LA TOPONIMIA EN LA LEXICOGRAFÍA HISPANOLATINA DE NEBRIJA

TOPONYMY IN NEBRIJA'S HISPANO-LATIN LEXICOGRAPHY

Jaime Peña Arce

Universidad Complutense de Madrid

jaimepena@ucm.es

Alexandra Duttenhofer

Universidad Complutense de Madrid

alexandradutt@mail.ru

A la memoria de D. Manuel Alvar Ezquerra, maestro añorado.

RESUMEN

Este trabajo profundiza en la presencia de la toponimia en los textos mayores de la lexicografía hispanolatina de Nebrija, el Diccionario (1492) y el Vocabulario (¿1495?), tanto desde un punto de vista cuantitativo (número de ejemplos) como cualitativo (elemento descrito y localización de este). El objetivo final es establecer una comparación entre ambas realidades que permita perfilar las características propias de cada una de dichas obras. Los resultados evidencian que en el Diccionario la presencia de topónimos es muy superior y que estos aluden, fundamentalmente, a espacios que guardan relación con la historia y la mitología grecolatinas.

Palabras clave: Nebrija, lexicografía hispanolatina, toponimia.

ABSTRACT

This work delves into the presence of toponymy in the major texts of Nebrija's Hispano-Latin lexicography, the Diccionario (1492) and the Vocabulario (1495?), both from a quantitative point of view (number of examples) and qualitative (element described and its location). The final objective is to establish a comparison between both realities that allows profiling the characteristics of each of the mentioned works. The results show that in the Diccionario the presence of toponyms is much higher and that these allude, fundamentally, to spaces that are related to Greco-Latin history and mythology.

Keywords: Nebrija, Hispano-Latin lexicography, toponymy.

DOI: https://doi.org/10.17561/rilex.5.3.7399

1. OBJETIVOS Y METODOLOGÍA

La meta del presente artículo es profundizar en el estudio de la lexicografía hispanolatina producida por el celebérrimo filólogo sevillano Elio Antonio de Nebrija (1441 o 1444-1522)1. En este caso, se ha decidido llevar a cabo un análisis de la presencia de topónimos en las primeras ediciones, por un lado, del Dictionarium latino-hispanicum (en adelante, Diccionario) y, por otro, de su obra complementaria: el Dictionum hispanarum in latinum sermonem (en adelante, Vocabulario). El fin último que se persigue es comparar ambas realidades y extraer unas conclusiones que contribuyan a clarificar los rasgos diferenciales y definitorios de cada uno de dichos repertorios. En este sentido, se ha tomado como punto de partida el único trabajo sobre la cuestión realizado hasta la fecha, el de García-Macho (1998b).

La metodología empleada para realizar este trabajo ha sido muy sencilla, pues ha consistido en una lectura atenta de ambas obras, en la consiguiente extracción de datos y en el cotejo de estos. El acercamiento a los dos textos referidos en el párrafo anterior se ha realizado a través de sendas ediciones facsimilares realizadas a partir de las príncipes: en cuanto al Diccionario, se ha trabajado con la realizada por Germà Colón y Amadeu J. Soberanas (Puvill, Barcelona, 1979), y respecto al Vocabulario, se ha recurrido a la auspiciada por la Real Academia Española (Madrid, 1989)2.

La estructura de las páginas ulteriores es la siguiente. En primer lugar, se ha incluido un estado de la cuestión que consta de los siguientes apartados: a) análisis de la relación entre la toponimia y la diccionarística; b) presentación de los trabajos mayores3 de lexicografía hispanolatina realizados por Nebrija, con especial hincapié en los estudios que se han realizado sobre ellos, y c) establecimiento de las diferencias entre el Diccionario y en el Vocabulario. En segundo lugar y dividido en tres epígrafes, aparece la parte central del presente estudio, dedicada a la exposición de los topónimos (según su tipo y su localización) incluidos en los dos repertorios antes citados. En cuarto y último lugar, se enuncian las conclusiones alcanzadas.

2. ESTADO DE LA CUESTIÓN

2.1. TOPONIMIA Y LEXICOGRAFÍA

La relación entre la toponimia —entendida como la nómina o el colectivo de topónimos (García Sánchez, 2019, p. 64)— y la lexicografía no es más que una derivada de la dificultad que conlleva el establecimiento de una clara diferenciación entre el significado lingüístico y la realidad extralingüística. Cuestión que afecta en grado sumo al tratamiento lexicográfico de los nombres propios4 (Blecua Perdices, 1996, pp. 6-9; García Gallarín, 2019, pp. 35-36).

Dicha diferenciación ha tratado de ser perfilada desde el ámbito teórico. Destaca, a este respecto, la distinción fijada por Coseriu (1977) entre significación ‘relación entre los significantes de los signos lingüísticos’ y designación ‘relación entre los signos y los objetos’. En la misma línea que el afamado lingüista rumano, ahondó Lara, cuando afirmó que el léxico no debía entenderse como una nomenclatura de referentes del mundo sensible, “sino como un juego bien organizado de relaciones entre las palabras, que llega a definir por sí mismo sus significados, en independencia de sus referentes” (1990, p. 214). A partir de tal afirmación, Anaya Revuelta extrajo la siguiente conclusión: “Los signos lingüísticos que aparecen en el diccionario de lengua deben ser definidos desde una perspectiva estrictamente lingüística, sin apelar al conocimiento extralingüístico que el lexicógrafo tenga de la realidad” (2000, p. 8), una conclusión que podemos encontrar ya en el prólogo del Diccionario de autoridades, aunque esbozada de una forma más primaria: “[…] han quedado excluidas del Diccionario todas las voces y nombres propios de personas y lugares, que pertenecen a la Historia, y a la Geografía” (1726, p. VII). Alvar Ezquerra tampoco pretirió la cuestión y, desde un planteamiento comparativo, introdujo en el debate una perspectiva novedosa: “El lugar de estas voces [los nombres propios] no es un diccionario de la lengua, sino una enciclopedia, del mismo modo que en esta no tienen cabida todas las palabras de una lengua” (1993, p. 62). Por su parte, Rey concluyó categóricamente que “On dira simplemente que le nom prope, de par ses caracteres lexicaux [et] sémantiques […] perturbe considérablement la description lexicographique normale” (1977, p. 73).

No obstante, la aplicación práctica de esta idea —como no podía ser de otro modo— resulta compleja. Los límites de esa división teórica entre el significado lingüístico, que debe ser recogido en los diccionarios, y la realidad extralingüística, que debe ser consignada en las enciclopedias, se difuminan en el momento en el que se llega a la praxis. Anaya Revuelta sintetizó como sigue esta realidad: “Frente a estos criterios, encontramos que los diccionarios, obras dirigidas a un público muy numeroso, se ofrecen como instrumentos en los que se compilan todos los saberes. Por otra parte, es común a todas las épocas del idioma el afán por dar la información más exhaustiva de las palabras que aparecen como lemas” (2000, p. 8). Además, en el caso de los diccionarios bilingües lengua clásica-lengua moderna —como los analizados en estas páginas—, la presencia de nombres propios es una realidad de “larga tradición” (Mariner Bigorra, 1988, p. 19) que conlleva que “la lexicografía se comporte más bien como enciclopedia que como instrumento semántico” (Mariner Bigorra, 1988, p. 20). Es decir, por mucho que la comunidad diccionarística se empeñe en ello, la presencia de cierto matiz enciclopédico dentro de la definición de los lemas que encabezan los artículos lexicográficos es, ha sido y será una realidad inevitable.

Así las cosas, parece haber unanimidad en que la toponimia no debe tener cabida en los diccionarios generales de una lengua, puesto que los topónimos son voces unidas a la realidad extralingüística, no al significado lingüístico. Lo cual no obsta para que la toponimia pueda valerse del carácter didáctico propio de la técnica lexicográfica para, como cualquier otra ciencia, componer sus repertorios especializados, los conocidos como diccionarios de topónimos. Por último, hay que destacar que, dentro de la vigencia de este acuerdo entre los profesionales de la diccionarística contemporánea, han surgido en fechas recientes voces que han apostado por una revisión de dichos postulados (García Cornejo, 2015 o Ortega Ojeada, González Aguiar & García Rivero, 2019).

Sea como fuere, buena parte de nuestra lexicografía histórica, como la tardomedieval o la aurisecular, está al margen de toda esta construcción teórica, por lo que es fácil encontrar topónimos entre los artículos que componen la mayoría de sus obras. Valga como ejemplo el artículo de Aravaca incluido en el Tesoro de Covarrubias:

ARABACA, lugar cerca de Madrid: escribe Ptolomeo, que en la España Tarraconense había unos pueblos dichos Arevacas, άρεγάkαί, pudo ser que alguna gente de aquella tierra viniese a poblar este lugar cerca de Madrid, y le pusiese el nombre de Arabaca. Vide Abraham Ortelium. Verbo Areuacae. (1611, p. 81).

2.2. LA LEXICOGRAFÍA HISPANOLATINA DE NEBRIJA

Al margen de la monumental obra de Isidoro de Sevilla (ca. 556-636) y de los numerosos glosarios aparecidos a lo largo de la Edad Media, puede afirmarse que el primer ejemplo de lexicografía del latín con el español debe situarse en 1490, fecha en la que Alfonso de Palencia publicó en Sevilla su Universal vocabulario. Pese a su carácter pionero, este repertorio suele ser entroncado con la tradición medieval, con lo que el papel de iniciador de la lexicografía moderna del español se le atribuye unánimemente a nuestro protagonista, Elio Antonio de Nebrija (Medina Guerra, 1996, p. 61-63).

El gran filólogo hispalense, pese a su atribulada vida personal y laboral, tuvo siempre en mente un ambicioso proyecto de descripción gramatical, léxica y ortográfica para la lengua castellana. Alvar Ezquerra, dentro de la bibliografía de este autor contenida en la Biblioteca Virtual de la Filología Española, ha resumido de la siguiente manera dicha realidad:

Nebrija, lo cuenta él mismo, tenía un ambicioso proyecto lingüístico: un gran repertorio léxico, la gramática y la ortografía. El repertorio léxico constaba de tres partes: los dos diccionarios mayores y, el tercero, un gran diccionario latino con las voces de Derecho, Medicina y Teología, un instrumento pensado para los estudios universitarios de la época. Publicó el Lexicon hoc est Dictionarium ex sermone latino in hispaniensem o Diccionario latino-español, en el portentoso año de 1492, el mismo de la gramática española. El Diccionario marca una renovación en lexicografía y la pauta que habrán de seguir los autores de repertorios lexicográficos posteriores. Poco después dio a la luz el Dictionarium ex hispaniensi in latinum sermonem o Vocabulario español-latín, cuya fecha de edición sigue siendo centro de controversia, si bien cada vez parece más probable la de 1495, el primer diccionario en el que las entradas pertenecen a una lengua moderna. Son obras nuevas y distintas de cuanto les había antecedido. Son modernas porque prescindió de los adornos inútiles, de las explicaciones amplias de carácter más o menos enciclopédico, que, por la tradición isidoriana, venían caracterizando a los diccionarios anteriores, y logró que la estructura de las entradas y artículos de sus diccionarios fuera uniforme, así como la de las abreviaturas y de la ortografía. A Nebrija no le interesaba la cosa nombrada, o lo anecdótico, sino las palabras que sirven para nombrar. El Vocabulario no es una simple transposición de las palabras del Diccionario como afirmaron algunos de sus coetáneos y como todavía hoy se repite de cuando en cuando. Las diferencias saltan a la vista en cuanto se compara el volumen de ambas obras, pues el Diccionario, en su primera edición, posee unas 28 000 entradas, mientras que el Vocabulario tiene menos, unas 22 500. Los dos repertorios no tardaron en publicarse conjuntamente (Estanislao Polono y Jacobo Komberger, Sevilla, 1503), y es lo que habitualmente se conoce como diccionario de Nebrija. La cantidad de ediciones que se hicieron, corregidas y aumentadas, es enorme (Alvar Ezquerra, 2022).

El estudio del trabajo lexicográfico con el latín y con el español realizado por el andaluz viene interesando a la investigación desde mediados del decenio de 1980. Hay que tener presente que la aproximación a los materiales nebrisenses se vio frenada durante mucho tiempo por la carencia de ediciones modernas de sus obras (Alvar Ezquerra, 1995, p. 9). Superada esa etapa, las investigaciones sobre el quehacer lexicográfico de Nebrija florecieron, y hoy podemos decir que han dado copiosos frutos. Las diferentes aproximaciones a la cuestión que se han venido realizando pueden agruparse de la siguiente manera:

a) Los repertorios de Nebrija como pioneros de la lexicografía moderna del español y del español con el latín. Dentro de este grupo destacan las disquisiciones de Soberanas (1992), Medina Guerra (1994, 1996; 2008), Salvador Caja (1994), Colón (1997) o Bustos Tovar (2011).

b) Aproximaciones generales a la figura de Nebrija como lexicógrafo. En esta línea, contamos con los trabajos de Alvar Ezquerra (1992, 1998; 2000), Díaz Tejeda (1993), Perona (1994), Vidal Díez (2002; 2010c) y Ahumada Lara (2006).

c) Estudios que comparan el contenido del Diccionario con el Vocabulario. Vencido el prejuicio inicial, que calificaba al segundo de simple trasposición del primero, han sido varios los estudios —como los de Acero Durántez (1985), los de García-Macho (1987, 1998a; 2010) o el de Alvar Ezquerra (1992)— que han apuntalado esta tesis.

d) Evolución de la lexicografía hispanolatina nebrisense desde sus ediciones príncipes. En este sentido, descuellan las aportaciones de García-Macho (1988, 1992, 1993, 1996b, 1998b, 2005, 2006; 2008) y Codoñer (2001).

e) Estudio del léxico incluido en la lexicografía hispanolatina de Nebrija. En el seno de este apartado hay trabajos tanto de carácter general (Guerrero Ramos, 1995; García-Macho, 1996a) como específico. Dentro de este segundo subgrupo contamos con aproximaciones al léxico de la construcción (García-Macho, 1991), al de la maquinaria agrícola (Alvar López, 1993), a la variación lexicográfica (Lépinette, 1994a), al de la navegación (Chamorro Martínez, 1994; López de Aberasturi, 1994; García-Macho, 2003; Espejo Muriel, 2006), a las variantes léxicas y a los derivados (García-Macho, 1995), a los fitónimos (Torres Montes, 1996), a los nombres propios (García-Macho, 1998b), al metalenguaje (Vidal Díez, 2003, 2010a, 2010b, 2012; Perdiguero Villarreal, 2006; Pellen, 2011), a los neologismos (Lleal Galcerán, 2009; Pujol Payet, 2012), al dialectal (Alvar López, 1994; Morala Rodríguez, 2011), al del comercio y la economía (García-Macho, 2014; 2020) y a determinados deverbales (Rost Bagudanch, 2016).

f) Proyección posterior de la lexicografía hispanolatina nebrisense. Dentro de este grupo destacan contribuciones como el trabajo de Colón (1992) sobre su proyección internacional; el de Lépinette (1994b) acerca de su influencia en la lexicografía francesa, o el de Alvar Ezquerra y Nieto Jiménez (2006) en la hispano-inglesa; las investigaciones de Galeote López (2003a, 2003b; 2005), que indagaron en el ascendiente del sevillano en el trabajo del franciscano Alonso de Molina; los de Alvar Ezquerra (2008; 2013) sobre su influjo en la obra del jerónimo Pedro de Alcalá; o el de Capra (2020), que ha analizado el rastro nebrisense en la obra de Alfonso de Ulloa.

g) Varia. Por último, contamos con los textos producidos por Mondéjar (1996); García-Macho (2002), que profundizaron en la macro y en la microestructura de las obras; por Rivarola (2006), que ahondó en las críticas de Juan de Valdés a la lexicografía nebrisense; por Echenique Elizondo (2012), que reflexionó sobre la pronunciación del castellano prerrenacentista a partir de la información contenida en estos repertorios; o los de Sánchez Salor (2019); Esparza Torres (2020), centrados en la datación exacta de la edición príncipe del Vocabulario.

En relación con los grupos recién establecidos, la presente contribución se sitúa a medio camino entre el c), comparación de los contenidos entre el Diccionario y el Vocabulario, y el e) estudio del léxico incluido en dichos repertorios.

2.3. DIFERENCIAS ENTRE EL DICCIONARIO (1492) Y EL VOCABULARIO (¿1495?)

El Diccionario y el Vocabulario son trabajos distintos, aunque “las coincidencias son inevitables por haber sido confeccionadas ambas obras por una misma persona y en un corto espacio de tiempo” (Alvar Ezquerra, 1992, p. 201). Por lo tanto, el trasvase de léxico de un repertorio a otro no fue mecánico (García-Macho, 1987, p. 94-95).

La primera diferencia que salta a la vista es la cuantitativa. Según las cifras más aceptadas por la comunidad investigadora, el Diccionario está compuesto por unas 28 000 entradas y el Vocabulario, por unas 22 5005. No obstante, “aunque no cuantitativamente, cualitativamente la riqueza de un repertorio y del otro son similares” (Alvar Ezquerra, 1992, p. 201).

Las disparidades entre un texto y otro no son solo cuestión de cantidad, sino que también lo son de contenido. Según Alvar Ezquerra (1992, p. 201) las disparidades en este sentido entre el Diccionario y el Vocabulario son estas:

a) A diferencia de la práctica seguida en el Diccionario, en el Vocabulario Nebrija agrupa las acepciones de una voz en una misma entrada siempre que estas no se extiendan por más de dos líneas.

b) El repertorio de 1492 recoge una mayor cantidad de nombres propios que el Vocabulario.

c) Un pequeño porcentaje de los adverbios latinos terminados en -er no pasó del Diccionario al Vocabulario.

d) Los latinismos léxicos del Diccionario no pasaron al Vocabulario.

e) Algunos materiales se perdieron en el paso de una obra a la otra.

Unos años antes, García-Macho (1987, pp. 92-96) había establecido las siguientes divergencias entre un texto y otro:

a) El Diccionario presenta un mayor número de grafías cultas y de cultismos que el Vocabulario.

b) En el Diccionario se manifiestan algunos rasgos fonéticos particulares, quizás de influencia catalana. Por el contrario, en el Vocabulario se pueden localizar rasgos gráficos gallego-portugueses.

c) El léxico propio de Andalucía —en especial, el de la Baja Andalucía (Alvar López, 1993, pp. 5-6)— y los arabismos están mucho mejor representados en el Vocabulario que en el Diccionario.

d) En el Vocabulario aparece un mayor número de arcaísmos y de nombres religiosos de la cristiandad que en el Diccionario.

Finalmente, Medina Guerra añadió que en el Vocabulario desaparecieron “las entradas latinas o griegas a las que seguían una traducción poco precisa del Diccionario” (2008, p. 63).

En resumen, pese a las lógicas similitudes, estamos antes dos textos que, aunque pensados para ser complementarios, presentas claras divergencias.

3. LOS TOPÓNIMOS PRESENTES EN LA LEXICOGRAFÍA HISPANOLATINA NEBRISENSE

En los siguientes apartados se va a analizar, desde un punto de vista cuantitativo y cualitativo, la presencia de topónimos en las obras mayores de lexicografía hispanolatina de Nebrija. Al término de dicho análisis, se establecerá una comparación entre esa realidad en el Diccionario y en el Vocabulario.

3.1. SU PRESENCIA EN EL DICCIONARIO (1492)

El número total de artículos con topónimos contenidos en el Diccionario es de 1190. Esta cifra, en relación con las 28 000 entradas de la obra, supone un 4.25% sobre el total. Sin embargo, el número total de topónimos alcanza los 1317, pues un mismo término puede servir para designar dos entidades o dos accidentes geográficos diferentes. Valgan como ejemplo de esta realidad los siguientes artículos:

Aulis.idis. por una ciudad y puerto de boecia.

Dardania.ae. por troia region o ciudad.

Elis.idis. ciudad o region de arcadia.

Fesula.ae. por monte y lugar de florencia.

Idalium.ii. monte y lugar en cipro isla.

La clasificación de los topónimos del Diccionario según la realidad designada queda recogida en la siguiente tabla:

Topónimo

Número

Porcentaje

Topónimo

Número

Porcentaje

Ciudad

521

39.23%

Barrio

5

0.37%

Río

178

13.40%

Heredad/villa/casa

4

0.30%

Región

161

12.12%

Puerta

3

0.22%

Mar

94

7.07%

Calle/vía/camino

3

0.22%

Monte(s)

90

6.77%

Parte

3

0.22%

Isla(s)

90

6.77%

Estrecho

2

0.15%

Lugar

69

5.19%

Fortaleza

1

0.07%

Lago

45

3.38%

Rocas

1

0.07%

Cabo

12

0.90%

Aguas

1

0.07%

Fuente

10

0.75%

Golfo

1

0.07%

Puerto

8

0.60%

Ponte

1

0.07%

Laguna

6

0.45%

Campo

1

0.07%

Bosque

5

0.37%

Otros

2

0.15%

TABLA 1: Tipos de topónimos presentes en el Diccionario (1492)

Hay que comenzar diciendo que Nebrija explicita claramente cuál es su naturaleza en la mayor parte de los topónimos consignados en su Diccionario. Sin embargo, hay un 4% (54 de los 1317) que hay que inferir, pues se omite esa referencia. Dicha realidad se puede comprobar en los siguientes artículos:

Albion.onis. por lo que agora es inglaterra. [Isla]

Ruscino.onis. por rosellon en francia. [Región]

Salo.salonis. por xalon en aragon. [Río]

Uerona.ae. por verona en lombardia. [Ciudad]

Si nos centramos ya en los datos de la tabla, cabe afirmar que casi el 40% de los topónimos consignados aluden a ciudades, muy por encima de cualquier otra entidad geográfica, ya sea política o física. A continuación, y por orden de presencia, aparecen los ríos; a muy corta distancia están las regiones. Seguramente esta etiqueta, región, sea la más amplia —y, por lo tanto, ambigua— de las empleadas por el andaluz, pues dicho término puede aludir a los siguientes referentes: a) países, b) regiones contenidas en estos o c) zonas o comarcas incluidas en estas. Esta pluralidad de significados queda evidenciada en los artículos encabezados por los lemas Aegyptus.i, Thessalia.ae. y Magnesia.ae:

Aegyptus.i. por egipto region de africa.

Thessalia.ae. region es de europa.

Magnesia.ae. por una region de thessalia.

No obstante, la interpretación del rótulo lugar resulta, en ocasiones, igual de compleja, ya que incluye también varios referentes distintos: por un lado, alude a puntos concretos de diferentes ciudades (Academia.ae en Atenas o Calabra curia en Roma) y, por otro, parece referirse también a poblaciones de menor consideración que una ciudad (Sisapo.onis en España o Bethleem en Palestina). Estas afirmaciones pueden comprobarse en los artículos correspondientes:

Academia.ae. un lugar cerca de athenas.

Bethleem. lugar de palestina. bar.

Calabra curia. cierto lugar en roma.

Sisapo.onis. por un lugar del andaluzia.

En el caso de monte y montes, el primero hace referencia a una colina, promontorio o montaña asilada y el segundo, a una cadena montañosa. Valgan como muestra los siguientes ejemplos:

Abila.ae. por un monte de africa contra tarifa.

Aetna.ae. por mongibel monte de sicilia.

Alpes.ium. por los montes entre italia y francia.

En otro orden de cosas, resulta especialmente curioso ahondar en los referentes que se esconden bajo los tipos de topónimos con menor presencia. Entre los bosques, se menciona el de las Ardenas (Arduentia.ae), localizado entre Bélgica, Luxemburgo y Francia; o el de Marica (Marica.ae), que aún existe en el extremo meridional del Lacio. En cuanto a los barrios, son cinco de la antigua Roma los mencionados (Argilentum.i, Carinae.arum, Septum.i, Sceleratus viccus y Subura.ae). No obstante, Nebrija todavía incorporó referencias a entidades aún más pequeñas de la antigua capital romana, como su cárcel (Tullianum.i), su capitolio (Tarpeius.ii) o los nombres de tres de las puertas de sus murallas (Minutia porta, Pandana.ae y Scelerata porta).

Por otro lado, la localización geográfica de los topónimos recogidos por el sevillano en su Diccionario también es muy plural, aunque hay cierta querencia por los propios de Grecia (incluidos Asia Menor y los archipiélagos del Egeo) e Italia, escenarios de los principales acontecimientos de la Antigüedad. En la siguiente tabla se detallen estos particulares:

Localización

Número

Porcentaje

Italia

390

29.61%

Grecia

320

24.29%

Asia Menor

120

9.11%

Próximo Oriente

100

7.59%

África

92

6.98%

España

92

6.98%

Asia

68

5.16%

Archipiélagos e islas del Egeo

44

3.34%

Francia

43

3.34%

Europa

19

1.44%

Alemania

9

0.68%

Islas Británicas

7

0.53%

Sin indicación

13

0.98%

TABLA 2: Localización general de los topónimos presentes en el Diccionario (1492)

Casi un 30% de los topónimos registrados por Nebrija nos llevan a lo que en nuestros días conocemos por Italia; dentro de esta, las regiones o ciudades con mayor presencia son, por este orden, las siguientes: Sicilia, Roma, Campania, Apulia y Lombardía. Sin embargo, son los topónimos del mundo helénico los que tienen un mayor peso, pues a los de la Grecia continental hay que sumar los de Asia Menor y los de los archipiélagos de Egeo, con lo que el porcentaje total asciende al 36.74%. Por lo tanto, las referencias a topónimos que guardan relación con la historia y la mitología grecolatinas alcanzan el 66.35%. En orden decreciente de importancia aparecen los topónimos localizados en Oriente Próximo (7.59%), donde las especificaciones más recurrentes son las intercambiables Palestina y Judea, íntimamente ligadas a la tradición bíblica. Dentro de la etiqueta África, 27 topónimos se localizan en Egipto. Los topónimos que aluden a elementos de la geografía física y política de la península ibérica suman 92 (el 6.98%), dentro de estos hay 11 menciones explícitas a Aragón, 10 al Andaluzía, cinco a Galizia y dos a Catalueña. Además, resulta interesante comprobar cómo Nebrija incluye una gran cantidad de toponimia alusiva a su área natal, la Baja Andalucía, que llega a representar más del 13% del total de los topónimos peninsulares:

Asta.ae. colonia fue de romanos cerca de lebrija. [Por Jerez de la Frontera]

Bethys.is. por guadalquevir rio de españa.

Cimbis.is. por un lugar del andaluzia. [Por San Fernando]

Gades.ium. por calez isla de españa.

Erythrea.es. por la isla de calez

Gaddir.iris. por la ciudad desta isla.

Hispalis.is. por sevilla ciudad de españa.

Italica.ae. por cierta ciudad cerca de sevilla.

Mare gaditanum. por el mar de calez.

Mnesthei portus. por el puerto de barrameda.

Nebrissa.ae. lugar es de españa antiguo.

Romula.ae. por sevilla ciudad de españa.

El resto de las localizaciones tienen mucha menor presencia. Por Europa se entiende todo lo que no es Grecia, Italia, Francia, España, Alemania e Islas Británicas; y por Asia, todas las regiones más allá del Próximo Oriente y de Asia Menor.

3.2. SU PRESENCIA EN EL VOCABULARIO (¿1495?)

El número total de artículos con topónimos contenidos en el Vocabulario es de 357. Esta cifra, en relación con las 22 500 entradas de la obra, supone un 1.58% sobre el total. En el caso de esta obra, cada artículo incluye un único topónimo, por lo que no hay variación cuantitativa.

La clasificación de los topónimos del Vocabulario según la realidad designada queda recogida en la siguiente tabla:

Topónimo

Número

Porcentaje

Topónimo

Número

Porcentaje

Ciudad/villa

169

47.19%

Cabo

9

2.52%

Región

84

32.59%

Monte(s)

6

1.68%

Mar

33

9.26%

Continente

4

1.12%

Isla(s)

27

7.58%

Puente

1

0.28%

Río

21

5.89%

Otro

4

1.12%

TABLA 3: Tipos de topónimos presentes en el Vocabulario (¿1495?)

En el Vocabulario hay muchos artículos en los que no se explicita ante qué clase de topónimo está el lector. Esta realidad, que afecta a 62 entradas (lo que supone un 17.41% sobre el total), puede verse en los ejemplos incluidos a continuación:

Arabia la desierta. arabia deserta.

Calahorra. calaguris.is.calagurina.ae.

Castilla la vieja. hispania tarraconensis.

Guadalquevir. bethis.is.

Santiago de galizia. compostela.ae.

Casi la mitad de los topónimos consignados designan ciudades y, dentro de estos, 14 aluden a villas (todas situadas en España, menos una, Medina, más general):

Alva villa sobre tormes. alba.ae.

Benavente villa de castilla. beneuentum.i.

Caceres villa de españa. castra caecilia.

Caçorla villa de españa. castaon.onis.

Carmona villa del andaluzia. carmonia.

Cartama villa cerca de malaga. cartima.ae.

Çalamea villa de la serena. iulipense municipium.

Escalona villa de españa. ascalon.onis

Medellin villa de la serena. caecilia gemellina.

Medina villa en muchas p(ar)tes. methynna.ae.

Olmedo villa de castilla. ulmetum.i.no.

Ossuna villa del andaluzia. asala.ae.

Padron villa de galizia.

Tarifa villa del andaluzia.

La etiqueta región se muestra, nuevamente, muy abarcadora, ya que se emplea tanto para aludir a realidades geográficas de muy distinta entidad y extensión (Andalucía y Aragón frente a Arabia y Turquía):

Andaluzia region de españa. bethica.ae.

Arabia region de asia. arabia.ae.

Turquia region de turcos. turcia.

Aragon region de españa. tarraconensis.

Resulta llamativo cómo aparecen dobletes dentro de las referencias a algunos mares. Esto es lo que ocurre con las alusiones al Adriático y al Egeo:

Adriatico mar de venecia. mare superum.

Arçapielago mar. mare aegeum.

Mar de venecia. mare adriaticum.

Mar del arçapielago. mare aegeum.

En otro orden de cosas, la localización geográfica de los topónimos incluidos en el Vocabulario también es muy variada. Dicha pluralidad puede comprobarse a partir de los datos incluidos en la tabla siguiente:

Localización

Número

Porcentaje

España

124

34.55%

Italia

78

21.91%

Francia

31

8.70%

Asia

23

6.46%

África

22

6.17%

Asia Menor

15

4.21%

Alemania

13

3.65%

Portugal

11

3.08%

Próximo Oriente

11

3.08%

Islas Británicas

10

2.80%

Europa

9

2.52%

Grecia

7

1.96%

Archipiélagos e islas del Egeo

2

0.56%

Sin indicación

3

0.84%

TABLA 4: Localización general de los topónimos presentes en el Vocabulario (¿1495?)

En el Vocabulario, los topónimos españoles son los mayoritarios y superan el 35% del total. Si sumamos los nombres geográficos correspondientes a las distintas zonas de Europa (descontada Grecia), el porcentaje sube hasta el 77.21%. Frente a este dato, el mundo helénico (Grecia más Asia Menor y archipiélagos del Egeo) alcanza solo el 6.73%; los topónimos del Próximo Oriente solo suponen el 3.08% del total. Por su parte, los artículos que aluden a lugares de los continentes asiático (excepto Asia Menor y Próximo Oriente) y África solo suponen el 12.63%.

3.3. TOPÓNIMOS COMPARTIDOS POR EL DICCIONARIO (1492) Y EL VOCABULARIO (¿1495?)

Los topónimos que se encuentran en ambas obras son 204. Esto supone que, de los topónimos del Vocabulario, el 57.30% también está presente en el Diccionario y que este solo comparte con el primero el 15.48% de ellos.

Los topónimos compartidos por ambos repertorios aluden en el 45.58% de las veces a ciudades (93 de los 204 ejemplos); en el 24.01% (49 de 204), a regiones; y el 13.72%, a mares (28 de 204). Las menciones a islas (7.18%), ríos (4.77%) y cabos (1.16%) son mucho menos numerosas.

La localización geográfica de los topónimos compartidos es esta: España (28.43% y 58 de 204 ejemplos), Italia (26.47% y 54 de 204 ejemplos), Francia (7.84% y 16 de 204 ejemplos), África (7.35% y 15 de 204 ejemplos), Asia (6.86% y 14 de 204 ejemplos), Asia Menor (3.92% y 8 de 204 ejemplos), Próximo Oriente (3.92% y 8 de 204 ejemplos), Europa (3.92% y 8 de 204 ejemplos), Grecia (1.96% y 4 de 204 ejemplos), Portugal (1.47% y 3 de 204 ejemplos), Alemania (1.47% y 3 de 204 ejemplos), Islas Británicas (1.47% y 3 de 204 ejemplos) y sin marca concreta (0.98% y 2 de 204 ejemplos).

4. CONCLUSIONES

A partir del cotejo de los topónimos contenidos en el Diccionario y en el Vocabulario de Nebrija, se pueden extraer las siguientes conclusiones:

a) La primera diferencia entre un corpus y otro es cuantitativa: en el Diccionario, el porcentaje de topónimos respecto al total de artículos del repertorio es del 4.25%; en el Vocabulario esa cifra baja hasta el 1.58%.

b) En el Diccionario, en algunas ocasiones, un mismo artículo puede contener referencias a más de un topónimo del mismo nombre. En el Vocabulario no se da nunca esta situación: en cada artículo solo se hace referencia a un único topónimo.

c) En el Diccionario se explicita en el 96% de los artículos la naturaleza del topónimo referido (ciudad, región, río…). Sin embargo, en el Vocabulario esa cifra desciende hasta el 82.59%; por lo tanto, en esta segunda obra se apela en mayor medida al conocimiento extralingüístico del hablante.

d) Según su naturaleza, los topónimos más frecuentes incluidos en el Diccionario son las ciudades, los ríos y las regiones. Por su parte, en el Vocabulario destacan las ciudades, las regiones y los mares. En ambas obras, la referencia a diferentes urbes es claramente superior (39.23% y 47.19%, respectivamente) al resto de localizaciones geográficas.

e) En ambos repertorios, la etiqueta de región es la más inespecífica.

f) En el Vocabulario se ha atestiguado la presencia de algunos dobletes. En el Diccionario también, aunque en menor proporción.

g) Respecto a la localización geográfica de los topónimos. En el Diccionario, un 66.15% aluden a puntos de la península italiana (con preferencia por Roma y la zona de la Magna Grecia), de la Grecia continental, de las colonias griegas de Asia Menor y de los archipiélagos helenos del Egeo; puntos estrechamente relacionados con la historia y la mitología grecolatinas. Cabe destacar también que un 13% de los topónimos españoles contenidos en el repertorio de 1492 se radican en la Baja Andalucía, el área natal de Nebrija. Por su parte, un 77.21% de los topónimos del Vocabulario hacen referencia a realidades de la geografía física o política de Europa, entre ellas destacan las españolas (34.55% del total). En esta ocasión, el mundo helénico (Grecia, Asia Menor y archipiélagos del Egeo) tiene una presencia residual, de solo el 6.73%. También es destacable que, en el Vocabulario, los topónimos portugueses poseen etiqueta propia y se deshacen de la genérica España, herencia de la Hispania latina.

h) Los topónimos que se encuentran en ambas obras son 204: un 57.30% de los topónimos del Vocabulario son heredaros por el Diccionario, pero el segundo solo comparte con el primero el 15.48% de ellos. Los topónimos compartidos hacen referencia, especialmente, a ciudades españolas e italianas.

Así, y en lo que respecta a la información geográfica recogida, cabe afirmar que ambos repertorios son obras muy diferentes. Desde un punto de vista cuantitativo, se confirma la afirmación de Alvar Ezquerra (1992, p. 201), según la cual el Vocabulario poseía menos nombres propios que el Diccionario. Pero, además, también hay una clara diferencia cualitativa: los topónimos del Diccionario responden a la tipología de los incluidos en los glosarios latinos medievales, unos repertorios que eran entendidos como herramientas para la traducción de los textos clásicos (Castro, 1936, p. XI), tal como ocurre hoy con los diccionarios escolares latín-español o griego-español. Por lo tanto, resulta perfectamente lógico que la mayor parte de los topónimos incluidos en el Diccionario aluda a espacios relacionados con la historia y la mitología de la Antigüedad clásica, igual que hacen hoy los mencionados diccionarios bilingües escolares. Por su parte, los topónimos recogidos por el Vocabulario responden más a las necesidades de su tiempo, centradas en el área de influencia de los reinos hispánicos: la Europa occidental (García-Macho, 1998b, p. 198).

Pese a que la inclusión de este tipo de léxico —más relacionado con la realidad extralingüística que con el significado lingüístico— no sería aceptable dentro de los postulados de la lexicografía actual, ha de subrayarse una vez más la visión de futuro y el carácter actualizador de Elio Antonio de Nebrija respecto a los usos diccionarísticos pretéritos. Tal afirmación ha quedado confirmada en este trabajo por las diferencias entre los corpus estudiados: mientras que el del Diccionario “se sitúa en un plano helenista y latinista” (García-Macho, 1987, p. 92), al hilo de las necesidades eruditas de los humanistas del momento, el del Vocabulario responde a las necesidades prácticas de los lectores contemporáneos, que empleaban el latín como idioma internacional de comunicación (Monreal Pérez, 2016, p. 149).

Además, y en la línea de las cuestiones analizadas en estas páginas, hay un segundo elemento que permite subrayar el carácter precursor del profesor de la Academia salmantina dentro de la lexicografía moderna del español y su calidad como filólogo: en las segundas ediciones de ambas obras (Burgos, 1512 y Sevilla, 1516), los topónimos, junto con el resto de los nombres propios, fueron eliminados. En el Vocabulario se hizo de raíz, por lo que no dejaron rastro, pero en el Diccionario pasaron a un glosario independiente. Así, con su decisión, Nebrija fue estableciendo los criterios que regirían la aceptación de voces en la lexicografía moderna.

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1 La fecha de nacimiento de Nebrija es una cuestión controvertida. En este caso, se ha aceptado la propuesta de Alvar Ezquerra (2022).

2 Que no fue más que una reimpresión de la edición facsimilar realizada por la Real Academia Española en 1951.

3 Por lo tanto, se ha centrado la atención únicamente en el Diccionario y en el Vocabulario. No han sido estudiadas las características ni se han mencionado los estudios realizados sobre las nomenclaturas menores nebrisenses, como el Lexicon seu Parvum vocabularium (Fadrique de Basilea, Burgos, 1493), la Aenigmata iuris ciuilis ([Juan de Porras, Salamanca, 1506) o el Lexicon illorum vocum quae ad medicamentariam artem pertineren (Arnao Guillén de Brocar, Alcalá de Henares, 1518).

4 La cuestión analizada guarda una íntima relación con el tratamiento morfosintáctico del nombre propio, un particular que ha preocupado a todos los gramáticos que se han acercado a la descripción de la lengua española desde los orígenes. Ya el propio Nebrija ahondó en ello en su Gramática castellana de 1492:
Los accidentes del nombre son seis: calidad, especie, figura, género, número y declinación por casos. Calidad en el nombre es aquello por lo cual el nombre común se distingue del propio. Propio nombre es aquel que conviene a uno solo, como César o Pompeyo. Común nombre es aquel que conviene a muchos particulares […] como hombre es común a César o a Pompeyo; ciudad a Sevilla o a Córdoba; río a Duero o Guadiana. (Nebrija, 1492).
Desde entonces, el asunto se ha abordado en multitud de ocasiones. Algunas de las últimas aproximaciones importantes a este realizadas en relación con el español son las de Fernández Leborans (1999) o Bajo Pérez (2002).

5 No obstante, Guerrero Ramos (1991, p. 232) afirmó que el número de entradas del Vocabulario era de 19 384.