NEBRIJA Y EL CAMBIO DE PARADIGMA CULTURAL EN LA EDUCACIÓN CASTELLANA (SS. XV-XVI)1

NEBRIJA AND THE CULTURAL PARADIGM CHANGE IN CASTILIAN EDUCATION (15TH AND 16TH CENTURIES)

Guillermo Alvar Nuño

Universidad de Alcalá
Instituto Universitario de Investigación en Estudios Medievales y del Siglo de Oro “Miguel de Cervantes” (IEMSO)

guillermo.alvar@uah.es

RESUMEN

A menudo, se ha presentado a Antonio de Nebrija como un “debelador de la barbarie”, pero pocas veces se ha explicado en qué consistió tal barbarie. Esta contribución pretende situar la obra de Antonio de Nebrija en dos ejes. El primero, cronológico, en el que se intentará explicar en qué medida sus escritos marcaron un cambio respecto a la tradición anterior y de qué manera se debe entender su labor humanística. El segundo eje es de tipo espacial, y con él se pretende destacar cómo Nebrija fue uno de los autores –no el primero, desde luego, pero quizás sí el más importante– que cambiaron el paradigma cultural en Castilla, al abandonar la influencia que ejercía Francia y situarse bajo la de los intelectuales italianos.

Palabras clave: gramática, Antonio de Nebrija, Lorenzo Valla, escolástica, humanismo.

ABSTRACT

Antonio de Nebrija has often been claimed to be a "slayer of barbarism", but rarely has it been explained what such barbarism consisted of. This contribution aims to situate the work of Antonio de Nebrija along two axes. The first is chronological, in which an attempt will be made to explain to what extent his writings marked a change with respect to the previous tradition, and how his humanistic work should be understood. The second axis is of a spatial nature, and with it is intended to highlight how Nebrija was one of the authors –not the first, of course, but perhaps the most important– who changed the cultural paradigm in Castile, by abandoning French influence and placing himself under that of Italian intellectuals.

Keywords: grammar, Antonio de Nebrija, Lorenzo Valla, scholasticism, humanism.

DOI: https://doi.org/10.17561/rilex.5.3.7449

1. INTRODUCCIÓN

Es lugar común asignar a Antonio de Nebrija el epíteto “debelador de la barbarie” (Alvar Ezquerra, 2022), título que, por otra parte, él mismo se encargó de difundir2. En efecto, se han utilizado a menudo las noticias que refirió de sí mismo en el Dictionarium ex Hispaniensi in Latinum sermonem –llamado habitualmente Diccionario hispano-latino– para ilustrar la figura del sabio lebricense. Pues Nebrija decía:

Assí que en edad de diez y nueue años io fue a Italia, no por la causa que otros van, o para ganar rentas de iglesia o para traer fórmulas del derecho civil y canónico o para trocar mercaderías, mas para que por la lei de la tornada después de luengo tiempo restituiesse en la possessión de su tierra pérdida los autores del latín que estauan ia muchos siglos avía desterrados de España. (Dict. ex Hisp., fol. 3v1)3

Mediante esta narrativa, construyó Nebrija una imagen heroica de sí mismo que ha perdurado hasta la actualidad, según la cual él había recibido la misión poco menos que mesiánica de recuperar el mundo clásico en la península ibérica: “Nunca dexe de pensar alguna manera por donde pudiesse desbaratar la barbaria por todas las partes de España tan ancha y luengamente derramada” (Dict. ex Hisp., fol. 3v1-4r1). Y así, como el protagonista de algún poema épico, empezó a librar su batalla gramatical asaltando fortalezas del saber:

Assí io para desarraigar la barbaria de los ombres de nuestra nación, no comencé por otra parte sino por el estudio de Salamanca, el qual como una fortaleza tomado por combate, no dudava io que todos los otros pueblos de España vernían luego a se me rendir. (Dict. ex Hisp., fol. 4r1).

Aunque esta narrativa heroica resultara tremendamente sugerente, Nebrija no fue ni mucho menos el primer héroe de un humanismo gramatical; si fue, quizás, el primero en implantar en la península ibérica la nueva metodología italiana para el estudio del latín. Para valorar adecuadamente el significado de la obra de Antonio de Nebrija en ámbito educativo, resulta imprescindible comprender en qué medida contribuyó a cambiar la manera de aprender en la España de su época. Si Nebrija siempre ha parecido un adelantado a la Castilla de su época, ha sido porque durante su estancia en Bolonia (1465-1470) supo asimilar las propuestas de los humanistas italianos, quienes llevaban ya tiempo renegando del latín medieval, insistiendo en la importancia de emplear un buen latín al modo clásico y ofreciendo ediciones depuradas de textos de los grandes nombres de la lengua latina –antiguos, pero también modernos–4. Su periodo en suelo itálico le permitió regresar a España no como un humanista consumado, pero sí como un humanista en ciernes, por usar una expresión reciente5.

Sin embargo, el modo en que se estaba desarrollando el movimiento humanístico también admite matizaciones. La más importante de todas ellas es quizás que los humanistas italianos no rompieron con la tradición medieval, sino que la situación que presentaba el estudio de la lengua latina en la Italia del s. XV era, como suele suceder con los cambios profundos, una mezcla compleja entre tradición e innovación, de modo que algunos de los más insignes estudiosos de este periodo prefieren hablar de un “cambio de moda” más que de una “revolución educativa”6. En las siguientes páginas intentaré explicar qué novedades introdujo Nebrija en Castilla, influido por su estancia en Italia, respecto la forma de enseñar latín en la Universidad, pero sin perder de vista que la educación medieval proporcionó los cimientos sobre los que elevar la cultura renacentista7.

En primer lugar, se debe puntualizar que Nebrija se llamaba a sí mismo grammaticus, profesión de la que se sentía profundamente orgulloso. Se presentó en el prólogo a las Introductiones latinae8 como Aelius Antonius Nebrissensis Grammaticus, un nombre construido plenamente a la romana, como él mismo indicó, con su praenomen, nomen, cognomen y agnomen. Daba a entender, en efecto, que el uso de un latín pulido empezaba desde la manera misma de llamarse. En su explicación acerca del agnomen, dijo:

Grammaticus. Nomen est professionis, neque enim dedignati sumus nos a professione censeri, que nobis tantum honoris peperit quantum, etiam me tacente, obtrectatrores mei fatentur.

Gramático. Es el nombre de mi profesión y, en efecto, no nos ha avergonzado que se nos valore a partir de nuestra profesión, que nos ha procurado tanta honra cuanta, incluso sin decirlo yo, me conceden mis detractores9.

¿Por qué se dio este interés renovado en la gramática? Probablemente, la respuesta más clara a este interrogante se encuentra en las Elegantiae linguae latinae (“Elegancias de la lengua latina”) de Lorenzo Valla, a quien Nebrija admiraba profundamente10. Valla se empleó a fondo con una retórica arrolladora desde el comienzo mismo de las Elegantiae. En efecto, las palabras con las que abría el proemio establecían una correlación entre el poder de un territorio y la capacidad para difundir su idioma11. Relataba a continuación cómo la lengua de los romanos se fue imponiendo tanto en Occidente como en el norte de África y adquirió un estatus de lengua célebre, como si se tratara de la reina de todas. Solo de la mano de la lengua se podía adquirir el conocimiento, en la medida en que permite dejar registro escrito de todo saber y es el alimento del alma. En definitiva, lo que se expandía junto con el Imperio romano y con la lengua latina era la civilización frente a la barbarie.

En cambio, Valla decía sufrir porque, desde la caída del Imperio romano, el latín había quedado secuestrado en la Galia y allí se había degradado. La corrupción del latín, según su opinión, de una melancólica nostalgia que remontaba a Petrarca, implicaba la pérdida del saber, pues las artes se deterioraban en la misma medida en que lo hacía la lengua. El uso de un latín correcto, bajo el canon de la literatura clásica, era una premisa básica para corregir el degrado de toda la civilización europea después de Roma. Si se limpiaba y depuraba la lengua, se limpiaba y depuraba el saber. Ese principio justificaba el trabajo de Valla en las Elegantiae, pero también el que rigió la vida y obra de Nebrija como educador12.

Detrás de toda esta retórica yacía un fondo de verdad, aunque expuesto con exagerado patetismo. Es cierto que el corazón de la latinidad se había desplazado hacia el norte durante los siglos medievales, y sin duda el territorio de la Galia, o, para ser más precisos, ese territorio que comprendía la suma de la Francia occidentalis –el territorio de la actual Francia más la Inglaterra anglo-normanda– y la Francia orientalis –los estados germanos y, por tanto, el Sacro Imperio Romano Germano–, había ejercido una primacía en el estudio y enseñanza del latín. No en vano, era siempre al norte adonde se dirigían los humanistas italianos del s. XV, como Francesco Petrarca o Poggio Bracciolini, en busca de manuscritos con obras clásicas13.

2. LOS CAMBIOS EN LA ENSEÑANZA DE LA GRAMÁTICA LATINA DE LA ANTIGÜEDAD A LA EDAD MEDIA

Para enmarcar la lucha de un Valla o de un Nebrija por dar lustre a una lengua latina que consideraban que llevaba siglos maltratada, conviene echar la vista atrás y empezar por el fin del Imperio romano, que vino a marcar el principio de esta decadencia14. En los siglos IV-VI d.C., la larga tradición gramatical grecorromana tuvo como fruto dos tipos de obra dedicada al estudio de la lengua: por un lado, los grandes manuales para el estudio de la gramática, cuyos nombres más insignes son Elio Donato y Prisiciano, y los grandes comentarios a obras clásicas, siendo los comentarios del propio Donato a Virgilio y Terencio, el de Mauro Servio Honorato a Virgilio y el de Macrobio al Somnium Scipionis de Cicerón dos ejemplos paradigmáticos de este segundo tipo. Tanto en un caso como en otro se trataba de estrategias de aproximación a la lengua y a sus textos que se practicaban al menos desde época de la Grecia helenística y se corresponden con una parte teórica y de definición (‘horística’), es decir, de conocimiento y uso correcto de la lengua, y otra parte que se encargaba de explicar los textos (‘exegética’)15.

En este periodo diversas circunstancias obligaron a la producción de este tipo de obras. Así, Holtz explicó de forma tremendamente evocadora que la gramática de Donato se realizó en víspera de las grandes transformaciones que iba a sufrir el Imperio Romano, en un contexto en el que todo ‘parecía’ como antes: instituciones políticas, vida ciudadana, sistema escolar. En su gramática se habían sedimentado varios siglos de enseñanza gramatical16. Pero –explicaba el erudito francés– su obra era como el Arco de Constantino: estaba hecha de elementos reutilizados, pero se trataba al mismo tiempo de un trabajo de artista que había sabido amalgamar las diferentes piezas para realizar una síntesis feliz, que iba a representar para las generaciones futuras un monumento inolvidable de la civilización antigua.

Probablemente a Donato se debe, por ejemplo, una división de la gramática en minor y maior17, en correspondencia con su Ars minor, un manual breve y propedéutico, y su Ars maior, en tres libros y, en consecuencia, más exhaustivo; el primero habría sido elaborado después del segundo y sería, por tanto, una versión reducida18. El éxito de la obra de Donato se debió sin duda a su carácter didáctico y sistemático, y se puede constatar por la gran cantidad de comentarios que recibió su obra ya desde época antigua19. Con el paso del tiempo, a Donato se le tendría un respeto reverencial porque, además, fue el maestro de Jerónimo de Estridón.

La otra gran obra de gramática que legó la Antigüedad tardía fueron las Institutiones grammaticae de Prisciano (ss. V-VI), profesor de esta disciplina en Constantinopla, es decir, en zona grecoparlante. Las Institutiones abarcan dieciocho libros, lo que hace de ellas el manual más extenso y teórico que legó el mundo tardorromano. Su éxito, como en el caso de Donato, se debió a su sistematicidad; de hecho, las Institutiones incorporaron la mayor parte de la información proporcionada por el Ars maior. Pero la obra de Prisciano incorporaba un nuevo enfoque al estudio de la gramática: estaba pensada para estudiantes cuya lengua nativa no era el latín20. En efecto, se piensa que la lengua materna de los estudiantes de Prisciano era el griego, aunque hablaran buen latín. A estas gramáticas se las denomina de tipo regulae (es decir, gramáticas descriptivo-normativas), pues intentan estructurar el estudio de la lengua según paradigmas o construcciones lingüísticas que siguen una misma mecánica.

Aunque relegados a escuelas monásticas y episcopales, tanto Prisciano como, sobre todo, Donato, fueron estudiados en estos siglos oscuros (VII-VIII), admirados e imitados en época carolingia (ss. IX-X) y muy utilizados especialmente hasta los ss. XII-XIII, cuando la creación de la Universidad impuso nuevas metodologías, como se verá más adelante. Con todo, estas no sustituyeron en ningún caso el valor o auctoritas que tuvieron Donato o Prisciano21.

Por desgracia, a pesar de estos esfuerzos el conocimiento del latín se deterioró enormemente. A título ilustrativo, cualquier estudio sobre el latín medieval debe comenzar señalando los cambios más sustanciales con respecto al latín de época clásica, y afectan a todos los niveles. Se dieron cambios fonético-fonológicos, como confusiones vocálicas y también consonánticas; morfosintácticos, como confusión con las declinaciones de los nombres y las conjugaciones de los verbos, o el abuso de conjunciones como quod y quia en construcciones ajenas al latín clásico; léxicos, con la entrada de voces de ámbito religioso tanto desde el griego (episcopus o propheta) como desde el hebreo (Satanas o sabbatum), desplazamientos semánticos, como fides, que pasó de significar ‘confianza’ a designar la ‘fe’ cristiana, o caro ‘carne’, que adquirió valores peyorativos y, por supuesto, la llegada de voces desde el germano (guerra en vez de bellum) y del árabe, como mahometus o miramomelinus (del árabe ʾamīr al-muʾminīn, literalmente “líder de los creyentes”). El otro gran cambio tuvo que ver con la prosodia, que dejó de basarse en las cantidades vocálicas y tuvo que buscar nuevos recursos rítmicos, tales como el acento de intensidad y la rima22.

3. LA INFLUENCIA DE LA ESCOLÁSTICA EN LA ENSEÑANZA DEL LATÍN

Pero los cambios socioculturales de los ss. XI y, sobre todo, XII, afectaron también a la consideración que se tenía del latín y, en consecuencia, a la composición de gramáticas23. Quizás, la novedad más importante de esta época fue el nacimiento de las universidades, motivada por la cantidad creciente de estudiantes24 debido a la necesidad política que se dio en la Europa cristiana de disponer de un número cada vez más amplio de gentes letradas. Ello implicó una institucionalización de la educación, ahora bajo el control más o menos directo del papado o de alguna autoridad laica importante, como un emperador o un rey. Esta regularización y control del proceso educativo se amparó en las disposiciones de dos concilios, el III Concilio de Letrán (canon 18), de 1179, y el IV Concilio de Letrán (canon 11), de 1215. Una de las medidas más importantes de este proceso consistió en la emisión de títulos, llamados licentiae ubique docendi (“licencias para enseñar en cualquier lugar”), a quienes deseaban enseñar si superaban una serie de pruebas, tanto de conocimientos doctrinales como morales. Por tanto, la enseñanza empezó a someterse a patrones de estandarización; a su vez, esta estandarización permitió una gran movilidad tanto de estudiantes, que se veían atraídos por la calidad de los estudios de un centro o profesor determinados, como de los profesores, en la medida en que la licentia les permitía enseñar en cualquier lugar de la Europa cristiana25. Otro cambio crítico que se dio en este periodo y que está íntimamente relacionado con las universidades fue la asimilación de las teorías aristotélicas –el “Aristóteles latino”– del s. xi en adelante, que dio lugar, entre otras cosas, al nacimiento de la escolástica.

Estos y otros procesos afectaron sensiblemente a la manera de enseñar latín26. En su día, Haskins señaló que el s. XII fue un periodo de recuperación de lo clásico y el latín que se producía en los centros de cultura fue razonablemente bueno, por mucho que se desviara de la norma clásica o de los mejores logros de los literatos de la época27. A este periodo se debe el surgimiento de un nuevo tipo de gramática, llamada por los estudiosos “gramática especulativa”, que consistió en la integración de la descripción gramatical del latín, según el modelo de Donato y Prisciano, dentro del sistema de pensamiento de la filosofía escolástica28. Frente a esta corriente, que hablaba de principios generales a los que había que someter a la lengua, se desarrolló otra que se ha definido como “gramática práctica”, preocupada en cambio por cómo transmitir las particularidades y excepciones inherentes a cada lengua, en este caso, la latina.

Como señalaron Bourgain y Hubert, el latín de época bajomedieval se volvió menos poético e innovador en la medida en que la gramática servía de preámbulo a la lógica29. La pérdida de expresividad en las oraciones permitió, en cambio, formularlas de manera más simple, lo que favorecía las necesidades del razonamiento. Precisamente, la innovación científica de esta época dio lugar a la creación de un gran caudal de léxico abstracto de carácter científico que no tenía nada que ver con el mundo antiguo y que se caracterizaba por dar preferencia a valores denotativos sobre valores connotativos. Por otro lado, la sintaxis tendió a la simplificación y el estilo, a la monotonía. Este latín árido permitía una comunicación clara y concisa a filósofos, lógicos y matemáticos en detrimento de la belleza poética. De este periodo son frecuentes expresiones tan poco clásicas como uidetur ut non… (“parece que no…”) o primum putandum est quod… (“en primer lugar, se debe pensar que…”).

Las nuevas necesidades favorecieron la aparición de nuevos manuales para aprender o perfeccionar el latín en diferentes etapas del aprendizaje. Por ejemplo, se pasó paulatinamente de una estructura típica de Donato, uox > littera > syllaba > partes orationis > oratio (“sonido > letra > sílaba > partes del discurso > discurso”) a otro tipo de estructura, que también trae su origen a escritos donatianos, que dividía la gramática en preceptiua, prohibitiua y permissiua, es decir, en normas gramaticales –ortografía, etimología, prosodia y sintaxis–, errores gramaticales que se debían evitar y el uso de colores retóricos30. Además, se caracterizaron por estar escritos normalmente en verso para facilitar su memorización. Se deben destacar principalmente tres obras: el Doctrinale (1199) de Alejandro de Villedieu, el Graecismus (1212) de Evrerardo de Béthune y el Catholicon (1286) de Juan de Génova.

El Doctrinale era un complemento a otras dos obras que escribió y que no se han conservado, el Alphabetum minus –complemento o sustituto del Ars minor de Donato– y un Alphabetum maius, a veces identificado con Prisciano. El éxito radicó precisamente en que se alejó de los presupuestos gramaticales de Prisciano y actualizó el aprendizaje del latín a las necesidades de la época31. Por ejemplo, en el prólogo mismo instaba a explicar en lengua vernácula la gramática latina hasta que el estudiante tuviera competencia suficiente (Doctr., vv. 7-10)32. En otro pasaje, asumía que las cantidades vocálicas ya no se usaban –probablemente, él mismo tendría un conocimiento limitado de las reglas de la prosodia latina–, e introdujo el extraño concepto de “acento moderado” (Doctr., vv. 2290-2295). Además, empleaba como verso el hexámetro, con tendencia a hacerlos leoninos –es decir, con rima interna–, de reciente creación. Innovaciones de este tipo y la preferencia por autores cristianos mejor que paganos, pues estaba pensada para preparar a la lectura de la Vulgata, garantizaron la enorme difusión de esta obra33. Cabe destacar que los estatutos de las universidades de Toulouse (1238), París (1366) o Viena (1389) la impusieron en su plan de estudios.

El Graecismus (1212), también en verso, acompañó al Doctrinale y lo complementó, ya que ninguno de los dos abarcaba todos los aspectos de la gramática latina34. Al Graecismus se le asignó tal nombre debido al libro viii, en donde trataba de voces griegas. Este manual pretendía ocuparse de las differentiae, es decir, de voces que no debían confundirse con otras, pero destacó también por ocuparse de figuras retóricas y tropos, aspecto propio de las artes poeticae que también se andaban componiendo en época bajomedieval. Al igual que le sucedió al Doctrinale, la vigencia del Graecismus quedó probada por los numerosos comentarios que se le hicieron a la obra. Su éxito quedó atestiguado porque fue incluido junto con el Doctrinale en la Universidad de París en las constituciones de 136635, por lo que ambos sustituyeron en buena medida a Prisciano como métodos de aprendizaje.

El Catholicon, por último, también tenía como finalidad aclarar aspectos oscuros en la lectura de la Vulgata, según indicó su autor, Juan de Génova36. Este manual prefería el método de Donato de estudiar los particulares del vocabulario latino más que orientar la gramática según las teorías que imponía filosofía, y en su composición fue muy fiel a Prisciano. A pesar de ello, Juan de Génova no pudo evitar la interferencia de la gramática especulativa, por ejemplo, en cuestiones morfológicas que planteaban dificultades. Por otro lado, atendía a un aspecto novedoso en una gramática de la época, que era el léxico, lo que entronca el Catholicon con otra tradición, la de los vocabularios, que había tenido ilustres representantes como Papias el lombardo (Elementarium doctrinae rudimentum, s. XI) o Uguccione da Pisa (Liber deriuationum, s. XIII)37.

De manera paralela, en época medieval se escribieron numerosas artes poéticas, que pretendían ayudar al estudiante a componer sus propios versos. Son muy conocidas, por ejemplo, el Ars uersificatoria de Mateo de Vendôme (s. XII), la Poetria noua de Geoffrey de Vinsauf (principios del s. XIII), el Laborintus de Everardo el Alemán (mediados del s. XIII) y la Parisiana poetria de Juan de Garlandia (mitad del s. XIII)38.

Estas gramáticas y artes retóricas se complementaron con diferentes textos prácticos. Una de las colecciones más famosas que se conformó en la Baja Edad Media fue la de los Auctores sex (“los seis autores”), que evolucionaron hasta conformar un canon conocido como Auctores octo (“los ocho autores”) y que, complementando lecturas bíblicas como los Salmos o el Libro de los Proverbios, iniciaban a los niños de forma simultánea en la práctica del latín y en los dogmas de la fe cristiana39. Estos autores fueron Catón, Disticha; Teodulo, Ecloga –un poema bucólico–; Facetus –un suplemento a los Disticha Catonis–; anónimo, Chartula de contemptu mundi; Mateo de Vendôme, Tobias; Alain de Lille, Parabolae; Esopo, Fabulae; y, por último, anónimo, Liber floretus –una iniciación a los dogmas de la fe–. Salta a la vista que en las etapas iniciales de la educación se había dejado de aprender latín a través de clásicos para favorecer una doctrina cristiana por medio de autores modernos.

4. LA INFLUENCIA FRANCESA EN EL APRENDIZAJE DEL LATÍN EN LA CASTILLA MEDIEVAL

Este caudal de textos no solo circuló en Europa, sino que se asentó en territorio peninsular. Por ceñirme a Castilla, se sabe que en el entorno alcalaíno algunas de estas obras debían trabajarse en el studium en el que se pudo educar Juan Ruiz, el arcipreste de Hita (s. XIV), pues en el Libro de buen amor citaba con soltura los Salmos y los Disticha Catonis, además de a Aristóteles, a padres de la Iglesia como Agustín o Gregorio Magno, y textos de derecho canónico. Incluso se han identificado numerosas técnicas compositivas que se corresponden con las enseñanzas de las artes poéticas que florecieron en los ss. XII-XIII40.

La Universidad de Salamanca muestra una clara continuidad con el caso de Juan Ruiz. Sabemos por los estatutos de gramática de 1440 que el aprendizaje del latín se hacía en dos etapas, una dedicada a minores y otra a maiores, a razón de un año para cada una41. Los textos que se empleaban eran el Doctrinale y el Graecismus, que se glosaban tanto en latín como en castellano, como sugería Alexandre de Villedieu en el prólogo de su obra. De hecho, el propio Nebrija leía el Doctrinale en sus clases, al menos en la etapa previa a la publicación de sus Introductiones latinae42. Además, en Salamanca se enseñaban el Ars minor y el Ars maior de Donato, las Institutiones grammaticae de Prisciano, acompañadas de comentarios como los de Pedro Helías o Roberto de Kilwardby, y el Catholicon. Para el estudio del léxico, se mencionaban también las obras de Papias y de Uguccione da Pisa, entre otras. Además, se debían estudiar los Libri minores, una adaptación hispana de los Auctores octo y, por supuesto, libros bíblicos como los Salmos, los Evangelios, etc. Sin embargo, el nivel de latín –tanto de estudiantes como de profesores– del estudio salmantino suscitó críticas hasta entrado el s. XVI, pues no debía ser boyante43.

En una etapa intermedia entre Juan Ruiz y los estatutos salmantinos de gramática de 1440 se sitúa la figura de Alfonso Fernández de Madrigal, el maestro más famoso de la Universidad de Salamanca de la primera mitad del s. XV44. En el comentario escolar en latín que realizó al Chronicon Eusebii, Madrigal citó con enorme frecuencia las Etymologiae de Isidoro de Sevilla, sobre todo el libro I, dedicado a la gramática. De Isidoro parece que extrajo sus conocimientos de métrica, que luego explicaba con pasajes de la Consolatio Philosophiae de Boecio. Conocía, por supuesto, el Doctrinale y el Graecismus, así como alguna arte poética, pues citó la de Horacio y la de Mateo de Vendôme. Tampoco faltan menciones a obras de los Auctores octo, como, naturalmente, los Disticha Catonis, pero también la Chartula y fábulas de Esopo. Esto, por supuesto, aparte de la Biblia, de la que era un profundo conocedor. Se puede apreciar, en definitiva, una notable estabilidad en los textos que se usaban para el aprendizaje del latín en la Castilla de los ss. XIV-XV, que es paralela a lo que sucedía en otros lugares de Europa, sobre todo en Francia.

5. EL CAMBIO DE PARADIGMA: LOS NUEVOS AIRES DEL HUMANISMO

Por lo tanto, la tradición del aprendizaje del latín desde la Antigüedad tardía hasta la llegada del Humanismo se caracterizó por una curiosa paradoja: a pesar de ser sumamente fiel a la tradición legada por los romanos y profundamente conservadora en sus enseñanzas, los cambios que se fueron dando en la Edad Media obligaron a ir adaptando los materiales a las necesidades de cada época. En otras palabras, sin haber dejado de seguir la tradición gramatical del pasado romano, el uso del latín distaba enormemente de la norma de los grandes escritores antiguos.

Pero en Italia, Petrarca (1304-1374) había empezado a cambiar la forma de relacionarse con el mundo antiguo. Su reacción al movimiento escolástico lo llevó a poner en tela de juicio el saber medieval: tomó conciencia plena de que su mundo tenía poco que ver con el de los antiguos romanos. Con él se inició un proceso de búsqueda de manuscritos con obras clásicas en bibliotecas a lo largo y ancho de Europa, pues los textos había que compararlos unos con otros, localizar los errores que los escribas habían cometido al copiarlos y había que corregirlos, enmendar lo escrito y purgar los errores. En definitiva, había que revisar todo el saber autor por autor, obra por obra. Solo al releer una obra depurada de errores y de siglos de comentarios, se recuperaba el sentido de la palabra originaria.

Petrarca, y con él sus sucesores, antepusieron la cultura filológica a la filosófica. El latín humanístico se apoyaba en tres puntos: la latinitas, la corrección gramatical del latín, la explanatio, el empleo de un vocabulario adecuado, y la compositio, es decir, la redacción apropiada en lengua latina, en donde importa especialmente el orden de palabras45. Para ello, había que cambiar la forma de aprender latín: se necesitaban nuevos textos que leer en clase y nuevos comentarios que los explicaran. Ayudó la recuperación de obras perdidas u olvidadas, como la traducción al latín del De liberis educandis (“Sobre la educación de los hijos”) de Pseudo-Plutarco, realizada por Guarino de Verona en 1411, o el redescubrimiento de las Institutiones oratoriae de Quintiliano en 1416 por parte de Poggio Bracciolini. Con esta savia nueva se compusieron nuevos tratados pedagógicos y, por otro lado, se empezó a reflexionar sobre las obras que debía leer un párvulo.

El ejemplo paradigmático de esta nueva cultura literaria lo representó Guarino de Verona, profesor en Florencia, Venecia, Verona y, sobre todo, Ferrara. En reacción a las gramáticas especulativas, él defendía un aprendizaje mucho menos teórico, basado en la lectura directa de textos de autores latinos y griegos y haciendo hincapié tanto en el análisis del lenguaje y del estilo como en la composición escrita y oral en lengua original. A cambio, redujo las normas gramaticales a la mínima expresión, que compendió en unas Regulae grammaticales (1417) cuya estructura seguía siendo de carácter medieval, pero insistían en que el alumno debía fijarse en el usus, es decir, en la manera de escribir de los autores que leían. Con todo, es difícil hablar de ruptura con el mundo medieval. Se debe pensar más bien en un cambio de rumbo. Guarino empezaba la enseñanza del latín con el Ars minor de Donato. En una siguiente etapa, se estudiaba sintaxis, los primeros rudimentos del griego y cuestiones métricas, y se practicaba con la lectura de obras asequibles como epístolas de Cicerón o versos virgilianos. A ello ayudaban el Doctrinale –por muchas críticas que despertara– y Prisciano. La última etapa del aprendizaje enfrentaba al estudiante con textos de envergadura, de una forma más retórica, en la que destacaban las Institutiones de Quintiliano o textos filosóficos de Cicerón, como el De officiis y las Tusculanae disputationes, para la enseñanza del latín y, para el caso del griego, Platón y Aristóteles. De ahí se pasaba al estudio de autores técnicos como Plinio o Estrabón46.

Ni que decir tiene que el número de humanistas italianos que fueron desarrollando nuevas metodologías fue abundante. Se debe citar a ilustres personajes como Gasparino Barzizza (†1431), Leonardo Bruni (†1444), Pier Paolo Vergerio (†1444), Vittorino da Feltre (†1446), Maffeo Vegio da Lodi (†1458), Eneas Silvio Piccolomini (†1464), Niccolò Perotti (†1480) y Angelo Poliziano (†1494), pero el que más influyó en Nebrija fue sin duda Lorenzo Valla (†1457).

Sus Elegantiae linguae latinae eran una reacción romana al latín que se había practicado en el norte de Europa. Por eso, defendía que el estudio de la lengua debía basarse en los clásicos y en los padres de la Iglesia y su enfoque filológico justificaba el desprecio que sentía por la tradición latina que lo precedía, expresada de la manera siguiente:

Aut tres illi tanquam triumuiri de quorum principatu inter eruditos quaeritur: Donatus, Seruius, Priscianus. Quibus ego tantum tribuo, ut post eos quicunque aliquid de latinitate scripserunt balbutire uideantur, quorum primus est Isidorus, indoctorum arrogantissimus, qui, cum nihil sciat, praecipit. Post hunc Papias aliique indoctiores, Eberardus, Hugucio, Catholicon, Aimo et caeteri indigni qui nominentur, magna mercede docentes nihil scire aut stultiorem reddentes discipulum quem acceperunt.

O aquellos tres, cual triunviros de cuya primacía se discute: Donato, Servio y Priscino. A estos solo aprecio, pues tras ellos todos los que escribieron algo acerca del latín parecían balbucir, de los que el primero es Isidoro, el más arrogante de los ignorantes, que, aunque no sepa nada, lo enseña. Tras este vienen Papias y otros realmente ignorantes, como Everardo, Uguccione, Catholicon, Aimo y demás indignos de mencionar, que por un alto precio enseñan a no saber nada o vuelven más estulto a cada discípulo que han recibido (Laur. Vall., Eleg. ling. lat. II, praef.).

El principal modelo de Valla era Quintiliano y su método consistía, como ha recordado Marsico, en la discusión sobre el uso adecuado de léxico o expresiones latinas en base a una ejemplificación copiosa extraída de autores romanos de referencia, es decir, ponía en contacto al lector directamente con el latín de la Antigüedad, superando así los ejemplos a menudo escuetos y concisos que ofrecían los gramáticos47. Estos se servían con mayor o menor habilidad de ejemplos de autoridades que los precedían, por lo que reproducían o sistematizaban lo que habían dicho otros y, por tanto, sus preceptos eran un eslabón intermedio que debía ser revisado y puesto al día para recuperar un buen uso del latín48. La gran aportación de Valla fue dejar de lado una descripción de leyes gramaticales para fijarse, simplemente, en el usus scribendi de los autores clásicos.

Se permitió incluso escribir algún opúsculo (Emendationes quorundam locorum ex Alexandro ad Alfonsum primum Aragonum regem, “Correcciones de algunos pasajes de Alejandro para Alfonso Primero, rey de Aragón”) para poner en evidencia las carencias del Doctrinale. Sin embargo, ni todo un Lorenzo Valla pudo escapar por completo al peso de la tradición medieval. Así, el vocabulario técnico gramatical que empleó dependía de los predecesores a quienes tanto criticaba, pero también parte del léxico que empleó era de origen medieval o, por lo menos, lo usaba con desviaciones de significado típicas de la Edad Media49.

6. NEBRIJA Y LA ACLIMATACIÓN DEL HUMANISMO ITALIANO EN ESPAÑA

Nebrija, como he dicho antes, fue un ferviente seguidor de Valla. Sin embargo, el humanista español fue, en mi opinión, más audaz que el italiano, pues las Elegantiae linguae latinae estaban claramente dirigidas a un nivel de estudios avanzado, donde el estudiante ya poseía un amplio bagaje lingüístico50. La obra de Nebrija, en cambio, atajó el problema del aprendizaje del latín de raíz, en los tres frentes que criticaba el Humanismo: las gramáticas, los textos que debían guiar el aprendizaje y los instrumentos –diccionarios– con los que debía trabajar el estudiante. Y, además, se preocupó por enseñar el latín correcto no desde niveles de lengua medios o avanzados, sino desde los rudimentos más elementales. Ello ayuda a explicar por qué sus Introductiones latinae (Salamanca, 1481), a las que con el tiempo añadió una versión comentada (Salamanca, 1495) gozaron de un éxito tan grande: con ella empezaban a estudiar los niños51.

Junto con las Introductiones se solían leer los Vafre dicta philosophorum (Salamanca, ca. 1491-1494), que pronto pasaron a presentarse como apéndice al final de la obra. Los Vafre dicta philosophorum son una pieza importante para comprender el programa pedagógico de Nebrija, pues tomaban como modelo el De uita et moribus philosophorum (“Vida y costumbres de los filósofos”), es decir, la traducción al latín que había hecho Ambrogio Traversari de Diógenes Laercio, para extraer y adaptar una serie de sentencias ilustres de filósofos en dísticos elegíacos. Es evidente que Nebrija pretendía sustituir o complementar los Disticha Catonis, pues los Vafre dicta philosophorum adoptaban la misma presentación formal en verso para ayudar a aprender métrica junto con la gramática, y cuyo contenido era, además, de carácter moralizante. También esta obra tuvo con el tiempo una versión comentada. Por tanto, a pesar de su programa innovador, Nebrija, como Valla, no había roto por completo con la tradición medieval. Es más, a instancias de Arnao Guillén de Brocar realizó su propia revisión de los Libri minores (1ª ed. nebrisense, Logroño, ca. 1511), pues, aunque despreciaba la mayor parte de los textos que se incluían, no dejaban de ser una buena oportunidad de negocio con obras que estaban arraigadas en el sistema escolar52.

El tercer pilar en la reforma educativa que abordó Nebrija tuvo que ver con la revisión de los vocabularios, y él contribuyó con dos especialmente importantes, uno latino-hispano (Salamanca, 1492) y otro hispano-latino (Salamanca, ca. 1494-1495).

A este conjunto de obras, añadió opúsculos menores, pero también importantes, que tenían que ver con la dicción correcta del latín, a saber, De corruptis Hispanorum ignorantia quarundam litterarum uocibus (“Sobre la pronunciación errónea de algunas palabras por ignorancia de los hispanos”, Salamanca, ca. 1486), De dictionum peregrinarum et quarundam aliarum accentu opus utilissimum (“Obra utilísima sobre el acento de voces extranjeras y algunas otras”, Salamanca, ca. 1505-1506) o De pregrinarum dictionum accentu (“Sobre el acento de voces extranjeras”, Salamanca, ca. 1507).

Sobre estas bases sólidas con las que aprender gramática, un estudiante podía posteriormente ampliar sus estudios con seguridad. En ese sentido, Nebrija todavía legó obras para los estudiantes de maiores, en concreto, tres comentarios, uno a Prudencio (In Aurelium Prudentium, Salamanca, ca. 1502), otro a Persio (In Auli Persii Satyras, Sevilla, 1503)53, y un tercero a Sedulio, un poeta de la Antigüedad tardía famoso por haber compuesto una vida de Cristo en hexámetros, un subgénero literario conocido como “épica cristiana” (In Sedulii Poema, Logroño, 1509). Además, se suele pasar por alto que Nebrija fue autor de un comentario a la obra completa de Virgilio, a saber, las Eclogae (Bucólicas), los Georgica (Geórgicas) y la Aeneis (Eneida), que fue terminado entre 1487 y 150354. Esta horquilla temporal se corresponde con el periodo que pasó al servicio de Juan de Zúñiga55, desde 1487, fecha post quem, y 1503, cuando publicó el comentario a Persio, en cuyo prólogo, dedicado precisamente a Juan de Zúñiga, Nebrija mencionó que dicha obra se hacía del mismo modo que los comentarios a Virgilio que ya había escrito por orden de él; esta es, por tanto, la fecha ante quem:

Admonuisti me identidem, Pater amplissime [sc. Ioannes de Stunica], ut in A. Persii Flacci Satyrae commentarios certis quibusdam a te praescriptis legibus componerem, ut breues, ut dilucidi et, quod breuitati maxime repugnat, ut nihil quod necessarium esset omitterem, tales denique quales illi fuissent, quos in opera Vergilii tuo iussu praescripsimus.

Muchas veces me has pedido, padre magnífico [sc. Juan de Zúñiga], que compusiera unos comentarios a las Sátiras de A. Persio Flaco conforme a unos determinados criterios establecidos por ti, a saber, que fueran breves, claros, y –lo que está particularmente reñido con la brevedad– que no omitieran nada que fuese necesario: que fuesen semejantes, en definitiva, a aquellos que con minuciosidad escribí, según tu mandato, a la obra de Virgilio56.

Sin embargo, esta obra cayó en el olvido hasta que en 1546 la rescataron los hijos de Nebrija y la imprimieron en Granada. A día de hoy, se conserva en la Biblioteca Nacional de España (R/5046 y R/30626).

Por medio de la renovación de gran parte de los textos del programa escolar, Nebrija pretendía sustituir la tradición medieval en territorio hispano por una acorde con los postulados del Humanismo italiano, volviendo a conceder un papel central a autores clásicos frente a los escolásticos. Y tuvo éxito: se puede decir que el s. XVI en la península ibérica ya no se aprendía latín con Alexandre de Villedieu. Se aprendía con Nebrija.

7. CONCLUSIONES

Estas fueron las principales aportaciones de Nebrija en lo concerniente a la enseñanza del latín en la España del s. XV. Sin apartarse de la tradición medieval en la forma de estructurar el aprendizaje, definió un programa educativo nuevo, que recibió un espaldarazo institucional en la medida en que fue adoptado tanto por la Universidad de Salamanca como, de manera más profunda, por la de Alcalá57. Este programa consistía en implantar en Castilla el modelo educativo que se estaba extendiendo en la Italia del Cuatrocientos y que Nebrija conoció bien gracias a su estancia en Bolonia. Su importancia tanto a nivel peninsular como europeo se explica mejor si se tiene en cuenta, por un lado, que una gran parte de su obra se dedicó a abordar la enseñanza del latín de una manera sistemática y, por otro lado, que su obra se utilizaba desde el primer día en que el niño asistía a la escuela, pues, como dijo el propio Nebrija en su Repetitio secunda, solo los jóvenes podían recuperar un buen uso de la lengua latina, ya que los adultos no tenían remedio:

Quamobrem ego uos, adulescentes egregii, in quibus iam latini sermonis recuperandi spes tantum est, nam ceteros, quia sunt incurabiles, cum stulticia sua ualere sinamus, non solum hortor et moneo, uerum etiam obsecro et obtestor ut omni studio et uigilantia sermoni latino incumbatis. (Nebr., Rep. sec.)

Por eso yo, ilustres adolescentes, en quienes solo ya se deposita la esperanza de recuperar la lengua latina, pues al resto, como ya no tienen remedio, debemos dejarlos estar con su estulticia, no solo os animo y os aconsejo, sino que os ruego y os suplico que os dediquéis con todo vuestro esfuerzo y desvelo a la lengua latina58.

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1 Este estudio ha sido realizado gracias al proyecto de investigación DHuMAR II: From Middle To Golden Age: Translation & Tradition (Ref.: PY20_00469, Proyecto financiado por la Consejería de Transformación Económica, Industria, Conocimiento y Universidades de la Junta de Andalucía y por FEDER Una manera de hacer Europa). Además, me gustaría expresar mi agradecimiento al Ludwig Bolzmann Insitut für Neulateinische Studien (Innsbruck, Austria) y los investigadores que lo componen, gracias a cuyo apoyo y ayuda he podido realizar este artículo. Todo lo relacionado con Lorenzo Valla debe mucho a los comentarios de la profesora Clementina Marsico, a quien también quiero dar las gracias por su ayuda.

2 Un desarrollo clásico de la importancia del latín como medida de civilización frente a barbarie, representada por la ignorancia o conocimiento defectuoso de la lengua de Roma, se puede leer en Rico (1978, p. 29-72). En versión digital, es importante también la aportación al archivo electrónico de la BVFE de Alvar Ezquerra, M. (2022), disponible en https://cutt.ly/QBVh3FU [17-10-2022].

3 Me he servido del ejemplar de la edición de Juan de Porras de 1495, conservado en la Biblioteca Nacional de España con signatura BNE, INC/1778(2). La transcripción es mía y solo he modificado lo mínimo indispensable la puntuación y el uso de mayúsculas.

4 Martín Baños (2019, p. 127-145).

5 Martín Baños (2019, p. 35).

6 Black (2001, p. 273-274).

7 Percival (1994) y Falque (2021) ofrecieron ejemplos de cómo en la obra del Nebrija latino se preservaron diferentes elementos gramaticales de tradición medieval.

8 Me sirvo del ejemplar de las Introductiones Latinae con glosas de la BNE, R/6477, impresas por Arnao Guillén de Brocar en Logroño con fecha de 21 de enero de 1514.

9 A no ser que se diga lo contrario, las traducciones han sido realizadas por el autor de la contribución.

10 Martín Baños (2019, p. 141). Sobre las Elegantiae, Marsico (2018).

11 Un comentario al proemio a las Elegantiae de Valla se puede leer en Marsico (2018, pp. 64-70).

12 Valla fue decisivo en la visión del humanismo que desarrolló Nebrija. Al respecto, Sánchez Salor (2013, pp. 100-107); Bonmatí (2013).

13 Sobre este punto, Cappelli (2007).

14 Un estudio panorámico fundamental es el de Murphy (1981). Sobre la evolución del conocimiento y empleo de la gramática en la Edad Media, es fundamental Roger (1905) para la Alta Edad Media hasta época carolingia y, en español, Gutiérrez Galindo (1993), quien abarca hasta el s. XIII con una exposición exhaustiva y clara. El número de gramáticas que se produjeron a lo largo de todo el medievo es abrumador, pero para hacerse una idea cabal son fundamentales los estudios de Thurot (1868) y la antología de Copeland y Sluiter (2009). Para las aportaciones de la gramática medieval desde el punto de vista de la historia de la lingüística, vid. Robins (1967) y Law (2003).

15 Holtz (1981, pp. 24-25).

16 Holtz (1981, p. 11).

17 Por tanto, una manera de formular las etapas de formación que difiere de la del Triuium y Quadriuium, plenamente estructuradas en la obra De nuptiis Philologiae et Mercurii de Marciano Capella (s. v.).

18 Copeland y Sluiter (2009, p. 83).

19 Law (2003, pp. 81-83); Copeland y Sluiter (2009, p. 82).

20 Law (2003, p. 86).

21 Haskins (1955, pp. 120-131).

22 Bourgain y Hubert (2005, pp. 26-66).

23 Alvar Nuño (2022, pp. IV-X) y la bibliografía allí citada.

24 Southern (1999, pp. 114-118).

25 De Ridder-Symoens (2003, pp. 280-304).

26 Sobre la relación entre aristotelismo y gramática, Law (2003, pp. 158-189).

27 Haskins (1955, p. 129).

28 Esta gramática especulativa se deduce de un tipo de tratados titulados De modis significandi, a cuyos autores se denomina a veces ‘modistas’ (Robins 1976, p. 74). El gran presucursor de esta corriente fue Pedro Helías (s. XII) con su Summa super Priscianum (Law 2003, pp. 172-173).

29 Bourgain y Hubert (2005, pp. 62-63).

30 Codoñer (1997-1998, pp. 99-100).

31 Gutiérrez Galindo (1993, pp. 48-53).

32 La edición del texto latino que se ha empleado es la de Kehrbach (1893). Hay traducción española de Gutiérrez Galindo (1993).

33 Copeland y Sluiter (2009, pp. 575).

34 Copeland y Sluiter (2009, pp. 584-586).

35 Murphy (1981, p. 151).

36 Codoñer (1997-1998).

37 Sobre lo poco que se puede decir de la relación entre el Catholicon y Nebrija, vid. Della Casa (1994).

38 Faral (1962).

39 Alvar Nuño (2019).

40 Gybbon-Monypenny (1988, p. 30-39).

41 Sobre la educación gramatical en Salamanca, Codoñer (2006, pp. 725-747) y Martín Baños (2019, pp. 75-89).

42 Martín Baños (2019, p. 175).

43 Codoñer (2006, pp. 732-733); Martín Baños (2019, pp. 166-169).

44 Alvar Nuño (2020, pp. 13-110); en lo relativo a las fuentes, Alvar Nuño (2020, pp. 75-77).

45 Bourbain y Hubert (2005, pp. 67-68); Marsico (2018, p. 68).

46 Cappelli (2007, pp. 102-105).

47 Marsico (2018, pp. 70-76).

48 Marsico (2017, p. 391).

49 Marsico (2017, pp. 401-406).

50 Marsico (2013, p. 20).

51 Sobre el recorrido editorial de las Introductiones latinae, ver Sánchez Salor (2008).

52 Sobre los Libri minores y el modo de trabajar de Nebrija –sobre todo cuando no tenía interés particular en alguna obra–, existe una edición moderna magnífica (Gutiérrez Galindo 2009).

53 Como ejemplo de comentario nebrisense, vid. la edición y traducción del comentario a las sátiras de Persio realizada por Del Amo Lozano (2011).

54 Solo conozco menciones a la cuestión en Del Amo Lozano (2011, p. 48) y Martín Baños (2019, p. 280).

55 Sobre la etapa nebrisense al servicio de Juan de Zúñiga y el ambiente cultural que allí encontró, vid. Martín Baños (2019, pp. 227-304).

56 Edición y traducción de Del Amo Lozano (2011, p. 304-305).

57 Cf. Alvar Ezquerra, A. (2021, pp. 155-166), en donde se explican tanto las relaciones de Nebrija con la Universidad de Alcalá como las publicaciones que llevó a la imprenta durante sus años complutenses.

58 Traducido del ejemplar de la UCM, Biblioteca Histórica, INC FL-203(1).