Arqueología y Territorio Medieval 32, 2025. e9119. I.S.S.N.: 1134-3184 DOI: 10.17561/aytm.v32.9119
Irene Pérez Martín1, Elena Salinas Pleguezuelo2
Recibido: 09/08/2024
Aprobado: 17/12/2024
Publicado: 03/02/2025
RESUMEN
El siguiente trabajo realiza un estudio de la cerámica islámica recuperada de una de las casas del yacimiento arqueológico Barrio Andalusí (Almería), con el objetivo de reconocer qué tipo de ajuar cerámico se consumía en el siglo XII en al-Mariyya. Para ello se ha llevado a cabo un análisis de la cerámica a nivel morfológico, técnico y decorativo. Además, se ha utilizado la bibliografía de referencia sobre cerámica andalusí para obtener más información sobre la dispersión y la datación del ajuar documentado. Esto ha permitido realizar un estudio crítico sobre cuestiones relacionadas con la funcionalidad, continuidades e innovaciones, producción local e importaciones, y aspectos socioeconómicos de la cerámica.
Palabras clave: cerámica, periodo almorávide, al-Mariyya, casa andalusí.
ABSTRACT
The following work focuses on the study of the Islamic ceramic from a house of the archaeological site of Barrio Andalusí (Almería), with the aim of recognising what type of ceramic ware was consumed in the 12th century in al-Mariyya. To this end, an analysis of the ceramics at the morphological, technical and decorative levels was carried out. In addition, the reference literature on Andalusi ceramics has been used to obtain more information on the dispersal and dating of the documented assemblage. This has allowed for a critical study of issues related to functionality, continuities and innovations, local production and imports, and socio-economic aspects of ceramics.
Keywords: ceramic, Almoravid period, al-Mariyya, Andalusi house.
El siguiente trabajo se centra en el estudio y la clasificación tipológica cerámica recuperada en el transcurso de las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo en el yacimiento arqueológico del Barrio Andalusí, que se encuentra ubicado a los pies del Conjunto Monumental de la Alcazaba de Almería. Para ello, y ante el ingente volumen de material cerámico, se realizó una selección de un contexto arqueológico, en concreto de una de las casas (Casa 4) con material cerámico suficiente para llevar a cabo el estudio de nuestra investigación. De acuerdo con esto, la principal idea ha sido estudiar el conjunto cerámico de una vivienda andalusí, es decir, analizar los restos materiales de un contexto arqueológico cerrado, bien documentado y excavado a partir del método estratigráfico.
Así pues, para nuestro estudio pretendemos alcanzar principalmente dos objetivos: por un lado, la realización de una cronotipología del ajuar doméstico de una casa almeriense, en el cual se van a utilizar una serie de paralelos andalusíes que permitan contextualizar mejor el conjunto seleccionado. Esto nos ha llevado a la consecución del segundo gran objetivo de este trabajo: reconocer qué tipo de ajuar cerámico se consumía en el siglo XII en al-Mariyya.
A partir de estos, se pueden establecer otras metas y objetivos, de manera paralela, con la intención de completar y dar luz a los estudios cerámicos islámicos de Almería. Por ejemplo, detectar si se están consumiendo importaciones de otros espacios políticos, tanto dentro como fuera del control de al-Andalus, tales como el norte de África; de la misma manera que se intentará vislumbrar el nivel social de quienes habitaron esta vivienda, a partir de la observación del número de piezas tanto importadas como consideradas de lujo (loza dorada). Así como la creación de esta tipología, que tiene como objetivo futuro poder ser utilizada como fósil guía en la interpretación de los contextos estratigráficos de las excavaciones arqueológicas realizadas en la ciudad de Almería.
Los primeros estudios sobre cerámica de Almería fueron realizados por Dorothea Duda (1970). Si bien, la aportación más importante se debe a Isabel Flores y María del Mar Muñoz que a partir de la década de los noventa del siglo pasado han llevado a cabo una serie de trabajos enfocados en diferentes aspectos, como una sistematización tipológica de la cerámica islámica almeriense de entre los siglos IX al XV, organizada en grupos funcionales (FLORES, MUÑOZ, 1993); un estudio sobre la cerámica de uso doméstico y almacenamiento (FLORES, MUÑOZ, 1990); algunos trabajos sobre cerámica nazarí (FLORES, MUÑOZ, 1995; FLORES et alii, 1997). Otros trabajos interesantes han sido el dedicado a las producciones alfareras del siglo XII (FLORES et alii, 1999) y al intercambio comercial mediterráneo (FLORES, MUÑOZ, 2007). Igualmente, las cerámicas decoradas en verde y manganeso, cuerda seca y loza dorada han sido objeto de varios estudios (FLORES, MUÑOZ, 2009; FLORES, 2011; FLORES, NAVARRO, 2012).
En los últimos años, podemos destacar la aportación de Yasmina Cáceres sobre el registro cerámico de la Alcazaba de Almería, principalmente con una cronología nazarí (CÁCERES, 2021), y el catálogo publicado por Manuel Ramos (2022), que incluye una gran parte de la colección de cerámicas islámicas que se conservan en el museo, organizadas por ámbitos funcionales y cronológicos.
Como puede verse, para la elaboración de este artículo hay algunos trabajos previos. Sin embargo, debemos abordar todos los estudios de la cerámica islámica en Almería desde un enfoque crítico, ya que parte de las aportaciones realizadas no proceden de contextos estratigráficos cerrados, sino de hallazgos casuales o excavaciones antiguas, lo cual hace que se pierda parte de la información arqueológica. Por tanto, resulta imprescindible un trabajo como el que aquí presentamos, pues aborda el estudio de la cerámica islámica de Almería desde el punto de vista de un contexto arqueológico bien documentado, cerrado y excavado mediante el método estratigráfico; junto a ello, debemos añadir que, en nuestro caso, hemos examinado todo el material cerámico recuperado de la vivienda número 4 del yacimiento arqueológico Barrio Andalusí.
Si nos centramos en la etapa medieval, al-Mariyya fue fundada como ciudad en el año 955 por ‘Abd ar-Raḥmān III, aunque se han documentado algunos restos arqueológicos previos de época romana. Antes de obtener la categoría de madina, contó con una torre de vigilancia o fortificación, al menos desde el siglo IX, para defensa del litoral (LIROLA, 2005: 145), de la cual no se han conservado restos, y durante el último cuarto del siglo IX y hasta la primera mitad del X fue el puerto de Bayyāna (LÓPEZ, 2020: 145).
Ya como madīnat al-Mariyya, a partir de la segunda mitad del siglo X, la ciudad fue ganando población, primero por el traslado de gran parte de la población de Bayyāna (Pechina) y luego, tras el comienzo de la fitna y la caída del califato (1009-1031), atrajo a andalusíes de zonas más inseguras, como la antigua capital del califato. Es en la etapa taifa, bajo el gobierno de Jayran (1014-1028), cuando surgen dos nuevas áreas amuralladas independientes de la madina, al oeste el arrabal occidental de al-Hawd y al este, el arrabal oriental de al-Musalla (FLORES et alii, 1999: 207-208). También se mejoró la defensa de la alcazaba y se construyó una nueva área palatina bajo el gobierno de al-Mutasim (1052-1091) (GARZÓN, 2015: 155-157). Este crecimiento urbanístico, unido a la estabilidad, su posición estratégica como ciudad portuaria mediterránea y su flota, propició que la ciudad experimentara un enriquecimiento económico y demográfico que continuó durante la etapa almorávide, siendo un punto de conexión de gran importancia no solo de las rutas comerciales mediterráneas y atlánticas sino también con las rutas subsaharianas. Esta función quedó interrumpida con la conquista cristiana de 1147, protagonizada por castellanos, catalanes, pisanos y genoveses. En ese momento sufrió una drástica pérdida de población, que huyó o fue hecha cautiva, quedando su actividad comercial muy mermada (LIROLA, 2007: 102). La ciudad fue nuevamente conquistada por los almohades en 1157, por Ibn Hud en 1228 y por los nazaríes en 1245, que se mantuvieron en el poder hasta la conquista cristiana de 1489. Durante este periodo, la ciudad tuvo una cierta actividad comercial, con productos como la seda, principalmente en una esfera regional y mediterránea más próxima, que englobaba las áreas catalano-aragonesa y magrebí (FÁBREGAS, 2004: 73), pero lejos del protagonismo que alcanzó en la primera mitad del XII, y perdiendo su posición en favor de Málaga.
Durante la intervención arqueológica de urgencia del antiguo hotel Mesón Gitano, se excavó un barrio urbanizado con sus casas y sus calles (ALEMÁN, 2023). Este complejo residencial se localizaba en la falda de la alcazaba y dentro del sector noroccidental de la madina (Figura 1). Se identificaron 21 viviendas, seleccionándose una de las más completas (Casa 4) (Figura 2) para el estudio de su ajuar cerámico. En esta vivienda se diferenciaron un total de cinco espacios acondicionados para la vida doméstica (Figura 3). La mayoría de las unidades estratigráficas con material cerámico asociado pertenece a estratos de derrumbe del momento final de ocupación de la vivienda3.

Figura 1. Localización del Barrio Andalusí en el plano de al-Mariyya (a partir de RAMOS, 2022).

Figura 2. Plano de las viviendas del yacimiento arqueológico del Barrio Andalusí con la ubicación de la Casa 4 en rojo (a partir de RAMOS, 2022:1054-1055).

Figura 3. Vista aérea final de la Casa 4. Fotografía realizada por Belén Alemán.
Se llevó a cabo una revisión y clasificación de todos los fragmentos cerámicos asociados a 13 unidades estratigráficas de la Casa 4. Todas ellas pertenecen a la fase final de ocupación y abandono de la vivienda, interpretándose como estratos de colmatación y derrumbe de las distintas estancias. Sin que se hayan excavado unidades relacionadas con la fase fundacional de construcción de dicha vivienda. En concreto se contabilizaron 4.619 cerámicas que sumaron un total de 262,85 kg, distribuidos en un total de 90 bolsas y 44 cajas. A partir de una primera fase de inventario, se llevó a cabo una selección del material cerámico para su posterior catalogación en series cerámicas. Se creó una tipología con diferentes grupos funcionales, formas, tipos y subtipos. Con tipo nos referimos a ese primer acercamiento a las formas para poder caracterizar el fragmento cerámico dentro de un determinado aspecto morfológico. Para ello se han tenido en cuenta las diferentes partes de una pieza: borde, cuello, cuerpo, base, asa, etc.; mientras que con subtipo indicamos un nivel mayor de profundización a la hora de observar las formas, refiriéndonos a aspectos más específicos, tales como diferencias en el borde o la forma del pie.
La nomenclatura utilizada en este trabajo se basa principalmente en los trabajos de Guillermo Rosselló Bordoy (1978, 1991) y en las definiciones incluidas en el DRAE. Rosselló en su obra Ensayo de sistematización de la cerámica árabe de Mallorca (1978) sentó las bases para los estudios de cerámica medieval islámica.
Para nuestro estudio tipológico hemos diferenciado un total de veintiséis formas cerámicas, con sus tipos y subtipos si los hubiere. Se define brevemente las formas y sus posibles funciones dentro del ajuar cerámico andalusí. Posteriormente, se realiza un breve análisis de los aspectos formales, técnicos, así como del acabado y ornamentación que pueda presentar la cerámica. Por último, se ha llevado a cabo una recopilación de posibles paralelos, desde el punto de vista morfológico, hallados en otros contextos andalusíes, relacionándolos incluso con ciertos espacios norteafricanos. El objetivo es realizar un estudio comparativo con otros yacimientos de al-Andalus en un mismo contexto histórico para precisar la cronología de uso y abandono de la casa estudiada. No hemos recogido la totalidad de los paralelos de las piezas, pero sí los suficientes para entender la dispersión de las formas documentadas y comprobar si se ciñen al ámbito local, regional del Sharq, o abarca todo el ámbito andalusí (Sharq y Garb).
El alcadafe/lebrillo se enmarca dentro del grupo funcional de usos múltiples, tales como el barreño o la pila. Aunque otras de sus posibles funciones son las de higiene personal, el lavado de ropa o de vajilla, así como la elaboración o manipulación de los alimentos.
Alcadafe Tipo Ia. Recipiente de base plana con paredes gruesas y de forma troncocónica invertida, las cuales acaban en un borde recto y engrosado al exterior de sección más o menos semicircular (Figura 4). Está modelado a torno y tiene cocción oxidante. No suele presentar decoración, al tener una función eminentemente práctica; sin embargo, en ocasiones, puede decorarse con incisiones realizadas a peine. Tiene una cronología amplia, que va desde la primera mitad del siglo XI, como los localizados en Málaga (ACIÉN, 1986-1987: 226, fig. 1:3); hasta una datación más tardía, entre los siglos XII-XIII, apareciendo en Cádiz (CAVILLA, 2005: 244, 555-556, figs. 230-237), Almería (FLORES, MUÑOZ, 1993: 164-166, figs. 4-6), zona levantina (MARTÍ, PASCUAL, 1995: 172, fig. 15.11:1-2), Aspe (Alicante) (AZUAR, 1994: 97, fig. 9.1.1.g), Murcia (NAVARRO, 1986: 203-206, fig. 447), Córdoba (SALINAS, 2012: 220-222, figs. 2-4), Fortuna (NAVARRO, 1986: 34, fig. 68), castillo de Ambra (Pego) (AZUAR et alii, 1999: 283, fig. 4) y Denia (GISBERT, AZUAR, 1991: 256-257, fig. 8).

Figura 4. Alcadafe Tipo Ia.
Alcadafe Tipo Ib. De base plana con perfil troncocónico invertido, paredes gruesas y exvasadas al exterior, las cuales acaban en un borde de sección triangular (Figura 5). Conformado a torno. Tiene una cocción oxidante. Desde el punto de vista decorativo, la pieza presenta una peculiaridad, ya que está esmaltada en verde manganeso tanto en el anverso como el reverso, y los motivos decorativos son fundamentalmente geométricos/lineales. Es menos común entre el repertorio andalusí, habiéndose encontrado solamente un paralelo en Denia (GISBERT, 2018: lám. 10), con una datación del siglo XI, y, con variantes en el borde, en la Qala de los Banu Hammad (DJELLID, 2019: 276, 284). Podría tratarse de una importación norteafricana, de la zona del Magreb central.

Figura 5. Alcadafe Tipo Ib.
Alcadafe Tipo II. Recipiente de base plana con paredes de tendencia troncocónica invertida, menos acusadas que en el tipo anterior. Estas acaban en un borde moldurado y engrosado al exterior, de sección más o menos redondeada (Figura 6). Se encuentra realizado a mano y a torno, con cocción oxidante. Presenta decoración incisa de bandas onduladas horizontales a peine bajo el borde exterior. La forma de esta pieza, según Isabel Flores, comienza a datarse desde el siglo X, en el caso de Almería (FLORES, MUÑOZ, 1993: 164). Asimismo, en Cieza (NAVARRO, 1986: 22, fig. 46) encontramos paralelos datados en el siglo XIII, con formas muy semejantes a los de la zona almeriense. Y en Murcia se repiten con una datación del siglo XIII (NAVARRO, 1986: 207, figs. 450-451).

Figura 6. Alcadafe Tipo II.
Hornillo portátil cuyas funciones principales son las de cocina y mantenimiento de la comida caliente. A nivel formal, puede presentar una o dos cámaras. En el segundo caso, tendría una cámara superior, que actúa como brasero, y otra inferior, como cenicero. Así pues, el cuerpo superior suele tener un borde reentrante o diversas pestañas hacia el interior, cuyo objetivo es el de apoyar la olla o cazuela, mientras que el cuerpo inferior posee una abertura para retirar las cenizas (CAVILLA, 2005: 99). Entre ambas cámaras se ubica la parrilla, que en nuestro caso adquiere forma de rollitos dispuestos perpendicularmente.
Anafre Tipo I. Tiene un perfil troncocónico, con una base plana y un cenicero cilíndrico en su parte inferior. La parrilla presentaría una serie de rollos que se han perdido, los cuales estarían sustentados gracias a un vástago emplazado en la zona central de la base. En la cámara superior se observa un orificio de aireación cuyas paredes desembocan en un borde oblicuo hacia el interior, a los que se anexan una sucesión de pestañas para poder apoyar ollas/marmitas, cazuelas, etc. Tiene dos asas (Figura 7). Está realizado a mano y tiene cocción oxidante. A pesar de tratarse de piezas bizcochadas, pueden presentar decoración impresa con ruedecilla. Los paralelos para este tipo de anafre los podemos encontrar en Valencia (VV. AA., 2018: 317, fig. 84) con parrilla de disco y con una datación de los siglos XII-XIII; Murcia, con una datación del siglo XIII (NAVARRO, 1986: 198-200, figs. 429-434) y Lorca, del siglo XII (ZAPATA, MUÑOZ, 2006: 113, núm. 18). En el caso de Almería, también encontramos paralelos con una cronología del siglo XII (FLORES et alii, 1999, 212, fig. 11, núm. 42).

Figura 7. Anafre Tipo I.
Anafre Tipo II. Este tipo cuenta con paredes gruesas y un perfil curvo acentuado sobre todo en la parte superior, con un borde exvasado y engrosado al exterior, además de presentar un labio de sección cuadrangular redondeado, así como dos asas horizontales (Figura 8). En cuanto a su elaboración, se realiza fundamentalmente a torno y tiene una cocción oxidante. La pieza está vidriada en tonos verdosos-melados solamente al interior. Encontramos paralelos en la zona levantina con una cronología almohade (MARTÍ, PASCUAL, 1995: 164, fig. 15.3).

Figura 8. Anafre Tipo II.
La función de esta forma es extraer el agua de pozos o aljibes, aunque también se le conoce por el nombre de cangilón de noria (ROSSELLÓ, 1991: 174). Su uso no se limita únicamente al mundo rural, ya que también se documenta en áreas urbanas (BAZZANA, 1979: 163). Además, se le atribuyen otras funciones como su reutilización como macetero (CAVILLA, 2005: 101) o para la elaboración de cierto tipo de alimentos como por ejemplo guisos, a través de una cacerola, tal y como ha quedado reflejado en uno de los libros de cocina del siglo XIII (HUICI, 2005: 140-141).
Arcaduz Tipo I. De forma cilíndrica, presenta dos acanaladuras en el galbo. El borde es de mayor grosor al exterior y tiene un labio de sección triangular (Figura 9). Fue elaborado a torno, con una cocción oxidante. Encontramos paralelos anteriores en Pechina, con una cronología de entre los siglos IX y X (FLORES, MUÑOZ, 1993: 146-147, núms. 2-3). Arcaduces con rasgos morfológicos diferentes se documentan en Córdoba (SALINAS, 2012: 239, fig. II), Málaga (BOSCH, CHINCHILLA, 1987: 497, fig. 2:2), Cádiz (CAVILLA, 2005: 251-252, figs. 241-242), Sevilla (VERA, LÓPEZ, 2005: 111, cangilón III), Denia (GISBERT, AZUAR, 1991: 257, fig. 8), etc., con una datación entre los siglos XII y XIII.

Figura 9. Arcaduz Tipo I.
Su función es presentar los alimentos en la mesa, por lo que es una forma muy común en la vajilla de mesa andalusí. Presenta una gran variedad de acabados y decoraciones.
Ataifor Tipo I Subtipo I. Tiene un perfil curvo de paredes finas, con un borde exvasado y engrosado al exterior, de sección triangular y labio redondo (Figura 10). Se encuentra realizado a torno y mediante una cocción oxidante. La pieza está vidriada en color turquesa. Con respecto a este subtipo de ataifor, podemos encontrar paralelos con una datación del siglo XII en Cádiz (CAVILLA, 2005: 159, fig. 6a), en la zona levantina con una cronología almohade (MARTÍ, PASCUAL, 1995: 168-170, fig. 15.6, núm. 5) y en Valencia (VV. AA., 2018: 332, fig. 113).

Figura 10. Ataifor Tipo I Subtipo I.
Ataifor Tipo I Subtipo II. Este subtipo presenta un perfil de paredes curvas y finas hasta llegar al borde, que es exvasado y engrosado al exterior, con labio triangular y cuyo exterior aparece redondeado (Figura 11). La pieza está realizada a torno y bajo una cocción oxidante. Desde el punto de vista decorativo, el anverso está decorado con motivos vegetales en cuerda seca parcial con tonos turquesa, marrón y blanco. Sus paralelos los podemos localizar en la zona levantina con una cronología almohade (MARTÍ, PASCUAL, 1995: 168-170, fig. 15.6, núm. 7), en Aspe (Alicante) con una datación de los siglos XII-XIII (AZUAR, 1994: 49, fig. 1.2.1.j), o en Murcia con una datación del XIII (NAVARRO, 1986: 182, fig. 390).

Figura 11. Ataifor Tipo I Subtipo II.
Ataifor Tipo II. Este tipo de ataifores presenta, en su gran mayoría, un pie anular, un cuerpo de perfil hemisférico con borde de sección recta y labio redondeado (Figura 12). La pieza está realizada a torno y su cocción es oxidante, además se encuentra vidriada en melado claro. Hay paralelos en la zona levantina con una cronología almohade (MARTÍ, PASCUAL, 1995: 168-170, fig. 15.6, núm. 4), en Lorca con una datación de los siglos XII y XIII (NAVARRO, 1986: 81, 86, figs. 163, 177), y en Murcia del siglo XII (VV.AA., 2019: 101, fig. 7). También en Cádiz del siglo XII (CAVILLA, 2005: 159, fig. 4).

Figura 12. Ataifor Tipo II.
Ataifor Tipo III. Tiene paredes finas y en su parte superior presenta un trazado curvo que dibuja una carena. El borde es exvasado y engrosado al exterior, con sección triangular (Figura 13). Está realizado a torno y mediante una cocción oxidante, así como esmaltado en blanco por completo. Existen paralelos en la zona levantina con una cronología almohade (MARTÍ, PASCUAL, 1995: 168-170, fig. 15.6, núm. 10). También en Valencia (VV. AA., 2018: 331, fig. 111) y Fortuna con una datación de los siglos XII-XIII (NAVARRO, 1986: 30, fig. 62); además de Cartagena, con una cronología del siglo XII (VV.AA., 2019: 99, fig. 4).

Figura 13. Ataifor Tipo III.
Ataifor Tipo IV. De paredes finas y divergentes, en el trazado superior se representa una carena acusada y alta. Su borde tiene una pestaña vertical, engrosada al exterior y de sección semicircular (Figura 14). En cuanto a su elaboración, está modelado a torno y con una cocción oxidante, cubierto, a su vez, por un esmaltado en blanco. Para este tipo de ataifor, hemos encontrado piezas similares en Cádiz (CAVILLA, 2005: 159, 489, 493-493, figs. 1-b, 85b-c, 91-92), en Sevilla (LAFUENTE, 1995: 293, fig. 3; láms. I:2, 7, II:2) y en Córdoba (BAENA, 1990: 156). En el caso de Almería, Isabel Flores expone que es un tipo formal que se documenta a lo largo del siglo XII, aunque experimenta variantes hasta las últimas décadas de la etapa nazarí (FLORES et alii, 1999: 211, fig. 9, núm. 32).

Figura 14. Ataifor Tipo IV.
Ataifor Tipo V. Recipiente con paredes de tendencia curva y marcada carena, que termina en un borde engrosado al exterior, de sección triangular y con un labio apuntado (Figura 15). Se encuentra realizado a torno y bajo una cocción oxidante, además la pieza está vidriada en un tono verdoso. De esta pieza encontramos paralelos en Murcia con una datación del siglo XII (VV.AA., 2019: 253, fig. 106).

Figura 15. Ataifor Tipo V.
Ataifor Tipo VI. La base tiene un pie anular y las paredes son gruesas, con perfil curvo y abierto, el cual presenta una carena en la parte baja y acaba en un borde de sección redondeada recta, que puede finalizar engrosándose al interior o estrechándose (Figura 16). Está conformado a torno y bajo una cocción oxidante. Puede vidriarse en tono amarillento, tanto en el anverso como el reverso, o esmaltarse en blanco y decorarse al interior con motivos epigráficos o geométricos pintados en marrón. Este tipo se documenta en la zona levantina, en época almohade (MARTÍ, PASCUAL, 1995: 168-170, fig. 15.6, núm. 8). En el siglo XII, en Lorca (NAVARRO, 1986: 83, fig. 169) y Cádiz (CAVILLA, 2005: 496-497, figs. 98-101).

Figura 16. Ataifor Tipo VI.
Ataifor Tipo VII. Recipiente de paredes hemisféricas y perfil curvo, cuyo borde se encuentra exvasado hacia el exterior y presenta un labio incipiente apuntado, seguido de un borde orientado de manera oblicua en su ala, con tendencia horizontal. Este tipo se caracteriza por tener pies anulares de sección vertical, paredes convexas y bordes con ala ancha. La decoración puede incluir en el borde una cenefa de ovas pintada en marrón y coloreada en verde (Figura 17). Está realizado a torno y mediante una cocción oxidante. A modo decorativo, presenta vidriado en verde manganeso en el anverso, mientras que en el reverso se observan una serie de acanaladuras. Los motivos decorativos y las formas son característicos del Magreb central (DJELLID, 2019). Además, encontramos paralelos en Denia (GISBERT, 2018: láms. 4-11) y Cartagena (VV. AA., 2019: 99, núms. 2-3), con una datación de los siglos XI-XII. Aunque también lo podemos localizar en Mallorca, datado en el siglo XI (ROSSELLÓ, 1983: 339, fig. 2,1) y Murcia, con una cronología del siglo XII (VV.AA., 2019: 99, fig. 2).

Figura 17. Ataifor Tipo VII.
Ataifor Tipo VIII. Ataifor de paredes cóncavas, moldura superior y borde con ligero engrosamiento externo y biselado al interior (Figura 18). Está realizado a torno y bajo una cocción oxidante. La pieza se encuentra esmaltada en blanco y decorada con motivos geométricos en verde y marrón en el interior. Solamente se ha documentado un ejemplar, por lo que podría tratarse de una importación norteafricana, de la zona del Magreb central. Encontramos algún paralelo en Denia fechados en los siglos XI-XII (GISBERT, 2018: lám. 12).

Figura 18. Ataifor Tipo VIII.
Tubería cerámica utilizada para canalizar las aguas, ya sean limpias o de carácter residual. Tiene un cuerpo cilíndrico que presenta en su borde una moldura que permite encajarlo con otro atanor en su parte más estrecha, facilitando así la correcta conducción del agua fuera de las viviendas hacia los pozos negros. En su interior, mayormente presentan parte de los restos de cal en un estado muy avanzado de solidificación (SALINAS, 2012: 269).
Atanor Tipo I. Tiene paredes gruesas y un perfil cilíndrico troncocónico que, conforme va llegando a la boca, va cerrando sus paredes. El borde presenta una moldura exvasada hacia el exterior con un labio redondeado (Figura 19). Está realizada a torno y mediante una cocción oxidante. Este tipo, a menudo, no se incluye en catálogos debido a su función constructiva. Aun así, se localizan paralelos en Almería con una cronología de finales del siglo X y principios del XI (CÁCERES, 2021: 319, serie 27, tipo I). También se documentan en Lorca (NAVARRO, 1986: 120, fig. 257) y en Sevilla, con una datación del siglo XIII (VERA, LÓPEZ, 2005: 83, fig. 5).

Figura 19. Atanor Tipo I.
Los braseros son elementos contenedores de fuego. La base es plana y, a partir de esta, encontramos las paredes gruesas y troncocónicas invertidas, que poseen tres apéndices a modo de apoyo para elevar la base del suelo (CAVILLA, 2005: 104). Se pueden distinguir dos dimensiones: los de mayor tamaño se encargan de albergar las brasas destinadas a calentar espacios, mientras que los de menor tamaño se utilizarían para mantener caliente los platos, asar comidas o quemar hierbas aromáticas (LAFUENTE, 1995: 295). Son piezas muy frecuentes desde el siglo XII, ya que serán los sustitutos cerámicos de las realizadas previamente en piedra o mármol (ACIÉN et alii, 1995: 128).
Brasero Tipo I. Este tipo de pieza tiene una base plana con paredes finas y rectas, además de un borde vuelto hacia el interior, separado del resto del cuerpo por una carena. Presenta un labio de sección redondeada (Figura 20). La pieza está elaborada a torno y sometida a cocción oxidante. Está pintado en rojo al exterior mediante digitaciones estilizadas. No hemos encontrado paralelos formales.

Figura 20. Brasero Tipo I.
Brasero Tipo II. Recipiente de base plana, sustentado por tres patas, su perfil es recto o troncocónico invertido y cuenta con paredes gruesas (Figura 21). Está realizado a torno y mediante una cocción oxidante. No presenta decoración. Este tipo de braseros-trípodes lo encontramos en Sevilla con una datación entre los siglos XI-XIII (VERA, LÓPEZ, 2005: 272, núm. 4), y en Málaga, donde solo comparte similitudes en la forma, no en la decoración, con una cronología que abarca de los siglos XIII al XV (MELERO, 2023: 290-295, fig. 3.40, tipo 2.1). En Córdoba también se documentan paralelos en contextos tardoalmohades de principios del siglo XIII (SALINAS, 2012, 352: fig. 10, núms. 2-3).

Figura 21. Brasero Tipo II.
Siguiendo el DRAE, expone que se trata de un recipiente de características pequeñas y perfil cilíndrico, cuya funcionalidad está orientada al almacenamiento de fluidos y productos, farmacéuticos o de otro tipo (MELERO, 2023: 312).
Bote Tipo I. Se trata de un recipiente de base plana, perfil recto y forma cilíndrica, que presentaría una pequeña moldura en la parte inferior del mismo (Figura 22). Se encuentra realizado a torno y mediante una cocción oxidante. La pieza está vidriada al exterior en color verde/turquesa, mientras que al interior en color blanco. No se han encontrado paralelos.

Figura 22. Bote Tipo I.
Su función era iluminar las estancias de la casa. Puede presentar diversas tipologías, aunque todas incluyen un cuenco o cazoleta para albergar el combustible (aceite o grasa) y una piquera, donde se ubica la mecha (ROSSELLÓ, 1978: 48-49, 1991: 149).
Candil Tipo I. Este tipo engloba aquellos que tienen cazoleta cerrada y piquera, base plana y forma troncocónica invertida, en el que la piquera aparece levantada en su extremo más distal. A pesar de que no se conserva el cuello, posiblemente tendría forma esférica si atendemos a los paralelos definidos para esta pieza (Figura 23). Está realizado a molde y bajo una cocción oxidante; no presenta decoración. Existen paralelos en Valencia con una datación del siglo XI (VV. AA., 2018: 300, fig. 54) y en Almería, con una cronología de entre los siglos X y XI (FLORES, MUÑOZ, 1993: 200, núm. 16).

Figura 23. Candil Tipo I.
Candil Tipo II. Candil de pie alto o de candelabro, aunque en este contexto no hemos podido estudiar la pieza al completo. Morfológicamente, tendría en la parte superior una cazoleta con piquera de pellizco, debajo de esta un vástago, y en la parte inferior un plato de base plana que puede presentar molduras o no al exterior, así como un asa vertical que conectaría la parte superior con la inferior del candil (Figura 24). Se ha realizado a torno y mediante una cocción oxidante, y aparece cubierto con una capa de vidriado en melado claro o en un tono amarillento. Encontramos paralelos en Córdoba, datados a finales del siglo XII y principios del XIII (SALINAS, 2012: 313-314, tipo XV).

Figura 24. Candil Tipo II.
Candil Tipo III. Este tipo sigue el esquema de candil de cazoleta abierta, ya que su perfil es troncocónico invertido y la piquera es de pellizco; además, pueden presentar asa o no en el lateral (Figura 25). Está realizado a mano/torno y su cocción es oxidante, así como su base es plana. Este tipo se ha documentado tanto esmaltado en blanco como vidriado en melado. Encontramos paralelos en la zona levantina (MARTÍ, PASCUAL, 1995: 172, fig. 15.410, núms. 1-2) y, específicamente en Valencia, datados entre los siglos XII-XIII (VV. AA., 2018: 326, fig. 102), y en Murcia con una cronología del siglo XIII (NAVARRO, 1986: 197, fig. 425-427). También en Cádiz (CAVILLA, 2005: 227, fig. 5; 551, fig. 225-226) y en Almería hay candiles de los siglos XII al XIV (FLORES, MUÑOZ, 1993: 210-212, núms. 26-28).

Figura 25. Candil Tipo III.
Recipiente de cuerpo abombado y cuello cilíndrico y largo, en el que ambas partes quedan unidas por una o dos asas de gran tamaño. Su fin era almacenar, transportar y conservar el agua.
Cántaro Tipo I. Cántaro o jarro/a con cuello troncocónico invertido de borde exvasado hacia el exterior que termina con un labio cuadrangular. Además, presenta el arranque de dos asas en los laterales del cuello (Figura 26). Está realizado a torno y mediante una cocción oxidante. La pieza está pintada con digitaciones estilizadas en color rojo. Encontramos un paralelo en Córdoba, aunque con el borde diferente, datado en el siglo XII (SALINAS, 2012: 355, fig. 140, núm. 4).

Figura 26. Cántaro Tipo I.
Cántaro Tipo II. Este tipo presenta un cuello troncocónico invertido con un borde exvasado hacia el exterior, que cuenta con un pequeño apéndice justo debajo del borde. Por otro lado, se ha conservado el inicio de lo que serían dos asas (Figura 27). Se encuentra elaborada a torno y bajo una cocción oxidante. No presenta decoración ni se han detectado paralelos.

Figura 27. Cántaro Tipo II.
Cántaro Tipo III. Recipiente con cuerpo de tendencia globular y cuello esférico, que acaba en un borde recto y redondeado en su extremo (Figura 28). La pieza está elaborada a torno y bajo una cocción oxidante. Presenta un engobe en rojo, tanto en el reverso como el anverso de la pieza. En Cádiz hay un cántaro de perfil similar, pero con borde diferente datado en el siglo XII (CAVILLA, 2005: 143, fig. 1). También lo podemos encontrar en Sevilla con paredes rectas y un borde diferente, datado en el siglo XIII (VERA, LÓPEZ, 2005: 167, fig. 4). De una cronología más tardía, concretamente del siglo XIV, lo localizamos en Almería con un asa diferente y un cuello más largo (FLORES, MUÑOZ, 1993: 256, núm. 38).

Figura 28. Cántaro Tipo III.
Recipiente de base amplia, que puede presentarse plana o convexa, con paredes de poca altura rectas o curvadas y asas o muñones para el soporte. Se utiliza para cocinar de forma rápida alimentos a alta temperatura y con poca presencia de líquidos (ROSSELLÓ, 1978: 45, 1991: 148).
Cazuela Tipo I. Base plana, cuerpo recto o troncocónico invertido y borde engrosado en su extremo al interior, el cual puede presentar un labio de sección redondeada o apuntada. Tiene dos asas (Figura 29). Está realizada a mano y cocida bajo condiciones oxidantes. El interior está vidriado en tonos melados y al exterior presenta huellas de fuego. Este tipo de cazuela se documenta en Torrenueva (Granada) en el periodo califal (FERNÁNDEZ, 2008: 334, núm. 17); también en Murcia (NAVARRO, 1986: 211, fig. 458), en Sevilla con base diferente y una datación de los siglos XII-XIII (VERA, LÓPEZ, 2005: 134, fig. 5), y Cartagena, de los siglos XI-XIII (VV. AA., 2019: 99, núms. 2-3).

Figura 29. Cazuela Tipo I.
Cazuela Tipo II. Este tipo presenta una base plana con paredes finas y rectas, junto con un borde exvasado ligeramente hacia el interior, enmarcado por una estrecha carena; además, tiene un labio de sección cuadrangular (Figura 30). Está realizada a mano y con cocción oxidante. Asimismo, el interior está vidriado en tonos melados. No se han encontrado paralelos para este tipo de cazuela.

Figura 30. Cazuela Tipo II.
Suelen estar realizadas a partir de fragmentos cerámicos de otros útiles, que son retocados y pulidos con el fin de crear fichas de diversos tamaños y formas. Podían estar esmaltadas, con cubierta vítrea o decoradas para diferenciarlas de otras piezas. Morfológicamente, la pieza presenta una forma esférica con un perfil relativamente redondeado (Figura 31). La pieza puede estar realizada a torno o tallada directamente sobre el fragmento cerámico. Tiene una cocción oxidante. Desde el punto de vista decorativo, tanto el anverso como el reverso están vidriados en tonos melados. Existen fichas de juego en Córdoba datadas en la primera mitad del siglo XI (SALINAS, 2012: 344, tipo 1), y en Cádiz (CAVILLA, 2005: 575, figs. 283-284), Sevilla (PECERO, MORENO, 2001: 598, fig. 3) y Andújar, con una datación del siglo XII (CASTILLO, 1991: 285-286).

Figura 31. Ficha de juego.
Este tipo de recipientes está relacionado con el agua. En términos arqueológicos, no es muy usual encontrarlos realizados en barro, ya que la mayor parte de ellos se fabricaban en piedra o metal. Hemos clasificado tres fragmentos de fuentes, realizadas a molde y bajo una cocción oxidante, que no han podido ser dibujados debido a su estado de conservación. Como elemento decorativo, dos de ellas están esmaltadas en blanco y una vidriada en verde (Fig. 53.1). En nuestro caso, a pesar de que solo hemos podido catalogar los gallones que conforman la decoración del borde de la fuente o surtidor, sabemos de la existencia de otros paralelos en Almería, con una datación que va de los siglos XII al XIV (FLORES, MUÑOZ, 1993: 178, núm. 18).
Recipiente de líquidos, especialmente agua, de diversos tamaños. Los de mayor tamaño y cuello más estilizado serían para escanciar el líquido, mientras que los de menor tamaño y boca amplia serían para beber (ROSSELLÓ, 1991: 146). Una de las variantes encontradas presenta un filtro que se colocaba entre el cuerpo y el cuello de la jarrita, con el objetivo de decantar el agua que se servía o para elaborar infusiones (ROSSELLÓ, 1978: 31).
Jarrito Tipo I. Presenta un cuerpo globular, cuyo arranque del cuello sugiere una forma cilíndrica. Además, tiene dos asas que unen la parte superior del jarrito/a con la inferior (Figura 32). Está realizado a torno y mediante una cocción oxidante. La pieza no presenta decoración. Encontramos paralelos del siglo XII en El Fortí (Alicante) (VV. AA., 2019: 270, núm. 124) y en Cádiz (CAVILLA, 2005: 184, 510, figs. 4, 132). A mitad del siglo XII, también lo localizamos en Murcia, con cuerpo similar, pero sin asas (VV.AA., 2019: 249, fig. 100).

Figura 32. Jarrito Tipo I.
Jarrito Tipo II Subtipo I. Recipiente de paredes finas con cuello esférico, separado del resto del cuerpo por una carena al exterior. Presenta un borde exvasado con un labio de sección redondeada, así como dos asas (Figura 33). Está realizado a torno y bajo una cocción oxidante. No presenta decoración. Existen jarritos similares en la zona levantina (MARTÍ, PASCUAL, 1995: 164-168, fig. 15.4) y en Valencia (VV. AA., 2018: 321, fig. 93) datados en los siglos XII-XIII, así como en Cádiz con una cronología del siglo XII (CAVILLA, 2005: 184, fig. 2).

Figura 33. Jarrito Tipo II Subtipo I.
Jarrito Tipo II Subtipo II. Jarrito/a de paredes finas que presenta un posible cuerpo globular enmarcado por una carena, la cual separaría el cuerpo del cuello de perfil curvo. Su borde, de sección triangular, está exvasado y ligeramente engrosado al exterior, con un labio en forma redonda (Figura 34). La pieza está realizada a torno y mediante una cocción oxidante, presenta vidriado en tonos amarillentos tanto en el anverso como el reverso de la pieza, así como algunas digitaciones estilizadas en marrón bajo el borde. Hemos localizado paralelos en Almería, con un arco cronológico desde la segunda mitad del siglo X hasta el periodo almohade (CÁCERES, 2021: 267-270, serie 11, tipos I y IV).

Figura 34. Jarrito Tipo II Subtipo II.
Recipiente cerámico con función ornamental, destinado para albergar plantas. Desde el punto de vista morfológico, presentaría en su base un orificio por el cual se expulsaría el exceso de agua de riego. En Cieza se ha documentado una maceta del siglo XIII (NAVARRO, 1986: 18, fig. 40). Aunque solo hemos encontrado un remate de maceta (Figura 53.3), sin que podamos saber cómo era el cuerpo. En cuanto a los remates de las macetas, hemos hallado paralelos relacionados con los apéndices de algunos pebeteros, los cuales presentan una forma cónica. Estos paralelos los localizamos con una datación del siglo XIII en Murcia (NAVARRO, 1986: 301, núm. 640) y Lorca (NAVARRO, 1986: 109, núm. 233).
Este grupo englobaría todas las producciones cerámicas de pequeño formato. A pesar de tratarse de piezas que reproducen tanto del ajuar doméstico como del lúdico, los investigadores no se ponen de acuerdo a la hora en enmarcar su funcionalidad. Hemos podido distinguir una miniatura en forma de arcaduz, que no supera los 10 cm de altura máxima. Esta presenta una base plana y está realizada a torno mediante una cocción oxidante. No presenta acabado ni decoración.
También se le puede denominar marmita y hace referencia a un recipiente cuyo propósito es cocer agua o cocinar comidas líquidas (guisos), caracterizado por una cocción lenta y de fuego suave. Además, posee una base convexa, cuerpo globular amplio, asas o muñones y una boca amplia e, incluso, podía presentar formas para la colocación de tapaderas (ROSSELLÓ, 1978: 66-67, 1991: 147-148). Algunas ollas pueden tener una capa interior vítrea si estaban dedicadas a grasas (CAVILLA, 2005: 111).
Olla Tipo I. Recipiente de base plana con cuerpo troncocónico convexo, borde invasado y labio plano. Además, presenta dos asas en los laterales del cuerpo (Figura 35). La encontramos tanto modeladas a torno como a mano y con una cocción oxidante. La pieza está vidriada al interior en un tono melado y puede presentar huellas de fuego en la base. Este tipo de olla se ha documentado en Almería, pero sin vidriar, con una datación de entre los siglos X y XI (FLORES, MUÑOZ, 1993: 53, núm. 11); en Lorca, en contextos almorávides del siglo XII (ZAPATA, MUÑOZ, 2006: 105, núms. 1-2); y en Cartagena, con una datación del siglo XI-XIII (VV. AA., 2019: 99, núms. 2-3). Y del mismo perfil, pero con borde diferente, en Fortuna (NAVARRO, 1986: 24, fig. 47) y Murcia con una datación del siglo XIII (NAVARRO, 1986: 210, figs. 453-455).

Figura 35. Olla Tipo I.
Olla Tipo II. Recipiente de perfil globular, cuello corto de tipo cóncavo, borde exvasado al exterior con labio redondeado y moldura interior para poder colocar una tapadera. Presenta dos asas, lo que lo convierte en un tipo poco abundante en al-Andalus si atendemos a las características morfológicas que presenta (Figura 36). Está elaborada a torno y tiene una cocción mixta en rojizo y gris. Se encuentra vidriada en el interior en tono melado, y al exterior presenta una serie de goterones en los mismos tonos. De perfil similar, pero con un asa diferente, se ha documentado en Cádiz, con una cronología del siglo XII (CAVILLA, 2005: 132, fig. 3).

Figura 36. Olla Tipo II.
Recipiente utilizado para almacenar, transportar y conservar productos (condimentos, conservas, etc.). Algunos autores consideran que incluso pudieron haber sido usadas como tinteros, lámparas o útiles de alfarero, para guardar óxido de plomo. Pueden presentarse en una gran cantidad de tamaños y a menudo poseían una capa vítrea para impermeabilizarlos (ROSSELLÓ, 1978: 72, 1991: 147). Por otro lado, los investigadores les han otorgado diversas funciones, atendiendo a sus dimensiones y sus aspectos formales. Por lo que las orzas de gran tamaño y asas laterales fueron utilizadas para conservar carne en aceite o manteca, mientras que las de menor tamaño se empleaban para condimentos y especias (LAFUENTE, 1995: 291). Por último, destacar que estas se colgaban para alejarlas del suelo.
Orza Tipo I. Presenta un cuerpo globular achatado con un borde exvasado al exterior y labio de sección triangular (Figura 37). Se encuentra realizada a torno y cocida en condiciones oxidantes. La pieza está bizcochada y presenta toda una serie de bandas onduladas a peine, que decora el cuerpo de la pieza. Encontramos paralelos en Almería (CÁCERES, 2021: 252, serie 8, tipo III), con una cronología nazarí (siglos XIV y XV), y en Cádiz (CAVILLA, 2005: 154-155, tipo IV), datados en el siglo XII.

Figura 37. Orza Tipo I.
Recipiente utilizado para quemar hierbas aromáticas. Suelen estar cubiertos con una capa vítrea y ricamente decorados, ya sea mediante técnica calada, estampillada, aplicada, excisa o incisa (ROSSELLÓ, 1991: 173). Como función secundaria encontramos el calentamiento de platos, pues pueden presentar en la parte superior superficies elevadas para sostenerlos (CAVILLA, 2005: 113).
Pebetero Tipo I. Recipiente de base plana sustentada por patas, las cuales no se conservan. Además, presenta un cuerpo troncocónico invertido con doble pared, borde exvasado al exterior y labio de sección rectangular aplanado, al que se le anexan unos apéndices de forma cónica (Figura 38). Está conformado a torno y mediante una cocción oxidante. Por otro lado, tiene una decoración calada y excisa con motivos geométricos/vegetales, así como un vidriado verdoso al exterior de la pieza. Este tipo de piezas se documenta en la zona levantina (MARTÍ, PASCUAL, 1995: 172, fig. 15.11, núm. 9), Cieza (NAVARRO, 1986: 17, fig. 39), Lorca (NAVARRO, 1986: 108-109, fig. 232-233) y Murcia (NAVARRO, 1986: 256, figs. 554-556), con una datación del siglo XIII.

Figura 38. Pebetero Tipo I.
Se caracteriza por ser un recipiente de dimensiones medianas, cuyos rasgos morfológicos más comunes son los siguientes: base plana, de anillo solero o pie discoidal, cuerpo globular con asa y un gollete cilíndrico (parte superior y más estrecha). Se trata de contenedores de aceite, vinagre o perfume, de ahí que aparezcan vidriados para impermeabilizar las paredes (ROSSELLÓ, 1978: 25-56, 1991: 146).
Redoma Tipo I. Este tipo cuenta con una base plana de la que arrancan unas finas paredes que conforman el cuerpo globular de la pieza (Figura 39). Se encuentra conformado a torno y bajo una cocción oxidante. Presenta un vidriado en color turquesa. Encontramos paralelos en Valencia con una datación del siglo XI (VV. AA., 2018: 198, fig. 51), en Fortuna, fechados en los siglos X-XI (NAVARRO, 1986: 31, fig. 63-6), y en Murcia y Lorca en el siglo XII (VV. AA., 2019: 150, núm. 102; ZAPATA, MUÑOZ, 2006: 109, núm. 9).

Figura 39. Redoma Tipo I.
Este recipiente estaba destinado a desempeñar diversas funciones, una de ellas como apoyo para diferentes objetos cerámicos (tinajas, cántaros o jarras). Otra de sus funcionalidades consistía en el almacenamiento de los líquidos que se exudaban a través de las paredes de los distintos objetos que se apoyaban sobre el mismo, de ahí que se colocaran sobreelevados sobre estos reposaderos (Cavilla, 2005: 114).
Reposadero Tipo I. Recipiente de base plana, paredes gruesas y cuerpo cilíndrico, el cual presenta un pico vertedor y un borde de sección cuadrada enmarcado por una carena. Diferenciándose, así, el borde del resto del cuerpo que está decorado con la técnica del estampillado en motivos vegetales (flores) y bandas onduladas a peine (Figura 40). Está conformado a torno y bajo una cocción oxidante. Este tipo de reposaderos se localizan en Cieza y Lorca y están datados en el siglo XIII (Navarro, 1986: 20, fig. 43; Navarro, 1986: 115-116, figs. 247-248). También en la propia Almería con una datación del siglo XII (Flores et al., 1999: 235, fig. 54) y otra de entre los siglos XII y XIII (Flores y Muñoz, 1993: 138, núm. 18).

Figura 40. Reposadero Tipo I.
Recipiente utilizado en la cocina, con funciones muy similares a las constatadas para las cazuelas, de entre ellas, la de freír las comidas. Desde el punto de vista morfológico, las sartenes presentan un rasgo distintivo: el mango, a diferencia de las cazuelas que tienen asas (SALINAS, 2012: 464).
Sartén Tipo I. En nuestra clasificación hemos podido distinguir dos piezas: una en la que se conserva el mango y otra en la que no nos consta de su existencia, al tratarse de un pequeño fragmento. Por lo tanto, nos encontramos ante dos recipientes de bases planas, paredes de perfil curvo y borde recto de sección redondeada (Figura 41). Están elaboradas a mano y cocidas en condiciones oxidantes. Las piezas no están decoradas y no se observan huellas de fuego en ellas. Solamente hemos localizado un paralelo con una cronología de mediados del siglo XII en Córdoba, pero con una base diferente (SALINAS, 2012: 464, 465, tipo I).

Figura 41. Sartén Tipo I.
Elemento de funcionalidad complementaria utilizado para cubrir otros elementos cerámicos, independientemente de si estaban abiertos o cerrados, tales como ataifores, cazuela, ollas, tinajas, etc. (ROSSELLÓ, 1978: 58, 1991: 170). Este tipo cerámico cuenta con abundantes variedades tipológicas. Respecto a su decoración, esta varía dependiendo de la pieza cerámica que acompañe (CAVILLA, 2005: 115). De ahí que una de las finalidades de las tapaderas decoradas sea la de cubrir, sobre todo, parte del ajuar cerámico de mesa, como es el caso de los ataifores. Aunque también podemos distinguir otros tipos de acabados más rústicos, como los atribuidos a las tapaderas de tinajas.
Tapadera Tipo I Subtipo I. Tapadera de base plana, cuerpo de paredes finas y abiertas, perfil curvo y labio de sección redondeada. No se conserva el asidero central (Figura 42). Está realizada a torno y mediante una cocción mixta, en donde se alternan los colores pajizos y anaranjados en las pastas del exterior al interior. A modo de ornamentación, tiene decoración en cuerda seca parcial en tonos marrones representando toda una serie de motivos vegetales. Hay tapaderas similares en Cieza (NAVARRO, 1986: 22, fig. 45) y Murcia (Navarro, 1986: 203-204, figs. 440-444), con una datación del siglo XIII, y en Cádiz, con una cronología del siglo XII (CAVILLA, 2005: 561, fig. 252b).

Figura 42. Tapadera Tipo I Subtipo I.
Tapadera Tipo I Subtipo II. El siguiente subtipo presenta una base plana con paredes de perfil curvo, labio redondeado y asidero emplazado en el centro, por debajo del borde (Figura 43). Está elaborada a torno y bajo cocción oxidante. No presenta decoración. Este subtipo lo encontramos en Murcia, fechado en los siglos XII-XIII (NAVARRO, 1986: 260, figs. 565-567), y en Cádiz, datado en el siglo XII (CAVILLA, 2005: 256, fig. 1a).

Figura 43. Tapadera Tipo I Subtipo II.
Tapadera Tipo II. Tapadera de base plana y borde recto con labio redondeado (Figura 44). Realizada a torno y mediante cocción oxidante. A modo decorativo, en el anverso se puede observar toda una serie de motivos vegetales realizados mediante la técnica del estampillado. Estas tapaderas se documentan en Lorca (NAVARRO, 1986: 113, fig. 240), Murcia (NAVARRO, 1986: 259, fig. 564) y Almería (FLORES, MUÑOZ, 1993: 167, núm. 7), en contextos de los siglos XII-XIII. También en Cádiz, con borde diferente, y una datación del siglo XII (CAVILLA, 2005: 567, fig. 265).

Figura 44. Tapadera Tipo II.
Tapadera Tipo III. Tapadera de perfil curvo que presenta una pestaña al exterior y cuyo labio es de sección redondeada, mientras que el asidero no se conserva (Figura 45). Está conformada a torno y sus pastas son en tono pajizos pues, encima de esta, se encuentra la decoración en cuerda seca total en azul, blanco y negro, aplicada a modo de goterones. Existen piezas de este tipo en Murcia, datadas en el siglo XIII (NAVARRO, 1986: 201, figs. 435-436).

Figura 45. Tapadera Tipo III.
Tapadera Tipo IV. Esta tapadera tiene una base plana con paredes curvas o quebradas, que sobrepasan la altura del pedúnculo interior, además de presentar un borde diferenciado en forma plana (Figura 46). La pieza está realizada a torno y presenta una cocción oxidante. No está decorada. Encontramos paralelos en Valencia y Denia datados en los siglos XII-XIII (VV. AA., 2018: 323, fig. 97; AZUAR, 1989: 272, fig. 150, núm. A (II)), y en Cádiz, fechados en el siglo XII (CAVILLA, 2005: 256, fig. 2c).

Figura 46. Tapadera Tipo IV.
Se trata de un útil de pequeño tamaño que presenta una o dos asas y es utilizado para beber (ROSSELLÓ, 1991: 149). Es poco común encontrarlas realizadas en cerámica, ya que la mayoría que se ha hallado en nuestro país son de vidrio o metal (CAVILLA, 2005: 116).
Taza Tipo I. Recipiente de paredes curvas y finas, con borde exvasado y labio redondeado; a su vez, se pueden apreciar dos carenas que dividen el cuerpo del borde y el arranque de la base (Figura 47). Realizado a torno y mediante una cocción oxidante. Tienen un acabado vidriado en turquesa tanto al exterior como al interior. No se han encontrado paralelos.

Figura 47. Taza Tipo I.
Solamente se ha clasificado un único fragmento de teja, la cual presenta paredes curvas y gruesas con dos bordes (Figura 53.2). Es una forma que no suele incluirse en los catálogos de piezas. Hemos localizado un paralelo en Córdoba, datado entre mediados del siglo XII a principios del XIII (SALINAS, 2012: 486, tipo I).
Objeto de base estrecha y plana, lo que facilita su colocación en el reposadero, con un cuerpo ovoide de gran tamaño, cuello troncocónico invertido o cilíndrico, y una amplia apertura a modo de boca. El cuerpo puede ir acompañado de asas para facilitar su transporte (ROSSELLÓ, 1978: 78, 1991: 147). Son utilizadas para contener gran variedad de productos, desde sólidos a líquidos, y de esto dependerá el tamaño de las piezas y si están o no impermeabilizadas. En cuanto a la decoración, estas pueden presentar un vidriado verde en la zona de la boca, el cuello y los hombros si están destinadas a recoger agua, ya que la parte inferior sin vidriar permitía refrescar el líquido. Si presentan más decoración, suelen ser tinajas ornamentales (CAVILLA, 2005: 116).
Tinaja Tipo I. Recipiente de cuerpo curvo, borde exvasado y labio bífido engrosado hacia el interior (Figura 48). La pieza está realizada a torno y bajo cocción oxidante. Se conserva parte de la decoración de bandas onduladas a peine bajo el borde. Existe un paralelo para este tipo datado entre los siglos X y XI, en Málaga, pero con el borde más pequeño (CÁCERES, 2021: 254, tipo II).

Figura 48. Tinaja Tipo I.
Tinaja Tipo II. Tinaja de cuello con paredes largas y gruesas, cuyo borde tiene forma de sección triangular apuntada (Figura 49). Está realizada a torno y bajo una cocción oxidante. No presenta decoración. Localizamos paralelos en Málaga, dentro de los contextos de los siglos XIII y XV (MELERO, 2023: 201-203, fig. 3.26, tipo 2.2).

Figura 49. Tinaja Tipo II.
Tinaja Tipo III. Recipiente de paredes gruesas y curvas, con borde exvasado y labio de sección redondeada (Figura 50). Realizada a torno con pastas en tonos pajizos. A modo decorativo, la cara exterior de la pieza está vidriada en turquesa. Hay un paralelo en Cádiz con una datación del siglo XII (CAVILLA, 2005: 488, fig. 83b).

Figura 50. Tinaja Tipo III.
Recipiente que ejercería las mismas funciones que los jarritos/as y las tazas, es decir consumir líquidos, fundamentalmente agua. La única característica que lo diferencia de los jarritos/as es el tipo de consumo: al ser de menor tamaño, su diseño permite un uso individualizado en lugar de colectivo (VERA, LÓPEZ, 2005: 157).
Vaso Tipo I. Recipiente de base anillo solero, paredes finas y rectas que acaban en un borde de sección redondeada (Figura 51). Realizado a torno con pastas en tonos pajizos, este se encuentra vidriado al completo en color turquesa. No se ha logrado localizar paralelos para este tipo.

Figura 51. Vaso Tipo I.
Vaso Tipo II. Este tipo tiene base plana, cuerpo de paredes ligeramente troncocónicas y un borde invasado, separado por una pequeña acanaladura (Figura 52). Al igual que el anterior, presenta los mismos aspectos técnicos, diferenciándose por el tipo de acabado, ya que este fragmento está esmaltado en blanco tanto en el anverso como en el reverso. No hemos encontrado paralelos.

Figura 52. Vaso Tipo II.

Figura 53. 1. Fuente. 2. Teja. 3. Remate de Maceta.
Tras la realización de un estudio previo de las formas más representativas de cada uno de los grupos funcionales cerámicos de la Casa 4 del yacimiento arqueológico del Barrio Andalusí, pasaremos a exponer nuestra clasificación tipológica. Para llevarla a cabo hemos tomado como referencia los trabajos de sistematización propuestos por Guillermo Rosselló (1978, 1991) y Francisco Cavilla (2005), realizando algunas adaptaciones concretas a nuestro conjunto cerámico.
La clasificación del material cerámico almeriense se agrupa en doce categorías funcionales: vajilla de cocina (olla/marmita, cazuela y sartén), vajilla de mesa (ataifor, jarrito/a, redoma, taza y vaso), vajilla para el almacenamiento, transporte y conservación (cántaro o jarro/a, tinaja, orza y bote), iluminación (candil), contenedores de fuego (anafre, brasero y pebetero), objetos de usos múltiples (alcadafe), objetos de uso complementario (tapadera y reposadero), recipientes para la higiene personal (pila de abluciones), objetos relacionado con el agua (extracción, uso arquitectónico) (arcaduz y fuente), material constructivo (teja y atanor), objetos de uso lúdico (ficha de juego y miniaturas) y uso ornamental (maceta).
A continuación, se expone, a través de una serie de tablas, nuestra propuesta de clasificación tipológica:
Tabla 1. Vajilla de cocina.
VAJILLA DE COCINA |
||||
OLLA/MARMITA |
CAZUELA |
SARTÉN |
||
Tipo I |
Tipo II |
Tipo I |
Tipo II |
Tipo I |
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Tabla 2. Vajilla de mesa I.
VAJILLA DE MESA I |
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ATAIFOR |
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Tipo I |
Tipo II |
Tipo III |
Tipo IV |
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Subtipo I |
Subtipo II |
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Tipo V |
Tipo VI |
Tipo VII |
Tipo VIII |
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Tabla 3. Vajilla de mesa II.
VAJILLA DE MESA II |
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JARRITO/A |
TAZA |
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TIPO I |
TIPO II |
TIPO I |
|
SUBTIPO I |
SUBTIPO II |
||
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Tabla 4. Vajilla de mesa III.
VAJILLA DE MESA III |
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VASO |
REDOMA |
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TIPO I |
TIPO II |
TIPO I |
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Tabla 5. Vajilla para el almacenamiento, transporte y conservación.
VAJILLA PARA EL ALMACENAMIENTO, TRANSPORTE Y CONSERVACIÓN |
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CÁNTARO O JARRO/A |
TINAJA |
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TIPO I |
TIPO II |
TIPO III |
TIPO I |
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TINAJA |
ORZA |
BOTE |
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TIPO II |
TIPO III |
TIPO I |
TIPO I |
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Tabla 6. Objetos de iluminación.
ILUMINACIÓN |
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CANDIL |
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TIPO I |
TIPO II |
TIPO III |
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Tabla 7. Contenedores de fuego.
CONTENEDORES DE FUEGO |
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ANAFRE |
BRASERO |
PEBETERO |
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TIPO I |
TIPO II |
TIPO I |
TIPO II |
TIPO I |
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Tabla 8. Objetos de uso múltiple.
OBJETOS DE USO MÚLTIPLE |
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ALCADAFE |
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TIPO IA |
TIPO IB |
TIPO II |
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Hemos diferenciado dos procesos distintos en el tratamiento final de las piezas cerámicas. Por un lado, el acabado, aplicado en la mayor parte de los productos elaborados con una motivación meramente funcional. Por otro lado, la ornamentación, que solo se aplica a ciertas formas cerámicas, asociada fundamentalmente a un fin estético-simbólico más que funcional. Del mismo modo, es importante diferenciar entre el procedimiento utilizado para realizar la ornamentación, conocido como técnica, y el motivo decorativo, referido a la característica específica empleada para expresar una idea (SALINAS, 2012: 506-507).
En nuestro caso hemos documentado diversas técnicas: engobe, pintada, excisa, incisa, impresa, alisada, estampillada, vidriada, esmaltada, cuerda seca, esgrafiada y loza dorada (Figura 54).

Figura 54. Acabados y ornamentaciones.
Alisado. Solamente se ha documentado en un fragmento de tinaja.
Engobada. Esta técnica se usó en cinco cerámicas: una pata, tres jarritos/as, una redoma y un jarro/a.
Pintada. En un total de treinta y cuatro piezas: catorce jarritos/as, dos ataifores, dos tinajas, doce jarro/a, dos vasos, un asa de sartén, una fuente y un brasero. Dentro de estos podemos diferenciar entre cerámica pintada en rojo (Figura 54, a) con catorce piezas, y en negro (Figura 54, b) con veintisiete piezas.
Esgrafiada. Técnica mixta que combina pintura negra e incisiones utilizada en ocho jarritos/as (Figura 54, c).
Excisa. Técnica poco utilizada en el conjunto, solamente en un pebetero.
Incisa. Técnica aplicada en veinte fragmentos: tres jarritos/as, un ataifor, once alcadafes, dos orzas, tres tinajas y una tapadera (Figura 54, d).
Impresa. Técnica identificada en cuatro piezas: dos anafres, un ataifor y una tinaja.
Estampillada. Este tipo de decoración se ha localizado en catorce piezas, de las cuales, seis son tinajas, una tapadera de tinaja, cuatro tapaderas, un reposadero (Figura 54, e) y dos ataifores. Desde el punto de vista de los motivos decorativos, podemos diferenciar dos arquitectónicos, cuatro geométricos/lineales y ocho vegetales.
Vidriada. Se han diferenciado tres grupos de vidriados transparentes: monocromos (un solo color), bícromo (dos colores, pudiendo aplicarse uno en cada cara de la pieza, o uno sobre otro, como en el caso del negro sobre el melado, a menudo con simples trazos geométricos), o polícromos (tres o más colores, habitualmente verde y negro sobre un fondo melado, representando motivos geométricos o vegetales). A nivel general, el catálogo está compuesto por ciento treinta piezas vidriadas, de las que pasaremos a continuación a diferenciar según su monocromía, bicromía y policromía.
Ejemplos de vidriado monocromo en el conjunto: amarillento (cinco candiles, cuatro ataifores, tres redomas, una jarra/o/cántaro y una jarrita/o), azul (uno no identificado), turquesa (seis ataifores, cuatro cántaros, tres jarras/os, dos candiles, un vaso, una taza, dos tapaderas y una redoma) (Figura 54, g), blanco (un ataifor), marrón oscuro (dos ataifores), melado claro (dos candiles, dos redomas, una tapadera, una olla y una jarrita/o), melado (veintiuna ollas, ocho cazuelas, siete ataifores, tres candiles, una orza, una ficha de juego y una tapadera) (Figura 54, f), verde (once ataifores, dos candiles, una jarrita/o, un pebetero, una fuente y uno no identificado) y verdoso (un pebetero).
Ejemplos de vidriado bícromo: verde con marrón (once ataifores y un alcadafe), turquesa con blanco (dos ataifores), amarillento con marrón (una jarra/o), melado-amarillento (dos candiles), blanco y marrón (un ataifor), melado y marrón (dos ataifores, un pie de ataifor y una jarrita/o) (Figura 54, h), verde y melado (uno no identificado) y verde con blanco (un bote).
Ejemplos de vidriado polícromo: verde/melado/blanco (un ataifor).
Esmaltada. Esta técnica combina el óxido de plomo con un opacificante, a menudo el dióxido de estaño, que genera una pieza blanca opaca. En algunos casos, se pueden usar pigmentos para dar color (verde o marrón/negro) (SALINAS, PRADELL, 2020). Se han diferenciado tres grupos de vidriados esmaltados: monocromos (color blanco), bícromo (dos colores, pudiendo aplicarse uno en cada cara de la pieza, por ejemplo, blanco y turquesa, o uno sobre otro, como en el caso negro o verde sobre el blanco), o polícromos (tres o más colores, habitualmente verde y negro sobre un fondo blanco). Este último no se ha documentado. Los motivos son variados: geométricos, vegetales, epigráficos, zoomorfos y antropomorfos (CÁCERES, 2020: 349-352; FLORES, MUÑOZ, 2009: 1.063-1.064).
Ejemplos de esmaltado monocromo en el conjunto: blanco (diez ataifores, dos golletes de redoma, dos fuentes, dos jarras/os, dos orzas, una tapadera, una jarrita/o, un candil y un vaso) (Figura 54, d).
Ejemplos de esmaltado bicromo: turquesa con blanco (dos ataifores), blanco y negro (dos ataifores), blanco con verde (dos ataifores) y blanco con marrón/negro (una jarrita/o).
Ejemplos de esmaltado polícromo: verde con manganeso (nueve ataifores y un alcadafe (Figura 54, i).
Cuerda seca. Los temas que hemos encontrado en la casa son variados, principalmente vegetales, geométricos, epigráficos, etc. El conjunto cuenta con un total de treinta y cuatro piezas, de las que debemos diferenciar entre cuerda seca total y parcial. Dentro de la primera categoría, encontramos un total de trece piezas, de las que tres son bicromas y diez polícromas (Figura 54, k). Mientras que en cuerda seca parcial contamos con veinte piezas en total, de las que siete son monocromas, tres bicromas y ocho polícromas (Figura 54, j).
Loza dorada. Solamente hemos podido catalogar dos ejemplos, uno en color azul y otro en rojo (Figura 54, l). La decoración encontrada en la casa responde a motivos simples de tipo geométrico y vegetal.
Nuestro estudio es muy representativo, ya que abarca la revisión de una gran cantidad de fragmentos cerámicos (4.619) que suman casi 263 kilos. En el caso de las cerámicas adscritas a una unidad estratigráfica concreta, podemos destacar una mayor presencia de cerámicas en los contextos asociados con el nivel de derrumbes de la vivienda y, en definitiva, con el momento final de ocupación y abandono de esta casa.
A partir de este estudio, se ha podido documentar un total de veintiséis formas cerámicas para la Casa 4 del Barrio Andalusí. Estos grupos morfológicos se dividen a su vez en tipos y subtipos, con el objetivo de alcanzar un nivel de profundización mayor a la hora de analizar sus aspectos formales.
A su vez, estas veintiséis formas se han englobado en doce categorías funcionales (trece, si incluimos una pieza de uso artesanal) y una extra que incluye a aquellos fragmentos cuya función no ha podido ser identificada, por no aportar suficiente información al respecto. Dejando a un lado las piezas no identificadas (55,55 %), la funcionalidad más documentada es la de cocina (15 %), seguida de cerca por la de mesa (10,35 %) y la de fuego (6,35 %). Con menor incidencia destacamos la función complementaria (3,9 %), la de almacenamiento (3,53 %), la de uso múltiple (3,27 %) e iluminación (1,3 %). Por último, con valores poco representativos, podemos señalar la función constructiva (0,54 %) y, con menos de un 0,1 % de representación, la relacionada con un uso ornamental, lúdico, artesanal, del agua e higiene (Figura 55).

Figura 55. Gráfico del número de total de piezas según su funcionalidad.
En cuanto a la funcionalidad de cocina, que es la más representada en la Casa 4, podemos señalar que un 87 % de las piezas encontradas son ollas, un 11 % cazuelas y tan solo un 2 % son fragmentos de sartén. Esto nos da una idea de que existía una preferencia por la elaboración de recetas que necesitaban de la cocción de alimentos, mientras que en menor medida se preparaban alimentos fritos.
La gran mayoría de piezas fueron modeladas a torno, independientemente del tamaño de la pieza y funcionalidad. Los alcadafes y los candiles, en cambio, se fabricaron mediante una combinación de torno y modelado a mano. Sin embargo, existe una excepción con aquellas cerámicas relacionadas con un uso culinario: la mayoría de las ollas, cazuelas, sartenes y anafres fueron elaborados a mano, siguiendo una tradición alfarera previa a la etapa andalusí.
El tipo de cocción mayoritario de las piezas es bajo atmósfera oxidante, aunque hay algunas excepciones de cocción mixta. La cocción en atmósfera reductora no ha sido documentada.
Si analizamos el acabado y la ornamentación de las piezas cerámicas (Figura 56), destacamos catorce categorías, además de añadir el número de fragmentos cerámicos no identificados. Del total de piezas, un poco más de la mitad están simplemente bizcochadas y no presentan ni acabado ni ornamentación (52,15 %). A continuación, la técnica de acabado/ornamentación más representada es el vidriado monocromo (23,51 %), seguido de la cuerda seca (7,43 %), la pintura (6,07 %) y el esmaltado monocromo (5,73 %). El resto de las categorías, tal y como podemos observar, presenta valores inferiores al 1,4 % (esmaltado polícromo, estampillado, esgrafiado, esmaltado bicromo, etc.). Esto nos indica una clara predilección por piezas exclusivamente funcionales que han sido cocidas (bizcochadas), pero sobre las que no se ha aplicado ningún tipo de acabado u ornamentación. Además, también muestra que el uso del vidriado era bastante extendido en el siglo XII, sobre todo relacionado con el recubrimiento de las formas de cocina.

Figura 56. Gráfico de barras sobre el número de piezas según acabado y ornamentación.
Asimismo, si analizamos las piezas vidriadas de plomo (Figura 57), las cuales suponen el 24,05 % del total, se pueden clasificar a su vez en tres grupos según el número de colores utilizados. El más común es el ya mencionado vidriado monocromo, que constituye casi la totalidad del grupo vidriado, con un 97,76 % del total, y en el que se ha utilizado un único color (melado, verde, verdoso, turquesa, amarillo). Seguido por el vidriado bicromo (2,15 %), en el que se emplean dos colores, y un solo caso de vidriado polícromo (0,09 %).

Figura 57. Gráfico circular sobre el número de color/es utilizados en las cerámicas vidriadas.
En cambio, si estudiamos el caso de la técnica esmaltada (vidriado opacificado con estaño) (Figura 58), podemos observar que representa el 7,86 % del total. Esta técnica también puede dividirse en tres grupos. La mayoría de las piezas están esmaltadas en un solo color (72,88 %), mientras que las polícromas (blanco, marrón/negro y verde) constituyen tan solo un 17,26 %, y bicromas, con diferentes combinaciones, un 9,86 %. Esto nos indica la predilección por el esmalte en un solo color, principalmente blanco, aunque no con tanta diferencia como sí se observa en el vidriado.

Figura 58. Gráfico circular sobre el número de piezas según el número de color del esmaltado.
La mayor parte de la cerámica de la vivienda estudiada del Barrio Andalusí es compatible con una fabricación local, puesto que uno de los principales centros productores de cerámica islámica de al-Andalus se encontraba primero en Pechina y luego en Almería, además de otros grandes centros cerámicos localizados en Córdoba, Málaga y Murcia. En la ciudad se han excavado zonas de alfares, tanto hornos como testares con defectos de cocción (FLORES, NAVARRO, 2012: 2-4).
La cerámica de Pechina, por su parte, sabemos que tuvo una cierta difusión por vía marítima, costeando la península ibérica (SALINAS, 2019). Un patrón que probablemente continuó con la producción almeriense de siglos posteriores.
Asimismo, podemos decir que la mayor parte de las producciones del Barrio Andalusí corresponden a cerámicas locales, junto con alguna otra que podría tener una procedencia regional, dada la existencia de paralelos frecuentes con otras ciudades del Sharq al-Andalus, como Lorca y Murcia, ambos importantes núcleos alfareros. Sin embargo, esta hipótesis solo podría comprobarse con estudios arqueométricos de pastas cerámicas. También hemos recogido ciertas evidencias de posible importación cerámica de mesa, producidas fuera de al-Andalus, si atendemos a la tecnología utilizada y a sus pastas cerámicas (SALINAS, PRADELL, 2024). Nos referimos a los ataifores esmaltados de posible procedencia y/o influencia norteafricana, que algunos autores sitúan en las actuales Argelia, Túnez o incluso al-Andalus (GISBERT, 2018; AZUAR, 2012). Si bien este es un debate complejo con la información de la que disponemos, puesto que efectivamente pudo existir más de un taller, que además no ha sido identificado ni caracterizado arqueométricamente. A partir del estudio de las pastas y tecnología del vidriado de las cerámicas del Barrio Andalusí, algunas de ellas encontradas en la Casa 4 (SALINAS, PRADELL, 2024), podríamos hipotetizar sobre su relación con un centro hammadí, ya sea la Qala de los Banu Hammad o Bejaia, pero hacen falta más datos que permitan arrojar luz a este debate. Sí está claro que, aunque este conjunto no sea muy abundante en la vivienda estudiada, destaca por sus formas y decoraciones en verde y manganeso, diferentes al resto de piezas de carácter local, lo que permite hacernos una idea del nivel adquisitivo de los moradores de la Casa 4.
A pesar de que no se ha detectado cerámica califal ni nazarí en el contexto del ajuar doméstico de la Casa 4, se pueden inferir cambios e innovaciones a partir de los estudios de Flores, Muñoz y Cáceres. En líneas generales, el ajuar cerámico refleja una continuación con la cerámica califal y taifa de los siglos X y XI, tanto en tipos funcionales (por ejemplo, ollas, candiles, ataifores) como en técnicas ornamentales utilizadas (por ejemplo, cuerda seca o pintura). Sin embargo, se observan cambios estilísticos y decorativos, provocados por la influencia norteafricana, tras la llegada de las dinastías almorávide-almohade a al-Andalus, algunos de los cuales se detallarán a continuación.
En cuanto a la cerámica de cocina, se detectan cambios con respecto a la de época omeya en al-Andalus. Estamos hablando del uso del vidriado en las paredes interiores, técnica muy característica del siglo XII y que se introdujo por influencia norteafricana, siendo este un gran cambio tecnológico que detectamos en la cerámica de cocina. Sin embargo, en el caso de las marmitas, en su mayoría se siguen fabricando a mano, perviviendo esa tradición de época tardoantigua, emiral y omeya (CASTILLO, MARTÍNEZ, 1993; FLORES, MUÑOZ, 1993; GUTIÉRREZ, 2013), aunque también conviven con algunas modeladas a torno. Por otro lado, en el caso de las cazuelas, se aprecia que son más abundantes que en otros periodos, lo que puede relacionarse con un mayor consumo de alimentos fritados.
En el caso de la vajilla de mesa, los jarritos han experimentado cambios en algunos de sus rasgos morfológicos, manteniéndose la preferencia por su decoración en cuerda seca parcial, técnica que empieza a utilizarse en al-Andalus a finales del siglo X. También se documentan jarritos con decoración pintada. Por otro lado, los ataifores presentan pie anular, rasgo que comienza a utilizarse en un momento califal avanzado, y algunos de ellos tienen perfil carenado. Los ataifores de al-Mariyya se decoran con vidriados monocromos o bicromos, así como con esmaltes monocromos y cuerda seca total.
En cuanto a la iluminación, decir que se detecta un tipo nuevo que no estaba presente en época califal ni taifa: el candil de pie alto y cazoleta abierta, el cual llega por influencia norteafricana y convive con el candil de piquera, que es el tipo andalusí por excelencia.
Asimismo, la identificación de toda una serie de paralelos durante la elaboración y descripción de los tipos cerámicos nos ha permitido llevar a cabo un análisis comparativo entre las formas cerámicas del Sharq al-Andalus (parte oriental) y el Garb al-Andalus (parte occidental). Con respecto a esto, se observa mayores similitudes con la región del Sharq (Lorca, Cartagena, Cieza, Murcia), lo cual es lógico por su cercanía geográfica con Almería. No obstante, también aparecen paralelos con otros asentamientos andalusíes occidentales como Málaga, Cádiz, Córdoba o Sevilla.
Nos gustaría destacar dos elementos que pueden ayudarnos a entender algunos aspectos socioeconómicos relacionados con el ámbito doméstico estudiado. El primero es que en la Casa 4 no se han detectado piezas que evidencien algún tipo de actividad económica desarrollada dentro de la vivienda, como el caso de pesas de telar relacionadas con la actividad textil, que sí han sido identificadas en otras viviendas del mismo barrio. Esta presencia/ausencia es algo remarcable debido a la importancia que tuvo este sector textil en la Almería islámica, tal y como indican las fuentes escritas. Dichas fuentes recogen la presencia de más de 800 telares en la ciudad (LIROLA, 2005), y parece que esta actividad se desarrollaba principalmente en el ámbito doméstico, si atendemos a los hallazgos arqueológicos encontrados en diferentes intervenciones de la ciudad, y en las que se incluiría la del Barrio Andalusí. Esta presencia/ausencia nos hace llegar a la conclusión de que en este barrio se desarrolló este tipo de actividad textil, aunque en el caso concreto de la vivienda estudiada no sea así.
En cambio, sí que hemos podido constatar un gran volumen cerámico de vajilla de cocina y contenedores de fuego, sobre todo anafres, estando directamente relacionado con el espacio de cocina identificado en la vivienda. Esto nos permite afirmar que esta actividad se desarrolló con asiduidad en la vida cotidiana de la Casa 4.
Desde el punto de vista de la arqueología de género, nuestro estudio ha permitido detectar parte del rol social de la vivienda 4, hipotetizando la presencia de mujeres que habitaban esta casa. Esto se basa en la gran cantidad de formas de cocina halladas en la vivienda, ya que, en este periodo, la actividad culinaria era fundamentalmente realizada por mujeres. Además, este estudio ha aportado información de cómo cocinaban, y ejemplo de ello lo tenemos en la gran cantidad de restos de hornillos portátiles (anafres) documentados en la vivienda.
Por último, resaltar el tipo de condicionantes socioeconómicos o el nivel adquisitivo que tendrían los habitantes de la casa, puesto que no solo estaban consumiendo cerámica local sino también vajilla importada del norte de África. En relación a la presencia de cerámica local de lujo, se han documentado tres fragmentos de loza dorada. Esto nos evidencia, de manera indirecta, cierta riqueza en el ajuar doméstico y, en definitiva, en la organización social.
El estudio tiene como objetivo, tal y como se planteó en la introducción, crear una sistematización cronotipológica de la cerámica del siglo XII a partir de los restos cerámicos hallados en una de las viviendas del yacimiento arqueológico del Barrio Andalusí. El fin principal es proporcionar nueva información sobre el ajuar cerámico andalusí almeriense. Puesto que, aparte de los trabajos tipológicos de Francisco Castillo y Rafael Martínez sobre la cerámica de Bayyana (1993), con una cronología muy anterior (siglos IX-X), hasta la fecha no se había realizado un estudio sistemático e integral sobre la cerámica de Almería desde un contexto arqueológico bien documentado, cerrado y excavado mediante el método estratigráfico.
Es cierto que se han realizado algunas clasificaciones no sistemáticas, como una evolución tipo cronológica islámica (FLORES, MUÑOZ, 1993), otra sobre el periodo nazarí (FLORES, MUÑOZ, 1995) y, más recientemente, la de Yasmina Cáceres sobre el material cerámico de la alcazaba de Almería (2021). Sin embargo, ninguna de estas clasificaciones se ha basado en un contexto arqueológico completo y excavado mediante metodología estratigráfica, concretamente de ámbito doméstico. Tampoco se había sistematizado hasta ahora la cerámica islámica de Almería del siglo XII. Por lo tanto, este es el primer trabajo sistemático que revisa todo el material de un contexto arqueológico bien excavado (Casa 4) y del periodo almorávide-almohade (siglo XII).
Otro aspecto relevante es que hemos contado con un material cerámico inédito, cuya revisión, selección y catalogación nos ha permitido definir cuáles son los contextos y las fases cronológicas en los que se encuadra la vivienda y, en definitiva, el Barrio Andalusí.
Tras cumplir este primer objetivo del trabajo, hemos pasado a alcanzar el segundo objetivo principal, con el cual pretendíamos dar a conocer qué tipo de vajilla doméstica se consumía en la ciudad Almería durante el siglo XII. A través de un estudio crítico del volumen total de cerámicas halladas en la Casa 4, podemos afirmar que, en su mayoría, se consumía un ajuar de producción local diversificado funcionalmente. En concreto, la vajilla de cocina se clasifica, según nuestra tipología, en ollas/marmitas, cazuelas y sartenes, las cuales aparecen casi siempre vidriadas al interior como medida impermeabilizadora. Seguido de la vajilla de mesa, formada por jarritos/as, vasos y ataifores con una gran variabilidad tipológica y ornamental, destacando el uso del vidriado y de la cuerda seca. Además, se ha demostrado que los habitantes de la casa estudiada no solo consumían producciones locales, sino también importaciones norteafricanas. Otros grupos funcionales documentados y relacionados con la vida cotidiana de la Almería del siglo XII, incluyen contenedores de fuego, objetos complementarios, múltiples, de almacenamiento e iluminación; así como, en menor porcentaje, piezas de tipo constructivo, ornamental, lúdico, artesanal, al igual que relacionadas con el agua y con la higiene. Todo ello nos proporciona una primera aproximación a cómo se desarrollaban las labores cotidianas en la vida urbana de al-Mariyya.
Por otro lado, nuestro trabajo ha completado los estudios previos sobre cerámica islámica de Almería, gracias a la creación de una clasificación tipológica de los principales grupos funcionales identificados tras la revisión del material cerámico. Esta aportación podrá servir como fósil guía tanto para la datación de contextos estratigráficos en excavaciones arqueológicas, como para futuros estudios o líneas de investigación sobre la Almería islámica del siglo XII.
Otro dato interesante ha sido constatar que el ajuar cerámico estudiado tiene una datación del siglo XII, sin evidencias de que vaya más allá de dicha centuria. En otras palabras, no se han encontrado piezas cerámicas de contextos fiables que daten de un periodo tardoalmohade o nazarí. Aunque el presente estudio pertenece a una única vivienda, y en un futuro se espera ampliar al resto de unidades domésticas del Barrio Andalusí, sí se puede apuntar que gran parte del material cerámico estudiado, que fue recuperado de los estratos de abandono de la vivienda, presenta rasgos más atribuibles a una fase almorávide que almohade. Si bien es cierto que los repertorios cerámicos protoalmohades apenas presentan cambios con respecto a la fase almorávide, como ha podido verse en Igiliz (SERRAT, 2023). En cualquier caso, esto podría significar que la fase de abandono de esta vivienda podría coincidir con la conquista cristiana de la ciudad en 1147, y que no fue reocupada ni tras la conquista almohade de 1157 ni en el resto del periodo bajomedieval. Si bien es cierto que es necesario completar el estudio del material cerámico del Barrio, e incluso ampliar a otras zonas de la ciudad, para entender la complejidad evolutiva del urbanismo de al-Mariyya y su relación con los acontecimientos políticos que marcaron su historia durante la Edad Media.
Tras la realización de esta recapitulación del estudio cronotipológico de la casa del Barrio Andalusí, pasaremos a esbozar toda una serie de líneas futuras de investigación sobre el estudio cerámico andalusí de Almería. Así pues, a partir de este trabajo, pretendemos sentar las bases de próximos estudios que permitan completar y dar respuesta a muchas de las cuestiones que no han sido aún resueltas. Entre los aspectos a trabajar, de cara a un futuro próximo, son los de completar la tipología cerámica, así como estudiar otras viviendas, tanto del mismo barrio como de otras zonas de al-Mariyya. Esto permitirá llevar a cabo un estudio comparativo a nivel social, cultural y económico, profundizando en las actividades económicas desarrolladas. Asimismo, desde el punto de vista histórico, se podrá aportar información adicional sobre si este barrio andalusí continuó habitado durante o tras los diez años de conquista cristiana en el siglo XII, o si se abandonó como consecuencia de este cambio político.
Este trabajo forma parte del proyecto de investigación "GLOBALM: Mapeo de la economía global de Almería medieval a partir del estudio arqueológico de su barrio andalusí", financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación (PID2021-124325OA-100). Parte de este estudio es fruto del Trabajo de Fin de Máster de Irene Pérez presentado en 2022. Queremos agradecer al personal del Museo de Almería la ayuda prestada para la consulta del material, especialmente a Manuel Ramos, Mª Mar Capel, María González y Carmen López; y a Belén Alemán, directora del Yacimiento Arqueológico "Barrio Andalusí", por la información arqueológica facilitada.
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1 Investigadora Independiente, pemartin.irene@gmail.com
2 Científico Titular en la Escuela de Estudios Árabes, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, C/ Cuesta del Chapiz, 22, 18010 Granada, España, elena.salinas@eea.csic.es/ ORCID: 0000-0002-8306-3538
3 Agradecemos la información facilitada por la arqueóloga Belén Alemán directora de la intervención arqueológica del yacimiento arqueológico Barrio Andalusí, antiguo hotel Mesón Gitano.
Cómo citar: Irene Pérez Martín, Elena Salinas Pleguezuelo, (2025): La vida cotidiana de al-Mariyya en el siglo XII a través de su ajuar cerámico. Arqueología Y Territorio Medieval, 32. e9119. https://doi.org/10.17561/aytm.v32.9119