Dossier
Sara Macías Otero
ILC, CCHS, CSIC
Madrid, España
sara.macias@cchs.csic.es
ORCID: 0000-0002-0837-5785
Información del artículo
Recibido: 23-12-2023
Revisado: 19-02-2024
Aceptado: 22/02/2024
Online: 31/01/2025
Publicado: 10/04/25
ISSN 2340-8472
ISSNe 2340-7743
cc-by
© Universidad de Jaén (España).
Seminario Permanente Agua, Territorio y Medio Ambiente (CSIC)
RESUMEN
En este trabajo estudiamos las menciones de Océano en las obras de los tres grandes trágicos, incluidas las fragmentarias, e intentamos determinar si su visión de este dios-río que representa el origen de todas las aguas coincide con las que encontramos en otros autores como Homero y Hesíodo. Prestamos especial atención también a la descripción física que incluyen algunos pasajes trágicos y a la psicológica en el particular caso del Prometeo Encadenado atribuido a Esquilo, donde Océano sale a escena como un personaje activo que toma la palabra.
PALABRAS CLAVE: Océano, tragedia, Cosmogonías, Agua primordial, Personaje literario.
SUMMARY
This paper studies the references to Oceanus made by the three great tragedians in their plays, including the fragmentary ones, and tries to determine whether their vision of this river-god, who represents the origin of all waters, coincides with the ones we found in other authors such as Homer and Hesiod. We also pay special attention to Oceanus’ physical description included in some tragic passages and to the psychological one in the particular case of Prometheus Bound attributed to Aeschylus, where Oceanus comes on stage as an active character.
KEYWORDS: Oceanus, Tragedy, Cosmogonies, Primordial waters, Literary character.
Oceano na tragédia grega
RESUMO
Neste artigo estudamos as menções a Oceanus nas obras das três grandes obras trágicas, incluindo as fragmentárias, e tentamos determinar se a sua visão deste deus-rio que representa a origem de todas as águas coincide com aquelas que encontramos em outros autores como Homero e Hesíodo. Damos também especial atenção à descrição física que inclui algumas passagens trágicas e à psicológica no caso particular de Prometeu Acorrentado atribuído a Ésquilo, onde Oceanus entra em cena como personagem ativo que fala.
PALAVRAS CHAVE: Oceano, Tragédia, Cosmogonias, Água primordial, Personagem literária.
Océan dans la tragédie grecque
RÉSUMÉ
Dans cet article, nous étudions les mentions d’Océan dans les œuvres des trois grands tragédiens, y compris celles qui sont fragmentaires, et nous essayons de déterminer si leur vision de ce dieu-fleuve qui représente l'origine de toutes les eaux coïncide avec celles que l'on trouve chez d'autres auteurs tels qu'Homère et Hésiode. Nous accordons également une attention particulière à la description physique incluse dans certains passages tragiques et à la description psychologique dans le cas particulier du Prométhée Enchaîné attribué à Eschyle, où Océan apparaît sur scène comme un personnage actif qui parle.
MOTS-CLÉS: Océan, Tragédie, Cosmogonies, Eau primordiale, Personnage littéraire.
Oceano nella tragedia greca
SOMMARIO
In questo articolo studiamo le menzioni di Oceano nelle opere dei tre grandi tragediografi, anche frammentarie, e cerchiamo di stabilire se la loro visione di questo diofiume che rappresenta l'origine di tutte le acque coincida con quella di altri autori come Omero ed Esiodo. Prestiamo inoltre particolare attenzione alla descrizione fisica inserita in alcuni passi tragici e a quella psicologica nel caso particolare del Prometeo Incatenato attribuito a Eschilo, dove Oceano appare in scena come un personaggio attivo che prende la parola.
PAROLE CHIAVE: Oceano, Tragedia, Cosmogonie, Acqua primordiale, Personaggio letterario.
Océano es una divinidad primigenia que suele aparecer en las teogonías griegas representando el agua primordial1. En la Ilíada (14.245-246), Océano, concebido como un inmenso río, es considerado el origen todo, es decir, la entidad primigenia:
Incluso a la corriente del río Océano, que produjo el origen de todas las cosas (γένεσις πάντεσσι).
Unos versos antes (14.200-201), también es denominado γένεσις (“origen”), aunque en esta ocasión se especifica que lo es de los dioses:
Pues voy a los confines de la tierra, que a muchos alimenta, a ver a Océano, origen de dioses (θεῶν γένεσιν), y a la madre Tetis.
El hecho de que él haya originado todas las divinidades implica que es el padre de todos los seres, como se especifica en el pasaje anterior al usar la forma más general πάντεσσι (“todas las cosas”). Pero, como vemos en estos versos, no hace surgir a todos los seres por sí mismo, sino mediante su unión con Tetis, a la que en consonancia el poeta llama “la madre”. Ellos son la pareja primordial2 de la que surgen los primeros seres.
A partir de esta concepción mitológica del origen del mundo, algunos de los primeros filósofos consideraron también el agua como la génesis de todo, ya sea como elemento primordial exclusivo o combinado con otros, como por ejemplo la tierra3. Desde el principio tuvieron una clara intención de reformular la comprensión del universo con perspectivas no míticas, es decir más “científicas”, por lo que el agua primordial no suele ya identificarse con el personaje mítico Océano; sin embargo, siempre queda un trasfondo mitológico, más o menos fuerte.
Una visión distinta ofrece Hesíodo en su Teogonía, donde el agua, representada por dioses como Océano o Ponto, pierde importancia en el origen del mundo. El ser primordial es Caos, del que surge Tierra la primera. Esta por sí sola engendra a Cielo, a las montañas y a Ponto, primer elemento acuático en la conformación del mundo, según Hesíodo. Después, Tierra se une a Cielo y de esta unión, ya sexuada, surgen los seis titanes y las seis titánides, entre los que se encuentran Océano y Tetis. Por lo tanto, Hesíodo no considera que Océano y Tetis sean el origen de todo, sino que los coloca como una de las principales parejas de titanes que serían la tercera generación de dioses primigenios. De su unión surgen todos los ríos y la infinidad de ninfas oceánides. Según Homero (Ilíada 21.195-197), de la corriente de Océano proceden todas las masas de agua de la Tierra, incluido el mar; sin embargo, Hesíodo no considera que lo haga este último, cuya personificación es Ponto, y al que establece como una entidad independiente y anterior a Océano.
Por otro lado, es curioso observar cómo Hesíodo presenta a los descendientes de Océano, los ríos, encarnados por majestuosos dioses con aspecto semi-antropomórfico, y a las ninfas oceánides como hermosas doncellas, mientras que, entre los descendientes de Ponto, además de Nereo y sus bellas hijas, podemos encontrar que sus otros tres hijos, Taumante y los monstruosos Forcis y Ceto, engendraron monstruos de terrible aspecto y gran fiereza4. Esta característica de la progenie de Ponto, a diferencia de la de Océano, puede deberse al hecho de que personifica al mar en su aspecto más temible y peligroso, como los monstruos a los que da origen. Sería una manera de plasmar mitológicamente el mar como un lugar inhóspito y peligroso. Es decir, Océano y Ponto son divinidades que representan el elemento acuático, pero en distintas facetas, opuestas y complementarias: el agua de Océano engendra fuentes de vida productoras de fertilidad y riqueza, mientras que el marino Ponto, que Hesíodo en su Teogonía (vv. 131-132) califica como estéril, genera amenazas y peligros.
Océano es concebido en las teogonías5 como un inmenso río cuya corriente circular rodea la tierra, conformada como una especie de isla enorme6, por lo que su localización, al menos al principio, no corresponde a la geografía real, sino a la indefinición del mundo mítico7. Océano, con un carácter cósmico muy marcado, se encuentra en los límites de la tierra separando esta de la bóveda celeste y, por supuesto, del Hades8. Podría considerarse como una especie de frontera natural entre los tres ámbitos fundamentales que componen el mundo según la mitología griega.
La concepción teogónica de Océano como origen de todas las aguas, o de las dulces al menos, podemos encontrarla en tragedia, muy fugazmente, en un fragmento de Ínaco de Sófocles (fragmento 270 Radt):
Fluyente Ínaco, hijo de Océano padre de las fuentes, que gobiernas sobre los campos de Argos y las colinas de Hera, y sobre los tirrenos pelasgos.
Aunque la tragedia está muy incompleta, afortunadamente la transmisión indirecta ha dado a conocer bastantes pasajes y en las últimas décadas se han encontrado importantes fragmentos papiráceos que han permitido reconstruir mejor la trama9. Ínaco es un diosrío de Argos, que, además, es tenido por uno de los primeros reyes de aquella ciudad, en el plano mítico. Es, sobre todo, conocido por ser padre de Io, quien se unió a Zeus y por ello fue transformada en vaca por Hera, que provocó que un tábano la persiguiera atormentándola y haciéndola recorrer sin descanso gran parte del mundo conocido. En esta tragedia, Ínaco debió de tener el papel principal y es a él a quien invoca el coro en el fragmento que nos ocupa como personificación del principal río que fertiliza Argos y, a la vez, como su soberano. Se insiste en su ascendencia divina como hijo del más importante de todos los ríos, Océano, al que llama, además, “padre de todas las fuentes”, lo que debe entenderse en sentido general como el origen de todas las aguas potables, incluidos los ríos, pozos y manantiales.
Por otro lado, también podría haber un eco de esta concepción de Océano en un pasaje del Hipólito (vv. 121-124) de Eurípides, en el que el coro menciona una fuente de Trecén donde las mujeres se reúnen para lavar la ropa y recoger el agua para beber:
Existe una roca que, según se dice (λέγεται), mana agua del Océano y que hace fluir de sus bordes la fuente de agua que llena nuestros vasos.
Se establece el origen del agua potable de la ciudad en Océano. Algunos estudiosos10 lo consideran una referencia a la concepción cosmogónica de este como origen de todas las aguas, al par que otros11 señalan que el hecho de que el agua de esa fuente proceda de Océano la haría algo especial y diferente del resto. Si todas las fuentes tuvieran origen en las mismas aguas no tendría sentido resaltar aquí la procedencia de su agua: probablemente esta fuente sería especial porque no disminuiría ni se secaría12, como tampoco lo hace el continuo fluir de Océano, y por ello las leyendas locales hablarían del origen extraordinario de sus aguas. Leyendas que Eurípides conocería y habría reflejado a través del verbo λέγεται (“se dice”). Sin embargo, este verbo podría señalar no tanto una leyenda local, sino que el hecho de que las aguas procedan de esa única corriente que es Océano es un conocimiento general, dicho y sabido por todos, a través de las teogonías. Y quizá también asomaría fugazmente en estas palabras del coro la opinión del trágico, que, mediante ese verbo λέγεται, podría mostrar un punto de incredulidad o de duda al respecto. Heródoto, contemporáneo de Eurípides, en varias ocasiones critica a quienes creen en la existencia de Océano y trazan mapas en los que este rodea la tierra13. Con el surgimiento de nuevos conceptos geográficos más científicos la visión del mundo mitológica e indefinida de las cosmogonías comenzó a ser puesta en entredicho, lo cual podría estar intuyéndose también en el pasaje de Eurípides.
En el Prometeo Encadenado Esquilo14 hace subir a escena a Océano como un personaje más y, por tanto, totalmente personificado y antropomorfo. Esta tragedia versa sobre el castigo que Prometeo recibe por parte de Zeus por haberle desobedecido y engañado favoreciendo a los hombres con el fuego. Comienza con Prometeo siendo encadenado en el Cáucaso, que para los griegos era un lugar árido e inhóspito en los confines del mundo15. Tras la entrada a escena del coro compuesto por las oceánides, el nombre de Océano aparece por primera vez en la obra y lo hace en boca de Prometeo, a modo de saludo para aquellas (vv. 137-140):
Retoños de la muy fértil (πολυτέκνου) Tetis, hijas del padre Océano, que se arremolina (εἱλισσομένου) alrededor de toda la tierra con su incansable corriente (ἀκοιμήτῳ ῥεύματι).
Estas palabras sirven para que el público sepa exactamente quiénes son las componentes del coro, que, subidas en un carro alado, acaban de llegar ante Prometeo para compadecerse de sus desgracias e intentar consolarlo. Prometeo da su genealogía: son hijas de Tetis y de Océano. De la primera no ofrece mucho detalle; simplemente insiste en que ha tenido muchos hijos (πολύτεκνος) con Océano, pues el número de oceánides y de ríos es incontable16. Sin embargo, de Océano aporta una breve descripción que no lo presenta de la manera tan antropomórfica en que aparecerá poco después en escena, sino con el aspecto de un río muy especial: su corriente gira continuamente alrededor de la tierra. Con el adjetivo ἀκοίμητος, que hemos traducido como “incansable”, se expresa que Océano nunca reposa porque está continuamente fluyendo, es incesante17. Además, su movimiento es circular, como indica el verbo ἑλίσσω en voz media, que, en este caso, implica la idea de dar la vuelta sobre sí mismo, y lo hace rodeando la tierra. Este mismo verbo es aplicado por Hesíodo en su Teogonía (v. 791) a las corrientes surgidas de Océano que recorren la tierra en forma de ríos, y también lo encontramos de manera similar en Orestes de Eurípides (vv. 1375-1379):
¡Ay, ay, extranjeras! ¿por dónde huyo? ¿volando por el grisáceo éter o por el mar, arremolinando (ἑλίσσων) al cual Océano, de cabeza de toro (ταυρόκρανος), con sus brazos rodea la tierra?
Eurípides también representa, como Esquilo, a Océano girando alrededor de la tierra. Lo hace a través de una preciosa imagen: la corriente de Océano son sus brazos que estrechan la tierra en un profundo abrazo. Implica un movimiento circular de Océano que hace que las aguas del mar se agiten y arremolinen (ἑλίσσων) al estar nutridas por las aguas primordiales de aquel. Homero y Hesíodo18 aplican a Océano el adjetivo ἀψόρροος, “que refluye”, es decir, que su corriente se retroalimenta con un movimiento circular constante.
Y, al encontrarse Océano girando en torno de la tierra, también marca los confines de esta, como ya señalaba Homero, idea de la que hay un reflejo en el fragmento 74 Radt de Esquilo (vv. 1-4):
Apresurándose desde allí condujo las reses de rectos cuernos tras haber cruzado el Océano desde los confines de la tierra en una copa labrada en oro.
El fragmento pertenece a Heraclidas19, y en él se menciona cómo Heracles, en uno de sus trabajos, consigue robar el ganado de Gerión. Según la tradición más antigua20, Gerión, que es hijo de una oceánide, se encontraba en los confines más lejanos del mundo, en una remota isla llamada Eritea, que solo puede alcanzarse si se atraviesa el Océano, es decir, al otro lado de los límites que marca su corriente, por lo que se trataría de un lugar que no pertenece al mundo conocido por el hombre21. Esta es la tradición que sigue Esquilo, una localización más mítica que geográfica, en la que a través de la mención de Océano se incide en la casi imposibilidad de acceder a ese lugar. Heracles consigue llegar gracias a la copa de oro que le cede Helios; copa con la que los griegos imaginaban que Helios todas las noches, tras su ocaso, cruzaba el Océano de oeste a este, para poder volver a pernoctar en su palacio, que, como veremos en los siguientes fragmentos, se creía en las inmediaciones de la mítica Etiopía.
Así, en otro testimonio fragmentario (fragmento 192 Radt), Esquilo también hace que Océano marque los límites de la tierra y lo relaciona con el territorio de los etíopes:
La corriente sagrada del mar eritreo de purpúreo fondo y a orillas del Océano la nutricia laguna de los etíopes que resplandece como el bronce, donde Helios que todo lo ve siempre procura descanso a su cuerpo inmortal y al agotamiento de sus caballos en las cálidas desembocaduras (προχοαῖς) de agradable agua.
El fragmento pertenece a la tragedia Prometeo iberado22, que sería una continuación de Prometeo Encadenado, en la que este y Zeus se reconciliarían. Forma parte de la párodos, donde el coro de titanes describiría el largo recorrido que ha hecho para presentarse ante Prometeo, y nos ha llegado gracias a Estrabón (1.2.27), que lo cita para ejemplificar que en épocas anteriores a él se concebía Etiopía como toda la franja meridional de la tierra al borde del Océano. Efectivamente, ya Homero23, que imagina a los etíopes como un pueblo mítico que banquetea con los dioses, se refiere a ellos como aquellos que “poseen el fin del mundo” y habitan junto al Océano.
Eurípides también pone en relación a Océano con los etíopes, en Faetón24, cuyo primer fragmento conservado (fr. 771 Kannicht) es citado, con el mismo objeto, por Estrabón justo después del de Esquilo. La acción se desarrolla en el palacio del legendario rey Mérope en la mítica Etiopía y una de las características principales de esa tierra es encontrarse a orillas del Océano, según se menciona en dos pasajes distintos del extenso fragmento 773 Kannicht:
Y junto a las fuentes (παγαῖς) del Océano el melódico cisne canta (vv. 33-34).
Habitantes de las llanuras de Océano, guardad silencio (vv. 66-67).
Es destacable, además, que, según se suele reconstruir la trama, Océano podría aparecer personificado en escena como deus ex machina. De manera muy resumida, la tragedia narraría cómo Mérope, esposo de Clímene, una de las hijas de Océano, cree que Faetón es hijo de ambos, y, sin embargo, lo es de Helios, con el que la oceánide tuvo una aventura. Tras conocer Faetón quién es su padre e ir a visitarle, Helios cede a sus súplicas para que le preste el carro con el que recorre el cielo durante el día y Faetón fallece al estrellarse contra la tierra. Una vez queda al descubierto el secreto de la paternidad de Faetón, Clímene es amenazada por su marido y, según algunos estudiosos25, Océano aparecería en escena para salvar a su hija y solucionar la situación. Uno de los puntos en los que estos autores se basan son los versos 70-74 del fragmento 786 Kannicht, donde el coro exhorta a la oceánide a invocar a su padre. Si aceptamos esta hipótesis, el Faetón de Eurípides y el Prometeo Encadenado de Esquilo, en el que la presencia de Océano como personaje activo es segura, serían las únicas obras que nos han llegado en las que esta divinidad sube a escena personificada e interviene en el desarrollo de la trama.
Por otro lado, en este fragmento 773 Kannicht ha llamado la atención la palabra παγαῖς con que se hace referencia a la parte de Océano junto a la que se encuentra el pueblo de Mérope. Este mismo sustantivo referido a Océano aparece en otros dos autores antiguos: en el v. 282 de la Teogonía de Hesíodo y en el fragmento 30 Maehler de Píndaro26. El sustantivo πηγή significa “fuente”, “manantial”, pero el diccionario LSJ reconoce también la acepción de “corriente” referente al fluir de los ríos. Algunos estudiosos27 consideran que πηγή tendría ese significado más extendido de “fuente” o “manantial” cuando se refiere a Océano y que, por lo tanto, estaríamos ante una alusión al lugar donde se originan sus aguas; pero estas, al tratarse de una corriente circular que se retroalimenta, regresan una y otra vez al punto de donde surgen. Estos estudiosos también consideran que “las cálidas desembocaduras (προχοαῖς) de agradable agua” del ya mencionado fragmento 192 Radt de Esquilo son una referencia a esas supuestas fuentes de Océano y añaden la afirmación de Heródoto (4.8) de que algunos antes que él28 establecieron el principio29 de Océano en el levante.
Podría pensarse que concebir que Océano tiene fuentes es contradictorio con la idea de que es el agua primordial, pues supone un origen distinto a sí misma. Sin embargo, puede entenderse que esas fuentes, si se acepta su existencia, no son tanto el origen de las aguas de Océano, sino que subjetivamente desde el punto de vista de los hombres podrían ser la zona de apertura o entrada al Océano desde la tierra o el mar que la rodea, aunque solo unos pocos héroes pueden llegar hasta ella y acceder, con la ayuda de algún dios, a las innavegables corrientes de Océano. Generalmente se considera que este punto de salida o de unión del mar con Océano estaba en las columnas de Hércules (Gadira)30.
Eurípides, en el pasaje de Orestes (v. 1378) citado un poco más arriba, aplica a Océano el epíteto ταυρόκρανος, “de cabeza de toro”. La caracterización de los ríos como toros31 o como una combinación de humano y toro es algo frecuente en la cultura griega, sobre todo en las épocas más arcaicas32; a partir de mediados del s. V a. C. se empieza a introducir una representación más antropomórfica de los ríos, haciendo que su aspecto sea el de un ser humano con unos pequeños cuernos y orejas de toro. A través del elemento taurino se resaltaba la fertilidad y la fuerza de sus aguas y, además, podía también relacionarse con el sonido de sus corrientes, semejante al bramido de un toro. Es frecuente encontrar representaciones iconográficas de diferentes ríos con cuerpo de toro y cabeza de hombre barbado con cuernos tanto en la cerámica como, sobre todo, en las monedas33. Sin embargo, el epíteto que aplica Eurípides al río Océano parece plasmar una imagen ligeramente diferente: un cuerpo humano con cabeza completa de toro, semejante a un minotauro, si entendemos que el segundo elemento del compuesto, -κρανος, se refiere a la cabeza completa, incluyendo el rostro. Ταυρόκρανος aparece solamente en un texto literario más, aunque bastante más tardío: un poema de la Antología Planúdea (16.126.4) dedicado al Minotauro. El hecho de que se aplique a un ser como el Minotauro, cuya cabeza completa es la de un toro según todas las fuentes iconográficas, parece dar apoyo a esta interpretación del pasaje euripideo. Sin embargo, es frecuente que los estudiosos consideren que ταυρόκρανος referido a Océano no afecta a su rostro, que sería humano, como sucede en las representaciones del resto de ríos34. Todo depende de cómo se interprete -κρανος, bien como una referencia a toda la cabeza completa o solo a la parte superior de esta35.
Existe un compuesto muy similar, βούκρανος, donde el primer elemento βου- corresponde al sustantivo βοῦς con el que se denominaban las reses bovinas, independientemente de su sexo. No está demasiado atestiguado y algunos de los pasajes en los que aparece son dudosos o conjeturas, pero considero apropiado traerlo aquí a colación porque la problemática se da fundamentalmente en un verso trágico que describe el aspecto del dios-río Aqueloo, el v. 13 de las Traquinias de Sófocles. Se duda también de si el adjetivo hace alusión a una cabeza bovina completa o solo a la frente con cornamenta. El texto, como lo trasmiten los manuscritos, dice lo siguiente (vv. 10-13):
Me refiero al Aqueloo (…) que se presentaba con aspecto de toro, otras veces como una serpiente de sinuosa y enrollada cola, y otras con cabeza de toro en una forma humana (ἀνδρείῳ τύπῳ / βούκρανος) …
La última forma que adquiere Aqueloo, siguiendo esta lectura, sería comparable a la que Eurípides parece atribuir a Océano. Sin embargo, el adjetivo βούκρανος en el pasaje sofocleo ha sido puesto en duda por muchos editores36, que han optado por recoger una lectura distinta, la que ofrece ya Estrabón (10.2.19) al citar el texto37: ἄλλοτ' ἀνδρείῳ κύτει βούπρῳρος, “en otra ocasión, de frente taurina38 con torso humano”. Atendiendo a estas correcciones, el aspecto de Aqueloo descrito por Sófocles correspondería, como hemos señalado, a algunas de las representaciones iconográficas de mediados del s. V a. C. Parece significativo que Estrabón y Filóstrato, al citar y comentar el pasaje sofocleo en relación al verdadero aspecto de Aqueloo, contradigan la lectura que nos ha llegado a través de los manuscritos y recojan un adjetivo más específico como es βούπρῳρος, “de frente taurina”, en vez de βούκρανος, “de cabeza de toro”. Esto indicaría que desde tiempos antiguos la caracterización de un río con el adjetivo βούκρανος no se correspondería exactamente con la imagen que se tiene de él.
Para determinar el significado real de ταυρόκρανος en el pasaje de Eurípides, las representaciones iconográficas de Océano39 ayudarían mucho, pero, desgraciadamente, se conservan muy pocas y de ellas su aspecto no es totalmente antropomórfico solo en tres, en las que este dios forma parte de la procesión de las bodas de Tetis y Peleo40: las tres lo representan como un ser híbrido; las dos primeras con el torso y el rostro de un hombre barbudo y la parte inferior del cuerpo en forma serpentina. La primera imagen le añade un cuerno41. La tercera, que pertenece al conocido vaso François42, desafortunadamente está muy deteriorada. Además de una inscripción con el nombre de Océano y las vueltas de lo que parece ser una cola serpentina, solo se conserva una oreja y el contorno del cuello de aspecto taurino. Se desconoce si el rostro era humano o de toro, pero su cuello, que incluye parte del cabello, es en forma de toro, cosa que no encontramos en los otros dos vasos.
Parece claro que avanzando el tiempo la tendencia es representar a este dios de manera cada vez más antropomorfa, eliminando sus características monstruosas o animales, hasta quedar, finalmente, como un anciano barbado. El hecho de que en sus representaciones más antiguas tenga cola serpentina y, por lo general, cuernos, aúna un doble aspecto de Océano como origen del mar, pues los seres marinos (por ejemplo, Tritón o Nereo) suelen tener esa primera característica, y como padre de todos los ríos, cuya imaginería los hace astados. Curiosamente, el vaso François parece incluir un aspecto más taurino, no solo reducido a los cuernos, y quizá Eurípides habría recogido con el epíteto ταυρόκρανος ese aspecto, si consideramos que incluye el rostro y que no estamos ante una especie de sinécdoque. Sin embargo, habría eliminado ya la cola serpentina, como sucede en las representaciones posteriores; podríamos estar ante el reflejo literario de un estadio intermedio en la imagen del dios.
Me parece muy probable que Eurípides no hubiera pretendido describir a Océano de la misma manera que a un río, sino introduciendo algún tipo de variante que lo diferenciase de ellos, pues Océano es el río de agua primordial, no un río cualquiera sino el padre de todas las aguas. Pero, por esta circunstancia, su descripción debería también recordar en cierta manera a la de los ríos, no quedar desvinculada de ella. Y probablemente lo consigue a través de esta representación justo a la inversa que la del resto de ríos: mientras el cuerpo es humano, su cabeza completa es de toro. Le otorgaría un aspecto más animal y primitivo, quizá con la intención de resaltar su carácter primordial y su mayor poder y fuerza por ser la fuente de todas las aguas. Su representación de Océano, por tanto, no es tan antropomórfica como veremos que es la de Esquilo, pero a través de la metáfora según la cual está rodeando con sus brazos la tierra, queda, en cierta manera, humanizado.
En la tragedia Prometeo Encadenado Océano es un personaje activo: interviene en una única escena, no demasiado larga (vv. 284-396)43, donde mantiene una conversación con el protagonista para ofrecerle su compasión y ayuda intercediendo por él ante Zeus. Prometeo rechaza su oferta, por lo que Océano se marcha. En las primeras palabras que Océano pronuncia, tras indicar el largo camino que ha recorrido, destaca el parentesco que le une a Prometeo como uno de los motivos de su presencia y apoyo (vv. 288-297):
Por tus desdichas, sábelo bien, me duelo contigo. Pues a mí, creo, el parentesco así me obliga (ξυγγενὲς οὕτως / ἐπαναγκάζει), y aparte del linaje, no hay nadie a quien yo rindiera mayor respeto que a ti. (…) Pues no dirás nunca que tienes un amigo más leal que Océano.
Como poco antes ha hecho el coro de oceánides, Océano muestra su compasión a Prometeo. Lo primero en lo que insiste es que lo hace por el parentesco que comparten. Prometeo, según la versión más extendida, que es la que transmite la Teogonía de Hesíodo (vv. 507-510), es hijo del titán Jápeto, uno de los hermanos de Océano, y de la oceánide Clímene, por lo que sería a la vez sobrino y nieto de Océano. Sin embargo, Esquilo ofrece otra versión, quizá una innovación propia, que hace que Prometeo sea hijo de Temis, identificada con Gea (v. 209-210)44, por lo que sería hermanastro de Océano, al compartir ambos a Gea como madre. Por otro lado, además, el trágico menciona en los vv. 559-560 que la esposa de Prometeo es una oceánide, lo que lo hace también yerno de Océano. Sea como fuere, son estos fuertes lazos familiares los que justifican principalmente la presencia de Océano y, por supuesto, del coro formado por oceánides.
Es curioso que, cuando Océano menciona su parentesco, utiliza el verbo ἐπαναγκάζω, que implica la idea de “deber” e “imposición”, pero también de “necesidad lógica” y “ley natural”45. Así, parece que Océano ofrece su ayuda a Prometeo como un deber, pero también como algo lógico y natural debido a sus lazos familiares. Esta afirmación, que por sí sola podría parecer casi descortés, viene matizada por las siguientes frases en las que Océano expresa su sumo respeto por Prometo y su sentimiento de leal amistad hacia él. La respuesta de Prometeo, que encadena varias oraciones interrogativas, suena sorprendida e, incluso, incrédula (vv. 298-303):
¡Ea! ¿Qué es esto? ¿También vienes tú como observador de mis desdichas? ¿Cómo te has atrevido (ἐτόλμησας), abandonando la corriente de tu mismo nombre y las cuevas naturales de abovedada piedra, a venir a esta tierra madre del hierro? ¿Has venido a contemplar mi suerte y a compadecerte de mis males?
Las palabras de Prometeo hacen evidente una disociación entre Océano como río que circunda la tierra y como personaje mitológico con forma humana: Océano ha abandonado momentáneamente su propia corriente, donde se supondría que reside de manera permanente, para acudir junto a Prometeo, lo que, sin embargo, no parece tener ninguna consecuencia negativa. El trágico implica en estos versos una separación entre Océano como dios y la corriente acuática, que de ser el elemento natural que representa habría pasado a ser su dominio. Esta disociación la encontramos también, lógicamente, en las representaciones iconográficas, cuando, por ejemplo, lo sitúan en las bodas de Tetis y Peleo46. Por su parte, Esquilo, como sucede en gran parte de los vasos, lo imagina ya con forma totalmente humana, o al menos no hace referencia a ningún rasgo híbrido destacable. Océano suele ser representado como un anciano barbado, lo que le confiere un halo de dignidad y sabiduría propias de los dioses más antiguos, y, aunque Esquilo no hace ninguna referencia directa a ello, a partir de las palabras que pone en boca del propio Océano se desprende la idea de su ancianidad47: en los primeros versos que pronuncia habla de la largura del camino que ha recorrido (v. 284), dando a entender cierto esfuerzo o fatiga, camino que, sin embargo, las oceánides han recorrido con rapidez (vv. 129-132). Ese cansancio que le ha provocado el viaje se confirma cuando, al abandonar la escena, Océano dice que el animal que tira de su carro, que en cierta manera comparte sus pensamientos (vv. 286-287), volverá gustoso a su cuadra para descansar (vv. 395-396). Además, el propio Océano señala que sus consejos pueden parecerle a Prometeo anticuados (v. 317), lo que resaltaría su estatus de dios antiguo, de las primeras generaciones.
Por otro lado, Océano entra a escena en un ampuloso carro48 tirado por un animal híbrido, un ave cuadrúpeda (vv. 286 y 395), a la que conduce con su mente (vv. 286-287). La identificación de este animal se ha discutido mucho49: los comentaristas antiguos lo identifican con un grifo, mitad águila y mitad león, hipótesis que ha convencido a muchos estudiosos, pero otros proponen que se trate de un hipogallo, mitad caballo y mitad gallo; por otra parte, también se ha contemplado la posibilidad de que sea Pegaso o, incluso, un hipocampo, a lomos del cual suelen aparecer varias divinidades marinas en la iconografía.
Sea el animal que sea, la imagen de Océano conduciendo con su mente el carro tirado por este fantástico ser es importante en su caracterización, pues ayuda a conferirle ese aire de dignidad como dios sabio y antiguo. Sin embargo, también ha sido interpretada como una especie de ridiculización irónica del personaje50. El papel de Océano en la tragedia parece, en una primera lectura, el de anciano consejero y maestro (διδάσκαλος, v. 322) que representa la sabiduría tradicional: habla con máximas y expresiones gnómicas (vv. 309, 319-320, 323, 378 y 385) y recomienda prudencia y diplomacia (vv. 327-330). Pero, en un análisis más profundo, se perciben ciertos detalles cómicos e irónicos que acabarían convirtiendo a Océano en el prototipo de falso amigo51, que ha ofrecido su ayuda por cortesía y que, en cuanto considera que la situación puede perjudicarle, se marcha. Así, cuando Prometeo le dice que, si intenta interceder por él ante Zeus, podría ganarse la enemistad de este y resultar castigado, Océano abandona la escena de manera precipitada tomando a Prometeo como ejemplo, lo que contrasta con su aparatosa entrada. Por lo tanto, el que entra a escena presentándose como maestro, sale de ella tomando a Prometeo como tal (διδάσκαλος, vv. 373 y 391). Para esta caracterización psicológica de Océano parece importante también el uso del verbo τολμάω, “atreverse”, en varios puntos del diálogo52: mientras el propio Prometeo afirma que él mismo fue el único que osó ayudar a los mortales (ἐγὼ δ' ἐτόλμησ', v. 235), cuando Océano llega a su lado, como hemos visto en el v. 299, le pregunta, con lo que parece un aire de sorpresa, cómo es que se ha atrevido (πῶς ἐτόλμησας) a dejar su sede para acudir junto a él. Sugieren estas palabras cobardía y falta de arrojo de Océano para tomar parte en las disputas divinas53, en este caso enfrentándose a Zeus. Esta acusación se intensifica en el v. 374 cuando Prometeo le dice con dureza a Océano que se ponga a salvo como bien sabe hacerlo, cosa que hace al marcharse y no insistir más en ayudar al protagonista. Y, finalmente, en los vv. 1068-1070 el coro de oceánides, ante la sugerencia de Hermes de que se marchen del lado de Prometeo para evitar la cólera de Zeus, responde que esa actitud aborrecible sería propia de traidores, lo que podría implicar de manera velada una valoración de la conducta de Océano.
La postura neutral y la falta de participación de Océano en los enfrentamientos aparece en varios pasajes de la literatura griega54, pero quizá en el Prometeo Encadenado esta disposición es reinterpretada como cobardía a través de los ojos del protagonista.
No son demasiadas las ocasiones en que Océano aparece mencionado en los tres grandes trágicos, pero nos permiten componer una imagen bastante completa de la visión que de este dios pudieron tener. No tenemos ningún testimonio trágico que siga la versión de Homero, que hace a Océano el origen de todas las cosas, incluidos los dioses, sino que, más bien, parecen seguir a Hesíodo, que le hace padre de las oceánides y de los ríos y, por extensión, de las aguas potables de fuentes y pozos. Así, Sófocles (fragmento 270 Radt) califica a Océano como “padre de las fuentes” a modo de epíteto, y Eurípides (Hipólito 121-124), al hablar de la fuente que nutre Trecén, afirma que sus aguas proceden de Océano.
En cuanto al mar, mientras Homero considera que Océano lo ha generado, Hesíodo no lo hace surgir de él, sino que, personificado en Ponto, lo hace nacer por generación espontánea de Tierra, lo que implicaría que sus aguas no proceden de Océano. Eurípides parece seguir en este punto a Homero cuando en Orestes (vv. 1375-1379) afirma que Océano arremolina las aguas del mar con su movimiento circular, por lo que entiende que están conectadas; podría intuirse también, aunque de manera no tan clara, la conexión entre las aguas marinas y el Océano en el fragmento esquíleo 192 Radt, donde se mencionan unas desembocaduras de Océano. Se ha pensado que podrían ser una alusión a sus fuentes, mencionadas en otros autores, entre ellos Hesíodo y el fragmento 773 Kannicht de Eurípides. Puesto que parece complicado que las aguas de Océano tengan un origen, al ser este el agua primordial, sus fuentes podrían explicarse desde el punto de vista humano como el lejano punto en que el mar conecta con el Océano, es decir, el remoto lugar desde donde podría comenzarse a navegar la inaccesible corriente de Océano (sólo unos pocos privilegiados pueden hacerlo con ayuda de una divinidad).
La visión tradicional de Océano, recogida ya tanto por Homero como por Hesíodo, lo concibe como una corriente que rodea la tierra en un continuo movimiento circular y que, además, marca los límites que la separan de la bóveda celeste y del Hades. Esta idea aparece recogida por Esquilo y por Eurípides en diversos pasajes y fragmentos.
Por otro lado, Eurípides, en el v. 1378 de Orestes, ofrece una representación de Océano como un híbrido entre humano y toro a través del adjetivo ταυρόκρανος, “de cabeza de toro”. La interpretación de este adjetivo ha sido muy discutida, pero, si aceptamos que hace referencia a la cabeza completa, sin excluir el rostro, su aspecto sería muy parecido al del Minotauro. Se trata de una figuración semejante a la de los ríos, aunque a la inversa, pues estos solían representarse como toros con rostro humano. Esto sería bastante coherente, pues con esta imagen de Océano se conservaría la esencia taurina que simboliza la fuerza y fertilidad de las aguas, pero se establecería una diferencia importante entre Océano y los ríos, dado que, aunque este es concebido como un gran río, es el padre de todos ellos, el agua primordial. Esta imagen, descrita por Eurípides y, quizá, dibujada en el famoso vaso François, podría ser el reflejo de un estado intermedio en la iconografía de Océano, anterior a la muy extendida representación totalmente antropomórfica como anciano dios barbado.
Por último, uno de los testimonios más importantes es el del Prometeo Encadenado de Esquilo, pues es la única tragedia que nos ha llegado en la que Océano es un personaje activo; desgraciadamente no se han conservado completas más obras donde pudiera aparecer así, como podría ser el caso de Ínaco de Eurípides. En el Prometeo, Océano aparece con aspecto totalmente antropomorfo y su imagen se disocia de la de la corriente de agua que rodea la tierra: el dios no es aquí su personificación, sino su soberano; Esquilo especifica que la corriente recibe el mismo nombre que el dios, y que es el dominio donde este habita. Esta disociación viene motivada, sobre todo, por evidentes necesidades escenográficas. Pero, a pesar de que tiene aspecto humano, Océano es imaginado por Esquilo con características maravillosas propias de un importante dios, como su carro tirado por un extraordinario animal híbrido y su capacidad de conducirlo con la mente. En cuanto a la caracterización psicológica, Océano parece a primera vista cumplir el papel de consejero, anciano y sabio, representante de la prudencia y los valores tradicionales, como correspondería a un dios ancestral, anterior a los olímpicos. Uno de sus rasgos más característicos ya desde Homero es su neutralidad, pues no toma partido en ningún conflicto humano ni divino. Sin embargo, se ha visto con bastante fundamento que la escena de Océano en el Prometeo Encadenado tiene tintes cómicos e irónicos que, en cierta manera, lo ridiculizan. Las habituales prudencia y neutralidad de Océano se distorsionan y reinterpretan como cobardía y pusilanimidad. Océano recomienda a Prometeo mesura en sus palabras y sometimiento a las nuevas normas establecidas por el reciente soberano, Zeus, a quien él mismo califica como severo monarca que no rinde cuentas a nadie por sus decisiones (v. 324); en definitiva, aconseja evitar el conflicto y mantenerse a salvo. La visión de Océano como un cobarde podría ser una crítica velada de Esquilo a quienes permanecen indiferentes y recomiendan obediencia y pasividad ante un soberano injusto.
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1 C.f. Rudhardt, 1971. Bernabé, 2018.
2 Posteriormente, en los vv. 205-207, Hera explica que Océano y Tetis hace mucho tiempo que están separados, que no conviven como marido y mujer. Se ha visto en esta afirmación el reflejo de un mito babilónico del Enuma Elish que establece el origen de la vida en la separación del agua dulce, encarnada por el dios Apsu, y el agua salada, por la diosa Tiamat. C.f. Bernabé, 2018, 18-20, con bibliografía.
3 Encontramos el agua como elemento primordial, aunque de distintas maneras, en Tales de Mileto (Frr. A 11 y 12 DK), Jenófanes de Colofón (Frr. B 27 y 30 DK), Empédocles de Agrigento (Fr. B 6, A 30 y 49 DK) y Zenón de Elea (SVF 1.29.17). C.f. Bernabé, 2019, con abundante bibliografía.
4 Por ejemplo, las harpías, las grayas, las gorgonas y Equidna; véanse los vv. 265-336 de la Teogonía de Hesíodo. Para una breve comparación entre los descendientes de Océano y los de Ponto: Rudhardt, 1971, 29-33.
5 Esto no es algo presente solo en la mitología griega. C.f. Ballabriga, 1986, 64-65.
6 Por ejemplo, en la famosa descripción del escudo de Aquiles de la Ilíada (18.607-608) aparece Océano ocupando el borde exterior como se supone que rodearía la tierra también por su parte exterior.
7 C.f. Rudhardt, 1971, 77ss. Brioso Sánchez, 1994, 189ss.
8 Por ejemplo, en la Odisea (11.13-22). C.f. Beaulieu, 2016, 26ss. y 54ss.
9 C.f. Lucas de Dios, 1983, 122ss., con bibliografía.
10 Murray, 1950, 79. López Férez, 1995, 267 n. 18. Para un estudio de la imaginería del agua en Hipólito en relación a c.f. Afrodita: Segal, 1965.
12 Pausanias (2.31.10) menciona una fuente en Trecén que permaneció intacta durante una severa sequía que afectó al resto de corrientes.
13 Heródoto 2.21, 2.23, 4.8 y 4.36. C.f. Lesky, 1947, 58-87.
14 Hay muchas dudas sobre si esta tragedia fue escrita o no por Esquilo. Para una panorámica general actualizada sobre el tema con bibliografía anterior: Calderón Dorda, 2015, lxvi-lxxxiii.
15 Al inicio de la tragedia (v. 2; véase también v. 301) se habla de una forma un poco vaga, sin intención de una localización exacta y real, del emplazamiento de Prometeo en la frontera escita, donde el ser humano nunca ha pisado; allí se concebía que estaban los límites septentrionales del mundo conocido.
16 Hesíodo, en su Teogonía (vv. 362-370), establece el número de hijos de Océano y Tetis en un simbólico seis mil, tres mil oceánides y otros tantos ríos, lo que hace que para los humanos sea casi imposible dar el nombre de todos.
17 ἀκοίμητος aplicado a corrientes de agua es un uso casi exclusivo de este pasaje de Esquilo, pues sólo sería comparable en una inscripción tardía (ISide 106.10 s. III d. C.); otra inscripción del mismo siglo que la anterior se lo aplica a las lágrimas, en la idea de un llanto incesante (IG 9(2).317.4 Trica III d. C.). Véase DGE s.v.
18 Homero en Ilíada 18.399 y Odisea 20.65; Hesíodo en Teogonía 776.
19 Sobre esta obra: Lucas de Dios, 2008, 226ss., con bibliografía.
20 Hesíodo (Teogonía 287-294) recoge esta tradición. Por su parte, Estesícoro en la Gerioneida (fr. 185) también sitúa la isla de Gerión en los confines del mundo, pero introduce elementos con los que intenta concretar de manera más realista la localización geográfica: habla del río Tartesos, en el sur de España. Sobre este poema: Rodríguez Somolinos, 1989. Por otro lado, Heródoto (4.8), que intenta racionalizar la geografía mítica, explica que la isla de Gerión estaba cerca de Gadira (Cádiz) y pone en duda que Océano circunde la tierra.
21 Sobre los mitos en que un héroe cruza el Océano: Beaulieu, 2016, 46-57.
22 Sobre esta tragedia en general: West, 1979, 143. Holt, 1992, 52. Sommerstein, 1996, 317. Lucas de Dios, 2008, 343ss., con bibliografía.
23 Ilíada 1.423 y 23.205-206, Odisea 1.24.
24 Para la reconstrucción de la trama completa: Diggle, 1970. Collard; Cropp; Lee, 1995, 195ss. Jouan; Van Looy, 2002, 225ss.
25 Diggle, 1970, 44s. Jouan; Van Looy, 2002, 243s.
26 También mencionan las παγαί de Océano autores posteriores a los trágicos: Calímaco en El baño de Palas (v. 10), Luciano en Podagra (91) y Quinto de Esmirna en Posthoméricas (10.197).
27 Rudhardt, 1971, 75ss. En contra, West, 1966, 247. Diggle, 1970, 103-104. Most, 2006, 27 n. 14. Cassanmagnago, 2009, 932 n. 54.
28 Probable alusión a Hecateo.
29 Heródoto usa el participio del verbo ἄρχω, que significa “empezar”, “tener su principio”.
30 Beaulieu, 2016, 26-32.
31 Eliano (Varia Historia 2.33) dice que los ríos podían ser representados con aspecto totalmente antropomórfico o con forma de toro. También señala que podía darse una mezcla de ambos, generalmente en la imagen de un hombre con cuernos de toro. Podemos destacar, a modo de ejemplo, tres pasajes de tragedia griega donde se menciona el aspecto taurino de un río: el v. 1261 del Ion de Eurípides y los vv. 11-12 y 509 de Traquinias de Sófocles.
32 Para la procedencia de la imagen de los ríos como toros con rostro de hombre: Matz, 1913, 90ss. Probablemente, en época helenística toman aspecto antropomorfo completo, como hombres reclinados, aunque se discute si puede encontrarse esta representación ya en el s. V a. C.: c.f. Säflund, 1970, 122-149. Gais, 1978, 355-361. Ostrowski, 1991, 21. Para una panorámica general del imaginario del agua en los mitos y folclore de diferentes culturas: Martos-García; Martos-Núñez; del Pino-Tortonda, 2019.
33 El río Aqueloo como toro con cabeza humana con cuernos aparece, por ejemplo, en una cratera de columnas del s. V a. C. (Musée du Louvre nº G365). Para las imágenes de los ríos en las monedas: Hamdorf, 1964, 80-83. Jenkins, 1970, 51-60, 165-170, 220-228. Gais, 1978.
34 Rudhardt, 1971, 57 considera que con este epíteto Eurípides presenta a Océano como hombre desde los pies hasta la nuca y toro a partir de ella, pero con rostro humano.
35 La raíz de este segundo elemento -κρανος es la misma que la de κρανίον (“parte superior de la cabeza”, aunque a veces también la designa completa, véase LSJ s.v.), κράνος (“casco”, que en el caso del llamado corintio cubría también el rostro), κάρα (“cabeza”) y κάρηνον (“cabeza”).
36 Por ejemplo, aceptan βούκρανος Dain; Mazon, 1955. Errandonea, 1968. Pero prefieren βούπρῳρος, lectura transmitida por Estrabón, Warmington, 1913. Easterling, 1982, 74-75. Lloyd-Jones; Wilson, 1990. Dawe, 1996.
37 La lectura de Estrabón es apoyada por la paráfrasis del texto de Sófocles que hace Filóstrato en Imágenes (4.1).
38 Easterling, 1982, 74, dado que en un fragmento de Empédocles (B 61.3) aparece el término ἀνδρόπρῳρος como el correspondiente inverso de βούκρανος, considera que este y βούπρῳρος son sinónimos y que no habría ninguna diferencia entre usar uno u otro, aunque no especifica si harían referencia a la cabeza entera, solo al rostro o la parte superior del cráneo y la frente. En mi opinión, hay que tener en cuenta que el contexto del fragmento empedocleo es muy diferente y ambos términos podrían no ser sinónimos exactos, pues no describe a dioses-río ni a Océano, sino a seres híbridos monstruosos de lo más extraño, que en el origen de los tiempos surgieron a partir de las primeras uniones y que, según la Física de Aristóteles (198b29), no sobrevivieron por selección natural.
39 C.f. Cahn, 1994.
40 Tetis, la ninfa marina nieta de Océano, según la Teogonía de Hesíodo (vv. 240-244).
41 Cahn, 1994, fig. 1 y 2. Se trata de dos dinos (vaso globular sin asas, similar a un caldero). La fig. 2 del catálogo, de la que no se ofrece fotografía, no lo representaba astado. Son las imágenes más antiguas conservadas: ca. 590 a. C. Por otro lado, también aparece con un enorme cuerno en una representación bastante más moderna (ca. 380 a. C.) en la que, a excepción de este detalle, su aspecto es totalmente antropomórfico, fig. 5.
42 Cahn,1994, fig. 3 (ca. 580 a. C.).
43 Sobre esta escena: Konstan, 1977. Seidensticker, 1982, 68-69. Dworacki, 1983, 159-165. Griffith 1983, 11-12 y 139-140. Pattoni, 1987, 17ss. Rosa, 1990.
44 En el v. 874 Esquilo llama a Temis Τιτανίς, que generalmente se traduce como “titánide”, es decir, una de las hijas de Gea y Urano, hermana de Océano, tal como recoge Hesíodo en la Teogonía (vv. 132ss.); en este caso, Prometeo sería sobrino de aquel. Sin embargo, se suele interpretar aquí Τιτανίς como “madre de titanes”, por lo que sería una referencia a Gea y no contradiría los vv. 209-210. Griffith, 1983, 240.
45 El verbo tiene la misma raíz que el sustantivo ἀνάγκη, una de las palabras más utilizadas en esta tragedia para denominar la fuerza suprema de la “necesidad” o “destino” al que todos estamos sometidos. C.f. Calderón Dorda, 2015, 10 n. 31.
46 Por otro lado, existen algunas representaciones, aunque tardías, que intentan captar la identificación del dios con la corriente de agua que circunda el mundo imaginándolo como un rostro con larga barba cuyos mechones forman las olas o, incluso, situando el propio rostro del dios sobre la masa de agua como si fuera el mismo rostro de esta. C.f. Rudhardt, 1971, 58.
47 Pattoni, 1998, 198.
48 Las oceánides entran en escena también en carro, pero de una manera más discreta (v. 135). Sobre el posible vehículo o máquina teatral que debió de utilizarse para escenificar la impactante entrada de Océano: Podlecki, 1973. Taplin, 1977, 260-262.
49 Para un detallado estado de la cuestión y la bibliografía pertinente de cada una de las hipótesis de identificación del híbrido: Pattoni, 1998, 181-182 n. 6. Por su parte, ella defiende la posibilidad de que se trate de un hipogallo.
50 Camelli, 1928. Reinhardt, 1949, 44-46. Seidensticker, 1982, 68. Rosa, 1990. Pattoni, 1998, 200 n. 53.
51 Pattoni, 2008, 37ss. Por su parte Griffith, 1983, 139 ve la ironía y comicidad en la figura de Océano, pero considera que su actitud, ante los desplantes de Prometeo, es la esperada, no la de un falso amigo.
52 Pattoni, 2008, 38-40.
53 Acusación reiterada en el v. 331 si se acepta la corrección de Denniston, 1933, 164: πάντων μετασχεῖν οὐ τετολμηκώς ἐμοί, “no osaste participar en todo conmigo”. Para la problemática de este pasaje y sus posibles interpretaciones: Pattoni, 2008.
54 Rudhardt, 1971, 71-72. En la Ilíada (20.7), Océano es el único que no se presenta a la asamblea divina convocada por Zeus por la guerra de Troya. En el fragmento órfico 186 Bernabé (vv. 1-6) y en Apolodoro (1.1.4) se especifica que Océano no participa en el enfrentamiento entre los titanes y Urano. Por otro lado, en la Teogonía de Hesíodo no toma parte en la Titanomaquia, pero favorece discretamente a Zeus enviándole a su hija Estigia (vv. 397-403); quizá con esta idea en mente Esquilo habría hecho que su Océano presuma de estar en buenos términos con Zeus (vv. 338-339).