Dossier

water and landscape
AGUA y TERRITORIO

El agua como desastre natural en la mitología griega: sequías, inundaciones y maremotos

Water as natural disaster in greek mythology: droughts, floods, and tsunamis

Javier Bilbao-Ruiz

Universidad del País Vasco – Euskal Herriko Unibertsitatea (UPV–EHU)
Guipúzcoa, España
javier.bilbaor@ehu.eus

ORCID: 0000-0002-1016-3351

Información del artículo

Recibido: 05/12/2023
Revisado: 20/02/2024
Aceptado: 20/05/2024
Online: 31/01/2025
Publicado: 10/04/25

ISSN 2340-8472

ISSNe 2340-7743

DOI 10.17561/at.26.8489

cc-by

© Universidad de Jaén (España).
Seminario Permanente Agua, Territorio y Medio Ambiente (CSIC)

RESUMEN
Este trabajo estudia las sequías, inundaciones y maremotos en la mitología griega. La sequía aparece como un período de anormalidad producido por alguna transgresión que se debe reparar. También es un motor que promueve la emigración en busca de lugares apropiados para la vida. Las inundaciones son complejas. Algunos mitos aluden a diluvios enviados por Zeus para purificar la tierra. Otros hablan de la lucha de héroes contra ríos, lo que simboliza los esfuerzos del ser humano por controlar las inundaciones. Otros se refieren a inundaciones marinas enviadas por Posidón. Estas últimas inducen en ocasiones a pensar en maremotos. Los desastres naturales de tipo penetrante –la sequía– dejan una huella más profunda en los mitos que los desastres naturales intensivos –inundaciones y maremotos–, que parecen tener un menor peso específico en la memoria colectiva de las antiguas sociedades griegas.

PALABRAS CLAVE: Agua, Mitología griega, Sequías, Inundaciones, Maremotos.

ABSTRACT
This paper studies droughts, floods and tsunamis in greek mythology. Drought appears as a period of abnormality produced by some transgression that must be repaired. It is also a driving force that promotes emigration in search of suitable places for life. Floods are complex. Some myths allude to floods sent by Zeus to purify the earth. Others tell of heroes fighting against rivers, symbolising human efforts to control floods. Others refer to sea floods sent by Posidon. The latter sometimes suggest tsunamis. Pervasive natural disasters –drought– leave a deeper imprint on the myths than intensive natural disasters –floods and tsunamis– which seem to have less specific weight in the collective memory of ancient Greek societies.

KEYWORDS: Water, Greek mythology, Droughts, Floods, Tsunamis.

RESUMO
Este artigo estuda as secas, as inundações e os maremotos na mitologia grega. A seca aparece como um período de anormalidade produzido por alguma transgressão que deve ser reparada. É também uma força motriz que promove a emigração em busca de locais adequados para viver. As inundações são complexas. Alguns mitos aludem a inundações enviadas por Zeus para purificar a terra. Outros falam de heróis que lutam contra os rios, simbolizando os esforços humanos para controlar as cheias. Outros referem-se a inundações marítimas enviadas por Posídon. Estas últimas sugerem por vezes maremotos. As catástrofes naturais persistentes –a seca– deixam uma marca mais profunda nos mitos do que as catástrofes naturais intensivas –inundações e maremotos– que parecem ter um peso menos específico na memória colectiva das sociedades gregas antigas.

PALABRAS CHAVE: Água, Mitología grega, Secas, Inundações, Maremotos.

L’eau comme catastrophe naturelle dans la mythologie grecque: sécheresses, inondations et raz-de-marée

RÉSUMÉ
Cet article étudie les sécheresses, les inondations et les raz-de-marée dans la mythologie grecque. La sécheresse apparaît comme une période d’anomalie produite par une transgression qui doit être réparée. C’est aussi une force motrice qui favorise l’émigration à la recherche d’endroits propices à la vie. Les inondations sont complexes. Certains mythes font allusion à des inondations envoyées par Zeus pour purifier la terre. D’autres racontent l’histoire de héros luttant contre les rivières, symbolisant les efforts de l’homme pour contrôler les inondations. D’autres encore font référence à des inondations marines envoyées par Posidon. Ces dernières évoquent parfois des raz-de-marée. Les catastrophes naturelles omniprésentes –la sécheresse– marquent plus profondément les mythes que les catastrophes naturelles intenses –les inondations et les raz-de-marée– qui semblent avoir un poids moins spécifique dans la mémoire collective des sociétés grecques anciennes.

MOTS-CLÉ: Eau, Mythologie grecque, Sécheresses, Inondations, Raz de marée.

L’acqua come disastro naturale nella mitologia greca: siccità, inondazioni e maremoti

SOMMARIO
Questo articolo studia la siccità, le inondazioni e i maremoti nella mitologia greca. La siccità appare come un periodo di anormalità prodotto da qualche trasgressione che deve essere riparata. È anche una forza motrice che promuove l’emigrazione in cerca di luoghi adatti alla vita. Le inondazioni sono complesse. Alcuni miti alludono a inondazioni inviate da Zeus per purificare la terra. Altri raccontano di eroi che combattono contro i fiumi, simboleggiando gli sforzi umani per controllare le inondazioni. Altri ancora si riferiscono a inondazioni marine inviate da Posidone. Queste ultime a volte fanno pensare a maremoti. I disastri naturali pervasivi –la siccità– lasciano un’impronta più profonda nei miti rispetto ai disastri naturali intense –inondazioni e maremoti– che sembrano avere un peso meno specifico nella memoria collettiva delle antiche società greche.

PAROLE CHIAVE: Acqua, mitologia greca, siccità, inondazioni, maremoti.

Introducción

La falta de agua supone pobreza, decadencia y en última instancia la muerte, mientras que su exceso desmedido –la inundación descontrolada– también genera la destrucción. Como suele decirse, los desastres naturales son naturales, de modo que la humanidad ha tenido que convivir con ellos desde el principio de los tiempos. En este trabajo se estudian los desastres naturales relacionados con el agua, sea por carencia –sequía–, sea por exceso –inundaciones y maremotos–. El foco de la investigación está puesto en los datos que aporta la mitología, si bien también se presta atención a otras tradiciones textuales como la historiografía o la geografía. La información que transmite la mitología, siempre difícil de valorar, suele tener correlatos posteriores en los textos históricos, dado que aquella suele ser el fundamento de estos cuando se tratan cuestiones relativas al pasado más remoto, mientras que viajeros como Pausanias o geógrafos como Estrabón suelen aludir a los mitos sucedidos en los lugares que visitan o estudian. Además, estos autores tienden a racionalizar el mito, de modo que sus opiniones son útiles para comprender los datos que aporta la mitología1.

Sequías y terremotos suelen ser considerados fenómenos anormales que dificultan la vida de los seres humanos en momentos puntuales de su devenir histórico. Esto se ve bien en el prólogo que escribe Tucídides cuando, hablando sobre la magnitud de la guerra del Peloponeso, destaca, además de la peste, la gran cantidad de terremotos, eclipses de sol y las grandes sequías que trajeron el hambre como secuela2. Se trata, por tanto, de portentos que indican la excepcionalidad del período que se va a tratar. La sequía –αὐχμός, en griego– implica hambre y decadencia. Los mitos casi nunca describen cómo se desarrollan las sequías o cuáles son sus efectos más allá del hambre y la enfermedad. La sequía suele aparecer en contextos de transgresión que deben ser reparados para recuperar la normalidad. También se trata de experiencias traumáticas que promueven la emigración en busca de lugares con mejores condiciones de vida.

En cuanto a las inundaciones –κατακλυσμός (‘cataclismo’), κατακλύζω (‘inundar’), καταπίνω (‘tragar’), ἐπίκλυσις (‘desbordamiento’), πλημμυρίς (‘inundación’), en griego–, los mitos griegos son variados. Algunos hablan de grandes diluvios que, como el de Noé, fueron enviados por Zeus para purificar la tierra y ofrecer una segunda oportunidad a los seres humanos. Otros hablan de la lucha de héroes –Heracles o Aquiles– contra dioses-río –Aqueloo o Escamandro–, episodios que luego fueron entendidos como alusiones a la construcción de diques y terraplenes para controlar las crecidas de los ríos o ganar terrenos fértiles para la agricultura. Otros mitos advierten sobre la ira de Posidón y su tendencia a castigar a sus enemigos enviando inundaciones y monstruos marinos. Este tipo de inundación marina es la que se puede relacionar con los maremotos –πλημμυρίς (‘inundación’), κῦμα (‘ola’), en griego–, los cuales, sin embargo, apenas dejan rastro en la mitología a diferencia de lo que sucede en la historiografía.

El estudio de los desastres naturales de la Antigüedad no es ninguna novedad, si bien la atención se ha dirigido tradicionalmente a la actividad volcánica y a los terremotos3. Por otra parte, la investigación casi siempre se ha orientado hacia los textos históricos, quedando la mitología en un segundo plano salvo en aquellos casos, como sucede con los diluvios, donde la disciplina resulta fundamental. Este trabajo tiene la pretensión de estudiar los desastres relacionados con el agua en la mitología para evaluar el impacto que estas catástrofes dejan en la psique de las sociedades griegas tradicionales. El texto no se ha escrito con ánimo de exhaustividad, esto es, no se trata de catalogar todas las sequías e inundaciones constatables en los mitos griegos, sino que la idea es conocer los patrones que dibujan esos mitos a fin de valorar el impacto que esos desastres naturales tuvieron en las sociedades griegas, puesto que, como se verá, especialmente en el caso de las sequías, estas desgracias fueron un factor importante para la instauración de ritos, cultos y esquemas de pensamiento que luego siguieron vigentes durante toda la Antigüedad.

Sequías

La sequía supone una ruptura de la normalidad a causa de la falta de agua y humedad que afecta a buena parte de los seres vivos que comparten un ecosistema y, entre ellos, a las sociedades humanas que ven afectadas sus habituales condiciones de vida. Se trata de un desastre natural de tipo penetrante, esto es, que se produce poco a poco y sin causar estragos repentinos4, cuya percepción es relativa, ya que, según las zonas, existe una mayor o menor tolerancia respecto a lo que se entiende por sequía5.

La mitología griega alude en varias ocasiones a las sequías. Este es el caso del mito de la danaide Amimone. Según narra Apolodoro6, cuando Dánao llegó a Argos descubrió que allí no había agua, puesto que Posidón se había enojado con el dios-río Ínaco y había secado las fuentes del país, de modo que Dánao envió a sus hijas a buscar el líquido vital. Durante la búsqueda, una de ellas, Amimone, disparó una flecha contra una cierva con la mala suerte de alcanzar a un sátiro que quiso violarla, pero la oportuna llegada de Posidón frustró esa posibilidad. El dios, tras yacer con la joven, le reveló dónde estaban las fuentes de Lerna, que son las únicas que no se secan durante la época estival. Por tanto, el mito de Amimone muestra la sequía como una circunstancia sobrevenida por el enojo personal de Posidón. Una vez que el enfado de la divinidad es aplacado, en este caso gracias al amor, la propia divinidad devuelve el agua a la región. Se trata de un patrón habitual propio de las sociedades tradicionales7.

Otro ejemplo interesante se consigna en el mito de la fundación de Siracusa. Meliso, hijo de Habrón, era el padre de Acteón, joven hermosísimo a quien pretendía el noble y rico Arquias. Este, incapaz de refrenar su deseo, asaltó la casa de Meliso para raptar al muchacho, quien resultó muerto en la refriega. Meliso, al no encontrar en los corintios la justicia que reclamaba, se suicidó. Posidón castigó entonces a los corintios con la sequía y la peste, de modo que estos enviaron a Arquias a consultar el oráculo. Dado que este determinó que para acabar con la desgracia era necesario vengar la muerte de Acteón, Arquias decidió no volver a Corinto y dirigirse a Sicilia donde, tras fundar la ciudad de Siracusa, fue muerto por uno de sus compañeros8.

En relación con la falta de lluvia, el mito de Hagno es interesante. Según Pausanias9, los arcadios contaban que Zeus no había nacido en Creta, sino en Cretea –zona del monte Liceo, en Arcadia, Peloponeso–, donde fue criado por las ninfas Tisoa, Neda y Hagno. Esta última era la ninfa de una fuente que tenía la propiedad de no secarse nunca, de modo que, cuando se producía una sequía en la región que amenazaba con echar a perder las cosechas, un sacerdote de Zeus Liceo, tras dirigir plegarias al agua y hacer los sacrificios pertinentes, lanzaba una rama de encina a la superficie del agua de la fuente. Entonces, el agua se agitaba y, tras formar una nube, repartía abundante lluvia por toda la región. Este ritual se relaciona con la magia de la lluvia10, una práctica habitual en Grecia a lo largo de su Historia11. A este mismo ámbito podría apuntar también el mito de Néfele y el carnero alado.

Néfele era la esposa de Atamante y madre de Frixo y Hele, a la que su marido abandonó para casarse con Ino. Esta última, sintiendo celos de los hijos del primer matrimonio, proyectó una estratagema para deshacerse de ellos. Ino convenció a las mujeres de la región para que tostaran el grano destinado a la siembra, de modo que este no brotó a su tiempo y se produjo una hambruna. A continuación, Ino se encargó de que el oráculo de Delfos vaticinara que para aplacar a los dioses era necesario el sacrificio de los niños. Cuando el sacrificio estaba a punto de consumarse, Néfele envió a sus hijos un carnero alado que los salvó y se los llevó volando12. Pues bien, el nombre de la madre, Néfele, que significa ‘Nube’, y el hecho de que el relato se relacione con la falta de cosechas, aunque nunca se alude a la sequía13, inducen a pensar que el origen de este mito pudo estar relacionado con algún ritual primitivo relacionado con la lluvia14.

En cuanto a los métodos para superar la sequía sin duda destacan los sacrificios. En este sentido, cabe mencionar los casos de Ísqueno y de Molpis, quienes a fin de acabar con la sequía se ofrecieron voluntarios para ser sacrificados en favor de la comunidad, tal y como habían decretado los oráculos15. Notable es también el caso de Leos, quien para salvar a la comunidad del hambre ofreció a sus propias hijas como víctimas para el sacrificio16. Caso curioso es el de Frasio, un adivino que escapando del hambre llegó de Chipre a Egipto, donde predijo al rey Busiris que la sequía cesaría si se sacrificaba todos los años a un extranjero. Busiris aceptó el vaticinio y decidió empezar sacrificando al propio Frasio17. Plutarco también menciona la lapidación del rey Énoclo a manos de su pueblo para paliar la sequía, tal y como había exigido el oráculo18.

La instauración de algunos cultos y rituales también se relaciona con momentos de sequía. Quizás el caso más famoso sea el culto a Zeus Panhelenio en Egina instaurado por Éaco como medio para salvar a los griegos de la sequía enviada por Zeus para vengar a Minos19. La instauración de la Bufonia en Atenas tiene un origen similar20. Siguiendo quizás a Teofrasto, Porfirio dice que Sópatro, o Diomo, un agricultor extranjero residente en el Ática estaba participando en una ofrenda comunitaria para los dioses, cuando apareció un buey que se comió la torta del sacrificio y las ofrendas. En un arrebato, Sópatro mató al animal con un hacha, pero, luego, arrepintiéndose de su acto, enterró al buey y se exilió en Creta, al considerarse culpable de impiedad. Al poco de partir, el Ática se vio golpeada por la sequía. Interrogados los dioses, estos proclamaron que solo Sópatro podría restaurar la normalidad, pues era preciso que un animal inmolado fuera resucitado en el curso del sacrificio y que su asesino fuera castigado. Cuando fueron a buscar a Sópatro y este accedió a ayudar a los atenienses a cambio de recibir la ciudadanía, se le ocurrió hacer lo siguiente: pidió que se trajera un buey parecido al que él había matado y un hacha y un cuchillo que purificó con agua dulce. Entonces, una persona entregó a otra el hacha para que golpeara al animal, otra lo degolló con el cuchillo, otros lo desollaron y entre todos se lo comieron. A continuación, rellenaron con paja la piel del animal, lo pusieron en pie y lo uncieron a un arado de suerte que pareciera estar vivo otra vez. A continuación, se constituyó un tribunal para que juzgara al asesino del buey. Todos se echaban las culpas entre sí hasta que llegaron al cuchillo que, como no podía hablar, fue declarado culpable y arrojado al mar21. Dado que la víctima inmolada había resucitado y el asesino había sido castigado, la sequía cesó. Este testimonio es importante, porque deja ver cómo actúan las facultades purificadoras del agua dulce y del agua salada. La primera sirve para limpiar el cuchillo desde un punto de vista funcional, pero la esterilidad de la segunda la hace absolutamente pura, de modo que es capaz de purificar los crímenes más graves22. Por tanto, el cuchillo es arrojado al mar para purificar su crimen quedándose allí para siempre23.

La sequía es también el origen de un ritual délfico. Según Plutarco24, Carila era una niña huérfana que vivía en Delfos en un momento en el que la sequía había causado una gran hambruna. Empujada por el hambre acudió al palacio del rey a pedir algo de trigo, pero este la despachó golpeándole la cara con su sandalia. La niña, desesperada, se ahorcó y la sequía se intensificó. Consultado el oráculo, este determinó que, para que cesara la sequía, era necesario expiar la muerte de Carila, razón por la que se instauró en Delfos la costumbre de celebrar una fiesta cada ocho años donde se repartía cebada y legumbres tanto a los ciudadanos como a los extranjeros en presencia de una muñeca llamada Carila a la que, luego, tras ser golpeada simbólicamente, se enterraba con un lazo alrededor del cuello.

La otra forma de escapar de la sequía consiste en emigrar para buscar un destino mejor. Este es el caso del etrusco Tirreno que, escapando del hambre, llegó de Lidia a Italia en busca de un buen asentamiento para su gente25. Lo mismo cabe decir de la fundación mítica de Cirene en Libia por parte de Bato26, del abandono de la isla de Día, luego Naxos, por parte de los tracios27 o de Sime por parte de los carios28. Heródoto menciona también la despoblación de Creta tras la guerra de Troya como consecuencia del hambre y de la peste29.

Los paradoxógrafos mencionan algunos datos interesantes relacionados con las sequías; por ejemplo, Antígono de Caristo dice que en Cranón de Tesalia, cuando había sequía, las gentes del lugar agitaban un carro de bronce para pedir agua al dios30. Por su parte, Apolonio da noticia de cómo el alma de Hermótimo de Clazómenas se hacía presente a las personas para predecir lluvias abundantes, sequías, terremotos, pestes y cosas de ese estilo31. Por su parte, Eliano dice que la entrada de un león en campos de cultivo presagiaba la sequía32. De hecho, la predicción de fenómenos naturales como sequías, inundaciones, plagas o terremotos por medio de la observación se consideraba parte, al menos para algunos, de la astronomía33. Plutarco menciona las sequías, junto con los terremotos y las señales del cielo, como signos de anormalidad en referencia al santuario de Eunosto, en Tanagra, Beocia, donde las mujeres tenían prohibido acercarse, de modo que, cuando se percibía este tipo de fenómenos inusuales, se sospechaba que alguna de ellas se había saltado la prohibición34.

Que las sequías eran habituales se ve en textos como el Económico de Jenofonte35, donde Critóbulo se refiere a los avatares que afectan a la agricultura nombrando episodios conocidos como las granizadas, las heladas, la sequía, el exceso de lluvias y el añublo. Cabe señalar que, ante estos avatares, Sócrates le recomienda rezar36; lo mismo hace Polibio37 y algo parecido se percibe también en Aristóteles38. Por supuesto, Teofrasto alude a estas cuestiones cuando habla de la siembra39, ya que el agua es fundamental para las plantas y para la agricultura40. De hecho, el culto de Zeus Ombrios (‘portador de la lluvia’) era popular entre los campesinos de la Atenas arcaica41 y había santuarios en honor del Zeus de la lluvia en otras partes de Grecia42. Libanio asegura que los grandes temores que atenazaban a todos los ciudadanos eran la sequía y los terremotos, que se achacaban a la ira de Zeus y Posidón respectivamente43. Cabe recordar que el régimen irregular de lluvias, similar al actual44, requería almacenar el agua y, de hecho, las diversas poleis griegas pusieron gran cuidado en su aprovisionamiento y canalización45.

Inundaciones

Las inundaciones suponen una ruptura de la normalidad a causa de un exceso de agua que produce un desbordamiento de los cauces hidrológicos que cubre terrenos habitualmente secos y, en ocasiones, habitados. Se trata de un desastre natural que puede llegar a resultar catastrófico, sobre todo, si no se respeta el cauce natural de arroyos, ríos, torrentes o la propia fuerza del mar46. En el caso de las regiones agrícolas, las inundaciones son funestas, porque, cuando el agua se retira, se lleva la capa fértil del suelo, además de generar otro tipo de problemas47. Las inundaciones son de dos tipos: pluviosas, cuando el exceso del agua de lluvia hace desbordar ríos y pantanos, o marinas, cuando las olas del mar inundan las costas. El factor que determina el nivel de peligrosidad de una inundación es la velocidad y repentinidad con la que esta se produce.

En la mitología griega hay varios episodios de inundación que a menudo se relacionan con la ira de los dioses. Sin duda, el más significativo es el diluvio protagonizado por Deucalión, ya que puede considerarse la versión griega del diluvio universal conocido en muchas culturas del planeta48. Deucalión, hijo de Prometeo, se casó con Pirra, hija de Epimeteo y Pandora, con quien vivía gobernando las tierras de Ftía en el sur de Tesalia. Por esas fechas, Zeus quiso castigar la iniquidad de Licáon y sus hijos49 y, para ello, decidió enviar un diluvio que anegara la tierra. Enterado de sus planes, Prometeo aconsejó a Deucalión que construyera un arca para él y su esposa. La lluvia de Zeus inundó la Hélade, con lo que la humanidad pereció salvo unas pocas personas que consiguieron salvarse en lo alto de las montañas. Tras nueve días y nueve noches, Deucalión y Pirra alcanzaron el monte Parnaso donde, una vez terminado el diluvio, Deucalión realizó un sacrificio en honor de Zeus Fixio (‘protector de la huida’). Por medio de Hermes, Zeus concedió a Deucalión lo que deseara y este deseó que hubiera más personas. Zeus consintió y, así, estableció que las piedras que Deucalión arrojara por encima de su cabeza se convertirían en hombres y las que arrojara Pirra en mujeres50. De esta forma, todos los linajes griegos descienden de Deucalión51.

El mito de Deucalión tiene paralelos evidentes en textos sumerios y acadios52, así como, por supuesto, en el Génesis53. Sin embargo, las diferencias también son llamativas. Destaca, sin duda, el hecho de que Deucalión no sea el único superviviente del diluvio, sino que también se salven otras personas en la cima de las montañas. Igualmente destacable es el hecho de que la inundación fuera puramente pluviosa, dado que, en el Génesis, por ejemplo, las aguas del cielo se unen con las de la tierra para generar las mismas condiciones existentes al principio de los tiempos, cuando Dios creó el mundo por primera vez54. Aunque el diluvio de Deucalión fue el más famoso de todos, en realidad no es el único que conoce la tradición griega, sino que esta informa de, al menos, otros dos55.

El primero es el diluvio de Ógigo, anterior al de Deucalión. Este Ógigo era un rey mítico de los ectenas, uno de los primeros pueblos que habitaron Beocia56. Se decía que en su época el mundo había sufrido un primer diluvio, pero las noticias son escasas y solo aparecen en fuentes tardías57. Mejor atestiguado está el diluvio de Dárdano, el más reciente de los tres. Dárdano, hijo de Zeus y de la pléyade Electra, fue el fundador de Dardania, en Frigia, ciudad ubicada en las faldas del monte Ida, donde nació Tros, héroe epónimo de los troyanos, hijo de Erictonio, nieto de Dárdano y padre de Ilo, fundador de Troya, de Asáraco, tatarabuelo de Eneas, y de Ganimedes, escanciador de Zeus58. Dárdano, sin embargo, no era oriundo de Frigia, sino que llegó a esas regiones desde Samotracia. Según dice Licofrón59, Dárdano llegó solo a Frigia arrastrado por un diluvio y flotando encima de un odre; por su parte, Diodoro de Sicilia lo supone habitante de la ciudad samotracia de Saón y afirma que llegó él solo a Asia en una balsa sin mencionar el diluvio60; Apolodoro dice algo parecido61. La historia que narra Dionisio de Halicarnaso es, sin embargo, muy diferente62.

Hablando sobre el origen griego de los troyanos, Dionisio dice que Dárdano, hijo, efectivamente, de la pléyade Electra y de Zeus, era un arcadio que, casado con Crisa, tuvo dos hijos, Ideo y Dimas. Dárdano y sus hijos eran reyes en Arcadia hasta que un diluvio anegó sus territorios, de modo que se vieron obligados a refugiarse en las montañas con su pueblo. Dado que la comida no alcanzaba para todos, decidieron dividirse en dos grupos. Uno de ellos, gobernado por Dimas, se quedó en Arcadia, mientras que el otro grupo, liderado por Dárdano e Ideo, se hizo a la mar. Fue así como llegaron a Samotracia, donde no permanecieron mucho tiempo, puesto que las condiciones de vida no eran las mejores. De esta manera, el grupo se dividió nuevamente en dos, quedándose un grupo pequeño en la isla, mientras que Dárdano e Ideo se hicieron de nuevo a la mar. Cuando llegaron a la Tróade, Ideo fundó una ciudad en el monte Ida, que recibió su nombre, y Dárdano fundó Dardania en unos terrenos que le cedió el rey Teucro. En realidad, nunca se sabrá si estos diluvios son uno solo o varios diferentes, ni tampoco su verdadera dimensión. A fin de cuentas, los mitos beben de tradiciones orales intrincadas que remontan al principio de los tiempos, de modo que muchas leyendas parecidas se constatan en infinidad de culturas63.

A partir de estas narraciones y la propia observación, los griegos, empezando por Jenófanes64, desarrollaron un patrón determinado por grandes catástrofes naturales periódicas. Platón narra cómo los sabios egipcios de Sais informan a Solón sobre la destrucción en forma de fuego producida por la desviación de los astros del cielo en alusión al mito de Faetón y también de inundaciones catastróficas que de vez en cuando asolan la tierra y borran las huellas de la Historia. En el primer caso, los habitantes de las montañas perecen, mientras que los que viven cerca del mar se salvan. En el segundo caso, como se ha visto, sucede lo contrario65. Platón trata este asunto de pasada en Las Leyes, cuando, en referencia a las palabras que Eneas le dirige a Aquiles en la Ilíada relativas a su linaje, se dice que la primera ciudad que fundó Dárdano en la Tróade estaba todavía sita en la montaña66 y que, luego, bajando desde allí fundaron Troya en una región de colinas no muy altas rodeada de ríos67. Además, el Ateniense afirma que en esa época ya se usaba el mar sin temor68. Por tanto, tras los diluvios, los supervivientes se refugian en las montañas, donde la economía solo permite la supervivencia y el salvajismo, para, luego, poco a poco, ocupar las llanuras, donde el desarrollo de la agricultura mejora las condiciones de vida, y, por fin, las costas y el mar, donde la vida comercial y política se desarrolla en plenitud69. Estrabón añade todavía alguna etapa más nombrando la vida en las islas70.

En cuanto a los desbordamientos de los ríos, los antiguos imaginaron luchas terribles entre dioses-río y héroes famosos, como, por ejemplo, se ve en la batalla que libra Hércules con el río Aqueloo. El dios-río Aqueloo era el pretendiente de Deyanira, pero esta no quería casarse con él, porque se le presentaba unas veces en forma de toro, otras en forma de serpiente y otras en forma de buey. De hecho, el río Aqueloo es representado en vasijas y monedas como un dios con forma de serpiente, como símbolo de su largo cauce, y con cabeza de toro o buey en recuerdo de las inundaciones71. Heracles luchó contra Aqueloo metamorfoseado en toro y le quebró uno de los cuernos, que quedó asociado a la abundancia, si bien, más tarde, el dios-río lo recuperó, entregando el de Amaltea72. Diodoro de Sicilia apunta que el mito se refiere a que Hércules desvió el curso del río, con lo que logró crear una zona de tierra fértil en la región73, mientras que Estrabón señala que la lucha de Heracles contra el río alude a la construcción de terraplenes y canales que lograron desecar el río generando la abundancia que se atribuye al cuerno de Aqueloo74.

Homero narra la lucha de Aquiles con el dios-río Escamandro75. Efectivamente, en el canto veinte de la Ilíada, el héroe griego se lanza a la batalla matando a múltiples rivales y poniendo al resto en fuga. Así, ya en el canto veintiuno, Aquiles llega hasta el vado del Escamandro, donde se adentra para matar a los guerreros que han caído al río provocando una gran carnicería. Entonces, el dios-río, enfadado por los muchos cadáveres que bloquean su corriente y queriendo proteger a los troyanos que a lo largo de los años le han honrado con innúmeros sacrificios76, y Aquiles inician una feroz batalla. El río aprieta al héroe griego, arrojando sus aguas una y otra vez contra él, de modo que este está a punto de perecer y solo se salva gracias a la ayuda de Posidón y Atenea, que lo sacan de la corriente y lo conducen a la llanura inundada. Entonces, Escamandro, llamando en su auxilio al río Simoente, lanza un último ataque devastador contra Aquiles, si bien la actuación de Hera y de Hefesto logra derrotar al río. En efecto, el prodigioso fuego de Hefesto se vierte en las aguas de Escamandro logrando secar su humedad y reconducir la corriente a su cauce natural. Este episodio sirvió de modelo para la escritura de otras machai parapotamios (‘batallas junto al río’77) y, desde luego, es un buen ejemplo para conocer la fuerza indómita del río Escamandro y, por ende, de la propia Naturaleza, que solo se somete a la fuerza de los dioses olímpicos.

Importantes son, por supuesto, las inundaciones marinas, que casi siempre se relacionan con la ira de Posidón. Quizás el caso más famoso sea el que compromete a la querella entre Posidón y Atenea para ganar la prioridad en la ciudad de Atenas78. Cuenta el mito que en tiempos del rey Cécrope, Atenea y Posidón se disputaron el honor de ser las divinidades políadas de la ciudad. Posidón con un golpe de su tridente hizo brotar una fuente de agua salada en la Acrópolis, mientras que Atenea plantó allí el primer olivo. Considerando que el beneficio de Atenea era mayor que el de Posidón, los jueces del certamen determinaron que la diosa sería la divinidad protectora de la ciudad. Encolerizado, Posidón envío una inundación marina que cubrió la llanura de Eleusis79. Un caso similar aplica al mito de Andrómeda, a quien Perseo encontró expuesta como presa para un monstruo marino, puesto que su madre, Casiopea, dejándose llevar por la arrogancia, se había jactado de ser más bella que las Nereidas. Estas se encolerizaron, de modo que Posidón afligió al país enviando un monstruo marino y una inundación80. Lo mismo sirve para los argivos, ya que una de las versiones del mito de la querella entre Posidón y el dios-río Ínaco afirma que aquel inundó las tierras de Argos con agua del mar81.

En su crítica a los geógrafos precedentes, Estrabón tiene ocasión de hablar sobre los restos marinos –conchas, ostras y moluscos– conservados tierra adentro y sobre las teorías que Estratón y Janto manejaban al respecto. En concreto, Estratón asumía que esos fenómenos se debían a inundaciones del mar, semejantes a las de los ríos, una posibilidad que Estrabón niega en rotundo, asumiendo que son los terremotos los que tienen participación en ese tipo de procesos, que son más complejos que los descritos por Estratón82. Por otra parte, Estrabón menciona varios casos de desbordamiento de las aguas de lagos y de ríos que, en ocasiones, obligaba a sus habitantes a abandonar las ciudades83. El caso más llamativo es, sin duda, el del lago Copais que, por falta de drenaje, se desbordaba todos los años causando perjuicios a los habitantes de Copas, Orcómeno, Atenas y Eleusis84, si bien también menciona las inundaciones de los lagos Bostónide y Afnítide85. Por tanto, las inundaciones eran habituales, de manera que hubo que combatirlas por medio de proyectos de ingeniería importantes, como fueron la presa de Tirinto (circa s. XI a. C.) y la de Alyzia, de época clásica, o el drenaje de los lagos Copais, ya desde época micénica, Oidiades y otros86.

Maremotos

Los terremotos son el ejemplo típico de desastre natural intensivo, esto es, aquel que se produce rápidamente desencadenando tragedias repentinas y catastróficas87. Cuando los terremotos suceden en el mar, se puede producir en ocasiones una gran ola –maremoto o tsunami– que arrastra con todo a su paso. Aunque la causa más habitual para que se produzca un maremoto son los seísmos, estos también se pueden producir por la actividad volcánica, la caída de un meteorito, etc. Los tsunamis no son fáciles de predecir, ya que, para que se produzcan, deben confluir toda una serie de condiciones. Hay tsunamis de varios tipos, algunos de los cuales son altamente destructivos cuando golpean las costas88. Grecia no es proclive a registrar grandes maremotos, puesto que, si bien la región es rica en actividad sísmica, el número de los atestiguados es relativamente bajo, aunque, eso sí, algunos han sido devastadores, de modo que se debe estar alerta89.

Los griegos y los romanos desarrollaron interesantes teorías sobre los terremotos, los cuales fueron clasificados en varios tipos, asumiendo que su causa más probable residía en el viento cuando este sopla de manera continua hacia el interior de la tierra, según dice Aristóteles90. Aunque los antiguos no parecen tener un conocimiento profundo sobre los maremotos, Aristóteles sí los menciona. En efecto, el Estagirita dice que, cuando se produce una ola a la vez que un seísmo, se debe al choque de vientos contrarios, puesto que, cuando el viento que arrastra la tierra choca con el viento que arrastra la ola, se genera una acumulación de agua repentina que, al cesar de soplar el primer viento, es arrastrada por el segundo contra la costa produciendo la inundación91.

Como se ha visto, Platón asume que la Historia viene determinada por una serie de desastres naturales que periódicamente golpean a la civilización forzando a los seres humanos a empezar de cero. Según su visión, tras el cataclismo, los supervivientes se concentran en las montañas, luego bajan a las llanuras para, finalmente, ocupar las costas, donde la humanidad desarrolla su vida en plenitud. Sin embargo, esa plenitud conduce a la hýbris (‘soberbia’), que obliga a los dioses a forzar un cataclismo que ponga las cosas en su sitio. Este es el caso de los atlantes, una raza feliz que vivía en la Atlántida, una tierra de jauja, hasta que la soberbia y las ansias de poder los llevaron a tratar de conquistar y esclavizar todo el Norte de África y Grecia92. La Atlántida es una buena candidata para haber sido destruida por un maremoto, si bien Platón, que, en realidad, no ofrece una descripción del desastre, aunque sí dice que quedó hundida por terremotos93, menciona el diluvio como catalizador fundamental del desastre94.

La mitología griega alude a los maremotos presumiblemente a través de vagas referencias a inundaciones marinas, acompañadas de monstruos, enviadas por Posidón, como las que se han mencionado antes lanzadas contra los atenienses, los etíopes o los argivos y a las que se pueden sumar el monstruo enviado contra los troyanos para castigar la perfidia de Laomedonte, un mito análogo al de Perseo y Andrómeda, protagonizado esta vez por Hesíone, la hija de Laomedonte sacrificada al monstruo, y por Heracles, el héroe salvador95, o el toro que surgido del oleaje mata a Hipólito para satisfacer a Teseo96. Como los monstruos suelen ser representaciones físicas de poderes primordiales y el poder más primordial del mar es la fuerza de su oleaje, estos monstruos podrían aludir a olas de gran tamaño, si bien también es posible pensar en las grandes criaturas del mar –ballenas, tiburones de gran tamaño, etc.– que a ojos de los griegos eran monstruosas. En el fondo, esos mitos hablan de cómo el mar se apodera de la tierra firme para devastar la vida de las personas que allí habitan. Poco más se puede entresacar de la mitología. Ahora bien, en contraste, historiadores griegos como Heródoto o Tucídides sí describen algunos maremotos97.

En efecto, Heródoto narra cómo una fuerte pleamar derrotó a los persas que asediaban Potidea98. Cuando Artabazo llevaba tres meses asediando esa ciudad, en invierno del 480-479 a. C., se produjo una bajamar que duró mucho tiempo, de modo que los persas, aprovechando la oportunidad, se lanzaron a la marisma para llegar a Palene y atacar la ciudad desde los puertos sin amurallar, pero cuando estaban atravesándola, encontrándose más o menos a medio camino de su destino, se produjo una pleamar de dimensiones desconocidas que atrapó a muchos de ellos, que murieron ahogados o a manos de los defensores. Heródoto considera que la acción fue un castigo de Posidón, dado que los persas habían profanado su imagen en un templo sito a las afueras de la ciudad. Por su parte, Tucídides narra el maremoto que golpeó a Orobias de Eubea99. Corría el verano de 426 a. C., cuando el mar se retiró de repente para formar una gran ola que golpeó la ciudad, sumergió uno de sus sectores y aniquiló a muchos de sus habitantes. Una ola similar golpeó Atalanta, pequeña isla situada en el golfo norte de Eubea, destrozando parte de la fortificación ateniense y uno de los barcos que estaban fondeados allí, y también Peparetos, otra pequeña isla situada al nordeste de Eubea, donde, sin embargo, no hubo inundación. Tucídides asume que ese tipo de fenómenos se producen debido a los terremotos.

Un caso impactante es el de las ciudades de Bura y Hélice, en Acaya, Peloponeso, situadas en la zona suroccidental del golfo de Corinto, las cuales desaparecieron cuando en el 373 a. C. fueron golpeadas por un seísmo, primero, y por un maremoto, después100. El hecho es reportado por muchos autores de la Antigüedad que concuerdan en lo fundamental: por la noche Hélice fue devastada por un terremoto, mientras que al amanecer un maremoto inundó la ciudad tragándose a todos sus habitantes101. Pausanias, que visitó el lugar en el s. II d. C., afirma que la ciudad era visible bajo las aguas, aunque señala que no muy claramente102. Por supuesto, el fenómeno se atribuyó a la ira de Posidón, que quiso castigar un crimen cometido en su santuario, cuando los habitantes de Hélice mataron a unos suplicantes que se refugiaron allí103. Cabe señalar que toda esta leyenda que rodea a la desaparición de Bura y Hélice se ha puesto recientemente en entredicho104. Hay otros maremotos catalogados, entre los que destaca, sin duda, el terremoto que golpeó Creta en 365 d. C. y el posterior maremoto que alcanzó Alejandría donde varios barcos aparecieron sobre los techos de los edificios de la ciudad, según dice Amiano Marcelino105. Por tanto, si en la mitología apenas aparece alguna mención a monstruos marinos e inundaciones enviadas por Posidón, los historiadores sí consignan estos hechos ofreciendo detalles interesantes.

Conclusiones

El estudio de la mitología y los textos griegos revela que tanto las sequías como las inundaciones eran tan habituales en la Antigüedad como lo son en la actualidad. La sequía, que tanto afecta a las sociedades agrícolas, se percibe como un período de anormalidad decretado por los dioses como castigo por alguna transgresión. Las formas de aplacar a los dioses son variadas, destacando los sacrificios y la instauración de cultos y rituales. La magia de la lluvia típica de la cultura popular de las sociedades agrarias también está bien representada en las fuentes. En un plano que acerca el mito a la Historia y el pasado al presente, la sequía suele servir para explicar movimientos migratorios, cuando los pueblos deben abandonar los lugares que habitan en busca de mejores condiciones de vida.

Las inundaciones pueden ser pluviosas o marinas. Los dos tipos aparecen consignados en los mitos griegos. Las inundaciones pluviosas se asocian con tres grandes diluvios que golpearon a la Hélade en tiempos míticos. Los griegos –Platón– atribuyen a estos diluvios un carácter cíclico, ya que los dioses los envían periódicamente para castigar la hýbris o soberbia de los seres humanos. Se trata, en cualquier caso, de una cuestión compleja, ya que esos mitos entremezclan patrones específicamente griegos con otros que son universales.

Las inundaciones fluviales se representan como la lucha de héroes contra dioses-río, lo cual viene a simbolizar la lucha de los seres humanos contra las inundaciones recurrentes. No parece que estas fueran especialmente destructivas, ya que los griegos tenían gran cuidado en respetar el cauce natural de ríos, arroyos y torrentes, de modo que se guardaban muy mucho de edificar sus ciudades en zonas peligrosas, a diferencia de lo que sucede en la actualidad106. En cuanto a las inundaciones marinas, estas aparecen en forma de ira de Posidón frente a determinadas transgresiones puntuales. Es posible que alguno de esos mitos aluda a maremotos, si bien los datos son vagos y, por tanto, múltiples explicaciones e interpretaciones son posibles.

Los maremotos no aparecen nunca de forma clara en la mitología, lo cual contrasta con los ejemplos que ofrece la historiografía. Estos desastres naturales intensivos parecen conllevar un trauma menor, ya que, si en el momento la destrucción es repentina y espectacular, lo cierto es que el tiempo cura las heridas y, así, el desastre apenas deja huella en la psique colectiva reflejada en los mitos, mientras que la sequía, que en el momento no genera grandes devastaciones, a la larga es la que promueve soluciones como los sacrificios humanos o cultos mantenidos en el tiempo hasta, llegado el caso, la necesidad de tener que abandonar el hogar en busca de un destino mejor.

Para terminar, creo que es importante reflexionar sobre el concepto de hýbris. Los griegos concebían la hýbris como un acto de desmesura que lleva a los seres humanos a cruzar los límites que su propia condición humana les impone, transgresión que, como se ha dicho, suele ser castigada por los dioses. Por supuesto, este tipo de planteamientos resulta un tanto anacrónico en pleno siglo XXI, pero quizás convendría no olvidarlo en los tiempos que corren.

Agradecimientos

Este trabajo se enmarca en las actividades que desarrolla el grupo de investigación IdeoLit (GIU21/003) financiado por la Universidad del País Vasco y también en el proyecto de sostenibilidad Campus Bizia Lab “La literatura y los Objetivos de Desarrollo Sostenible” (23ENCI) financiado por la Dirección de Sostenibilidad y Compromiso Social de la UPV-EHU.

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1 Sobre la importancia de los mitos en relación con la “Cultura del agua” y la ecocrítica, véase Martos-Núñez; Martos-García, 2015, 125-128.

2 Tucídides, Historia de la guerra del Peloponeso, 1.23.3.

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4 Pita López, 1989, 32-34, 36.

5 Domínguez, 2016, 79-81. De hecho, la percepción del agua como desastre y amenaza es un fenómeno histórico y social, véase Altez Ortega, 2023.

6 Apolodoro, Biblioteca, 2.1 4. Sobre el mito de Amimone y sus diferentes versiones, véase Lucas de Dios, 2006, 531-537.

7 Olcina Cantos, 2008, 16.

8 Plutarco, Narraciones de amor, 2.

9 Pausanias, Descripción de Grecia, 8.38.2-4.

10 Eliade, 1974, 213.

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13 Caballero González, 2014, 211, n. 4.

14 Eitrem, 1915, 372-373.

15 Tzetzes, Comentario a Licofrón 38 y 159, respectivamente.

16 Pausanias, Descripción de Grecia, 1.5.2.; 10.10.1. Camp II, 1979, 402, con nota 21.

17 Apolodoro, Biblioteca, 2.5.11.

18 Plutarco, Cuestiones griegas, 26.

19 Pausanias, Descripción de Grecia, 2.29.7-8. Diodoro de Sicilia, Biblioteca histórica, 4.61.1-2. Camp II, 1979, 403, con n. 27.

20 Hoefer, 1897.

21 Porfirio, Sobre la abstinencia, 2.29-30.

22 Beaulieu, 2016, 32-36.

23 Lindenlauf, 2003, 420. Beaulieu, 2016, 33; 2018, 210, con n. 16.

24 Plutarco, Cuestiones griegas, 12.

25 Heródoto, Historia, 1.94. Dioniso de Halicarnaso, Historia antigua de Roma, 1.27-28. Estrabón, Geografía, 5.2.2.

26 Heródoto, Historia, 4.150-157.

27 Diodoro de Sicilia, Biblioteca histórica, 5.51.3.

28 Diodoro de Sicilia, Biblioteca histórica, 5.53.2.

29 Heródoto, Historia, 7.171.

30 Antígono, Colección de Historias curiosas, 1.15.

31 Apolonio, Historias asombrosas, 1.3.

32 Claudio Eliano, Historia de los animales, 7.8.

33 Sexto Empírico, Contra los profesores, 5.2.

34 Plutarco, Cuestiones griegas, 40.

35 Jenofonte, Económico, 5.18.

36 Jenofonte, Económico, 5.19-20.

37 Polibio, Historias, 36.17.2-3.

38 Aristóteles, Ética Nicomaquea, 1112a 26-27.

39 Teofrasto, Historia de las plantas, 8.1.7; 8.6.6.

40 Argoud, 1987, 28-30.

41 Valdés Guía, 2003-5.

42 Camp II, 1979, 409, con n. 53.

43 Libanio, Discursos, 37.7.4-9. Mylonopoulos, 1998, 82.

44 Argoud, 1987, 25-28. Angelakis et al., 2020, 836-838.

45 Argoud, 1987, 38-40. Angelakis; Koutsoyiannis, 2003. Vázquez Hoys, 2006, 98-100. Koutsoyiannis; Patrikiou, 2014. Angelakis et al., 2020, 838-847.

46 Angelakis et al., 2020, 833-835.

47 Santana Henríquez, 2005, 283.

48 Eliade, 1974, 220-221. Frazer, 1981, 66-187.

49 Apolodoro, Biblioteca, 3.8.1-2.

50 Apolodoro, Biblioteca, 1.7.2.

51 Wright, 1996, 539.

52 Usener, 1899, 4-50. Lambert; Millard, 1969. Frazer, 1981, 68-78. West, 1997, 489-493. Tigay, 2002, 214-240. Jiménez Zamudio, 2002. Adamthwaite, 2014a. Adamthwaite 2014b.

53 Génesis, 6-9. Usener, 1899, 16-25. Frazer, 1981, 78-90. Barata Días, 2018, 73-75.

54 Eliade, 1974, 220-221. Barata Días, 2018, 74.

55 Nono de Panópolis Dionisíacas, 3.204-219. Usener, 1899, 31-46. Frazer, 1981, 91-104. Koutsoyiannis et al., 2012, 244-245.

56 Pausanias, Descripción de Grecia, 9.5.1. Usener, 1899, 43-45. Miller, 1937. Noegel, 1998.

57 Usener, 1899, 44, con n. 3.

58 Homero, Ilíada, 20.213-241. Apolodoro, Biblioteca, 3.12.1-2. Diodoro de Sicilia, Biblioteca histórica, 4.75.1-5.

59 Licofrón, Alejandra, 72-85.

60 Diodoro de Sicilia, Biblioteca histórica, 5.48.1-3.

61 Apolodoro, Biblioteca, 3.12.1.

62 Dionisio de Halicarnaso, Historia antigua de Roma, 1.61-62.

63 Zgoll, 2019, 138-143.

64 Koutsoyiannis et al., 2012, 245.

65 Platón, Timeo, 22c-e.

66 Homero, Ilíada, 20.216-218. Platón, Las Leyes, 681e.

67 Platón, Las Leyes, 682b.

68 Platón, Las Leyes, 682b-c.

69 Lisi, 1999, 33-34.

70 Estrabón, Geografía, 13.1.25.

71 Ruiz de Arbulo, 2011, 15-16. Koutsoyiannis et al., 2012, 245-247. Holmes, 2015, 30, con n. 6. Martos-Núñez; Martos-García, 2015, 125-126. La iconografía es la habitual para representar a los ríos, Martos-García; Martos-Núñez; del Pino-Tortonda, 2019, 96. Kaya, 2020, 498.

72 Apolodoro, Biblioteca, 1.8.1; 2.7.5. Sófocles, Las Traquinias, 9-23.

73 Diodoro de Sicilia, Biblioteca histórica, 4.35.3-4.

74 Estrabón, Geografía, 10.19.

75 Homero, Ilíada, 21.1-382. Santana Henríquez, 2005, 282-283. Fairley, 2017, 8-27.

76 Holmes, 2015, 42-51.

77 Fairley, 2017.

78 Wright, 1996, 543-546.

79 Apolodoro, Biblioteca, 3.14.1.

80 Apolodoro, Biblioteca, 2.4.3.

81 Pausanias, Descripción de Grecia, 2.22.4.

82 Estrabón, Geografía, 1.3.4-5; 1.3.10; 1.3.16, etc. Véase García Blanco, 1991, 134-141.

83 Estrabón, Geografía, 8.8.4 (Estinfalo); 9.2.17 (Platea, Helo, Heleón e Hilesio); 9.2.35 (Arne y Midea) y algunas otras.

84 Estrabón, Geografía, 9.2.18.

85 Estrabón, Geografía, 1.3.18.

86 Estrabón, Geografía, 9.2.18. Vázquez Hoys, 2006, 94-95. Koutsoyiannis et al., 2012, 247-250. Ghembaza; Windell, 2021.

87 Pita López, 1989, 36.

88 Smid, 1970, 101-102. Farreras; Domínguez Mora; Gutiérrez Martínez, 2003. González González; Ortiz Figueroa; Montoya Rodríguez, 2012. Cantavella Nadal, 2015. Poulos et al., 2020, 31-32.

89 Galanopoulos, 1960. Poulos et al., 2020. Karkani et al., 2022.

90 Macías, 2011, 43-49.

91 Aristóteles, Meteorológicos, 368a34-368b12. Macías, 2011, 48.

92 Platón, Timeo, 20d-25e; Critias, 120d-121c.

93 Platón, Timeo, 25c-d; Critias, 108e.

94 Galanopoulos, 1960, 370-373. Pérez Martel, 2010. Hubeñák, 2017.

95 Apolodoro, Biblioteca, 2.9. Diodoro de Sicilia, Biblioteca histórica, 4.42.1-7.

96 Apolodoro, Biblioteca, Epítome, 1.19.

97 Smid, 1970.

98 Heródoto, Historia, 8.129.

99 Tucídides, Historia de la guerra del Peloponeso, 3.89. Freitag; Reicherter, 2019.

100 Lafond, 1998. Ferentinos et al., 2015.

101 Las fuentes son abundantes, véase Rizakis, 1995.

102 Pausanias, Descripción de Grecia, 7.24.12-13.

103 Mylonopoulos, 1998, 88-89.

104 Stiros, 2021. Réplica en Katsonopoulou; Koukouvelas, 2022.

105 Amiano Marcelino, Historia del Imperio Romano, 26.10.15-19. Galanopoulos, 1960, 375. Ñaco del Hoyo; Nappo, 2013.

106 Koutsoyiannis et al., 2012, 247.