Miscelánea

water and landscape
AGUA y TERRITORIO

El «Puente romano» de Cangas de Onís (Asturias, España) y la intervención de Luis Menéndez-Pidal (1940-1942): la recuperación del paisaje fluvial a través de la conservación del puente

The “Roman Bridge” of Cangas de Onís (Asturias, Spain) and the intervention of Luis Menéndez-Pidal (1940-1942): the recovery of the river landscape through the conservation of the bridge

Miguel Martínez Monedero

ETS de Arquitectura

Universidad de Granada

Granada, Granada, España

miguel@mm-arquitectura.com

ORCID: 0000-0003-2843-1403

Jaime Vergara Muñoz

ETS de Arquitectura

Universidad de Granada

Granada, Granada, España

jaimevergara3@gmail.com

ORCID: 0000-0002-6215-6604

Información del artículo
Recibido: 1 junio 2021
Revisado: 12 noviembre 2021
Aceptado: 13 diciembre 2021

ISSN2340-8472

ISSNe2340-7743

DOI10.17561/AT.21.6394

CC-BY

© Universidad de Jaén (España).
Seminario Permanente Agua, Territorio y Medio Ambiente (CSIC)

RESUMEN
El “puente romano” de Cangas de Onís que ha llegado a nuestros días es fruto de la importante restauración que el arquitecto Luis Menéndez-Pidal realizó entre los años 1940 y 42. Con esta intervención consiguió recuperar el puente, su funcionalidad e imagen, respetando las modificaciones históricas que el arquitecto consideró valiosas y apropiadas para su conservación. En el artículo se analiza el procedimiento de restauración y se valora un resultado que fue clave para la reconciliación entre el paisaje fluvial y el territorio, por las repercusiones que tuvo en la mejora del acondicionamiento paisajístico del municipio. La metodología empleada en el estudio se apoya en tres ejes: el estudio histórico preliminar, como instrumento auxiliar del proyecto de restauración; el análisis y la interpretación, desde una perspectiva arquitectónica contemporánea, de la documentación técnica desarrollada en esos trabajos; y, por último, el estudio directo del puente y su entorno.

PALABRAS CLAVE: Puente, Restauración, Paisaje fluvial, Cangas de Onís, Menéndez-Pidal.

ABSTRACT
The “Roman bridge” of Cangas de Onís that has survived to the present day is the result of the important restoration works carried out by the architect Luis Menéndez-Pidal between 1940 and 1942. With these works Menéndez-Pidal managed to restore the bridge, its functionality and image, mantaining the historical alterations that the architect considered valuable and fitting for its conservation. The article analyses the restoration work’s procedure and assesses its final outcome, highlighting the positive impact that this project had in the municipality's landscape by reconciling the river landscape and the territory, . The methodology used in the study is based on three axes: the preliminary historical study, as an auxiliary instrument of the restoration project; the analysis and interpretation, from a contemporary architectural perspective, of the technical documentation developed in these works; and, finally, the study of the bridge itself and its surroundings.

KEYWORDS: Bridge, Restoration, River landscape, Cangas de Onís, Menéndez-Pidal.

Le «Pont romain» de Cangas de Onís (Asturies, Espagne) et l'intervention de Luis Menéndez-Pidal (1940-1942): la récupération du paysage fluvial à travers la conservation du pont

RÉSUMÉ
Le “pont romain” de Cangas de Onís, qui a survécu jusqu'à nos jours, est le résultat de l'importante restauration réalisée par l'architecte Luis Menéndez-Pidal entre 1940 et 1942. Avec cette intervention, il est parvenu à récupérer le pont, sa fonctionnalité et son aspect, en respectant les modifications historiques que l'architecte considérait comme précieuses et appropriées pour sa conservation. L'article analyse la procédure de restauration et évalue un résultat qui a été déterminant pour la réconciliation entre le paysage fluvial et le territoire, en raison des répercussions qu'il a eues sur l'amélioration du paysage de la commune. La méthodologie utilisée dans l'étude repose sur trois axes : l'étude historique préliminaire, en tant qu'instrument auxiliaire du projet de restauration ; l'analyse et l'interprétation, dans une perspective d'architecture contemporaine, de la documentation technique développée dans ces travaux ; enfin, l'étude directe du pont et de ses environs.

MOTS CLÉS: Pont, Restauration, Paysage fluvial, Cangas de Onís, Menéndez-Pidal.

A «Ponte Romana» de Cangas de Onís (Astúrias, Espanha) e a intervenção de Luis Menéndez-Pidal (1940-1942): a recuperação da paisagem fluvial através da conservação da ponte

RESUMO
A “ponte romana” de Cangas de Onís, que sobreviveu até hoje, é o resultado do importante restauro realizado pelo arquiteto Luis Menéndez-Pidal entre 1940 e 1942. Com esta intervenção ele conseguiu recuperar a ponte, a sua funcionalidade e imagem, respeitando as modificações históricas que o arquiteto considerou valiosas e apropriadas para a sua conservação. O artigo analisa o procedimento de restauração e avalia um resultado que foi fundamental para a reconciliação entre a paisagem fluvial e o território, devido às repercussões que teve na melhoria do paisagismo urbano do município. A metodologia utilizada no estudo baseia-se em três eixos: o estudo histórico preliminar, como instrumento auxiliar do projeto de restauro; a análise e interpretação, desde uma perspectiva arquitetônica contemporânea, da documentação técnica desenvolvida nestas obras; e, finalmente, o estudo direto da ponte e dos seus arredores.

PALAVRAS-CHAVE: Ponte, Restauração, Paisagem fluvial, Cangas de Onís, Menéndez-Pidal.

Il «Ponte Romano» di Cangas de Onís (Asturie, Spagna) e l'intervento di Luis Menéndez-Pidal (1940-1942): il recupero del paesaggio fluviale attraverso la conservazione del ponte

SOMMARIO
Il “ponte romano” di Cangas de Onís che si è conservato fino ad oggi è il risultato dell'importante restauro realizzato dall'architetto Luis Menéndez-Pidal tra il 1940 e il 1942. Con questo intervento riuscì a recuperare il ponte, la sua funzionalità e la sua immagine, rispettando le modifiche storiche che l'architetto considerava preziose e appropriate per la sua conservazione. L'articolo analizza la procedura di restauro e valuta un risultato che è stato fondamentale per la riconciliazione tra il paesaggio fluviale e il territorio, como anche per le ripercussioni che ha avuto sul miglioramento del paesaggio del comune. La metodologia utilizzata nello studio si basa su tre assi: uno studio storico preliminare, come strumento ausiliario del progetto di restauro; un'analisi e un'interpretazione - da una prospettiva architettonica contemporanea - della documentazione tecnica sviluppata in questi lavori; e, infine, uno studio diretto del ponte e dei suoi dintorni.

PAROLE CHIAVE: Ponte, Restauro, Paesaggio fluviale, Cangas de Onís, Menéndez-Pidal.

Introducción

Una de las tareas primordiales en la recuperación de los paisajes fluviales es la restauración y conservación de los puentes. La intervención controlada en el paisaje, su transformación y la recuperación del patrimonio arquitectónico ligado a los ríos mejora la calidad de vida del entorno en el que se sitúanón1. En nuestro territorio nacional son muchos los puentes históricos que se han visto sometidos a trabajos de conservación, más aún en las últimas décadas. Gracias a estos proyectos contemporáneos de recuperación de entornos fluviales se ha establecido una adecuada relación entre estas infraestructuras ingenieriles; el reconocimiento de su pasado histórico; la valoración patrimonial de la arquitectura y el paisaje; y el mantenimiento de su función comunicativa entre ambas orillas. Estos puentes de origen histórico, algunos muy remotos en el tiempo, se han mantenido así durante siglos, ejerciendo esta positiva influencia en el entorno en el que se insertan. Y deben seguir cumpliendo su función, en el futuro2.

Por la repercusión que tienen en el territorio, las obras de restauración de estos puentes históricos, en el momento contemporáneo, suelen ejecutarse bajo el criterio de consolidación, o mínima intervención, para conservar no sólo sus aspectos constructivos-estructurales sino su lectura histórica, como valores destacables y reconocibles. De ahí la trascendencia en matizar los sistemas constructivos que se van a emplear y sus características materiales, para que tengan en consideración las valoraciones: ambiental, histórica, urbana, paisajística y técnica.

Hoy en día, enfrentarse a una restauración de este tipo implica a efectos prácticos dos aspectos clave: uno, coordinar la participación de varias disciplinas y diferentes profesionales en un mismo ánimo; y dos, trabajar con datos científicos y técnicos avanzados que proporcionen una eficaz asistencia para su conservación3. Estas ayudas, ahora cotidianas en el ejercicio de la restauración arquitectónica, no estaban disponibles cuando a mitad del siglo XX se tuvieron que realizar aquellos importantes trabajos de restauración. No obstante, no fue condición para que estos encargos, ejecutados entonces, tuvieran un desarrollo adecuado, desde esa perspectiva contemporánea de cómo debe proceder una actuación de restauración sobre estos elementos.

Este artículo tiene como objetivo analizar la restauración de Luis Menéndez-Pidal y Álvarez sobre el “puente romano” de Cangas de Onís entre 1940 y 42. La metodología empleada se apoya en el estudio histórico preliminar, como base argumental de su proyecto de restauración; el análisis y la interpretación, desde una perspectiva arquitectónica contemporánea de la documentación original que se realizó y que se conserva en el Archivo General de la Administración (A.G.A); y, por último, la observación directa y el estudio del puente y su entorno, como fuente básica de información para la identificación de las técnicas y materiales constructivos empleados en las diferentes intervenciones.

Queda fuera del ámbito artículo abordar, con detalle, la relación entre patrimonio y paisaje tal y como la entendía Menéndez-Pidal. Para ello necesitaríamos ampliar el estudio a otras restauraciones arquitectónicas suyas, que excederían el contenido de este trabajo. Pero sí podemos, no obstante, aproximarnos a su posicionamiento teórico a través del discurso de ingreso en la Academia de Bellas Artes, en 1956. Fue entonces cuando expuso cual había sido su modo de trabajar sobre los monumentos, y que se refleja –entre otros– en la intervención del Puente de Cangas de Onís.

Según Menéndez-Pidal, los valores de la arquitectura y el paisaje se relacionan entre sí, y se pueden acrecentar desde esa misma relación4. Esta idea, sobre la que recientemente se ha trabajado y teorizado, tanto en su correlación con el patrimonio5, como en los aspectos perceptivos y estéticos6, no era por aquellos años un argumento muy desarrollado.

Destacaba también, en su discurso, el interés que ofrecían las distintas etapas históricas del monumento, entendidas como una superposición de estratos arqueológicos que se relacionan entre sí con coherencia. La valoración del paso del tiempo, y la pátina de la historia, hacía aflorar otros valores paisajísticos que era necesario apreciar7.

La sensibilidad que demostró nuestro arquitecto hacia la conservación del paisaje natural que rodeaba al monumento fue abordada con el mismo celo y libertad de transformación, en busca de la adecuada percepción conjunta de ambos aspectos. Así quedó demostrado con numerosos ejemplos, entre los que destacan los de Santa María del Naranco (Asturias, 1929-34), Santa María de Bendones (Asturias, 1958-71), o San Salvador de Valdediós (Asturias, 1953-72), donde pequeñas actuaciones en su entorno natural acomodaron y controlaron la contemplación del monumento8.

Antecedentes

Luis Menéndez-Pidal y Álvarez fue uno de los protagonistas de la restauración arquitectónica del patrimonio español durante el siglo XX y en concreto durante la etapa franquista9. Desde el comienzo de su actividad profesional en 1920, hasta 1975, año de su fallecimiento, desarrolló un ingente trabajo de restauración arquitectónica en la parte noroccidental de la península, en una época determinante para la reconstrucción y conservación. En sus 55 años de ejercicio profesional, Menéndez-Pidal restauró cerca de 200 edificios, en sus distintos cargos dentro de la Administración, pero fundamentalmente como Arquitecto Conservador de Monumentos de la Primera Zona (1941-75).

El conocido “Puentón” se levanta sobre el río Sella a su paso por Cangas de Onís, separando este Concejo del vecino Parres, en la otra orilla. Aunque es popularmente llamado el “Puente romano” su construcción es en su mayor parte medieval10, de tiempos de Alfonso XI de Castilla. Pues el actual puente se asienta sobre otro mucho más antiguo que se remontaría a la época romana. Este paso fluvial se situaba sobre la antigua calzada que unía las localidades de Lucus Asturum (actual Lugo de Llanera, cerca de Oviedo) y Portus Victoriae (actual Santander).

El lugar fue testigo del levantamiento de Pelayo contra la ocupación musulmana, y aquel puente romano, anterior al actual, pudiera haber sido utilizado para el paso del ejército de Alkama, camino de su derrota en Covadonga. También habría contemplado los primeros años del reino de Asturias, cuando Cangas de Onís fue capital del incipiente reino de España e inicio de la Reconquista.

El puente ha sido reparado en varias ocasiones a lo largo de su historia (Figura 1), pero solo queda constancia evidente de la penúltima, llevada a cabo a finales del s. XIX por el Ayuntamiento de Cangas, según está referido en la lápida situada en el mismo puente y que aún puede leerse: “Gran reparación de este puente por el Municipio de Cangas de Onís año de 1876”.

Figura 1: Grabado de la imagen del puente en el s. XIX, por Daniel Urrabieta Ortíz y Vierge

Fuente: Escalera, 2002, 129.

Por estos años, poco tiempo después de esta importante restauración, dejó de prestar servicio carretil, gracias a la construcción de un nuevo puente moderno, de jácenas de hormigón armado, próximo al anterior, en su lado norte y que actualmente recibe la carretera rodada (N-625). En 1931, durante la 2ª República, fue declarado Monumento Histórico Artístico11. Fue en la década de los 40, pasada la Guerra Civil, la siguiente restauración de gran calado, llevada a cabo por el arquitecto Luis Menéndez-Pidal, entre los años 1940 y 1942, y que constituye el objeto de investigación del presente artículo.

Como quiera que sea, el puente y el concejo de Cangas de Onís han guardado una simbología especial en el acervo cultural de Asturias y España, que el franquismo quiso utilizar convenientemente en su particular “Reconquista”. En 1939, inmediatamente después de la Guerra Civil y un año antes del inicio de la restauración de Luis Menéndez-Pidal, se colocó en la clave de su gran arco central, con la parafernalia propia al momento histórico en el que se situaba, la popular Cruz de la Victoria12, coincidiendo con el regreso de la imagen de la Virgen de Covadonga desde París.

La ubicación del puente, al pie del incomparable paraje natural de Covadonga, en los Picos de Europa, y la simbología que ha adquirido en el patrimonio cultural de la región, hacen de él uno de los iconos de Asturias. Su imagen forma parte del escudo de Cangas de Onís, junto a la Cruz de carbayu (roble) sobre la media luna invertida que recuerda la victoria de don Pelayo en la batalla de Covadonga, con la siguiente leyenda: Minima urbium, maxima sedium (Mínima urbe, máxima sede).

La década de los cuarenta y la figura de Luis Menéndez-Pidal en el panorama de la arquitectura nacional

La década de los 40 supone un umbral de gran importancia en la trayectoria del arquitecto Luis Menéndez-Pidal que es conveniente resaltar antes de pasar a la discusión sobre la restauración del puente de Cangas de Onís. Menéndez-Pidal había sido uno de los arquitectos destacados en los años de la Guerra Civil y en la inmediata posguerra. En su calidad militarizada, con grado de teniente, había actuado con solvencia en la defensa del patrimonio arquitectónico de Asturias.

En 1941 Menéndez-Pidal recibió el nombramiento de Arquitecto Conservador de Monumentos de la Primera Zona13, dentro del Servicio de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional, tras una breve etapa como Comisario de la Cornisa Cantábrica14. Desplazaba así al arquitecto hasta entonces responsable de esta Zona, Alejandro Ferrant, que era enviado a la Cuarta15. Esto suponía su consagración definitiva en el panorama nacional de la restauración arquitectónica en aquel importantísimo momento de reconstrucción, dentro del conocido periodo autárquico. Una “reconstrucción nacional” que se prolongaría, por diversos motivos, hasta mediada la década de los 60 y la llegada del desarrollismo.

A partir de entonces, Menéndez-Pidal mantendría bajo su tutela la totalidad de monumentos de las provincias de Asturias, León, Zamora, La Coruña, Lugo, Orense y Pontevedra; en la zona más amplia del territorio español. Menéndez-Pidal era el responsable de su conservación directa y gestionaba, a su conveniencia, las inversiones para su restauración.

Con su nuevo escalafón, Pidal no solamente adquiría una más amplia responsabilidad, sino que obtenía una libertad de planteamientos inigualable en la restauración arquitectónica de aquellos años. Sus proyectos, a partir de entonces, habrían de ser concebidos y presupuestados bajo su propio criterio, quedando únicamente a falta de la aprobación de la “Superioridad” (tal y como se refería a las instancias administrativas superiores entonces) para ponerlos en práctica. La libertad de planteamientos que atesoraba se veía únicamente limitada por el “servicio” a los ideales del régimen, que no era poco, y por el mantenimiento de los criterios que habían presidido los primeros años de reconstrucciones sobre el patrimonio, en la inmediata posguerra. No cabían por tanto planteamientos renovadores, ni mucho menos las referencias a la moderna escuela de restauración europea. El aislamiento internacional condicionaba la imposición de unos criterios de restauración en los que se imponía, como una suerte de mantra, la idea de “reconstrucción”. No ya como un concepto arquitectónico, sino como una idea fundamental en el nuevo ideario político nacional, que tenía su traslación directa al ámbito de la restauración arquitectónica.

En esta coyuntura, Menéndez-Pidal supo aprovechar esa situación para introducir posturas revisionistas en los monumentos, que pretendían devolver el mejor estado al edificio restaurado16. Sus intervenciones, salvo excepciones, quedaron al margen de la denuncia responsable y “científica” del hecho de la degradación motivada por el paso del tiempo o la guerra, e hizo primar el “valor artístico” y la monumentalidad sobre cualquier entendimiento histórico crítico. No fue extraña esta actitud, pues años más tarde sucedería algo similar cuando los países afectados por la 2ª Guerra Mundial hubieron de superar la destrucción de sus cascos históricos.

Hay, no obstante, más factores que entran en consideración. En aquella España, la escasez de medios materiales, los reducidos presupuestos de obras y la ausencia de referencias internacionales, debidos a la autarquía, eran argumentos característicos de aquel largo periodo17 en el que se sitúa la restauración del puente de Cangas de Onís. No obstante, hubo un reducido número de arquitectos que, por motivos diversos, fueron capaces de combinar con habilidad la necesaria lealtad ideológica al régimen y el desempeño de una arquitectura (inclúyase también la restauración arquitectónica) de cierta calidad, a pesar de (o gracias a) los escasos medios disponibles. Y que fue capaz de restañar la maltrecha arquitectura española, en muchas ocasiones, con buenos resultados.

El ejemplo de Cangas de Onís pudiera clasificarse, con justicia, entre las afortunadas restauraciones ejecutadas en aquel complicado momento. Esa escasez material, en la que la ausencia de recursos limitaba el uso (o abuso) de hormigón armado y acero laminado fue sin duda un argumento beneficioso para tantos monumentos reconstruidos entonces. En ellos el empleo de procedimientos tradicionales, mediante el uso de morteros de cal, sillerías y mamposterías del lugar, la reutilización de sillares y mampuestos, los encimbrados leñosos, o el mantenimiento de las cimentaciones existentes, fueron la tónica del momento. Tal y como puede verse en las imágenes del proceso constructivo (Figuras 3, 4 y 5) y en las memorias, presupuestos y pliegos de condiciones de los proyectos técnicos. Procedimientos tradicionales que la crítica contemporánea sobre restauración arquitectónica ha defendido como los más adecuados para la restauración de la arquitectura histórica, y que encuentran, como defiende Paolo Marconi, en la razón constructiva propia al monumento la mejor solución técnica para su restauración18.

Estado del puente a la llegada del arquitecto

A principios del siglo XX, el “Puente romano” de Cangas de Onís tenía una imagen bastante lejana a la que actualmente se puede contemplar (revisadas las fotografías de Otto Wunderlich y Celestino Collada en el Archivo General de la Administración, y las imágenes de 1937 que se conservan en la Biblioteca Nacional de España)19. Había sido seriamente modificado en su transcurrir por el tiempo, desde su origen romano y reconstrucción medieval, variando la disposición de ojos, pilas, fábricas y aliviaderos. Los tres ojos centrales constituían las únicas partes del puente que se encontraba totalmente descubiertas, estando el resto cegado o parcialmente oculto bajo la tierra de labor, en su mayor parte en su lado occidental, y que se había ido acumulando en sus paramentos. No obstante, por los difíciles años cuarenta de la posguerra española, el puente seguía siendo el único modo de atravesar las aguas del río Sella para los vecinos de Cangas y Parres, por lo que la funcionalidad del monumento se añadía a su valor patrimonial.

Del alarmante estado que presentaba el puente en 1940 nos informa el mismo Pidal cuando dice en su Memoria20:

“En el curso de los tiempos el Puente había sufrido continuas modificaciones, que le han desfigurado, habiendo sido rehechos todos los arcos apuntados que hoy tiene el Puente, (…). También se fueron cegando los arcos valiéndose de paredes construidas con mampostería; todavía está oculto así el arco más inmediato a la orilla de la Villa; sustituyendo en otras partes la fábrica de sillería por la más corriente de mampostería, etc.”21.

Sobre las pilas centrales y sus tajamares se intuían, según el arquitecto, unos antiguos arcos de medio punto, aliviaderos para las crecidas, y que habían sido cegados aparentemente por cuestiones estructurales. Menéndez-Pidal defendía que las modificaciones medievales le habían trocado la forma de los tres arcos centrales en arcos apuntados. Se reconocía perfectamente, no obstante, su característico alzado alomado, con su cúspide en el centro del arco principal, situado en el segundo arco por el este. Esto le confería una característica asimetría deudora de su adaptación al territorio y que sigue manteniendo.

Todo el puente se hallaba construido con sillares de piedra arenisca de menudo despiece, menos en el intradós de las bóvedas de sus ojos, de mampostería. Las fábricas presentaban por doquier, según Menéndez-Pidal, importantes fisuras y grietas que manifestaban a las claras la necesidad de actuaciones de restauración. La calzada superior, de doble pendiente y tres metros de anchura, se hallaba solada con empedrado irregular, de morrillo de río y lajas alargadas sentadas en el centro de la calzada, formando así una canal rehundida para facilitar el desagüe22.

Menéndez-Pidal añade además que: la pila adosada al estribo oriental del primer arco “había desaparecido completamente” y una profunda grieta corría por su bóveda; la fábrica de todos sus paramentos, en general, se veía con elementos desplazados; aparecían sillares rotos en los arranques de los arcos centrales, en sus zonas más solicitadas, lo que aumentaba el riesgo de su estabilidad; la cara sur del puente era la peor conservada; dos arcos del puente aparecían ciegos, y otro desplazado; igualmente estaban cegados los arcos aliviaderos, sobre las pilas, adosados a los frentes de los machos; y finalmente, las fábricas, de sillería y mampostería, por lo general aparecían disgregadas.

En definitiva, la relación que hace el arquitecto no deja lugar a dudas y justifica la llamada urgente que realiza el Ayuntamiento de Cangas en 1940 solicitando la presencia del Arquitecto de la Administración responsable de la conservación de los monumentos de esa zona.

Actuaciones previas a la restauración

El puente, que entonces se hallaba, como se ha dicho, en gran parte oculto por tierra de labranza, fue comenzado a liberarse por cuenta del Ayuntamiento de Cangas a finales de ese año de 1940 y durante la primera mitad del siguiente. Menéndez-Pidal siguió con atención estas primeras excavaciones. Aunque no fuera el arquitecto director de ellas, sí era el encargado de las actuaciones sobre los monumentos de Asturias, como Comisario de la Zona Cantábrica que era entonces, a la cual se adscribía la provincia asturiana23. Además, Cangas era una población muy cercana a su lugar de origen (Pajares) y distintos lazos amistoso-familiares le empujaban a atender con celo este monumento24.

Durante las primeras excavaciones comenzaron a aparecer partes ignotas de gran interés. Lo que llevó a Menéndez-Pidal a solicitar la reserva de crédito suficiente para iniciar una campaña de restauraciones de más calado. Esto lo relata el mismo arquitecto en su primer proyecto de restauración sobre el monumento, que firmó pocos meses después de estos hallazgos, en junio de 194125 (Figura 2).

Figura 2: El puente de Cangas de Onís, proyecto de restauración de Luis Menéndez-Pidal

Fuente: Menéndez-Pidal, 1941a.

El creciente interés por este monumento, fundamentado en lo que quedaba entonces aún oculto, hacia albergar grandes resultados a su restauración. La cual se adivinaba ya como la herramienta necesaria para no solo recuperar el valor histórico-artístico del puente sino para acrecentarlo. Todo pasaba, en inicio, por la excavación y lectura arqueológica de lo que saliera a la luz y la consolidación general de su construcción.

Otro hecho añade interés a este proyecto. En 1941 Menéndez-Pidal fue nombrado Arquitecto Conservador de los Monumentos de la 1ª Zona, a la cual se adscribía Asturias26. Su nueva responsabilidad le facultaba para proponer a esta Superioridad las actuaciones que, en su juicio, considerase apropiadas, como lo fue esta.

1941-1942, Proyectos y obras de restauración

La intervención de Menéndez-Pidal pretendió, según declara en su primer proyecto de restauración27, restablecer y afianzar el “puente romano” desde la recuperación de lo que él entendía como su “imagen medieval”, manteniendo, pues era necesario, la funcionalidad de la infraestructura para Cangas y respetando las modificaciones históricas que el arquitecto consideraba dignas para su conservación (Figura 3).

Figura 3: El puente de cangas de Onis, proyecto de restauración (1942). Se aprecian las anotaciones y cálculos para la recomposición de los ojos desmontados, los 3 últimos de su lado oeste

Fuente: Menéndez-Pidal y Álvarez, L. 1941a; 1941b.

Tras las solicitudes pertinentes a la Superioridad, las obras se realizaron de manera vertiginosa a partir de 1941. Con cuatro expedientes, en solo dos años, se consiguió completar la restauración del puente, con un Menéndez-Pidal que presentaba siempre gran disponibilidad cuando sus proyectos se localizaban en su Asturias natal.

Su intervención sobre el puente de Cangas tuvo como resultado la recuperación satisfactoria de lo que puede entenderse como su “aspecto medieval”, que descubre el mismo arquitecto gracias a sus campañas previas de desmontes y excavaciones. Para ello, Menéndez-Pidal, una vez más, actúa desde la lectura arqueológica de las fábricas del monumento en el estado en que lo encuentra, acude a las fuentes documentales, a la tradición popular y elabora, conforme a todo ello, un proyecto de restauración que pretende una imagen de mayor valor ambiental-arquitectónico, y que en este caso coincidía con lo que el arquitecto consideró la etapa prístina medieval. Introdujo, no obstante, y como era habitual en su proceder, algunas modificaciones, como se verá. Estas añadían, según Menéndez-Pidal, más coherencia y valor al monumento. En su Memoria de 1941 decía28:

“Al operar en el Puente, se han descubierto las antiguas estructuras, que corresponden sin duda a sus partes originarias, donde se emplea siempre el arco de medio punto para todas sus bóvedas. Este descubrimiento pone de manifiesto una estructura más en armonía con el nombre de “Puente Romano” con que le distinguió el pueblo siempre”.

La zona oriental del puente aparecía relativamente bien conservada, salvo por la disgregación de las fábricas. Su perfil arquitectónico era aproximado a lo que podía entenderse por su “imagen primitiva”; excepción hecha de sus arcos apuntados que, según Menéndez-Pidal, habían sido en origen de medio punto.

Este hecho no constituyó un argumento para la revisión “estilística” de sus apuntamientos. Ya que, si bien afirmaba que fueron de medio punto, los apuntados fueron respetados. Al arquitecto no se le escapaba que su corrección estilística hubiera sido realizada mediante un desmonte de sillares harto complicado, con importantes riesgos constructivo-estructurales para el monumento. Además, el ligero apuntamiento de sus tres arcos centrales formaba ya parte de la imagen tradicional del puente, y Menéndez-Pidal no era ajeno a este argumento.

El problema estaba, claramente, en la vertiente occidental del puente. El desmonte de las tierras de labor, aparte de descubrir dos nuevos arcos hasta entonces ocultos, proporcionó las claves arqueológicas necesarias para sacar a la luz lo que parecía ser la forma prístina de todo el conjunto. Menéndez-Pidal, a través de la lectura de las fábricas que poco a poco salían a la luz y de la aplicación de ciertas lógicas rítmicas (habituales en la construcción de puentes), detecta un nuevo arco oculto, el cuarto (desde oriente), cuya fábrica, dice Menéndez-Pidal, es moderna, al encontrarse los restos de los salmeres en las tapiadas fábricas. Sus cuitas habían comenzado con la certidumbre de que el ritmo de los ojos del puente indicaba, con cierta lógica, que en ese lugar se debía haber encontrado primitivamente un arco. El resto de arcos contiguos, también semienterrados, más occidentales, fueron apareciendo. Pero, finalmente, adosado al último de ellos (el más occidental), donde dice Menéndez-Pidal que debía haber estado ese séptimo arco, entonces cegado, no encontró definitivamente sus trazas y no se reconstruyó (Figuras 4, 5 y 6).

Figura 4. El puente de Cangas de Onís durante los trabajos de encimbrado y reconstrucción de los arcos occidentales. Luis Menéndez-Pidal junto a la 2ª pila desde la derecha, con boina

Fuente: Menéndez-Pidal y Álvarez, 1954.

Figura 5. Trabajos de encimbrado del arco apuntado del lateral occidental (Luis Menéndez-Pidal junto a la pila, a la derecha, con boina)

Fuente: Menéndez-Pidal y Álvarez, 1954.

Figura 6. Reconstrucción de la fábrica con sillería bien y reconstrucción de pretiles con la mampostería del puente reutilizada

Fuente: Menéndez-Pidal y Álvarez, 1954.

La parte oriental, en cambio, conservaba su aspecto dentro de una relativa “pureza geométrica”, pues el terreno en este lateral es muy rocoso y abrupto y no dio pie a la sedimentación natural, como sucedió en el lado occidental.

Menéndez-Pidal actuó, de este modo, consolidando el lateral oriental y remodelando el occidental, por medio de su reconstrucción, con el objetivo de recuperar una imagen del conjunto más acabada y coherente. La reconstrucción de la zona occidental se realizaría mediante el desmontado, desplazado y reconstrucción de sus arcos, pilas y aliviaderos, en los lugares que el arquitecto consideró debían haber estado, según sus deducciones. A la par que reconstruía el alzado e imagen general del puente, con su característico alomado, su pretil y la calzada superior, que también fueron desmontados.

Las obras constructivas comenzaron en junio de 1941, cuando se realizó la primera inversión estatal29, pues hasta entonces las excavaciones de las tierras adosadas habían sido del todo sufragadas por el Ayuntamiento de Cangas. Durante estas primeras obras, en este mismo año, se construirían los nuevos ojos, que junto con los existentes sumaban un total de seis, y que son finalmente con los que ha pasado ya al imaginario de este enclave.

Tras los desmontes del terreno y los apeos oportunos, se comenzó con la consolidación general de sus fábricas, en las caras norte y sur del lado oriental. La meridional estaba sensiblemente más dañada que la septentrional, y fue necesaria la doble aportación de mampostería careada, aplicada con mortero de cemento. En un primer momento se actuó sobre las zonas que habrían de mantener su fisonomía, esto es, las más orientales; liberando las occidentales de esta reparación, ya que en ellas se realizaría su desmonte y total reconstrucción. En este primer expediente, con la incertidumbre aún de la magnitud de la operación, se realizó el importante acopio de sillería (mampostería careada y ordinaria, y rajuela) que habría de completar la restauración completa del puente.

Las primeras actuaciones afectaron también al recalzo general de las pilas, también con mampostería (esta vez ordinaria), con mortero de cemento. La rajuela fue utilizada en la reparación de los tres arcos conservados, que presentaba daños generales de fisuras, algunas grietas y el desgaste habitual por el paso del tiempo.

La consolidación del sector oriental fue realizada a la par que se procedía al desmontado del sector más occidental. Tras el desmonte, se realizaron los apeos y encimbrados en los lugares donde se reconstruyeron los tres nuevos arcos (ver imágenes).

Cabe deducir, aunque no lo especifique en su memoria, que el desmontaje completo del lado occidental permitió la recomposición de la traza de este lateral. La nueva forma de este lado fue trazada por el arquitecto conforme a su criterio y deducciones. Los arcos y pilas occidentales fueron así redibujados bajo el ritmo marcado por los arcos aún existentes, donde se tomó de referencia la proporción que presentaba el cuarto arco, contiguo a la zona reconstruida. Así fueron trazados los tres nuevos arcos, según una sencilla relación proporcional, con la medida indicada por aquel.

Inmerso en la ejecución de estos trabajos, los nuevos arcos fueron reconstruidos, según Menéndez-Pidal siguiendo las trazas señaladas por los restos del dovelaje original descubiertos entre las modernas fábricas. Recurre con ello, a su particular “metodología arqueológica”30, que aplicaba en los casos en los que era necesario una deducción para completar la forma reconstruida.

Sin embargo, para conseguir una mayor pureza, los nuevos arcos se levantaron de medio punto, y no apuntados como los tres centrales. Estos tres nuevos arcos fueron reducidos gradualmente en tamaño, basándose en el decrecido continuo del alomado puente y tomando como referencia los existentes.

Las pilas, tajamares y aliviaderos fueron también reconstruidos, tomando como referencia igualmente los testigos existentes. E igualmente fueron abiertos los arcos aliviaderos, también de medio punto, en las partes consolidadas occidentales, concebidos supuestamente iguales a los originales.

Las obras se sucedieron, sin solución de continuidad, durante los dos expedientes de 1941 y los dos de 194231. Si bien los dos primeros proyectos no aluden a la reconstrucción de los arcos occidentales, en los dos siguientes ya se contemplan todas las medidas necesarias de apeos y encimbrados “que garanticen la estabilidad del conjunto y permita operar libremente en las zonas que se reconstruyen y en otras que se restauren”32. Los nuevos arcos fueron rehechos mediante fábrica de mampostería careada y de sillería en las boquillas. La rajuela de piedra caliza se aplicó en las bóvedas, con mortero mixto.

Como se ha comentado, el último arco de la serie, el séptimo, al final del puente ya en su descanso sobre el terreno, no fue finalmente reconstruido, como parece ser había sido la primera apuesta del arquitecto. Menéndez-Pidal no hizo comentario alguno en sus Memorias de proyecto del porqué de esta decisión, cuando todo hacía indicar que del mismo modo que había reconstruido los tres arcos perdidos, podía haber hecho lo mismo con un cuarto. Más parece que las cuitas del arquitecto no estaban del todo claras y se abstuvo, prudentemente, de reconstruir algo de lo que no tenía datos ciertos.

Al mismo tiempo que se realizaban las labores anteriores, se continuaron el repaso y rejuntado de los sillares de los arcos viejos, enlechando con cemento aquellas partes que aparecían movidas o disgregadas.

La última fase de los proyectos sobre el puente, de julio de 194233, tras la consolidación de la parte oriental y la reconstrucción de arcos, pilas y aliviaderos de la parte occidental, aborda la reconstrucción de los pretiles y la calzada. El nuevo pretil del puente se realizó con mampostería careada de piedra caliza, canto rodado y mortero mixto, rematando la coronación con losas de sillería irregular. Para la calzada se utilizó encachado de piedra en su base, y morrillo de río y lajas alargadas, con mortero mixto, en su pavimento. Se reprodujo la antigua canal rehundida que facilitaba el desagüe, un detalle importante para el arquitecto que mantenía la imagen medieval de la calzada además de funcionar muy bien para la evacuación de las aguas pluviales.

Por último, se finalizaron las labores de consolidación general de todas las fábricas que no habían sido reconstruidas, por medio de sillarejo y mampostería careada de piedra caliza; y se terminó con las inyecciones de cemento en todas las partes basamentales que aparecían movidas o agrietadas, “para dar solidez y asegurar así la permanencia del monumento” (Figura 7).

Figura 7. El puente de Cangas de Onís en 1943, tras su restauración. El cuidado del arquitecto por conseguir una imagen “entonada” le llevó a conservar las enredaderas que embellecen la lectura del puente

Fuente: Menéndez-Pidal y Álvarez, 1954.

Sobre su filiación constructiva y otras cuestiones técnicas

En 1958, aproximadamente 10 años después del fin de las obras, el puente fue argumento de un interesante artículo de investigación publicado en Informes de la Construcción por el Ingeniero de Caminos Carlos Fernandez Casado. Quien estudió con más precisión aspectos técnicos que puso en relación con su origen histórico y que vienen al caso34.

Fernandez Casado duda del origen medieval de sus fábricas y le atribuye una construcción romana, ateniéndose a su forma constructiva y estructural. Defiende que su vano único sobre el cauce del río, de medio punto con su ligero apuntamiento y destacado sobre el resto de vanos, es característico de esta arquitectura y conforme a otros modelos coetáneos (como son los puentes de: Santo Adriano, Luco, Reparacea, Cangas de Tineo, Guijo de la Granadilla, San Andrés, Valdestillas, Rumblar, Arroyo de Cagánchez, Cubo y Gibralzo)35:

El tercer tipo de puente romano que anunciábamos en los capítulos anteriores se define por su función, no por su época. Corresponde al puente de vano único o, por lo menos, único importante, que, al ser de medio punto, alza considerablemente la calzada sobre el río, aunque arranque tomando como cuerda el nivel mismo de aguas medias. Al establecer las rasantes de enlace con el camino antes y después del cauce resulta el perfil fuertemente alomado, que se ha tomado como típicamente medieval, aunque creemos que los puentes agrupados en este capítulo muestran su origen romano.

Además, argumenta que su alomado perfil y apuntamiento, sus rasgos más característicos, pudieran provenir de varios motivos, como son: funcionales, para elevarse acusadamente sobre el cauce de un río tan caudaloso como el Sella; religiosos, pues la elevación y apuntamiento del vano central fuera motivado por una intención religiosa (que no precisa); estéticos, por los cuales el tamaño desproporcionado del arco central, en relación a los laterales, exige un desempeño mucho mayor de los medios auxiliares como la cimbra, que no puede reutilizarse, al tener directrices y proporciones distintas; y finalmente una última justificación de carácter técnico, pues la construcción de un arco apuntado exige una destreza menor para la cimbra, la sillería del dovelaje y el cierre de la clave que si esta fuera circular, cuya necesidad técnica sería mayor (para obtener una adecuada geometría semicircular).

Ciertamente el apuntamiento del arco central es muy bajo y casi podría decirse que es un arco de medio punto. Ha sido la representación histórica de este puente, en sus distintas imágenes, unas tomadas del natural y otras copiadas (Figura 1), las que han ido amoldando esa imagen apuntada del arco central, más en consonancia con ambos arcos laterales, estos sí, claramente apuntados. El propio levantamiento de Menéndez-Pidal (Figura 2) dibuja con precisión su perfil, tras los datos obtenidos de su medición, y se comprueba que el arco central es básicamente de medio punto, con un ligerísimo apuntamiento, que encuentra su argumento más fiable, como dice Fernández Casado36, en motivos técnicos de ejecución.

Esta interpretación es consecuente con la restauración que Menéndez-Pidal realiza en los años 40. Pues uno de los argumentos fundamentales en los que se apoya es el respeto del perfil alomado del puente y su apuntamiento, provenientes de la destacada geometría del arco central sobre los dos laterales, que el arquitecto destaca como elementos característicos a conservar. Este respeto no es casual, pues es recogido con detalle en la memoria del proyecto. Por último, es significativo el hecho de que los arcos laterales, los que quedaban cubiertos por la tierra de labor como dice el arquitecto, son rehechos con arcos de medio punto, con sillería bien aparejada y una geometría renovada que solo reutiliza, en este caso, los pilas basamentales de la anterior construcción (Figura 2).

Conclusiones

La intervención de Menéndez-Pidal sobre el puente de Cangas de Onís significó la recuperación del monumento conforme a un supuesto “estado original”, que fue interpretado por el arquitecto mediante sus investigaciones y deducciones. Esto fue posible gracias a la reconstrucción de sus tres arcos occidentales, ocultos por las tierras de labranza, y la consolidación generalizada de los otros tres arcos, los centrales, que mantuvieron su imagen apuntada y su perfil alomado tradicional. Ambos rasgos fueron respetados por el arquitecto como rasgo característico del puente, al margen de su posible origen histórico, ya fuera medieval o romano.

Las obras de restauración abordaron también la reconstrucción de pilas, tajamares y aliviaderos que se habían perdido a lo largo de su historia. Y, finalmente, se reforzó la cimentación en algunos puntos, para dar mayor consistencia al basamento del puente.

La recuperación de esta imagen medieval, escogida por Menéndez-Pidal como imagen ideal a la que aproximarse a través de la restauración, fue posible gracias al entendimiento del mecanismo constructivo-estructural del puente y a su devenir histórico. Consiguió, a la par, la reconstrucción de sus partes arruinadas y el respeto a las diversas modificaciones que el puente había tenido en su largo discurrir por la historia.

De este modo, Menéndez-Pidal recuperó lo que supuso era el modo de construcción original y que coincidía, según su criterio, con su etapa medieval. Los testigos de los nuevos ojos que habían aparecido, con motivo de las excavaciones y desmontes, fueron reconstruidos en arcos de medio punto, más acorde a su origen románico y una supuesta “autenticidad formal”.

Su intervención fue, en definitiva, muy cuidadosa con el paisaje fluvial en el que se inserta el puente, además de ser coherente con su lógica constructiva y estructural. Lo que puede constituir su mayor logro. Hoy en día, pasados 80 años desde esta restauración, la lectura de sus paramentos nos permite aún la sutil distinción entre las aportaciones realizadas en estos años y los restos originales, mantenidos satisfactoriamente por el arquitecto. Esa sutil diferenciación integrada, entre partes originales y reconstruidas, nos permite apreciar estéticamente el conjunto del puente, integrado en su bello entorno natural (Figura 8).

Figura 8. El puente de Cangas de Onís

Fuente: Fotografía de Álvaro Campos (https://www.acampos.es)

La última restauración fue realizada por el Servicio de Patrimonio Histórico y Cultural, en 2007, y dirigida por los arquitectos Ignacio San Marcos y Miguel Capellán. La intervención consistió en eliminar toda la vegetación invasora y la costra biogénica que dañaban la fábrica y ocultaban las diferentes fases constructivas del monumento. Que se haya mantenido, como parte fundamental de su discurrir por la historia, la intervención que hiciera en los años 40 Menéndez-Pidal, nos hace valorar positivamente lo hecho entonces.

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