabal de Šaqunda (Córdoba) (cronología: c. 750-818). Tipos 1.1.1 (borde exvasado) (a y b) y 1.1.4 (borde entrante) (c). Versión de los dibujos de CASAL et alii (2005).

Respecto a la fecha más reciente que se puede deducir a partir del estudio de la cerámica de cocina, habría que destacar que se encuentra de forma muy minoritaria (4% del total de ollas) una variante con borde exvasado fino curvo (tipo E) (fig. 19), que, por lo paralelos conocidos, nos podría llevar a fechar el momento final de este conjunto en una época entre fines del emirato e inicios del califato.

Fig. 19. Manzanil. Olla de borde exvasado fino curvo (tipo E).

Este tipo, que aparece muy extendido en contextos califales de la Vega de Granada (fig. 20), se caracteriza, aparte de por su borde, porque suele tener decoración pintada en blanco en la parte superior del cuerpo, ya sean trazos gruesos inclinados o finos horizontales, pero también por el hecho de que su base es siempre convexa, mostrando una evolución respecto al predominio de bases planas con huellas de torzal en época emiral. Se ha documentado en Madīnat Ilbīra (fig. 20: a y b) (JIMÉNEZ, 2012; MALPICA, JIMÉNEZ, CARVAJAL, 2020; MARTÍNEZ et alii, 2022), en la ciudad de Granada (fig. 20: e y f) (GÓMEZ, 1993-1994, 2002), en la antigua alquería de Ṭignar, en plena Vega (fig. 20: d) (MOTOS, AMADOR, 1985), así como en un asentamiento de altura con una fase cronológica emiral tardía como El Castillón de Montefrío (fig. 20: c) (MOTOS, 1991), revelando, quizá, en este último caso un momento final de transición a la época califal, como suponemos para Manzanil.

Fig. 20. Ollas de borde exvasado fino curvo (tipo E) de la Vega de Granada (cronología: califal). Procedencia: Madīnat Ilbīra (Atarfe) (a y b), El Castillón (Montefrío) (c), Ṭignar (Albolote) (d), Granada (junto a Catedral) (e) y barrio del Albaicín de Granada (plaza Aljibe de Trillo) (f). Las letras c, d, e y f son, respectivamente, versión de los dibujos de MOTOS (1991); MOTOS, DÍAZ (1985); GÓMEZ (1993-1994) y GÓMEZ (2002).

A modo de conclusión, reflejamos en el siguiente cuadro (fig. 21) la propuesta cronológica para los principales grupos cerámicos de cocina documentados en Manzanil y la que se deduce para la ocupación de este asentamiento a partir de la proporción en la que aparecen los distintos tipos. Creemos, tal como hemos comentado anteriormente, que puede fijarse una cronología entre la segunda mitad del siglo IX y la primera mitad del siglo X, sin descartar un inicio anterior (primera mitad del siglo IX).

Fig. 21. Propuesta cronológica de los tipos de olla documentados en Manzanil.

3.2.2. La cerámica de agua: jarros y jarritos

El siguiente grupo funcional en importancia, que representa el 38% del total, lo forman las cerámicas que podemos denominar de agua, tanto de servicio de mesa (jarritas/os) como de acarreo (jarras/os), sin que sea posible en todos los casos diferenciarlas, debido a que el material está muy fragmentado. Se trata de vasijas realizadas a torno (solo un ejemplar a mano), entre las que destacan dos grupos de pastas. Por una parte, las pastas rojizas con inclusiones de finas a medias (grupo tecnológico Cm1), quizá en su mayor parte correspondientes a piezas de mayor tamaño, como los jarros de una sola asa, borde exvasado y pico vertedor (fig. 22).

Fig. 22. Manzanil. Jarro de borde exvasado (tipo E).

Por otra parte, están las pastas claras (beiges o rosáceas) con inclusiones de muy finas a finas (grupo tecnológico Bf1), representadas, entre otras formas, por jarritos de boca ancha, borde recto y labio biselado, que pueden tener una decoración a base de anchos trazos verticales de color rojo (fig. 23). Una muestra de estas pastas calcáreas pertenecientes a contenedores de agua ha sido objeto de análisis petrográfico y químico. En cuanto a los resultados del análisis petrográfico, de las 20 muestras analizadas, 8 corresponden a la fábrica ‘WC1: fábrica fina y calcárea con rocas sedimentarias y metamórficas de grado bajo’, 4 a la ‘WC2: fábrica granulosa y calcárea con rocas sedimentarias y metamórficas de grado bajo’ y 8 a la fábrica ‘WC4: fábrica granulosa y calcárea con caliza micrítica’. Lo llamativo de este análisis es el hecho de que esta última fábrica (WC4) es exclusiva de este yacimiento y no aparece en los restantes analizados en la Vega de Granada, mientras que las dos primeras fábricas muestran una mayor dispersión por toda la Vega, con tendencia a que la fábrica WC2 esté más presente en la zona occidental. Respecto al análisis químico, los resultados son menos concluyentes sobre procedencias (es decir, no sabemos si las cerámicas se hicieron en lugares distintos), pero muestran, por comparación con las arcillas usadas para cerámica vidriada, que estas eran diferentes a las usadas para los contenedores de agua (es decir, sabemos que se hicieron con procesos de mezcla de arcillas diferentes) (CARVAJAL et alii, 2018).

Fig. 23. Manzanil. Jarrito de borde recto y labio biselado tipo B (a) y fragmento con decoración pintada de color rojo (b).

A pesar de su importancia cuantitativa, la gran fragmentación de estas vasijas correspondientes a cerámica de agua, pero también la gran variabilidad formal de los bordes, no nos permiten hacer un estudio tipológico tan pormenorizado como en el caso de las ollas, así como establecer paralelos con producciones de otros yacimientos. En cualquier caso, piezas como los jarritos de boca ancha, labio biselado y decoración pintada son muy característicos de la cerámica andalusí ya desde finales del siglo VIII y durante el siglo IX (ALBA, GUTIÉRREZ, 2008), teniendo incluso una amplia perduración más allá de época emiral, por lo que tampoco nos permiten una mayor precisión cronológica.

No obstante, cabe fijarse en el acabado de las bases, dado que se ha observado que marca un importante hito cronológico en yacimientos como Madīnat Ilbīra (CARVAJAL, 2008: 204-205; MARTÍNEZ et alii, 2022: 48, fig. 8) y podría ayudarnos a definir este conjunto. En general, contabilizando toda la cerámica, en Manzanil predominan las bases planas con marcas de torzal (63%), frente a las planas o ligeramente convexas que han sido alisadas o espatuladas (31%). Además, se observa una gran diferencia entre la cerámica de cocina, que presenta el 90% de las bases planas con huellas de torzal y solo un 9% de alisadas o espatuladas, y la de agua, es decir jarros y jarritos, cuya proporción de bases planas con huellas de torzal es solo del 40%, mientras que las alisadas o espatuladas suponen el 51%. Nos encontramos, por tanto, en una fase de transición en este aspecto tecnológico, que se inicia en las formas de agua y se extenderá después a las vasijas de cocina, como se ha observado en contextos procedentes de Madīnat Ilbīra, donde se ha planteado la hipótesis de un inicio de las bases convexas espatuladas en jarros y jarritos en un momento final emiral (c. 900-925), generalizándose en la primera época califal (c. 925-975), cuando también comienzan a extenderse en la cerámica de cocina (MALPICA, JIMÉNEZ, CARVAJAL, 2020: 71-73). No obstante, hay que advertir que esta evolución de las formas de acabado no tiene por qué ser lineal, como demuestra el caso de las ollas emirales del Cerro del Molino del Tercio, que presentan bases convexas espatuladas (CARVAJAL, 2008: 234).

3.2.3. Otras producciones a torno sin vidriar de pastas claras: candiles y orzas

La mayor parte de la cerámica a torno no vidriada está compuesta, como hemos visto, por ollas, jarros y jarritos, pero además se han documentado otras formas que nos aportan información interesante, como es el caso de los candiles y las orzas.

Los candiles de piquera, que representan solo el 1% del conjunto, son otras piezas, junto a los jarritos de boca ancha, muy características del ajuar andalusí desde primera época emiral (ALBA, GUTIÉRREZ, 2008), encontrándose en Manzanil tanto ejemplares sin vidriar (normalmente con pastas muy claras y decantadas, pertenecientes al grupo tecnológico Af1) (fig. 24) como alguna vidriada, que analizaremos más adelante.

Fig. 24. Manzanil. Candiles de piquera (sin vidriar).

Entre la cerámica no vidriada, otro conjunto significativo lo representan unas piezas de almacenaje de tamaño mediano, que denominamos orzas (3% del total), realizadas a torno y que suelen tener un borde engrosado entrante o sinuoso, con cuello corto, como las ollas, si bien no muestran evidencias de exposición al fuego y sus pastas son claras, con inclusiones de muy finas a finas (grupos tecnológicos Bf1 y Af1). Suelen presentar decoración incisa, ya sea rectilínea u ondulada (figs. 25 y 26), elemento que nos lleva a datar estas vasijas en plena época emiral, puesto que en otros yacimientos algo más tardíos se documenta esta misma tipología, pero ya con decoración pintada (JIMÉNEZ, 2007a: 202). En cuanto a la diferencia con las producciones del período tardoantiguo con decoración incisa a peine, que son muy habituales en la Vega de Granada y su entorno (MOTOS, 1991: 57-59; JIMÉNEZ, 2007a: 185-186; JIMÉNEZ, CARVAJAL, 2020: 27-28), se debe a que en estos ejemplares de Manzanil las incisiones son líneas simples o dobles, o, si son a peine, con pocas líneas paralelas, bastantes menos de las que son habituales en la cerámica tardoantigua y, por otra parte, se aplican, como vemos, a orzas, estando ausentes aquí los típicos jarritos tardoantiguos de cuello estrecho con esta decoración.

Fig. 25. Manzanil. Orzas tipo S con decoración incisa.

Fig. 26. Manzanil. Fotografías pertenecientes a fragmentos de orzas con decoración incisa.

3.2.4. La cerámica a mano

Los grandes recipientes de almacenaje, por su dificultad para fabricarlos en el torno, se suelen realizar a mano. Entre ellos están las típicas vasijas de almacenamiento, las tinajas, pero también otros grandes contenedores más abiertos, que pueden tener una función múltiple (higiene, preparación y almacenaje de alimentos), que a veces se definen como lebrillos y otras como tinajas, aunque algunos autores prefieren utilizar un término específico como barreño (ALBA, GUTIÉRREZ, 2008: 605). En conjunto suman el 1% del total de la cerámica del relleno de la fosa. Otra característica fundamental de estas piezas es que están realizadas con pastas rojizas con abundantes inclusiones de tamaño medio a grueso (grupo tecnológico Cg0).

Como señalábamos, desde el punto de vista formal diferenciamos, por una parte, las tinajas, que presentan un borde entrante engrosado de sección triangular (fig. 27), que, en cierto modo, suponen una evolución respecto a las dolia de época tardoantigua, de borde engrosado entrante.

Fig. 27. Manzanil. Tinaja de borde engrosado entrante de sección triangular (tipo T).

Por otra parte, están los grandes recipientes abiertos (barreños), que tienen un borde recto engrosado al exterior y paredes rectas, normalmente con bandas aplicadas con decoración impresa de digitaciones (fig. 28).

Fig. 28. Manzanil. Barreño (tinaja/lebrillo) de borde recto engrosado al exterior (tipo E).

Dentro del grupo de producciones a mano, destacaremos que son propios de época emiral los discos cerámicos (fig. 29), con pastas groseras como las de las tinajas, que en este contexto también suponen un 1% del total de los bordes. Estas piezas, a veces consideradas tapaderas de tinajas, suelen presentar la superficie de la base quemada, por lo que debieron de tener una función culinaria para la cocción del pan, a semejanza del plato o ṭābaq (GUTIÉRREZ, 1990-1991).

Fig. 29. Manzanil. Disco de borde horizontal redondeado (tipo R).

3.2.5. Las cerámicas vidriadas

Hemos dejado para el final el grupo de cerámicas vidriadas, que, en cuanto a la proporción de bordes, alcanza en torno al 7% del total de este contexto. Este grupo, a pesar de su limitada representación, tiene una gran importancia desde distintos puntos de vista, entre ellos el cronológico, tal como veremos. Podemos distinguir dos grandes grupos, los vidriados plumbíferos y los estanníferos, cuyas características e implicaciones cronológicas vamos a intentar descifrar a continuación.

El primer conjunto es más numeroso y lo conforman los ejemplares con vedrío plumbífero, variando su color en función de la cantidad de óxido de hierro (que puede añadirse, o simplemente ser absorbido de arcillas ricas en este material), para el melado, o de cobre (siempre añadido), para el verde. Este tipo de vidriados se documenta en al-Andalus desde la segunda mitad del siglo IX, habiéndose planteado el inicio de su producción en Pechina y Córdoba, mientras que en Málaga se desarrollaría a comienzos del siglo X (SALINAS, PRADELL, 2018, 2020). En la Vega de Granada y su entorno (MOTOS, 1991: 96-99; JIMÉNEZ, 2007a: 190-192), los ejemplares más antiguos, de época emiral tardía (segunda mitad del siglo IX y primer cuarto del siglo X), suelen corresponder a candiles y formas cerradas, y su decoración es aplicada o incisa, muchas veces combinando el vedrío melado en una cara de la vasija y el verde en la otra (subgrupo 1.1). A partir de cierto momento, claramente ya en la etapa califal, empieza a generalizarse la decoración pintada vidriada con trazos de manganeso, en especial en ataifores con cubierta vítrea melada al interior y exterior, si bien también encontramos esta decoración en piezas cerradas y a veces sobre vedrío verde (subgrupo 1.2).

En Manzanil, el grupo mayoritario de vidriados plumbíferos, melados o verdes, lo integran precisamente candiles o formas cerradas, que alcanzan casi el 3% del total de la cerámica. Podemos destacar un jarrito con decoración aplicada (fig. 30), así como diversos fragmentos con decoración también aplicada o bien incisa (fig. 31). Además, encontramos candiles con vidriados monocromos, como un ejemplar con vedrío melado y decoración incisa (líneas oblicuas en la pared de la cazoleta) e impresa (pequeñas impresiones que forman una banda horizontal en la parte superior de la cazoleta) (fig. 32). Señalaremos, por último, una taza o vaso con cubierta vítrea bícroma, melada al exterior y verde al interior (fig. 33).

Fig. 30. Manzanil (subgrupo de vidriados 1.1). Jarrito con vedrío monocromo melado y decoración aplicada.

Fig. 31. Manzanil (subgrupo de vidriados 1.1). Fragmentos de jarrito vidriado (decoración aplicada e incisa).

Fig. 32. Manzanil (subgrupo de vidriados 1.1). Candil de piquera con vedrío monocromo melado y decoración incisa e impresa.

Fig. 33. Manzanil (subgrupo de vidriados 1.1). Taza con vedrío bícromo (melado exterior y verde interior).

Aparte de los mencionados, también encontramos otros vedríos plumbíferos correspondiente a ataifores que tienen decoración pintada (subgrupo 1.2), que suponen cerca del 2% del total de la cerámica. Como ejemplo, destacamos un ataifor con vidriado melado en ambas caras y decoración que combina verde y manganeso (fig. 34 y fig. 35: a).

Fig. 34. Manzanil (subgrupo de vidriados 1.2). Ataifor de borde exvasado y labio redondeado (tipo I). Vedrío melado interior y exterior y decoración en verde y manganeso (muy deteriorada, ver fig. 35: a).

Fig. 35. Manzanil (subgrupo de vidriados 1.2). Ataifor con decoración en verde y manganeso sobre vedrío melado (a) y fragmentos con decoración en manganeso sobre vedrío melado (b) y verde (c).

Esta producción de cubiertas plúmbíferas con decoración pintada se va a generalizar en época califal en la Vega de Granada, sobre todo por la presencia de los ataifores de vidriado melado con trazos de manganeso, tal como se han documentado en contextos de Madīnat Ilbīra (fig. 36) (JIMÉNEZ, 2012). En Manzanil tan solo hemos localizado algún fragmento amorfo con decoración en manganeso sobre melado (fig. 35: b), que muestra que esta tipología no es significativa en la vida de este yacimiento, al abandonarse probablemente en un momento de transición emiral-califal, antes de la generalización de estas producciones.

Fig. 36. Madīnat Ilbīra (subgrupo de vidriados 1.2). Ejemplar de vedrío melado y decoración en manganeso. Cronología: califal.

El segundo grupo de producciones vidriadas lo representan aquellos ejemplares con vedrío blanco estannífero, que casi siempre se conserva muy deteriorado. Aquí diferenciamos una primera variante con vidriado blanco tanto al interior como al exterior (subgrupo 2.1). Los fragmentos localizados disponen de decoración con trazos de manganeso, si bien podría tratarse de verde y manganeso, dados los restos de tonalidades verdes que presentan en ocasiones las superficies de las piezas en zonas donde el vedrío blanco se ha degradado (figs. 37 y 38). Esta producción es similar a la que se ha identificado en la ciudad de Córdoba, en contextos de c. 900-929 (SALINAS, PRADELL, 2018, 2020), y que también se ha documentado en la Alcazaba de Madīnat Ilbīra, cuyo abandono se fecha hacia el año 925 (MALPICA, JIMÉNEZ, CARVAJAL, 2006). Los ejemplares de nuestro yacimiento, todos pertenecientes a ataifores de borde recto exvasado y base plana o ligeramente convexa (tipo I), a veces tienen pastas muy claras o rosáceas, pero sobre todo abundan las rojizas. Se han contabilizado un total de 5 bases y 11 bordes, representando estos últimos un 1,5% del total del EVE de los bordes.

Fig. 37. Manzanil (subgrupo de vidriados 2.1). Ataifores de borde recto exvasado con labio redondeado o apuntado (tipo I). Vedrío blanco estannífero interior y exterior. Decoración en manganeso.

Fig. 38. Manzanil (subgrupo de vidriados 2.1). Ataifores con vedrío blanco estannífero al interior y exterior. El vidriado se conserva muy deteriorado. Propuesta cronológica: c. 900-925.

La segunda variante de este grupo está integrada mayoritariamente por ataifores, pero también alguna redoma o jarrita, que tienen decoración verde y manganeso sobre cubierta vidriada blanca estannífera, pero con la diferencia, respecto al anterior, de que las piezas presentan en la cara menos visible la cubierta vítrea de color melado o melado-verdoso (en este caso por efecto de cocción reductora) (subgrupo 2.2). En cuanto a las pastas, encontramos bastante variedad, tanto muy claras como rosáceas y rojizas. A este grupo pertenecen 4 bases (tres de ataifores y una de redoma/jarrita) y 4 bordes (todos de ataifores), que suponen menos del 1% del total de este conjunto. La forma de los ataifores es la misma que los del grupo anterior, es decir, con borde recto exvasado y base plana o ligeramente convexa (tipo I) (figs. 39 y 40).

Fig. 39. Manzanil (subgrupo de vidriados 2.2). Vedrío blanco estannífero en la cara más visible y melado o melado-verdoso al exterior. Decoración en verde y manganeso.

Fig. 40. Manzanil (subgrupo de vidriados 2.2). Ataifores (a y b) y jarrita o redoma (c) con vedrío blanco estannífero en la cara visible y melado o melado-verdoso en la menos visible. Decoración verde y manganeso. Propuesta cronológica: c. 925-950.

Desde el punto de vista formal, estos ataifores son similares al tipo más numeroso de la cerámica en verde y manganeso de Madīnat al-Zahrā, que debemos datar a partir de la década de 940, cuando se inicia la construcción de la ciudad palatina omeya. De igual modo, en las piezas clásicas califales, y en concreto en los ataifores, suele combinarse la decoración sobre el vedrío blanco en la cara visible con el vidriado melado sin decoración en la parte menos visible (exterior en los ataifores e interior en jarritas o redomas) (CANO, 1996). La diferencia entre los ejemplares de Manzanil y la cerámica clásica califal está en la composición decorativa, ya que en todos los ejemplares de este yacimiento la decoración combina los motivos o trazos de color verde y manganeso, pero separados, mientras que en casi todos los de Madīnat al-Zahrā el color verde aparece delimitado por líneas de manganeso, a modo de relleno. Esta cerámica califal, que hemos denominado subgrupo 2.3, está ausente en Manzanil, sin embargo, se ha localizado en otros yacimientos de la Vega de Granada, como sucede en contextos de la segunda mitad del siglo X en Madīnat Ilbīra (MALPICA, JIMÉNEZ, CARVAJAL, 2020; MARTÍNEZ et alii, 2022: 56).

Para datar las producciones de Manzanil pertenecientes al subgrupo 2.2, con decoración “no clásica” en verde y manganeso sobre vedrío blanco estannífero y melado en el reverso, hay que tener en cuenta que en contextos emirales tardíos de Córdoba y de la Alcazaba de Madīnat Ilbīra se han localizado, como hemos visto, vasijas con vidriado blanco estannífero tanto al interior como al exterior (subgrupo 2.1), pero no, por ahora, estas piezas con cubierta vítrea melada exterior. Por consiguiente, esta variante podría datarse en un momento de transición entre la época emiral y la califal, en concreto entre el año 925 (fecha de probable abandono de la Alcazaba de Madīnat Ilbīra, en la que no se documenta este subgrupo) y la década de 940 (inicio de la construcción de Madīnat al-Zahrā, donde ya encontramos la cerámica verde-manganeso con decoración clásica). La figura 41 sintetiza la cronología que entendemos más plausible para los distintos grupos de vidriados emirales y califales, incluyendo los ausentes en Manzanil.

Fig. 41. Propuesta cronológica de los grupos de vidriados documentados en los siglos IX y X en Manzanil y la Vega de Granada.

Los análisis petrográficos y químicos realizados a diversas muestras de vidriados procedentes de Manzanil, tanto plumbíferos (melado, verdes o con dos colores) como estanníferos, en especial muestras de ejemplares de decoración en verde y manganeso sobre cubierta blanca, con melado al exterior, nos permiten conocer la composición de las pastas y los vidriados, aunque a veces estos están muy deteriorados. No obstante, los resultados no son concluyentes y plantean la necesidad de proseguir los estudios acerca del origen de estas vajillas, dado que parece observarse una amplia variabilidad que puede deberse a la confluencia de distintos centros productores o distintas tecnologías, variabilidad que en época califal tenderá a reducirse debido a una mayor homogeneización de las producciones (CARVAJAL et alii, 2018; MOLERA et alii, 2018).

3.3. Conclusiones sobre la cerámica de Manzanil y su cronología

La cerámica procedente del contexto estudiado (UE 1009 y 1012) se caracteriza por su relativa homogeneidad, que permite situar su cronología inicial en época emiral y la final en una etapa de transición a lo califal. En este sentido, los materiales anteriores son residuales (algún fragmento prehistórico o romano), por lo que podemos afirmar que el vertedero original del que procedía el relleno se debió de ir formando en algún momento del siglo IX o primeras décadas del siglo X, perdurando hasta aproximadamente los años 925-950. En esa fase final, el material de ese primer vertedero se utilizaría para rellenar la pequeña fosa documentada (UE 1013), de la que procede la cerámica estudiada, que constituye el grueso de la recuperada durante la intervención arqueológica. Poco después se abandonaría definitivamente el yacimiento, abandono que, por tanto, debemos fijar como muy tarde a mediados del siglo X, dada la escasísima proporción de producciones califales.

Respecto a la cerámica procedente de los demás sondeos, así como de las otras unidades estratigráficas del sondeo I, hay que señalar que era muy escasa, pero totalmente congruente con la procedente del relleno de la fosa, es decir, no hallamos ni producciones de época anterior ni posterior, salvo, como es lógico, en las unidades superficiales. Como ejemplo, podemos destacar el hallazgo en la unidad estratigráfica de abandono del sondeo I (UE 1010), que es la que ha proporcionado un material más reciente, de fragmentos de ataifor de vedrío blanco estannífero correspondientes al que hemos denominado subgrupo 2.2, que fechamos en el segundo cuarto del siglo X (fig. 42).

Fig. 42. Manzanil (subgrupo de vidriados 2.2). Ataifor con decoración verde y manganeso sobre blanco, procedente del contexto de abandono del yacimiento.

Esta homogeneidad cronológica entre la cerámica procedente del relleno y la del conjunto del yacimiento permite confirmar lo que la estratigrafía ya nos indicaba, que las estructuras murarias documentadas no se construyen sobre la fosa, sino que todo indica que esta es posterior, al situarse junto al muro perimetral UE 1003, pero sin introducirse bajo ninguna estructura. Lo somero de la fosa u hondonada permite suponer que su formación tal vez esté relacionada con algún uso concreto de este espacio, que, por ahora, desconocemos.

En cuanto a las características de este contexto rural de Manzanil, habría que destacar la significativa presencia de las primeras cerámicas vidriadas, especialmente los vedríos estanníferos, por lo que se podría pensar, o bien que estas producciones ya tuvieron una amplia difusión por el mundo rural desde un primer momento, o bien que su presencia aquí se debe a las características específicas de este lugar, dada su proximidad a al-Funtīn, asentamiento relacionado con los Banū Jālid, clan cuyos miembros, como ya hemos citado, estuvieron vinculados al poder omeya. Entre ambas interpretaciones, la última parece más plausible, ya que es muy probable que estos vidriados tuvieran en origen un carácter suntuario y limitado al mundo urbano y del poder y, solo cuando su producción se expande, el rol de cerámica de lujo pasará a vajillas con otra técnica de elaboración más sofisticada (SALINAS, 2022: 165-166). Sobre la procedencia de estos ejemplares, los análisis petrográficos y químicos realizados hasta ahora muestran una amplia variabilidad, por lo que es necesario seguir avanzando en la investigación. En este sentido, la propia variación en el color de las pastas, visible a nivel macroscópico, ya pone en la pista de esta falta de homogeneidad que puede indicar distintos centros productores o distintas técnicas de fabricación. No obstante, parece que Córdoba fue el centro de las primeras producciones estanníferas de fines del emirato y, posteriormente, el gran centro de fabricación de la cerámica verde y manganeso en época califal (SALINAS, 2022: 163).

Respecto a la cerámica de cocina y de agua, el análisis petrográfico es concluyente en mostrar que una parte procede de la zona oriental de la Vega, en torno a Granada y Madīnat Ilbīra, pero sobre todo destaca, especialmente en el caso de las ollas, la existencia de algún centro productor en el área occidental de la Vega próxima a Manzanil. A modo de hipótesis, podemos pensar que lugares como al-Funtīn, desde mediados del siglo VIII, o Loja, a partir de fines del siglo IX, con un carácter de asentamientos centrales de este territorio, podrían albergar en sus proximidades centros productores de las denominadas cerámicas comunes.

Habría que aclarar, en todo caso, que esta cronología que proponemos es para las estructuras excavadas en 2008, ya que en otros espacios del pago de Manzanil se han documentado restos prehistóricos y romanos (GÓMEZ, 2011: 40), así como dos tumbas excavadas en la roca de probable cronología tardoantigua en la zona más próxima a los Infiernos Altos (PEDREGOSA, GÓMEZ, 2016: 986-987).

4. LA FUNCIONALIDAD DEL ASENTAMIENTO Y EL CONTEXTO GEOGRÁFICO LOCAL: LAS ESTRUCTURAS DE REGADÍO Y LA RED VIARIA

En relación con la funcionalidad de este lugar, por su localización en el pago de regadío de Manzanil, cabría deducir una probable orientación agrícola, en concreto, podría tratarse de una alquería (qarya), si entendemos que las estructuras responden a diversas viviendas, o bien una almunia (munya) o cortijo (maŷsār), si valoramos la hipótesis de un gran recinto perimetral, que se interpretaría como una finca de un único propietario. En cualquiera de los dos casos, tendría sentido analizar su posible vinculación con el regadío tradicional.

También hay que tener en cuenta la ubicación de este lugar en un estrechamiento de la depresión de Granada, entre las sierras del Hacho, al N, y de Loja, al S, por donde discurre el río Genil y que ha sido tradicionalmente un punto por el que discurren los principales caminos (hoy autovía y vía férrea) que conectan el área granadina con Andalucía occidental. En este sentido, el poblamiento rural tradicional de esta región, si bien ha estado definido sobre todo por asentamientos con vocación agrícola o ganadera, asimismo ha estado marcado por la presencia de numerosas ventas y ventorros que jalonaban los principales caminos y, ya en tiempos más recientes, carreteras. Por ello, la existencia de un amplio recinto podría también vincularse a un lugar cuya funcionalidad fuese el hospedaje de viajeros, como una venta o posta. En consecuencia, resulta procedente analizar el poblamiento en época emiral y lo que sabemos acerca de las principales vías de comunicación existentes en la Edad Media para tener en cuenta la viabilidad de este segundo planteamiento.

A continuación, por lo tanto, vamos a explorar ambos aspectos que pueden deducirse del contexto geográfico e histórico de Manzanil.

4.1. La Vega de Manzanil y su relación con el asentamiento

La combinación del estudio de los regadíos tradicionales de Loja y de la información proporcionada por el Libro de los Repartimientos, redactado a raíz de la conquista castellana de la ciudad en 1486 (BARRIOS, 1988), ha permitido cartografiar los sistemas hidráulicos medievales de este territorio (JIMÉNEZ, 2007b) (fig. 43), uno de los cuales es el de Manzanil.

Fig. 43. Los regadíos tradicionales de origen medieval del territorio de Loja. Los asteriscos representan los asentamientos de época nazarí.

Este sistema toma sus aguas de varios nacimientos (Pasaderas, Cadena, Porriñas, etc.) que surgen en el sector NE de la Sierra de Loja, y que vierten sus aguas al río Manzanil, que corre en dirección N-S y se despeña en el río Genil en la zona conocida como Infiernos Altos. El Libro de los Repartimientos sugiere que el regadío tradicional que conocemos a partir de la cartografía de la primera mitad del siglo XX ya estaba configurado en sus líneas maestras en época nazarí, mencionándose incluso los dos molinos conocidos tradicionalmente, si bien quizá los riegos altos son una ampliación de la Edad Moderna (JIMÉNEZ, 2007b: 143-155). Teniendo en cuenta las acequias principales, que parten de los nacimientos o del propio río, podemos diferenciar, por su posición topográfica, entre riegos bajos, medios y altos (fig. 44).

Fig. 44. Regadío tradicional de Manzanil, con indicación de los caminos principales documentados a fines de la Edad Media.

Dado que el yacimiento se localiza en una parcela que está dentro del espacio irrigado tradicional de Manzanil, cabe pensar en dos opciones. Una, que el asentamiento es previo a la organización del regadío y, por tanto, marca un terminus post quem respecto a la organización del riego en esta zona, que sería posterior a mediados del siglo X. La otra opción sería que se ubica a propósito dentro del espacio irrigado ya existente, al igual que las caserías tradicionales, por lo que tendríamos un terminus ante quem para la implantación de las estructuras hidráulicas, que serían anteriores al siglo X. ¿Es posible que el análisis de las estructuras documentadas aporte información relevante para aclarar esta problemática? Por ahora, solo tenemos un indicio que puede arrojar luz sobre este tema, que es la orientación de las estructuras murarias en relación con el parcelario tradicional y con la red de acequias y caminos.

El planteamiento de partida para abordar esta cuestión se basa en considerar que si el sistema hidráulico, con su parcelario y red de acequias y caminos, ya estaba configurado cuando surgió el asentamiento, este dispondría sus estructuras murarias de forma alineada con dichos elementos, es decir, paralelas o perpendiculares a la trama preexistente. Si la orientación no coincide, debemos pensar que dichos elementos vinculados al regadío no estaban presentes cuando se construyeron estas estructuras. Considerando que el parcelario tradicional puede ser heredero del existente en época medieval, hemos trazado un mapa de detalle basado en el vuelo fotogramétrico americano de 1945-1946 (serie A), el más antiguo conocido y que ha sido publicado por el Instituto Geográfico Nacional (https://fototeca.cnig.es/fototeca/). En dicho mapa hemos marcado las líneas definidas por los límites del parcelario tradicional y de los caminos (fig. 45). A partir de este mapa, observamos que no hay coincidencia clara en la orientación de las estructuras del yacimiento con el parcelario, lo que podría significar, aunque no sea un argumento definitivo y solo afecte a la interpretación de los “riegos medios” de Manzanil, que estos no estaban configurados en ese momento. No obstante, no se debería descartar que los “riegos bajos”, donde además están localizados los dos únicos molinos documentados a fines de la Edad Media en este sistema, pudieran estar ya en funcionamiento desde una fase previa al surgimiento de este asentamiento.

Fig. 45. El asentamiento altomedieval y el parcelario tradicional del regadío de Manzanil, basado en el vuelo americano de 1945-1946 (detalle). Las líneas negras gruesas indican los caminos y los límites de parcelas definidos por arbolado o ramales de riego, mientras que las líneas finas resaltan subdivisiones menores del parcelario. En azul se destacan las acequias y ramales principales y en rojo los caminos reales que van desde Loja a Granada y Zalía, así como el molino cercano al puente sobre el río Manzanil.

4.2. La red viaria y el poblamiento en los siglos IX y X en el entorno de Manzanil

Otra alternativa sobre la funcionalidad de este asentamiento que puede ser planteada, tal como indicábamos, es que la estructura con grandes muros perimetrales tuviese alguna vinculación con la red viaria de este territorio, siendo interpretable como una venta o posta (en árabe manzil) (VALLVÉ, 1986: 177), ya que además se sitúa próxima a la intersección de dos antiguos caminos principales, el camino de Granada a Loja, que continúa hacia Archidona y Antequera, y el camino de Loja a Zalía y Vélez-Málaga, que discurre por el borde occidental de la Sierra de Loja y conduce a tierras malagueñas a través del Boquete de Zafarraya. En esta línea, su tipología podría relacionarse con la documentada para las ventas o posadas que tradicionalmente jalonaban los principales caminos hasta finales del siglo XIX (BAÑOS, SEGADO, 2018).

Pero hay que tener en cuenta que el término árabe manzil va más allá de un significado asociado a la red caminera, pues también puede aludir al lugar de instalación de un individuo o un grupo tras un viaje o emigración. En esta línea, Ibn al-Qūṭiyya (m. 977) menciona que ʻAbd Allāh b. Jālid, antepasado de los Banū Jālid, tenía su manzil en al-Funtīn, en la propiedad donada por el noble visigodo Artobás (ORTEGA, 2018: 182). De hecho, podría plantearse que el topónimo Manzanil proceda del árabe manzil, si bien en Ibn al-Jaṭīb encontramos la mención al castillo (ḥiṣn) de Massanīṭ, en las proximidades de Loja (IBN AL-JAṬĪB, 1998: 15), que hace pensar en su procedencia de un sustantivo colectivo derivado de la voz mozárabe massána, del latín MATIANA (‘manzana’), que en castellano antiguo dio manzaneda o manzanedo (‘manzanar’) (SIMONET, 1888: 343).

En cualquier caso, para abordar esta cuestión conviene tener en cuenta la red viaria en el contexto del poblamiento en el período en el que este asentamiento estuvo ocupado, es decir, entre la segunda mitad del siglo IX y primera X.

Las referencias más importantes a las vías de comunicación de época medieval en este territorio proceden de los itinerarios recogidos por al-Idrīsī en el siglo XII (AL- IDRĪSĪ, 1989) y de la documentación castellana de fines del siglo XV, en especial el Libro de los Repartimientos de Loja (BARRIOS, 1988). A partir de esta información hemos elaborado la figura 46 en la que combinamos los datos de la red viaria con la localización de una serie de asentamientos contemporáneos a Manzanil que creemos que es importante mencionar brevemente para contextualizar este yacimiento, se trata de La Esperanza (al-Funtīn), Loja (Lawša) y Agicampe (Šikanb).

Fig. 46. La red viaria del territorio de Loja en época medieval (documentada por al-Idrīsī en el siglo XII [trazo grueso] y en el Libro de los Repartimientos de Loja [trazo fino]).

El yacimiento arqueológico de La Esperanza (términos municipales de Loja y Huétor-Tájar) está ubicado en torno a la ermita de este nombre y en las inmediaciones del caudaloso nacimiento de agua de Frontil, entre los antiguos caminos que discurrían de Loja a Íllora y Montefrío, al N de los Infiernos Altos del río Genil. Su ocupación se centra en los períodos romano, tardoantiguo y altomedieval, correspondiendo al lugar mencionado en las fuentes escritas medievales como al-Funtīn, topónimo castellanizado a fines de la Edad Media como Frontil. Aparte de los hallazgos de plena época romana, hay que señalar que se ha documentado parcialmente una necrópolis de los siglos IV-VI d.C. a unos 500 m al O de la ermita, entre cuyos enterramientos más tardíos cabe destacar cuatro tumbas de lajas, dos de las cuales tenían, entre otros ajuares, una jarrita (SÁNCHEZ, 2011). Además, en el entorno inmediato a la ermita de La Esperanza, que incorpora la antigua torre de la alquería de Frontil, se encuentran los restos de una necrópolis excavada en la roca, con una cronología entre los siglos VII-VIII, que hemos de vincular a las noticias sobre la finca o daʻya que perteneció a los monarcas visigodos y que, como ya hemos señalado, el noble Artobás donó hacia el año 750 a un personaje de la nueva aristocracia de clientes omeyas, que fijó ahí su residencia, instalándose también sus descendientes, los Banū Jālid (JIMÉNEZ, 2002: 76-80 y 117-119). En cuanto a la cerámica medieval procedente de prospecciones superficiales realizadas en este yacimiento, proporciona una cronología principal que va del siglo IX al XI, con algunos materiales nazaríes. Esta cerámica altomedieval es especialmente visible en la otra orilla del río de Frontil opuesta a la ermita, al E, en torno al cortijo y fábrica de harinas de las Tesorillas (término municipal de Huétor-Tájar), donde además es abundante la de época romana (JIMÉNEZ, MATTEI, 2014: 78-81). Por otra parte, en un contexto procedente de excavación, quizá correspondiente a la periferia del asentamiento altomedieval, se localizaron materiales emirales, en concreto en la urbanización de Las Peñas, a unos 300 m al NO de la ermita de la Esperanza, durante los trabajos de seguimiento para la construcción de viviendas. Entre las piezas halladas, algunas procedentes de pequeñas fosas, destacan un asa de candil de piquera, dos fragmentos de jarras (una de ellas con decoración incisa de líneas rectas y onduladas), dos fragmentos amorfos de cerámica vidriada en verde claro, un asa de cinta, un borde de olla con pico vertedor (tipo S) y varios fragmentos de tinajas (tres asas de aleta de tiburón, dos de ellas con hueco en la parte inferior y otra con decoración incisa, y un fragmento de cordón aplicado con decoración estampillada de caña) (PECETE, 2011). Por último, cabría recalcar que todos los restos arqueológicos mencionados se sitúan en una ladera que desciende hacia el río Genil, por lo que resulta llamativo que, en alguna crónica, se haga referencia a al-Funtīn como ḥiṣn (IBN HAYYAN, 2017: 133, 212), ya que este término suele vincularse a fortificaciones o castillos emplazados de forma habitual en cerros de difícil acceso.

El otro asentamiento más importante de este territorio se localizaba en la Alcazaba de Loja, que está a unos 2 km al O de La Esperanza y Manzanil. Hay fases ibéricas bien documentadas que confirman que el cerro de la Alcazaba, con grandes posibilidades defensivas y ubicado inmediatamente al S del río Genil, fue un importante oppidum en ese momento (SÁNCHEZ, CASTELLANO, BUENDÍA, 1994), cuya ocupación se extendió por la ladera N en los siglos V-IV a.C. (ÁLVAREZ et alii, 2006). Si bien los hallazgos de época imperial romana son más escasos, hay que destacar que, a los pies de la Alcazaba, al SO, se excavó una necrópolis tardorromana (siglos IV-V d.C.) (CASTELLANO, SÁNCHEZ, 1991). Durante la etapa convulsa de los conflictos militares de fines del emirato, en la primera fitna, se construyó, por iniciativa estatal y en alianza con los Banū Jālid, el castillo (ḥiṣn) de Loja en el año 893, lo que, a la postre, terminaría provocando el progresivo traslado de la población de al-Funtīn a la vecina Loja (JIMÉNEZ, 2009: 84-87). Por tanto, en los momentos en los que pervive el asentamiento de Manzanil, se construyó una fortificación en el lugar que ocupa la Alcazaba de Loja. A esta primera época andalusí deben de corresponder los muros construidos en sillería con un aparejo a soga y tizón, documentados en las dos hiladas inferiores de la actual torre del Homenaje, pero también en el espacio situado al S de esta y del Caserón de los Alcaides y al E del aljibe (ÁLVAREZ, BUENDÍA, GÓMEZ, 2007: 27-28). Aunque fue a partir del siglo XI cuando Loja se configura como una auténtica ciudad (madīna), con evidencias arqueológicas de la existencia de alfares ubicados extramuros del arrabal del Jaufín (PEDREGOSA, GÓMEZ, ÁLVAREZ, 2022), queda claro que al menos desde la etapa califal comenzó a ejercer un papel central en este territorio. Ahmad al-Rāzī (m. 955), por ejemplo, menciona este lugar entre los más destacados de la cora de Ilbīra, según recoge la versión romanceada de su obra: “El otro castillo ha nombre Loxa […]. E Loxa es muy natural tierra de muy buenos lugares, de muy buenas frutas e huertas, e yaze sobre el rrrio de Xenil” (AL-RĀZĪ, 1974: 27), mientras que ‘Arīb b. Sa’īd (m. 980), cuyo testimonio transmite Ibn al-Jaṭīb, afirma que “Es una ciudad (balad) grande, muy fértil y de abundante agua, con muchos castillos (ḥuṣūn) y alquerías (qurà) y centro agrícola y comercial (ŷamā‘a al-marāfiq)” (IBN AL-JAṬĪB, 1998: 16; JIMÉNEZ, 1990: 58).

A continuación, aludiremos a las referencias e investigaciones sobre otro importante asentamiento de la zona, Agicampe, un lugar situado a 4,5 km al NE de La Esperanza, junto a un manantial y cerca del camino tradicional de Loja a Montefrío. En cuanto a las referencias históricas, cabe destacar que Ibn al-Jaṭīb (m. 1374) alude a que ‘Uqba b. Nu’aym al-Ma‘āfirī, individuo árabe del ŷund de Damasco, se instaló (nazil) en la alquería de Agicampe (qaryat Šikanb) (CHALMETA, 2021: 357), lo que lleva a pensar en su existencia en un momento temprano, en concreto desde mediados del siglo VIII, que es cuando se produce la llegada de los ejércitos sirios a al-Andalus. Más información aportan las intervenciones arqueológicas realizadas en la torre de la alquería nazarí de Agicampe y su entorno entre los años 2016-2020. Respecto a la torre, constan varios trabajos relacionados con su restauración, fechando esta fortificación a mediados del siglo XIV (GARCÍA, PECETE, BUENDÍA, 2016; PECETE, GARCÍA, BUENDÍA, 2021). Además, se está llevando a cabo un estudio más amplio, para contextualizar este asentamiento, analizando los campos próximos y el territorio que lo circunda (GARCÍA, PLUSKOWSKI, BANERJEA, 2020). Los resultados de los trabajos arqueológicos de prospección han permitido la documentación de una ocupación desde la Prehistoria Reciente hasta época medieval, destacando la localización de los restos de una construcción altomedieval ubicada en una ladera cercana a la torre, denominada Agicampe I (GARCÍA, ALONSO, 2022). Se trata de una estructura de planta rectangular (20 x 25 m), con doble recinto, inserto uno dentro del otro. La construcción se articula en torno a un gran patio central alrededor del cual se distribuyen diversas estancias rectangulares, conservando sus muros apenas 25 cm de altura. En una de las estancias mejor delimitadas, con unas dimensiones de 3 x 8 m de lado, se planteó un sondeo arqueológico en su mitad occidental, de 3 x 4 m, el cual quedaba definido por tres muros perimetrales de la estancia y un perfil en su lado E. Aunque los materiales cerámicos son relativamente escasos, su estudio permite establecer, para la ocupación y abandono del edificio, un horizonte cronológico entre los siglos IX y X, en época final emiral y califal, representada esta última por un fragmento de ataifor de vedrío melado con decoración verde y manganeso, único ejemplar esmaltado recuperado. Para el momento de su construcción se propone el siglo VIII, en relación con el asentamiento de los contingentes sirios llegados a al-Andalus y que se dispersaron por zonas rurales, tal como está documentado en esta alquería a través de las fuentes escritas:

“Sería precisamente un grupo relativamente numeroso, que compartiera importantes lazos sociales, el que explicaría la naturaleza del recinto de Agicampe I. Los módulos monocelulares en torno a un patio central estarían ocupados precisamente por unidades de parentesco sencillas en cuyo seno aún no se hubiesen desarrollado generaciones de familias o linajes complejos” (GARCÍA, ALONSO, 2022: 223).

No obstante, tal como señalan sus investigadores, las limitaciones de la conservación del yacimiento no permiten llegar a una conclusión definitiva y cabrían otras interpretaciones: “no podemos descartar otras posibles atribuciones funcionales a este recinto, como que se tratase de algún tipo de construcción destinada al almacenamiento o a cumplir alguna función productiva, quizá vinculada a las actividades pecuarias” (GARCÍA, ALONSO, 2022: 223-224).

En todo caso, resulta llamativa cierta semejanza entre las estructuras de Manzanil, si valoramos la hipótesis de un gran recinto rectangular, y Agicampe, ya que, aunque esta es de menores dimensiones, comparten el hecho de tratarse de edificaciones relativamente grandes y, al parecer, aisladas, ubicadas en las proximidades de importantes caminos y manantiales (fig. 47).

Fig. 47. Estructuras altomedievales de Agicampe (plano realizado a partir de la interpretación de GARCÍA y ALONSO, 2022) y Manzanil (en este caso valorando la hipótesis de un gran recinto rectangular).

Vista la importancia y singularidad de estos cuatro asentamientos emirales (La Esperanza, Loja, Agicampe y Manzanil), localizados en el entorno del pasillo que, entre las sierras del Hacho y de Loja, discurre por el río Genil y que pone en contacto la depresión de Granada con la de Antequera y, más allá, con Andalucía occidental, podemos comprender parte de la importancia que debió de tener esta zona en época altomedieval y, específicamente, en el contexto de la crisis de fines del emirato omeya en la cora de Ilbīra, al situarse en su extremo occidental, el más próximo a Córdoba (fig. 48).

Fig. 48. Ubicación del asentamiento de Manzanil en el contexto de la cora de Ilbīra (siglos IX-X).

Tampoco cabe olvidar las condiciones excepcionales de este territorio, por la acumulación de nacimientos de agua que brotan en esta zona, surgencias procedentes de los acuíferos kársticos de las sierras del entorno, como son los manantiales ubicados alrededor del cerro que domina la ciudad de Loja (manantiales de la Alfaguara, de la Plaza, del Terciado, etc.) o los de Frontil, Agicampe y Manzanil, entre muchos otros.

5. HACIA UNA INTERPRETACIÓN DEL ASENTAMIENTO DE MANZANIL: BALANCE Y CONCLUSIONES PROVISIONALES

El análisis que hemos realizado de la actuación arqueológica en el yacimiento de Manzanil nos proporciona algunas certezas y varios interrogantes. A pesar de la limitada intervención arqueológica y de la escasa potencia conservada, se han podido documentar interesantes estructuras, que llevan a plantear la hipótesis de la existencia de un gran recinto rectangular en cuyo interior habría diversos ámbitos cubiertos y otros espacios abiertos, sin que, por ahora, podamos entender bien su estructura. En cuanto a la cronología que se deduce del estudio de los materiales cerámicos, cabe situarla, aproximadamente, entre la segunda mitad del siglo IX y primera del X, destacando la presencia de vajillas, como las vidriadas en blanco estannífero, que quizá hacen pensar en su conexión con alguna élite de la época, si bien no hay evidencias de monumentalización en la construcción.

Respecto al contexto del asentamiento y su posible vinculación con una actividad agrícola y, concretamente, con los sistemas de regadío, aunque no tenemos certezas absolutas, cabría interpretar que los “riegos medios” de Manzanil no estaban en funcionamiento mientras este lugar estuvo ocupado, puesto que, como hemos planteado, la red parcelaria tradicional no está alineada con las estructuras halladas, por lo que dichos riegos podrían haberse implantado a partir de mediados del siglo X. No obstante, este argumento no puede aplicarse para los “riegos bajos”, que podrían existir con anterioridad.

En esta línea de relacionar esta estructura de Manzanil con un edificio asociado a actividades agropecuarias, podemos decir, a falta de una investigación más extensa, que no resulta sencillo relacionarla con alguna de las tipologías de viviendas rurales habituales, ya sean andalusíes (GUTIÉRREZ, 2012) o de determinadas regiones del Próximo Oriente (HADDAD et alii, 2016). Sin embargo, uno de los posibles paralelos que podemos citar son los dos amplios recintos documentados en Segóbriga (Saelices, Cuenca) en contextos de época emiral (fig. 49), en los que encontramos espacios al aire libre, interpretados como establos, a los que se les suman habitaciones destinadas a usos domésticos, siendo las características constructivas similares a las de Manzanil (muros de tapial con zócalos de mampostería, cubiertas de teja curva y pavimentos de tierra batida). La diferencia entre ambas estructuras se debe a que en el recinto 1 las estructuras domésticas (estancias 2-5) tienen acceso independiente del patio (estancia 1), mientras que en el recinto 2 es precisamente a través del patio (estancia 4) desde donde se accede a las otras estancias situadas alrededor (1-3 y 5) (SANFELIU, CEBRIÁN, 2008: 200-202). Este paralelo podría apuntar a una funcionalidad relacionada con la actividad ganadera, pero es cierto que esta dedicación no está confirmada para el caso conquense, por lo que hay que tomar esta información con precaución (ORTEGA, 2018: 216). Otros ejemplos de viviendas rurales con amplios recintos de tendencia cuadrangular para el ganado se han documentado en el área SE de La Mancha, pero sus dimensiones son menores a las de Manzanil y su contexto es diferente, al corresponder a alquerías, y no a edificios aislados, cuya cronología corresponde al siglo XI, en un contexto histórico y económico muy diferente (JIMÉNEZ, SIMÓN, 2017; JIMÉNEZ, SIMÓN, MORENO, 2021)

Fig. 49. Recintos de época emiral hallados en el foro de Segóbriga (Saelices, Cuenca) (según SANFELIU, CEBRIÁN, 2008: 200, fig. 1). La estancia 1 del recinto 1 y la estancia 4 del recinto 2 son espacios al aire libre, posiblemente patios.

Finalmente, cabe destacar el contexto político de este sector de la cora de Ilbīra y su relación con la red viaria y los asentamientos ubicados en el entorno de Manzanil. Durante gran parte de la época emiral, el lugar más importante fue al-Funtīn, donde estaban asentados los Banū Jālid, un linaje de clientes omeyas que, como hemos comentado, tuvo un gran peso político en al-Andalus entre los siglos VIII y X. En este sentido, conviene recordar una de las referencias de Ibn Hayyan (m. 1076) a este lugar en un momento de la primera fitna, en concreto sobre los sucesos acaecidos en el año 888 (275 H.):

“En el curso (de ese año) la rebelión acaudillada por el prevaricador (fāsiq) ‘Umar ibn Ḥafṣūn se dirigió contra la fortaleza (ḥiṣn) de los Banī Jālid, conocida como al-Fumtīn, pues aspiraba a que (sus habitantes) abajasen su cerviz como a humillarlos permanentemente. Mas estos solicitaron el auxilio de Ya‘d ibn al-Gāfir, gobernador (‘āmil) del poder legítimo (sulṭān) en la cora (kūra) de Ilbīra, el cual acudió presuroso en socorro de los sitiados, restaurando su moral y fuerzas. ‘Umar se percató claramente de que no le sería posible doblegarlos, y por esa causa se retiró, no sin que tratase de hacer creer a los suyos que procedía así porque deseaba la paz. Los sitiados se apresuraron a restaurar su posición y reconstruyeron (binā) las fortalezas (ḥuṣūn) de aquellos contornos para proteger sus propiedades” (IBN HAYYAN, 2017: 133).

Respecto a estas posibles fortificaciones promovidas o reconstruidas por los Banū Jālid, que siempre mostraron su fidelidad a los emires cordobeses, poco sabemos por ahora, si bien quizá esta acción no fue inmediata, sino que se inició en ese momento, culminándose sin duda con la construcción del castillo de Loja en el año 893 (280 H.) gracias a la iniciativa omeya, liderada por al-Muṭarrif, hijo del emir ‘Abd Allāh: “al-Muṭarrif, el heredero designado (walid), se dirigió hacia Lūša (Loja), erigió (binā) allí una fortaleza (ḥiṣn) e invistió como gobernador (‘āmil) de la misma a Idrīs ibn ‘Abd Allāh” (IBN HAYYAN, 2017: 223).

No habría que descartar que esta acción constructiva en el entorno de al-Funtīn conllevase también la edificación o reparación de otras estructuras no estrictamente defensivas, al menos en el sentido tradicional, pero cuya funcionalidad fuese controlar los espacios rurales productivos o los caminos. Cabe recordar, como hemos señalado, que Ibn al-Jaṭīb menciona a Massanīṭ como un castillo o fortaleza (ḥiṣn) próximo a Loja, en el contexto de una descripción de la antigua cora de Ilbīra (IBN AL-JAṬĪB, 1998: 15). Aunque es probable que esta alusión no haga referencia a una estructura como la documentada en esta excavación, es cierto que no habría que descartarlo, puesto que todavía no ha sido identificada en sus proximidades ninguna fortificación que pudiera responder a lo que solemos entender habitualmente como ḥiṣn.

En cualquier caso, la actividad edilicia de los Banū Jālid para controlar su territorio, que mencionan las fuentes escritas, podría explicar la presencia de un tipo de edificación amplia y aislada como las que se han identificado en Manzanil, y quizá también en Agicampe, que tendría diversas estancias domésticas, así como otras instalaciones tales como almacenes, patios, establos para ganado o caballerías, etc. Respecto a su denominación, puede variar en función de si consideramos que su objetivo fue en mayor medida el control de los caminos, en cuyo caso sería un manzil, o más bien el de los espacios rurales productivos, encajando entonces mejor en términos como almunia (munya) o cortijo (maŷsār), sin descartar un carácter mixto. Por ahora, esta interpretación es solo una hipótesis basada en una limitada intervención arqueológica, pero es congruente con lo peculiar de estas estructuras y la presencia de producciones vidriadas excepcionales. Para verificar este planteamiento y, en general, entender cómo se articuló este sector de la Vega de Granada, sería necesario continuar la investigación en ambos yacimientos y en el solar que ocupó al-Funtīn, dado que son lugares privilegiados para entender tanto el asentamiento de grupos árabes y de clientes omeyas a partir del siglo VIII, como su implicación en la crisis y consolidación del Estado cordobés en época emiral y califal.

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ANEXO. ESTUDIO CERÁMICO DE MANZANIL. TABLAS ESTADÍSTICAS DE LAS UE/S 1009 Y 1012 DEL SONDEO I.

Tabla 1. Muestreo cerámico.

MUESTRA

NÚMERO DE EJEMPLARES

(=EVREP)

EQUIVALENTE DE VASIJA ESTIMADO

(EVE)

ÍNDICE DE COMPLETITUD

Bordes (todos)

280

22,93

 

Bases (todas)

203

31,64

 

Promedio

241,5

27,29

0,11

EVREP: estimación de vasijas representadas

Tabla 2. Modelado y acabado.

MODELADO Y ACABADO

% EVE BORDES

N=22,93

% EVE BASES

N=31,64

% EVE PROMEDIO

N=27,29

Torno (sin vidriar)

89,53

92,16

91,06

Torno (vidriada)

6,89

6,42

6,61

Mano

3,32

1,42

2,22

Sigillata

0,26

-

0,11

Total

100,00

100,00

100,00

n: valor del EVE

Tabla 3. Tipología de las bases (% EVE bases).

BASES

TOTAL

N=31,64

COCINA

N=16,57

JARROS/JARRITOS Y ORZAS

N=12,54

MANO

N=0,45

VIDRIADOS

N=2,03

CANDILES

N=0,05

Planas (huellas de torzal)

63,05

89,80

40,43

-

-

-

Planas/convexas (alisadas o espatuladas)

31,38

8,87

51,28

-

100,00

-

Planas (rugosas)

1,42

-

-

100,00

-

-

No definidas

4,14

1,33

8,29

-

-

100,00

n: valor del EVE de cada grupo

Tabla 4. Grupos tecnológicos (bordes).

CÓDIGO

DESCRIPCIÓN

% BORDES

N=280

% EVE BORDES

N=22,93

Cm1

Pasta rojiza, inclusiones finas a medias,

modelada a torno, sin vidriar

67,50

66,25

Bf1

Pasta beige/rosácea, inclusiones muy finas a finas,

modelada a torno, sin vidriar

15,36

17,05

Af1

Pasta muy clara, inclusiones muy finas a finas,

modelada a torno, sin vidriar

1,43

2,44

Cf1

Pasta rojiza, inclusiones muy finas a finas,

modelada a torno, sin vidriar

1,07

2,44

Cg0

Pasta rojiza, inclusiones medias a muy gruesas,

modelada a mano, sin vidriar

2,14

2,22

Bf3

Pasta beige/rosácea, inclusiones muy finas a finas,

modelada a torno, vidriado bicolor

2,50

2,05

Cf2

Pasta rojiza, inclusiones muy finas a finas,

modelada a torno, vidriado monocolor total

3,21

1,40

Af2

Pasta muy clara, inclusiones muy finas a finas,

modelada a torno, vidriado monocolor total

2,14

1,40

Bm1

Pasta beige/rosácea, inclusiones finas a medias,

modelada a torno, sin vidriar

1,07

1,35

Cm0

Pasta rojiza, inclusiones finas a medias,

modelada a mano, sin vidriar

0,36

1,09

Af3

Pasta muy clara, inclusiones muy finas a finas,

modelada a torno, vidriado bicolor

1,07

0,96

Bf2

Pasta beige/rosácea, inclusiones muy finas a finas,

modelada a torno, vidriado monocolor total

1,07

0,78

Cf3

Pasta rojiza, inclusiones muy finas a finas,

modelada a torno, vidriado bicolor

0,71

0,31

Cf5

Pasta rojiza, inclusiones muy finas a finas,

realizada a molde, barniz (sigillata)

0,36

0,26

Tabla 5. Series cerámicas (bordes).

SERIE

MODELADO

ACABADO

% FRAGMENTOS N=280

% EVE BORDES N=22,93

GRUPOS TECNOLÓGICOS (% EVE BORDE EN CADA SERIE)

Olla

Torno

-

50,71

47,84

Cm1 (100%)

Jarra/o y jarrita/o

Torno

-

32,14

37,07

Cm1 (48,82%)

Bf1 (40,94%)

Cf1 (6,59%)

Bm1 (3,65%)

Ataifor

Torno

Vidriado

7,50

4,06

Cf2-blanco (34,41%)

Af2-melado (34,41%)

Bf2-verde (8,60%)

Bf3-blanco y melado (8,60%)

Cf3-blanco y melado (7,53%)

Bf2-blanco (3,23%)

Af3-blanco y melado (3,23%)

Orza

Torno

-

2,50

3,01

Bf1 (62,32%)

Af1 (37,38%)

Otras formas vidriadas (jarrita/o, redoma, bote, taza)

Torno

Vidriado

3,21

2,83

Bf3-melado y verde (60%)

Af3-melado y verde (29,23%)

Bf2-verde (10,77%)

Disco

Mano

-

1,07

1,44

Cg0 (100%)

Candil

Torno

-

0,71

1,31

Af1 (100%)

Jarra/o

Mano

-

0,36

1,09

Cm0 (100%)

Tinaja/Lebrillo

Mano

-

1,07

0,78

Cg0 (100%)

Cazuela

Torno

-

0,36

0,31

Cm1 (100%)

Cuenco

Molde

Sigillata

0,36

0,26

Cf5 (100%)

Tabla 6. Tipología de ollas.

TIPO DE OLLA

CRONOLOGÍA PROPUESTA

% EVE BORDES OLLAS N=10,97

% EVE TOTAL N=22,93

REDUCIDA

AMPLIA

Olla S

c. 850-925

c. 725-950

63,45

30,35

Olla W

c. 750-825

c. 725-900

12,58

6,02

Olla V

<825

<900

6,84

3,27

Olla E

c. 950-1025

c. 925-1025

4,47

2,14

Otros y no definidos

-

-

12,67

6,06

Tabla 7. Cerámica vidriada (grupo y subgrupos).

GRUPOS

SUBGRUPO

DESCRIPCIÓN

CRONOLOGÍA PROPUESTA

% EVE BORDES VIDRIADOS N=1,58

% EVE BORDES TOTAL N=22,93

Grupo 1

 

Vidriados plumbíferos (melados y verdes)

 

66,46

4,58

 

Subgrupo 1.1

Formas cerradas o profundas (jarrita/o, redoma, bote, taza) con vidriado monocolor o bicolor (melado en una cara y verde en la otra). Habitualmente decoración incisa y/o aplicada

c. 850-925

[41,14]

[2,83]

 

Subgrupo 1.2

Ataifores (y alguna forma cerrada) con vidriado monocolor melado o, más raramente, verde. Habitualmente decoración pintada en verde o manganeso

c. 925>

[25,31]

[1,74]

Grupo 2

 

Vidriados estanníferos (blancos)

 

33,54

2,31

 

Subgrupo 2.1

Ataifores con vidriado monocolor (blanco al interior y exterior). Habitualmente decoración pintada en manganeso (y quizá ejemplares en verde y manganeso)

c. 900-925

[22,15]

[1,53]

 

Subgrupo 2.2

Ataifores (y alguna forma cerrada) con vidriado bicolor (blanco en la cara más visible y melado al exterior). Habitualmente decoración pintada en verde y manganeso (estilo diferente al clásico califal)

c. 925-950

[11,39]

[0,78]

Total

 

 

 

100,00

6,89

_______________________________

1 La intervención arqueológica llevada a cabo en este yacimiento fue dirigida por Ana Ruiz Jiménez y financiada por la empresa promotora del Plan Parcial del Área Urbanizable número 13 de El Bazán (término municipal de Loja). La elaboración de este trabajo de investigación, incluido el estudio de la cerámica, no ha recibido ningún tipo de financiación.

2 Investigador independiente, mjimenezpuertas@gmail.com. ORCID: 0000-0002-0156-7100

3 Arqueóloga profesional, arqueoanaruiz@gmail.com

4 Arqueólogo profesional, rpedregosam@gmail.com

5 Lecturer in Historical Archaeology, University of Leicester. School of Archaeology History, University Road, Leicester, LE17RH, jccl2@leicester.ac.uk. ORCID: 0000-0001-6512-0124