Cristalizacin
y disolucin, estatismo y perpetuum mobile en la pintura de Maya Kulenovic
Crystallization and Dissolution, Stasis
and Perpetuum Mobile in Maya Kulenovics
Painting
Guillermo Aguirre Martnez
Universidad de
Deusto
guillermo-aguirre@hotmail.com
Resumen:
El siguiente artculo profundiza en el trabajo de la
pintora bosnio-canadiense Maya Kulenovic. A partir de
su esttica tenebrista, ambigua asimismo, con lazos
remitentes tanto a El Fayum como a Caravaggio, tanto
a Carrire como a Lucien
Freud, indagaremos en el sentido existencial denotado en su serie Faces,
ponindola en relacin con aspectos de la cosmovisin contempornea.
Abstract:
This next paper proposes a study of Maya Kulenovics painting in relation with an existential
aesthetics. Since its ambiguous nature, since its proximity with El Fayum, Tenebrist painting or Eugne Carrire, we will study Kulenovics
work for the purpose of linking it with the current view of the world.
A lo largo de estas pginas
indagaremos en la pintura de Maya Kulenovic prestando
especial cuidado al significado del rostro, de la cara -por acogernos al
trmino empleado por la pintora-. Antes de adentrarnos en su obra daremos
algunos datos sobre su biografa. Pese a que en sus entrevistas la artista
bosnio-canadiense evita establecer vnculos entre sus vivencias y su creacin,
no puede dejarse de lado el hecho de que los conflictos acaecidos desde 1991 en
la antigua Yugoslavia la sorprendieron en plena juventud -Kulenovic
nace en 1975 en Sarajevo-, coincidiendo su marcha en 1992 y en compaa de sus
padres a Estambul con el inicio de la guerra en Bosnia. Lo cierto es que, aun
encontrando cabida esta experiencia en su pintura[1],
a la hora de hacer referencia a sus fuentes creativas, desde su ambigedad
caracterstica, Kulenovic se remite simplemente a su
mundo circundante, a su capacidad para asimilar realidades y configurarlas
conforme a su particular estilo, contribuyendo de este modo a estabilizar un
mundo objetual con el que constantemente dialoga.
Aos despus de su marcha a
Turqua, una vez dejado atrs el periodo repartido entre su tierra natal y
Estambul, la pintora continuar formndose en diferentes latitudes,
establecindose primero en Ontario, donde ejercer la docencia entre 1999 y
2002, y despus en Londres y Toronto, ciudad en la que reside en la actualidad
dedicada a la pintura. Sus trabajos se han logrado proyectar de modo
satisfactorio gracias a exposiciones en Reino Unido, Italia, Holanda, Canad,
Estados Unidos, Corea, Japn o Turqua, as como con la publicacin de dos
monografas centradas en distintos momentos de su trayectoria -recogemos sus
referencias en la bibliografa final-. En cuanto a su produccin, queda
repartida en cuatro series de trabajos al leo solapadas algunas de ellas en el
tiempo. Al margen de Faces
(2004-2011), a la que dedicaremos estas pginas[2],
el resto de series, cronolgicamente ordenadas, llevan por ttulo Stills
(2004-2005), compuesta por macabras naturalezas muertas a partir de animales y
cuerpos humanos, Land
(2004-2010), que ofrece un conjunto de paisajes remitentes, en su tejido
emocional, a la obra de Friedrich, as como un cromatismo embebido de Turner
-en ambos casos salvando las distancias, esto es, comprendindolos como simples
modelos-, y Build
(2005-2009), ms prxima a la imagen fotogrfica y reveladora de paisajes
arquitectnicos, urbanos, de tinte fantasmal. A la hora de ampliar la lista de
modelos que, por un motivo u otro, han influido en Kulenovic,
cabe transcribir el siguiente comentario de Anthony Collins:
Maya Kulenovic's
artistic development, as a painter working with representational imagery, has
followed a path echoing that of art history: as it has shaped its own story and
seen its potentials redefined. Her inspirations range from Rembrandt to 19th
century daguerreotype photography, images from damaged motion pictures, Greek
sculptures, Roman death masks, ancient Middle Eastern architecture, early
American documentary photography and film, East Asian ink paintings, Leonardos
drawings, Goya's prints, Turner's skies, the photographs of Eugne
Atget and Margaret Bourke-White, and 20th Century
painters Francis Bacon, Lucian Freud, Paula Rego, and
Marlene Dumas. From these she has forged a unique repertoire described as
unlike the work of any other artist of her generation. (COLLINS, s/f, s/p)
Por ltimo, en lo que toca a
este apartado introductorio, resulta importante aadir que la obra de Kulenovic evoca una atmsfera neogtica. En relacin con
este aspecto cabe destacar una lnea que segmenta en dos su creacin no ya por
el modo de trabajar, por la temtica o por el formato de los lienzos, sino por
una mera cuestin de estilo: macabro, siniestro, en aquellos momentos en que el
gesto de este neogosticismo se hipertrofia, o
sugerente y profundo en aquellos otros en los que logra atemperar y disolver
este gesto en el fondo de la composicin. En el curso de este trabajo nos
centrarnos en estas ltimas obras.
2. Presencia y ausencia de rostro
Rostros que se niegan a
hablar, que lo hacen desde su nada, desde un espacio en el que permanecen
aislados; rostros mudos, sustancias en proceso de disolucin, sustancias en
proceso de cristalizacin; nos hablan y no nos hablan, nos interpelan cerradas
desde s mismas, distantes a quien hasta ellas se acerca. Conscientes de su
prdida de forma, escuchamos su angustia o, en su caso, su extraa
impasibilidad, y nada podemos hacer sino seguirlas contemplando. Un abismo se
abre entre su no-vida y nuestra apariencia de vida. Maya Kulenovic
nos ofrece un universo de fantasmas, de sutiles presencias entre el estar y la
ausencia -acaso nunca existieron, acaso nunca llegaron a nacer-[3],
rostros que nos miran inmutables, inalterables desde su lejana condicin,
rostros que denotan, en la profundidad de sus pupilas, una vida ya agotada, o
una advertencia hacia la nuestra.
Si en el mensaje de estos
rostros hay resignacin ante su ser oscurecido, es algo que, aunque lo
intuimos, lo desconocemos, y sin embargo advertimos que su presencia contiene
algo de nosotros, si no la parte de vida, s la inclinada hacia la muerte[4].
La mirada que proyectamos hacia el lienzo se revela entonces como un asomarnos
a nuestra realidad existencial[5].
Como un espejo, desde el vnculo esencial entre su mirada y la del observador,
contemplando estos rostros advertimos nuestras propias profundidades, nuestras
propias confusiones.
Las caras presentadas por Kulenovic, aun aparentando desear escapar, se resignan a
diluirse, a quedar desdibujadas en el fondo del lienzo, fondo de muerte y fondo
metafsico. Dado lo nebuloso de sus atmsferas y a un tiempo lo profundo de su
mirada, podra hablarse de un efecto corrector pues, desde esta percepcin
difusa, emerge un objeto a todas luces ms veraz y penetrante que el que podra
evocar una atmsfera ntida[6].
Una visin unidireccional, cerrada, dominada por la limitacin de contornos y,
a fin de cuentas, plana, queda sustituida por un acercamiento a un mundo de
objetos permeable, por una mirada proyectada ah donde el rostro del otro y el
nuestro se funden en uno solo, abrindose as un abismo, un espacio, entre un
estrato sutilmente iluminado y otro misterioso. Un cmulo de ambivalencias dota
con ello de etrea corporeidad a cada una de sus figuras, quedando disueltos
los contornos individuales sobre aquellos estratos remitentes a rdenes no
revelados[7].
Desde esta elusiva existencia y
desde el deseo de advertir modelos estticos afines a la pintura de Kulenovic, cabe mencionar que la significacin de estos
rostros ha sido comparada, sin duda un tanto forzadamente, con los retratos de
El Fayum, aun cuando no deja de existir cierta convergencia en la exposicin de
un estatismo a un tiempo evocador y claustrofbico[8].
En este sentido, el tono emocional de ambos modelos denota una afinidad
anmica, una semejante tensin existencial reducible, en ltimo trmino, a un
ver desde ms all de la vida. En lo que concierne a la concepcin
filosfico-teolgica correspondiente a El Fayum, por otro lado, prevalece un
sincretismo devenido de tres distintas cosmovisiones -con sus lazos entre ellas,
pero asimismo con sus particularidades-: egipcia, griega y romana, presentada
la primera desde la esperanza en un eterno presente, la segunda desde el temor
hacia un espectral mundo de sombras, y la tercera desde un estoicismo resignado
y hasta desesperanzado. Desde este particular lazo y desde este cruce de
estados anmicos, podemos comprender que la pintura de Kulenovic
manifiesta el temor a un mismo vaco existencial que el observable en El Fayum.
En este caso podra hablarse, en consonancia con el imaginario actual, de un
agotamiento de antiguas creencias y de la no consolidacin de otras
sustitutorias como base de esta angustia. El mundo, la existencia, en un caso y
en el otro se ofrece como espacio de irrealidad en el que quedan disueltos los
lmites entre la vida y la muerte. El ser se revela desde su condicin vacua o,
a lo sumo, desde su esencia espectral[9].
Sin que quepa explicar las
concomitancias entre unas y otras obras desde este aspecto, no est de ms
advertir que tanto las pinturas de El Fayum como las de Kulenovic
y las de Eugne Carrire,
surgen en momentos de transicin entre distintos imaginarios, esto es, en
momentos en que se entrelazan visiones del mundo tejidas con hilos tomados de
diferentes madejas, diferentes esferas de pensamiento, cada una con sus miedos
y ansiedades, sus esperanzas y creencias; tres etapas, en suma, dominadas por
una elevada intrincacin entre decadencia y nacimiento, desgarradas -y en este
sentido abiertas- desde distintas idealidades. Es a travs de esta abertura, es
a travs de esta llaga, por donde asoma y se hunde el imaginario de Kulenovic, tan sintomtico de nuestro tiempo y tan
inherente, no obstante, a nuestra particular condicin. Asistimos as a un
cruce de miradas reacias a quedar fijadas sobre una concreta imagen, pues en su
naturaleza est la constante ambigedad[10],
la permanencia en un perpetuo estado de transitoriedad, la oscilacin y la
vacilacin; y si tanto percibimos en ellas de nuestro propio ser aun desde un
inicial rechazo, es precisamente debido a nuestra identidad con ellas as como,
paradjicamente, desde la distancia que separa nuestro orden concreto,
pragmtico, ficcional en tantos aspectos, respecto de ese otro estrato que
asimismo habitamos, al cual pertenecemos, y que demanda a su vez su latido de
existencia, de presencia, si no en el hecho cotidiano al menos s en las
profundidades del sueo[11].
La naturaleza de este ltimo, su ser compuesto de imgenes, permea noche y da
hasta el punto de poder afirmarse que si percibimos algo de ms honda
existencia es enteramente desde ellos -tomndolos en sentido amplio-. El
rechazo hacia su esencia, movidos por el afn de participar del mundo desde una
conciencia enteramente diurna, reduce nuestra condicin a una vida obliterada.
El sueo con el que se tejen los rostros de Carrire,
El Fayum y Kulenovic, participa de nosotros de igual
modo que nosotros baamos nuestras ideaciones en el fondo oscurecido desde el
que, en elocuente silencio, aqullos nos interpelan.
La expresividad de estas
imgenes, la condensacin de significados que estas caras denotan, resulta
desconcertante dada su abrumadora carga. Esta sobreabundancia de sentido,
comprendemos, no deviene de las imgenes en s sino de la tensin que denotan
en relacin con el fondo que las sustenta. Esto es, su fuerza emerge, en
verdad, de aquello que las engulle, del horizonte del que forman parte o, al
menos, con el que dialogan en permanente tirantez. Comprendida, por tanto, como
dominante de esta pintura no la forma sino la tensin mantenida con el fondo al
que se abocan como tambin del que emergen, podramos afirmar que all donde se
presenta un rostro cualquiera, se revela un estado esttico tomado del carrusel
de formas conformado por la obra[12]
de la artista. Cada una de las fijaciones expuestas se corresponde as con un
puntual momento recogido de la secuencia inabarcable, inabordable de formas.
Aquello que prevalece y permanece es una rueda en permanente correr que lleva
de un proceso de formacin y cristalizacin a otro de completa descomposicin
dentro de un cmulo de incesantes metamorfosis.
3. Reabsorcin del rostro
A lo largo de sus
entrevistas Kulenovic va a incidir en la importancia
de aquellas influencias vinculadas por lo comn con una percepcin ambigua en
torno a la realidad no slo del mundo de objetos sino tambin del individuo[13].
Esta indefinicin, a modo de aberturas, de cortes sobre la sustancia del ser,
permite advertir un lugar, un estado, diramos, situado ms all de la forma,
un remanente ontolgico que viene a desvelar la naturaleza incognoscible de las
imgenes. Aludimos en este punto deliberadamente a la presencia de un corte
sobre la sustancia para ponerla en relacin con la imagen del corte en la
carne caracterstica de una concreta y macabra etapa de su pintura. En lo que a
nosotros nos interesa, desde el vnculo de este motivo con aquello que la pintora
presenta en la serie Faces, podramos
decir que la pulsin esttico-existencial de su obra se traslada en este caso
desde el corte en la materia, desde el corte en el cuerpo, hasta el corte en la
inmateria, hasta el corte en el alma. Se abre as una
herida desde la que el sujeto se vincula con el Abgrund,[14]
el vaco mstico. La herida, por tanto, se comprende como objeto singular de su
universo creativo, ya se muestre de modo patente o latente. Resulta un lugar
comn en los estudiosos que se han dedicado a la pintora aludir a sus vnculos
con la pintura tenebrista, con Rembrandt y Caravaggio,
as como con la obra de Bacon o Lucien Freud ya en el
siglo pasado. Este lazo es ante todo temperamental, sin ms. En cualquier caso,
en Kulenovic, como en aqullos, la dialctica
luz-oscuridad queda resuelta en herida: herida carnal y herida del alma. En
relacin an con la llaga, el smbolo mismo del Cristo, recurrente y axial
precisamente en Caravaggio, Rembrandt o Bacon,
despierta asimismo en Kulenovic. Cabe indicar al
respecto el hecho de que, como encarnacin humana de la cruz -y esta ltima, a
su vez, como abstraccin de aqul, del Cristo-, su imagen remite a una serie de
dualidades conflictivas e irresolubles, luces y sombras, gozo y dolor, creacin
y destruccin, destruccin como creacin: gesto o grito por un algo que
permanentemente se escapa, de aquello que se nos escapa.
Regresando a la idea con la
que cerrbamos el punto anterior y centrndonos de nuevo en la serie Faces, permanecemos ante un mismo rostro
presentado desde diferentes estadios de ser, un mismo rostro reflejado en la
curva infinita de un eterno retorno cristalizado en infinitas presencias y
disuelto en la gravedad de un desolado fondo. En estos trabajos no resulta
posible hablar ni de existencia ni aun de ausencia, pues lo cierto es que la
forma arraiga ah donde nuestras categoras no aciertan a asentarse. Desde
stas el ser se descubre como una nada en oposicin a un interrogante, a otra
nada en su sentido numinoso, oscuro, quedando entre
medias el abismo por el que la vida, estado del que se quisiera tomar parte, se
desagua. Qu permanece, por tanto, de este paisaje, de este carrusel de caras
-como Kulenovic misma las denomina, desproveyendo con
dicha terminologa a sus representaciones de carcter individual-?[15]
Sin alejarnos de la cuestin podemos adentrarnos en el significado del rostro
en la artista bosnia precisamente desde la distancia que separa sus rostros de
dos modelos paradigmticos, extremos asimismo, de
representacin de la identidad de la persona o, en su caso, de una carencia de
identidad.
A este respecto, si por una
parte comprendemos el rostro aureolado -en sentido estricto pero as mismo
desde la posibilidad de ampliar esta consideracin a la representacin del
cuerpo e incluso del mundo objetual- desde su vnculo con un orden esencial,
atemporal, tal y como observamos en la pintura de Chagall
o de Kandinsky a partir de la segunda dcada del pasado siglo -segn recuerda
Jacobo Siruela-,[16]
encontramos el contrapunto a este modelo en los campesinos que Malvich presenta -comprendemos que no casualmente sino
como respuesta a un mismo problema de fondo- en torno a la misma poca en que
Kandinsky comienza a trazar el aludido motivo en sus trabajos. En este caso,
cuanto Malvich nos ofrece son unos rostros
despojados de existencia, de presencia, sntoma inequvoco de lo intercambiable
de todo sujeto en el momento en que la persona queda deshumanizada, desprovista
de identidad. Frente a uno y otro modelo, las figuras de Kulenovic
no iluminan ni un ser reverberante ni un ser desposedo de identidad, sino que,
participando de una mirada heracltea, rescata lo
fugitivo del ser, su vacuidad elemental, un estado ni vinculado a un orden de
esencias ni a uno de presencias, enteramente espectral[17].
Desde esta apreciacin, si bien puede decirse que desde nuestro particular
acercamiento nada resulta tan radicalmente opuesto al no-rostro de Malvich que el rostro provisto de aureola, que el rostro
cercado y sublimado por ese espacio de radiacin sobre el que todo lo
perecedero cobra vida, se multiplica, se vierte, en fin, sobre un fondo de
presencia, la obra de Kulenovic se distancia de una y
otra concepcin del rostro -de la cara- envolviendo al sujeto en una crislida,
presentndolo desde su condicin fantasmal, emparentando con ello su trabajo,
desde el signo ontolgico que venimos exponiendo, con los rostros de Carrire o incluso de Medardo Rosso,
cada uno de ellos con sus obvios planteamientos, con sus propias cualidades.
Prevalece un rostro disuelto, un ser -por derivacin- disuelto, un ser arrojado
a sucesivas etapas de encarnacin y desencarnacin,
apenas fijado a una estable presencia, un ser que apenas queda fijado se torna
a desdibujar, revelndonos con ello su carcter fugitivo, su triple mirada de
Hcate: pasado-presente-futuro, escindido de su eje, carente en verdad de l.
El rostro, en su constante atravesar estadios de identidad hasta anular su
valor, ilumina sin detenerse los diferentes estratos recorridos en su perpetua
metamorfosis, una esttica impresin al momento ya perdida, captada de alguna
forma por quien, contemplando la obra, ve el difuminado de su propia condicin[18].
El desvelamiento de las
diferentes capas, pictricas y existenciales, conformadas por Kulenovic, muestra, en lnea con la perspectiva desde la
que vamos argumentando, la vejez en la niez, y recprocamente la niez en la
vejez, la vida interior acumulada sobre los diferentes estratos de ser,
incluidos los ausentes, los no advertibles en la superficie. Los seres se
disuelven, se vacan de s para volverse a rehacer, cayendo precipitados,
empujados por su propio peso existencial: proceso entrpico revelador de una
condicin no diurna como tampoco nocturna. El ser, daado de lleno en su
centro, despojado de aquellas categoras, de aquellas emociones asimismo con
las que en algn momento se lleg a identificar y hasta sustent su existencia,
encuentra fuera de ellas -desplazado de ellas, rechazado por ellas- su
condicin esencial, pero de sta nada le es dado decir a la obra, quedando ya
slo entonces, como en El Fayum, el silencio para expresar ms de cuanto una
explcita pincelada es capaz de denotar.
Aquello que prevalece
consiste en un espacio de opresiva inmanencia, una ensombrecida ventana hacia
una nebulosa realidad no necesariamente vinculada con un orden trascendente. No
argumentaremos en torno a ello pues de hacerlo nos enredaramos en una
confusin conceptual en primer lugar y, en segundo, regresaramos al punto
mencionado en la pasada nota al pie, remitente a los recovecos o a las
posibilidades advertidas desde el materialismo trascendental. Y aun con todo,
cabe aadir que la pintora comprende su obra desde esta misma indefinicin de
lo trascendente, resultando una vez ms su pintura sintomtica de nuestra poca[19].
Dado lo hermtico de este mundo de formas, no hay mucho que resolver sino ante
todo mirar, simplemente escuchar los ecos procedentes del retrato. No existe
punto de apoyo, no se advierte fundamento sobre el que apuntalar afirmaciones
ni aun sobre el que negarlas, y de nuevo en esto remitimos a una percepcin nebulosa,
a una mirada oblicua en su pintura: el objeto expuesto concentra el mayor grado
de explicitud en torno a su propia condicin existencial, y el mayor grado de
silencio en torno a la esencia sobre la que aparece y desaparece el carrusel de
existencias. El sujeto, como el pulso metafsico del cuadro, queda en este
universo reducido a aquel expresivo concepto empleado por Kierkegaard en sus Migajas filosficas: una cosa
desconocida.
El vaco metafsico latente
en estos trabajos engulle de continuo el universo de formas, un cosmos
compuesto por infinitos existentes, un torrente de sujetos enmudecidos en
permanente tensin con un orden numinoso llamado a
licuar una realidad fugitivamente transitada. Cada una de las perentorias
presencias lo ms que logran denotar es un estado de extrema angustia.
Horizonte monista con oscuros reflejos de trascendente, este anhelo que rebasa
la imagen de lo observado ilumina su contraparte abstracta desde un dolor en
ocasiones reducido a impertrrito mutismo, una abstraccin ofrecida a quien
contempla los lienzos como hendidura que todo lo atrapa sin que logremos
advertir ni su naturaleza ni su vnculo con las formas que de continuo son
engullidas. A partir de esta inaccesibilidad, pero de acuerdo con el tono
existencialista que impregna cada rincn de los lienzos, el lugar desde el que
estos rostros nos interpelan se advierte como silencioso terreno de
indeterminacin. El cuadro calla, los rostros enmudecen. Sea cual sea el motivo
por el que nos interrogan las caras que lo habitan, no parece haber respuesta a
los interrogantes que cada una de ellas plantea[20].
Llegados a este punto, se
comprende oportuno sealar que, si ofrecemos una comprensin del universo de
formas que Kulenovic presenta desde un hlito
existencial, es precisamente dada la naturaleza interrogante que adopta cada
lienzo. Esttica de lo fugitivo, la presencia remite a una ausencia mientras
que el fondo nos devuelve, a lo sumo, un adis ambivalente en su deseo de
evitar respuestas. Desde esta ltima elusin, el peligro de quedar enfangados,
de racionalizar aquello que se ofrece como smbolo, de tornar asimismo lo
infinito en finito -y por tanto en analizable-, resulta evidente. El sujeto
interpelado por nuestra mirada, sea el que observamos en las pinturas de El
Fayum, sea el presentado por Carrire o en este caso
por Kulenovic, nos remite a un yo en estado de
agotamiento; preguntarnos por la esencia de este yo o del abismo en torno al
que gravita devuelve la interrogante, una y otra vez, a un mismo punto de partida
en el que tan pronto nos sabernos seres para la muerte, como nos vemos
desbordados por una ilusin metafsica.
En base a estos parmetros,
por dar una evocadora pincelada final antes de pasar a sintetizar lo hasta
ahora expuesto, cabe remontarnos de nuevo en el tiempo para poner nuestra
atencin sobre las estelas donde quedaban grabados los epigramas grecolatinos
-desde los que el individuo an se diriga a quien pasaba junto a la
calzada-. Desde ellas reparamos en las similitudes de los resignados lamentos
que escapan de la piedra con los rostros de Kulenovic.
Ambos nos muestran, aun desde el ocasional estoicismo que impregna los
epigramas, una metafrica mudez, un desolado ademn, revelndose con ello un
contraste entre al individuo claudicante y su ansia de permanencia.
4. Conclusin
Los estratos temporales se
confunden y dejan su huella; estrato sobre estrato sin que quepa advertir, pues
todo es un continuum, dnde un orden
existencial da paso a otro o dnde una conciencia se encabalga sobre otra. Ante
todo, prevalece el continuum. No es
extrao, en este sentido, que los modelos estticos sealados por la artista
pertenezcan a tres periodos metafsicamente crticos en la historia de
Occidente: Roma, el Barroco y la poca actual. Todos ellos exponen con su
universo de formas un mundo en descomposicin y un mundo, a su vez, en
incipiente formacin: un mundo tratando de reorganizarse, de concederse un
sentido, con sus innumerables aristas y grietas por donde salen y entran nuevas
corrientes de pensamiento, nuevas vetas existenciales una y otra vez entregadas
a incesantes ramificaciones. A la hora de cerrar estas pginas, vemos que as
como los rostros tardo-romanos de El Fayum prefiguran el retrato bizantino, las
formas metamrficas de nuestra poca, despus de un periodo de hondo pesimismo
en el que la figura humana se present en Bacon y Lucien
Freud como carne para el matadero, denotan un nuevo soplo tendente a
reconfigurar una visin declinante de lo real, plausible indicio de un estar
presentes en el mundo desde un pulso ms esttico -no necesariamente ms veraz
ni ms falso-, menos vacilante, una cosmovisin asentada sobre ideaciones con
las que envolver nuestros fantasmas, con las que advertir la realidad desde la
presencia tanto o ms que desde la ausencia.
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[1]
She started her formal art education in Istanbul, Turkey, where her parents
taught at an American university as visiting professors for a few years. This
was a transition time for her, just after having escaped the war in Sarajevo,
and before immigrating into Canada. Whilst much from that period of her life is
a blur, she has memories of it as a hectic and hard time, and also the time in
which she discovered Lucian Freud and Francis Bacon, and Goyas etchings []
For years after the war she researched instances of human aggression and
destructiveness, and their consequences in various current and historical
events. It stands to reason that this has had an impact on her thought process
http://www.mayakulenovic.com/writingem.htm (Morren, 2007, s/p)
En
la lnea de estas ltimas palabras recogemos el siguiente comentario esta vez en
boca de la propia pintora: I don't think, however, that my
personal history was a deciding factor in the development of my work http://www.mayakulenovic.com/interviewcombustus.htm
(Elaine Piowaty, 2014, s/p).
[2]
Un apunte sobre esta serie lo recoge
Edward Lucie-Smith: The paintings that Kulenovic
calls Faces, rather than Portraits, are also intensely modern, while using a
format that has been established in western art since as early as the beginning
of the 15th century. Each presents us with a single head, usually that of a
child or an adolescent, and more often that of a female subject rather than a
male. In each case, the artists preoccupation seems to be, not the creation of
a likeness but the presentation of a psychological state (Lucie-Smith, s/f,
s/p).
[3] Dejemos que sea la propia Kulenovic -permanentemente dialogante con su obra- quien
reflexione sobre el estado atmosfrico de sus figuras: The
figures exist in the atmosphere, and they are made of it [] The
tension is still there in the figures, but their struggle is more existential,
eternal, introspective, quieter, as they emerge from light into mist and then
sink into shadows. They exist and yet they have no boundaries that define them,
and they have no time that restrains them - they may be paintings of people,
but they may as well be phantoms, dreams, ancient estate portraits, ghosts, old
photographs. There is a sort of a destruction of form by light and mist, so
that the new figures are more ethereal, less present, more
ghostly, and their expression is quieter. When looked at from the point
of illustrative, recognizable facial expression, they have less on their faces,
but the attention is more on the atmosphere of the image, and the light.
Atmosphere - time of day, weather, temperature of air, and nature of light, is
crucial.
http://www.mayakulenovic.com/interview2012.htm
(Hamilton, 2012, s/p).
[4] Desde este comprender la
muerte como sustancia conformante del ser, no situada fuera del ser sino
emergente de l, nacida con l, nos acercamos a una pulsin existencialista
advertible en toda la trayectoria de la pintora.
[5] En relacin con este
existencialismo de fondo, Kulenovic contina
ofreciendo pautas sobre el sentido de su obra. Su universo es ante todo
evocador, y en modo alguno revelador de un orden definido. Su oscura tonalidad
no remite a un concepto aprehensible, sino que, al igual que cada figura, al
igual que cada presencia, se diluye en el ojo de quien observa: Darkness is not
necessarily threat, nor light salvation; it can be seen the other way
around, too. Im
not telling the viewer how to feel about this image; it is open and familiar
enough so that, like a mirror, it can reflect some of the viewers own mind.
Hope may be in the resilient presence of the figure, which still persists even
when it seems to be fading, pulled apart by both light and shadow. It may be in
the moment of recognition and empathy that the viewer may feel http://combustus.com/from-sarajevo-something-lost-something-new-interview-with-painter-maya-kulenovic/ (Elaine Piowaty, 2014,
s/p).
[6] Frente a este deliberado
gesto difuso se habla de defecto de visin en la obra de un autor cuyas
figuras, como veremos, poseen concomitancias con las de Maya Kulenovic, nos referimos a Eugne
Carrire. Esta bsqueda de defectos logrados, como
es sabido, resulta habitual en la historia del arte, siendo Leonardo o El Greco
los autores ms relevantes a los que se les ha adjudicado una deficiencia
orgnica. De fondo pudiera prevalecer la imposibilidad de asumir por parte del
ojo analtico, de nuestra mente pretendida y pretenciosamente objetiva, un
modelo expresivo no acorde con las racionales mediciones convencionales.
Recordemos, a fin de cuentas, que el ojo del artista es expresivo, no
representativo. Sobre la aludida cuestin en Carrire,
remitimos al trabajo La falsa discromatopsia del pintor Eugne
Carrire, de Mir-Fullana.
[7]
La forma mediante la que Kulenovic
da cuerpo a esta ambivalencia entre formacin y disolucin, el proceso tcnico por el que se conforma este etreo
estado por medio de un difuminado de capas, lo comenta detalladamente Kulenovic: The
destruction layer, which I introduced into my painting a long time ago, is the
layer of erasure - usually affecting the last layer of paint or glaze -
basically, I paint with an intention to define contrasts and forms in a more or
less classical way, but then I 'destroy' the marks I just made with random
action of paint, medium, rags, solvent, dry brushes, wire brushes, sandpaper,
knives. Elements of the destruction layer in the recent paintings are more
pronounced. The destructive nature of erasure results in remnants of intentions
and decisions of the artist, and introduces a random element into the painting.
They act against the realism of the subject, and in a sense
they are an element of the rebellion of the material. They destroy the outer
borders of the subject, making it more permeable and open, more delicate and
vulnerable. They expose the previous layers (the 'history'), they destroy the
classical realism of the subject, taking it apart, plunging it into a sort of a
primal chaos of pigment and medium, only to be re-grouped into a different kind
of order in the subsequent layer. This element of chaos gives the subject a
life of its own; it breaks free and often surprises me with the result - and in
this, it completely annihilates any possibility of artistic manipulation of the
viewer on my part as an artist... this is a process of discovery and surprise,
rather than a method of production, and so it is a struggle. From this struggle the character of the painting arises http://www.mayakulenovic.com/interview2012.htm
(Hamilton, 2012, s/f).
[8] En relacin con lo que el
autor comprende como epifana del rostro, con un surgir atemporal de los
rostros de El Fayum, Bailly habla de un equilibrio
inestable entre una franqueza extraordinaria y una infinita capacidad de
encubrimiento. Y esa epifana imposible de reflejar, porque ella es aquello que
acontece sin fin, el retrato la toca al tiempo que nos toca cuando est
consumado. El retrato, una vez ms, es el nombre del rostro, no resuelve su
enigma, pero lo nombra y lo muestra. Y es por eso por lo que todo lo que l
comunica de ese rostro, todo lo que el rostro comunica, es tan importante, y
acaba por desplegarse en la serie ilimitada de los detalles y los rasgos que
cada momento y sin fin reinician el enigma y lo hacen soberano (Bailly, 2001, 152). El rostro se ofrece, por tanto
-acudiendo a un lugar comn-, como apariencia del alma, y remite por ello al
abismo del ser, lugar en el que se sita a su vez el centro de gravedad de las
pinturas de Kulenovic: lugar no hollado, impreciso,
inaprensible desde una mirada diurna.
[9] Sobre esta pulsin
existencial de su trabajo se pronuncia la pintora, quien adems incide en la
necesidad de buscar el sentido de su trabajo, de buscar el sentido de su
persona, en lo fronterizo y ambivalente. Ultimately,
whatever their particular subject may be, my paintings are existential in
nature and they usually show the critical points: borderline states between
being and non- being, creation and destruction, life and death, trance and
wakefulness, sanity and madness
http://www.mayakulenovic.com/2011/mayakulenovicpaintings.htm (Collins, s/f, s/p).
[10] Este desequilibrio puede
comprenderse desde la lucha entre la luz y la oscuridad. La pintura de Kulenovic revela una dialctica desde la que queda abierto
un nuevo espacio imposible de signar. Una mirada ensombrecida cuyos vnculos
cromticos remiten a la pintura tenebrista permite la asuncin de rostros epifnicos, de lugares, corporeidades, asimismo
espectrales: Working in translucent
washes and a fragile
balance of unnamable colors,
struggling light and advancing
shadow, the work emerges to a resonant state of permanent indecision. The sensation elected from this work
is genuine; positive or negative, it often only serves to amplify that which
the viewer brings to it. The
results of the past cast a shadow across the future, and between the two we
find a penumbra of query and intense consideration http://www.mayakulenovic.com/writingash.htm
(Hamilton, 2005, s/p).
[11] Los sueos -no en su sentido
reducido- como lugar no racionalizado de donde surgen las presencias recogidas
sobre el lienzo; presencias de la misma condicin que las imgenes de
las ensoaciones, enteramente fantasmales: I don't paint my dreams,
and I don't find them particularly useful as ideas in any literal way, but I like
exploring and learning from them. Much
of my artistic content comes from the same place as dreams, and I've noticed
that my paintings of places, such as landscapes and buildings, and my lucid
dreams have a similar quality, especially that of space and light. I find such
dreams peaceful and comforting. A good way of generating ideas for me are
near-sleep states and meditation in which one can observe the free flow of
thoughts and unrestricted spontaneous associations while still having an
awareness of the present http://www.mayakulenovic.com/interviewilcantodiorfeoen.htm (Cardone, 2016, s/p).
Encontramos este estado creativo
ampliamente comentado en La potica de la
ensoacin de Bachelard, quien comprende la
ensoacin -al menos uno de sus muchos estados- desde la bella imagen de un
poco de materia nocturna olvidada en la luz del da (Bachelard,
1997, 24).
Jacobo Siruela,
por su parte, atrevido explorador del mundo de los sueos, nos recuerda la
siguiente cita de Hegel si pudiramos reunir los sueos de un momento
histrico determinado veramos surgir una exactsima imagen del espritu de ese
perodo (Siruela, 2016, 24). De igual modo, los
sueos materializados, llevados al lienzo, de Kulenovic,
revelan formas sintomticas de nuestra poca liminar, en permanente duermevela,
dotndola de presencia.
[12] Kulenovic
hablar reiteradamente del carcter secuencial de su obra, de la necesidad de
acercarnos a sta desde una visin de conjunto, como si de una pelcula se
tratase.
[13]
De nuevo Anthony Collins expone
el modo de trabajar, en permanente bsqueda
del difuminado, de la pintora:
Whether with portraits, which she terms faces, architecture, referred to as
build works, landscapes or still life images, Kulenovic's
focus is to capture an ambience or psychological state. She deliberately
explores ambiguity, and in her approach to the painted surface she works in
glazed layers as well as destructive techniques to create images evoking a
particular atemporal context that invite the viewer
to linger, and thus invest of themselves in her world http://www.mayakulenovic.com/writingac.htm
(Collins, s/f, s/p).
[14] Tomamos, por explcita, esta
expresin tan querida a Heidegger y a la mstica renana; afn, asimismo, al
pensamiento de un autor al que en breve nos referiremos, Florenski.
[15] En lo concerniente a la
significacin del rostro desde su significacin espiritual, remitimos al lector
a la obra de Florenski El iconostasio, citada en la bibliografa. Especial atencin en
este sentido merecen las pginas 52-54 de la edicin indicada. Algunas de estas
apreciaciones las recogemos, por su inters, a continuacin: El rostro es aquello que vemos en nuestra
experiencia diurna, aquello a travs de lo cual se nos manifiestan las
realidades de este mundo terreno (2016, 52). El semblante, por el contrario, es precisamente la manifestacin de la
ontologa. En la Biblia la imagen de Dios
se diferencia de la semejanza divina;
la tradicin eclesial hace tiempo aclar que por la primera se debe entender
algo actual: el don ontolgico de
Dios, el fundamento espiritual de cada persona como tal; mientras que por la
segunda debe entenderse la potencia, la capacidad de perfeccionamiento
espiritual [] es decir, la posibilidad de encarnar en la vida, en la persona,
la imagen de Dios, que es nuestro bien secreto, y de este modo manifestara en
el rostro (ibd., 53).En plena oposicin al semblante est la palabra mscara
(lichina)
(ibd., 54).
Por otra parte, seala Kulenovic al respecto: I call my
portraits 'faces' because they do not represent any particular character, but a
mood, or rather, mood as traces or anticipations of events. I give the viewers
a starting point from which they can form their own relationship to the
subject, based on their experiences http://www.mayakulenovic.com/interview2012.htm
(Hamilton, 2012, s/p).
[16] Menciona Siruela
que La huella de Thought-Forms
en la pintura de Kandinsky empieza a cobrar una clara entidad plstica en las
tres versiones de Seora en Mosc.
Este leo pintado en 1912, ya es una representacin clara de dos planos de
realidad: uno material, el de la seora pelirroja parada en la calle con su
flor carmes en la mano, y otro psquico, caracterizado por sus pensamientos y
sentimientos momentneos, representados por la etrea atmsfera rojiza a su
espalda, la irreal sombra verdosa que rodea todo su cuerpo o la inquietante y
compacta mancha negra que flota sobre su cabeza y parece a punto de tapar el
sol. Las tres versiones del cuadro tienen un enorme inters por ser las obras
intermedias de sus pasos de lo figurativo a lo abstracto. En cambio, en el
cuadro que pint a continuacin, titulado Punto
negro I, Kandinsky ya slo representa las ambiguas atmsferas cambiantes de
la esfera espiritual de la que hablaban los tesofos que dieron paso a la
abstraccin pictrica (Siruela, 2015, 96-97).
Evidentemente, esta aura ha de comprenderse, como se ha indicado en el cuerpo
del artculo, no slo como corona dorada sino, ante todo, como matiz delator de
un vnculo entre el objeto material y su ser reverberante, se entienda ste
desde la significacin que cada uno desee.
Sealamos, aun de pasada, que todo en
este mundo simblico resulta matizable, y as estos mismos rostros, esta misma
ausencia de rostros en Malvich, vincula a cada uno
de estos campesinos con el rostro divino a juicio de Natalia Timoshenko, segn leemos en el prlogo a El iconostasio (2016, 16). Por lo dems,
el propio Florenski distingue entre rostro (visin
diurna), semblante (visin espiritual), y mscara (aqulla que, en este caso,
nosotros relacionamos con lo observado en la pintura de Malvich).
Comentarios detallados sobre el
significado del aura en la pintura religiosa bizantina los encontramos, adems
de en la citada obra de Florenski, en el trabajo de Lonid Ouspenski -no confundirlo
con el tesofo- citado en la bibliografa (vid. 511-514). En ste, entre
otras definiciones, leemos que: La energa divina, esa luz que a todo da forma
y unidad, triunfa sobre la separacin entre lo espiritual y lo corporal,
incluso entre el mundo creado (visible e invisible) y el mundo divino.
Representado en el icono, el mundo entero queda penetrado de la potencia de
esta luz increada (2013, 514).
[17] Si comprendemos que sus
rostros participan de una misma condicin y que todos ellos remiten a una
problemtica comn a todo ser, es desde su identidad en un orden esencial.
[18] Esta comprensin de un permanente
rehacimiento material propio de nuestra cosmovisin encuentra en nuestra poca
vectores no meramente materialistas e incluso con sentido teleolgico tal y
como leemos en los planteamientos de Skolimowski,
remitentes en este caso tanto a la idea no slo de una creacin, sino de un
creador en evolucin. Citamos en la bibliografa las dos referencias del autor
que han sido traducidas al castellano. Aunque esta cuestin sobrepasa los
lmites de estas pginas, cabe decir que desde la tendencia aqu indicada
podemos fijar nuestra cosmovisin actual a una corriente heracltea
de pensamiento -trmino al que nos acogemos pues comprendemos que con l se
advierte adecuadamente la lnea que emparenta a de Fiore
con Cusa, a ste con Spinoza, y a todos ellos con Hegel, Schelling,
Nietzsche, Teilhard de Chardin,
o con el mencionado Skolimoswski, ms all de que
cada uno concede a dicho trmino un sentido materialista o espiritualizado-.
[19] Esta ambivalencia o carcter
difuso que Kulenovic adjudica a lo trascendente queda
contrapuesto al que concede a lo sagrado, segn leemos a continuacin: Perhaps in the context of my paintings,
a better word might be 'transcendent' rather than 'sacred'.
I think that the ability to feel the 'transcendent' is an essential and
universal human capacity which, for those who are religious, is attached to a
system of belief, but it doesn't have to be. Transcendence can be revealed in
those moments when an experience moves us to the core, on every level of our
being; what we witness is too magnificent to comprehend yet we feel a part of
it. For a split second we are able to have a glimpse
of infinity, and not only in the physical sense. For me, this happens most often
in nature and in my work, but also in breakthrough moments of discovery, in
meditation, or when I least expect it: when some unseen truth about existence
and/or the human condition reveals itself suddenly and with clarity.
Transcendence is difficult to explain or to capture, as one has to experience
it, and art is probably one of the best ways of communicating that experience
http://www.mayakulenovic.com/interviewilcantodiorfeoen.htm (Cardone, 2016, s/p).
[20]
De nuevo recogemos las
palabras de Kulenovic en torno al carcter interrogativo de su pintura: They are questions rather than answers - but
questions which are imposing themselves on the observer, and not giving him the
option of ignoring them. Like staring into a dark abyss, without knowing what
is beyond the shadow http://www.mayakulenovic.com/writingem.htm (Morren, 2007, s/p).