Dossier

water and landscape
AGUA y TERRITORIO

Agua e historia del paisaje en la corona de Aragón: distintas aproximaciones

Water and landscape history in the Crown of Aragon: different approaches

Jordi Bolòs

Universitat de Lleida
Lleida, Cataluña, España
jordi.bolos@udl.cat

ORCID: 0000-0001-6495-9630

Información del artículo

Recibido: 7/10/2022
Revisado: 25/05/2023
Aceptado: 9/07/2023

ISSN 2340-8472

ISSNe 2340-7743

DOI 10.17561/at.24.7401

CC-BY

© Universidad de Jaén (España).
Seminario Permanente Agua, Territorio y Medio Ambiente (CSIC)

RESUMEN
Con este estudio se persigue valorar la importancia que ha tenido el agua de regadío en los territorios de la Corona de Aragón y mostrar los cambios provocados en el paisaje por la utilización del agua a lo largo de los últimos dos mil años. Se analizan principalmente las transformaciones que se produjeron durante la Edad Media, señalándose la importancia de relacionar dichos cambios con las mutaciones acaecidas en la sociedad. De un modo especial, se presentan los distintos enfoques que han existido a la hora de plantear la difusión de los sistemas hidráulicos durante los siglos andalusíes. Se resumen las aportaciones realizadas sobre este tema en Cataluña, el País Valenciano, las Islas Baleares y Aragón. Se concluye reconociendo los notables avances que han existido, permitiendo comprender el origen de muchas acequias y de numerosos espacios irrigados y las mutaciones que han padecido hasta la actualidad.

PALABRAS CLAVE: Espacios irrigados, Acequias, Corona de Aragón, Sociedad medieval, Al-Andalus.

ABSTRACT
This study aims to assess the importance of irrigation water in the territories of the Crown of Aragon and show the changes that the use of water has caused in the landscape over the last two thousand years. The transformations that occurred during the Middle Ages are mainly analyzed, pointing out the importance of relating these changes with the mutations that occurred in society. In a special way, the different approaches that have existed when proposing the diffusion of hydraulic systems during the Andalusian centuries are presented. The contributions made on this subject in Catalonia, Valencia, the Balearic Islands, and Aragon are summarized. It concludes by acknowledging the remarkable advances that have existed, which allow us to understand the origin of many ditches and numerous irrigated spaces and the mutations they have suffered to date.

KEYWORDS: Irrigated spaces, Irrigation ditches, Crown of Aragon, Medieval society, Al-Andalus.

A água e a história da paisagem na Coroa de Aragão: diferentes abordagens

RESUMO
Este estudo tem como objetivo avaliar a importância da água de irrigação nos territórios da Coroa de Aragão e mostrar as mudanças que o uso da água causou na paisagem ao longo dos últimos dois mil anos. As transformações ocorridas durante a Idade Média são analisadas principalmente, apontando a importância de relacionar essas mudanças com as mutações ocorridas na sociedade. De maneira especial, são apresentadas as diferentes abordagens que existiram ao propor a difusão dos sistemas hidráulicos durante os séculos do governo de Al-Andalus. As contribuições feitas sobre este assunto na Catalunha, no País Valenciano, nas Ilhas Baleares e Aragão são resumidas. Conclui reconhecendo os notáveis avanços ocorridos, que permitem compreender a origem de muitos canais de irrigação e numerosos espaços irrigados e as mutações que sofreram até à data.

PALAVRAS CHAVE: Espaços irrigados, Canais de irrigação, Coroa de Aragão, Sociedade Medieval, Al-Andalus.

L'eau et l’histoire du paysage de la Couronne d’Aragon : différentes approches

RÉSUMÉ
Cette étude vise à évaluer l’importance de l’eau d’irrigation dans les territoires de la Couronne d’Aragon et à montrer les changements que l’utilisation de l’eau a provoqués dans le paysage au cours des deux mille dernières années. Les transformations survenues au cours du Moyen Âge sont principalement analysées, en soulignant l’importance de mettre en relation ces changements avec les mutations survenues dans la société. De manière particulière, les différentes approches qui ont existé pour proposer la diffusion des systèmes hydrauliques au cours des siècles de gouvernement d’Al-Andalus sont présentées. Les contributions faites à ce sujet en Catalogne, dans le Pays Valencien, aux Baléares et en Aragon sont résumées. Il conclut en reconnaissant les avancées remarquables qui ont existé, qui permettent de comprendre l'origine de nombreux canaux d’irrigation et de nombreux espaces irrigués et les mutations qu’ils ont subies jusqu’à présent.

MOTS-CLÉ: Espaces irrigués, Canaux d’irrigation, Couronne d’Aragon, Société médiévale, Al-Andalus.

L'acqua e la storia del paesaggio nella Corona d'Aragona: diversi approcci

RIASSUNTO
Questo studio intende valutare l’importanza dell'acqua irrigua nei territori della Corona d’Aragona e mostrare i cambiamenti che l’uso dell’acqua ha determinato nel paesaggio negli ultimi duemila anni. Vengono principalmente analizzate le trasformazioni avvenute durante il Medioevo, sottolineando l’importanza di mettere in relazione questi cambiamenti con le mutazioni avvenute nella società. In modo particolare vengono presentati i diversi approcci che sono esistiti nel proporre la diffusione dei sistemi idraulici durante i secoli governo di Al-Andalus. Sono riassunti i contributi fatti su questo argomento in Catalogna, in Valencia, nelle Isole Baleari e in Aragona. Si conclude riconoscendo i notevoli progressi che sono esistiti, che ci consentono di comprendere l’origine di molti canali e numerosi spazi irrigui e le mutazioni che hanno subito fino ad oggi.

PAROLE CHIAVE: Spazi irrigui, Fosse d’irrigazione, Corona d’Aragona, Società medievale, Al-Andalus.

Introducción

A lo largo de los últimos decenios, en varios países europeos se han realizado importantes estudios sobre la historia del paisaje. Con estas investigaciones se intenta comprender cómo se creó y cómo se ha transformado a lo largo de los siglos todo aquello que podemos observar alrededor nuestro, desde un lugar determinado. Estos estudios se pueden realizar en zonas poco alteradas y también en territorios que han padecido a lo largo de los siglos —o muy a menudo en los últimos decenios— cambios considerables. Los estudios sobre los paisajes pretéritos siempre deben tener presente las características de las sociedades del pasado y las mutaciones que se han producido en cada época. Los cambios acaecidos en la sociedad, la economía y las instituciones han repercutido en el paisaje que actualmente vemos en nuestro alrededor, casi siempre un entorno básicamente humanizado. Quizás podamos hallar el inicio de los trabajos sobre la historia del paisaje en Inglaterra, en las obras primerizas de William G. Hoskins1. Podemos recordar asimismo las aportaciones, con un eminente carácter pedagógico, de Mick Aston2. Y, actualmente, debemos mencionar las notables investigaciones de Stephen Rippon, que profundizan en la historia de la sociedad y que persiguen comprender la organización del territorio en la época altomedieval utilizando un conjunto variado de fuentes3.

En Cataluña, los estudios sobre el paisaje histórico se han visto muy influenciados por dos escuelas francesas, que han centrado la atención o bien en la morfogénesis de los núcleos de población4 o bien en los trabajos de arqueogeografía; estas últimas investigaciones son dirigidas por Gérard Chouquer, que empezó estudiando centuriaciones romanas y últimamente ha centrado la atención en los paisajes de la Alta Edad Media5. Por otro lado, debemos señalar los lazos estrechos que han unido las aportaciones sobre la historia del paisaje y los estudios arqueológicos, como se ha podido apreciar en Italia, a raíz de las excavaciones llevadas a cabo en algunos yacimientos altomedievales6.

Otra línea de investigación sobre el paisaje histórico se ha centrado en el estudio de los espacios irrigados y, de un modo especial, de los cambios acaecidos en el mundo rural en época islámica. Fueron punteras las investigaciones emprendidas por parte de Miquel Barceló, inicialmente en la isla de Mallorca7, aplicando una metodología que pronto se utilizó en el País Valenciano, Andalucía, Aragón y Cataluña. Asimismo, tuvieron importancia las relaciones con historiadores franceses, como Pierre Guichard y André Bazzana, o norteamericanos, como Thomas F. Glick8.

Podríamos alargar mucho las referencias a los estudios realizados en Europa a lo largo de los últimos decenios, que han perseguido profundizar en el conocimiento de la historia del paisaje. En último lugar, solo queremos señalar la importancia que han tenido, sobre todo desde un punto de vista metodológico, los trabajos de caracterización del paisaje histórico, de un modo especial los impulsados con el proyecto inglés Historic Landscape Characterisation (HLC)9. Los resultados obtenidos en Inglaterra precisamente nos condujeron a iniciar, en 2010, en Cataluña, el proyecto PaHisCat, en el que se estudió la caracterización de distintas unidades de paisaje. Una de estas unidades de paisaje era la Horta de Pinyana (fig. 1), una zona irrigada desde la Alta Edad Media, ubicada al norte de la ciudad de Lleida10. Conviene llamar la atención, en relación con estos trabajos que persiguen caracterizar el paisaje mediante la búsqueda del origen histórico del carácter de las distintas parcelas de tierra, que no solo se busca el conocimiento del pasado, sino que también se valora de un modo muy especial la difusión de los conocimientos obtenidos y la posibilidad de que los resultados del proyecto puedan facilitar una gestión adecuada del territorio.

Figura 1. Caracteres históricos de las parcelas de la unidad de paisaje de la Horta de Pinyana (Segrià, Lleida). Fragmento del mapa

Fuente: Proyecto PaHisCat (Universitat de Lleida; Observatori del Paisatge).

En los países mediterráneos —de un modo parecido a lo que ocurre en la mayoría de los países del mundo— la posibilidad de disponer de agua siempre ha sido fundamental. Cuando, por ejemplo, en la Edad Media, se escogía un lugar en donde se deseaba construir un hábitat, lo primero que se tenía presente era la proximidad de un río, un torrente o una fuente11. En muchas comarcas de Cataluña encontramos que predomina un poblamiento disperso. La población, por lo menos desde la Plena Edad Media, vive en viviendas aisladas, en medio de campos y bosques. Son los llamados masos (plural de mas), en catalán. Cerca de cada mas casi siempre podemos encontrar una fuente12. Evidentemente, en relación con muchos pueblos podríamos descubrir una realidad parecida.

Las viviendas tienen que disponer de agua y, en muchos lugares, también es importante que las tierras cultivadas puedan ser irrigadas. En Cataluña, en época romana, ya se construyeron algunos acueductos, como el que hallamos en Els Arcs, en el término municipal de Sant Jaume dels Domenys, en el Penedès, o los descubiertos al lado de los ríos Francolí y Gaià, en el Camp de Tarragona13. En algunos casos servían para transportar agua hasta una villa rural. Quizás también algunos canales sirvieron para regar tierras próximas. Asimismo, se ha indicado que a veces se construyeron canales de drenaje14. Sin embargo, el ocaso del mundo romano y el inicio de la Edad Media supuso una mutación muy importante en la economía y en la sociedad, que evidentemente afectó la continuidad y la justificación de dichas instalaciones de riego, situadas cerca de las villae residenciales, que, a lo largo de estos siglos de transición, se abandonaron15.

Después de los estudios realizados estos últimos años, nos damos cuenta de que la sociedad de los siglos VI-VIII tuvo unas características propias y diferenciadas, en todo el Occidente europeo. En la sociedad de los albores del Medioevo se mezclaban unos señores (que podían vivir en castra) que poseían unos dominios de tradición clásica, a menudo todavía con unos esclavos que trabajaban los campos, con unas comunidades rurales que tenían una cierta capacidad de transformar el paisaje de los lugares en donde vivían y que, seguramente, en algunos casos, eran capaces de decidir aquello que querían sembrar o plantar en sus tierras16. Fueron unos siglos en que se produjeron cambios importantes, que, por desgracia, conocemos muy poco, a pesar de que condicionaron el paisaje futuro en múltiples aspectos. Como han demostrado las excavaciones arqueológicas que se han llevado a cabo últimamente, en muchos lugares existió una multitud de pequeñas aldeas, pobres (a menudo con las viviendas de tapia o madera), diseminadas por todo el territorio17.

Acequias y espacios irrigados

Sabemos que, en los países mediterráneos, antes del siglo X, se cavaron acequias y se crearon numerosos espacios irrigados. En algunos casos quizás fueron canalizaciones realizadas por comunidades rurales. En los condados catalanes se documenta, en época carolingia (siglos VIII-X), un elevado número de pequeños huertos (tierras irrigadas), de molinos con rodezno y también alguna canalización más importante, que a menudo se puede relacionar con una ciudad o con una familia condal18. Más adelante, en otro capítulo, estudiaremos las acequias que existían antes del año 1000, cerca de Girona, de Elna o de Barcelona. Como comentaremos, es imposible asegurar si todas las canalizaciones se construyeron en los siglos VIII-X o si, en algunos casos, ya existían antes de estas centurias en que gobernaban los francos carolingios. Veremos algunos ejemplos relacionados con los condados de Rosellón19, de Girona y de Barcelona20. Podemos suponer —sin querer ir más allá— que mientras algunos espacios irrigados se encuentran cerca de lugares ya habitados durante los primeros siglos medievales21, los molinos hidráulicos parece que se difundieron sobre todo después del siglo VIII. Son temas muy importantes que, en el futuro, deberán ser investigados con más profundidad. Por otro lado, creemos que, durante los primeros siglos del Medioevo, se trabajaron los fondos de valle, llamados comes en Cataluña y “vales” en Aragón; algunas veces, a su lado podemos encontrar yacimientos de época visigoda (fig. 2). También hablaremos de las comes en otro estudio publicado en este dossier.

Figura 2. Los Campillos (Híjar, Teruel). Necrópolis de tumbas cavadas en la roca situada al norte del fondo de una “val” seguramente trabajada desde la Alta Edad Media

Fuente: IGN (ortofotomapa).

En el siglo X, en Mallorca, se organizaron pequeños espacios cultivados, de unas pocas hectáreas, irrigados con el agua que era transportada mediante acequias y qanawat (plural de qanat)22. La existencia de estas minas subterráneas se tiene que relacionar con plena certeza con la llegada de una metodología conocida en el levante mediterráneo, en los países por donde se extendía la antigua Mesopotamia. Podemos señalar que, en esta misma época, en la región de Lleida, unas ciudades islámicas cada vez más prósperas construían unas acequias con una longitud de muchos kilómetros, que servían para regar las huertas urbanas, los huertos de pequeñas aldeas e incluso eran utilizadas para mover molinos. Más hacia al sur, antes del año 1000, en la huerta de la medina de Valencia se construyó una multitud de acequias con sus brazales que permitían regar los huertos que pertenecían a los habitantes de las distintas comunidades rurales que vivían alrededor de esta ciudad23. En relación con muchas otras ciudades, también se han estudiado las acequias y los sistemas hidráulicos, que a veces presentan un tamaño considerable, como por ejemplo en Orihuela, en donde, según los trabajos realizados, un sistema hidráulico que se debe relacionar con la ciudad, en época califal, se superpuso a unos sistemas de tamaño reducido que debían relacionarse con pequeñas comunidades rurales24.

Al estudiar estos espacios irrigados, es muy importante poder esclarecer el momento en que se construyeron y el papel que jugaron las comunidades rurales y las elites urbanas en su planificación y realización. También es importante llegar a conocer, en todos los casos, sus características, la forma de las acequias y del parcelario, y la extensión de las tierras irrigadas. En principio, se supone que los huertos islámicos tenían unas formas más irregulares, como todavía se puede apreciar en Aragón, por ejemplo, en Almonacid de la Cuba (fig. 4) o en Estadilla25. Volveremos a hablar de ello más adelante. También es posible que, de un modo parecido a lo que se ha encontrado en la huerta de Valencia, en estos sistemas hidráulicos andalusíes no hubiera un aprovechamiento exhaustivo del territorio irrigable, lo cual parece que sí que se produjo después de la conquista cristiana, debido a la fuerte presión demográfica existente. En relación con Cataluña, pensamos, por ejemplo, que, antes de 1149, pudo existir una ocupación menos densa de las zonas de huerta que se distribuían a lo largo de la Séquia de Segrià, como expondremos en otro capítulo. Lo mismo se ha podido señalar en relación con algunas acequias aragonesas. Evidentemente, se debe tener presente la importancia que tuvieron, a menudo, las comunidades rurales en la constitución de los espacios irrigados de época temprana26.

Figura 3. Meandro del río Martín (sureste de Escatrón, Zaragoza). Podemos situar varios yacimientos de los primeros siglos medievales, unas “vales” y un espacio irrigado

Fuente: IGN (año 1956). Información: Laliena y Ortega, 2005, 158.

Figura 4. Huerta de Almonacid de la Cuba (Zaragoza). Parcelario irregular y compacto, seguramente antiguo

Fuente: IGN (año 2018).

En relación con los cambios acaecidos en la época islámica, se ha valorado de un modo muy especial la introducción de nuevos vegetales que originalmente se cultivaban en el levante de la cuenca mediterránea o en países de Oriente. Hace unos años, Bolens y Watson hablaron de la “revolución agrícola” y Glick de la “revolución verde”27. A pesar del interés y la importancia de este proceso, se debe tener presente que la difusión de esta “revolución” debió ser bastante lenta. Seguro que muchas de las especies vegetales no se llegaron a difundir hasta una fecha cercana al año 100028. A pesar de ello, las obras de al-Rāzī, que fueron escritas en la primera mitad del siglo X, ya mencionan los espacios irrigados de Tortosa, Tarragona, Lleida, Fraga, Monzón o Zaragoza29. Parece, por lo tanto, que, en esta centuria, las tierras irrigadas ya se extendían por gran parte del sector oriental de la península Ibérica, especialmente cerca de los ríos más caudalosos y de las ciudades30. Parece que, seguramente, en una fecha temprana, se introdujeron árboles del pomelo, arroz, berenjenas, caña de azúcar, algodón, plátanos, sandías, cohombros, espinacas, alcachofas, etc. Como curiosidad, podemos compararlo con las hortalizas que se vendían, durante el siglo XV, en la plaza de Sant Joan de Lleida, donde se celebraba el mercado semanal: “raïms, cireres, préssecs, magranes, cols, enciams, espinacs, raves, pèsols, llenties, alls, cebes, porros, fesols” y también “taronges, llimones, llimes, aranges, poncirs” y “cigrons”31.

Sin embargo, no solo debemos conocer la notable difusión de todos estos productos sino, también —quizás sobre todo—, qué porcentaje suponían en una dieta equilibrada de las personas que vivían en los siglos que estudiamos32. Y ello conduce a plantearnos la importancia que tuvieron los distintos cereales, que a veces incluso podían sembrarse en tierras irrigadas33. No es preciso recordar que los cereales se podían conservar bastante tiempo guardados en silos, que se documentan muy a menudo en las excavaciones de yacimientos altomedievales34. Además, de acuerdo con los conocimientos que tenemos, podemos asegurar que los espacios irrigados “servían también para garantizar las cosechas tradicionales” de vides, cereales y olivos35. En resumen, las tierras que se podían regar pasaron de tener un papel secundario —en época romana— a tener, lentamente, un peso fundamental —durante la Alta Edad Media—. Como se ha señalado, en relación con la etapa andalusí, y como se puede comprobar leyendo la documentación de después de la conquista cristiana, la gente tenía plena consciencia que, mientras en las tierras irrigadas la cosecha estaba asegurada, en las tierras de secano la producción era mucho más aleatoria36.

Si deseamos identificar los lugares de poblamiento andalusí en el País Valenciano y las Islas Baleares es importante que nos interesemos por los hábitats que eran considerados una alquería o un rafal (nombres que también podemos hallar, en menor medida, alrededor de Lleida y de Tortosa). A veces también se mencionan las aldeas (diyā‘), que eran posesiones extensas37. Sin embargo, en la documentación de Lleida, del siglo XII, encontramos mencionada mucho más a menudo la palabra almunia38; dicha palabra aparece también documentada cerca de Tortosa39. Precisamente, André Bazzana relaciona los jardines palaciegos con la munya, residencia seguramente con un jardín, o el riyād, lugar con un palacio y vegetación 40; no obstante, debemos pensar que, con el tiempo, también se llamaron almunias los lugares habitados por una comunidad campesina, con sus tierras, los cuales a menudo eran poseídos por miembros de las elites urbanas. Recordemos asimismo que, en relación con los jardines y los huertos, Bazzana cita la aparición de la sāniya (en catalán sènia o sínia) o la nā‘ūra (que corresponde a la noria, y, en catalán, en la Edad Media, a la nora, nombre fosilizado en algún topónimo). En Tortosa, al norte de la ciudad, se ha documentado la existencia de pocas acequias y, en cambio, de numerosas norias (sínies)41. Podemos encontrar norias en muchos otros lugares; parece que ya se empezaron a difundir a lo largo del mismo siglo VIII42.

Por lo que se refiere al tamaño de las huertas, debemos diferenciar las huertas pequeñas, de una comunidad rural, de las grandes huertas, que se relacionan con las largas canalizaciones que encontramos cerca de las ciudades43. En Mallorca, algunos sistemas hidráulicos tenían unas dimensiones muy reducidas, que oscilaban entre unas 7 ha y unas 15 ha, como máximo44. Asimismo, en Mallorca se pueden hallar vertientes irrigadas cubiertas de terrazas o bancales, al lado de fondos de valle también irrigados45. Contrariamente, al oeste de Lleida, en una zona cercana al río Segre, extensa y llana, regada por la acequia de Alcarràs y la Séquia Major de Segrià, que corresponde a las partidas de Rufea y de Butsènit, se podía irrigar una superficie de más de 450 ha. Debemos señalar que los condes de Barcelona y de Urgell, después de la conquista de 1149, se apropiaron precisamente de esta extensa partida de tierra de Rufea, situada a poco más de un km de los muros de la antigua medina. En relación con los espacios irrigados, también se debe diferenciar el origen del agua: una fuente o manantial, un torrente o curso de agua marginal y un río importante. En época andalusí (y en la Alta Edad Media) a menudo se preferían las dos primeras posibilidades, a pesar de que encontramos excepciones (como en el caso de la primera Séquia de Fontanet, que estudiaremos en otro capítulo, que cogía el agua del Segre).

Uno de los aspectos que se ha señalado que diferenciaban los sistemas de regadío de época andalusí y los sistemas hidráulicos de época feudal se refiere al modo como se producía el reparto del agua. En el mundo islámico en principio eran las comunidades rurales las que establecían los turnos de utilización del agua para regar46. A pesar de que esta afirmación sirva para diferenciar las huertas andalusíes de las feudales, debemos tener presente que lo que hallamos en el mundo musulmán era parecido a lo que habríamos encontrado en otras sociedades pre-feudales (también cristianas). Por ejemplo, en los condados catalanes, antes del año 1000, las comunidades campesinas se repartían el uso de los molinos (que seguramente habían construido ellos mismos) a lo largo de los días y las noches de la semana. Quizás se pueda proponer —a pesar de que sea difícil de demostrar— que, antes del siglo XI, en algunas acequias de la Cataluña Vieja, habríamos hallado una realidad parecida a la que encontramos en las canalizaciones de las comunidades islámicas. Evidentemente, como todo el mundo conoce, en las sociedades cristianas de después del año 1000, se produjeron cambios importantes, que favorecieron el control de los señores sobre el campesinado y que provocaron la aparición de monopolios señoriales del agua, el horno o la herrería47. Luego, estas transformaciones se impusieron en los territorios conquistados a lo largo de los siglos siguientes48.

Después de la conquista cristiana

En el siglo XII, casi cuatro siglos después del inicio del proceso de conquista empezado por los reyes francos carolingios, concluyó la conquista de la llamada Cataluña Nueva por parte de los condes catalanes, con los sitios de Tortosa (1148), Lleida (1149) y Siurana (1154). En Aragón, Zaragoza había sido conquistada en 1118 y Teruel lo fue el año 1171. Más tarde, a lo largo de la primera mitad del siglo XIII, Jaime I, como monarca de Aragón y de Cataluña, conquistó Mallorca y el reino de Valencia. Evidentemente, los cambios políticos y sociales que se derivaron de estas guerras tuvieron una fuerte repercusión en los paisajes de los territorios ocupados y, muy a menudo, repoblados. Como hemos estudiado en Lleida, después de la conquista cristiana, se crearon nuevas acequias e incluso se prolongaron las que ya existían. En Aragón, se ha apreciado una realidad muy parecida, por ejemplo, en los sistemas hidráulicos situados alrededor de Zaragoza, en donde se ha podido asegurar que, a lo largo de los siglos XII y XIII, también se construyeron nuevas canalizaciones49.

Ya a fines de la Edad Media, en relación con algunas ciudades catalanas, se construyeron grandes canalizaciones. En el Rosellón estas fueron promovidas por los reyes de Mallorca (que durante unos decenios fueron los monarcas de este territorio). En la primera mitad del siglo XIV se excavó el llamado Rec reial de Tuïr, con una longitud de 34 km. Se consiguió que el agua del río Tet regara una extensa zona del Rosellón y llegara hasta la ciudad de Perpiñán, donde movía la noria que se alzaba al lado del castillo del rey50. Fue una obra muy notable, que tuvo una fuerte repercusión en el territorio. En Manresa, en 1339, una acequia con 26 km de longitud fue impulsada por la comunidad urbana, que, en este caso, tuvo que hacer frente a las trabas puestas por el obispo de Vic; se concluyó en 1383. Antes, en Puigcerdà, hacia 1178, se había construido otra canalización destinada a proveer de agua dicha villa, sin que pudieran aprovecharse de ella los habitantes de los pueblos por donde discurría51. Asimismo, la acequia de Xerta (cerca de Tortosa) no es de época islámica sino de fines del siglo XII o de principios del XIII52. En relación con el País Valenciano, a partir del año 1258, se construyó la Séquia Reial del río Xúquer53. Podríamos ampliar fácilmente el número de ejemplos mencionados.

En relación con el agua y el paisaje, también podemos señalar otros cambios. En la isla de Mallorca, como ha estudiado Antoni Mas, después de la conquista de los reyes catalano-aragoneses, se crearon albellons, unas minas que no estaban destinadas al riego sino al drenaje de amplios territorios del interior de la isla54. No fue un caso único de uso de minas o acequias de drenaje. Aquellos que han estudiado el territorio de la ciudad de Tortosa, en época andalusí, ya han señalado la importancia que tuvieron los canales de drenaje en las tierras situadas hacia el sur de la medina y en la orilla derecha del Ebro55. También se conocen los procesos de desecación de lagunas, como las que existían en la comarca del Rosellón.

Distintas aportaciones

Las aportaciones de este dossier tratan sobre distintos territorios de la Corona de Aragón o Corona catalano-aragonesa. Enric Guinot, de la Universitat de València, en su trabajo aporta las bases necesarias para conocer y poder valorar cómo se produjo la organización de las zonas irrigadas de la huerta de la ciudad de Valencia, después de los importantes estudios que se han llevado a cabo a lo largo de los últimos años. El que firma estas líneas aporta un estudio que nos acerca a la evolución de los sistemas hidráulicos de Cataluña y, de un modo especial, del territorio de Lleida. Intenta profundizar en algunos de los temas que tratamos en este capítulo introductorio. A continuación, Enric Vicedo, asimismo profesor de la Universitat de Lleida, nos permite conocer las características y la gestión de las canalizaciones de esta ciudad a lo largo de las edades moderna y contemporánea; las analiza en cuanto Recursos de Uso Común (RUC) y concluye que han sido gestionadas de un modo adecuado a lo largo de los siglos, de acuerdo con la propuesta de Elinor Östrom. Ramon Martí y Joan Negre, de la Universitat Autònoma de Barcelona, centran su atención en el estudio de la evolución de la utilización del agua en la región de Tortosa, sector meridional de Cataluña.

En este dossier no se incluye ningún estudio sobre la historia del regadío en Aragón. Por ello, creemos importante comentar algunas aportaciones que se han publicado estos últimos años sobre los espacios irrigados que existieron en este territorio. En primer lugar, debemos mencionar una investigación sobre la cuenca del río Aguasvivas, afluente del Ebro que se desliza entre las provincias de Teruel y Zaragoza. Este estudio permitió relacionar los lugares habitados en época andalusí y los husun o fortificaciones que se edificaron en este periodo con los azudes y las acequias que permitían regar las distintas áreas de esta cuenca fluvial. El trabajo no se detuvo en el momento de la conquista cristiana; los autores también profundizaron en el estudio de la evolución de estos espacios hidráulicos después de la llegada de los señores feudales56. Cabe señalar, sin embargo, que, a pesar de reconstruir la red de azudes y acequias, no ahondaron en el análisis de las características del parcelario de las tierras irrigadas. Realmente, en los ortofotomapas contemporáneos se puede observar una clara diferencia entre lo que encontramos, por ejemplo, en Almonacid de la Cuba (fig. 4), donde existe un parcelario bastante irregular, y el parcelario que hallamos en Vinaceite o Almochuel (fig. 5), mucho más regular, con unos huertos organizados en franjas o bandas coaxiales de tierra, divididas en pequeñas parcelas bien diferenciadas. Dichas franjas coaxiales se relacionan en Aragón, Cataluña (fig. 6) y el País Valenciano con un parcelario de colonización.

Figura 5. Almochuel (Zaragoza). Huertas situadas al este de la población. Franjas coaxiales seguramente posteriores a la conquista feudal

Fuente: IGN (1956).

Figura 6. Séquia d’Albesa (Albesa, Lleida), villae romanas del Romeral y de la Torre-sulla, y varias “comes”. Distintos elementos del paisaje de distintas épocas que coinciden en este lugar

Fuente: ICGC © (año 1946).

A pesar de ello, en la actualidad, resulta muy difícil poder fechar de un modo seguro los distintos tipos de parcelario. Solo podemos hacer suposiciones lógicas y pensar que, por ejemplo, en este último caso, las franjas coaxiales son posteriores a la conquista feudal y, en el primer caso, los huertos de Almonacid quizás mantienen unas características heredadas de la época andalusí. Debemos señalar que J. M. Ortega también se ha interesado por las características de los parcelarios que podemos encontrar en las tierras irrigadas aragonesas y ha analizado los de Alcañiz, de Alborge, de cerca de Magallón y de Peñaflor57.

Otra aportación, que en este caso se centra en la cuenca del río Martín, situada al este de la del río de Aguasvivas, nos permite profundizar en dos aspectos importantes, poco tratados hasta la fecha. En primer lugar, se señala una coincidencia entre pequeños valles (“las vales”) con lugares en donde se han hallado yacimientos altomedievales: poblados y necrópolis de tumbas cavadas en la roca (fig. 2)58. Es una relación parecida a la que encontramos en Cataluña entre las comes y las tumbas vaciadas en una roca (por ejemplo, de Maldanell)59. En segundo lugar, los autores llaman la atención sobre la proximidad de algunos poblados de los primeros siglos medievales y unos espacios seguramente irrigables, situados, en este caso, cerca de un meandro del río Martín. Opinan que las acequias que se relacionaban con estos yacimientos debían tener un tamaño reducido60. En este aspecto, dicha conclusión coincide asimismo con lo que pensamos que existió, en Cataluña, a lo largo del río Ripoll (por ejemplo, en Jonqueres), que analizaremos en otro capítulo. Volviendo a Aragón, cabe señalar que, en uno de los lugares estudiados, cerca de Escatrón, no solo se distinguen dos acequias creadas en momentos distintos sino también distintas “vales”, que se superponen al espacio irrigado por dichas canalizaciones (fig. 3).

Conclusión

Como conclusión, debemos valorar mucho las notables aportaciones que se han realizado a lo largo de estos últimos decenios, que han permitido avanzar en el conocimiento de unas sociedades y de unos paisajes irrigados característicos de las tierras mediterráneas. A pesar de ello, no podemos obviar en la presentación de este dossier que hay algunos aspectos en los que existen importantes discrepancias entre los distintos trabajos que estudian la construcción de las acequias y la creación de los espacios de regadío medievales61. Un primer aspecto en el que los estudiosos no se ponen de acuerdo es sobre la cronología de los cambios. ¿Qué repercusión tuvieron en la sociedad y la economía las transformaciones que se produjeron a lo largo del siglo VIII, poco después de la conquista de árabes y bereberes?62 ¿Supuso realmente un cambio inmediato en las relaciones sociales y en las características de las comunidades campesinas?63 ¿Fue muy masiva la llegada de poblaciones islámicas o quizás existieron grandes diferencias entre los distintos territorios?64 ¿Qué importancia tuvieron los clanes en las etapas iniciales de la historia de Al-Andalus?65 ¿Cómo afectó la llegada de una sociedad tribal sobre el conjunto de la población todavía cristiana y cuánto tiempo duró la existencia de dichas comunidades tribales, segmentarias?66 Ahondando en el tema: ¿cuándo se construyeron los primeros espacios hidráulicos creados por comunidades culturalmente andalusíes? O también: ¿cuándo se produjo la llegada y difusión de los productos orientales que se plantaron en las huertas andalusíes, que provocaron la llamada “revolución verde”, que hemos mencionado anteriormente?67 Son preguntas que todavía actualmente pueden tener distintas respuestas según las plantees a un historiador o a otro. Un aspecto quizás menos discutido es el peso social y económico que tuvieron, a partir del siglo X, las ciudades y las elites urbanas que vivían en ellas68. La creación del califato de Córdoba supuso un cambio importante en la sociedad, la economía y la mentalidad, que se consolidó con la constitución de las distintas taifas. Debemos tener presente que se ha señalado que, entre los inicios del siglo VIII y mediados del siglo X, la población, en algunos lugares de Al-Andalus, casi se había triplicado69.

También debemos tener presente que esta problemática se ve de un modo distinto en el País Valenciano, en Mallorca, en Cataluña o en Andalucía, por ejemplo. En Cataluña, vemos el siglo VIII como una época de conquista y de control del territorio, en especial de los lugares de paso y fronterizos, de las fortificaciones y de las antiguas tierras fiscales70. Fue cuando los baladiyyun se instalaron en el territorio71. Algunas comunidades árabes y sobre todo bereberes (que a menudo se instalaban en zonas de secano) se establecieron en distintos lugares con el fin de controlar el país, de una manera que, en cierto modo, tiene un parecido con aquello que hicieron, por ejemplo, los francos carolingios durante la segunda mitad de este siglo y durante el siglo IX72. Debemos tener también presente que, en la Cataluña Vieja, después del año 801, fecha de la conquista de Barcelona por parte del hijo de Carlomagno, hallamos una sociedad que parece poco transformada, que se regía por las leyes visigodas, que mantenía muchas propiedades seguramente poseídas a lo largo de varias generaciones y que pasó a ser gobernada por las antiguas elites terratenientes73. Teniendo presente esta realidad, resulta muy difícil valorar la trascendencia que pudo tener la llegada de comunidades bereberes y árabes en la Cataluña Vieja (y en el resto de Cataluña), durante los decenios de este siglo VIII, y resulta dudosa la imposición general de una sociedad tribal, de comunidades consideradas como segmentarias, que fueran capaces, al mismo tiempo, de introducir una tecnología hidráulica parecida a la que en principio existía en los países de origen74. Seguramente, lo que se produjo en Mallorca dos siglos más tarde, en 902, ya fue muy distinto75. Incluso en Cataluña, en los territorios conquistados por los condes de Barcelona durante el siglo X, la realidad social y económica que se encontraron ya era notablemente distinta, como se puede apreciar en lugares como Alió o Bràfim (en la comarca del Alt Camp, a unos 18 km de Tarragona).76 En el año 959, en Bràfim, el “huerto de Abrahim” (ortum de Habrahim)77, como se menciona este lugar en un documento, seguramente habríamos hallado un pequeño espacio irrigado parecido al que encontramos en otros lugares de Al-Ándalus, y lo que quizás es más importante, seguramente ya existía una sociedad islamizada, desde un punto de vista religioso y cultural.

Por lo tanto, en la Cataluña Nueva, muy a menudo relacionamos los grandes cambios que ocurrieron en el paisaje de las tierras irrigadas con el progresivo proceso de islamización, con el cambio cultural de la población y con el crecimiento de unas ciudades importantes, como fueron Lleida, Balaguer y Tortosa. Parece que casi en todas partes el inicio del califato comportó el final de una etapa y el principio de una nueva realidad cultural y religiosa mucho más homogénea78; a pesar de ello, en este siglo X, a unos 50 km hacia el norte de Lleida, en zonas cercanas a la frontera con los condados carolingios (en Àger, en Aguilaniu y quizás en Castellonroi), todavía perduraban algunas comunidades cristianas, mencionadas en los documentos escritos79. La capacidad que tienen muchas comunidades de aceptar los cambios y, al mismo tiempo, mantener una fuerte continuidad ha motivado que algunos historiadores valoren de un modo especial la resiliencia que tiene la sociedad en un momento en que se producen grandes transformaciones, a veces incluso violentas80.

Y, como veremos en otro estudio de este dossier, por lo que respecta al llano de Lleida, podemos asegurar poca cosa sobre los primeros siglos de dominio andalusí. No podemos negar que se debieron producir cambios. Sabemos que antes del siglo X —quizás incluso antes del año 713—, se aprovechaban pequeños valles (comes y valls) y algunos cursos de agua (actualmente llamados reguers o clamors), con el fin de crear espacios irrigados en general bastante reducidos. Por otro lado, sabemos que, seguramente ya en el siglo VIII, se repartieron por el territorio comunidades árabes (como los Coraichitas instalados en Massalcoreig)81 y comunidades bereberes (como los Zenata o Iznaten, asentados en Butsènit)82, ubicadas evidentemente en medio de muchas otras comunidades rurales mozárabes. De acuerdo con lo que hemos comentado anteriormente, dudamos sobre si tenemos que pensar que se produjo una “tribalización” de todo el conjunto de la sociedad o bien si, a pesar del papel dominante de las elites musulmanas, solo se produjo, a lo largo de los siglos VIII-X, una lenta islamización de las comunidades cristianas. Es un aspecto fundamental y, por ello, conflictivo.

A sabiendas de estas discrepancias, hemos decidido recoger en este dossier distintos estudios en donde se exponen las diferentes opiniones de los autores en relación con los cambios que se produjeron en el regadío antes, durante y después de los siglos de dominio andalusí. Creemos que el conocimiento de las ciencias sociales y de la historia, se construye lentamente y, muy a menudo, en el proceso de formación, aparecen posiciones dispares. No obstante, estas discusiones, de un modo u otro, mejoran el estudio de las sociedades que vivieron en el pasado, que fueron las que crearon los paisajes que en mayor o menor medida han llegado hasta la actualidad. Y no podemos olvidar nunca que el conocimiento de estos paisajes y de estas sociedades es importante que se traslade al conjunto de la población actual que tiene derecho a conocerlos y así poder gestionar de un modo adecuado esta parte del patrimonio cultural.

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8 Guichard, 1976. Bazzana, 1992. Glick, 1970.

9 Clark, Darlington y Fairclough, 2004. Turner, 2010 y 2018.

10 Bolòs, 2010. En relación con las unidades de paisaje: Nogué y Sala, 2010.

11 Roberts, 1987, 105. Bolòs, 2004, 156.

12 Bolòs, 1995 y 2004.

13 Arrayás, 2002, 314. Recientemente, también se ha encontrado una canalización subterránea, un cuniculus de época romana, en el Vallès, cerca de Sant Pau de Riu-sec. Tiene una longitud de unos 150 m y unas características muy parecidas a las que tendrán los qanawāt de época islámica.

14 Negre, 2020, 181.

15 Wickham, 2005.

16 Precisamente este es uno de los aspectos que se ha señalado que diferenciaba la población de época romana de la población islámica andalusí. Barceló, 1998, 11.

17 Roig, 2011. Kotarba, 2007.

18 Los molinos de cubo (de cup, en catalán; maṣabb en árabe) se difundieron por Cataluña en el siglo XII. Antes, los molinos pirenaicos, altomedievales, eran de canal o rampa, la cual muy a menudo era de madera.

19 Ver también: Caucanas, 1995.

20 Estudiados en este volumen por J. Bolòs. Ver también: Canal et al., 2003.

21 Más adelante comentaremos unas investigaciones realizadas en Aragón, que llegan a unas conclusiones que coinciden con esta idea.

22 Barceló et al., 1986 y 1998. Kirchner, 1997, 2006, 2009, 2010, 2012a y 2012b. Glick y Kirchner, 2000. Kirchner y Retamero, 2016. Parece que, en Córdoba, en la segunda mitad del siglo VIII, ya se construyó algún qanāt (Ortega, 2018, 235).

23 Guinot, 2010-2011. Esquilache, 2015 y 2018.

24 Gutiérrez Lloret, 1995. Ortega, 2018, 371-373.

25 Ortega, 2010, 126 y 135-137. Bolòs, 2021, 468.

26 Como exponen en un estado de la cuestión: Gilotte y Nef, 2011, 95.

27 Bolens, 1978. Watson, 1983. Glick, 1970. Debemos tener presente, sin embargo, la reducción del número de especies que plantearon, unos años más tarde, Butzer et al., 1985, 500-504. Ver también: Ortega, 2018, 224-225 y 244-249.

28 Bazzana, 2005, 79. Trillo señala que “las fuentes desde finales del siglo IX mencionan ya ciertas de ellas”. Trillo, 2004, 43.

29 Trillo, 2004, 44-45. En relación con Tarragona, al-Rāzī expone, por ejemplo: “ha mui buen termino et fermoso et es mui regantio et complido de muchos frutos” (Millàs Vallicrosa, 1987, 3).

30 Trillo valora la gran difusión que se produjo durante los reinados de Abd al-Rahman III y al-Hakam II, en el siglo X, y después durante las taifas (Trillo, 2004, 51).

31 Bolòs, 2008, 79. Lo podemos traducir por: uvas, cerezas, melocotones, granadas, coles, lechugas, espinacas, rábanos, guisantes, lentejas, ajos, cebollas, puerros, frijoles, naranjas, limones, limas, pomelos, cidras (Poncirus trifoliata) y garbanzos.

32 En el municipio actual de Torrebesses, el fondo del valle representa solo el 3 % de la superficie del término (y el 6 % de la superficie cultivada). En época contemporánea, aproximadamente el 12 % de este fondo eran huertos, mientras casi en el 60 % restante se sembraban cereales. Se afirma que: “les faves, els fesols i els cigrons ocupaven extensions destacades en els horts i els camps”; a veces “s’assecaven i constituïen una bona reserva proteica per als mesos d’hivern”. Por otro lado, “el blat es conreava en petites «parades» situades en el fons de la vall, que es regaven per inundació en cas de necessitat” (Aldomà, 2013, 48-54).

33 Como se ha señalado: “los cereales no se cultivaban siempre en secano” (Trillo, 2004, 59). Después de la conquista de 1149, en las cercanías de Lleida, esta actividad resulta evidente, como reflejan los censos que se pagaban (Bolòs, 1993).

34 Ver también: Gutiérrez Lloret, 2012, 49. Negre (2020, 379) hace mención de “diversos camps de sitges de grans dimensions en els extrems del tram superior i inferior de la séquia”, situada en la orilla derecha del Ebro, delante de Tortosa. Cita, en concreto, los yacimientos de Giramascor y Fazalforí.

35 Trillo, 2004, 54.

36 Trillo, 2004, 57.

37 Manzano, 2020, 281. En Lleida, a fines de los siglos andalusíes, todas las aldeas (diyā‘) poseían una torre (burğ) y un refugio subterráneo (sirdāb) (Bramon, 2000, 113).

38 Lo mismo ocurre en las tierras aragonesas (por ejemplo, en la comarca de Monzón) (Sénac, 2006, 68).

39 Negre, 2020, 385-386.

40 Bazzana, 2005, 82. Encontramos “reals” en Lleida. En Tortosa se habla de arralials o raals, que se han relacionado con el nombre árabe riyād (Negre, 2020, 388).

41 Se menciona en la documentación la existencia de pozos, norias y albercas (en catalán: pous sínies, safareigs). En un documento de 1176: “puteo et cenia et çafareg” (Virgili, 2001, 218). Alberca proviene del árabe birha y safareig tambien deriva de esta misma lengua, ṣahrīj (Glick y Kirchner 2000, 304).

42 Glick y Kirchner 2000, 298. Consultar también: Glick, 2007, 122-123 y Ortega, 2018, 231.

43 La existencia de microsistemas, de macrosistemas e incluso de una mesoescala ha motivado numerosas discusiones en relación con su posible origen. Podemos leer: Glick, 2007, 102, 128. Ver también: Negre, 2020, 371-372.

44 Kirchner y Retamero, 2016, 66-67.

45 Kirchner y Retamero, 2016, 75. Kirchner, 1997. Consultar también: Barceló, 1995, 30.

46 Se ha supuesto que podía provenir del norte de África. En el siglo III, en época romana, ya existían unos turnos de reparto del agua (Glick, 1996, 62, publicado en 1989).

47 Bonnassie, 1979-1981, vol. 2, 58-59.

48 Glick y Teixeira, 2002-2003, 215. Sesma, Utrilla y Laliena, 2001, 225-226. Ortega, 2010, 133.

49 Ortega, 2010, 137-138.

50 Caucanas, 1995, 269-278.

51 Kirchner, Oliver y Vela, 2002.

52 Virgili y Kirchner, 2019, 418.

53 Es importante tener presente que: “el reg islàmic era d’escassa entitat, perquè no prenia l’aigua del Xúquer […], sinó de captacions secundàries. […] La sèquia Reial d’Alzira va ser la primera a prendre directament les aigües del Xúquer” (Furió y Martínez, 2000, 26). Ver també: Gual, 1979, y Barceló, 1998, 12.

54 Mas, 2021.

55 Negre, 2020, 285, 376-383. Kirchner y Virgili, 2018. Virgili y Kirchner, 2019.

56 Sesma, Utrilla y Laliena, 2001.

57 Ortega, 2010.

58 Laliena y Ortega, 2005, 117 y 154.

59 Bolòs, 2015, 95-99.

60 Laliena y Ortega, 2005, 166. Ortega, 2018, 226 (“pequeñas huertas que, con acequias de corto recorrido, ponían en cultivo el interior de pequeños meandros”, por ejemplo cerca de Albalate del Arzobispo). Es una realidad que coincide con lo hallado cerca del Tolmo de Minateda (Gutierrez Lloret, 2011, 213) o en Cataluña, como plantearemos en otro capítulo.

61 Podemos contrastar las visiones de Guichard (1976), con las de Acién (1997), de Barceló (1998) y de Manzano (2020, 17-20).

62 Salvatierra y Canto, 2008, 208-216.

63 Se debe tener presente que en algunos (o quizás en muchos) casos hubo una continuidad en el poblamiento antes y después del siglo VIII (Gutiérrez Lloret, 2012, 47).

64 Gutiérrez Lloret, 2012, 38.

65 Boone, 2009, 127.

66 Guichard, 2000, 80. Crítica contundente en Manzano, 2012, 25-27.

67 Podemos consultar: Watson, 1983. Trillo, 2004, 42-45. Eiroa, 2010, 58-69. Ver también Manzano, 2012, 28. Gutiérrez Lloret, 2012, 40.

68 “La fin de l’émirat et les débuts du califat constituent donc ici un moment charnière dans l’évolution du peuplement” (Sénac, 2006, 67).

69 Boone, 2009, 158.

70 Son interesantes los estudios realizados estos últimos años sobre los palatia y palatiola, los cuales fueron apropiados por los conquistadores islámicos inmediatamente después de la ocupación del territorio. Ver: Martí, 1999. Gibert, 2007. Nosotros creemos que dichos palatia ya eran unos dominios fiscales antes del año 713 (Bolòs, 2022).

71 Boone, 2009, 23 y 68. Baladiyyun es un nombre que deriva de la palabra árabe balad, tierra. Se refiere a los conquistadores que llegaron inicialmente.

72 Bolòs, 2022. Uno de los lugares que ocuparon fue, por ejemplo, en el extremo septentrional de Cataluña, la fortificación de Castell-rosselló (la antigua Ruscino), al lado de la Via Domitia (Rébé et al., 2014).

73 Las mismas elites que unos noventa años antes, en otros lugares, se habían islamizado e integrado en la sociedad de aquellos que habían conquistado su país.

74 Bazzana y Guichard, 1981, 126-130. Barceló, 1998, 13. Por lo menos en Cataluña, resulta muy difícil defender que se produjo una migración masiva, interpretada a partir del estudio de la toponimia (Kirchner y Retamero, 2016, 58. Guichard, 1976).

75 “The usually dense networks of peasant settlements linked to irrigated areas constituted the core of this colonisation process” (Kirchner y Retamero, 2016, 60).

76 Alió corresponde a al-‘uyūn, los manantiales. Coromines, 1994-1997, vol. II, 143. Bràfim, en el año 959, recibe el nombre de ortum de Habrahim; seguramente era una almunia.

77 Baiges y Puig, 2019, doc. 408, 421.

78 “While the conquest of 711 certainly constitutes a significant rupture in terms of political history, it could be argued that the real transformation occurs in the first few decades of the tenth century with the consolidation of caliphal power” (Boone, 2009, 154). Toma como fundamento la afirmación de Wickham que señala que “I am more struck by the continuities between Arab/Berber political and social structures and those of their predecessors than by differences” (Wickham, 2005, 41).

79 Sénac, 2006, 64. Bramon, 2000, 326.

80 Walmsley, 2007, 146-147. Ver también Robert, 2021.

81 Coromines, 1994-1997, vol. V, 223. Se ha señalado también la repoblación por parte de yemenitas de la ciudad de Fraga. Sénac, 2006, 64. Bramon, 2013, 54. En relación con los manāzil (plural de manzil), unos asentamientos: Ortega, 2018, 183-185.

82 Coromines, 1994-1997, vol. III, 153.