Revisi—n del Surrealismo para una Educaci—n Art’stica de lo ins—lito: del simulacro a la imagen-objeto

Review of Surrealism for an Art Education of the unwonted: from sham to visual conceit

 

 

 Recibido    31/10/2019      Revisado 28/11/2019     

 Aceptado   11/12/2019      Publicado 31/01/2020 

 

Javier Dom’nguez Mu–ino

Universidad de Le—n, Espa–a.

javierdzm@gmail.com

 

 


Resumen:

Proponemos una revisi—n del Surrealismo desde una perspectiva curricular postmoderna, con metodolog’as multimodales como la DBAE o la A/r/tograf’a que permitan integrar creatividad e investigaci—n en la Educaci—n Art’stica. En este sentido, la Vanguardia moderna es recuperada para hacer de ella una relectura que se adapte a las necesidades del ‡rea y aproveche el potencial creativo-cr’tico de los estudiantes. Comprendemos que en este terreno se dan las condiciones favorables para evitar las inercias, y prejuicios m‡s frecuentes, sobre el fen—meno estŽtico: el de un nuevo espacio (surrealista) dominado por el concepto de `juego« entre textos e im‡genes autorreferenciales que invitan a la indagaci—n. Lo que viene acopl‡ndose —ptimamente a la din‡mica de `Proyecto« creativo.

 

 

 

 

Sugerencias para citar este art’culo

Dom’nguez Mu–ino, Javier (2020). Revisi—n del Surrealismo para una Educaci—n Art’stica de lo ins—lito: del simulacro a la imagen-objeto. Tercio Creciente, 17, p‡gs. 33-45. https://dx.doi.org/10.17561/rtc.n17.3

DOMêNGUEZ MU„INO, JAVIER. Revisi—n del Surrealismo para una Educaci—n Art’stica de lo ins—lito: del simulacro a la imagen-objeto. Tercio Creciente, enero 2020. n¼ 17, pp. 33-45.  https://dx.doi.org/10.17561/rtc.n17.3

 

 

 

 

 

 

 

Abstract:
 

We propose a review of Surrealism from a postmodern curricular perspective, with multimodal methodologies as ABR or A/r/tography which that they will allow the integration of creativity and research in Art Education. In this sense, the modern Vanguard is recovered to make it a rereading that adapts to the needs of the discipline and will take advantage of the creative-critical potential of students. We understand that favourable conditions exist in this area to avoid inertia and more frequent prejudices about the aesthetic phenomenon: the area of a new (surreal) space dominated by the concept of `riddle« between texts and self-referential images inviting to the inquiry. What is optimally matched to the dynamic of creative `Project«.

 

 

Palabras Clave/Key words

Educaci—n Visual; Vanguardias; Surrealismo; Imagen-objeto; Autorreferencialidad; Juego; Digresi—n

Visual Education; Avant-garde; Surrealism; Visual conceit; Self-referentialness; Ridlle; Digression

 

 


 

1. Introducci—n: Àpor quŽ el Surrealismo?

Volver al Surrealismo es, en el campo de la Educaci—n Art’stica, rehacer un camino que no por muy documentado extingue su potencial. Revisarlo no es s—lo la recuperaci—n de una vanguardia hist—rica, y reafirmar los presupuestos de aquel giro del pensamiento y la creatividad, sino el ejercicio de plantear un paradigma y una casu’stica que nos servir‡n para una pedagog’a del arte.

El paradigma, es aquŽl que niega las artes visuales como mero simulacro o espacio de representaci—n teatral (Fried, 2004), afirmando su rotundo papel como hontanar de ideas y provocaci—n de conceptos o relaciones aœn por venir. La casu’stica es aquella producci—n pl‡stica y visual que irrumpi— en torno a esta Vanguardia; reconceptualizando las funciones del arte, y subvirtiendo el rol pasivo o espectador al que hab’amos quedado relegados en la concepci—n tradicional (que no, por tradicional, ha cesado de contagiar las ideas previas y prejuicios de estudiantes `frente a« los objetos y fen—menos estŽticos, como bien podemos comprobar en la pr‡ctica docente).

`Repensar« el Surrealismo no es aqu’, por tanto, una ambici—n historicista o adhesi—n te—rico-estŽtica; se trata de asumir lo ya aprendido de aquellos enfoques que alteraron la fenomenolog’a del arte (el c—mo `hacerlo«, el c—mo `percibirlo« o `leerlo« -si cabe-), y de utilizarlo en la docencia de nuestro ‡mbito como un modelo o paradigma que implica lo epistemol—gico, lo estŽtico y lo cr’tico-discursivo. De este modo, al estudiante se le plantea cuestionar: ÒquŽ es y c—mo conocerÓ; ÒquŽ es y c—mo identificar o percibirÓ; y Òc—mo operan el pensamiento y la imaginaci—n creativaÓ (fomentando un flujo din‡mico que requiere una metodolog’a multimodal).

Advertimos estos apuntes iniciales acerca del Surrealismo, en tanto somos tambiŽn conscientes de su distancia y diferencias respecto del momento y posici—n en que lo observamos. En esta revisi—n, o replanteamiento, aprovechamos aquellos aspectos œtiles para un dise–o curricular -o para una l’nea pedag—gica en que inscribir estos dise–os conforme a metodolog’as fundamentadas-; de manera que no tratamos de hacer una traslaci—n literal, o asunci—n total, de aquellas ideas y contextos que fraguaron Žsta, u otras vanguardias en la 1» mitad del XX.

Abunda la literatura que nos ha dado cuenta y testimonio de ello: tanto las fuentes primarias -manifiestos y textos de los propios artistas- (Breton [1924; 1930; 1941; 1953]; Aragon, [1930]; Crevel, [1932]; Magritte, [1946]) como los estudios exegŽticos. Lo que s’ merece traer a comentario es, en s’ntesis, el car‡cter anal’tico y cientificista que predomin— en aquellas corrientes; dominadas, as’, por ‡nimos elitistas y actitudes paracient’ficas que se ve’an desafiados por un fuerte positivismo que marcaba la Žpoca. Lo que no impide que hubiera posiciones, por el contrario, metaf’sicas o espiritualistas como la que protagoniz— W. Kandinsky o P. Klee (a quienes debemos sus reflexiones y esbozos pedag—gicos). Pero tanto unos como otros casos, dif’cilmente pod’an sustraerse al marco general del momento: el de una Modernidad cuyos rasgos, trasladados al ‡mbito curricular, se contraponen o difieren de los que hoy, situados en un curr’culo postmoderno, defendemos (Efland, Freedman y Stuhr, 2003). Frente a los valores desprendidos entonces (exclusivismo, innovaci—n, progreso unidireccional), hoy nos situamos en otro paradigma axiol—gico y, por ende, curricular, al que caracterizan las actitudes inclusivas; no s—lo por Žtica o generosidad sino por un profundo cambio de mentalidad que subyace. Sencilla y fundamentalmente hemos venido comprendiendo, desde el pionero Dewey, que la creatividad es una condici—n inherente a todas las personas; y no el santuario equivalente a cierta y juzgable altura intelectual que, en las vanguardias, entendieron muchos de los artistas. Por no soslayar esta importante cuesti—n, citemos al caso este claro fragmento, de incuestionable vigencia, del Arte como experiencia:

ÒLas obras de arte no alejadas de la vida comœn, ampliamente gozadas por la comunidad, son signos de una vida colectiva unificada. Pero son tambiŽn una ayuda maravillosa para la creaci—n de esa vida. La reelaboraci—n del material de la experiencia en el acto de expresi—n no es un acontecimiento aislado confinado al artista y a unas personas que, de vez en cuando, gozan de la obra. En el grado en que el arte ejercita su papel, es tambiŽn una reelaboraci—n de la experiencia de la comunidadÓ (Dewey, 1949: 265-266).

 

El pensador norteamericano, promovedor de que girasen los planteamientos pedag—gicos en torno al arte en una de las mayores reformas educativas como bien conocemos, sembr— la semilla de un proyecto filos—fico que ha excedido al propio autor por varias dŽcadas: lo que hace que a su relectura no reste oportunidad.

Pero estas consideraciones negativas de las vanguardias, no obstante, no quitan que en tan amplio y variado manantial hubiera aspectos de enorme interŽs: como el de asistir a la figura de artistas que a la par asumen el rol de investigadores, y creadores de un lenguaje y discurso en que el proceso intelectual parec’a terminar. Ensayistas posteriores lo han descrito y explicado bien aplic‡ndolo incluso a las artes literarias o a las nuevas formas de escrituras, en que -rasgo esencial de la Modernidad- los artistas no ve’an completada su labor creativa hasta que tambiŽn la teorizaban en paralelo o posterior (Friedrich, 1974; Paz, 1989). Precisamente otra virtud que hoy reconocemos al Surrealismo es la de haber desarrollado la intertextualidad: conjugar y permitir el di‡logo entre los distintos lenguajes art’sticos o de reconocible valor estŽtico, como la escritura y la pl‡stica-visual. Baste recordar piezas como ÒCarburador infantilÓ (1919) de Francis Picabia; ÒEl vivo espejoÓ (1928) y ÒLa traici—n de las im‡genes [Esto no es una pipa]Ó (1929), ambas de RenŽ Magritte; o ÒLepid—pteraÓ (1968) de Leonora Carrington, donde leemos expl’citamente gritos que denuncian situaciones sociales y pol’ticas, as’ como un poema del inglŽs John Donne. TambiŽn se conjugan, si no letras y palabras, signos matem‡ticos o que funcionan como iconos parlantes y legibles: es el caso de ÒLas fases de la nocheÓ
(1946) de Max Ernst y, volviendo a Magritte, ÒEl temerario durmienteÓ (1928).

 

Ilustraci—n 1: El vivo espejo / îleo, 1928 / RenŽ Magritte / Fuente: Web

All’ se concibe y plantea esta posibilidad combinatoria de lenguajes que abre un interesante terreno a las artes visuales, desacotando el estatuto de la imagen que hasta entonces hab’a permanecido vigente. Se trata de una de las m‡s fuertes crisis (en el sentido m‡s positivo) del espacio art’stico. As’ como hab’amos de haber esperado a Courbet y a Toulouse-Lautrec para romper el espacio teatral encuadrado en la imagen, cuando ÒEl origen del mundoÓ (1866) permite que un cuerpo exceda o desborde el cuadro, y ÒEn el Molino Rojo, el baileÓ (1890) corta la figura para crear la instant‡nea capturada de una acci—n o vida que sigue m‡s all‡ de esa imagen, hubimos de esperar tambiŽn a las propuestas surrealistas y dad‡ para reconcebir la imagen como una cosa propia; como un objeto o idea que goza de soberan’a sin desdoblamientos jerarquizados de realidad. Es decir, el replanteamiento de la imagen como un contenido en s’ misma en vez de un continente destinado a albergar `lo representado«. A este giro, justamente, queremos prestar nuestra atenci—n y revisi—n aprovech‡ndolo en la educaci—n art’stica. Tomando el pensamiento duchampiano, promovemos la idea central de abandonar la mirada espectadora y pasiva, y empezar a dejarnos alterar por las cosas u objetos art’sticos (Duchamp, 2012). En Teatro han venido a llamarlo coloquialmente Òromper la cuarta paredÓ (no ignoremos las aportaciones de Bertolt Brecht a las formas del arte experimental moderno). Aqu’, tambiŽn se trata de romper la ficticia barrera del simulacro-imagen para interactuar, sin jerarqu’as preestablecidas entre `el autor« y `un espectador«, acometiendo aquello que los surrealistas preconizaban y defend’an como exploraci—n, indagaci—n, connatural y necesaria entre participantes o co-jugadores. De ah’ que las estŽticas derivadas desde entonces hayan otorgado un papel fundamental al concepto de `juego« en las artes. Adorno apunta en sus Paralip—menos:

ÒEn el concepto de arte, el juego es el momento mediante el cual el arte se eleva inmediatamente por encima de la inmediatez de la praxis y de sus fines. Al mismo tiempo est‡ ligado hacia detr‡s a la infancia, si no a la animalidad. En el juego, el arte retrocede mediante su renuncia a la racionalidad instrumental por detr‡s de Žsta. La obligaci—n hist—rica de que el arte alcance la mayor’a de edad va en contra de su car‡cter de juegoÓ (Adorno, 2004: 419).

 

Citemos tambiŽn estos reveladores fragmentos, del imprescindible Gadamer, sobre el `elemento lœdico del arte«:

            ÒEl espectador es, claramente, algo m‡s que un mero observador que contempla lo que ocurre ante Žl; en tanto que participa en el juego, es parte de Žl [É] Uno de los impulsos fundamentales del arte moderno es el deseo de anular la distancia que media entre audiencia, consumidores o pœblico y la obra [É] Es un error creer que la unidad de la obra significa su clausura frente al que se dirige a ella y al que ella alcanza. La identidad hermenŽutica de la obra tiene un fundamento mucho m‡s profundo. Incluso lo m‡s ef’mero e irrepetible, cuando aparece o se lo valora en cuanto experiencia estŽtica, es referido en su mismidadÓ (Gadamer, 2010: 32-33).

 

Entre ambas alusiones al juego, radica un elemento llamativo: el de la defensa disruptiva o digresiva en que, lo creativo, se desembaraza de un raciocinio perverso, controlado por algunos, y guiado o predestinado a los papeles y cometidos en cuyo reparto no tenemos participaci—n. De ah’ que propongamos alinearnos con una estŽtica `de lo ins—lito«; enfocar, la creatividad, hacia las ventajas de `lo inquietante« y los beneficios inclusivos de una partida sin trucaje, donde las reglas se aprenden performativamente a modo de `acertijo« (en la acci—n hermenŽutica a la que Gadamer otorg— el papel esencial: pues todos interpretamos porque todos vivimos en relaci—n con las manifestaciones art’sticas, y as’ es como las transmutamos, o confirmamos que `estaban (y seguir‡n estando) sin terminar«). Frente a la clausura, la noci—n de `lo abierto« permite tambiŽn que aquellos presupuestos de Dewey no caigan hoy, en el panorama contempor‡neo, en barbecho: la coparticipaci—n no es una condici—n forzada respecto a las artes, sino el comportamiento natural que s—lo puede registrar la creatividad.


Entre el simulacro teatral (una ficci—n —ptica que materializa) y la acci—n o performatividad (un concepto intangible que subyace), se ubica en el tiempo el arte objetual como gŽnero que mejor representa `lo inquietante« o `lo ins—lito«; surgido del programa o planteamiento surrealista, y cuyo m‡s claro extremo es el ready-made duchampiano con ejemplos como el conmovedor ÒInfelizÓ (1919), del propio Marcel tras la pŽrdida del v’nculo familiar con su hermana, o ÒEl enigma de Isidore DucasseÓ (1920; 1971) de Man Ray, donde ya habremos de hablar de una intertextualidad con la cŽlebre prosa poŽtica y surrealista de ÒLos Cantos de MaldororÓ (1869) de LautrŽamont -seud—nimo de Ducasse-. Tanto un libro de geometr’a aj‡ndose al viento sobre el pretil de una ventana, como una m‡quina de coser (bien recuerda a una m‡quina de escribir) envuelta en lana atada por una cuerda, son objetos soberanos o im‡genes que han roto aquella barrera representacional para encarnar un nuevo y muy distinto estatuto ontol—gico (modo de ser, aparecer y existir). En este tipo de objeto o Òacontecimiento visualÓ (Mirzoeff, 2003: 34), la interacci—n sucede, m‡s all‡ de que sea prestada o tomada, en el propio `juego« brotado que todo proceso creativo siembra; el de fomentar interrogantes sin las respuestas dictadas, provocando ese acertijo o enigma (como emplea Man Ray en su t’tulo) que dif’cilmente puede, no alterarnos, o dejarnos indiferentes.

 

Ilustraci—n 2: El enigma de Isidore Ducasse / Ready-made, 1920; 1971 / Man Ray / Fuente: Web

 

 

2. Engranaje estŽtico-educativo en torno a un modelo de espacio art’stico (m‡s all‡ del espacio)

En nuestra ‡rea de conocimiento, la Did‡ctica de la Expresi—n Pl‡stica y Visual, el alumnado universitario ha demostrado contraer los errores de base que la ense–anza media (inevitablemente incardinada en una sociedad que late allende los dise–os curriculares) no ha sabido o podido, en muchos casos, evitar o enmendar. De tal manera, es un fen—meno frecuent’simo que los estudiantes, aun de ense–anza superior, afronten nuestras asignaturas con el estupor y la sospecha a que el ideario les confina. Ese ideario, es sabido, habla de `funci—n mimŽtica« (mera reproducci—n), de `virtuosismo« (habilidades o destrezas), de `agrado« y `ornamento« (liquidando as’ toda dimensi—n intelectual de las artes), etc. En s’ntesis, un deformado puzle del que oy— campanas sin conocer el sentido de aquellos sonidos, e inconscientemente lo transmiti—. El solo elemento que hemos mencionado en primer lugar (y que constri–e el arte al rŽgimen ocular de la m’mesis) deja al estudiante desarmado, y basculando, entre dos frases coloquiales que se contradicen: Òyo no sŽ dibujarÓ y Òeso lo pintar’a cualquieraÓ. En cambio, es extra–o escuchar que alguien afirme convencido Òyo no sŽ pensarÓ o ÒimaginarÓ o ÒrecordarÓ o ÒjugarÓ. De ah’ que esta revisi—n, o recuperaci—n interesada para el campo de la ense–anza art’stica, nos resulte acuciante y apropiada.

Todo juego se provee de un tablero: ese espacio en que se despliegan sus posibilidades y preguntas, sin la previa delimitaci—n que ha sido refutada. El espacio surrealista (espacio, prevalentemente, conceptual como decimos) dispone oportunidades sobradas para aprovecharlo en el aula. Si tuviŽramos que resumir aqu’ sus rasgos fundamentales, bien podr’amos enunciarlos en Žstos tres vŽrtices:

-El espacio como un lugar-objeto; por una parte, esto implica que la imagen sustancia ahora una `inversi—n significativa de la realidad«, y por otro lado esto puede exponerse a los estudiantes como `espacio donde ya no ocurre algo sino que el espacio es lo que ocurre«. De ah’ las expresiones lugar-objeto o imagen objetual.

-El espacio disgregado como `descolocaci—n o descontextualizaci—n formal-conceptual«, por aquello de la inversi—n significativa que implica de la realidad (entendida como una afirmaci—n compacta y convencional, sin grietas ni mutaciones). Al disgregarse forma y concepto, se produce esa imagen estŽtica que refer’amos de `lo extra–o«, `lo ins—lito« o `lo oscilante« (transitando de la tradicional contemplaci—n al juego de la indagaci—n).


Ilustraci—n 3: Lepid—ptera / TŽcnica mixta, 1968 / Leonora Carrington / Fuente: Web

 

-Y la quiebra de la l—gica en cuanto a la provisi—n de informaci—n visual; un rasgo estrechamente vinculado con la fragmentaci—n de las im‡genes art’sticas que se manejan en el aula, en tanto estas im‡genes surrealistas liquidan o evaporan la `totalidad unitaria«. Pues los objetos estŽticos son liberados del mundo significativo y funcional, quedando abiertos a destinos ignotos a travŽs de reminiscencias, ambigŸedades identitarias, metamorfosis o esquemas imagin’sticos (recursos, todos ellos, con que dar cobertura al nuevo espacio surrealista).

De esta triangulaci—n que exponemos, se desprende la enorme densidad ontol—gica de este espacio estŽtico: las im‡genes acumulan una amalgama de (im)posibles realidades mœltiples, a modo de volater’a que dinamiza la imaginaci—n. En esta tormenta o proceso, puede explicarse y poner en pr‡ctica tambiŽn la llamada Òescritura autom‡ticaÓ (Breton, 2009), que el autor de los tres manifiestos surrealistas (1924, 1930 y 1942) empleara tanto en solitario como en t‡ndems creativos: con los poemarios ÒLos campos magnŽticosÓ (1920) -escrito con Philippe Soupault- y ÒLa Inmaculada Concepci—nÓ (c. 1930) -junto con Paul ƒluard-. As’, por tanto, reconocemos la importancia de que, en la pr‡ctica docente universitaria de Expresi—n Pl‡stica y Visual, se incorporen tanto los textos como las im‡genes (que a su vez destilan im‡genes, los primeros, y permiten ser le’das, las segundas).

En el entorno educativo superior, lo m‡s caracter’stico del espacio surrealista es el doble juego experimental de codificaci—n y descodificaci—n al que el alumnado se enfrenta; sirviendo, las puestas en comœn o las din‡micas de grupo, para potenciar y satisfacer estos procesos. Tras la experiencia docente desarrollada en este çrea de conocimiento, en las universidades de Sevilla y de Le—n, hemos podido constatar el —ptimo funcionamiento de trabajar estos contenidos mediante ÒProyectosÓ (siguiendo el propio modelo que los surrealistas iniciaron).

 

3. Una propuesta hol’stica: el Proyecto creativo para el abordaje de los contenidos surrealistas, su discusi—n y comprensi—n

La Educaci—n Art’stica cuenta con un buen nœmero de modelos pedag—gicos y metodolog’as para afrontar este reto y resolver las problem‡ticas se–aladas aqu’ muy brevemente. Aunque Žste no es el espacio para abrir una discusi—n metodol—gica extensa, s’ cabe resaltar los mŽtodos en educaci—n art’stica DBAE y A/r/tograf’a. La Investigaci—n Basada en Artes, o Disciplina Basada en la Educaci—n Art’stica (DBAE), nacida de las aportaciones de Elliot Eisner en 1993; y la A/r/tograf’a, acr—stico compilatorio de ÒartÓ (arte), ÒresearchÓ (investigaci—n) y ÒteachingÓ (ense–anza), fruto de las aportaciones de Rita Irwin y Alex de Cosson en 2003, nos disponen un marco metodol—gico id—neo para el abordaje de los ÒProyectosÓ, caracterizados por la integraci—n (holismo) de medios/lenguajes art’sticos.

El propio Eisner se reafirma como precursor en la defensa y fomento de una mirada hol’stica: Ò[resolviendo] el problema que se origina en la antigua contradicci—n entre pensamiento abstracto y experiencia sensorial. [Pues] Su propuesta es adoptar una visi—n art’stica de los problemasÓ (Juanola y Masgrau, 2014: 495). En esta misma l’nea se pronunciaban los propios precursores:

            ÒLa investigaci—n basada en artes era -y es- un intento de utilizar las formas de pensamiento y las formas de representaci—n que proporcionan las artes como medio a travŽs de las cuales el mundo puede ser comprendido mejorÓ (Barone y Eisner, 2012: 11).

Estos enfoques vienen a celebrar la posibilidad de fructificar, en las aulas, sinergias creativas. Asimismo, distinguimos la aportaci—n de Irwin y de Cosson (situada en 2003) por su origen vinculado estrechamente al ‡mbito formativo de las artes. Ese contexto germinativo de la A/r/tograf’a tambiŽn ayuda a entender su holismo como un rasgo m‡s connatural que pretendido. La propia Irwin explica que esta nueva metodolog’a significa:

Òindagar en el mundo a travŽs de un proceso continuo de creaci—n art’stica [É] de forma interconectada [É] para crear nuevos o m‡s amplios significados. [Y a–ade que] El trabajo a/r/togr‡fico se realiza, a menudo, a travŽs de los conceptos metodol—gicos de contigŸidad, indagaci—n vital, aperturas, met‡fora/metonimia [É] que se representan y se presentan o ejecutan cuando una indagaci—n estŽtica relacional se visualiza como conocimiento encarnadoÓ (Irwin, 2019).

 

La importancia de emplear metodolog’as multimodales desde un curr’culum postmoderno (que superan la brecha dicot—mica entre las cuantitativas y cualitativas), y aplicarlas a los contenidos propuestos de la modernidad (los del Surrealismo), permite seleccionar aspectos y hacer relecturas constructivas, de manera que con la mayor versatilidad -y transversalidad- puedan articularse los referidos ÒProyectosÓ.

El catedr‡tico en EstŽtica y Teor’a de las Artes JosŽ JimŽnez, cuyo trabajo ha compaginado los intereses antropol—gicos y educativos sobre el arte, as’ como especializado en el Surrealismo, nos explica y da testimonio acerca de este modelo o mŽtodo de hacer en su Teor’a del arte:

  Ò[É] el trabajo art’stico se llena de implicaciones extraart’sticas: sociales, pol’ticas, etc., algo que, a su vez, demandar‡ un ejercicio, ahora ya inmanente, dentro del arte, de reflexi—n y formulaci—n. ƒste y no otro es el autŽntico motivo de los textos program‡ticos, definiciones de `poŽtica« o de `estŽtica«, y manifiestos, que jalonan la experiencia de las vanguardias. Con la vanguardia, se introduce en el arte la din‡mica del proyecto, en la que se expresa una concepci—n laica, espec’ficamente moderna, de la vida y el proceso hist—rico [É] En la gran pluralidad de las vanguardias aparece siempre esa constante, en todas ellas se formulan proyectos de arte con los que se pretende cambiar la vidaÓ (JimŽnez, 2010: 165).

 

Con estos esquemas en mente, inquirimos la prevalencia de `indagar« y `comprender«; dos acciones sin las cuales ser’a imposible abordar el verdadero sentido de la propuesta: a saber, una invitaci—n a cada uno y todo estudiante a emprender un viaje sin el list—n o destino marcado (`rutas personales«) para jugar en la bœsqueda y resignificaciones. Lo que aspira -humildemente, pero con convicci—n- a disponer un espacio educativo en artes visuales donde el estudiante pueda comprobarse, a s’ mismo, como creador de distintas formas de comprensi—n de una realidad poliŽdrica. Son en este territorio, las `comprensiones«, las formas adaptadas que m‡s convenientemente podr‡n sustituir a las `conclusiones« tradicionales y cerradas. Y Žstas van a depender, fruto del juego creativo, de cada estudiante convertido en co-jugador o participante.

 

 

 

Referencias

 

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