EL USO FUNERARIO DE LAS CUEVAS EN ÉPOCA VISIGODA (SIGLOS VI-VIII)

José Ángel Hierro Gárate

Universidad del País Vasco. Bilbao 2022

Publicada en la serie Documentos de Arqueología Medieval del Servicio de Publicaciones del País Vasco, la obra “El uso funerario de las cuevas en época visigoda (siglos VI-VIII)” es una versión ligeramente reducida, corregida y actualizada de la tesis doctoral del autor, José Ángel Hierro Gárate, defendida en 2020. Este trabajo es la continuación, además, de su Trabajo Fin de Máster, que se centró en el estudio de varios yacimientos sepulcrales en cueva en Cantabria: Las Penas, La Garma y Portillo del Arenal.

El libro se centra en el análisis del uso de las cuevas y abrigos como lugares de enterramiento durante los siglos VI y VIII en la península ibérica, islas Baleares y sureste de Francia, conformando el corpus del trabajo un total de 87 yacimientos. Dividido en 7 capítulos más anexos, correspondiendo los dos últimos a las conclusiones y a la bibliografía (de casi 40 páginas), el volumen tiene una extensión total de 326 páginas.

A nivel general, se trata de una temática poco abordada por la historiografía, ya que la bibliografía específica sobre el uso de cuevas naturales en época romana y posterior es escasa y, hoy en día, no contamos con una publicación que compendie toda la información disponible a nivel peninsular, siendo esta obra uno de los mejores ejemplos de síntesis, en este caso para un fenómeno concreto como es el de las cuevas sepulcrales visigodas. Conviene señalar que los niveles prehistóricos en cueva han sido objeto de una especial atención por parte de los investigadores, mientras que los materiales y niveles posteriores a la Protohistoria, no han sufrido, en general, la misma suerte. A esto hay que añadir que, como se señala en esta obra de J.A. Hierro Gárate, los datos que tenemos son dispersos, y de calidad y cantidad muy variada, principalmente debido a que los materiales romanos y postromanos fueron localizados durante la realización de intervenciones en las que cronologías anteriores eran la prioridad y no las de este periodo, lo que se traduce en falta de dataciones absolutas o de excavaciones con documentación estratigráfica.

Esta obra, que sin duda será de referencia para los próximos años, y que sienta una estupenda base de trabajo para continuar con el estudio de las cuevas visigodas, se abre con una breve introducción de presentación (capítulo 1) y una justificación de la elección del marco geográfico y cronológico de la misma (capítulo 2). Como el propio autor evoca, consideramos que los límites seleccionados son muy acertados, optando por situar el final de la horquilla temporal en el siglo VIII, momento que, de manera general, se admite como inicio del periodo estrictamente medieval; el siglo VI marca el comienzo del estudio, al ser el año 507 un momento clave en la historia del periodo visigodo con la pérdida de Tolosa. La selección de un espacio tan amplio, si bien puede parecer arriesgada, creo que encaja con el objetivo del volumen, que es dar una panorámica global del fenómeno, algo que el autor consigue con creces.

A continuación, tras una sucinta, pero completa, revisión historiográfica del uso de las cuevas en época visigoda (capítulo 3), el autor nos presenta la documentación arqueológica empleada en el estudio. El catálogo muestra aquellas cavidades con uso en la citada cronología, tengan o no un uso sepulcral (epígrafe 4.1), para centrarse en la segunda parte del capítulo en aquellas con un posible uso sepulcral. Dividido por provincias, para cada una de las cuevas se indica su localización, una breve historia de las investigaciones y de los materiales hallados, con especial interés en aquellos que refieren a restos humanos y/o relacionados con aspectos funerarios. Se trata, por tanto, de un catálogo comentado y crítico que permite al lector conocer los restos arqueológicos de cada yacimiento al mismo tiempo que ir desgranando los límites y problemas interpretativos que tienen este tipo de enclaves.

El fenómeno del uso de las cuevas con fines sepulcrales, como J.A. Hierro Gárate señala (p. 125), es mucho más complejo y diverso de lo que podríamos pensar, pues las realidades son muy heterogéneas. El corpus de partida (epígrafe 4.2) para este tipo de cavidades es de 45 yacimientos, indicando el autor que algunos de los criterios para poder determinar si se trata o no de una cueva con uso funerario serían: las dataciones absolutas de los huesos o la presencia de materiales de atuendo y/o adorno personal asociados a restos humanos. En efecto, estos son, hoy en día, los únicos aspectos que pueden permitirnos optar por esta interpretación. También indica como posibles criterios la existencia de dataciones absolutas en yacimientos con restos humanos no datados que aparecen asociados a materiales relacionables con un uso funerario. Pese a ello, uno de los hándicaps que parece tener este tipo de contextos es la escasa cantidad de restos con dataciones absolutas; algo que, por otra parte, no es extraño, pues los restos de algunas de estas cuevas fueron hallados hace décadas. La realización de baterías de dataciones absolutas en estos yacimientos se torna, por tanto, fundamental para la continuación de las investigaciones. El número de yacimientos con restos humanos con dataciones absolutas que la obra recoge se reduce a 15, mientras que otros 23 tienen restos humanos sin datar, pero con materiales de atuendo y adorno personal que pueden adscribirse a las centurias objeto de estudio. En definitiva, podemos comprobar cómo los contextos son muy variados, algo que, por otra parte, es una situación recurrente en el estudio de contextos postprehistóricos, donde las realidades que encontramos son muy heterogéneas y con problemas de datación y adscripción funcional.

Este capítulo continúa con una pequeña valoración de la localización geográfica de las cavidades y de la topografía interna de las mismas. En este sentido, parece que la dificultad de acceso es una de las características que se repite en este tipo de enclaves arqueológicos. Una gran parte del capítulo está centrada en el análisis de los restos humanos y de los materiales asociados (pp. 133-214), ilustrándose con numerosas fotografías los broches, cerámicas y monedas hallados en algunas de las cuevas y abrigos. Las últimas páginas de este epígrafe se centran en la cronología, presentándose un gráfico con las dataciones absolutas de las cuevas con uso sepulcral (Imagen 84).

El último epígrafe (4.3) se centra en las cuevas con usos no sepulcrales, algunas de ellas con dataciones para época visigoda, pero sin restos que permitan adscribirlas a una función funeraria. La mayoría de los materiales localizados en estas cavidades son cerámicas, muchas veces hallados en superficie. Esto conlleva serias dificultades para hacer una atribución funcional, problema similar que nos encontramos para los materiales de época romana en otras cavidades peninsulares. Así, el autor indica como posibles hipótesis de atribución funcional, las actividades relacionadas con la explotación económica o con rituales o/y cuestiones religiosas.

El capítulo 5 (pp. 223-247) se centra en la interpretación, haciendo en las primeras páginas (5.1) un repaso del uso de las cuevas como lugar de enterramiento entre la Prehistoria reciente, cuando se documenta el mayor número de cavidades con uso funerario, y la Edad Media. Esta revisión es fundamental en un estudio de este tipo pues, como bien señala J.A. Hierro Gárate, son muchos los contextos arqueológicos en cueva en los que se entremezclan restos de enterramientos prehistóricos con materiales de épocas posteriores, pudiendo haber alguna explicación a este fenómeno, tal y como apunta el propio autor. Además, carecemos de dataciones de muchos de los restos óseos de estos contextos, por lo que, como señala J.A. Hierro Gárate, es muy arriesgado atribuirlos a cronologías tardorromanas. En efecto, la falta de baterías de dataciones absolutas para estos restos óseos hace difícil plantear hipótesis que sean verificables con los datos que tenemos para estos contextos. La segunda parte del capítulo (5.2) trata de insertar el fenómeno de las cuevas sepulcrales visigodas en el mundo rural funerario de la península ibérica, valiéndose el autor tanto de fuentes escritas como arqueológicas (necrópolis, tumbas y grupos de tumbas dispersos e inhumaciones en estructuras no funerarias o depósitos especiales).

El capítulo 6 está dedicado a las conclusiones y se divide en dos partes, una primera dedicada a la caracterización de las cuevas sepulcrales (6.1) y otra centrada en las cuevas como sepulturas atípicas (6.2). En la primera parte, el autor concluye que algunos de los aspectos en los que se puede basar la caracterización de las cuevas con uso sepulcral en época visigoda son la localización de los yacimientos y su morfología, el carácter colectivo de los enterramientos, así como la juventud de los individuos, la presencia de restos arqueológicos relacionados con la vestimenta y el adorno personal o evidencias de prácticas supersticiosas como la destrucción de una parte de los restos humanos. J. A. Hierro Gárate prosigue planteando una división entre grupos de las cuevas con uso sepulcral en época visigoda: las sepulturas dispersas, las cámaras funerarias y las cuevas sepulcrales propiamente dichas, situando cartográficamente los casos de cada una de las tipologías.

En la segunda parte de las conclusiones, J.A. Hierro Gárate hace una reflexión acerca de la interpretación de las cuevas sepulcrales como sepulturas atípicas, en el sentido de enterramientos no convencionales con relación a la cultura y época a la que pertenecen. Así, el autor trata de poner sobre la mesa las distintas hipótesis propuestas para este fenómeno. El primero de ellos, que se trate de enterramientos de las élites, parece descartarse en función de diversos criterios perfectamente detallados por el autor, entre los que destacamos la dificultad de esgrimir la dieta como un factor de desigualdad social o que los broches de cinturón no sean de uso exclusivo de un determinado estrato social.

Por otro lado, la teoría de las prácticas funerarias precristianas es también rebatida por el autor, al no encontrarse indicios de este tipo de prácticas en momentos anteriores donde las sociedades eran también paganas, a lo que se une el hecho de que se hayan localizado materiales de adorno personal con clara adscripción cristiana. J.A. Hierro Gárate propone que quizás esos restos humanos correspondan a hábitats campesinos como granjas o aldeas, si bien descarta que sean necrópolis al uso asociadas a un enclave concreto.

Así, la hipótesis hacia la que se dirigen las conclusiones de Hierro Gárate es que estemos ante ejemplos de exclusión en el ámbito funerario, es decir, que las personas allí enterradas/depositas hayan sufrido alguna forma de marginalización, rechazo o condena social por motivos que pueden ser muy variados. Enfermedades de tipo epidémico son, en palabras del autor, una de las causas más probables de los rangos de edad que se documentan en los restos humanos de algunas cavidades. Este tipo de “aislamiento” puede tener diferentes razones, desde miedo al propio contagio o algún tipo de creencia de que los muertos pueden volver y seguir propagando la epidemia. El autor hace una interesante reflexión sobre estos denominados “muertos inquietos”, poniendo sobre la mesa las diferentes posibles interpretaciones e hipótesis en función de las fuentes escritas y de los restos arqueológicos.

En definitiva, se trata de una obra de obligada lectura que aspira a convertirse en un libro de referencia para el periodo tardoantiguo. Tanto las reflexiones del autor en torno al fenómeno como el amplio catálogo de cuevas explicado de manera crítica y comentada permiten al lector emplear esta obra como guía de yacimientos para el periodo. Además, el planteamiento de diversas hipótesis, y el rebatimiento de algunas de ellas con una interesante argumentación, para un fenómeno tan poco estudiado como el del uso sepulcral de las cuevas en época visigoda, la convierten en una obra que sienta las bases para investigaciones posteriores.

Leticia Tobalina-Publido
Instituto de Ciencias del Patrimonio, CSIC