Arqueología y Territorio Medieval 32, 2025. e9459. I.S.S.N.: 1134-3184 DOI: 10.17561/aytm.v32.9459
About the Tesoro de Torredonjimeno. Location and characterisation of Los Majanos de Garañón
José Luis Serrano Peña1
Recibido: 27/01/2025
Aprobado: 30/05/2025
Publicado: 29/07/2025
RESUMEN
Se ha llevado a cabo un proyecto de investigación arqueológica para tratar de descubrir la ubicación exacta del hallazgo del Tesoro de Torredonjimeno en 1926 en el paraje de Los Majanos de Garañón. Por primera vez se obtienen datos directos de un sitio que podría haber sido el lugar del descubrimiento. Para ello, se ha seguido una metodología sistemática de toma de datos de superficie y su volcado en un SIG, lo que nos ha permitido evaluar la distribución de materiales y su contrastación con otras metodologías no invasivas, como prospección con detector de metales y prospección con georradar. Los resultados del trabajo han llevado a establecer una localización aproximada del lugar de procedencia del tesoro y su evolución histórica.
Palabras clave: Tesoro de Torredonjimeno, visigodo, Los Majanos, prospección, muestreos, Sistema de Información Geográfica, georradar.
ABSTRACT
An archeological research project has been carried out to try to discover the exact location of the discovery of the Tesoro de Torredonjimeno in 1926, in the area of Los Majanos de Garañón. For the first time, direct data has been obtained from a site that could have been the place of the discovery. To do so, a systematic methodology was followed to collect surface data and transfer it to a GIS, which has allowed us to evaluate the distribution of materials and its comparison with other non-invasive methodologies, such as metal detector prospecting and ground-penetrating radar prospecting. The results of the work have led to the establishment of an approximate location of the treasure's place of origin and its historical evolution.
Keywords: Tesoro de Torredonjimeno, visogothic, Los Majanos, prospecting sampling, Geographic Information System, ground-penetrating radar.
En 2018 se estaba redactando un nuevo PGOU del Ayuntamiento de Torredonjimeno, motivo por el que se realizaba una actualización del Catálogo de Bienes protegidos del término municipal. En aquel momento se revisaron los treinta y cinco yacimientos arqueológicos de todo tipo, complejidad, extensión y cronología, inventariados en el Sistema de Información del Patrimonio Histórico de Andalucía (SIPHA) y, además, se incorporaron otros nuevos que habían ido apareciendo desde su última actualización, así como los que, siendo conocidos tradicionalmente, nunca se habían inventariado. Entre todos ellos no existía ninguno bajo la denominación de Los Majanos de Garañón, o que pudiera relacionarse con el tesoro visigodo de Torredonjimeno, aunque este sí se encuentra catalogado en las diferentes colecciones de museos que custodian sus piezas. Al hilo de las nuevas incorporaciones, aprovechando la oportunidad de poder inspeccionar una buena parte del territorio municipal, parecía conveniente tratar de indagar más sobre el contexto espacial del hallazgo del tesoro, la naturaleza del sitio arqueológico de su procedencia e incorporarlo al Catálogo de Bienes protegidos.
Las observaciones preliminares de materiales en superficie permitieron la primera aproximación a una posible localización del lugar del descubrimiento. Para ello, se realizaron varias visitas a distintas áreas que podrían encajar con la posible ubicación. A unos 4,5 kilómetros al oeste de la población se halla un cortijo conocido como Los Majanos, en el punto más elevado de la Loma de Pardoballasco (figura 1). En su entorno no se apreciaban evidencias arqueológicas, por lo que se plantearon varios reconocimientos alrededor. En estos se pudieron comprobar zonas con amplias dispersiones de restos arqueológicos desde época romana hasta altomedieval, entre las que se acabó proponiendo una en la cima de la loma, a unos 200 metros al suroeste del cortijo, como el probable ámbito del descubrimiento del tesoro en 1926 (figura 2).

Figura 1. Localización del área de estudio de Los Majanos de Garañón.

Figura 2. Loma de Pardoballasco desde el este (flecha negra) y cortijo Los Majanos (flecha roja).
A partir de esa primera propuesta de identificación de la Loma de Pardoballasco-Los Majanos como el paraje de procedencia del Tesoro de Torredonjimeno, el Ayuntamiento, dado el interés y repercusión histórica que el tesoro ha tenido para la ciudad, decidió financiar un proyecto de investigación arqueológica, con el objeto de desarrollar los primeros datos, tratar de confirmar la identificación y caracterizar el yacimiento con la máxima precisión posible. Además, la presión de las actividades agrícolas más recientes, con apertura de cientos de zanjas de retención de aguas para el olivar, que habían afectado enormemente a construcciones arqueológicas, urgía a actuar decididamente hacia una catalogación específica del lugar que ofreciera las mayores garantías de protección ante amenazas futuras (figura 3).

Figura 3. Estructuras arqueológicas de mampostería extraídas por zanjas agrícolas.
Las circunstancias del hallazgo del Tesoro de Torredonjimeno son bien conocidas (SANTOS GENER, 1935; FERRANDIS TORRES, 1940). Se descubre fortuitamente en 1926 con motivo de la apertura de fosas de plantación de olivar, en una finca del paraje Los Majanos de Garañón. Por el estado de conservación de las piezas no se les da importancia, y el conjunto se dispersa parcialmente fragmentado. Hay que esperar hasta 1933, cuando algunas piezas llegan al Museo Arqueológico Nacional de Madrid y otras al Museo Arqueológico de Córdoba, para que cobren interés científico. En la postguerra, otras piezas llegaron a través de colecciones privadas hasta el Museu d’Arqueologia de Catalunya (ALMAGRO, 1940; 1947; 1948-1949). Este tesoro ofrece muchas similitudes con el de Guarrazar (Toledo) (PEREA, 2001), compuesto por coronas votivas, aunque con una proporción de piedras y metales preciosos mucho menor (figura 4).

Figura 4. Distintas piezas del conjunto votivo del Tesoro de Torredonjimeno (Casanovas y Rovira i Port, 2003).
Más allá de su relevancia artística, del significado de las coronas en el ámbito del mundo visigodo hispano o de los posibles motivos de su ocultación, nunca se ha abordado la cuestión de su procedencia desde una perspectiva arqueológica, analizando el lugar concreto y su contexto espacial, incluso siendo el mundo visigodo el tema principalmente abordado en la investigación medieval de la provincia de Jaén a lo largo de la mayor parte del siglo XX (SALVATIERRA, 1990). Se han celebrado al menos dos reuniones científicas específicas alrededor del tesoro, en 2003 (CASANOVAS, ROVIRA I PORT, 2003) y 2009 (PEREA, 2009a), en las que todos los artículos y ponencias hacen referencia a Los Majanos, dando a entender que es un sitio familiarmente conocido, pero en esa bibliografía no existe plano alguno que permita su identificación clara.
Por la forma en que se produjo el descubrimiento en 1926, las posteriores pesquisas sobre él, centradas en aspectos histórico-artísticos, no aclararon nunca el contexto espacial en el que apareció. Durante años se ha discutido si se trataba de una ocultación ocasional y aleatoria, o si, por el contrario, la elección era ya un espacio habitado y que había estado acondicionado para su exhibición y culto (SALVATIERRA, 2009: 280-288; GARCÍA, 2003: 42; ALMAGRO, 1947: 64; SANTOS GENER, 1935: 398-401; BALMASEDA, 2009: 51-54). A esas hipótesis podemos añadir la posibilidad de que se tratara de otro tipo de instalaciones de cierta entidad, que permitieran la ocultación y protección del conjunto de las piezas religiosas durante un tiempo antes de su previsible recuperación. En fin, la casuística del emplazamiento y las circunstancias del ocultamiento ofrecen una serie de variables que no permiten una aproximación histórica fiable.
Si, como los últimos estudios sobre el tema han puesto de manifiesto, el ocultamiento se produjo en un edificio vinculado a la iglesia de Tucci (Martos), una iglesia rural o una villa asociada al clero/aristocracia, debería de existir un lugar con características de edificación acordes con la protección del conjunto de piezas, dado su valor en metales nobles y piedras preciosas. Hay que recordar que, según su descubridor, el tesoro aparecía bajo una capa de “argamasa de yeso”, que podríamos entender como opus caementicium/signinum, lo que sugiere una obra sólida que necesitara de cierta preparación. Ya que se trataba de un tesoro de gran valor económico y simbólico, debería de estar expuesto en una iglesia de equivalente relevancia religiosa y política, seguramente la sede catedralicia de Tucci, una de las más potentes del momento y la más próxima al lugar del hallazgo.
Tanto las fuentes escritas de época visigoda, que mencionan la asistencia de obispos tuccitanos a diversos concilios (SALVADOR, 1990; CASTILLO, 2006), como los testimonios epigráficos y arqueológicos, recalcan la importancia de Tucci durante los siglos V-VII (CILAJA 522-526) (GONZÁLEZ, MANGAS, 1991). La conversión de Recaredo en 587 y el resto de la población goda a partir del III Concilio de Toledo en 589, abren un periodo de reforzamiento de la Iglesia que se plasma en la fundación de parroquias e iglesias rurales, en muchos casos ligadas a la aristocracia civil. Un claro ejemplo de ello procede de algunos edificios de culto suburbanos recientemente excavados, tanto en el entorno de Tucci (FERNÁNDEZ, 2021) como en la vecina Aurgi (SERRANO, 2020).
Para la primera aproximación a la identificación del sitio se ha partido de la consulta de referencias cartográficas donde aparece el topónimo Los Majanos, fundamentalmente en el plano del IGN a escala 1:25.000 y en la cartografía base para el Mapa Topográfico Nacional 1:50.000, que presentan una buena definición al respecto. No se ha podido encontrar rastro del otro topónimo, “de Garañón”, que no queda recogido sobre ninguna cartografía, ni siquiera en la del Alto Estado Alemán, confeccionada en la inmediata postguerra. Atendiendo a las circunstancias de su descubrimiento, que al parecer se produjo al abrir zanjas de plantación de olivos, hemos consultado las minutas de la cartografía histórica 1:50.000 de entre los años 1902-1948, en las que aparecen las parcelas con cultivos más significativos. El plano se rectifica varias veces hasta que se concluye en 1948, por lo que tiene numerosos añadidos sin especificar fechas. No obstante, se pueden reconocer muchas parcelas de la zona que hemos estudiado que consisten en tierra calma de cereal, lo que nos da una indicación del grado de transformación de los cultivos hacia la primera mitad del siglo XX (figura 5). Ahora bien, si comparamos esa cartografía histórica con las ortofotografías del vuelo americano de la serie A, entre 1945-1946, las más antiguas que disponemos aquí, podemos ver que veinte años después del descubrimiento se ha generalizado el cultivo de olivar, apreciándose plantas de muy pequeño tamaño que sugieren una plantación reciente. En definitiva, el proceso de plantación de olivar debió de ser muy rápido entre el momento del descubrimiento y el periodo inmediatamente posterior a la Guerra Civil. En esos veinte años desapareció de la Loma de Pardoballasco toda la producción de cereal.

Figura 5. Loma de Pardoballasco-Los Majanos en las minutas cartográficas 1902-1948.
El paraje de Los Majanos o Loma de Pardoballasco se encuentra a unos 4 kilómetros al oeste de Torredonjimeno, en la vertiente norte del arroyo Salado, y a unos 6,6 kilómetros al noroeste de Martos. Dista unos 2 kilómetros al oeste de la ermita de N.ª Sra. de Consolación, a la que el director del Museo de Córdoba, Samuel de los Santos Gener, hace referencia en la documentación que publica en 1935, indicando que se encuentra muy cerca del lugar del hallazgo (SANTOS GENER, 1935) (figura 6).

Figura 6. Distancias desde Martos y Torredonjimeno hasta Los Majanos y Santo Nicasio.
La indefinición en torno a la identificación de Los Majanos de Garañón se ha arrastrado durante mucho tiempo. Apenas treinta años después del descubrimiento, Alejandro Recio y Concepción Fernández Chicarro (1959) proponían otro emplazamiento. En aquel momento sugerían que el descubrimiento del tesoro se produjo, en realidad, en Santo Nicasio, un yacimiento actualmente catalogado como Cota 673 Santo Nicasio, que se encuentra unos 2 kilómetros al norte de Martos y unos 3 al suroeste de Torredonjimeno. Este presenta restos por doquier y abundantes cerámicas de los siglos I-V y otras modernas, dispersas en una gran extensión de terreno, tal vez vestigios de una gran villa tardorromana (SERRANO, 2018). Ese terreno, según las ortofotos del vuelo americano de 1945-1946, aún estaba parcialmente dedicado a los cultivos de cereal y, por lo tanto, no coincide con las circunstancias en las que se produjo el hallazgo al cavar fosas de plantación de olivar. Además, ni el topónimo ni las distancias coinciden con los datos aportados por Santos Gener para la ubicación del sitio. Aunque no dudamos de que Santo Nicasio tiene gran entidad constructiva, que en la época en que Fernández Chicarro y Recio lo visitaron debía de ser muy evidente, otra cuestión es si los restos correspondían a una antigua ermita en ruinas cerca del Martos medieval o si eran aún más antiguos (figura 6).
El proyecto de investigación se planteó como un análisis del territorio a partir de metodologías no invasivas, usando una combinación secuenciada de prospección general, prospección mediante muestreos en transectos, microprospección en áreas limitadas, prospección con detector de metales y, finalmente, prospección con georradar de una zona acotada del yacimiento. Esa toma de datos tan exhaustiva sería la base de un SIG ajustado al área seleccionada, en el que pudiéramos reconocer el origen de la dispersión de materiales, definir densidades de concentración, establecer áreas de funcionalidad, actividad o especialización dentro de ellos y enmarcarlos cronológica y culturalmente2. Todos los datos de campo se han plasmado sobre cartografía LiDAR3. El objetivo final era cruzar la información de detalle de esta planimetría con los resultados de la recogida de materiales volcados a una base de datos y contrastarlos con el plano del georradar. Toda esa información, reflejada sobre planos detallados, permitiría alcanzar las conclusiones más fiables sobre el lugar.
Para el primer acercamiento de prospección superficial, se abordó un área de 219 ha, de 1 kilómetro de norte a sur por 2,5 de este a oeste, limitada por el sur por el arroyo Salado, el arroyo Pardoballasco por el oeste, el camino de los Coches por el este y el camino de Pedro Gil por el norte (figura 7). Se descartó la prospección de aquellos espacios más accidentados, como zonas inundables de los vasos de los arroyos, los barrancos profundos o las pendientes más acusadas. Los recorridos se realizaron con intervalos de unos 50 metros, en un terreno con grandes desniveles, lo que garantizaba una buena fiabilidad en el reconocimiento arqueológico. El criterio seguido fue puntear aquellos elementos a destacar, ya fuesen fragmentos cerámicos, líticos u otros relevantes que se localizaran. La suma de todos los elementos sirvió para establecer delimitaciones de los sitios arqueológicos.

Figura 7. Tracks de prospección general de la Loma de Pardoballasco sobre cartografía 1:10.000.
Esa prospección reveló dos zonas arqueológicas bien diferenciadas, al este y oeste del cortijo de Los Majanos, separadas entre sí por el barranco del arroyo de La Ravera: el paraje de Cámara, al este, y la Loma de Pardoballasco, al oeste.
En el sitio de Cámara, al este, un conjunto de vajilla romana, fundamentalmente altoimperial, se concentraba sobre el propio cerro de La Ravera, mientras que se identificaban otras cerámicas de época emiral en un punto más alejado al este. Así, dada la discontinuidad de ocupación, la dispersión de restos y la ausencia de secuencia claramente visigoda, el paraje alrededor de Cámara y el arroyo de La Ravera se dejó de lado en este trabajo específico sobre Los Majanos (figuras 7 y 8).

Figura 8. Pendientes acusadas sobre el barranco del arroyo de La Ravera, desde Los Majanos. Al fondo, el cerro de La Ravera.
Por el contrario, en la Loma de Pardoballasco, al oeste del cortijo Los Majanos, los materiales cerámicos abarcaban claramente una larga secuencia romana entre principios del siglo I y el siglo V, por lo menos. Esa datación encajaba bien con el desarrollo del poblamiento romano en el territorio de la colonia romana de Tucci, fundada hacia el 14 a.C., a la que sigue la urbanización del territorio colonial mediante villae que surgen desde el cambio de Era (SERRANO DELGADO, 1987; RUIZ et alii, 1992; FERNÁNDEZ et alii, 1993-1994). Este lugar parecía tener mayor entidad edilicia, si nos atenemos al hallazgo de elementos de monumentos funerarios altoimperiales y de columnas (figura 10), que sugerÃan que se trataba de un establecimiento rural de cierto porte, con una larga ocupación hasta el Bajo Imperio. Pero si el Tesoro de Torredonjimeno tiene una datación posterior, de mediados-finales del siglo VII (GARCÍA, 2009; SALVATIERRA, 2003 y 2009), caben dos opciones interpretativas: que se escondiera entre las ruinas de un antiguo asentamiento romano abandonado 250 años antes, o bien que el conjunto se ocultara en un asentamiento habitado en ese momento, seleccionando un espacio adecuado dentro de un edificio religioso (¿iglesia rural?) o en una parte de una casa rural tardoantigua que seguía ocupada y que presumiblemente podría vincularse con la iglesia tuccitana. En este último caso, las observaciones realizadas durante las inspecciones preliminares no aclaraban suficientemente la datación. Por ello, era necesario realizar trabajos de prospección de detalle, que permitieran ajustar la cronología y poder relacionarlo con la época de la ocultación del tesoro.
La prospección de la mitad occidental de la Loma de Pardoballasco demuestra que estuvo prácticamente vacía de ocupación estable desde la Prehistoria hasta la Baja Edad Media. Allí el suelo orgánico es muy escaso y solo se han detectado cerámicas modernas como parte de las actividades de abonado del campo hasta épocas recientes (figura 9). Sin embargo, elementos aislados hallados apuntan al expolio de las ruinas de un yacimiento romano, dispersándose restos de este a lo largo de cientos de metros alrededor. Ese es el caso del wp11 del track 3, un fragmento de fuste de columna de granito aparecido en una linde entre parcelas catastrales, sin otro contexto arqueológico alrededor, y que probablemente procede de Los Majanos, situado a unos 800 metros al noreste (figura 10).

Figura 9. Zona oeste de la Loma de Pardoballasco. Al fondo, el valle del arroyo Salado-Santo Nicasio.

Figura 10. 1: wp14 del track 6. Fragmento de monumento funerario altoimperial. 2: Wp11 del track 3. Fragmento de fuste de columna de granito.
El aprovechamiento de materiales antiguos en muros de deslinde de parcelas en época moderna y contemporánea es un escenario recurrente en la Loma de Pardoballasco. Uno de los casos más clarificadores al respecto se puede apreciar en un gran muro de separación entre parcelas catastrales, de más de 100 metros de longitud, con una anchura de 2 metros y una altura de más de 1 metro, situada a unos 350 metros al suroeste. Para su construcción se ha utilizado una enorme cantidad de tégulas, tejas y mampostería desbastada o cuadrangular que debe de proceder de Los Majanos o de los afloramientos rocosos situados en la vertiente sur de la loma, hacia el cauce del arroyo Salado (figura 11).

Figura 11. Wp 4-5-6 del track 1. Linde construida entre las parcelas 466-467 del Polígono 31 con materiales de expolio.
En otros puntos se han hallado estructuras cuadrangulares de funcionalidad indeterminada, que por su ubicación no son hitos parcelarios o de demarcación. Es el caso de las marcadas en los wp 19-20 del track 1, que no están asociadas a materiales arqueológicos en superficie que permitan adscribirlas cronológicamente o ligarlas a un uso agrario concreto y tal vez correspondan a antiguas tumbas romanas arrasadas (figura 12).

Figura 12. Wp 19-20 del track 1. Estructuras cuadrangulares indeterminadas en la parcela 471.
La prospección general de la mitad oriental del paraje, a diferencia de la occidental, demostró que allí se documenta la mayor parte de las evidencias arqueológicas, con un área principal de concentración de cerámicas de los siglos I-X y estructuras murarias en superficie al oeste del cortijo Los Majanos. Otras áreas de menor extensión, pero con entidad propia, se detectaron más al sur: Área 1, Área 2 y Área 3 (figura 13). Estas coinciden con otros tantos afloramientos rocosos que se elevan apenas 3-4 metros sobre el terreno, pero que resaltan en su entorno (figura 14). La distancia entre ellas es de unos 200 metros, ocupando superficies estimadas entre 0,3 y 0,4 ha. En estas tres áreas menores destaca la presencia de vajilla de época romana altoimperial temprana, sigillata itálica, sudgálica o de las llamadas de tipo Peñaflor, acompañadas de otras comunes o de tradición ibérica, que nos fijan un horizonte claro entre el cambio de Era y mediados del siglo I. Solo en el Área 2 aparece también cerámica grosera a torneta medieval (figura 14).

Figura 13. Recorridos de prospección general de la Loma de Pardoballasco con áreas de concentración de materiales.

Figura 14. Área 1. Afloramiento rocoso con restos altoimperiales. Área 2. Afloramiento rocoso con restos altoimperiales y medievales.
Una vez identificado un posible lugar donde ubicar Los Majanos, el siguiente paso del proyecto era tratar de acotar su extensión y caracterizarlo mediante la realización de muestreos en transectos que lo seccionaran de norte a sur y de este a oeste.
La topografía de Los Majanos, al oeste del cortijo actual, constituye una loma amesetada, con unas dimensiones de unos 300 metros de este a oeste y unos 200 de norte a sur, que luego se prolonga a lo largo de cientos de metros en laderas suaves y barrancos sobre los arroyos que la circundan. Con esa orografía, se trazaron 5 ejes de muestreo (transectos) que seccionan perpendicularmente las curvas de nivel del área donde la prospección general marcaba concentraciones de materiales. El primero es un eje este-oeste (transecto 1) que documentaría la meseta por su parte más estrecha y alargada. Los otros cuatro ejes paralelos (transectos 2 a 5) seccionarían la parte más ancha de la meseta de norte a sur, en trazados paralelos y a intervalos: 60 metros del Eje 2 al Eje 5; 80 metros del Eje 5 al Eje 3; 100 metros del Eje 3 al Eje 4 (figura 15). El objetivo era establecer zonas de mayor o menor densidad conforme nos alejáramos o aproximáramos al núcleo del yacimiento, donde presumiblemente debería de existir más cantidad de restos arqueológicos o, en su defecto, analizar la posibilidad de existencia de edificaciones aisladas y dispersas en vez de concentrarse en un solo punto.

Figura 15. Ejes de microprospección en la Loma de Pardoballasco.
El registro de ítems y su posicionamiento en el terreno se hizo mediante waypoints -wp-, creándose así una nube de puntos que representan las localizaciones de piezas, su naturaleza y su identificación, junto a fotografías de referencia. En los ejes planteados, las unidades de muestreo fueron cuadrículas de 10x10 metros a intervalos regulares que, en función del tipo de sistema de cultivo del olivar, se espaciaron cada 20 o 30 metros. En total, se muestrearon 69 cuadrículas, lo que se traduce en una superficie analizada de unos 6900 m2.
El material recogido en las cuadrículas se cuantificó mediante categorías que fueran capaces de resumir los objetivos de clasificación a partir de las variables de peso y número de fragmentos. Dada la larga secuencia, se han resumido las fases de ocupación y los tipos de elementos en: materiales de construcción; vajilla romana; vajilla visigoda-emiral; vajilla medieval califal; vajilla indeterminada; metales; útiles de piedra, etc.
Entre la vajilla romana incluimos toda la de época alto y bajo imperial, aunque se han diferenciado en la base de datos. En la secuencia altomedieval, las fases visigoda y emiral se han unido en una sola de vajilla visigoda-emiral dada la enorme dificultad para poder diferenciar buena parte de las producciones que son de los siglos VI-VII de las que cabría asociar al siglo VIII. Otros conjuntos de vajilla sí han podido ser diferenciados para el siglo IX-X como califal. Finalmente, los amorfos que no han podido ser determinados aparecen en un campo de indeterminados.
Como norma general, una vez planteada la cuadrícula, se recogían todos los elementos que aparecían dentro de su contorno: vajilla, fragmentos de construcción, industria lítica, metales, etc. A continuación, se separaba, pesaba, cuantificaba y fotografiaba el correspondiente a fragmentos de construcción: tejas, tégulas, ladrillos. Una vez procesado, se dejaba de nuevo en su cuadrícula de referencia. El resto de cerámica se embolsaba y etiquetaba para su posterior estudio en laboratorio, donde fue lavado, cuantificado, pesado, separado por categorías y, finalmente, dibujado y fotografiado.
El análisis de los datos de los muestreos se ha plasmado en una serie de planos que reflejan estadísticamente las densidades y peso de vajilla y elementos de construcción. En el plano de número de fragmentos de construcción (figura 16), las mayores proporciones se encuentran a lo largo de la meseta y laderas inmediatas, descendiendo conforme nos alejamos. Según esto, la mayor probabilidad de localización del yacimiento de Los Majanos se ubica en la cima de la meseta y en su ladera norte. La distribución del número de fragmentos de vajilla ofrece resultados similares (figura 17), agrupándose en una zona muy similar a los de construcción. Aun así, podemos identificar una concentración al sur, alrededor de la cuadrícula 11.

Figura 16. Gráfico del número de fragmentos de construcción en los transectos.

Figura 17. Gráfico del número de fragmentos de vajilla en los transectos.
Otro análisis aplicado, el peso de materiales, ofrece resultados concordantes con el número de fragmentos, coincidiendo en las mismas áreas del cerro. Según este análisis, los fragmentos más pesados se concentran en la parte alta del cerro de Los Majanos y en su ladera norte (figura 18). Es decir, los ladrillos, tejas, ímbrices y tégulas, etc., se encuentran en un sector concreto de la loma de Los Majanos, como consecuencia de su remoción por actividades agrícolas a lo largo de siglos. Una situación parecida refleja la clasificación de la vajilla por peso, que marca un área similar con las mayores probabilidades de localización del emplazamiento (figura 19).

Figura 18. Gráfico de peso de fragmentos de construcción en los transectos.

Figura 19. Gráfico de peso de fragmentos de vajilla en los transectos.
Además de ello, los ejes 3 y sobre todo 4 indican que en la ladera sur del cerro existen pequeñas concentraciones de cerámicas, tanto en número como en peso de estas, que apuntan a la existencia de edificaciones aisladas periféricas al núcleo principal. Desgraciadamente, en esas parcelas no se consiguió obtener el permiso de los propietarios para realizar el estudio con georradar, por lo que no podemos estar seguros de las características de ese tipo de edificaciones con relación al núcleo principal.
En definitiva, los trabajos de muestreo resultaron efectivos para definir un área precisa del yacimiento, teniendo en cuenta que la prospección general marcaba una amplísima dispersión previa. La aleatoriedad de los materiales presentes en los muestreos, dada su fragmentación, no permitía contar con elementos suficientemente reconocibles tipológicamente, por lo que posteriormente se llevó a cabo una recogida selectiva de vajilla, fundamentalmente bordes y bases, que completaban los datos de los transectos. Se puede concluir que los análisis de densidad y peso de materiales describían una clara localización del núcleo del sitio. El muestreo en ejes y cuadrículas acotó la zona a la que debíamos dirigir la prospección con georradar hacia una parte de la loma de Los Majanos mucho más reducida que el área propuesta en el proyecto, que tenía inicialmente una extensión de unas 6,5 hectáreas, hasta reducirla a poco más de 3 hectáreas, que es lo que finalmente se realizó.
La comparación de los datos de superficie, tanto de los muestreos selectivos como de los muestreos en transectos, refleja una distribución de materiales de varios periodos históricos que resulta esclarecedora de la ordenación del asentamiento a lo largo del primer milenio de nuestra Era. Para facilitar el análisis, hemos agrupado la cerámica en cinco periodos históricos: romano altoimperial; romano bajoimperial; visigodo; emiral; califal4.
La fase romana altoimperial es una de las mejor representadas, tanto en muestreos selectivos como en los ejes y cuadrículas (figura 20). La vajilla de mesa sigillata, tanto local como de importación, aparece con bastante regularidad, por lo que resulta difícil establecer zonas de concentración. En cambio, es significativa la localización con cierta frecuencia de recipientes de almacenaje, tanto cerrados (dolia) como abiertos (tinajas), en las cotas más elevadas de la ladera sur de la meseta. Allí podríamos estar identificando la pars rustica de la villa romana (parcela 515). Más al sur (parcelas 518-520), en las cuadrículas 10-11 del transecto 3, también recogimos vajilla altoimperial y fragmentos de dolia. En este caso, la vajilla de mesa es claramente la más antigua detectada en prospección, con cerámica de barniz rojo tipo Peñaflor, itálicas y sudgálicas, que constituyen los primeros testimonios de ocupación romana del cerro de Los Majanos (figuras 22 y 23).

Figura 20. Gráfico de distribución de fragmentos de vajilla altoimperial.
La fase romana bajoimperial se extiende por un ámbito similar al anterior, con la salvedad de que esta fase está mucho más concentrada en las cotas altas de la meseta (figura 21). Para esta fase se ha destacado la vajilla de mesa frente a la vajilla común, mucho menos clarificadora. Este conjunto está formado tanto por cerámica africana, terra sigillata clara C (tscC) y terra sigillata clara D (tscD), como por otros productos de fabricación local, como la terra sigillata hispánica tardía meridional (tshtm). Destaca la abundancia de platos-fuentes de gran diámetro, particularmente las formas Hayes 61-Hayes 80, aunque es muy frecuente la forma Hispánica 37 Tardía (forma 2 de Orfila) (ORFILA, 2009) (figuras 22 y 23). Al sur, destaca una concentración particular en un sector muy alejado del cerro, cerca del espolón rocoso que hemos definido como Área 2. Allí, las cuadrículas 13-14 del transecto 3 tenían una cantidad importante de materiales de este tipo, en lo que parece una ocupación aislada de la casa.

Figura 21. Gráfico de distribución de fragmentos de vajilla bajoimperial.

Figura 22. Materiales de época romana altoimperial de los muestreos.

Figura 23. Materiales de época romana obtenidos en recogidas puntuales.
Para la fase visigoda contamos con un conjunto de materiales muy significativo. La vajilla de este periodo aparece a lo largo de todo el sector, pero con pequeñas concentraciones que sugieren que se ocuparon partes separadas de la antigua villa romana o se alzaron hábitats perecederos, fondos de cabaña, distribuidos a lo largo del antiguo asentamiento tardorromano (figura 24).

Figura 24. Gráfico de distribución de fragmentos de vajilla visigoda.
A pesar de la dificultad para identificar la vajilla de este periodo, algunos tipos que podemos ubicar en el periodo de los siglos VI-VII son fácilmente diferenciables por sus características. Nos referimos a las producciones ebusitanas e imitaciones locales, que constituyen un conjunto de vajilla muy fragmentado y al mismo tiempo muy abundante a lo largo y ancho del yacimiento. Este tipo de vajilla, procedente de ambientes propiamente bizantinos, se reconoce fundamentalmente por sus característicos acabados decorativos incisos exteriores, que permiten identificar fragmentos reducidos. Las pastas oxidantes con desgrasantes micáceos medios-pequeños también son indicativas de este tipo de vajilla, pero menos que las decoraciones (figura 27) (RAMÓN, 2009).
Otros materiales frecuentes en este periodo son las jarras y botellas oxidantes, tan habituales de ajuares funerarios, pero también de los ambientes domésticos. Junto a estas, otro tipo de vajilla de este horizonte es la cerámica reductora de pastas groseras, destinada a unos variados, de los cuales los servicios de cocina son los más típicos. Se trata de recipientes frecuentemente modelados y ejecutados con torno lento o torneta (figura 25). De entre este tipo de vajilla destacan las formas de cazuelas de perfil bajo, labios ligeramente exvasados y fondo plano, a menudo decorados con digitaciones. Un ejemplar de cazuela carenada y otras cerámicas groseras fueron recogidos en un punto concreto al sur del actual cortijo de Los Majanos (figura 25-selección). También entre la vajilla reductora podemos encontrar una variedad de ollas cerradas de labio exvasado, algunas con asas. Esta tipología podría haberse extendido hasta bien entrado el siglo VIII, con perduración de tradiciones alfareras entre las comunidades locales que lentamente fueron incorporando nuevos repertorios emirales, algo que está bien documentado en la evolución de la alfarería en otros ámbitos peninsulares (ALBA, GUTIÉRREZ, 2009) (figura 26).

Figura 25. Track 2. Wp 5-6. Cerámica visigoda modelada.

Figura 26. Distribución de materiales de selección de época visigoda.

Figura 27. Materiales de vajilla ebusitana de época visigoda.
Respecto a las cerámicas de época emiral (figura 28), al igual que en las fases anteriores, podemos localizarlas a lo largo y ancho de todo el ámbito del muestreo, desde la meseta superior hasta las laderas de todo su entorno. Si acaso, parece que su posición se desplaza ligeramente hacia las cotas inferiores de la ladera oeste, donde las zanjas de retención de aguas de los olivos han sacado a la luz restos de mampostería y abundante vajilla. Lo que ejemplifica bien esa concentración al oeste de la meseta son los resultados de los transectos 1 y 4. En el 1, las cuadrículas 1-10, y en el 4, las cuadrículas 5-14, permiten apreciar la mayor densidad de piezas de este periodo, lo que, combinado con los hallazgos puntuales de vajilla, describe una oscilación hacia el oeste de la ocupación de cerro durante este periodo, alejándose parcialmente de las ruinas de la antigua villa romana. No obstante, la vajilla de este periodo es constante a lo largo de toda la meseta, por lo que parece que existen construcciones dispersas, bien en forma de fondos de cabaña, bien aprovechando antiguas estructuras que aún se mantuvieran en pie, o levantando nuevas viviendas.

Figura 28. Gráfico de distribución de fragmentos de vajilla emiral.
Es evidente una evolución del repertorio formal y técnico de la cerámica durante los siglos VIII-IX que rompe, a grandes líneas, con la tradición visigoda del periodo anterior, particularmente por la casi total ausencia de cerámica modelada y la mayor depuración de las pastas, que permite elaborar recipientes a torno de mayor calidad. De entre el conjunto documentado (figura 29) destacan los grandes lebrillos y barreños de pastas oxidantes claras con labios redondeados, exvasados y fondo plano, que aparecen con muchísima frecuencia. Otras piezas características de este momento son las jarritas de pastas claras oxidantes de cuello desarrollado vertical y ancho, con cuerpo globular. Suelen llevar dos asas verticales y opuestas desde el labio hasta el cuerpo. Este tipo suele ir decorado con pintura en rojo o negro en franjas verticales digitales, así como las propias asas. Además, también encontramos botellas de pastas calcáreas de diversa anchura de cuello.

Figura 29. Distribución de materiales de selección de época emiral.
Otras formas frecuentes de este periodo corresponden a la vajilla reductora de cocina, ampliamente representada. Destaca la continuidad de las fuentes de perfil bajo exvasado, ahora ya a torno, y ollas de cocina de una o dos asas, así como la aparición de discos planos de horno. Es notoria la ausencia de un tipo de vajilla muy frecuente en los ambientes emirales en la campiña de Jaén, como son las denominadas ollas trípode (CASTILLO, 1998). Ningún elemento reconocible de estos recipientes se ha recogido en este yacimiento, aunque sí en otros próximos, como el de Cámara, a 1 kilómetro al este, al otro lado del arroyo de La Ravera.
Otro de los materiales que ahora aparecen con profusión son los arcaduces, recipientes relacionados con infraestructuras hidráulicas, norias/pozos de extracción de aguas subterráneas. Fragmentos de varios tipos de estos recipientes se identifican en la ladera norte y sur de la meseta de Los Majanos, prácticamente a la misma cota de altura, en torno a los 540 metros (figura 29).
Finalmente, la vajilla califal (figura 30) se concentra claramente en el extremo oeste de la meseta, aunque hay fragmentos diseminados en otros puntos. Este periodo final sigue la tendencia de época emiral, ocupando zonas periféricas a las ruinas romanas. Sin duda, está representado por un conjunto mucho menos numeroso de cerámica (figura 31), entre la que destaca la vajilla a torno de cocción oxidante, vidriada en tonos amarillos, verdes o melados, tanto al interior como al exterior, así como decoraciones en verde y manganeso. Se trata de platos y fuentes de amplio diámetro, con labios exvasados en su mayoría, aunque también aparecen platos y cuencos de tendencia hemisférica y botellas-redomas de pico trilobulado y cuellos cortos.

Figura 30. Gráfico de distribución de fragmentos de vajilla califal.

Figura 31. Distribución de materiales de selección de época califal.
La conclusión del análisis de los muestreos es que la mayor densidad de restos arqueológicos se sitúa entre el extremo noroeste y el centro de la meseta, de unos 250 metros de este a oeste por unos 200 metros de sur a norte, es decir, un área de unas 3,2 hectáreas en la que existen mayores evidencias arqueológicas en superficie, tanto de elementos muebles como inmuebles.
Aunque la vajilla de mesa romana está presente a lo largo y ancho de la meseta, la terra sigillata africana o las imitaciones de terra sigillata hispánica tardía meridional, producciones de los siglos IV-V, tienen mayor presencia al borde de la meseta por el noroeste, en las parcelas 413-512 principalmente. Este tipo de vajilla corresponde a una fase avanzada de la casa romana, que puede haberse ampliado a lo largo del Bajo Imperio hasta convertirse en una gran propiedad, extendiéndose desde la cima hacia la ladera noroeste del cerro. Es precisamente en la esquina sureste de la parcela 413 donde se identificó un fragmento de ladrillo circular, característico de los pilares de un hypocaustum. El fragmento latericio puede corresponder tanto a un suelo calefactado de una estancia como a espacios específicos, como un baño privado. Sea como fuere, su aparición coincide con una parcela donde se ha producido la apertura de zanjas para olivar, que han extraído mampostería y otros materiales de construcción.
La distribución de vajilla medieval es más compleja. En primer lugar, la que claramente podemos identificar como de época visigoda o de transición emiral es menos abundante y difícil de localizar en el área de la meseta. Al sur del cortijo de Los Majanos se recogieron grandes fragmentos que sugieren la existencia de una zona excéntrica al núcleo de la antigua villa, al este de la meseta. Son cerámicas modeladas, reductoras, de aspecto tosco, bruñidas y con decoración plástica de digitaciones. Estos tipos, por su originalidad y diferencias, se sitúan entre los siglos VII-VIII, con paralelos en conjuntos cerámicos similares en el entorno de Madrid, Toledo o Extremadura (VIGIL-ESCALERA, 2006; PEÑA et alii, 2018; SÁNCHEZ, SÁNCHEZ, 2017). Sin embargo, otras zanjas de olivar abiertas a más de doscientos metros de allí, al sur de la meseta de Los Majanos (Área 2), también han sacado a superficie conjuntos cerámicos similares o ligeramente posteriores. A ello debemos sumar vajilla de importación, como las mencionadas cerámicas ebusitanas, que encontramos con bastante regularidad a lo largo de los muestreos y ejes (figura 27). Todo ello refuerza la sensación de que la ocupación de época visigoda y primer momento emiral se desarrolla con cierta homogeneidad entre las ruinas romanas, particularmente al oeste del cerro.
Finalmente, la vajilla plenamente emiral y califal se halla en casi todas partes de la meseta de Los Majanos, con piezas muy fragmentadas. La mayor concentración de este periodo de los siglos IX-X se encuentra al oeste de la meseta, en el extremo de las parcelas 512-514-516, y al pie de la linde con las parcelas 510-511, donde se aprecian muros en superficie y cerámicas extraídas de zanjas de olivar.
Una vez delimitada un área precisa de la loma donde situar el yacimiento, a partir de las densidades de número de fragmentos y su peso, se realizó la prospección con detector de metales sobre las mismas parcelas en las que posteriormente se realizaría la prospección con georradar (figura 32). Desde luego, no esperábamos encontrar piezas que formaran parte del tesoro visigodo, pero sí otros materiales que aportaran datos de actividad, de la misma forma que la presencia-ausencia de metales también ha supuesto una valiosa información a la hora de establecer una localización precisa. No obstante, como comprobación y contrastación, se muestrearon otras tres franjas: en la parcela 519, donde la vajilla de época medieval es abundante; en las parcelas 520-503, al sur, ceñida al trazado del transecto 3, donde la frecuencia de vajilla romana altoimperial sugería la existencia de ocupación antigua; también se muestreó un sector de la parcela 553, al sur del propio cortijo de Los Majanos, donde se había detectado vajilla visigoda en varias zanjas de olivar. En esos tres muestreos los resultados fueron prácticamente negativos.

Figura 32. Áreas de prospección con detector de metales.
La variedad de elementos metálicos detectados se ha clasificado en cuatro categorías: fragmentos de plomo; clavos de sección cuadrada; escorias de hierro; monedas y elementos suntuarios, descartando la omnipresente basura reciente.
Tras ajustar la extensión del yacimiento mediante muestreos hasta unas 3,2 ha, fundamentalmente en la cresta de la Loma de Pardoballasco-Los Majanos, el siguiente paso fue la comprobación de la existencia de sus restos mediante prospección con georradar (figura 33).

Figura 33. Resultados de la prospección con georradar en la Loma de Pardoballasco.
En términos generales, se han detectado anomalías de posibles estructuras con diferentes tipologías y orientaciones. Se han interpretado muros, en alto grado de alteración, seguramente sus cimentaciones, debido a la baja amplitud de reflexión de las anomalías. Algunas zonas presentan hipérbolas dispersas con un espesor de unos 40 cm que se han interpretado como acumulaciones de materiales o rocas agrupadas. Los dos tipos de antenas utilizados, capaces de barrer una franja de más de 1 metro de profundidad del subsuelo, indican que la mayoría de los restos se encuentra a una profundidad de entre 10 y 40 cm desde la superficie. Esos datos encajan bien con la información recabada en las zanjas de retención de aguas de las parcelas 413 y 512 por el norte y 515-516 por el sur, donde los muros de mampostería seccionados se aprecian a esas cotas.
Los resultados del trabajo se han representado en dos tipos principales. Las señales nítidas corresponden a muros bien definidos (líneas en azul), mientras que otras anomalías más débiles (líneas en rojo) se han interpretado tanto como posibles muros como una variedad de estructuras que van desde acumulaciones de derrubios, fosas irregulares y alteraciones indefinidas del subsuelo. Muchas de estas anomalías reflejan alineaciones concordantes con las definidas como muros, por lo que debe tratarse de auténticos muros realizados con técnicas diferentes, ya sea tapial, adobe o madera y que, en su proyección, darían continuidad a la planimetría definida por el georradar. Este también marca otras formas irregulares, ovaladas o alargadas que son más propias de fosas o remociones del terreno que de auténticas construcciones.
Con posterioridad, se realizó una comprobación de campo de las trazas del plano del georradar, que se hizo cuando los terrenos de olivar ya se habían roturado. Esos trabajos agrícolas dejaron al descubierto muros muy superficiales, que coincidían plenamente con los que el estudio del subsuelo arqueológico había rotulado como un edificio al sur, cimentado con grandes bloques de mampuestos trabados con mortero de cal (figura 34). En definitiva, la prospección tenía una precisión muy fiable y demostraba que las afecciones sobre el yacimiento son muy graves.

Figura 34. Contrastación de los resultados del georradar con estructuras en superficie.
Con una ocupación tan larga que abarca todo el primer milenio, la planimetría resultante traza una planta irregular y caótica de estructuras dispersas, a menudo inconexas, que refleja la propia evolución del asentamiento, con la superposición de fases constructivas. Parece claro que no toda la meseta tuvo una ocupación densa. Al este, en la zona más llana, solo se detectan algunas líneas aisladas, la mayoría interpretadas como posibles muros. En la ladera sur de la meseta se aprecian posibles fosas o alteraciones puntuales, que parecen marcar el límite de la ocupación del asentamiento romano (figura 35).

Figura 35. Detalle de los resultados de la prospección con georradar sobre topografía LiDAR.
Mientras que las líneas en trazo azul podríamos interpretarlas como los restos de la villa romana bajoimperial, para gran parte de las marcadas en rojo resulta imposible sugerir una datación o funcionalidad solo con datos de superficie. La mayor presencia en su entorno de vajilla que podemos considerar visigoda o emiral sugiere que se edificaron nuevos espacios de hábitat o actividad entre las antiguas ruinas romanas. Esa conclusión también podemos extrapolarla a la profusión de estructuras de trazado irregular que proliferan por toda la meseta. Tal vez se trate de construcciones medievales de todo tipo, como fosas basureros, silos o muladares e incluso fondos de cabañas, pero no podemos descartar que, en realidad, sean el reflejo de grandes remociones del terreno, ya sea como consecuencia de trabajos agrícolas o por expolio. La planta que reflejan tiene muchas similitudes con los resultados de excavaciones en extensión realizadas en otros asentamientos romanos de similares características, que también mantuvieron alguna forma de ocupación hasta bien entrada la Edad Media.
En el ámbito del Alto Guadalquivir podemos encontrar contextos similares con los que comparar la imagen que nos devuelve el georradar. Uno de los más cercanos es el asentamiento de Los Robles, en la Zona Arqueológica de Marroquíes Bajos (ZAMB), a unos 3 kilómetros al norte del municipio romano de Aurgi (Jaén) (SERRANO et alii, 2005). Se trata de una villa romana periurbana fundada en el siglo I, con una fase de expansión a partir del siglo III, que se mantuvo con diversas formas de ocupación hasta el siglo X. De este sitio sabemos que estuvo ocupado en época visigoda, de lo que es prueba la necrópolis de tumbas antropomorfas y sarcófagos superpuesta a otra más antigua altoimperial. Sin embargo, de esta fase de los siglos VI-VII apenas se conservaban partes edificadas, o se encontraban muy alteradas por la ocupación de época islámica emiral, que había dado lugar a un saqueo significativo del asentamiento tardoantiguo, incluyendo la demolición de una iglesia. Tanto entre las ruinas de la villa romana como en varios cientos de metros alrededor, se han excavado chozas de planta irregular, así como sencillas casas de planta rectangular alzadas con materiales pobres y perecederos y una enorme cantidad de fosas-basurero, datadas entre los siglos VIII-X (figura 36).

Figura 36. Marroquíes Bajos (ZAMB). Sector SUNP1-3.ª Fase (Serrano et alii, 2005).
Otra referencia, aún más cercana, con la que podemos comparar el resultado del georradar de Los Majanos, es la Zona Arqueológica del Polideportivo de Martos (ZAPM), a unos 2 km al noroeste de la Colonia Augusta Gemella Tucci. En la periferia de la colonia se han realizado innumerables intervenciones arqueológicas desde los años noventa del siglo XX, detectándose un paisaje suburbano donde aparecen extensas superficies de estructuras semisubterráneas de época tardorromana, visigoda y emiral (SERRANO et alii, 2010) (figura 37), con un uso frecuente de ruinas romanas dispersas por el sector y la construcción de nuevas edificaciones, entre las que destaca una pequeña iglesia fechada alrededor del siglo VII (FERNÁNDEZ, 2021). Los conjuntos de materiales documentados en algunas intervenciones las sitúan en un periodo a caballo entre el final del mundo visigodo y el siglo VIII (figura 38).

Figura 37. Polideportivo de Martos (ZAPM). Sector UE 39 (Serrano et alii, 2010).

Figura 38. Polideportivo de Martos (ZAPM). Sector UE 39 (Serrano et alii, 2010). Materiales de los siglos VII-VIII.
En líneas generales, podemos considerar un panorama semejante para los resultados obtenidos por el georradar en Los Majanos, un asentamiento muy afectado por las transformaciones del hábitat a lo largo de la Edad Media, con un expolio sistemático hasta el punto de desdibujar la planta general de la villa tardorromana. A ello debemos añadir que, desde el descubrimiento del tesoro, se ha producido un continuado saqueo del yacimiento. El último episodio postdeposicional ha sido la apertura de pozas de retención de aguas para el olivar, particularmente en la parcela 413, al noroeste, que han alterado su fisonomía y que ilustra muy bien el aspecto segmentado y fragmentado de los resultados del georradar.
Si discriminamos en el plano las formas de planta irregular diseminadas (en rojo) y nos centramos en las que presentan formas lineales de cimentaciones en mampostería (en azul), podemos comprobar la existencia de un conjunto de edificaciones que mantienen cierta coherencia en su orientación, que responden a la disposición general del asentamiento romano. Dentro de ese trazado general, destaca un sector prácticamente vacío, al oeste de la parcela 513. Se trata de un gran espacio rectangular, de unos 50 metros de longitud por unos 30 de anchura, alrededor del cual es posible apreciar la mayoría de estructuras (en azul). Si partimos de la premisa de que Los Majanos fue en origen una villa, esta zona despejada podría constituir una configuración característica de las casas romanas con peristilo. Entre ellas, en el Alto Guadalquivir, podemos destacar Bruñel (Quesada) (SOTOMAYOR, 1985) o Los Baños (Arroyo del Ojanco) (HORNOS et alii, 1987) por las grandes proporciones de sus patios centrales. De ser esto así, al norte, sur y este se extenderían con claridad alas de estancias, con muros bien alineados y orientaciones constantes norte-sur y este-oeste.
La mayor frecuencia de determinados tipos de vajilla en el tiempo, proyectados sobre la planta del georradar, ofrece resultados válidos y permite deducir áreas de ocupación en la Loma de Pardoballasco-Los Majanos.
La aparición ocasional de instrumental lítico, tanto elementos de sílex trabajado como de azuelas de piedra pulimentada, demuestra que allí hubo algún tipo de asentamiento durante el Neolítico Final, similar a los que ya conocemos en el entorno cercano, como los de Cámara o Cerro Portichuelos. Sin embargo, ni la prospección selectiva ni los muestreos han proporcionado cerámicas significativas que nos permitan definir esta fase, que debemos considerar un asentamiento estacional de reducidas dimensiones.
La fase romana es verdaderamente el momento fundacional del asentamiento. La coherencia de la orientación de los muros realizados con mampostería detectados por el georradar se repite de un extremo a otro del yacimiento. La planta general del sitio refleja una orientación bastante regular este-oeste en su eje mayor, indudablemente intencionada. Las estructuras mejor diferenciadas, marcadas en azul, sugieren la planta de una villa romana organizada alrededor de un patio central, rodeado de crujías perimetrales con estancias compartimentadas. La regularidad de la orientación demuestra un patrón que puede corresponder a un diseño unitario que se ha conservado hasta hoy. Aunque la casa tuvo su origen en el Alto Imperio, probablemente fue redefinida en los siglos III-IV, absorbiendo, integrando o removiendo la fase original del siglo I. La amplísima presencia aquí de vajilla de ese periodo demuestra que la ocupación romana giró alrededor de ese sector de la loma.
La localización de elementos de hypocaustum, al noreste de la zona prospectada, insinúa la existencia de habitaciones calefactadas o un baño privado, donde se detectan estructuras rectangulares. También hay que destacar la aparición de varios fragmentos de molinos rotatorios de granito en el extremo este de la meseta, muy próximos entre sí, dentro de la parcela 521. Allí también se identificaron, en algunas de las zanjas de retención de aguas, grandes fragmentos de dolia y otros de vajilla reductora de cocina. La combinación de todos señala a un espacio destinado a almacenaje y/o cocina que, a la luz de los datos del georradar, coincide con algunas construcciones aisladas, a unos 25 metros al este. Otros recipientes de almacenaje también se recogieron en el extremo sur, indicando que allí también podrían situarse instalaciones productivas y de almacenaje ligeramente separadas del núcleo principal.
Cuando sintetizamos y leemos la ubicación de vajilla romana a través de mapas de calor generados por densidades y le superponemos los planos del georradar, podemos obtener una imagen más clara de la ocupación de Los Majanos a lo largo del tiempo. Si atendemos a la vajilla altoimperial, podemos comprobar la gran extensión de esos productos, particularmente la vajilla de mesa sigillata de barniz rojo, en su mayoría producciones de los alfares de Isturgi. Aunque la encontramos en muchos puntos del cerro, la mayor cantidad bascula hacia la ladera sur y sureste de la Loma de Pardoballasco. Ello respalda que existieron varias edificaciones de poca entidad diseminadas a lo largo de esa ladera, al menos desde el segundo cuarto del siglo I, que debemos poner en relación con los primeros asentamientos campesinos romanos tras la fundación de la Colonia Augusta Gemella Tucci, seguramente un pequeño establecimiento agropecuario altoimperial que fue absorbido o desmontado por la remodelación de época bajoimperial (figura 39).

Figura 39. Gráfico de calor de distribución de fragmentos de vajilla altoimperial sobre el georradar.
La redefinición del primer asentamiento romano durante el bajoimperio se advierte en la dispersión de vajilla de los siglos IV-V. Comparativamente, como hemos visto, la abundancia de sigillata africana o imitaciones de esta no permite establecer áreas específicas, aunque sí que todo el ámbito de la meseta y su ladera norte estuvo ocupado y con actividad durante ese periodo. La diferencia entre ambos periodos romanos es que la vajilla del segundo momento se encuentra regularmente por todo el cerro, prueba de la existencia de un gran complejo edilicio, mientras que en la fase previa se concentra principalmente en un área de la ladera sur (figura 40).

Figura 40. Gráfico de calor de distribución de fragmentos de vajilla bajoimperial sobre el georradar.
La vajilla medieval visigoda y emiral se encuentra con bastante regularidad a lo largo del cerro de Los Majanos, coincidiendo en gran medida con la vajilla romana bajoimperial. Ello marca una clara continuidad del hábitat en la loma, sin una interrupción de la secuencia o espacio edificado entre el final de la Antigüedad y el horizonte emiral temprano (figuras 41 y 42). Esa continuidad del hábitat podría explicar la planimetría del georradar, que detecta algunas orientaciones diferentes, quizá como consecuencia de fases superpuestas y conservadas en algunos sectores del yacimiento, particularmente al sur, en la parcela 514.

Figura 41. Gráfico de calor de distribución de fragmentos de vajilla visigoda sobre el georradar.

Figura 42. Gráfico de calor de distribución de fragmentos de vajilla emiral sobre el georradar.
En ciertos puntos podemos conectar determinados materiales con algunas de estas estructuras, que apuntan claramente a época emiral. Ese es el caso de varios fragmentos de arcaduces que se recogieron a lo largo del transecto 3, tanto en la ladera norte (cuadrícula 6) como en la sur (cuadrícula 9) (figura 30). Los de la ladera norte del cerro coinciden con una forma cuadrangular de 5 x 4 metros marcada por el georradar, que pudiera corresponder a un pozo o noria de los siglos VIII-IX. Los de la ladera sur no pueden ser relacionados tan claramente, ya que están en la zona donde no obtuvimos autorizaciones de los propietarios.
Por el contrario, el extremo oeste de la parcela 514 y las colindantes 510-511 son las que contienen mayor cantidad de cerámica califal, tanto entre las zanjas de los olivos como en los muestreos, por lo que parece claro que al oeste de la antigua villa romana hubo edificaciones de nueva planta entre los siglos IX-X, que marcan el final de la ocupación del cerro de Los Majanos (figura 43).

Figura 43. Gráfico de calor de distribución de fragmentos de vajilla califal sobre el georradar.
La disposición de piezas metálicas sobre la planimetría del georradar no es aleatoria (figura 44). Los fragmentos de plomo fundido se concentran fundamentalmente donde se detectan muros y solo aparece alguno aislado fuera de ese ámbito. Otro tanto se puede decir de los clavos. Su abundancia entre las estancias en las que presumiblemente se usaron coincide en general con las que el georradar indica.

Figura 44. Zonas de prospección geomagnética y metales en las parcelas centrales de Los Majanos.
En lo que respecta a la escoria de hierro, resulta clarificador que la mayor parte aparece en el lado sur del cerro, entre construcciones dispersas e inconexas, así como seguramente muchas fosas-basurero. Es posible que este producto residual se identifique fundamentalmente allí por la reocupación del sector en época medieval, según nos indica la vajilla detectada en superficie, fundamentalmente visigoda-emiral.
En cambio, las monedas o elementos ornamentales recogidos no ofrecen datos fiables, dado el escaso número de piezas recogidas. Se hallaron cuatro monedas (figura 45), de las que tres corresponden a un periodo concreto del segundo cuarto del siglo IV y son acuñaciones de Constantino I, Constantino II y la emperatriz Helena. A este periodo podemos adscribir la mayor extensión del asentamiento de Los Majanos, cuando probablemente se configura la villa romana tal y como se desarrolla según los resultados del georradar. La mayor parte de la vajilla documentada en prospección encaja en este periodo. Así, las monedas se ajustan bien al periodo de expansión de la edificación del asentamiento de Los Majanos. No obstante, resulta sorprendente su escasez en el yacimiento, tanto de monedas más antiguas del Alto Imperio como de otras de momentos más avanzados. El muestreo ha sido lo suficientemente amplio como para haber detectado muchas más piezas monetarias de las documentadas. La única explicación que podemos atribuir es la intensa actividad de expolio arqueológico con detector de metales, practicado desde las últimas décadas del siglo XX en la Loma de Pardoballasco-Los Majanos. La cuarta moneda corresponde a un felús muy deteriorado, que por sus características corresponde a las emisiones hispanas del siglo IX de Abd Al-Rahman II. Esta moneda encaja perfectamente con los materiales islámicos emirales documentados en prospección, cuya proporción es altísima en la zona anteriormente ocupada por la casa romana bajoimperial.

Figura 45. Monedas localizadas en la prospección geomagnética.
En definitiva, el conjunto de elementos metálicos identificados viene a corroborar que la mayor intensidad de ocupación desde época romana a medieval coincide con bastante claridad con la primitiva villa romana.
La disposición de vajilla y materiales de construcción a lo largo y ancho de la Loma Pardoballasco-Los Majanos demuestra la ocupación constante e intensiva, con pequeñas matizaciones, de un mismo sector de apenas 250 x 200 metros. El factor que ha mantenido y cohesionado el asentamiento permanente durante un milenio es una casa fundada en época romana en el siglo I y su transformación durante el Bajo Imperio. La entidad edificada romana debió de ser importante, así como su relevancia económica en el contexto del territorio de Tucci, de tal forma que la crisis de inicios del siglo V no llevó a su abandono y desaparición completa, como suele ser habitual en gran parte de los establecimientos rurales de la campiña del Alto Guadalquivir. Las antiguas ruinas romanas, más o menos conservadas, siguieron siendo el escenario principal del hábitat en la loma durante los siglos V-VII y más allá, durante el emirato, hasta que a partir del siglo IX aparecen nuevos espacios fuera del antiguo núcleo romano. En el contexto de los siglos VI-VII, debemos referirnos este sitio de forma diferente a una villa romana y tal vez sería más acertado considerarlo como un hábitat campesino de cierta complejidad, en algunas de las acepciones que definen el poblamiento rural en este periodo (GARCÍA, 1989: 205-206). La metodología de prospección desarrollada no permite ir más allá en la definición del asentamiento tardorromano y medieval, de forma que para avanzar en el conocimiento de Los Majanos habría que pasar a una fase de excavación arqueológica.
Un buen ejemplo, muy próximo a Los Majanos, de esa forma de reformar y adaptar las edificaciones heredadas a lo largo del primer milenio, como hemos visto más arriba, lo podemos observar en la villa romana de Los Robles, en la ZAMB, en Jaén. El complejo de edificaciones parece haber alcanzado el horizonte de los siglos VII-VIII, manteniendo cierta unidad estructural, redefiniendo ambientes y añadiendo nuevas construcciones, como una iglesia. Los cambios más profundos se producen en el siglo IX, cuando se abandonan los antiguos espacios tardorromanos y surge un hábitat disperso por el entorno, en unidades de habitación que van desde edificios bien trazados hasta precarias cabañas de tapial y materiales perecederos. Entre las ruinas podemos encontrar en esos momentos fosas de limpieza-muladares, enterramientos de rito islámico y cristiano y, sobre todo, el desmontaje y el expolio de innumerables piezas de calidad de la antigua iglesia, que aparecen dispersas en cientos de metros alrededor en contextos de época emiral y califal (LÓPEZ et alii, 2020; SERRANO, CANO, 2003; SERRANO, 2020).
Es posible que esta situación se haya producido en Los Majanos, con sus propias particularidades. La intensísima ocupación emiral y califal, que podemos apreciar a lo largo y ancho de la meseta, y que se extiende hasta otros puntos del entorno, como en el paraje de Cámara, al este del barranco de La Ravera, o hacia el sur, en el entorno de algunos afloramientos rocosos (Área 2), es un indicador de la transmutación del hábitat en la Alta Edad Media, en un horizonte a caballo entre los siglos VII-VIII. Todas esas modificaciones de la fisonomía del sitio entran en la dinámica propia de cualquier asentamiento y, en todo caso, son procesos deposicionales que suman un conjunto de datos que dan forma al lugar histórico de Los Majanos de Torredonjimeno.
Como cualquier asentamiento con una ocupación tan prolongada, con más de mil años de secuencia, las remodelaciones y adaptación a nuevas realidades deben de haber sido constantes. Por ello, no cabe pensar en una conservación íntegra del trazado original romano, sino que debe de haberse producido un continuo cambio de funcionalidades y amortizaciones de ambientes, desdibujando la traza original y añadiendo nuevas partes, dando como resultado la planta abigarrada y muy alterada que ofrece el georradar.
Una de las cuestiones que se han abordado en este proyecto es el diagnóstico del estado de conservación del yacimiento. Los datos recabados con ese fin también han servido para reforzar la investigación arqueológica. Así, la inspección de las pozas de retención de aguas permitió detectar la presencia de muros seccionados o de ciertos tipos de materiales arqueológicos, lo que resultó un buen criterio a la hora de determinar las zonas de mayor probabilidad de existencia de restos arqueológicos en el subsuelo. De esa forma, la revisión de cientos de estas zanjas ha dejado bien claro que las parcelas en las que realizamos el georradar son en las que podemos reconocer principalmente trazas de construcciones arqueológicas. En las parcelas 512-513 y en la esquina sureste de la 413, casi todas las zanjas han seccionado muros, suelos y derrumbes de tejas o tégulas, cuyo trazado coincide con alineaciones marcadas por el georradar.
De entre todas las pozas, llamaba la atención la marcada por el wp23, donde se podían observar grandes bloques de mortero de cal, de unos 0,20 metros de grosor, con una superficie lisa, que por sus características encajaría con la descripción que hace referencia al que cubría o envolvía el tesoro en 1926. Otro pavimento de mortero de cal, similar a opus signinum, apareció durante la prospección con detector de metales, casi en superficie, en el wp32a, en el interior de una estancia ya definida por el georradar (figura 46). Fuera de este ámbito, solo en zanjas aisladas se han encontrado evidencias arqueológicas. Son particularmente interesantes los muros seccionados en las parcelas 511-512-509, entre abundante cerámica califal, lo que demuestra que el asentamiento basculó su centro de gravedad hacia el oeste durante la Edad Media. Esa tendencia a desplazar la ocupación hacia el oeste ya quedaba marcada en el mapa de calor de vajilla de ese periodo (figura 43). En algunas pozas, dispersas unos cien metros al sur y sureste del propio cortijo de Los Majanos, se pudieron recoger fragmentos no rodados de cerámica modelada visigoda que, sin embargo, no iban acompañados de mampostería o elementos de cubrición.

Figura 46. Zanja de olivar wp23 y wp 32a. Localización de restos de mortero de cal.
Como valoración general del proyecto, a partir de las comprobaciones documentales analizadas, podemos estar seguros de la identificación del único sitio, con ocupación ininterrumpida desde época romana hasta la Alta Edad Media, en el entorno de una cortijada que ha mantenido el topónimo de Los Majanos hasta hoy.
Las fuentes textuales y la documentación cartográfica remiten, indudablemente, al entorno del cortijo Los Majanos como el lugar del hallazgo, en las proximidades de Torredonjimeno. Por su parte, las pruebas arqueológicas demuestran inequívocamente su ocupación tardoantigua y visigoda, con continuidad hasta época islámica en el siglo X. Todos los datos de la prospección general, muestreos en transectos, prospección selectiva, prospección geomagnética y georradar señalan la misma zona de la Loma de Pardoballasco-Los Majanos, en la que resulta más verosímil situar el descubrimiento del Tesoro de Torredonjimeno en 1926. En definitiva, hemos apoyado las impresiones tomadas a partir de una observación general del sector con nuevos datos obtenidos e interpretados estadísticamente, que aportan una visión objetiva y compleja del yacimiento.
Los Majanos, apenas a 7 kilómetros de la sede episcopal de Tucci-Martos, tiene una posición con unas connotaciones particulares. Tucci es la entidad urbana más cercana y la más potente, política y religiosamente, frente a los centros más alejados de Mentesa (La Guardia) y Castulo-Beatia. Numerosos testimonios arqueológicos y epigráficos avalan la perduración de la urbe durante época visigoda (FERNÁNDEZ CHICARRO, 1959; SERRANO, CANO, 2004). Dado que el tesoro estuvo ubicado en su territorio, ya fuese en la sede episcopal o en una iglesia del entorno, podemos deducir que era un centro religioso destacado, objeto de atención por parte de la monarquía y aristocracia visigoda, que habría hecho las donaciones de las coronas votivas. De esta forma, Los Majanos cobra importancia dentro del territorio de la diócesis por haber sido elegido para albergar el conjunto, tanto si estuvo allí expuesto al culto o como destino final para su ocultación. Por supuesto, no esperábamos encontrar nuevas piezas de orfebrería relacionadas con el tesoro, que serían pruebas concluyentes de su identificación, pero todos los datos arqueológicos recopilados permiten obtener una imagen aproximada de un sitio de cierta entidad constructiva, con una extensa secuencia, que podríamos asociar con la iglesia tuccitana.
Los Majanos carece de cualquier tipo de fortificación y su relevancia estratégica en el contexto del territorio de Tucci es escasa. Basta con considerar el control visual que cubre, con un entorno inmediato apenas distinguible desde el núcleo del asentamiento, para darnos cuenta de que se trata de una localización cuyo interés reside en el acceso a la tierra cultivable de su entorno y, si acaso, por el que tienen las cercanas salinas del arroyo Salado-Santo Nicasio, situadas a 2 kilómetros al sureste. Desde el núcleo del yacimiento, a 1 kilómetro de distancia solo son visibles algunas alturas del entorno, particularmente hacia el este, y ni siquiera el valle del arroyo Salado-Santo Nicasio es apreciable sin acercarnos al borde de algunas de las terrazas que lo bordean (figura 47). Este dato es importante para la historia del descubrimiento del tesoro, dado que descarta cualquier interpretación de las circunstancias de su ocultación con relación a un punto de carácter militar o una posición defensiva. Antes, al contrario, Los Majanos, a pesar de encontrarse en el punto más elevado de una loma, es muy vulnerable a cualquier acceso inmediato, lo que lo convierte en un lugar con valores e intereses diferentes para los residentes.

Figura 47. Mapa de visibilidad a 1 kilómetro desde el núcleo central de Los Majanos.
En realidad, el poblamiento en la Antigüedad Tardía al oeste de Tucci se articula a través de una serie de antiguas fortalezas romanas que habían mantenido su ocupación hasta este momento, como son Piedras de Cuca, Torrefuencubierta y Cerro de Malabrigo, que por su tamaño y complejidad superan la definición de meras torres o villas-torres, que ahora encajarían en el término castella, situadas todas a una distancia de entre 4 y 12 kilómetros. Sin embargo, el principal punto de control del territorio lo constituye la propia Tucci, a 7 kilómetros al sureste. Desde esta y, sobre todo, desde la altura de La Peña de Martos, se divisa toda una vasta campiña al norte y oeste, hasta ciudades como Obulco (Porcuna) al oeste, Urgavo (Arjona) al noroeste y Batora (Torre Benzalá) al norte, amén de otras aldeas-vicus, todas en puntos elevados y fácilmente visibles desde allí. La extensión de comunidades que existían en la campiña al final del reino visigodo tejía una red de comunicaciones que era el verdadero sistema de alerta y control del territorio (figura 48).

Figura 48. Control visual desde La Peña de Martos hacia el norte y noroeste.
Es probable que la elección de Los Majanos, en el entorno inmediato de Tucci, fuese una medida adoptada para alejar el tesoro de donde estuviera expuesto, si este era el templo principal de la diócesis, en Martos (figura 49). En ese caso, la ocultación se habría realizado en una instalación cercana controlada por la administración religiosa del obispado, que ofreciera garantías de recuperación pasado el peligro. Si el conjunto se depositó en un espacio que requería cierta preparación, bajo una capa de argamasa, suelo o estructura, no pudo hacerse de forma precipitada, como sugiere la teoría de su procedencia sevillana, sino planificando la elección del escondite y la discreción de los ejecutores que, en cualquier caso, no lo rescataron posteriormente. En este sentido, creemos que la hipótesis más plausible es la que en su momento defendía Salvatierra (2009), que proponía que fue la propia iglesia tuccitana la que tenía necesidad y capacidad de esconder el conjunto votivo, ya fuese por su exposición destacada en la propia sede episcopal o en un edificio de culto de esa misma iglesia situado entre la antigua villa de Los Majanos. Otra cuestión es si las partes del conjunto ya se encontraban separadas y fragmentadas, por lo que su valor era fundamentalmente económico (PEREA, 2009b). Sin una campaña de excavación, será imposible avanzar más en la definición y aclaración de las distintas partes que los datos arqueológicos parecen definir. Ello será posible si el asentamiento sobrevive a las extremas condiciones de conservación que padece.

Figura 49. Martos desde la Loma de Pardoballasco. En primer plano, el cortijo Los Majanos.
En el contexto de una agricultura tradicional, el cultivo de cereal que dominaba el paraje hasta la década de los años veinte del siglo XX apenas había sido capaz de transformar la fisonomía del cerro de Los Majanos más allá de la remoción de elementos superficiales. En los años cuarenta del siglo XX, el cerro de Los Majanos ya se encuentra totalmente plantado de olivar, por lo que, en el transcurso de veinte años desde el descubrimiento, las afecciones sobre el yacimiento debieron de ser continuas. Es posible que la acumulación de majanos de piedras, la construcción de lindes y el desplazamiento de materiales se produjeran en ese periodo. Desde entonces, los trabajos agrícolas del olivar de secano, apenas mecanizado, habían facilitado su conservación hasta que, hacia 2015, se abrieron cientos de zanjas de retención de aguas al pie de muchos olivos. Esas zanjas se hicieron con medios mecánicos, provocando graves destrozos que han afectado su conservación a largo plazo y han supuesto una destrucción sistemática de buena parte de un registro arqueológico que se encuentra a poca profundidad, por lo que urge la catalogación específica del lugar para regular los usos agrícolas antes de que se produzcan daños irreversibles.
ALBA CALZADO, Miguel; GUTIÉRREZ LLORET, Sonia (2009): “Las producciones de transición al Mundo Islámico: el problema de la cerámica paleoandalusí (siglos VIII-IX)”. En D. Bernal Casasola, A. Ribera i Lacomba (eds.), Cerámicas hispanorromanas. Un estado de la cuestión, pp. 585-613. Cádiz: Universidad de Cádiz.
ALMAGRO BASCH, Martín (1940): “Museo Arqueológico de Barcelona, nuevas adquisiciones”. Memorias de los Museos Arqueológicos Provinciales, I, p. 31, lámina VI.
ALMAGRO BASCH, Martín (1947): “Los fragmentos del Tesoro de Torredonjimeno conservados en el Museo Arqueológico de Barcelona”. Memorias de los Museos Arqueológicos Provinciales, VII, pp. 64-75.
ALMAGRO BASCH, Martín (1948-1949): “Nuevos fragmentos del Tesoro de Torredonjimeno (Jaén)”. Memorias de los Museos Arqueológicos Provinciales, IX-X, pp. 200-203.
BALMASEDA, Luis (2009): LIBRO I: “Hallazgo y dispersión del conjunto de Torredonjimeno según la documentación del archivo del MAN”. En Alicia Perea (ed.), El tesoro visigodo de Torredonjimeno, pp. 31-54. Madrid: CSIC.
CASANOVAS, Àngels; ROVIRA I PORT, Jordi (editores científicos) (2003): Torredonjimeno. Tesoro, Monarquía y Liturgia. Catálogo de la exposición. Barcelona: Museu d’Arqueologia de Catalunya.
CASTILLO, Juan Carlos (1998): La Campiña de Jaén en época Emiral (ss.VIII-X). Jaén: Universidad de Jaén.
CASTILLO, Pedro (2006): La época visigótica en Jaén (siglos VI y VII). Universidad de Jaén. Col. Jaén en el Bolsillo. Serie Historia 4.
FERNÁNDEZ, Alberto (2021): “La recuperación de un espacio patrimonial. La basílica paleocristiana de Martos”. Aldaba, 49, pp. 114-122. Martos.
FERNÁNDEZ, María Isabel; CASADO, Pablo; MARTÍNEZ, José Ramón; VIRGIL, Miguel Ángel; DAMAS, Miguel (1993-1994): “Marcas de alfareros en terra sigillata en los yacimientos en torno a Martos (Jaén). Nuevos aportes al conocimiento del territorio de la Colonia Augusta Gemella Tuccitana en época alto imperial”. Florentia Iliberritana: Revista de estudios de antigüedad clásica, 4-5, pp. 167-240. Granada.
FERNÁNDEZ CHICARRO, Concepción (1959): “La colección de antigüedades del padre Alejandro Recio”. Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, 20(abril-junio), pp. 121-159.
FERRANDIS TORRES, José (1940): “Artes decorativas visigodas”. En España Visigoda, volumen III, de la Historia de España dirigida por Ramón Menéndez Pidal, pp. 609-666. Madrid.
GARCÍA MORENO, Luis Agustín (1989): Historia de España visigoda. Madrid: Ediciones Cátedra.
GARCÍA MORENO, Luis Agustín (2003): “El Tesoro de Torredonjimeno. Su contexto Histórico”. En Àngels Casanovas y Jordi Rovira i Port (eds.), Torredonjimeno. Tesoro, Monarquía y Liturgia. Catálogo de la exposición, pp. 31-43. Barcelona: Museu d’Arqueologia de Catalunya.
GARCÍA MORENO, Luis Agustín (2009): “LIBRO IV: textos y contextos. El tesoro de Torredonjimeno: viejos y nuevos problemas históricos”. En Alicia Perea (ed.), El tesoro visigodo de Torredonjimeno, pp. 297-324. Madrid: CSIC.
GONZÁLEZ ROMAN, Cristóbal; MANGAS MANJARRES, Julio (1991): Jaén. Tomo II. Corpus de Inscripciones latinas de Andalucía, Vol. III. Consejería de Cultura y Medio Ambiente de la Junta de Andalucía. Dirección General de Bienes Culturales. Sevilla.
HORNOS, Francisca; CASTRO, Marcelo; CRESPO, José (1987): “Excavación arqueológica de urgencia en la villa de Los Baños, en Arroyo del Ojanco, Jaén”. Anuario Arqueológico de Andalucía, 1985, III, pp. 210-216. Sevilla.
LÓPEZ, Antonio; TEIXIDOR, Eva; FUERTES, Maribel (2020): Excavación arqueológica preventiva de colector en distribuidor norte de Jaén, la villa romana del Cortijo de los Robles. Anuario Arqueológico de Andalucía 2005. TABULA. http://hdl.handle.net/20.500.11947/27123.
ORFILA PONS, Margarita (2009): “Terra Sigillata Hispánica Tardía Meridional”. En D. Bernal y A. Ribera i Lacomba (Eds.), Cerámicas hispanorromanas. Un estado de la cuestión, pp. 541-552. Cádiz: Universidad de Cádiz.
PEÑA, Yolanda; GARCÍA-ENTERO, Virginia; ZARCO, Eva (2018): “Materiales cerámicos de época visigoda en la zona Central de la península ibérica. Presentación de un Contexto cerámico de la Vega Baja de Toledo”. Cerámicas Altomedievales en Hispania y su entorno (siglos V-VIII d.C.), pp. 471-488. https://www.researchgate.net/publication/328583030
PEREA, Alicia (ed.) (2001): El tesoro visigodo de Guarrazar. Madrid: CSIC.
PEREA, Alicia (ed.) (2009a): El tesoro visigodo de Torredonjimeno. Madrid: CSIC.
PEREA, Alicia (2009b): “LIBRO II: Interpretación tecnómica”. En Alicia Perea (ed.): El tesoro visigodo de Torredonjimeno, pp.55-194. Madrid: CSIC.
RAMÓN TORRES, Joan (2009): “La cerámica ebusitana en la Antigüedad Tardía”. En D. Bernal Casasola, A. Ribera i Lacomba (Eds.), Cerámicas hispanorromanas. Un estado de la cuestión, pp. 563-583. Universidad de Cádiz.
RECIO, Alejandro; FERNÁNDEZ CHICARRO, Concepción (1959): “La colección de antigüedades arqueológicas del padre Fr. Alejandro Recio”. Boletín del Instituto de Estudios Giennenses XX, pp. 121-162.
RUÍZ, Arturo; CASTRO, Marcelo; CHOCLÁN, Concepción (1992): “Aurgi-Tucci: la formación de la ciudad romana en la campiña Alta de Jaén”. En Conquista romana y modos de intervención en la organización urbana y territorial (Dialoghi di archaelogia, Terza serie). Anno 10. Número 1-2. Primo e secondo semestre., pp. 211-229. Elche-Roma.
SALVADOR, Francisco (1990): Hispania Meridional entre Roma y el Islám. Economía y sociedad. Granada: Universidad de Granada - Consejería de Cultura y Medio Ambiente de la Junta de Andalucía.
SALVATIERRA, Vicente (1990): Cien años de arqueología medieval. Perspectivas desde la periferia. Granada: Universidad de Granada.
SALVATIERRA, Vicente (2003): “La arqueología visigoda en Jaén”. En Ángels Casanovas y Jordi Rovira i Port (eds.), Torredonjimeno. Tesoro, Monarquía y Liturgia. Catálogo de la exposición, pp. 45-53. Barcelona: Museu d’Arqueologia de Catalunya.
SALVATIERRA, Vicente (2009): “LIBRO IV: textos y contextos. Arqueología y conquista islámica”. En Alicia Perea (ed.), El tesoro visigodo de Torredonjimeno, pp. 279-298. Madrid: CSIC.
SÁNCHEZ, Luis Manuel; SÁNCHEZ, Juan José (2017): “Entre visigodos y musulmanes: cerámica de transición tardoantigua-paleoandalusí en Villafranca de los Barros (Badajoz)”. Revista de Estudios Extremeños, tomo LXXIII, número I, pp. 655-692.
SANTOS GENER, Samuel de los (1935): “Un lote del tesorillo de Orfebrería visigótica hallada en Torredonjimeno”. Anuario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos (Homenaje a Mélida, III), pp.379-403. Madrid.
SERRANO, José Luis (2018): “Delimitación y revisión del catálogo de yacimientos arqueológicos y zonificación arqueológica para la redacción del nuevo PGOU de Torredonjimeno (Jaén)”. Artículo resumen para el Anuario Arqueológico de Andalucía de 2018. Archivo de la Delegación Territorial en Jaén de la Consejería de Cultura y Deporte de la Junta de Andalucía.
SERRANO, José Luis (2020): Origen y desarrollo de la producción de aceite en la campiña de Jaén en época romana. Una lectura desde el territorio de Aurgi. Colección: Arqueologías. Serie: Romana I. Jaén: Editorial Universidad de Jaén.
SERRANO, José Luis; CANO, Juana (2003): “Intervención arqueológica de urgencia. 2.ª Fase de la urbanización SUNP 1 de Jaén. Intervención en las Zonas Verdes”. Archivo de la Delegación de Cultura en Jaén.
SERRANO, José Luis; CANO, Juana (2004): Carta Arqueológica Municipal de Martos (Jaén). Consejería de Cultura. Archivo de la Delegación de Cultura de Jaén. Inédito.
SERRANO, Joseé Luis; CANO, Juana; ORTIZ, Antonio; GUTIÉRREZ, Victoria; FERNÁNDEZ, Rosa (2005): “Intervención Arqueológica de Urgencia en la 3.ª Fase de la Urbanización SUNP-1, Marroquíes Bajos (Jaén). 2004-2005”. Archivo de la Delegación de cultura de la Junta de Andalucía en Jaén.
SERRANO, José Luis; ORTIZ, Antonio; CANO, Juana (2010): “Intervención Arqueológica Preventiva en la UE 39 de Martos. Piscina Cubierta Municipal. Zona Arqueológica Polideportivo de Martos”. Anuario Arqueológico de Andalucía, 2006, pp. 3060-3073. Junta de Andalucía. Consejería de Cultura.
SERRANO DELGADO, José Miguel (1987): La Colonia romana de Tucci. Torredonjimeno.
SOTOMAYOR MURO, Manuel (1985): “La villa romana de Bruñel, Quesada, Jaén”. Cuadernos de Prehistoria de la Universidad de Granada, 10, pp. 335-366. Granada.
VIGIL-ESCALERA GUIRADO, Alfonso (2006): “La cerámica del período visigodo en Madrid”. Zona arqueológica, 8(3), pp. 705-716. https://www.researchgate.net/publication/317688314
_______________________________
1 Arqueólogo. Miembro del Grupo de Investigación del Patrimonio Arqueológico de Jaén GIPAJ (HUM357) de la Universidad de Jaén, jlsp1964@gmail.com
2 El proyecto ha sido financiado por el Ayuntamiento de Torredonjimeno. Los trabajos han sido dirigidos por quien suscribe, y ha participado un equipo formado por Marcos Soto Civantos, Miguel A. Lechuga Chica, arqueólogos (Instituto Universitario de Investigación en Arqueología Ibérica de la Universidad de Jaén) y la colaboración de Luisa M.ª García González, arqueóloga (contratada por el Ayuntamiento). La prospección con georradar ha sido llevada a cabo por el CAI de Arqueometría y Análisis Arqueológico de la Universidad Complutense de Madrid. La restauración de las piezas metálicas ha corrido a cargo de M.ª Paz López Rodríguez, restauradora.
3 El estudio se ha realizado con el software QGIS. La planimetría es de elaboración propia, generada a partir de los datos LIDAR 2.ª Cobertura (2015-2021) del Instituto Geográfico Nacional. La proyección del trabajo es EPSG:25830 - ETRS89 / UTM zone 30N.
4 Las evidencias de la ocupación prehistórica e ibérica tardía son escasas y dispersas, por lo que las hemos dejado fuera de este estudio.