Agua y Territorio, 16, 1-12, Julio-Diciembre 2020, Universidad de, Jaén, España

ISSN 2340-8472 ISSNe 2340-7743 DOI 10.17561/at.16.5109

water and landscape
AGUA y TERRITORIO

El papel del activismo socioambiental de base en la nueva ola del movimiento climático (2018-2020)

The Role of Grassroots Environmental Activism within the New Wave of the Climate Movement (2018-2020)

Tommaso Gravante

Universidad Nacional Autónoma de México

Ciudad de México, México

t.gravante@gmail.com

https://orcid.org/0000-0003-1168-931X

Alice Poma

Universidad Nacional Autónoma de México

Ciudad de México, México

alicepoma@gmail.com

https://orcid.org/0000-0001-8755-6893

Resumen — Desde fines de 2018, la nueva ola del movimiento climático representa una nueva etapa en el activismo ecologista gracias en parte a la participación de actores locales que se pueden reagrupar bajo el paraguas de experiencias de activismo socioambiental de base. El objetivo principal del presente artículo es destacar el papel de este tipo de activismo dentro de la nueva ola del movimiento climático. En el artículo presentaremos tres elementos que caracterizan el activismo socioambiental y que consideramos determinantes en el desarrollo de estrategias frente a la emergencia climática: la presencia de apegos al lugar local y global, la priorización de valores altruistas y biosféricos, y el carácter prefigurativo de estas prácticas. En el análisis compararemos los resultados del proyecto internacional Protest for a Future: Composition, Mobilization and Motives of the Participants in Fridays For Future Climate Protests (2018-2020) con los resultados de distintas experiencias de activismo socioambiental en el contexto urbano.

Palabras claves: movimientos climáticos, activismo local socioambiental de base, activismo urbano.

Abstract — Since late 2018, a new wave of the climate movement all around the world represents a new stage in environmental activism thanks in part to the participation of local actors who can be regrouped under the umbrella of experiences associated with local environmental grassroots activism. The aim of this article is to highlight the role of urban grassroots environmental activism within this new wave of the climate movement. In this article we will present three elements that characterize this type of activism and that we consider determinants in the development of strategies in response to the climate crisis: first, the presence of attachments to the local and global levels; second, the prioritization of altruistic and biospheric values that are reflected in the pro-environmental practices; and third, the prefigurative character of these practices. The proposal is based on a comparison of the results of the international project Protest for a Future: Composition, Mobilization and Motives of the Participants in Fridays For Future Climate Protests (2018-2020), with the findings of different studies focused on urban environmental grassroots activism

Keywords: Climate movements, Local grassroots socio environmental activism, urban activism.

INTRODUCCIÓN1

En octubre de 2018 el Panel Intergubernamental de Cambio Climático de las Naciones Unidas (IPCC, por sus siglas en inglés) presentó el Reporte Especial sobre el Calentamiento Global 1,5ºC en el cual se informaba a los gobiernos del planeta de la extrema necesidad de limitar el aumento global de la temperatura en 1,5ºC2. En diciembre del mismo año, el IPCC publicó el reporte enfocado en los efectos del calentamiento global a 1,5ºC en las ciudades (What the IPCC Special Report on Global Warming of 1.5°C Means for Cities)3. Este último reporte destaca la alta vulnerabilidad de los contextos urbanos frente al alza de la temperatura de 1,5ºC y el importante recrudecimiento de la crisis socioambiental que afectaría a la mayoría de las ciudades en el mundo. Además de tener un gran impacto mediático, estos informes desencadenaron consecuencias no esperadas como la revitalización del movimiento climático a nivel internacional, el cual había sufrido un estancamiento desde el fracaso de los acuerdos de la COP 154 en Copenhague (2009).

La nueva ola de activismo climático, que a nivel mediático se asocia con movimientos transnacionales como Fridays for Future (FFF) y Extinction Rebellion (XR) ha logrado, entre otras cosas: a) posicionar en la agenda internacional, nacional y local la necesidad de declarar la emergencia climática, y b) posicionar la emergencia climática en los debates de la opinión pública, de las instituciones públicas y, en parte, en los actores privados.

El objetivo de este artículo es destacar el papel del activismo socioambiental de base en contextos urbanos dentro de la nueva ola del movimiento climático. El activismo socioambiental de base en su dimensión local es conocido en la literatura internacional como Local Environmental Grassroots Activism, el cual constituye una amplia diversidad de experiencias sociales que resisten y/o promueven alternativas sociales y colectivas frente a la crisis socioambiental que está azotando las ciudades. Su relevancia en la respuesta a la actual emergencia climática se apoya en distintos aspectos, de los cuales destacamos dos.

Como evidencian los dos informes citados anteriormente5, para enfrentar los impactos del cambio climático es necesario involucrar a otros actores sociales, además de los institucionales, y considerar otra escala de intervención que no sea la dimensión macro. En otras palabras, estos reportes hacen hincapié en la importancia de la dimensión local, tanto en la esfera de actuación como del conocimiento, y especialmente en la adaptación al cambio climático. Para poder atender estas recomendaciones resulta necesario involucrar a la ciudadanía como el conjunto de actores individuales y organizados. Ya otros estudios han confirmado que la ciudadanía −a nivel local− constituye un importante actor socioambiental6 al no estar ajena al cambio climático y actúa contra los efectos del mismo, como el deterioro y agotamiento de los recursos hídricos y de los espacios verdes urbanos.

El segundo aspecto que queremos destacar es que al resistirse a los procesos de urbanización que amenazan los bienes comunes en las ciudades, estos actores promueven prácticas proambientales que pueden generar cambios o modificaciones en el comportamiento colectivo de su entorno local7; ser promotores de procesos democráticos8, y al igual que los conflictos socioambientales no urbanos “crear visiones alternativas y nuevos caminos hacia la sustentabilidad desde sus racionalidades culturales, reinventando sus identidades, sus prácticas productivas y sus medios de vida”9. Como veremos a lo largo del texto, estas experiencias pueden jugar un papel central en el desarrollo de estrategias de adaptación y mitigación a fin de contrarrestar la emergencia climática en las ciudades, por lo menos en tres factores determinantes: la construcción de los apegos al lugar (local y global) en la percepción y respuesta al cambio climático, la priorización de los valores altruistas o socioaltruistas y biosféricos, determinantes en el desarrollo de los comportamientos proambientales, y el carácter prefigurativo de sus prácticas políticas, capaz de enseñarnos otros futuros sustentables para nuestras ciudades.

A pesar de lo anterior, en el estudio de los movimientos sociales −y en las ciencias sociales en general− el activismo socioambiental de base urbano ha sido por lo general menospreciado al dirigir el interés hacia experiencias más mediáticas, como los movimientos transnacionales, o experiencias formalmente organizadas, como las organizaciones de los movimientos sociales. Lo mismo se puede decir de la escala analítica utilizada y el tipo de impacto analizado, ya que existen más estudios en la escala transnacional y en los impactos políticos del activismo climático respecto a la escala local y la pesquisa en los impactos culturales y biográficos de los mismos. Una aportación adicional de este artículo es colmar este vacío de la literatura analizando algunos de los procesos más relevantes del activismo socioambiental de base que de manera a veces poco visibilizada para los medios de comunicación participa en la nueva ola del movimiento climático.

El texto se estructurará en tres apartados. Primero, contextualizaremos el problema social y expondremos brevemente los impactos de la emergencia climática en las ciudades. Este apartado servirá para comprender la problemática que está detrás de este tipo de activismo. En el segundo apartado, describiremos el movimiento climático, centrándonos en su composición y principales características, así como en el papel del activismo urbano. En la tercera y última parte presentaremos tres elementos que caracterizan al activismo socioambiental de base urbano y que consideramos determinantes en el desarrollo de estrategias frente a la emergencia climática: la presencia de apegos al lugar local y global, la priorización de valores altruistas y biosféricos que se refleja en prácticas proambientales, y el carácter prefigurativo de estas prácticas.

La propuesta se fundamenta en un análisis comparado de los datos del proyecto internacional Protest for a future: Composition, mobilization and motives of the participants in Fridays For Future climate protests, liderado desde la Universidad de Gotemburgo, en el que han participado los autores de este artículo junto a otros investigadores de más de veinte países10, aunado a la experiencia que hemos ido acumulando en distintas investigaciones sobre el activismo socioambiental de contexto urbano11.

CAMBIO CLIMÁTICO Y CIUDADES

Las ciudades juegan un papel importante tanto en la mitigación del cambio climático (CC), dado que “consumen una gran proporción de la energía producida globalmente –entre 60 y 80%– y son responsables de un porcentaje similar de las emisiones de CO2 del mundo”12, como en la adaptación, ya que “debido a esta alta concentración de personas y actividades, las ciudades se identifican como los sitios de mayor vulnerabilidad, sobre todo en países en desarrollo como México, en los que el proceso de urbanización se lleva a cabo de manera acelerada y desorganizada”13.

Como muestran varios estudios a nivel global14 y local,15 las grandes ciudades sufrirán las mayores consecuencias negativas del CC, con un aumento de la contaminación atmosférica, inundaciones por lluvias intensas, olas e islas de calor, heladas, regímenes de tormentas, nubosidad y radiación16. Además, las zonas urbanas a menudo incluyen bosques y terrenos agrícolas que sufren los efectos del cambio del clima, como el aumento de los incendios forestales y la disminución de la producción agrícola local. Adicionalmente, la mitad de la población total del planeta vive ya en áreas urbanas y se estima que ese porcentaje será del 75 % antes de 205017. Frente a este escenario, no sorprende que, por un lado, la comunidad científica internacional subraye la importancia de que las sociedades aceleren su adaptación al CC, en particular en los países de ingresos medios y bajos, donde el impacto puede causar mayores daños18, y que, por otro lado, hayan emergido diversos colectivos y agrupaciones de ciudadanos organizados frente a los proyectos de gentrificación y de destrucción de los espacios verdes urbanos, quienes proponen alternativas sustentables a problemas como la movilidad, el abasto de alimentos, la accesibilidad al agua potable y otros aspectos de la vida cotidiana.

Sin embargo, estos dos aspectos no se reflejan en las investigaciones sociales sobre cambio climático que se focalizan en las zonas urbanas y metropolitanas. Por ejemplo, si consideramos el caso de México, como afirma Aragón-Durand, “hasta ahora el tratamiento de lo urbano en el debate del CC en México ha sido muy escaso (…) [y] es necesario producir conocimiento sobre las ciudades mexicanas”19. Este escenario es común en la mayoría de los países.

El CC conlleva también un problema de injusticia climática, donde la inequidad tiene por lo menos tres dimensiones: la responsabilidad, los recursos para enfrentar el problema y sus efectos asimétricos20. De manera breve, la injusticia climática consiste en que “los impactos del cambio climático son muy injustos para quienes han tenido poco que ver con la generación del problema”21, así como con la desigualdad en la posibilidad de enfrentar el problema. Como afirman Moreno y Urbina “estas circunstancias de rezago y desigualdad dificultan el avance hacia condiciones y oportunidades de vida digna para todos los habitantes, pero también conllevan un riesgo diferenciado hacia los posibles impactos del cambio climático”22, y por esta razón es importante no subestimar que la vulnerabilidad al CC “puede ser un atributo personal y colectivo que varía en función de los recursos que posee la gente”23.

En este contexto de vulnerabilidad frente a la emergencia ambiental y climática que causará consecuencias y afectaciones desiguales entre los habitantes de las zonas urbanas, se puede observar una respuesta desde abajo que comprende los conflictos socioambientales urbanos y las experiencias de alternativas sociales como los huertos urbanos, las redes alternativas de alimentación, los grupos que promueven una movilidad alternativa, los mercados alternativos de intercambio y reutilización de productos, y las cooperativas y proyectos informales de pequeños productores y artesanos.

Estas experiencias responden a una de las demandas del movimiento ecologista que participa en el movimiento climático: fomentar la producción local y artesanal de alimentos y bienes para disminuir el impacto ambiental del estilo de vida urbano, según la idea de que “enfrentar el cambio climático es más que reducir las emisiones de CO2 y crear soluciones de energía limpia. Abordar los aspectos prácticos de un futuro sostenible es una parte vital de nuestra evolución, pero es crucial tener una mirada más profunda. En esta coyuntura, nos vemos obligados a examinar las creencias y valores que nos impulsaron a este punto de inflexión. Si podemos reconocer la conexión vital entre nuestros pensamientos, emociones y comportamiento en nuestras elecciones cotidianas, podemos eliminar los costes perjudiciales para las personas y el medio ambiente”24.

METODOLOGÍA

El artículo se desarrollará a través de un análisis comparado de dos fenómenos sociales interrelacionados pero pertenecientes a dos dimensiones distintas: la transnacional, para el movimiento climático, y la local para el activismo urbano socioambiental. Por esta razón, la recolección y elaboración de los datos han seguido dos caminos diversos.

Respecto al movimiento climático, el análisis se basa en los resultados del proyecto internacional ya mencionado Protest for a future: Composition, mobilization and motives of the participants in Fridays For Future climate protests, encabezado por investigadores de la Universidad de Gotemburgo. El diseño metodológico de este proyecto ha considerado el seguimiento de las movilizaciones convocadas por FFF en las Huelgas Mundiales por el Clima en marzo y septiembre de 201925, a través de la realización de encuestas a los participantes de las manifestaciones. Se levantaron un total de 4.929 encuestas con el método Caught in the Act of Protest: Contextualizing Contestation (CCC) (Atrapados en el acto de protesta: contextualizando la protesta)26.

El proyecto y su método surgen en 2009 por iniciativa de investigadores interesados en la acción colectiva y los sondeos en las protestas. El método se propone realizar preguntas a los manifestantes que puedan proporcionar datos sobre el impacto de la variación contextual como la nación, el contexto de la movilización, la manifestación y las técnicas de movilización de quien participa y por qué razones. La generación y el análisis de datos comparables a nivel internacional se debe al empleo de un marco teórico común, un diseño de investigación y medidas estandarizados aplicados rigurosamente en los proyectos individuales.

En este proyecto en particular, las casi cinco mil encuestas levantadas fueron adaptadas al caso específico de la nueva ola del movimiento climático. Las casi cien preguntas de la encuesta cubren seis bloques de interés: 1) el perfil político y demográfico de los participantes, 2) las redes de movilización que han llevado a esos jóvenes a las calles, 3) qué motiva a esos activistas climáticos, 4) las emociones vinculadas a las protestas en torno al cambio climático, 5) el ‘efecto Greta’, y 6) las propuestas de solución para el problema climático. Además de lo anterior, sumamos también los datos que se han obtenido desde el seguimiento (2017-2020) de los grupos de base que integran esta nueva ola de movilizaciones climáticas en México27.

Una vez analizados los datos sobre la nueva ola del movimiento climático, fueron comparados con los resultados de nuestras investigaciones sobre el activismo socioambiental en el contexto urbano28. Estas investigaciones pretenden determinar el significado que los individuos atribuyen al mundo externo y a sus prácticas, la construcción de su identidad colectiva y sus emociones, y por último la relación con otros actores sociales presentes en la contienda política, aspecto principal de este artículo.

EL MOVIMIENTO CLIMÁTICO: CARACTERÍSTICAS Y PERIODIZACIÓN

Hasta la adopción del protocolo de Kyoto en 1997, el movimiento climático estuvo caracterizado por:

• estar compuesto por grandes organizaciones no gubernamentales como el WWF, Greenpeace y Climate Action Network

• tener como repertorio de la protesta campañas y acciones mediáticas aisladas

• y la posición política de resolver el problema climático a través de una regulación de los mecanismos de mercado (market orientation)29.

Una vez que el protocolo fue aplicado empezaron a surgir, aunque de forma aislada, críticas a los mecanismos de mercados y demandas que más adelante moldearán el concepto de justicia climática30. A finales de los 90, empezaron a confluir otros actores sociales que derivaban de otros movimientos como el movimiento por la Justicia Global31 y los movimientos ecologistas de los años 70, 80 y de finales de los 9032. Estas experiencias permitieron un importante proceso de repolitización de la problemática climática y una reorganización profunda del movimiento climático33. Gracias a lo anterior, al inicio del milenio el movimiento pudo reorganizarse de forma más sólida, transformándose en actores principales en la contienda política durante la primera década, con capacidad de convocatoria internacional y negociación con los actores institucionales. Lo anterior sucedió hasta la COP15 en Copenhague en 2009, donde el fracaso de las negociaciones profundizó las ya existentes y tajantes tensiones entre las dos principales líneas políticas del movimiento: la ambientalista y la ecologista34, que explicaremos luego con mayor detalle. Debido a estas tensiones, el movimiento entró en un serio debate interno. Por ejemplo, en 2010, Rising Tide North American escribió un controvertido texto intitulado ‘El movimiento climático ha muerto. Larga vida al movimiento climático’ que criticaba la posición ambientalista de las grandes ONG, las cuales “en lugar de haber construido un movimiento de oposición habían preferido ganar el favor de los políticos a cambio de unas cuantas migas de influencia”35. Después de 2009, en las acampadas por la acción climática (Camps for Climate Action) en el Reino Unido, los participantes empezaron a cuestionarse si se estaban convirtiendo en ‘profesionales mediáticos’ (media savvy) a costa de una dilución de su mensaje político36. Estos cuestionamientos llegaron a tratar aspectos como el tipo de acción que el movimiento debería utilizar (acción directa vs acción simbólica), el rechazo o no de la así llamada «economía verde», y la vinculación con otros movimientos (concretamente los movimientos de los derechos humanos y de justicia social), todo lo cual tuvo un impacto en el desarrollo del movimiento climático hasta el año 2018, cuando surgió una nueva ola.

El informe 1,5ºC del IPCC, como explicamos en la introducción, representó un punto de inflexión en el movimiento climático, desencadenando una nueva ola de protestas climáticas protagonizadas por dos movimientos como son FFF y XR. A finales de octubre de 2018 se formó en el Reino Unido el movimiento XR, que surgió de la mano de la organización ecologista RaisingUP!, fundada en 2016 y centrada en la acción directa no violenta y en la desobediencia civil como vías contrastadas para generar cambios. Después de las primeras acciones de desobediencia civil en Londres, XR se difundió en otros lugares del planeta, a través de una red horizontal de participación, convirtiéndose en poco tiempo en uno de los principales movimientos transnacionales en las protestas climáticas.

Otro actor en esta nueva ola es FFF, que surgió en 2018 en Europa, inspirado por la acción individual de una estudiante sueca de 15 años, Greta Thunberg, que en agosto de 2018 protestó todos los viernes frente al Parlamento de Estocolmo para exigir a las autoridades acciones más concretas frente al cambio climático. Desde entonces, su acción individual trascendió todas las fronteras llegando a generar el movimiento FFF, que se difundió aún más después de su participación en la COP24 en Katowice (Polonia) en diciembre de 2018 y en el Foro Económico Mundial en Davos (Suiza), en enero de 2019. Aunque era inevitable que la popularidad de esta joven levantara críticas y lecturas diversas de sus acciones, la admiración y el respeto de jóvenes y menos jóvenes hacia Greta han llegado a movilizar a millones de personas en todo el mundo. A diferencia de XR, constituido por activistas ecologistas y adultos, FFF se caracteriza por una amplia participación de estudiantes muy jóvenes (entre 15 y 18 años)37. Esta nueva generación que compone la mayoría del movimiento FFF representa un giro histórico en el activismo climático, antes confinado exclusivamente a los activistas de organizaciones ambientalistas y ecologistas.

La presencia de adolescentes en esta nueva ola de movilizaciones climáticas representa una nueva etapa en el activismo ecologista y en defensa de la naturaleza que desde los años noventa se había concentrado en participar en los eventos de protesta del movimiento antiglobalización y en las resistencias en defensa de los territorios de comunidades locales e indígenas. Además de lo anterior, otra importante diferencia con el movimiento climático anterior es el poder de convocatoria que están demostrando estos movimientos transnacionales. Si las marchas en Copenhague y Londres en 2009 vieron la participación de unas cincuenta mil personas, en las huelgas por el clima promovidas por FFF en 2019 (15 de marzo, 24 de mayo, 20 y 27 de septiembre) se movilizaron millones de personas alrededor del mundo, diez millones solo en septiembre de 2019.

Estos números han sido posibles no solo gracias al impacto mediático de estos movimientos y del mensaje de Greta Thunberg, sino también por la presencia de experiencias sociales que trabajan en las ciudades y que hasta ahora no habían insertado el cambio climático en su agenda. Estos nuevos actores no solamente se sumaron a las protestas a nivel local sino que también empezaron a reconocer la emergencia climática como una problemática urgente y a analizar cómo, desde sus prácticas y propuestas sociales, se pueden desarrollar respuestas a la emergencia climática. Así, en las últimas protestas climáticas en la Ciudad de México pudimos observar que además de los grupos ecologistas, las ONG y otras organizaciones ya presentes en el movimiento climático, también participaban FFF y XR junto con otras experiencias locales de activismo socioambiental urbano como comités de ciudadanos en defensa del territorio, colectivos que promueven los huertos urbanos, la movilidad alternativa, la reforestación urbana, el intercambio y la reutilización, la soberanía alimentaria, el uso de energías alternativas, entre otros.

De este modo, esta nueva ola de movimientos climáticos es sumamente heterogénea, y si bien existe acuerdo sobre la necesidad de reducir las emisiones de carbono, es evidente que están presentes diferentes corrientes. Por una parte, pudimos observar la presencia de los actores que consideran que las demandas de justicia social están estrechamente vinculadas con las de justicia climática. En esta tendencia, que podemos definir como ecologista, están incluidos los actores que identifican el sistema capitalista como causa principal de la actual emergencia climática. La segunda corriente es la que podemos definir ambientalista, compuesta por actores comprometidos con el paradigma de la modernización ecológica, según la cual los problemas ambientales pueden resolverse económica, política y tecnológicamente dentro del actual contexto de las instituciones y estructuras de poder existentes. El ecologista social Murray Bookchin38 consideraba que esta tendencia atacaba los síntomas en lugar de al sistema sin llegar a la raíz del problema: se observa en ella una fuerte confianza en la ciencia y la tecnología, en el poder gubernamental y del mercado, para solucionar la emergencia climática. El término ambientalismo, asociado a una visión reduccionista, emerge en Europa y Estados Unidos a partir de los años ochenta cuando la cuestión ambiental empieza a tomarse en cuenta en las políticas públicas de dichos países. Una de las diferencias sustanciales para la comprensión de estos términos es que el ambientalismo no supone una puesta en discusión de la dominación del hombre sobre la naturaleza, mientras que el ecologismo implica eliminar toda dominación, tanto de la naturaleza como de las personas, y la necesidad de una reestructuración social para enfrentar la emergencia ecológica, cosa que el ambientalismo no contempla. Como afirma Leff, “estas concepciones han sido transferidas y son utilizadas en los países del sur, tanto en el discurso político y académico, como por activistas de los movimientos sociales”39. Sin embargo, según el contexto de cada país, puede haber interpretaciones diferentes, ya que, por ejemplo, en México el término ecologismo ha perdido crédito y legitimidad al asociarse con el Partido Verde Ecologista, que no responde a las características de ninguna filosofía ecologista (profunda o social). Por esta razón, al aplicar estos conceptos, que consideramos tienen validez y permiten comprender mejor las experiencias analizadas, en la Tabla 1 destacamos algunas de las principales diferencias entre estas corrientes.

La identificación de estas dos corrientes dentro de los complejos y heterogéneos movimientos climáticos permite comprender algunas tensiones y diferencias. Sin embargo, no corresponden a una división neta. Se pueden identificar actores que por su organización, valores y prácticas están explícitamente en una de las dos posiciones, y hay otros actores en los que conviven las dos corrientes. Por ejemplo, grupos como “Cambiamos el sistema No el clima, México” se autodenominan ecologistas. Otras organizaciones, como Climate Reality Project, responden a las características de la corriente ambientalista. En las organizaciones transnacionales como FFF y XR, en donde cada grupo local puede tener prácticas distintas en función del contexto social –aunque siempre respetando los principios básicos de su propio movimiento– hay individuos y grupos que pueden reconocerse en una u otra corriente. Además, el proceso de adaptación o «tropicalización» de los movimientos como FFF y XR también genera nuevos desafíos. Pensemos solamente en las prácticas de desobediencia civil realizadas por XR en el Reino Unido, que son imposibles de poner en práctica en México a consecuencia de la alta represión que sufre la protesta política y ecologista en el país. En cada una de las dos corrientes podemos además encontrar posiciones más radicales, como en el caso de la corriente ecologista que puede incluir posiciones cercanas al ecologismo profundo (deep ecology) o corrientes más reformistas, como el ambientalismo neoliberal, compuesto por grandes organizaciones internacionales de defensa ambiental sin fines de lucro, definidas como el Big Green40.

Tabla 1. Corrientes ideológicas en el movimiento climático

Componentes de la nueva ola de movimientos climáticos (desde 2018)

Corriente ecologista

Corriente ambientalista

Prácticas de acción directa y desobediencia civil

Identificación del capitalismo y neoliberalismo como causas principales de la emergencia climática

Colectivización de la responsabilidad en los impactos ambientales, visibilizando a las empresas que más contaminan

Centralidad de la justicia social para alcanzar la justicia ambiental y climática

Demanda de decrecimiento económico

Promoción de un cambio radical del actual estilo de vida, acompañado por una coherencia en las prácticas y decisiones cotidianas de los activistas

Puesta en discusión del dualismo sociedad-naturaleza

Propuestas de alternativas sociales basadas en la diversidad local de los contextos

Fuerte vinculación con otros movimientos sociales

Prácticas de acción simbólica, con gran impacto mediático para hacer presión (lobbying)

Critica a los mecanismos de mercado (para los cuales es necesaria una regulación)

Individualización de la responsabilidad en los impactos ambientales

Promoción de tecnologías amigables con el medioambiente (sin prestar atención a los impactos sociales)

Reformas políticas

Promoción de un modelo de economía y capitalismo verde

Presión en la comunidad internacional

Soluciones a través de nuevos mecanismos de mercado (Carbon Tax)

Limitadas relaciones con otros movimientos sociales, sobre todo con los grupos locales, de extracción popular y radicales

Fuente: Elaboración de los autores.

Figura 1. Corrientes en el movimiento climático

Fuente: Elaboración de los autores.

En la Figura 1 proponemos un esquema simplificado de las principales corrientes que constituyen el movimiento climático. Para cada corriente, a modo de ejemplo, hemos insertado algunos de los actores sociales más conocidos a nivel internacional. La Figura no representa a la totalidad de los grupos y organizaciones presentes, aunque todos se pueden insertar en una de estas corrientes. Como se ha mencionado anteriormente, para algunos grupos el contexto local es determinante en su posicionamiento político.

El activismo socioambiental de base urbano que nos interesa destacar en este trabajo se coloca en la corriente ecologista, aunque muchos actores no se reivindiquen como tal. En esta categoría incluimos, por un lado, los comités de ciudadanos que se oponen a la expansión urbana que amenaza las áreas verdes, la disponibilidad de agua, y la forma de vida y/o subsistencia de los grupos sociales más vulnerables que a causa de la gentrificación tienen que moverse hacia las periferias. El otro grupo está compuesto por experiencias locales que están proponiendo alternativas sociales en distintos aspectos de la vida cotidiana en la ciudad, desde el trabajo al abasto de alimentos, a la movilidad, al uso de energía, al suprareciclaje (upcycling) y al intercambio de todo tipo de productos. En el siguiente apartado, presentaremos algunos de los elementos que caracterizan a estos grupos y que nos pueden permitir comprender estas experiencias y su papel frente a la emergencia climática.

EL ACTIVISMO SOCIOAMBIENTAL DE BASE COMO ACTOR DETERMINANTE EN LA EMERGENCIA CLIMÁTICA

El activismo de base o ciudadano se caracteriza por tener “una identidad local; estructura organizativa participativa, flexible y con bajos niveles de coordinación; y estrategias de acción que favorecen la protesta, aunque en formas moderadas”41.

El activismo socioambiental de base ha sido un fenómeno que desde los años 60 ha ido creciendo, especialmente en los países industrializados (Estados Unidos, Europa y Japón), en paralelo al desarrollo que han tenido las ciudades durante el crecimiento económico que caracterizó a esos años y el así llamado nuevo ambientalismo (New Environmentalism)42. El crecimiento de los planes de restructuración urbana, los cambios de uso de suelo, la expropiación de terrenos y de los espacios verdes públicos fueron de la mano con el surgimiento de grupos de ciudadanos no conformes con las nuevas políticas urbanas. A esto hay que sumar los cada vez más frecuentes casos de contaminación de agua, terrenos y alimentos que se manifestaron a lo largo de los barrios de las ciudades, por lo general marginales. Por ejemplo, solamente en Estados Unidos desde los años 60 hasta el inicio del nuevo milenio se han registrado más de veinte mil organizaciones locales comprometidas con el medio ambiente43. Estos tipos de experiencias, de una forma u otra, fueron el reflejo de cómo la temática ambiental se convirtió en un asunto mainstream al cuestionar la relación entre seres humanos y naturaleza, al destacar el vínculo entre salud humana y medioambiente, y de cómo las injusticias ambientales se relacionaban con situaciones de marginación y discriminación social, además de constituir la base para la formación del Movimiento de Justicia Ambiental (Environmental Justice Movement)44.

Las experiencias de activismo socioambiental de base son extremamente pluralistas, dependiendo del contexto social o de la filosofía que las defina, factores que influyen en sus prácticas45. Siguiendo la propuesta de Andrews y Edwards, entre las diversas filosofías del activismo proambiental, podemos encontrar grupos que promueven el manejo ambiental, el conservacionismo, el proteccionismo, las reformas ambientales, la ecología profunda, la justicia ambiental o la eco-teología, entre otros46. A pesar de estas diferencias, toda experiencia de activismo ambiental se caracteriza por trabajar a nivel local, con una comunidad en particular o un determinado barrio urbano.

Las olas de protestas a nivel internacional en contra de las políticas neoliberales a inicio del nuevo milenio con el llamado Movimiento por la Justicia Global47 o Movimiento Alterglobalización48 representaron otro giro en el activismo de base socioambiental. Desde la Batalla de Seattle en 1999, las siguientes manifestaciones contra la cumbre de la Organización Mundial de Comercio (Cancún, 2003), así como las protestas en otras reuniones internacionales como el G8 (Génova, 2001), pusieron en evidencia la difusión de una serie de experiencias urbanas que empezaron a poner en práctica alternativas para enfrentar los principales problemas que caracterizan al tejido urbano como la falta de recursos hídricos, la movilidad, la vivienda, el abasto de alimentos, el consumo de energía, el trabajo, etc. Sin embargo, la importancia de estas experiencias sobre las anteriores residió en su capacidad de alimentar un imaginario de cambio social que había perdido fuerza con la difusión del neoliberalismo y del discurso del TINA (There is no alternative). En los contextos urbanos, la aplicación de las políticas neoliberales se tradujo en los procesos que llevaron a privatizar en distintos países los servicios de agua potable, de atención a la salud, el transporte público, el outsourcing y los espacios verdes urbanos, entre otros.

Frente a la fuerte represión de los movimientos sociales y los impactos en la vida cotidiana del modelo neoliberal, que en las últimas décadas ha empeorado la calidad de vida de millones de personas, han surgido experiencias colectivas de pequeña escala en las que hay un fuerte vínculo entre los problemas de la vida cotidiana y las problemáticas socioambientales, como la pérdida de espacios verdes públicos, la falta de agua, el derecho a una alimentación sana, la movilidad, la contaminación del aire y del agua, hasta llegar a los impactos del cambio climático.

Estas experiencias de activismo socioambiental de base son locales y, a menudo, pocos visibles tanto en los medios de comunicación como en el mundo académico. Dicha invisibilidad no es un mal de por sí, ya que permite sobrevivir a la cooptación y a la represión, y además no significa que no haya una red informal compleja y extensa que garantiza la supervivencia de los proyectos y la solidaridad entre grupos. Asimismo, el activismo de base ha sabido adaptarse a los cambios estructurales y culturales que han afectado y cambiado nuestras ciudades. La integración de la problemática climática es solamente uno de los últimos ejemplos de la flexibilidad y capacidad de análisis que estos grupos de ciudadanos logran a través de sus propias experiencias. Con las premisas anteriores, resulta notable comprender por qué estas experiencias son relevantes a la luz de la actual emergencia climática. Es por ello que destacaremos tres características que hemos podido observar desde nuestras investigaciones en el activismo socioambiental de base: los apegos al lugar local y global, la priorización de valores altruistas y la prefiguración política.

LOS APEGOS AL LUGAR LOCAL Y GLOBAL

Distintos resultados de investigaciones en sociología y psicología49 están mostrando cómo algunas emociones juegan un papel central en la percepción y respuesta al cambio climático. Esta literatura destaca que un elemento clave es el vínculo afectivo con el lugar a nivel local y global, definido como “la relación simbólica formada por personas que dan significados emocionales, culturalmente compartidos, a un espacio particular o porción de terreno que ofrece las bases para la comprensión individual y colectiva de la relación con el medioambiente”50. El apego a nivel local facilita el activismo en defensa del territorio y el surgimiento de experiencias que pueden mejorar la vida cotidiana en los barrios. A nivel global, el apego se ha relacionado con comportamientos proambientales y el compromiso con el cambio climático. Sin embargo, «poco se sabe todavía de en qué medida los individuos forman relaciones de pertenencia al planeta»51.

Lo que hemos podido observar en colectivos que están participando en esta nueva ola de protestas climáticas es que no solamente permiten fortalecer el apego al territorio urbano –de por sí escaso– en su comunidad de referencia, sino que también promueven la emergencia de un apego al planeta, es decir, el apego global. Como destaca Devine-Wright52, este vínculo afectivo es dinámico y no estático, y puede cambiar si el lugar cambia, como está sucediendo a consecuencia del cambio climático. Si bien la presencia del apego al lugar local puede generar oposición y resistencia a las amenazas al lugar, sin considerar el impacto ambiental global o en otros territorios, un fuerte apego global puede conducir a posiciones conservacionistas, pero sin considerar a las poblaciones locales o la dimensión social. La coexistencia del apego local y del global es lo que genera respuestas que sean glocals53. Siguiendo la propuesta de Feilteston54, que propone tres tipologías de apego (familiarity, belonging e ideology), pudimos observar que en el activismo socioambiental de base urbano55 se desarrollan ciertos microprocesos vinculados con los apegos, como:

a. La ampliación de la identidad de lugar. A menudo basada en la experiencia personal pasada (familiarity), gracias al activismo, que genera vínculos afectivos con personas que viven en el lugar y con elementos de la naturaleza (bosques urbanos, espacios verdes, fauna silvestre urbana). Los participantes que no son originarios de los lugares reelaboran su identidad individual y colectiva en relación con el lugar.

b. La ampliación del sentido de pertenencia (belonging). El activismo también influye en el sentido de pertenencia con un lugar, a través de los recuerdos y no del pasado, sino de las prácticas llevadas a cabo colectivamente. El sentido de pertenencia se puede observar al identificar, por ejemplo, orgullo al pertenecer a un lugar específico.

c. La ampliación de la posesión del lugar (ideology). Especialmente para los más jóvenes, el activismo puede generar aspiraciones para el futuro sobre los lugares, que alimentarán el apego y el compromiso socioambiental.

Como muestra Feilteston56 la voluntad de actuar aumenta al sumarse las tres tipologías de apego, y al sentirse apego a nivel local es mayor la toma de conciencia de las problemáticas globales. El hecho de que en las marchas por el clima pudiéramos identificar (en los lemas y carteles) un discurso en el que está presente la analogía entre «el planeta», «mi casa» y «mi futuro» muestra cómo los apegos al lugar local y global están presentes. Consignas como «No hay planeta B», «Lucha como si tu mundo dependiera de ello», «Cuando tu casa está en llamas no te sientas y te pones a platicar», «Si mi casa arde, yo arderé por ella», «Si el Amazonia muere, también nosotros», nos proporcionan evidencias de cómo los participantes de estos movimientos tienen clara la conexión entre la dimensión micro (el yo), meso (lo local) y macro (el planeta) de la relación ser humano-medioambiente. Esto muestra, por otra parte, de qué forma el activismo socioambiental ha conseguido generar un discurso que, a pesar de la invisibilidad en los medios de comunicación, ha llegado a miles de personas. Queda por averiguar cómo los participantes de la nueva ola de movimientos climáticos se han apropiado de esta narrativa y qué impacto puede haber tenido en su vida, por ejemplo, priorizando ciertos valores en lugar de otros, como veremos a continuación.

LA PRIORIZACIÓN DE VALORES ALTRUISTAS Y BIOSFÉRICOS EN LOS COMPORTAMIENTOS PROAMBIENTALES

Para comprender la percepción y respuesta al cambio climático, también se han analizado los factores que motivan o inhiben a las personas a desarrollar prácticas proambientales. Linda Steg57 identifica cuatro tipologías de valores que influyen en los comportamientos proambientales: hedonistas, individualistas, altruistas y biosféricos. Las primeras dos tipologías de valores implican que la gente se focalice en los costos y beneficios personales, mientras que los valores altruistas y biosféricos van más allá del individuo y permitirían hacer ver al sujeto las consecuencias colectivas de sus acciones.

La vinculación entre valores y prácticas proambientales se basa en la idea de que los individuos con una más alta preocupación por el medioambiente biosférico como plantas, animales y la naturaleza en general, perciben el estrés ecológico y están comprometidos a enfrentar los problemas ecológicos58. En este caso, puede suceder que los sujetos tengan empatía hacia especies no humanas, la cual se manifiesta con el desarrollo de vínculos con los elementos naturales y, de esta manera, sienta las bases para otra relación social con la naturaleza. En el caso de individuos que priorizan valores socioaltruistas, la empatía y solidaridad se dirigen hacia actores afectados o vulnerables, sin la necesidad de percibir el estrés ecológico59. Como muestra Steg60, aunque las personas tienen al mismo tiempo todos estos valores, los priorizan de manera diferente, lo cual afecta sus percepciones, preferencias y acciones. Así que la problemática reside en cuándo y por qué priorizamos determinados valores respecto a otros.

Tabla 2. Relación prácticas-valores-imaginario

Prácticas

Valores

Imaginario

Autoproducción

Suprareciclaje

Autoconsumo

Reparación

Intercambio

Consumo crítico

Mutualismo

Anticapitalismo

Ecologismo social

Decrecimiento económico

Sociedad autogestionada

Soberanía alimentaria

Relación con la naturaleza paritaria

Ausencia de autoridad

Autoempleo

Consumo de productos locales producidos por pequeños productores

Consumo crítico

Decrecimiento económico

Crítica al trabajo asalariado

Anticapitalismo

Importancia de la biodiversidad

Sociedad autogestionada

Soberanía alimentaria

Ninguna diferencia entre trabajo manual y trabajo intelectual

Vegetarianismo

Veganismo

Antiespecismo

Mutualismo

Anticapitalismo

Relación paritaria con la naturaleza

Sociedad autogestionada

Ausencia de autoridad

Fuente: Elaboración de los autores.

Entre los participantes del movimiento climático, la priorización de los diferentes valores no es homogénea. Si en ciertos sectores de la corriente ambientalista que no priorizan la justicia social los valores altruistas no son prioridad, en los grupos de interés que promueven, por ejemplo, las energías renovables, se podría pensar que se está dando prioridad a los valores egoístas. Por el otro lado, en los grupos que forman parte de la corriente ecologista, los valores priorizados son los altruistas y biosféricos. No es extraño, por tanto, que los grupos y personas que pertenecen a esta corriente sean los que están en contacto, colaboran o pertenecen a grupos de activismo socioambiental de base.

Es necesario además aclarar que hasta en sujetos que priorizan valores altruistas y biosféricos puede haber diferencias en la manera en cómo cada uno evalúa las consecuencias de sus elecciones y acciones respecto a la emergencia climática, influyendo de esta forma en sus preferencias y decisiones. Por ejemplo, hay personas que priorizan valores biosféricos en sus discursos, pero estos no se reflejan en prácticas proambientales en la cotidianidad, como el vegetarianismo o el uso de la bicicleta, que pueden conducir a cambios en el estilo de vida de las personas. Esta desconexión entre valores expresados y práctica cotidiana es una característica de la corriente ambientalista, y está criticada y superada en el activismo socioambiental de base urbano, que se caracteriza por su índole prefigurativa.

LA PREFIGURACIÓN POLÍTICA COMO MARCO DE INTERPRETACIÓN DE LAS PRÁCTICAS

Las experiencias de activismo que hemos observado en nuestras investigaciones en la Ciudad de México se caracterizan por el hecho de que los protagonistas vinculan el cambio social a las acciones prefigurativas en la vida cotidiana, al desarrollo de las relaciones sociales, a las experiencias vividas y a la importancia de la dimensión local. Es un tipo de activismo que se caracteriza por una búsqueda de coherencia entre la acción directa y sus valores (respeto por la naturaleza, solidaridad, confianza), un compromiso que por lo tanto tiene un carácter prefigurativo en los valores y en las prácticas. En este orden de ideas, el marco de la prefiguración política se adapta en este escenario social donde los participantes de estas experiencias expresan sus fines políticos por medio de sus acciones y las alternativas que ellos mismos desarrollan.

El término prefiguración política se refiere a una orientación política basada en las premisas de un movimiento social o de una experiencia de protesta que está esencialmente moldeada por los medios empleados por los protagonistas61. Estas experiencias sociales hacen su mejor esfuerzo para elegir las estrategias y prácticas que incrustan o prefiguran el tipo de ciudad y sociedad que ellos mismos reivindican y proponen. La relación medios-fines no se estructura solamente a partir del compromiso asumido por cada sujeto, sino que la orientación prefigurativa se desarrolla también alrededor de valores, creencias y emociones morales62. Para los protagonistas, la práctica prefigurativa es un ‘acting out’ de sus valores y emociones, desafiando de esta forma las normas del sistema dominante actual en términos de interacciones sociales e identidad colectiva. La construcción de ‘su comunidad’ tiene así un papel central para comprender el compromiso político, donde se yuxtapone la problemática climática a la cuestión de género, sexualidad y discriminación, es decir, se vinculan las demandas de justicia climática a las de justicia social.

En la Tabla 2 hemos esquematizado la relación prácticas-valores observadas en experiencias de activismo socioambiental de base, incluyendo una correspondencia con las características que debería tener la sociedad y que son reivindicadas por estos grupos.

El carácter prefigurativo que hemos podido observar en experiencias de activismo socioambiental de base no es común en experiencias de movimientos transnacionales. Sin embargo, el carácter horizontal de FFF y XR, junto con prácticas como crear una comisión de personas que limpie la avenida después de que pasen las marchas o promover la producción de carteles en cartones reutilizados, así como evitar la difusión de papeletas, son todos indicadores de una coherencia entre medios y fines. La misma decisión de Greta Thunberg de desplazarse a Estados Unidos en barco sin emisión de gases de efecto invernadero para participar en la Cumbre de Acción Climática de Nueva York (septiembre de 2019) responde a esta exigencia, siendo su demanda principal la descarbonización de la economía. El hecho de que dentro del movimiento climático –sobre todo en la corriente ambientalista– haya prácticas con alto impacto ambiental, como la participación en todas las reuniones internacionales, el uso intensivo del avión o de los automóviles, el consumo de carne y otros productos con cierto impacto ambiental y de carbono, etc., es lo que genera la desconfianza en estos actores, sobre todo institucionales, acusados de tener un doble discurso63. Esta es también la causa del por qué muchos actores ecologistas y que defienden el medioambiente no habían incorporado en su agenda el cambio climático. No obstante, desde la organización de eventos como el Foro Social Mundial, estas contradicciones son objeto de reflexión, habiendo sido identificadas como una de las causas de su declive, y a las cuales se está respondiendo con una atención a la dimensión local de estas reuniones y con el uso de la tecnología, como las plataformas digitales, para abatir los costos y la huella ecológica de estos eventos64.

El hecho de que estemos observando que en esta nueva ola de movimientos climáticos las prácticas promovidas por muchos de los actores involucrados están vinculadas con la vida cotidiana, en un proceso de politización de las acciones cotidianas que conlleva a los protagonistas a redefinir su forma de ver el mundo, hace pensar que la desconexión entre movimiento climático y activismo socioambiental de base se está superando. Esto, a nuestro entender, puede ser clave para el éxito del movimiento climático ya que el proceso de politización de la vida cotidiana permite establecer relaciones de cooperación, aprendizajes, una cultura de la experimentación autogestionada y el desarrollo de una dimensión política sobre los distintos aspectos de la vida cotidiana.

Este proceso de politización de la vida cotidiana involucra también la manera en que los protagonistas resignifican la emergencia climática. Se trata de un proceso de resignificación donde se buscan responsables, se crea un marco de injusticia social y se proponen alternativas. Se puede así comprender cómo el activismo socioambiental de base en contextos urbanos reviste un papel determinante en el proceso de politización de las consecuencias de la emergencia climática.

A MANERA DE CONCLUSIÓN

Como vimos a lo largo del artículo, el movimiento climático representa una realidad compleja que ha pasado por diferentes etapas en las cuales interactúan diferentes actores. Al principio, el movimiento climático se estructuró principalmente alrededor de organizaciones no gubernamentales (ONG), las cuales determinaban demandas sociales dirigidas hacia los mecanismos de mercado y las organizaciones internacionales. Las protestas al inicio del milenio y la emergencia del movimiento alterglobalización contribuyeron, entre otras cosas, a un proceso de radicalización en las demandas del movimiento climático gracias en especial a la participación de actores sociales de base distintos de las ONG. Lo anterior condujo a una mayor separación y distinción entre los actores sociales pertenecientes a la corriente ecologista, que se aglutina alrededor de la demanda de justicia climática, y aquellos de la corriente ambientalista. A pesar de esto, y también gracias al fracaso de la diplomacia climática internacional, desde 2009 el movimiento climático sufrió una importante inflexión. Como vimos, a finales de 2018 emerge una nueva ola de activismo climático protagonizado principalmente por la presencia de dos organizaciones transnacionales como FFF y XR. Esta nueva ola, en la que siguen conviviendo las dos corrientes antes mencionadas, se caracteriza principalmente por la presencia de millones de jóvenes entre 15 y 18 años, un fuerte liderazgo femenino, y por primera vez por el cuestionamiento de los adultos como única autoridad moral en la toma de decisiones sobre su futuro.

Esta nueva ola del movimiento climático conlleva también un mayor acercamiento y participación con distintas experiencias de activismo socioambiental de base, las cuales representan un componente importante a nivel local en el diseño de una estrategia para enfrentar la emergencia climática. Si el movimiento climático en su conjunto representa un actor transnacional fundamental para evidenciar a nivel global una problemática común como lo es la emergencia climática, el activismo de base tiene un papel fundamental en evidenciar la problemática en su dimensión local, haciendo de puente entre la dimensión local y la dimensión global de los problemas socioambientales. Este aspecto es muy relevante a la hora de construir la percepción de la emergencia climática en los contextos locales, dado que generalmente el cambio climático viene acompañado por un proceso de abstracción, es decir, es asociado a algo que pasa ‘lejos de mí’. Sumado a esto, el activismo socioambiental de base promueve prácticas y alternativas que permiten superar la impotencia y la desesperanza que se genera al enfrentarse a un problema global.

Como vimos en el análisis, los elementos que destacamos y en los cuales el activismo de base urbano toma relevancia en los procesos vividos por el actual movimiento climático son principalmente tres. Primero, el activismo socioambiental en su dimensión local permite, además de fortalecer el apego a un determinado territorio urbano –de por sí escaso–, vincular este tipo de apego a una dimensión más amplia, permitiendo de esta manera la creación de una analogía entre “mi casa/mi barrio/mi ciudad” con “el planeta”.

Un segundo aspecto es que el activismo socioambiental de base permite en su dimensión local la priorización de los valores altruistas y biosféricos. Por ejemplo, en el caso de la problemática de la escasez de agua en algunos barrios, es común observar la expresión de solidaridad con las poblaciones afectadas más vulnerables (valores altruistas) y cómo los participantes comparten el dolor por la destrucción y/o explotación de los cuerpos de agua (valores biosféricos).

Por último, destacamos el carácter prefigurativo del activismo socioambiental de base, es decir, si el movimiento climático en su conjunto expresa demandas direccionadas en hacer frente a la emergencia climática, las estrategias y prácticas promovidas por los actores locales incrustan o prefiguran el tipo de ciudad y sociedad que ellos mismos reivindican y proponen. La búsqueda de coherencia en la relación medios-fines se desarrolla alrededor de sus valores, creencias y emociones morales, es decir, estos colectivos de base se convierten en laboratorios sociales en los cuales experimentar, ‘aquí y ahora’, una sociedad distinta a la actual.

Para concluir, los elementos que aporta el activismo socioambiental de base a la nueva ola del movimiento climático resultan fundamentales, por un lado, en la percepción y respuesta al cambio climático y, por el otro, son elementos claves en el desarrollo de prácticas proambientales y de nuevos imaginarios sociales frente a la crisis socioambiental que estamos viviendo.

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___________________________

1 El presente artículo es un producto del proyecto de investigación financiado por el programa UNAM-PAPIIT, con clave IA300419.

2 IPCC, 2018a.

3 IPCC, 2018b.

4 Decimoquinta Conferencia de las Partes (COP). Las COP son organizadas, anualmente, por la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.

5 IPCC, 2018a y 2018b.

6 Velázquez Quesada y Martínez Ortega, 2010. Poma, 2019. Gravante, 2019a y 2019b.

7 Grin, Rotmanns & Schot, 2010.

8 Della Porta, 2004.

9 Leff, 2019, 437.

10 De Moor et al., 2020.

11 Poma, 2014 y 2017. Gravante, 2019a y 2019b. Poma y Gravante, 2016 y 2018.

12 Velasco et al., 2014, 13.

13 Velasco et al., 2014, 58.

14 OECD, 2010. Aureli et al., 2016.

15 Curiel Ballesteros et al., 2015. Velasco et al., 2014.

16 Rosas et al., 2006. Sánchez Rodríguez, 2013.

17 UN-Hábitat, 2011.

18 IPCC, 2007 y 2012.

19 Aragón Durand, 2015, 140-141.

20 Lucatello, 2011.

21 Moreno y Urbina, 2008, 21.

22 Moreno y Urbina, 2008, 14.

23 Aragón Durand, 2015, 143.

24 Davenport, 2017, 20.

25 Para ver los reportes completos del proyecto, consultar Wahlström et al., 2019, y de Moor et al., 2020.

26 Para ver todos los datos del proyecto, resultados y publicaciones consultar: http://www.protestsurvey.eu/

27 Poma y Gravante, 2020.

28 Poma y Gravante, 2016, 2018 y 2020. Poma, 2014, 2017, 2018 y 2019. Gravante, 2015, 2019a y 2019b.

29 Bedall & Görg, 2014.

30 Bruno, Karliner & Brotsky, 1999.

31 Della Porta, 2007.

32 Dietz & Garrelts, 2014.

33 Bedall & Görg, 2014.

34 Chatterton, Featherstone & Routledge, 2012. Hadden, 2015.

35 Rising Tide North American, 2010, 9.

36 Della Porta y Parks, 2014, 19.

37 Wahlström et al., 2019.

38 Biehl, 2015.

39 Leff, 1996, 37.

40 Klein, 2014.

41 Della Porta e Andretta, 2001, 45.

42 Brulle, 2000.

43 Carmichael, Jenkins & Brulle, 2012.

44 Taylor, 2000. Almeida & Stearns, 1998. Schlosberg, 2004. Čapek, 1993. Schlosberg, 1999. Cable & Benson, 1993.

45 Andrews & Edwards, 2005.

46 Para las definiciones específicas de cada filosofía, véase la Tabla 1 de Andrews & Edwards, 2005, 218.

47 Della Porta, 2007.

48 Pleyers, 2010.

49 Norgaard, 2011. Poma, 2018. Devine-Wright & Batel, 2017. Perlaviciute et al., 2018.

50 Low & Altman, 1992, 165.

51 Devine-Wright, Price & Leviston, 2015, 69.

52 Devine-Wright, 2014.

53 Devine-Wright & Batel, 2017.

54 Feitelson, 1991.

55 Poma, 2019.

56 Feitelson, 1991, 403.

57 Steg, 2016.

58 Helm et al., 2018.

59 Helm et al., 2018.

60 Steg, 2016.

61 Yates, 2014.

62 Gravante, 2015 y 2019b.

63 Poma, 2018.

64 Esta información es resultado de la observación participante con colectivos que intervienen en la organización del Foro Social Mundial, que tendrá lugar en la Ciudad de México en 2020.