Cristalizacin y disolucin, estatismo y perpetuum mobile en la pintura de Maya Kulenovic

Crystallization and Dissolution, Stasis and Perpetuum Mobile in Maya Kulenovics Painting

Cuadro de texto:  Recibido 22/11/2019      Revisado 02/01/2020      
 Aceptado 02/01/2020    Publicado 31/01/2020 

           

Guillermo Aguirre Martnez

Universidad de Deusto

guillermo-aguirre@hotmail.com

 

 

 

Resumen:

El siguiente artculo profundiza en el trabajo de la pintora bosnio-canadiense Maya Kulenovic. A partir de su esttica tenebrista, ambigua asimismo, con lazos remitentes tanto a El Fayum como a Caravaggio, tanto a Carrire como a Lucien Freud, indagaremos en el sentido existencial denotado en su serie Faces, ponindola en relacin con aspectos de la cosmovisin contempornea.

 

Cuadro de texto: Sugerencias para citar este artculo
Aguirre Martnez, Guillermo (2020). Cristalizacin y disolucin, estatismo y perpetuum mobile en la pintura de Maya Kulenovic. Tercio Creciente, 17, pgs. 107-120. https://dx.doi.org/10.17561/rtc.n17.7
AGUIRRE MARTNEZ, GUILLERMO. Cristalizacin y disolucin, estatismo y perpetuum mobile en la pintura de Maya Kulenovic. Tercio Creciente, enero 2020. n 17, pp. 107-120.  https://dx.doi.org/10.17561/rtc.n17.7

 

 

 

 


                                                      

 

 

Abstract: 
 

This next paper proposes a study of Maya Kulenovics painting in relation with an existential aesthetics. Since its ambiguous nature, since its proximity with El Fayum, Tenebrist painting or Eugne Carrire, we will study Kulenovics work for the purpose of linking it with the current view of the world.

 

 

 

Cuadro de texto: Palabras Clave / Key words 
Pintura siglo XXI; Maya Kulenovic; Tenebrismo.
21st Century Painting; Maya Kulenovic; Tenebrism.


Cuadro de texto: Sugerencias para citar este artculo
Aguirre Martnez, Guillermo (2020). Cristalizacin y disolucin, estatismo y perpetuum mobile en la pintura de Maya Kulenovic. Tercio Creciente, 17, pgs. 107-120. https://dx.doi.org/10.17561/rtc.n17.7
AGUIRRE MARTNEZ, GUILLERMO. Cristalizacin y disolucin, estatismo y perpetuum mobile en la pintura de Maya Kulenovic. Tercio Creciente, enero 2020. n 17, pp. 107-120.  https://dx.doi.org/10.17561/rtc.n17.7


1. Breve presentacin

A lo largo de estas pginas indagaremos en la pintura de Maya Kulenovic prestando especial cuidado al significado del rostro, de la cara -por acogernos al trmino empleado por la pintora-. Antes de adentrarnos en su obra daremos algunos datos sobre su biografa. Pese a que en sus entrevistas la artista bosnio-canadiense evita establecer vnculos entre sus vivencias y su creacin, no puede dejarse de lado el hecho de que los conflictos acaecidos desde 1991 en la antigua Yugoslavia la sorprendieron en plena juventud -Kulenovic nace en 1975 en Sarajevo-, coincidiendo su marcha en 1992 y en compaa de sus padres a Estambul con el inicio de la guerra en Bosnia. Lo cierto es que, aun encontrando cabida esta experiencia en su pintura[1], a la hora de hacer referencia a sus fuentes creativas, desde su ambigedad caracterstica, Kulenovic se remite simplemente a su mundo circundante, a su capacidad para asimilar realidades y configurarlas conforme a su particular estilo, contribuyendo de este modo a estabilizar un mundo objetual con el que constantemente dialoga.

Aos despus de su marcha a Turqua, una vez dejado atrs el periodo repartido entre su tierra natal y Estambul, la pintora continuar formndose en diferentes latitudes, establecindose primero en Ontario, donde ejercer la docencia entre 1999 y 2002, y despus en Londres y Toronto, ciudad en la que reside en la actualidad dedicada a la pintura. Sus trabajos se han logrado proyectar de modo satisfactorio gracias a exposiciones en Reino Unido, Italia, Holanda, Canad, Estados Unidos, Corea, Japn o Turqua, as como con la publicacin de dos monografas centradas en distintos momentos de su trayectoria -recogemos sus referencias en la bibliografa final-. En cuanto a su produccin, queda repartida en cuatro series de trabajos al leo solapadas algunas de ellas en el tiempo. Al margen de Faces (2004-2011), a la que dedicaremos estas pginas[2], el resto de series, cronolgicamente ordenadas, llevan por ttulo Stills (2004-2005), compuesta por macabras naturalezas muertas a partir de animales y cuerpos humanos, Land (2004-2010), que ofrece un conjunto de paisajes remitentes, en su tejido emocional, a la obra de Friedrich, as como un cromatismo embebido de Turner -en ambos casos salvando las distancias, esto es, comprendindolos como simples modelos-, y Build (2005-2009), ms prxima a la imagen fotogrfica y reveladora de paisajes arquitectnicos, urbanos, de tinte fantasmal. A la hora de ampliar la lista de modelos que, por un motivo u otro, han influido en Kulenovic, cabe transcribir el siguiente comentario de Anthony Collins:

 

Maya Kulenovic's artistic development, as a painter working with representational imagery, has followed a path echoing that of art history: as it has shaped its own story and seen its potentials redefined. Her inspirations range from Rembrandt to 19th century daguerreotype photography, images from damaged motion pictures, Greek sculptures, Roman death masks, ancient Middle Eastern architecture, early American documentary photography and film, East Asian ink paintings, Leonardos drawings, Goya's prints, Turner's skies, the photographs of Eugne Atget and Margaret Bourke-White, and 20th Century painters Francis Bacon, Lucian Freud, Paula Rego, and Marlene Dumas. From these she has forged a unique repertoire described as unlike the work of any other artist of her generation. (COLLINS, s/f, s/p)

 

Por ltimo, en lo que toca a este apartado introductorio, resulta importante aadir que la obra de Kulenovic evoca una atmsfera neogtica. En relacin con este aspecto cabe destacar una lnea que segmenta en dos su creacin no ya por el modo de trabajar, por la temtica o por el formato de los lienzos, sino por una mera cuestin de estilo: macabro, siniestro, en aquellos momentos en que el gesto de este neogosticismo se hipertrofia, o sugerente y profundo en aquellos otros en los que logra atemperar y disolver este gesto en el fondo de la composicin. En el curso de este trabajo nos centrarnos en estas ltimas obras.

 

2. Presencia y ausencia de rostro

Rostros que se niegan a hablar, que lo hacen desde su nada, desde un espacio en el que permanecen aislados; rostros mudos, sustancias en proceso de disolucin, sustancias en proceso de cristalizacin; nos hablan y no nos hablan, nos interpelan cerradas desde s mismas, distantes a quien hasta ellas se acerca. Conscientes de su prdida de forma, escuchamos su angustia o, en su caso, su extraa impasibilidad, y nada podemos hacer sino seguirlas contemplando. Un abismo se abre entre su no-vida y nuestra apariencia de vida. Maya Kulenovic nos ofrece un universo de fantasmas, de sutiles presencias entre el estar y la ausencia -acaso nunca existieron, acaso nunca llegaron a nacer-[3], rostros que nos miran inmutables, inalterables desde su lejana condicin, rostros que denotan, en la profundidad de sus pupilas, una vida ya agotada, o una advertencia hacia la nuestra.

Si en el mensaje de estos rostros hay resignacin ante su ser oscurecido, es algo que, aunque lo intuimos, lo desconocemos, y sin embargo advertimos que su presencia contiene algo de nosotros, si no la parte de vida, s la inclinada hacia la muerte[4]. La mirada que proyectamos hacia el lienzo se revela entonces como un asomarnos a nuestra realidad existencial[5]. Como un espejo, desde el vnculo esencial entre su mirada y la del observador, contemplando estos rostros advertimos nuestras propias profundidades, nuestras propias confusiones.

Las caras presentadas por Kulenovic, aun aparentando desear escapar, se resignan a diluirse, a quedar desdibujadas en el fondo del lienzo, fondo de muerte y fondo metafsico. Dado lo nebuloso de sus atmsferas y a un tiempo lo profundo de su mirada, podra hablarse de un efecto corrector pues, desde esta percepcin difusa, emerge un objeto a todas luces ms veraz y penetrante que el que podra evocar una atmsfera ntida[6]. Una visin unidireccional, cerrada, dominada por la limitacin de contornos y, a fin de cuentas, plana, queda sustituida por un acercamiento a un mundo de objetos permeable, por una mirada proyectada ah donde el rostro del otro y el nuestro se funden en uno solo, abrindose as un abismo, un espacio, entre un estrato sutilmente iluminado y otro misterioso. Un cmulo de ambivalencias dota con ello de etrea corporeidad a cada una de sus figuras, quedando disueltos los contornos individuales sobre aquellos estratos remitentes a rdenes no revelados[7].

Desde esta elusiva existencia y desde el deseo de advertir modelos estticos afines a la pintura de Kulenovic, cabe mencionar que la significacin de estos rostros ha sido comparada, sin duda un tanto forzadamente, con los retratos de El Fayum, aun cuando no deja de existir cierta convergencia en la exposicin de un estatismo a un tiempo evocador y claustrofbico[8]. En este sentido, el tono emocional de ambos modelos denota una afinidad anmica, una semejante tensin existencial reducible, en ltimo trmino, a un ver desde ms all de la vida. En lo que concierne a la concepcin filosfico-teolgica correspondiente a El Fayum, por otro lado, prevalece un sincretismo devenido de tres distintas cosmovisiones -con sus lazos entre ellas, pero asimismo con sus particularidades-: egipcia, griega y romana, presentada la primera desde la esperanza en un eterno presente, la segunda desde el temor hacia un espectral mundo de sombras, y la tercera desde un estoicismo resignado y hasta desesperanzado. Desde este particular lazo y desde este cruce de estados anmicos, podemos comprender que la pintura de Kulenovic manifiesta el temor a un mismo vaco existencial que el observable en El Fayum. En este caso podra hablarse, en consonancia con el imaginario actual, de un agotamiento de antiguas creencias y de la no consolidacin de otras sustitutorias como base de esta angustia. El mundo, la existencia, en un caso y en el otro se ofrece como espacio de irrealidad en el que quedan disueltos los lmites entre la vida y la muerte. El ser se revela desde su condicin vacua o, a lo sumo, desde su esencia espectral[9].

Sin que quepa explicar las concomitancias entre unas y otras obras desde este aspecto, no est de ms advertir que tanto las pinturas de El Fayum como las de Kulenovic y las de Eugne Carrire, surgen en momentos de transicin entre distintos imaginarios, esto es, en momentos en que se entrelazan visiones del mundo tejidas con hilos tomados de diferentes madejas, diferentes esferas de pensamiento, cada una con sus miedos y ansiedades, sus esperanzas y creencias; tres etapas, en suma, dominadas por una elevada intrincacin entre decadencia y nacimiento, desgarradas -y en este sentido abiertas- desde distintas idealidades. Es a travs de esta abertura, es a travs de esta llaga, por donde asoma y se hunde el imaginario de Kulenovic, tan sintomtico de nuestro tiempo y tan inherente, no obstante, a nuestra particular condicin. Asistimos as a un cruce de miradas reacias a quedar fijadas sobre una concreta imagen, pues en su naturaleza est la constante ambigedad[10], la permanencia en un perpetuo estado de transitoriedad, la oscilacin y la vacilacin; y si tanto percibimos en ellas de nuestro propio ser aun desde un inicial rechazo, es precisamente debido a nuestra identidad con ellas as como, paradjicamente, desde la distancia que separa nuestro orden concreto, pragmtico, ficcional en tantos aspectos, respecto de ese otro estrato que asimismo habitamos, al cual pertenecemos, y que demanda a su vez su latido de existencia, de presencia, si no en el hecho cotidiano al menos s en las profundidades del sueo[11]. La naturaleza de este ltimo, su ser compuesto de imgenes, permea noche y da hasta el punto de poder afirmarse que si percibimos algo de ms honda existencia es enteramente desde ellos -tomndolos en sentido amplio-. El rechazo hacia su esencia, movidos por el afn de participar del mundo desde una conciencia enteramente diurna, reduce nuestra condicin a una vida obliterada. El sueo con el que se tejen los rostros de Carrire, El Fayum y Kulenovic, participa de nosotros de igual modo que nosotros baamos nuestras ideaciones en el fondo oscurecido desde el que, en elocuente silencio, aqullos nos interpelan.

La expresividad de estas imgenes, la condensacin de significados que estas caras denotan, resulta desconcertante dada su abrumadora carga. Esta sobreabundancia de sentido, comprendemos, no deviene de las imgenes en s sino de la tensin que denotan en relacin con el fondo que las sustenta. Esto es, su fuerza emerge, en verdad, de aquello que las engulle, del horizonte del que forman parte o, al menos, con el que dialogan en permanente tirantez. Comprendida, por tanto, como dominante de esta pintura no la forma sino la tensin mantenida con el fondo al que se abocan como tambin del que emergen, podramos afirmar que all donde se presenta un rostro cualquiera, se revela un estado esttico tomado del carrusel de formas conformado por la obra[12] de la artista. Cada una de las fijaciones expuestas se corresponde as con un puntual momento recogido de la secuencia inabarcable, inabordable de formas. Aquello que prevalece y permanece es una rueda en permanente correr que lleva de un proceso de formacin y cristalizacin a otro de completa descomposicin dentro de un cmulo de incesantes metamorfosis.

 

3. Reabsorcin del rostro

A lo largo de sus entrevistas Kulenovic va a incidir en la importancia de aquellas influencias vinculadas por lo comn con una percepcin ambigua en torno a la realidad no slo del mundo de objetos sino tambin del individuo[13]. Esta indefinicin, a modo de aberturas, de cortes sobre la sustancia del ser, permite advertir un lugar, un estado, diramos, situado ms all de la forma, un remanente ontolgico que viene a desvelar la naturaleza incognoscible de las imgenes. Aludimos en este punto deliberadamente a la presencia de un corte sobre la sustancia para ponerla en relacin con la imagen del corte en la carne caracterstica de una concreta y macabra etapa de su pintura. En lo que a nosotros nos interesa, desde el vnculo de este motivo con aquello que la pintora presenta en la serie Faces, podramos decir que la pulsin esttico-existencial de su obra se traslada en este caso desde el corte en la materia, desde el corte en el cuerpo, hasta el corte en la inmateria, hasta el corte en el alma. Se abre as una herida desde la que el sujeto se vincula con el Abgrund,[14] el vaco mstico. La herida, por tanto, se comprende como objeto singular de su universo creativo, ya se muestre de modo patente o latente. Resulta un lugar comn en los estudiosos que se han dedicado a la pintora aludir a sus vnculos con la pintura tenebrista, con Rembrandt y Caravaggio, as como con la obra de Bacon o Lucien Freud ya en el siglo pasado. Este lazo es ante todo temperamental, sin ms. En cualquier caso, en Kulenovic, como en aqullos, la dialctica luz-oscuridad queda resuelta en herida: herida carnal y herida del alma. En relacin an con la llaga, el smbolo mismo del Cristo, recurrente y axial precisamente en Caravaggio, Rembrandt o Bacon, despierta asimismo en Kulenovic. Cabe indicar al respecto el hecho de que, como encarnacin humana de la cruz -y esta ltima, a su vez, como abstraccin de aqul, del Cristo-, su imagen remite a una serie de dualidades conflictivas e irresolubles, luces y sombras, gozo y dolor, creacin y destruccin, destruccin como creacin: gesto o grito por un algo que permanentemente se escapa, de aquello que se nos escapa.

Regresando a la idea con la que cerrbamos el punto anterior y centrndonos de nuevo en la serie Faces, permanecemos ante un mismo rostro presentado desde diferentes estadios de ser, un mismo rostro reflejado en la curva infinita de un eterno retorno cristalizado en infinitas presencias y disuelto en la gravedad de un desolado fondo. En estos trabajos no resulta posible hablar ni de existencia ni aun de ausencia, pues lo cierto es que la forma arraiga ah donde nuestras categoras no aciertan a asentarse. Desde stas el ser se descubre como una nada en oposicin a un interrogante, a otra nada en su sentido numinoso, oscuro, quedando entre medias el abismo por el que la vida, estado del que se quisiera tomar parte, se desagua. Qu permanece, por tanto, de este paisaje, de este carrusel de caras -como Kulenovic misma las denomina, desproveyendo con dicha terminologa a sus representaciones de carcter individual-?[15] Sin alejarnos de la cuestin podemos adentrarnos en el significado del rostro en la artista bosnia precisamente desde la distancia que separa sus rostros de dos modelos paradigmticos, extremos asimismo, de representacin de la identidad de la persona o, en su caso, de una carencia de identidad.

A este respecto, si por una parte comprendemos el rostro aureolado -en sentido estricto pero as mismo desde la posibilidad de ampliar esta consideracin a la representacin del cuerpo e incluso del mundo objetual- desde su vnculo con un orden esencial, atemporal, tal y como observamos en la pintura de Chagall o de Kandinsky a partir de la segunda dcada del pasado siglo -segn recuerda Jacobo Siruela-,[16] encontramos el contrapunto a este modelo en los campesinos que Malvich presenta -comprendemos que no casualmente sino como respuesta a un mismo problema de fondo- en torno a la misma poca en que Kandinsky comienza a trazar el aludido motivo en sus trabajos. En este caso, cuanto Malvich nos ofrece son unos rostros despojados de existencia, de presencia, sntoma inequvoco de lo intercambiable de todo sujeto en el momento en que la persona queda deshumanizada, desprovista de identidad. Frente a uno y otro modelo, las figuras de Kulenovic no iluminan ni un ser reverberante ni un ser desposedo de identidad, sino que, participando de una mirada heracltea, rescata lo fugitivo del ser, su vacuidad elemental, un estado ni vinculado a un orden de esencias ni a uno de presencias, enteramente espectral[17]. Desde esta apreciacin, si bien puede decirse que desde nuestro particular acercamiento nada resulta tan radicalmente opuesto al no-rostro de Malvich que el rostro provisto de aureola, que el rostro cercado y sublimado por ese espacio de radiacin sobre el que todo lo perecedero cobra vida, se multiplica, se vierte, en fin, sobre un fondo de presencia, la obra de Kulenovic se distancia de una y otra concepcin del rostro -de la cara- envolviendo al sujeto en una crislida, presentndolo desde su condicin fantasmal, emparentando con ello su trabajo, desde el signo ontolgico que venimos exponiendo, con los rostros de Carrire o incluso de Medardo Rosso, cada uno de ellos con sus obvios planteamientos, con sus propias cualidades. Prevalece un rostro disuelto, un ser -por derivacin- disuelto, un ser arrojado a sucesivas etapas de encarnacin y desencarnacin, apenas fijado a una estable presencia, un ser que apenas queda fijado se torna a desdibujar, revelndonos con ello su carcter fugitivo, su triple mirada de Hcate: pasado-presente-futuro, escindido de su eje, carente en verdad de l. El rostro, en su constante atravesar estadios de identidad hasta anular su valor, ilumina sin detenerse los diferentes estratos recorridos en su perpetua metamorfosis, una esttica impresin al momento ya perdida, captada de alguna forma por quien, contemplando la obra, ve el difuminado de su propia condicin[18].

El desvelamiento de las diferentes capas, pictricas y existenciales, conformadas por Kulenovic, muestra, en lnea con la perspectiva desde la que vamos argumentando, la vejez en la niez, y recprocamente la niez en la vejez, la vida interior acumulada sobre los diferentes estratos de ser, incluidos los ausentes, los no advertibles en la superficie. Los seres se disuelven, se vacan de s para volverse a rehacer, cayendo precipitados, empujados por su propio peso existencial: proceso entrpico revelador de una condicin no diurna como tampoco nocturna. El ser, daado de lleno en su centro, despojado de aquellas categoras, de aquellas emociones asimismo con las que en algn momento se lleg a identificar y hasta sustent su existencia, encuentra fuera de ellas -desplazado de ellas, rechazado por ellas- su condicin esencial, pero de sta nada le es dado decir a la obra, quedando ya slo entonces, como en El Fayum, el silencio para expresar ms de cuanto una explcita pincelada es capaz de denotar.

Aquello que prevalece consiste en un espacio de opresiva inmanencia, una ensombrecida ventana hacia una nebulosa realidad no necesariamente vinculada con un orden trascendente. No argumentaremos en torno a ello pues de hacerlo nos enredaramos en una confusin conceptual en primer lugar y, en segundo, regresaramos al punto mencionado en la pasada nota al pie, remitente a los recovecos o a las posibilidades advertidas desde el materialismo trascendental. Y aun con todo, cabe aadir que la pintora comprende su obra desde esta misma indefinicin de lo trascendente, resultando una vez ms su pintura sintomtica de nuestra poca[19]. Dado lo hermtico de este mundo de formas, no hay mucho que resolver sino ante todo mirar, simplemente escuchar los ecos procedentes del retrato. No existe punto de apoyo, no se advierte fundamento sobre el que apuntalar afirmaciones ni aun sobre el que negarlas, y de nuevo en esto remitimos a una percepcin nebulosa, a una mirada oblicua en su pintura: el objeto expuesto concentra el mayor grado de explicitud en torno a su propia condicin existencial, y el mayor grado de silencio en torno a la esencia sobre la que aparece y desaparece el carrusel de existencias. El sujeto, como el pulso metafsico del cuadro, queda en este universo reducido a aquel expresivo concepto empleado por Kierkegaard en sus Migajas filosficas: una cosa desconocida.

El vaco metafsico latente en estos trabajos engulle de continuo el universo de formas, un cosmos compuesto por infinitos existentes, un torrente de sujetos enmudecidos en permanente tensin con un orden numinoso llamado a licuar una realidad fugitivamente transitada. Cada una de las perentorias presencias lo ms que logran denotar es un estado de extrema angustia. Horizonte monista con oscuros reflejos de trascendente, este anhelo que rebasa la imagen de lo observado ilumina su contraparte abstracta desde un dolor en ocasiones reducido a impertrrito mutismo, una abstraccin ofrecida a quien contempla los lienzos como hendidura que todo lo atrapa sin que logremos advertir ni su naturaleza ni su vnculo con las formas que de continuo son engullidas. A partir de esta inaccesibilidad, pero de acuerdo con el tono existencialista que impregna cada rincn de los lienzos, el lugar desde el que estos rostros nos interpelan se advierte como silencioso terreno de indeterminacin. El cuadro calla, los rostros enmudecen. Sea cual sea el motivo por el que nos interrogan las caras que lo habitan, no parece haber respuesta a los interrogantes que cada una de ellas plantea[20].

Llegados a este punto, se comprende oportuno sealar que, si ofrecemos una comprensin del universo de formas que Kulenovic presenta desde un hlito existencial, es precisamente dada la naturaleza interrogante que adopta cada lienzo. Esttica de lo fugitivo, la presencia remite a una ausencia mientras que el fondo nos devuelve, a lo sumo, un adis ambivalente en su deseo de evitar respuestas. Desde esta ltima elusin, el peligro de quedar enfangados, de racionalizar aquello que se ofrece como smbolo, de tornar asimismo lo infinito en finito -y por tanto en analizable-, resulta evidente. El sujeto interpelado por nuestra mirada, sea el que observamos en las pinturas de El Fayum, sea el presentado por Carrire o en este caso por Kulenovic, nos remite a un yo en estado de agotamiento; preguntarnos por la esencia de este yo o del abismo en torno al que gravita devuelve la interrogante, una y otra vez, a un mismo punto de partida en el que tan pronto nos sabernos seres para la muerte, como nos vemos desbordados por una ilusin metafsica.

En base a estos parmetros, por dar una evocadora pincelada final antes de pasar a sintetizar lo hasta ahora expuesto, cabe remontarnos de nuevo en el tiempo para poner nuestra atencin sobre las estelas donde quedaban grabados los epigramas grecolatinos -desde los que el individuo an se diriga a quien pasaba junto a la calzada-. Desde ellas reparamos en las similitudes de los resignados lamentos que escapan de la piedra con los rostros de Kulenovic. Ambos nos muestran, aun desde el ocasional estoicismo que impregna los epigramas, una metafrica mudez, un desolado ademn, revelndose con ello un contraste entre al individuo claudicante y su ansia de permanencia.

 

4. Conclusin

Los estratos temporales se confunden y dejan su huella; estrato sobre estrato sin que quepa advertir, pues todo es un continuum, dnde un orden existencial da paso a otro o dnde una conciencia se encabalga sobre otra. Ante todo, prevalece el continuum. No es extrao, en este sentido, que los modelos estticos sealados por la artista pertenezcan a tres periodos metafsicamente crticos en la historia de Occidente: Roma, el Barroco y la poca actual. Todos ellos exponen con su universo de formas un mundo en descomposicin y un mundo, a su vez, en incipiente formacin: un mundo tratando de reorganizarse, de concederse un sentido, con sus innumerables aristas y grietas por donde salen y entran nuevas corrientes de pensamiento, nuevas vetas existenciales una y otra vez entregadas a incesantes ramificaciones. A la hora de cerrar estas pginas, vemos que as como los rostros tardo-romanos de El Fayum prefiguran el retrato bizantino, las formas metamrficas de nuestra poca, despus de un periodo de hondo pesimismo en el que la figura humana se present en Bacon y Lucien Freud como carne para el matadero, denotan un nuevo soplo tendente a reconfigurar una visin declinante de lo real, plausible indicio de un estar presentes en el mundo desde un pulso ms esttico -no necesariamente ms veraz ni ms falso-, menos vacilante, una cosmovisin asentada sobre ideaciones con las que envolver nuestros fantasmas, con las que advertir la realidad desde la presencia tanto o ms que desde la ausencia.


 

 

Referencias

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https://doi.org/10.4321/S0365-66912009000100010

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[1] She started her formal art education in Istanbul, Turkey, where her parents taught at an American university as visiting professors for a few years. This was a transition time for her, just after having escaped the war in Sarajevo, and before immigrating into Canada. Whilst much from that period of her life is a blur, she has memories of it as a hectic and hard time, and also the time in which she discovered Lucian Freud and Francis Bacon, and Goyas etchings [] For years after the war she researched instances of human aggression and destructiveness, and their consequences in various current and historical events. It stands to reason that this has had an impact on her thought process http://www.mayakulenovic.com/writingem.htm (Morren, 2007, s/p)

En la lnea de estas ltimas palabras recogemos el siguiente comentario esta vez en boca de la propia pintora:  I don't think, however, that my personal history was a deciding factor in the development of my work http://www.mayakulenovic.com/interviewcombustus.htm (Elaine Piowaty, 2014, s/p).

[2] Un apunte sobre esta serie lo recoge Edward Lucie-Smith: The paintings that Kulenovic calls Faces, rather than Portraits, are also intensely modern, while using a format that has been established in western art since as early as the beginning of the 15th century. Each presents us with a single head, usually that of a child or an adolescent, and more often that of a female subject rather than a male. In each case, the artists preoccupation seems to be, not the creation of a likeness but the presentation of a psychological state (Lucie-Smith, s/f, s/p).

[3] Dejemos que sea la propia Kulenovic -permanentemente dialogante con su obra- quien reflexione sobre el estado atmosfrico de sus figuras: The figures exist in the atmosphere, and they are made of it [] The tension is still there in the figures, but their struggle is more existential, eternal, introspective, quieter, as they emerge from light into mist and then sink into shadows. They exist and yet they have no boundaries that define them, and they have no time that restrains them - they may be paintings of people, but they may as well be phantoms, dreams, ancient estate portraits, ghosts, old photographs. There is a sort of a destruction of form by light and mist, so that the new figures are more ethereal, less present, more ghostly, and their expression is quieter. When looked at from the point of illustrative, recognizable facial expression, they have less on their faces, but the attention is more on the atmosphere of the image, and the light. Atmosphere - time of day, weather, temperature of air, and nature of light, is crucial.

 http://www.mayakulenovic.com/interview2012.htm (Hamilton, 2012, s/p).

[4] Desde este comprender la muerte como sustancia conformante del ser, no situada fuera del ser sino emergente de l, nacida con l, nos acercamos a una pulsin existencialista advertible en toda la trayectoria de la pintora.

[5] En relacin con este existencialismo de fondo, Kulenovic contina ofreciendo pautas sobre el sentido de su obra. Su universo es ante todo evocador, y en modo alguno revelador de un orden definido. Su oscura tonalidad no remite a un concepto aprehensible, sino que, al igual que cada figura, al igual que cada presencia, se diluye en el ojo de quien observa: Darkness is not necessarily threat, nor light salvation; it can be seen the other way around, too. Im not telling the viewer how to feel about this image; it is open and familiar enough so that, like a mirror, it can reflect some of the viewers own mind. Hope may be in the resilient presence of the figure, which still persists even when it seems to be fading, pulled apart by both light and shadow. It may be in the moment of recognition and empathy that the viewer may feel  http://combustus.com/from-sarajevo-something-lost-something-new-interview-with-painter-maya-kulenovic/ (Elaine Piowaty, 2014, s/p).

[6] Frente a este deliberado gesto difuso se habla de defecto de visin en la obra de un autor cuyas figuras, como veremos, poseen concomitancias con las de Maya Kulenovic, nos referimos a Eugne Carrire. Esta bsqueda de defectos logrados, como es sabido, resulta habitual en la historia del arte, siendo Leonardo o El Greco los autores ms relevantes a los que se les ha adjudicado una deficiencia orgnica. De fondo pudiera prevalecer la imposibilidad de asumir por parte del ojo analtico, de nuestra mente pretendida y pretenciosamente objetiva, un modelo expresivo no acorde con las racionales mediciones convencionales. Recordemos, a fin de cuentas, que el ojo del artista es expresivo, no representativo. Sobre la aludida cuestin en Carrire, remitimos al trabajo La falsa discromatopsia del pintor Eugne Carrire, de Mir-Fullana.

[7] La forma mediante la que Kulenovic da cuerpo a esta ambivalencia entre formacin y disolucin, el proceso tcnico por el que se conforma este etreo estado por medio de un difuminado de capas, lo comenta detalladamente Kulenovic: The destruction layer, which I introduced into my painting a long time ago, is the layer of erasure - usually affecting the last layer of paint or glaze - basically, I paint with an intention to define contrasts and forms in a more or less classical way, but then I 'destroy' the marks I just made with random action of paint, medium, rags, solvent, dry brushes, wire brushes, sandpaper, knives. Elements of the destruction layer in the recent paintings are more pronounced. The destructive nature of erasure results in remnants of intentions and decisions of the artist, and introduces a random element into the painting. They act against the realism of the subject, and in a sense they are an element of the rebellion of the material. They destroy the outer borders of the subject, making it more permeable and open, more delicate and vulnerable. They expose the previous layers (the 'history'), they destroy the classical realism of the subject, taking it apart, plunging it into a sort of a primal chaos of pigment and medium, only to be re-grouped into a different kind of order in the subsequent layer. This element of chaos gives the subject a life of its own; it breaks free and often surprises me with the result - and in this, it completely annihilates any possibility of artistic manipulation of the viewer on my part as an artist... this is a process of discovery and surprise, rather than a method of production, and so it is a struggle. From this struggle the character of the painting arises http://www.mayakulenovic.com/interview2012.htm (Hamilton, 2012, s/f).

[8] En relacin con lo que el autor comprende como epifana del rostro, con un surgir atemporal de los rostros de El Fayum, Bailly habla de un equilibrio inestable entre una franqueza extraordinaria y una infinita capacidad de encubrimiento. Y esa epifana imposible de reflejar, porque ella es aquello que acontece sin fin, el retrato la toca al tiempo que nos toca cuando est consumado. El retrato, una vez ms, es el nombre del rostro, no resuelve su enigma, pero lo nombra y lo muestra. Y es por eso por lo que todo lo que l comunica de ese rostro, todo lo que el rostro comunica, es tan importante, y acaba por desplegarse en la serie ilimitada de los detalles y los rasgos que cada momento y sin fin reinician el enigma y lo hacen soberano (Bailly, 2001, 152). El rostro se ofrece, por tanto -acudiendo a un lugar comn-, como apariencia del alma, y remite por ello al abismo del ser, lugar en el que se sita a su vez el centro de gravedad de las pinturas de Kulenovic: lugar no hollado, impreciso, inaprensible desde una mirada diurna.

[9] Sobre esta pulsin existencial de su trabajo se pronuncia la pintora, quien adems incide en la necesidad de buscar el sentido de su trabajo, de buscar el sentido de su persona, en lo fronterizo y ambivalente. Ultimately, whatever their particular subject may be, my paintings are existential in nature and they usually show the critical points: borderline states between being and non- being, creation and destruction, life and death, trance and wakefulness, sanity and madness

   http://www.mayakulenovic.com/2011/mayakulenovicpaintings.htm (Collins, s/f, s/p).

[10] Este desequilibrio puede comprenderse desde la lucha entre la luz y la oscuridad. La pintura de Kulenovic revela una dialctica desde la que queda abierto un nuevo espacio imposible de signar. Una mirada ensombrecida cuyos vnculos cromticos remiten a la pintura tenebrista permite la asuncin de rostros epifnicos, de lugares, corporeidades, asimismo espectrales: Working in translucent washes and a fragile balance of unnamable colors, struggling light and advancing shadow, the work emerges to a resonant state of permanent indecision. The sensation elected from this work is genuine; positive or negative, it often only serves to amplify that which the viewer brings to it.  The results of the past cast a shadow across the future, and between the two we find a penumbra of query and intense consideration http://www.mayakulenovic.com/writingash.htm (Hamilton, 2005, s/p).

[11] Los sueos -no en su sentido reducido- como lugar no racionalizado de donde surgen las presencias recogidas sobre el lienzo; presencias de la misma condicin que las imgenes de las ensoaciones, enteramente fantasmales: I don't paint my dreams, and I don't find them particularly useful as ideas in any literal way, but I like exploring and learning from them. Much of my artistic content comes from the same place as dreams, and I've noticed that my paintings of places, such as landscapes and buildings, and my lucid dreams have a similar quality, especially that of space and light. I find such dreams peaceful and comforting. A good way of generating ideas for me are near-sleep states and meditation in which one can observe the free flow of thoughts and unrestricted spontaneous associations while still having an awareness of the present http://www.mayakulenovic.com/interviewilcantodiorfeoen.htm (Cardone, 2016, s/p).

Encontramos este estado creativo ampliamente comentado en La potica de la ensoacin de Bachelard, quien comprende la ensoacin -al menos uno de sus muchos estados- desde la bella imagen de un poco de materia nocturna olvidada en la luz del da (Bachelard, 1997, 24).

Jacobo Siruela, por su parte, atrevido explorador del mundo de los sueos, nos recuerda la siguiente cita de Hegel si pudiramos reunir los sueos de un momento histrico determinado veramos surgir una exactsima imagen del espritu de ese perodo (Siruela, 2016, 24). De igual modo, los sueos materializados, llevados al lienzo, de Kulenovic, revelan formas sintomticas de nuestra poca liminar, en permanente duermevela, dotndola de presencia.

[12] Kulenovic hablar reiteradamente del carcter secuencial de su obra, de la necesidad de acercarnos a sta desde una visin de conjunto, como si de una pelcula se tratase.

[13] De nuevo Anthony Collins expone el modo de trabajar, en permanente bsqueda del difuminado, de la pintora: Whether with portraits, which she terms faces, architecture, referred to as build works, landscapes or still life images, Kulenovic's focus is to capture an ambience or psychological state. She deliberately explores ambiguity, and in her approach to the painted surface she works in glazed layers as well as destructive techniques to create images evoking a particular atemporal context that invite the viewer to linger, and thus invest of themselves in her world http://www.mayakulenovic.com/writingac.htm (Collins, s/f, s/p).

[14] Tomamos, por explcita, esta expresin tan querida a Heidegger y a la mstica renana; afn, asimismo, al pensamiento de un autor al que en breve nos referiremos, Florenski.

[15] En lo concerniente a la significacin del rostro desde su significacin espiritual, remitimos al lector a la obra de Florenski El iconostasio, citada en la bibliografa. Especial atencin en este sentido merecen las pginas 52-54 de la edicin indicada. Algunas de estas apreciaciones las recogemos, por su inters, a continuacin: El rostro es aquello que vemos en nuestra experiencia diurna, aquello a travs de lo cual se nos manifiestan las realidades de este mundo terreno (2016, 52). El semblante, por el contrario, es precisamente la manifestacin de la ontologa. En la Biblia la imagen de Dios se diferencia de la semejanza divina; la tradicin eclesial hace tiempo aclar que por la primera se debe entender algo actual: el don ontolgico de Dios, el fundamento espiritual de cada persona como tal; mientras que por la segunda debe entenderse la potencia, la capacidad de perfeccionamiento espiritual [] es decir, la posibilidad de encarnar en la vida, en la persona, la imagen de Dios, que es nuestro bien secreto, y de este modo manifestara en el rostro (ibd., 53).En plena oposicin al semblante est la palabra mscara (lichina) (ibd., 54).

Por otra parte, seala Kulenovic al respecto: I call my portraits 'faces' because they do not represent any particular character, but a mood, or rather, mood as traces or anticipations of events. I give the viewers a starting point from which they can form their own relationship to the subject, based on their experiences http://www.mayakulenovic.com/interview2012.htm (Hamilton, 2012, s/p).

[16] Menciona Siruela que La huella de Thought-Forms en la pintura de Kandinsky empieza a cobrar una clara entidad plstica en las tres versiones de Seora en Mosc. Este leo pintado en 1912, ya es una representacin clara de dos planos de realidad: uno material, el de la seora pelirroja parada en la calle con su flor carmes en la mano, y otro psquico, caracterizado por sus pensamientos y sentimientos momentneos, representados por la etrea atmsfera rojiza a su espalda, la irreal sombra verdosa que rodea todo su cuerpo o la inquietante y compacta mancha negra que flota sobre su cabeza y parece a punto de tapar el sol. Las tres versiones del cuadro tienen un enorme inters por ser las obras intermedias de sus pasos de lo figurativo a lo abstracto. En cambio, en el cuadro que pint a continuacin, titulado Punto negro I, Kandinsky ya slo representa las ambiguas atmsferas cambiantes de la esfera espiritual de la que hablaban los tesofos que dieron paso a la abstraccin pictrica (Siruela, 2015, 96-97). Evidentemente, esta aura ha de comprenderse, como se ha indicado en el cuerpo del artculo, no slo como corona dorada sino, ante todo, como matiz delator de un vnculo entre el objeto material y su ser reverberante, se entienda ste desde la significacin que cada uno desee.

Sealamos, aun de pasada, que todo en este mundo simblico resulta matizable, y as estos mismos rostros, esta misma ausencia de rostros en Malvich, vincula a cada uno de estos campesinos con el rostro divino a juicio de Natalia Timoshenko, segn leemos en el prlogo a El iconostasio (2016, 16). Por lo dems, el propio Florenski distingue entre rostro (visin diurna), semblante (visin espiritual), y mscara (aqulla que, en este caso, nosotros relacionamos con lo observado en la pintura de Malvich).

Comentarios detallados sobre el significado del aura en la pintura religiosa bizantina los encontramos, adems de en la citada obra de Florenski, en el trabajo de Lonid Ouspenski -no confundirlo con el tesofo- citado en la bibliografa (vid. 511-514). En ste, entre otras definiciones, leemos que: La energa divina, esa luz que a todo da forma y unidad, triunfa sobre la separacin entre lo espiritual y lo corporal, incluso entre el mundo creado (visible e invisible) y el mundo divino. Representado en el icono, el mundo entero queda penetrado de la potencia de esta luz increada (2013, 514).

[17] Si comprendemos que sus rostros participan de una misma condicin y que todos ellos remiten a una problemtica comn a todo ser, es desde su identidad en un orden esencial.

[18] Esta comprensin de un permanente rehacimiento material propio de nuestra cosmovisin encuentra en nuestra poca vectores no meramente materialistas e incluso con sentido teleolgico tal y como leemos en los planteamientos de Skolimowski, remitentes en este caso tanto a la idea no slo de una creacin, sino de un creador en evolucin. Citamos en la bibliografa las dos referencias del autor que han sido traducidas al castellano. Aunque esta cuestin sobrepasa los lmites de estas pginas, cabe decir que desde la tendencia aqu indicada podemos fijar nuestra cosmovisin actual a una corriente heracltea de pensamiento -trmino al que nos acogemos pues comprendemos que con l se advierte adecuadamente la lnea que emparenta a de Fiore con Cusa, a ste con Spinoza, y a todos ellos con Hegel, Schelling, Nietzsche, Teilhard de Chardin, o con el mencionado Skolimoswski, ms all de que cada uno concede a dicho trmino un sentido materialista o espiritualizado-.

[19] Esta ambivalencia o carcter difuso que Kulenovic adjudica a lo trascendente queda contrapuesto al que concede a lo sagrado, segn leemos a continuacin: Perhaps in the context of my paintings, a better word might be 'transcendent' rather than 'sacred'. I think that the ability to feel the 'transcendent' is an essential and universal human capacity which, for those who are religious, is attached to a system of belief, but it doesn't have to be. Transcendence can be revealed in those moments when an experience moves us to the core, on every level of our being; what we witness is too magnificent to comprehend yet we feel a part of it. For a split second we are able to have a glimpse of infinity, and not only in the physical sense. For me, this happens most often in nature and in my work, but also in breakthrough moments of discovery, in meditation, or when I least expect it: when some unseen truth about existence and/or the human condition reveals itself suddenly and with clarity. Transcendence is difficult to explain or to capture, as one has to experience it, and art is probably one of the best ways of communicating that experience

http://www.mayakulenovic.com/interviewilcantodiorfeoen.htm (Cardone, 2016, s/p).

[20] De nuevo recogemos las palabras de Kulenovic en torno al carcter interrogativo de su pintura: They are questions rather than answers - but questions which are imposing themselves on the observer, and not giving him the option of ignoring them. Like staring into a dark abyss, without knowing what is beyond the shadow http://www.mayakulenovic.com/writingem.htm (Morren, 2007, s/p).