Dossier

water and landscape
AGUA y TERRITORIO

El agua en los relatos de la creación. De Oriente a Grecia

The water in the creation narratives. From the Orient to Greece

Jesús M. Nieto Ibáñez

Universidad de Valladolid
Valladolid, España
jesus.nieto@uva.es

ORCID: 0000-0002-0685-8900

Información del artículo

Recibido: 1/11/2023
Revisado: 16/02/2024
Aceptado: 22/02/2024
Online: 30/10/2024
Publicado: 10/04/25

ISSN 2340-8472

ISSNe 2340-7743

DOI 10.17561/at.26.8386

cc-by

© Universidad de Jaén (España).
Seminario Permanente Agua, Territorio y Medio Ambiente (CSIC)

RESUMEN
La importancia que tiene y ha tenido el agua para la vida ha hecho que las diferentes civilizaciones conciban este elemento como el origen de del universo. Son numerosos los relatos mitológicos sobre la creación que sitúan el punto de partida en divinidades acuáticas y los que atribuyen al agua un carácter divino. La mitología griega no es unánime a la hora de poner el punto de partida de la creación en el elemento acuático. Sin embargo, la influencia de las tradiciones cosmogónicas de Oriente (Egipto o Mesopotamia) conformará alternativas a los relatos de los dos grandes referentes, Homero y Hesíodo, en los que el agua se sitúa como el punto primordial, en lugar del Caos.

PALABRAS CLAVE: Cosmogonía, Mitología griega, Egipto, Mesopotamia, Biblia.

ABSTRACT
The importance that water has and has had for life has led different civilizations to conceive this element as the origin of the universe. There are numerous mythological accounts of creation that place the starting point in aquatic divinities and those that attribute a divine character to water. Greek mythology is not unanimous in placing the starting point of creation in the aquatic element. However, the influence of the cosmogonic traditions of the East (Egypt or Mesopotamia) will shape alternatives to the stories of the two great references, Homer and Hesiod, in which water is placed as the primordial point, instead of Chaos.

KEYWORDS: Cosmogony, Greek Mythology, Egypt, Mesopotamia, Bible.

Água nas histórias da criação. Do Oriente à Grécia

RESUMO
A importância que a água tem e teve para a vida levou a que diferentes civilizações concebessem este elemento como a origem do universo. São numerosos os relatos mitológicos da criação que colocam o ponto de partida em divindades aquáticas e os que atribuem um carácter divino à água. A mitologia grega não é unânime em colocar o ponto de partida da criação no elemento aquático. No entanto, a influência das tradições cosmogónicas do Oriente (Egipto ou Mesopotâmia) constituirá alternativas aos relatos das duas grandes referências, Homero e Hesíodo, em que a água é colocada como ponto primordial, em vez do Caos.

PALAVRAS CHIAVE: Cosmogonia, Mitologia Grega, Egipto, Mesopotâmia, Bíblia.

L’eau dans les récits de création. De l’Orient à la Grèce

RÉSUMÉ
L’importance que l’eau a et a eue pour la vie a conduit différentes civilisations à concevoir cet élément comme l’origine de l’univers. Il existe de nombreux récits mythologiques de la création qui placent le point de départ dans les divinités aquatiques et ceux qui attribuent un caractère divin à l’eau. La mythologie grecque n’est pas unanime pour placer le point de départ de la création dans l’élément aquatique. Cependant, l’influence des traditions cosmogoniques de l’Orient (Égypte ou Mésopotamie) formera des alternatives aux récits des deux grandes références, Homère et Hésiode, dans lesquels l’eau est placée comme point primordial, à la place du Chaos.

MOTS-CLÉ: Cosmogonie, Mythologie grecque, Egypte, Mésopotamie, Bible.

L’acqua nelle storie della creazione. Dall’ Oriente alla Grecia

SOMMARIO
L’importanza che l’acqua ha e ha avuto per la vita ha portato diverse civiltà a concepire questo elemento come l’origine dell’universo. Esistono numerosi racconti mitologici della creazione che pongono il punto di partenza nelle divinità acquatiche e che attribuiscono all’acqua un carattere divino. La mitologia greca non è unanime nel collocare il punto di partenza della creazione nell’elemento acquatico. Tuttavia, l’influenza delle tradizioni cosmogoniche provenienti dall’Oriente (Egitto o Mesopotamia) formerà delle alternative ai racconti dei due grandi riferimenti, Omero ed Esiodo, in cui l’acqua è posta come punto primordiale, invece del Caos.

PAROLE CHIAVE: Cosmogonia, Mitologia greca, Egitto, Mesopotamia, Biblia.

Introducción

Desde los tiempos más remotos, de los que tenemos constancia, el ser humano ha buscado una explicación del origen del mundo en el que habita. La ciencia ahora tiene elaboradas varias teorías sobre este proceso, pero desde el principio se han forjado mitos y creencias en los que eran los dioses los artífices de la creación del mundo. Los fenómenos naturales que les impactaban y condicionaban sus vidas tenían para ellos una explicación religiosa, que era tan lógica y válida como ahora puede ser el razonamiento científico. El agua, sin duda, era uno de esos elementos naturales que justificaba la existencia, humana, animal y natural y que era indispensable para su supervivencia. Las primeras civilizaciones han surgido en torno a grandes ríos, como Mesopotamia o Egipto, y es en ellas donde se localizan los primeros intentos de explicación del origen del mundo a partir del agua. Estas tradiciones del Oriente próximo llegan a Grecia, donde se configuran relatos mitológicos en los que las divinidades acuáticas adquieren un importante protagonismo. En este artículo haremos un breve repaso de las versiones cosmogónicas que se compusieron en el ámbito mítico y en el de los primeros filósofos griegos para comprobar cómo el agua, como elemento primordial de la creación, procede de relatos orientales, que se van incorporando a la tradición griega.

Teogonía de Hesíodo

En la Teogonía de Hesíodo, la primera que tenemos completa de la literatura griega, el inicio del cosmos está en el Caos: “En primer lugar existió el Caos. Después Gea de amplio pecho, sede siempre segura de todos los Inmortales que habitan la nevada cumbre del Olimpo”. En cambio, el mar (Ponto) es creado por Gea, por la tierra, a la vez que Urano, el cielo, y las Montañas, sin relación con el elemento masculino: “Ella igualmente parió al estéril piélago de agitadas olas, el Ponto, sin mediar el grato comercio”1.

Hesíodo precisará seguidamente que “luego (Gea), acostada con Urano, alumbró a Océano, de profundas corrientes” y a “la amable “Tetis”, además de a otras divinidades2. Según este relato, Ponto es anterior a Océano, a pesar de la importancia que este último va a tener en las concepciones cosmogónicas, como río circundante del mundo que pone en contacto el cielo con la tierra en su horizonte.

A partir de estas dos divinidades acuáticas masculinas, Ponto y Océano, nace toda una descendencia relacionada con el agua. Así, de la unión de Nereo, hijo de Ponto, y de Doris, hija de Océano, nacen las Nereidas. A su vez, Océano con Tetis, descendientes ambos de Gea, darán lugar a tres mil oceánides, divinidades acuáticas que “muy repartidas, por igual guardan por todas partes la tierra y las profundidades de las lagunas”, y a los numerosos ríos que existen: Nilo, Alfeo, Erídano, Istro, Aqueloo, …. “y otros tantos… que corren estrepitosamente… ¡Arduo intento decir un mortal el nombre de todos ellos!”3.

El origen para Hesíodo, por tanto, no es el agua, sino el Caos, a pesar de la aparición de Océano y de Tetis en las primeras generaciones y de la función fecundadora y productiva de entidades acuáticas. El relato hesiódico no solo no sitúa el origen en el agua, sino que tampoco asigna a Tetis un papel relevante en las etapas primordiales, que, en caso de tenerlo, más bien lo parece poseer Océano en el ámbito acuático4.

Sin embargo, Tetis, que, en algunas cosmologías órficas, como luego comentaremos, aparece como la diosa primordial de la creación, es una divinidad acuática capaz de alcanzar todas las formas posibles del universo y metamorfosearse en fuego, agua y tiniebla primordial5.

Precisamente estas metamorfosis de la diosa se adaptan a la naturaleza fluida que simbolizan las aguas, es decir, su carácter informe e indeterminado. Cuando en el principio aún no se había diferenciado nada, Tetis era el símbolo de la diversificación del ser en sus heterogéneas formas, mientras que Océano era el encargado de dar la vida a estos seres6.

Teogonías órficas

No obstante, junto a esta teogonía, que podemos llamar “oficial”, está la teogonía órfica, que presenta elementos discordantes y complementarios7. Además, antes de Hesíodo, en Homero, hay algunos versos que apuntan también a esa creencia de que el origen está en el agua.

Sin duda el punto de partida de esta idea hay que buscarla en Homero, cuando dijo: “Océano, origen de todas las cosas”8. En la Ilíada la diosa Hera desciende del Olimpo y baja a las profundidades del Océano para intentar poner fin a la enemistad que ha surgido entre Tetis y el propio Océano. Es verdad que se trata de un verso suelto, pero que seguramente esté reproduciendo una creencia anterior. Hay un texto cristiano, compuesto por el apologista del siglo II Atenágoras en su Legación a favor de los griegos, en el que se recoge esta tradición, homérica y órfica9:

“Los dioses no han existido, coma dicen, desde un principio, sino que cada uno de ellos ha nacido del mismo modo que nacemos nosotros. Y en esto concuerdan todos, pues Homero dice:
Al Océano, origen de los dioses, y la madre Tetis.
Y Orfeo, . . . a quien generalmente sigue Homero más que a nadie en materia de dioses; Orfeo, digo, pone también el primer origen de ellos en el agua: El Océano, que es el origen de todos.
Y, en efecto, según él, el agua fue principio de todo, y del agua se formó un légamo, y de entrambos se engendró un animal, un dragón que tenía pegada una cabeza de león y otra de toro, y entre las dos una cara de dios, cuyo nombre es Heracles y Crono. Este Heracles engendró un enorme huevo, que, lleno de la fuerza del que le había engendrado, se rompió en dos por frotamiento. La parte superior se convirtió en el cielo; la de abajo, en la tierra, y salió un dios de doble cuerpo… Tal es el principio de la génesis, no solo de los que ellos tienen por dioses, sino del universo todo”10.

Según esta tradición órfica, que, a juicio del autor cristiano, sigue en parte Homero, el principio de la existencia radica en el agua, que al solidificarse en el limo da lugar a la divinidad primigenia, en este caso Heracles y Crono.

Los filósofos neoplatónicos de los siglos IV al VI d. C., sobre todo Dasmacio, contienen en sus obras narraciones alegóricas de las versiones órficas sobre la formación del mundo11. Se conservan cuatro versiones diferentes de una originaria cosmogonía considerada órfica12.

En la primera versión es la noche el primer elemento cosmogónico. En la segunda es Crono el origen de la totalidad, tanto del éter como del caos. La tercera versión, que es atribuida a Jerónimo y Helánico, subraya que el agua es el principio de todo. Existe también una variante de esta última que habla del agua, pero su diferencia radica en que de ella surge Crono, quien engendra un huevo de donde surge Urano y Gea, los cuales al unirse engendran a otros dioses.

Este es el texto de la tercera versión, que pone el punto de partida en el agua:

“La teología órfica en versión de Jerónimo y Helánico (si es que no son una misma persona)13 es como sigue: el agua, afirman, existía desde siempre y la materia de la que, por solidificación, se formó la tierra”14.

Damascio, siguiendo a Eudemo, recoge también la tradición de que Crono produce de su semen el fuego, el viento y el agua. El semen como elemento generador de otros seres aparece en diversos mitos, como en el conocido de la castración de Urano. Por ello, no es extraño que las tradiciones mitológicas conecten ambos líquidos “productivos”, el agua y el semen:

“Ferécides de Siro dice que Zas15, Crono y Ctonia existieron siempre como los tres primeros principios… y que Crono produjo de su propio semen al fuego, al viento (o aliento) y al agua… de lo que, una vez dispuestos en cinco escondrijos, se formó otra numerosa generación de dioses, la llamada ‘de cinco escondrijos’, lo que, acaso, equivale a decir ‘de cinco mundos’”16.

La variante de esta versión, más completa, añade el surgimiento de un dios a partir del barro, formado por el agua, que por medio del huevo dará lugar al cielo y a la tierra, es decir, a toda la creación, según consta en el texto órfico reproducido por el cristiano Atenágoras 17.

La tradición tardía percibía la unidad cósmica bajo la forma del huevo, como una imagen del mundo en la que la tierra constituiría el centro, es decir, la yema. Por su parte, el agua sería la clara, mientras que el aire estaría representado por el vacío transparente. Finalmente, el fuego celeste se correspondería con el caparazón, que rodeaba el cosmos y que representaría la bóveda celeste.

De las versiones que existen sobre las cosmogonías órficas las de Jerónimo y Helánico son las que sitúan al agua como principio primordial preexistente, que contenía en su interior los gérmenes para solidificarse en forma de limos. El agua aparece como una unidad confusa e indiferenciada anterior a la creación. De ella se creó el barro que, a su vez, se solidificó para formar el limo18. A partir de este último elemento van surgiendo las divinidades y las diferentes especies animales.

Esta versión neoplatónica y la transmitida por el autor cristiano Atenágoras, que hemos citado anteriormente, presenta el origen en el barro de una u otra forma, es decir, con el agua como uno de sus principales componentes.

Existen intentos de hacer compatibles varios de estos relatos de la creación. Zenón de Cicio presenta una interpretación alegórica del pasaje tradicional de Hesíodo. Para aquel autor el Caos inicial está representando al agua, que por condensación se hará niebla, que al solidificarse dará lugar a la tierra firme. Este modo de entenderlo equipara al Caos inicial con el agua, que así estaría en el origen de todo. Con esta interpretación alegórica se pueden hacer compatibles los relatos cosmogónicos de Orfeo y Hesíodo con los versos antes citados de Homero sobre Tetis19.

El agua en la cosmogonía egipcia

Egipto parece estar en la base de numerosas tradiciones griegas que ponen el origen del cosmos en el agua. Para Plutarco, Proclo y Jámblico Tales de Mileto había viajado o se había inspirado de las tesis egipcias para desarrollar su conocida doctrina sobre el agua, que detallaremos más adelante. Plutarco añade que no solo Tales, sino incluso Homero habrían sido influenciados directamente por las tesis egipcias:

“Algunos piensan que Homero, al igual que Tales, consideraban el agua como principio y origen de todas las cosas porque lo habían aprendido de los egipcios. En efecto, Océano es Osiris, y Tetis es Isis, la dea que todo lo nutre y todo lo alimenta”20.

La asociación de las aguas con Osiris se relaciona con un hecho mítico, su asesinato a manos de su hermano Seth, que habría tirado el sarcófago con su cuerpo en el río. Por este motivo, Osiris era asociado al río y a su tarea como rey de los difuntos. Este lugar estaba anegado por las aguas del Nun, gracias a las cuales tanto los difuntos como la barca solar descendían con el objetivo de regenerarse. Precisamente, entre los títulos dados al Nun está el de “Las Aguas de la Vida”, el del “Océano Primordial”, el “El Caos de los Comienzos” o “El Padre de los Dioses”.

En la cosmogonía de Egipto también se puede observar esta idea de las aguas preexistentes formando un limo21. De las aguas oscuras del Nun, que ocupaban la totalidad del universo, surgen los limos primordiales, como materialización sólida de Atum. Los seres vivos surgen de este elemento, del limo que quedaba al descubierto con la retirada de la inundación y que sacaba a la luz la vida que estaba oculta en el seno de la tiniebla. La mitología y las cosmogonías del país del Nilo presentan la luz y el agua como elementos fundamentales para la supervivencia de su civilización, como se puede comprobar en la inundación surgida del Nun y en el culto solar a Ra. El agua, la tierra y el sol son los tres elementos de la vida: del agua primordial surge la tierra que queda al descubierto, y en ella se origina la vida propiamente dicha por obra del sol sobre el limo que el río había dejado tras su crecida anual.

En la concepción egipcia el agua constituía la reserva seminal y el receptáculo de todas las formas posibles del Ser. Al igual que el océano homérico, el Nun, aunque se mantenía en el exterior de la creación y todo el cosmos reposaba sobre él, no solo formaba las aguas celestes, sino también las subterráneas y las terrestres. Las aguas caóticas del Nun rodeaban la tierra y en la concepción egipcia eran la causa de la inundación anual del Nilo y de las aguas del subterráneo, que separaban el mundo de los muertos del de los vivos.

El Nun y Océano podrían ser comparables, uno y otro son fuente de la existencia, pues proporcionan la semilla material del ser. No obstante, el Nun era pasivo y se mantenía en los bordes exteriores del cosmos. En cambio, Océano muestra una actividad fecunda al dar inicio a una larga genealogía con Tetis. En cualquier caso, tanto el Nun como Océano y Tetis eran llamados progenitores de mortales e inmortales.

En el siguiente pasaje del Libro de los muertos el final de los tiempos aparece como un retorno al estado líquido, debido también a la creencia en un diluvio universal que llevaría al fin del mundo. Atum se convertirá entonces en una serpiente o anguila para poder seguir viviendo en los limos del Nun:

…"estás destinado (a vivir) millones de años, (a tener) una duración de vida (eterna) de millones de años. En cuanto a mí, yo destruiré todo lo que he creado, el país volverá al estado de Nun, al estado de Ola, como (fue) su estado primigenio. Yo soy lo que restará (de todo lo creado) junto con Osiris, cuando me transforme otra vez en serpiente, (hechos) que los hombres no podrán conocer ni los dioses podrán contemplar”22.

Los relatos babilonios de la creación

Hay una coincidencia, incluso de detalle, entre las versiones griegas de algunos mitos y ciertas tradiciones babilonias o hititas en torno al momento y forma de la creación del universo. Por ejemplo, la idea de que la tierra flota sobre el agua parece proceder de las grandes civilizaciones de los ríos, Egipto y Mesopotamia. En este último caso se tenía la idea de que la tierra estaba en medio de las aguas primigenias. Esta imagen se asemeja al mito griego de Océano, que rodeaba toda la tierra, y los ríos subterráneos que la atravesaban, de modo que daba la impresión de que la tierra flotaba sobre las aguas.

Parece lógico que esta idea se creara en civilizaciones que tienen el agua como punto de partida. En efecto, la tierra firme de Mesopotamia se ha formado sobre las marismas del Tigris y el Éufrates. Lo mismo se puede afirmar, según hemos comentado ya, en el caso egipcio, donde la tierra fértil emergía cada vez que bajaban las inundaciones del Nilo. En ambos casos, se trata de tierra rodeada por agua, por los dos ríos o por el Nilo, como ocurre en la versión griega con Océano.

Eusebio de Cesarea, en su Preparación evangélica (IX 11 y 12), y otros autores cristianos transmiten extractos de Beroso sobre diversos relatos babilonios de la creación. Asimismo, la arqueología ha sacado a la luz algunas versiones de mitos babilonios, acadios y asirios, que dibujan un panorama similar sobre las etapas originarias del universo.

El poema babilónico Enuma Elish, contenido en tablillas de arcilla, narra el origen de la humanidad y también parte del agua como principio de la creación. En él la diosa Tiamat, el agua salada, y Apsu, el agua dulce, engendran a los dioses con la mezcla de sus manos, y estos últimos a su vez a otras divinidades. Todo esto ocurre antes de que se hubiera puesto nombre al cielo y a la tierra, es decir, antes de que existieran. Uno de los dioses de esta segunda generación, Ea, que consigue librarse de la destrucción de Apsu será el que engendre con Damkina al dios babilonio Marduk. Reproducimos el texto de la Tablilla I:

“Cuando en lo alto los cielos aún no habían sido nombrados
y abajo el nombre de la tierra no se había pronunciado,
existía ya Apsu, el primordial, su procreador,
y también la creadora Tiámat, la paridora de todos ellos.
Cuando mezclaron sus aguas,
no estaban juntos los pastos, no se extendían los cañaverales.
Cuando ninguno de los dioses había aparecido,
no se había pronunciado ningún nombre ni se habían establecido los destinos,
entonces, los dioses fueron procreados en su interior:
Lahmu y Lahamu aparecieron, sus nombres fueron pronunciados.
Mientras se hacían mayores y crecían,
Ánshar y Kíshar fueron creados, eran superiores a ellos”23.

Los principios cósmicos de estos mitos son Apsu y Tiamat. Apsu, el agua dulce, sería el elemento masculino, que se correspondería con los ríos, fuentes y lagos. Tiamat sería el agua salada y se correspondería con lo femenino y con el mar y el océano. En este mismo relato aparecen después Anshar, que era la personificación del cielo, también masculino, y Kishar, el elemento femenino, que era la tierra.

En el relato de la creación del mundo por Marduk, contenido en una versión bilingüe, sumeria y acadia, el origen de todo es también una masa acuosa en la que Marduk coloca una balsa, que será la tierra firme. Sobre esta superficie terrestre flotante aparecen las ciudades con los templos, y también la propia humanidad. El texto que contiene un conjuro para purificar un lugar sagrado, templo de Nabú en Borsippa, insiste en la idea de que en el principio solo hay agua y de que el resto de la creación va surgiendo de la actividad acuática:

“El templo puro, el templo de los dioses, todavía no estaba construido en un lugar puro,
las cañas no habían surgido, los árboles no habían sido creados, creados
los ladrillos no habían sido colocados, los moldes aún no se habían fabricado,
no se había construido ningún templo, ni fundado ninguna ciudad,
no se había construido ninguna ciudad, ni se había establecido ningún campamento,
no se había construido Nippur ni se había creado el Ekur,
no se había construido Uruk, ni se había creado el Eana,
no se había construido el Apsu, ni se había creado Eridu,
el templo puro de los dioses, su morada, no se había construido,
todos los países aún eran mar,
la fuente, en medio del mar, tenía un surtidor.
Entonces Eridu fue construida, el Eságil fue construido,
[es el Eságil], que Lugaldukuga fundó en medio del Apsu.
Babilonia fue construida, el Eságil fue completado,
hizo a los Anunnaku del mismo modo
y la llamaron con pompa: La ciudad pura, la morada amada de su corazón.
Marduk ató una balsa sobre el agua,
creó tierra y la amontonó encima de la balsa
para instalar a los dioses en la morada amada de su corazón;
después creó a la humanidad,
Aruru creó la semilla de la humanidad, junto con él.
Creó a las bestias de Sumuqán, las criaturas de la estepa,
creó el Tigris y el Éufrates y los situó en su lugar,
pronunció sus nombres convenientemente”24.

Del poema lo más destacado para nuestra argumentación es el hecho de que el origen es el mar, cuando aún no existía nada, “todos los países aún eran mar”, y cómo la divinidad, Marduk, crea la tierra sobre el agua, es decir, flotando, “Marduk ató una balsa sobre el agua, creó tierra y la amontonó encima de la balsa / para instalar a los dioses en la morada amada de su corazón”.

La creación en el Génesis bíblico

En la Biblia son numerosos los pasajes en los que el agua adquiere un protagonismo, ya que es uno de los grandes símbolos que representa la vida, incluso la nueva vida cristiana a través del bautismo en el Nuevo Testamento. Sin duda, uno de los relatos más conocidos de la creación es el contenido en el Génesis, donde el agua está obviamente presente. Más bien se trata de dos relatos o de dos versiones. Entre la narración de Génesis 1-2, 3 y Génesis 2, 4-23 hay una serie de contradicciones o discrepancias que muestran un modelo de creación diferente y con una función también diferente del agua.

Veamos el primer texto de Génesis 1, 1-10:

“Al principio creó Elohim los cielos y tierra. Ahora bien, la tierra era yermo y vacío, y las tinieblas cubrían la superficie del Océano, mientras el espíritu de Elohim se cernía sobre la haz de las aguas.
Y dijo Elohim: ‘haya luz’, y hubo luz. Vio Elohim que la luz era buena y estableció Elohim separación entre la luz y las tinieblas. Elohim llamó a la luz día y a las tinieblas llamó noche. Y atardeció y luego amaneció: día uno.
Dijo después Elohim: ‘Haya un firmamento en medio de las aguas y separe unas de otras’. Hizo, pues, Elohim el firmamento, puso separación entre las aguas que había debajo del firmamento y las aguas que había por encima de este. Y así fue. Llamó Elohim al firmamento cielos. Y atardeció y luego amaneció: día segundo.
Dijo Elohim después: ‘reúnanse las aguas de debajo de los cielos en un solo lugar y aparezca lo seco’. Y así fue. Elohim llamó a lo seco tierra y a la reunión de las aguas llamó mares”.

El proceso de creación en Génesis 1 es de la siguiente manera. El primer día Eloim creó el cielo y la tierra, pero sobre el agua se dice “las tinieblas cubrían las tinieblas del Océano, mientras el espíritu de Eloim se cernía sobre la haz de las aguas”, lo que indica que el elemento líquido era preexistente. Sin embargo, el segundo día tras crear el cielo se produce la separación de las aguas de arriba y las de abajo, “haya un firmamento en medio de las aguas y separe unas aguas de otras”. El tercer día Dios crea la tierra seca al agrupar toda el agua junta en un mismo lugar, “reúnanse las aguas de debajo de los cielos en un solo lugar y aparezca lo seco”. Lo seco será la tierra y las aguas reunidas serán el mar.

Este relato de Génesis 1 pertenece al modelo habitual de las cosmogonías babilónicas, que comienzan con la creación de la tierra de un caos acuoso originario. Todo ello es una imagen alegórica de cómo la tierra seca emerge anualmente de las inundaciones de los ríos Tigris y Éufrates. De esta forma el proceso de creación es como el primer florecimiento de la tierra tras el caos acuoso primordial. Se puede decir que este relato reproduce una creación primaveral, resultado de las inundaciones invernales.

Por su parte, en Génesis 2, 4-6, se vuelve a iniciar el relato de la creación:

“Esta es la historia de los cielos y la tierra en su creación.
El día en que hizo Yahveh Elohim tierra y cielos, ningún árbol campestre existía aún en la tierra y ninguna hierba del campo había germinado todavía; pues Yahveh Elohim no había hecho llover sobre la tierra, ni hombre existía para cultivar el suelo, ni corriente que surgiendo de la tierra regase toda la superficie del suelo”.

En este segundo relato bíblico se muestra una creación que se podría considerar otoñal, en contraste con la anterior, que sería más bien primaveral. En esta última versión el relato de la creación es más vago. Parece que todo ha tenido lugar en un solo día. En efecto, el proceso creativo se produce después del calor, con la lluvia como elemento creador. El agua aparece como la lluvia enviada por Dios, “ningún árbol campestre existía aún en la tierra y ninguna hierba del campo había germinado todavía; pues Yahveh Elohim no había hecho llover sobre la tierra, ni hombre existía para cultivar el suelo, ni corriente que surgiendo de la tierra regase toda la superficie del suelo”. En esta versión no hay agua preexistente, solo aquella que Dios enviará en forma de lluvia. Está claro que en este relato el agua no existía, sino que viene de la mano de Dios directamente.

En esta versión del Génesis da la impresión de que el que ha reescrito la narración en clave monoteísta solo podía permitir que el artífice de la creación fuera Dios, de modo que evitó hacer referencia a todas las divinidades prexistentes, como el Caos, las tinieblas, el abismo, y las propias aguas, etc.

Parece que en esta cosmogonía bíblica la creación es más bien la separación de algo que ya existe. Dios coloca en su lugar, es decir, ordena, algo que era caótico. La idea recuerda al modelo hesiódico del Caos y de la separación entre Gea y Urano, entre cielo y tierra. La dependencia entre el relato del Oriente próximo y el griego es bastante clara. En estas primeras narraciones agua aparece como un elemento original y primordial, como el mismo Dios, es decir, preexistente. El resto de la creación parte de la divinidad, pero también es necesaria el agua, que es el elemento básico de la vida, el medio en el que se desarrollarán las distintas formas de los seres vivos.

El agua no solo está presente en la primera creación, sino que vuelve a ser protagonista de lo que podríamos llamar una “segunda o nueva creación”, es decir, el diluvio de Noé (Génesis 2, 9-24), también relatado en el Génesis. Igualmente, en este caso el modelo oriental coincide con los relatos griegos de esta temática. El mito sumerio de Gilgamesh está detrás de la conocida historia de Noé y el diluvio. En este caso el agua es el responsable de la destrucción de la humanidad, como castigo de Dios por su impiedad. Sin embargo, de estas mismas aguas surge de nuevo la vida. Estas se retiran y se yerguen los seres humanos y los animales que han sobrevivido. Empieza de nuevo la vida, y lo hace otra vez a partir del agua. El elemento líquido ha servido para purificar y eliminar los errores y manchas de la primera creación.

La mitología griega también cuenta con un relato de un diluvio25, el mito de Pirra y Deucalión, que acaba con la generación de bronce, “tercera estirpe de hombres de voz articulada… en nada semejante a la de la plata, nacida de fresnos, terrible y vigorosa. Solo les interesaban las luctuosas obras de Ares y los actos de soberbia”26. Deucalión, el hijo de Prometeo, el que había modelado a los hombres, casado con Pirra, hija de Epimeteo, construye un arca, por indicación de su padre, y se salva junto con su esposa de la inundación provocada por la lluvia enviada por Zeus. Toda Grecia es anegada por el agua y sumergida, salvo el monte Parnaso, que es donde se detiene el arca. Los dos supervivientes en señal de agradecimiento harán sacrificios a Zeus Fixio y le pedirán que vuelva a crear seres humanos. El dios se lo concede de una forma particular. Las piedras que Deucalión arroje por encima de su cabeza se convertirán en varones, y las que arroje Pirra en mujeres.

El agua en los primeros filósofos griegos

Las tradiciones mitológicas están interrelacionadas con las doctrinas de los físicos y filósofos griegos para explicar la realidad27. Por ejemplo, varios comentaristas ponen en conexión la doctrina sobre el agua de Tales de Mileto con el relato homérico, ya que aquel fue el primero en representar el agua como el elemento cosmogónico originario del universo. La sustancia líquida, que fácilmente se adapta a todas las circunstancias, permite múltiples interpretaciones cosmogónicas. Al vaporizarse se convierte en aire y al solidificarse se convierte en tierra.

Para Tales de Mileto el agua era el más determinante de los cuatro elementos. El filósofo considera que el agua era el elemento preexistente primordial, que representaba la reserva seminal y la base del Ser y del devenir. Este primer elemento constaba de una parte divina o de un alma dotada de intelecto, que penetraba todos los seres que conformaban la existencia y era lo que les daba vida:

“El milesio Tales, el primero que investigó estas cosas, dijo que el agua es principio y que dios es esa inteligencia que hace absolutamente todas las cosas a partir del agua”28.

Sin embargo, Aristóteles completa la descripción de Tales de Mileto con la idea de la tierra asentada sobre el agua, flotando, como aparece en las concepciones mesopotámicas antes comentadas29:

“Otros sostienen que [la tierra] descansa sobre agua. En efecto, conocemos este antiquísimo argumento que dicen que sostuvo el milesio Tales: por ser flotante, [la tierra] permanece como un leño o algo similar (pues ninguna de estas cosas puede mantenerse naturalmente sobre el aire, sino sobre el agua), como si no pudiera argumentarse acerca del agua que sostiene a la tierra lo mismo que se dice de esta. Pues tampoco el agua puede permanecer naturalmente suspendida, si no está sobre algo”30.

Según este planteamiento el agua sería el elemento que dirige el cosmos y la causa de su formación. La tierra estaría colocada sobre una gran masa de agua circular, que penetraba su interior a través de una red de ríos y acuíferos y que serían los responsables de los terremotos y de los remolinos de viento. West31 reconstruye la cosmogonía de la siguiente manera: al principio solo existía el agua, de su movimiento surge un remolino de aire, en el que se forma la tierra. A su vez, el aire que soplaba alrededor de la tierra permitía el movimiento de los astros que al girar penetraban en el agua. Para este autor esta idea del agua como causa del movimiento del aire, de los remolinos, puede estar tomada también de Oriente, en concreto de la mitología fenicia32.

En origen el aire también era una sustancia asociada a la humedad, como se puede leer en Empédocles y también en el propio Homero. Para el filósofo Empédocles el éter fue el primero en distinguirse, después lo fue el fuego, y a su vez la tierra, de la que, por el excesivo estreñimiento a su alrededor, hizo brotar con fuerza el agua33. El aire surgió de la evaporación del agua34.

El origen del ser humano también está en el agua. La indagación sobre el origen de la realidad natural llevó a los filósofos a la interpretación científica del hecho antropogónico.

Según transmite Censorino, Anaximandro de Mileto consideraba que las diferentes especies evolucionaron hasta llegar al elemento seco. El filósofo milesio encontró una base racional para explicar el surgimiento antropogónico y animal en el elemento húmedo. Estos seres estaban compuestos de agua y, por tanto, provendrían del elemento húmedo evaporado por el sol, que a su vez se convirtió en limo, del que surgieron las criaturas que habitaban la tierra:

Anaximandro de Mileto pensaba que del agua y la tierra calientes han nacido o bien peces o bien animales similares a los peces: en estos los hombres se formaron y mantuvieron interiormente, como fetos, hasta la pubertad; solo entonces aquellos reventaron y aparecieron varones y mujeres que ya podían alimentarse por sí mismos”35.

Después de este breve repaso por algunas de los relatos sobre la creación, que sitúan el agua como punto de origen de todo, queda de manifiesto que los diferentes contextos histórico-culturales y las diversas condiciones climáticas y geográficas han llevado a las civilizaciones a dar respuestas propias sobre su existencia. Sin embargo, en los casos expuestos es el elemento acuático el común denominador, que del Oriente próximo se entiende hacia el continente europeo, en concreto a Grecia, como se puede rastrear en la lectura de sus mitos y de sus primeros filósofos.

Para terminar, recordamos un verso del filósofo y poeta griego del siglo V, Jenófanes de Colofón, que conecta las tradiciones orientales y griegas sobre el origen del hombre, la del Génesis, la del mito de Prometeo, etc. y que sitúa el agua como elemento básico en todo el proceso creativo, del cosmos y del ser humano:

“Todos hemos nacido de tierra y agua”36.

Bibliografía

Bernabé, Alberto. 1990: “Κατὰ τὴν τοῦ χρόνου τάξιν. Modelos de tiempo en las cosmogonías presocráticas”. Emerita, 58, 61–98. https://doi.org/10.3989/emerita.1990.v58.i1.552

Bernabé, Alberto. 1999: “La teogonía órfica del Papiro de Derveni”, Aris, 2, 301–338.

Bernabé, Alberto. 2005: Poetae epici graeci. Testimonia et fragmenta, Pars II, Orphicorum et Orphicis similium testimonia et fragmenta. Munich-Leipzig (Alemania), De Gruyter. https://doi.org/10.1515/9783110918915

Bernabé, Alberto. 2008: “Teogonías órficas”, en Bernabé, Alberto; Casadesús, Francecs. (coords.), Orfeo y la tradición órfica. Un reencuentro. Madrid (España), Akal, 291–324.

Bernabé, Alberto. 2019: “The Commentary of the Derveni Papyrus: Pre-Socratic Cosmogonies at Work”, in Santamaría, Marco Antonio (ed.), The Derveni papyrus: unearthing ancient mysteries, Leiden (Países Bajos), Brill, 108–125. https://doi.org/10.1163/9789004384859_010

Brisson, Luc. 1985: “Les théogonies orphiques et le papyrus de Derveni (Notes critiques)”. Revue de l'histoire des religions, 202(4), 389–420. https://doi.org/10.3406/rhr.1985.2687

Brisson, Luc. 1991: “Damascius et l'Orphisme”, en Borgeaud, Ph. (ed.), Orphisme et Orphée. En l'honneur de Jean Rudhardt, Recherches et rencontres. Ginebra (Suiza), Librairie Droz, vol. III, 157–209.

Cantera, Francisco; Iglesias, Manuel. 1979: Sagrada Biblia. Madrid (España), Biblioteca de Autores Cristianos.

Cordero, Néstor Luis; Olivieri, Francisco José; Lacroce, Ernesto; Eggers Lan, Conrado. 1985: Los filósofos presocráticos II. Madrid (España), Gredos.

Eggers Lan, Conrado; Juliá, Victoria. 1981: Los filósofos presocráticos I. Madrid (España), Gredos.

Feliu Mateu, Lluis; Millet, Adelina. 2021: Enūma Eliš y otros relatos babilónicos de la Creación. Madrid (España), Editorial Trotta.

Ferwerda, Roel. 1973: “Le serpent, le nœud d'Hercule et le caducée d'Hermes. Sur un passage orphique chez Athénagore”. Numen, 20, 104–115. https://doi.org/10.1163/156852773X00295

Hesíodo. 1978: Obras y fragmentos. Introducción, traducción y notas de Aurelio Pérez y Alfonso Martínez. Madrid (España), Gredos.

Hipócrates. 1989: Tratados hipocráticos V. Epidemias. Traducción de Alicia Esteban, Elsa García Novo y Beatriz Cabellos. Madrid (España), Gredos.

Homero. 1996: Ilíada. Traducción, prólogo y notas de Emilio Crespo. Madrid (España), Gredos.

Kingsley, Peter. 2010: Empédocle et la Tradition Pythagoricienne. Philosophie Ancienne, Mystère et Magie. París (Francia), Les Belles Lettres.

Kirk, Geoffrey S.; Raven, John; Schofield, Michael. 2014: Los filósofos presocráticos. Historia crítica con selección de textos, Madrid (España), Gredos.

Lara Peinado, Francisco. 1993: Libro de los Muertos, estudio, traducción y notas. Madrid (España), Tecnos.

Laurent, Jérôme. 2013: “Milet I. Thalès, Anaximandre, Anaximène: la découverte de l'esprit scientifique?”, en Desclos, Marie Laurence; Fronterotta, Francesco (dirs.), La sagesse Présocratique. Communication des savoirs en Grèce archaïque: des lieux et des hommes. París (Francia), Armand Colin, 61–88. https://doi.org/10.3917/arco.descl.2013.01.0061

Rudhardt, Jean. 1971: Le thème de l'eau primordiale dans la mythologie grecque. Berna (Suiza), Éditions Francke Berne.

Rudhardt, Jean. 1990: “Dans quelle mesure et par quelles images les mythes grecs ont-ils symbolisé le néant?”. Revue de théologie et de philosophie, 122, 303–312.

Ruiz Bueno, Daniel. 2009: Padres apostólicos y apologistas griegos (s. II), Madrid (España), Biblioteca de Autores Cristianos.

Sauneron, Serge; Yoyotte, Jean. 1959: “La Naissance du Monde Selon l’Égypte Ancienne”, en Sauneron, Serge; Yoyotte, Jean; Lambert, Maurice, La Naissance du Monde: Égypte ancienne, Summer, Akkad, Hourrites et Hittites, Canaan, Israel, Turcs et Mongols, Iran préislamique, Inde, Siam, Laos, Tibet, Chine. París (Francia), Ed. du Seuil, 22–78.

Sorel, Reynal. 1994: Les cosmogonies grecques. París (Francia), Presses Universitaires de France.

West, Martin L. 1971: Early Greek Philosophy and the Orient. Oxford (Reino Unido), University Press.

West, Martin L. 1983: The Orphic poems. Oxford (Reino Unido), Clarendon Press.

West, Martin L. 1994: “Ab ovo: Orpheus, Sanchuniathon, and the Origins of the Ionian World Model”. The Classical Quarterly, 44(2), 289–307. https://doi.org/10.1017/S0009838800043767

_______________________________

1 Hesíodo, Teogonía 130-131.

2 Hesíodo, Teogonía 133-137.

3 Hesíodo, Teogonía 366-370.

4 Rudhardt, 1971, 32 y 56; 1990, 303-305.

5 Rudhardt, 1990, 303-305.

6 Rudhardt, 1971, 22, 106.

7 Brisson, 1985. Bernabé, 1990. Bernabé, 1999. Sorel, 1994.

8 Ilíada XIV 201. Más Adelante, en Ilíada XIV 246 aparece otra afirmación similar, “El Oceano, que es la progenie de todas las cosas”.

9 Ferwerda, 1973.

10 Ruiz Bueno, 2009, 1363-1364.

11 Bernabé, 2008; 2019.

12 Como edición de los textos órficos pueden consultarse las de West, 1983 y Bernabé, 2005.

13 No está clara la identificación de estos dos autores. Jerónimo quizá sea el autor de una obra sobre la historia de Fenicia, citado por Flavio Josefo (Antigüedades judías 1 94) y Helánico, un escritor órfico de los siglos II-I a. C. citado por el léxico de Suda.

14 Damascio, De principiis 123 bis. Kirk; Raven; Schofield, 2014, 48.

15 Ζάς, Ζάντος, οtra de las formas de nombrar a Zeus.

16 Damascio, De principiis 124 bis. Kirk; Raven; Schofield, 2014, 85-89.

17 Kirk; Raven; Schofield, 2014, 49-50.

18 El agua y la materia son una misma sustancia; Rudhardt, 1971, 15. Brisson, 1991, 199.

19 Para ello hacia derivar χάος, “caos”, de χεῖν, “verter”, para que el Caos tenga que ver con el agua. Por su parte, Ferécides de Siro también afirmaba que el elemento primigenio era el agua, que él denominaba χάος, que lo hace derivar de χέεσθαι; Kirk; Raven; Schofield, 2014, 62-63.

20 Sobre Isis y Osiris 34 , 364c-d.

21 En general sobre las versiones del origen del mundo en las tradiciones egipcias puede verse Sauneron; Yoyotte, 1959.

22 Lara Peinado, 1993, 371.

23 Feliu Mateu; Millet, 2021, 53-54.

24 Feliu Mateu; Millet, 2021, 105-106.

25 Apolodoro, Biblioteca mitológica I 7, 2; Ovidio, Metamorfosis I 125-415.

26 Hesiodo, Trabajos y días 143-146.

27 Laurent, 2013.

28 Cicerón, Sobre la naturaleza de los dioses I 10, 25; Eggers Lan; Juliá, 1981, 71.

29 A partir de la concepción de Tales el filósofo Simplicio recoge esta idea del agua como principio de todo y la imagen de la tierra flotando sobre ella, “El agua es el principio de la naturaleza húmeda y lo que comprende en sí a todas las cosas. En consecuencia, pensaron que el agua es el principio de todo y sostuvieron que la tierra reposa sobre agua”, Simplicio, Física 23, 21.

30 Aristóteles, Sobre el Cielo II 13, 294a. En otro pasaje Aristóteles (Metafísica I 3, 983b) reproduce esta misma idea sobre la doctrina de Tales y añade que “hay quienes consideran que los más antiguos, muy anteriores a la generación actual y primeros en reflexionar sobre los dioses, pensaron así sobre la naturaleza e hicieron a Océano y Tetis padres de la generación”; Eggers Lan; Juliá, 1981, 67-68.

31 West, 1971, 211-212.

32 West, 1994, 306.

33 200 (13 A 8) Hermias, 7: “todo es el aire y que este, al condensarse y unirse, se vuelve agua y tierra y, al enrarecerse y expandirse, éter y fuego, y, volviendo a su naturaleza, aire; enrarecido y condensado, dice, cambia”; Eggers Lan; Juliá, 1981, 134.

34 Kingsley, 2010, 46-48.

35 Censorino, Sobre el día del nacimiento IV 7; Eggers Lan y Juliá, 1981, 128.

36 475 Sexto Empírico, Contra los Matemáticos X 313-314 480 (21 B 30) y Aecio, III 4, 4.