La leyenda de La niña araña del panteón en Guanajuato, México: de la versión oral del narrador don Luis Marín a los remedos de internet*

The Legend of The Spider Girl of the Graveyard in Guanajuato, Mexico: From the Oral Version of the Narrator Don Luis Marín to the Internet Imitation

GABRIEL MEDRANO DE LUNA

(Universidad de Guanajuato)

gmedranodeluna@hotmail.com

ORCID ID: 0000-0002-6466-1655

ABSTRACT: In this article, I edit and analyze an oral legend that was communicated to me by don Luis Marín (b. 1943), great repository of the oral tradition of Guanajuato (Mexico) in 2018. It is a legend known in the state of Guanajuato as «The Spider Girl», and in other traditions as «The Taxi Driver of the Souls» or «The Driver of the Ghost Woman». It tells how a young ghost asks a taxi driver to take her to the graveyard, which she gets into by climbing up the walls; the taxi driver ends up dying because of the impression produced by that vision. I also analyze other versions: oral, published in the press and published online (in written format and in video format) related to the graveyard of the city of Guanajuato and the nearby city of Salamanca. They are much poorer (especially the Internet versions) than don Luis Marín's oral version. I also refer to the parallels in other Hispanic countries and throughout the world.

KEYWORDS: Luis Marín, Legends, Oral Tradition, Guanajuato (México), cemetery, ghost.

RESUMEN: En este artículo edito y analizo una leyenda oral que me fue comunicada por don Luis Marín (n. 1943), gran depositario de la tradición oral de Guanajuato (México) en 2018. Es leyenda conocida en el estado de Guanajuato como La niña araña, y en otras tradiciones como El taxista de las ánimas o El conductor de la mujer fantasma. Narra cómo una joven fantasma pide a un taxista que la lleve al panteón, en el que ella ingresa trepando por las paredes; el taxista acaba muriendo por causa de la impresión que le produce aquella visión. Analizo además otras versiones: orales, publicadas en la prensa y publicadas en internet (en soporte escrito y en soporte de video) relativas al panteón de la ciudad de Guanajuato y de la cercana ciudad de Salamanca. Son mucho más pobres (sobre todo las versiones de internet) que la versión oral de don Luis Marín. Me refiero también a los paralelos tanto del ámbito hispánico como de otras procedencias.

PALABRAS-CLAVE: Luis Marín, leyenda, tradición oral, Guanajuato (México), cementerio, fantasma.

EL ARTE NARRATIVO DE DON LUIS MARÍN (GUANAJUATO, 1943)

La tradición oral de la ciudad de Guanajuato y del estado de Guanajuato es, todavía hoy, de una calidad excepcional. Pese a que he publicado ya unos cuantos trabajos relativos a ella, algunos a título personal1, y otros en colaboración con el profesor José Manuel Pedrosa2, es muchísimo más lo que queda por hacer que lo que se ha hecho para registrarla y estudiarla. Espero (y esperamos) ir dando entregas próximas, que intenten hacer justicia a la calidad de tan excepcional patrimonio como el que está vivo, aunque ya en declive, porque la globalización y la cultura de masas, que empobrecen y uniformizan, avanzan con paso firme también aquí, sobre todo entre los jóvenes de los núcleos urbanos.

En este artículo presentaré unas cuantas versiones de una leyenda que en esta tradición es conocida como La niña araña. Como apreciaremos, otros estudiosos le han dado otros nombres. En México, Mercedes Zavala la ha llamado El taxista de las ánimas. En España, José Manuel Pedrosa le ha dado el título de El conductor de la mujer fantasma. Este tipo de relato tiene, en nuestra tradición, singularidades que no se encuentran en las demás tradiciones, hispánicas e internacionales, lo que hace particularmente interesantes las versiones guanajuatenses.

Por encima de todas las versiones que hasta ahora he podido documentar destaca la calidad increíble, sin parangón ni aquí ni el resto del mundo, conforme a lo que he podido averiguar, de la versión que pude filmar a don Luis Marín el día 23 de noviembre de 2018, en una entrevista que hice en su casa del barrio de Marfil, en la ciudad de Guanajuato. Aquella filmación se enmarca en un proyecto de gran alcance, que iniciamos el profesor José Manuel Pedrosa y yo en 2017, para recuperar el asombroso repertorio de cultura oral y popular de don Luis.

Esa fabulosa versión oral va a ser, obviamente, el punto de partida y al mismo tiempo de referencia de este trabajo. Pero además, después de la versión de don Luis, transcribiré o reproduciré las demás versiones que he podido documentar entre otras personas y en otros lugares de Guanajuato, para que se pueda apreciar la tradicionalidad de esta leyenda en nuestro estado. Y para que se pueda valorar, además, la inmensidad de las dotes de narrador de don Luis, ya que su versión es muy superior a cualquier otra, en todos los aspectos. Advierto ya que el contraste entre la versión de don Luis y las que están siendo publicadas en la prensa escrita y en internet es particularmente dramático, y demuestran la pobreza y la falta de creatividad del neofolclore que hoy circula en internet. Todas las páginas de internet consultadas y citadas en este trabajo estaban disponibles el 11 de abril de 2020.

Daré, para empezar, unas referencias sobre el narrador, don Luis Marín Rodríguez, nacido en Guanajuato el 21 de enero 1943, y pleno hoy de sabiduría y de experiencia. El primer encuentro que tuve con don Luis fue a finales del año 2005. Él era trabajador contratado por mi llorado amigo Virgilio Fernández del Real (1918-2019), médico español exiliado en México, y personalidad de las más ilustres de las que cruzaron el océano a raíz de la victoria del dictador Franco sobre la legítima República española. Virgilio había fundado en el año 1997 la Casa Museo Gene Byron, que atesoraba y sigue hoy atesorando casi toda la obra de su difunta primera esposa, pintora, escultora, orfebre, artista y actriz canadiense de gran prestigio. Y hasta allí acudí por entonces para solicitar el acceso, con fines de investigación, a la exquisita colección de juguetes de hojalata que Gene y Virgilio habían ido adquiriendo a lo largo de los años. La amistosísima recepción de Virgilio abrió unos horizontes insospechados a mi investigación y me permitió hacer nuevos amigos, entre los que se encontraba el artesano de la hojalata don Ramón Suárez, quien durante muchos años elaboró lámparas, candelabros, candiles y un sinfín de piezas de cobre, latón y alpaca conforme a los diseños de Gene Byron.

En cada ir y venir al Museo solía tropezarme y platicar con don Luis Marín, que era el encargado de cuidar el jardín y de dar mantenimiento al inmueble. Él sabía todos los secretos de aquella casa, recordaba cómo había sido levantada de las ruinas por Gene y por Virgilio, conocía al detalle las vidas de quienes allí vivieron, recordaba a muchos de los que por allí pasaron. Don Luis es además memoria viva del barrio de Marfil, y puede decirse también que de Guanajuato y de sus cercanías.

Hubo un día en que, ya cerrado el Museo, me quedé escuchándole platicar, y empecé a tener conciencia de las impresionantes dotes de don Luis como narrador. Busqué que se repitiesen aquellos encuentros, y el gentil don Luis fue recordando, ante mis oídos maravillados, su infancia, su adolescencia, sus trabajos, las vidas y las anécdotas de sus familiares y conocidos, y los relatos que cada cual y en cada tiempo le contó.

Mis sesiones de trabajo sistemático con él no se iniciaron, sin embargo, sino en el año 2017, cuando propuse al profesor José Manuel Pedrosa, durante una estancia suya en Guanajuato, que conversásemos y entrevistásemos a don Luis. Fue a partir de aquel momento que la memoria de don Luis se abrió como un torrente, y que iniciamos, con la colaboración también de la cineasta Pilar García Elegido, una labor más sistemática de filmar a don Luis mientras desgranaba sus casi infinitos relatos y sus recuerdos. En los años 2019 y 2020 yo mismo he seguido trabajando de manera muy intensa con don Luis, cuyo caudal de relatos no da signos de estar próximo, ni mucho menos, al agotamiento.

Aunque preparo, en colaboración con el profesor José Manuel Pedrosa, una serie de monografías que irán fijándose en relatos y en ciclos de relatos específicos entre los recordados por don Luis, me propongo dar en esta ocasión un avance que permita al lector interesado en la narrativa oral mexicana y panhispánica en general tener un primer contacto con el fabuloso repertorio de este narrador. Para ello, he seleccionado los relatos relacionados con panteones, que son especialmente queridos para nuestro narrador, porque algunos de sus familiares habían sido pantioneros3, y porque, cuenta él, desde niño solía visitar a aquellos familiares en los cementerios, por lo que la cuestión de los muertos y aparecidos no le causaba mayor complicación: «todos los panteones tienen su historia, todos los panteones». Don Luis cree, de hecho, que el «alma sale derechito al cielo, y el espíritu es el guardián de tus restos, es el guardián que nos comunicamos entre los muertos, somos el espíritu que andamos entre todos los panteones». Esa es una de las muchas lecciones que con el paso de los años he aprendido de él.

LA NIÑA ARAÑA: LA VERSIÓN ORAL DE DON LUIS MARÍN

Transcribo a continuación la versión que me comunicó don Luis Marín, en una entrevista que fue filmada en su casa del barrio de Marfil, en Guanajuato, el día 23 de noviembre de 2018. Esta versión filmada estará accesible en breve en el portal del Corpus de Literatura Oral de la Universidad de Jaén, que dirige el profesor David Mañero. En ese portal se pueden encontrar ya cuatro versiones narradas por don Luis del cuento de El pintor engañado (Don Pitas Pajas)4.

El relato cuya transcripción está a punto de conocer el lector es, como se apreciará, un prodigio de dominio del arte verbal, de memoria, de creatividad. Insisto en que entre las muchísimas versiones hispánicas e internacionales que conozco (que son muchas; más tarde daré algunas referencias), esta es, sin duda, la más extensa, rica en detalles, dramática, emotiva:

¿Sabes la historia que se dice de La niña araña? La niña araña. Le pidió, le pidió… La encontró un taxista en el centro, una niña de ocho, nueve años, a la niña.

Y le dijo la niña, le dijo:

—Mire —dijo.

—Señor —dijo, dijo:

—Hágame favor de llevarme a mi casa —dijo—. Mire, mis papás, mi familia le va a pagar bien —dijo—, le va a pagar bien.

Hay cosas que le contestaba la niña y cosas que no —dijo.

—Sí —dijo—, súbete.

Era un taxista bueno, ¿no?, un taxista bueno. Dijo:

—Súbete —dijo—. Yo te llevo —dijo—. ¿Para dónde?

—Aquí rumbo al Cerro Trozado —dijo—, por ahí vivo —dijo—, lléveme.

Cuando ya iban en la Calzada y del panteón pa rriba, le dijo:

—Mire, ¿puede meterme de para allá? —dijo—, exactamente pal lao del panteón.

Pero no las preguntas que él le hacía le contestaba —decía.

—Mira —dijo—, tú eres una chamaquita —dijo—, con este friyazo.

Porque creo que jue como en diciembre, enero.

—Con ese friyazo y tú solita en la calle, y es muy noche —dijo—. Ya pasan de las once —dijo—; mira, la gente ya a pasa a recogerse, ya las calles están solas —dijo— ¿Qué haces tú por acá?

Y dice que muchas de las palabras que le decía, no le contestaba la niña, ella.

Y venía sentadita atrás, no se jue con él, venía sentadita atrás.

Cuando ya llegaron allá a la Calzada que le dijo:

—Mire, entre para allá —dijo.

—¿Ah, sí? —dice— ¿cómo no? —dijo.

—Aquí parece.

No llegó al portón del panteón, sino on tan los muros: es un panteón que tiene sus muros altísimos, y que le dijo espéreme.

Y esa plática la supe hace poco, muy reciente, ya cuando, cuando la nueva tecnología. Entós que le dice, dice:

—Mire, aquí espéreme —dijo—, y orita le hablo a mis familiares pa que venga a pagar.

—Sí, ándale.

Que se quedó parao allí.

Cuando la niña salió del carro, pero como una araña, que se iba pegando… Pero así por segundos, la niña se fue pegando en los muros altísimos y traspasó hasta el otro lado, lo que era el panteón.

Jue cuando él, pues todo aquello se dijo:

—¿Cómo puede ser? ¿Cómo puede ser que una niña escale? Y un muro que no había escalones, un muro liso de piedra así —dijo—, ¿y cómo subió tan rápido? —dijo—.

Si esto fue la niña, fue la niña que vi este espanto, esta cosa que me puso de nervios me asustó —dice—; pos ora que salgan sus familiares —dijo—.

Porque yo sé ónde están.

Se imaginó luego la niña.

Entonces ese, dicen que fue tanta su desesperación que se dio de reversa. Salió de reversa y se topó con un amigo, un amigo dél y le contó todo.

¿Qué es lo que hace el amigo? Pos burlarse del [él]: le dijo, dijo:

—Mira, me pasó esto —dijo—; una niña, una niña, una niña como así fuera una arañita, una niña normal —dijo—. Mira, se pegaba en la pared y entró pal panteón.

¿Pos quién le iba a creer todo aquello? Solamente él se la creyó, pero todo. Pero otro amigo que le dijo:

—No, mira, yo te veo en muy malas condiciones —dijo—, mejor mira.

Porque él no era dueño del carro, no era dueño del carro, era chofer del carro, del carro de sitio. Entonces dijo.

—Mira, habla con el patrón, para que, pos ya es noche, a ver si encuentra un chofer —dijo—. Porque yo no te veo bien, mira nomás cómo tiemblas —dijo.

—No, es que yo también tengo necesidad, tengo que trabajar. Pero es que a mí me da miedo —dijo—. Que era una niña —dijo—. Era una niña. Pero tengo miedo.

¿Sabes cuál era su miedo de este hombre? Se lo comunicó a sus amigos, el miedo era que saliera no la niña, sino que salieran sus familiares a pagarle.

Y ver si la niña le asustó, sintió temor, al ver la niña que escalaba los muros tan altísimos… Pos cuando salieran los familiares a pagale —dijo.

—Va a salir su familiar, su papá, su mamá, que probablemente, que, con suerte, están también ahí adentro —dijo—. No me morí de susto de ver a la niña, sino me voy a morir de susto de ver a sus familiares.

Entons dice que le dijo aquel, que le dijo su amigo —dijo.

—Mira, habla con el patrón —dijo—. Yo te veo mal, mira cómo tiemblas — dijo—, y así manejando en la noche —dijo—, vaya a pasar un accidente.

Dijo:

—No, pero yo tengo necesidad, tengo necesidad de trabajar —dijo—, pos si yo tengo que arrimarle que comer a mi familia —dijo—. Y si le hablo al patrón, pues me va a pasar lo que tú estás haciendo conmigo, que te estás burlando de mí.

Dijo:

—No, aquel sí se está burlando de ti, pero yo no —dijo—. Eso te pasó a ti y yo sí te creo —dice—; te creo porque las condiciones que estás —dijo—, mira cómo tiemblas —dijo—. Te vaya a pasar un accidente.

Entonces dice este, la necesidad lo obligó a seguir en la noche. Pero taba tratando de hacer lo imposible, lo imposible por salir por ese rumbo, por salir por la Calzada ahi del panteón y llegar a Rocha.

Todos los viajes que le salían tenían que ser fuera, rumbo a Valenciana, Santa Cecilia, La Presa, incluso aquí, a Marfil, pero no por allí.

Entóns dicen que según se cree que este levantó un familiar de la niña. Pero dice que, por ahi de la fábrica de los Hernández, ahi levantó un familiar, y que le dijo:

—Lléveme, pero nunca le dijo [adónde] —dijo—. Voy, voy, voy precisamente aquí adelantito —dijo—, a recoger una familia, le dijo, voy aquí a Banqueta alta.

Pues se animó —dijo:

—Súbase.

Porque sabía que no iba a ganar pa allá. Que iba a ganar por rumbo a la Banqueta alta pa llegar onde era la Ford —dijo.

—Aquí damos vuelta aquí por Cantador.

Pero cuando ya estaba arriba jue cuando cambió de parecer aquella persona y que le dijo —dijo.

—Mire —dijo—, primero voy a recoger otras personas —dijo—, ¿me hace el favor?

Pero amable. Pero aquella persona era una dama, una dama que se le hizo sospechosa también a él. Porque él sospechaba de todo lo que se subía allí, de ahí pa delante sospechaba de todos.

Antes de subirlos a su coche, lo miraba de arriba abajo, pero los miraba normales; así, esa señora la subió porque primeramente la inspeccionó, le preguntó ónde iba y todo; pero esta le dijo:

—Voy aquí a la Banqueta alta, lléveme.

Ya por el rumbo, cuando ya llegaron aquí, jue cuando le dijo:

—Voy a recoger otra gente aquí a la Calzada, aquí para arriba, para aquí para arriba.

Y ya trepada arriba y que se le vino a la mente —dijo.

—¿No serán familiares?

Hasta cuando ya llegaron allá, cuando ya llegaron precisamente cuando iban para agarrar lo que es, lo que es para agarrar la entrada al panteón.

Estamos hablando del frente no por onde están las momias, por el lado del frente, no por la parte de atrás, por enfrente, que le dijo, allí sí le dijo, dijo:

—Mire, si gusta, si gusta llevarme para allá —dijo—, y si no me puedo bajar yo aquí —dijo—, porque fíjese que dejé mi monedero en mi casa —dijo—, y parece que yo le debo unos centavos.

Dijo:

—¿A mí? usted no me debe. Si apenas la acabo de subir.

Y ya había tenido aquella experiencia —dijo.

—No —dijo—, es que yo tengo que pagarle, no se mueva, aquí espéreme —dijo—. Si no quere subir, espéreme.

Porque sintió que aquel ya no quería caminar, ya no quería meterse para allá.

Dijo:

—Aquí me espera —dijo, dijo—, que le va diciendo: yo soy la mamá de la niña que, de la niña que le echó el viaje —dijo—, yo quero pagarle, nomás que dejé mi monedero en mi casa.

Dijo:

—¿Cuál casa?

—Allí tengo muchos familiares, adentro.

No, dicen que este hombre, este hombre le dio de reversa.

Pero todo a la vez, vio a la mujer también que hizo lo mismo, pero dicen que la niña iba pegada y esta no; dice que nomás la alcanzó a ver porque no quería pegarle a nadie atrás; así, porque este le dio de reversa al carro.

Pero la vio cuando pegó, dice como si fuese un brinco, un chapulín, una cosa como que brincó así pa rriba, algo que se levantó, así pa rriba. Desapareció, vio algo que se levantó así arriba, no la vio que se pegara.

Dice que fue tan fuerte la desesperación, que se pegó allí en la parte del muro, el muro contra allí, en aquellos entonces todavía no rebajaban allí onde están unas casitas enfrente, luego. Dicen que ahí jue y se estrelló este hombre, el chofer ese.

Y todo el que platica, es sabido porque ese hombre se mató allí, allí se mató, allí. A la hora que dio la vuelta, allí se mató, la desesperación lo mató, allí se mató.

Y esto lo narran sus amigos, no él; él narró al amigo que se burlaba y al amigo que le aconsejaba que dejara el carro. El jue el que le decía, porque todavía todo esto le comunicó a su amigo, porque él no quería salir solo, no quería salir solo —dijo.

—Mira me sale un viaje para acá.

—Pos échatelo, échatelo, ándale.

Tú sabes que onde están todos los sitios que estaban en aquellos entonces. Ahí juera del mercao, van agarrando corte según los que van saliendo, le toca así para que todos tengan trabajo.

Entonces ahí estaba, y la mujer allí se subió. Y a la chamaquita también la subió, pero en la calle, y ahí jue onde subió a la mujer. Pero nadien vio, nadien vio a la mujer más que él, pero sí le dijo al amigo, dijo:

—Mira, voy a echar un viaje.

Pero creían que iba a levantar a una persona más adelante, ¿eh? Pero había una cosa muy sospechosa; tú sabes de antemano que el chofer pocas veces se baja para manejar y allí hace el trato: «¿Ónde la llevo? ¿Cuánto le cobro?», y todo.

Sino que uno de los mismos amigos, de que ya había platicado la historia, dicen que ese vio algo anormal, no vio a nadie, pero sí oyó que sonó la puerta de atrás. Cuando este dijo, porque aquel no se había bajao —dijo.

—Ah, caray, pos si yo no vi a nadie —dijo—, lleva a alguien, pero si yo no vi a nadien —dijo—, subió a alguien.

Y él les avisó que iba a llevar una persona; pero nadien de los que estaban allí vieron, oyeron cuando el portazuelazo que se subió a alguien.

Pero no habían visto a nadie, hasta la calle ya estaba solitaria, ya más noche ya estaba todo solitario —dijo.

—Nadien se subió, no, yo no vi a nadie —dijo.

—Pos si acaba de platicarnos lo que le pasó con la niña, no vaya a ser la de malas que, de vuelta a levantar a la misma niña, no —dijo—. Pos si quiera era una señora; llevaba una señora, pero no pa llá, que pa la Banqueta alta.

Cuando les van comunicando que allá en la mera Calzada se había estrellado, y le dijeron, pos que empezaron a comunicar los taxistas que pasaban por allí, decían:

—No, fíjate, aquel se estrelló, se mató —decían.

—Pero ¿por qué?...

Pues como te digo, no todos tienen ese don, el don. Lo único que no me parece, es que hay este tipo de accidentes, que participe el espíritu para que le quita la vida a alguien.

Pero ellos no se la quitaron. Fue la cobardía de uno mismo.

Si aquel hubiera tenido un tiemple diferente, pues que, me espero a que me pague o sencillamente me voy tranquilo, le echo el viaje gratis. Pero aquel [por] la desesperación, tratar de huir lo más que se pudiera allí, fue lo que le causó la muerte y la cobardía.

Porque hay gente que se le… se le atora, hay gente que le atora a aquellas, aquellas figuras, a aquello que ven, imágenes que ven, hay gente que le atora, pero hay que tener [tiene] mucho valor y hay gentes que corren, sencillamente.

LA NIÑA ARAÑA DEL PANTEÓN: LA TRADICIÓN ORAL DA EL SALTO A INTERNET

La leyenda de La niña araña tiene cierto arraigo en el folclore de la ciudad de Guanajuato, y hay quien la asocia al Panteón Municipal de Santa Paula, que está en la ciudad. Como enseguida veremos, otras personas sitúan en el Panteón de las Flores de la ciudad de Salamanca, que se encuentra a sesenta y seis kilómetros de la capital Guanajuato, a la mujer fantasmal que pide a un taxista que la lleve hasta su morada.

Entre las metamorfosis más sorprendentes de las versiones ambientadas en la ciudad de Guanajuato está la que la ha llevado a ser la materia de un video, bastante pobre y rudimentario, que con una solemne voz de fondo y unas lúgubres imágenes en colores sombríos, se puede ver en internet desde el año 20185. El que haya en YouTube un video sobre La mujer araña de Guanajuato debemos considerarlo un fenómeno seguramente notable, porque es de suponer que el video estará actuando ahora como motor centrifugador de versiones que se estarán difundiendo, a su vez, en la tradición oral de la ciudad. El neofolclore de internet tiene una gran capacidad para la intromisión en la cadena de la tradición, y es seguro que este video está funcionando ya dentro de ella.

No es una influencia de ningún modo ejemplar ni positiva: quien lo vea en la pantalla apreciará que la extensión, riqueza y calidad en general de la versión del video son muy inferiores a las que nos regaló de su propia voz don Luis Marín. Y en general a las que pueden obtenerse directamente de la voz de muchos narradores tradicionales o «de oído», aunque no estén tan cualificados como don Luis. Es muy destacable que en la versión del video (y en todas las demás, salvo la de don Luis) falte toda la segunda sección, la de la visita del familiar fantasma de la niña al taxista, previa a su muerte.

Transcribo literalmente el discurso que pronuncia la voz que habla en el video:

Un taxista trabajaba una noche fría. Cuando al pasar por la calle de Tepetapa, pudo observar la silueta de una pequeña niña de diez años totalmente sola. El taxista, extrañado, se detuvo junto a ella después de que le hizo la parada.

La pequeña subió al vehículo, y le pidió llevarla a casa con sus padres por el panteón de Santa Paula. Ahí le dijo al taxista que sus padres pagarían el pasaje, a lo que accedió el hombre con ciertas dudas y miedos.

Al llegar el taxista, y al no ver ya a la pequeña, se fijó por el espejo retrovisor y buscó la imagen de la niña con la intención de saber a qué casa se metía a esas horas.

Fue ahí, cuando vio, como la pequeña silueta de la niña trepaba la pared del panteón, emulando los movimientos de una araña. De pronto, la niña voltió totalmente la cabeza y miró fijamente al taxista con unos ojos que se habían tornado rojos.

Luego brincó la pared hacia el panteón.

El conductor del taxi nunca se imaginó que aquella noche sería la última que viviría. Pues el taxista murió de un infarto fulminante, no sin antes alcanzar a narrar lo que había ocurrido a su base.

LA NIÑA ARAÑA DE SALAMANCA: UNA VERSIÓN ORAL

Aunque es un fenómeno cuyos alcances estoy investigando todavía, resulta que en la misma ciudad de Guanajuato, y también en la propia Salamanca, y en otros lugares, hay personas que localizan el encuentro entre la mujer fantasma y su taxista no en las cercanías del panteón de Guanajuato, sino en el panteón de la vecina ciudad de Salamanca. De hecho, hay motivos para suponer que las versiones de la leyenda de La niña araña del panteón de Salamanca está sacando ventaja y se están difundiendo más que las versiones de la leyenda de La niña araña del panteón de Guanajuato.

El día 3 de marzo de 2020 me confió, en la ciudad de Guanajuato, una versión oral Claudia Lizeth Mercado López, de veintiséis de edad y nacida en la ciudad de Salamanca. Me expresó que la historia se la narraba su abuela Consuelo desde niña y también que la escuchaba en la primaria, cuando referían leyendas de Salamanca.

Se apreciará que es una variante mucho más breve y mucho menos rica en detalles que la de don Luis Marín. No se encontrará aquí, por ejemplo, la sección final que aparecía en el relato de don Luis, la de la visita al taxista de un familiar fantasma de la niña sobrenatural. En cualquier caso, es una versión mucho más rica en detalles e interesantes que cualquiera de las que he localizado en internet:

Esta leyenda comienza con un taxista que estaba en el centro de Salamanca. Una niña le hace la parada al taxi.

Para esto eran como las diez de la noche y el taxista se sorprende de ver a una niña sola en el centro a esa hora. Entonces se detiene y amablemente le dice:

—¿Para dónde vas?

Y ya, la niña dice:

—Voy para… Justo al lado del Panteón de las Flores, ahí están mis papás esperándome, es que no pudieron llegar por mí.

Entonces, este, ya van por la ciudad hasta llegar al Panteón de las Flores. Que del centro al Panteón deben ser unos treinta minutos, de veinticinco a cincuenta minutos aproximadamente.

Entonces el taxista estaba como… Bueno, así es la leyenda, de que estaba tratando de hacer sentir en confianza a la niña, porque ya era una alta hora de la noche y ella estaba sola. Entonces iba… No sé, como tratando de hacerle platica. Pero la niña era muy cortante, así que el taxista dijo:

—Bueno, no la voy a molestar.

Entonces van en todo el camino por todo por la ciudad. Llegan al Panteón de las Flores, se estaciona justo enfrente del panteón y él se queda esperando a que la niña cruce la calle, vaya a su casa y que sus papás abran la puerta.

Pues para que él vea que llega, que llega bien a la casa.

Y entonces la niña cruza la calle y llegando justo enfrente del panteón, se queda como viendo hacia los lados y empieza a trepar la barda, que es una barda alta, empieza a treparla como [araña].

Pues la historia, la leyenda se llama La niña araña.

Empieza a treparla, y la trepa de una velocidad pues algo fuerte. El taxista se queda impresionado, y este… Pues él empieza a sentir como una… pues mucho miedo y desesperación.

Entonces va al IMSS [Instituto Mexicano del Seguro Social], que estaba, que esta como una cuadra o dos cuadras después del panteón. Y les dice que está sintiendo un dolor muy fuerte en el corazón.

Que acaba de tener una [mala experiencia]… que acaba de ver algo que lo sorprendió muchísimo.

Entonces lo atienden como para ver que tiene. Y llama a la base de taxistas para contar lo que acaba de ver de…

—Subí a una niña en el centro de Salamanca, me pidió que la llevara a este lugar y una vez llegando ella trepó la barda como si fuera una araña.

Y después de contar esa historia, el taxista se muere.

Entonces, pues cuenta la leyenda, que no es al único que le ha pasado esto, y que hay varias personas que han visto a la niña, u otros taxistas que han llevado a esta misma niña hacia su destino.

[Pregunta de Gabriel Medrano de Luna: ¿Quién te la contó?]

Me la contó mi abuelita, mi abuelita Consuelo.

Y pues, después cuando empecé la primaria, y como toda la escuela, cuando revisábamos leyendas de Salamanca, este… siempre contábamos esta historia.

Yo tenía unas vecinas que sus abuelos vivían en esa colonia del Panteón de las Flores, y ellas contaban que sus tíos la habían visto, que cuando llegaban, cuando se iban de fiesta y pasaban por ahí, así muy noche, que la veían.

Ese panteón es muy viejito, es el primero que se hizo en Salamanca.

Los abuelitos, los papás de mi abuelita, este, están enterrados en ese lugar. Y no sé cuántos años tenga, pero sí es muy viejo.

LA NIÑA ARAÑA DE SALAMANCA: OTRA VERSIÓN DE INTERNET

En una página de internet que está dentro del portal Bonito León, cuya dirección URL es www.bonitoleon.com6, hay una información «posted by Paola García» relativa a La niña araña del panteón de Salamanca. Ilustran la página dos fotografías del panteón de Salamanca y una recreación dibujada, muy exagerada, de la protagonista de la leyenda, que aparece con cara de mujer triste y lánguida y con cuerpo de araña peluda y de largas patas.

He aquí el relato. Se aprecia enseguida que carece, igualmente, de la última sección que sí tenía la versión de don Luis Marín, la de la visita del familiar fantasma al taxista. Se echa de menos incluso el episodio de la muerte del taxista por causa de la impresión recibida, que sí aparece en la mayoría de las versiones mexicanas:

¿Te imaginas todas las historias que han de presenciar los taxistas? Subiendo y bajando a muchísimos pasajeros diariamente, seguro estos conductores se han de topar con ciertas historias dignas de contar.

Tal es el caso de un taxista de Salamanca, que contó que al transitar de madrugada por la colonia San Roque, vio andar sin compañía alguna, una pequeña niña de aproximadamente diez años de edad.

Como es normal, el conductor se sorprendió y preocupó al ver una niña indefensa a tan altas horas de la noche, situación por la cual, disminuyó la velocidad para ver de quién se trataba y poder brindar su apoyo si era necesario.

Al acercarse un poco más, la niña le hizo la parada. Extrañado, el taxista acercó su vehículo a donde estaba la pequeña, ella le dijo que la llevara a casa de sus padres ya que ellos vivían cerca de ahí.

Antes de subirse al taxi, la niña le dijo que no traía dinero, pero que una vez llegando, sus papás pagarían por el servicio.

El taxista le dijo que no se preocupara, que lo importante era llegar con sus papás lo antes posible. Ya en la parte de atrás la niña tomó asiento y comenzó el viaje.

Cuando llegaron al domicilio indicado por la pequeña, los edificios ubicados frente al Panteón de las Flores, el taxista miró por el espejo retrovisor para decirle a la pequeña que ya podía bajar, dándose cuenta aterrado, que la niña ya no estaba.

Viendo y buscando a su alrededor, deseando que fuera un sueño, el taxista vio cómo la niña iba en dirección al panteón. Él, en ningún momento escuchó que la puerta de su coche se abriera, y además, no podía imaginar cómo la niña había cruzado la calle tan velozmente.

Viendo con atención a la niña seguir su camino al panteón, el taxista desde adentro de su coche se asombró al ver cómo escalaba como araña una de las bardas del camposanto.

Antes de entrar al mausoleo, la niña giró completamente su cabeza para ver por última vez con sus enormes ojos rojos al pobre taxista, aterrado aceleró para llegar cuanto antes al sitio donde contó su terrible experiencia.

«¡CUIDADO CON LA NIÑA ARAÑA!», UNA VERSIÓN PUBLICADA EN LA PRENSA DE SALAMANCA Y EN INTERNET

La última versión de la leyenda de La niña araña del panteón de Salamanca que vamos a conocer fue publicada en un reportaje de los periodistas Rafael Flores y Julián Pérez que vio la luz en el periódico Al Día (Salamanca), el día 31 de octubre de 20167. Una publicación que es accesible en internet.

Es versión que carece, como todas las demás, de la sección conclusiva, la de la visita del familiar fantasmal al taxista, que sí estaba en la versión de don Luis Marín; y que por supuesto tiene mucha menos riqueza que la del gran narrador de Guanajuato, o que cualquier versión legítimamente oral, en general:

A la pequeña se le ha visto escalando el muro del panteón de Las Flores.

Algunos vecinos del panteón han visto por las noches la silueta de la pequeña.

En los noventa, en Salamanca, se hizo conocida una leyenda que hablaba sobre una pequeña niña que se aparecía por las noches cerca del panteón de Las Flores.

Se cuenta que un taxista trabajaba una fría madrugada, cuando pasó por las calles oscuras de la colonia San Roque, pudo observar la silueta de una pequeña niña de 10 años totalmente sola.

El taxista, extrañado, se detuvo junto a ella después de que le hizo la parada. La pequeña subió al vehículo y le pidió llevarla a casa con sus padres, en los departamentos de la calle Aldama.

Ahí le dijo al taxista que sus padres pagarían el pasaje, a lo que accedió el hombre con ciertas dudas y miedos.

El taxista, al no ver ya a la pequeña, se fijó por el espejo retrovisor y buscó la imagen de la niña con la intención de saber a qué casa se metía a esas horas.

Fue ahí cuando vio cómo la pequeña silueta de la niña trepaba la pared del panteón emulando los movimientos de una araña.

De pronto la niña volteó totalmente la cabeza y miró fijamente al taxista con unos ojos que se habían tornado rojos. Luego brincó la pared hacia el panteón.

El conductor del taxi nunca se imaginó que aquella noche sería la última que viviría. Pues el taxista murió poco tiempo después de un infarto fulminante, no sin antes alcanzar a narrar lo que había ocurrido, [lo narró] a su base [de taxis].

Hoy la historia es conocida por los taxistas, quienes en ocasiones platican lo sucedido a los pasajeros mientras los llevan a sus destinos.

Algunos salmantinos, habitantes de las calles aledañas al panteón, aún recuerdan que sus familiares les contaron la historia. Y muchos coinciden con haberla visto de noche, cerca del cementerio de Las Flores.

LA LEYENDA DE LA MUJER ARAÑA DEL PANTEÓN EN LA TRADICIÓN ORAL DE OTROS ESTADOS DE MÉXICO

Fuera del estado de Guanajuato han sido documentadas versiones muy interesantes del mismo tipo de leyenda, si bien ninguna es equiparable en virtuosismo narrativo a la que nos comunicó don Luis Marín en Guanajuato. Mercedes Zavala dio a este tipo de narración el título de El taxista de las ánimas, y registró y publicó dos versiones en la ciudad de San Luis Potosí; las dos habían sido registradas por ella misma en el año 1986.

La primera le fue comunicada por una mujer del Barrio San Miguelito, y la segunda por una mujer del Barrio San Sebastián:

El taxista de las ánimas I.

Una madrugada muy oscura, una señora paró un taxi del sitio de San Juan de Dios y le pidió que la llevara al Santuario. El taxista, extrañado por la hora, la llevó. Ella se bajó unos minutos y rezó frente a las puertas del Santuario, que estaban cerradas. Después le pidió que la llevara a San Francisco y luego aquí, a la iglesia de San Miguelito y a otros templos. Y en todos hacía lo mismo. Después le dijo que la llevara al Panteón del Saucito; cuando llegaron al panteón, la señora le dijo que no encontraba su dinero, pero que le daría la dirección de su hermano, que era un señor muy conocido, y que él le pagaría.

Al día siguiente, el taxista fue a la dirección que le diera la señora y pidió por el señor Feliciano Primo de Velázquez, que era un abogado e historiador muy conocido. El abogado no entendía qué había pasado, pues la tarjeta que le mostraba el taxista sí era suya, pero ya nunca las usaba y, además, la única hermana que tenía había muerto hacía dos años.

El taxista murió unas semanas después.

El taxista de las ánimas II.

Una noche, por el Panteón del Saucito, paró una dama a un taxista y le pidió que la llevara al Santuario. Al taxista le extrañó, pero dijo que sí. Cuando llegaron era como la una y media de la madrugada, y el Santuario estaba cerrado. De todas maneras, la señora le pidió que la esperara, y ella se bajó y se arrodilló frente a las puertas cerradas del Santuario. Estuvo así como media hora y luego volvió al taxi y le pidió al chofer que la llevara de regreso al Panteón del Saucito.

Y para cuando llegaron al panteón, el taxista ya iba solo (Zavala, 2001: 25-45).8

En el año 2013, Lilia Cristina Álvarez Ávalos registró esta otra versión a un hombre de Bledos (Villa de Reyes, San Luis Potosí):

La mujer que visita los siete barrios.

Sabemos una leyenda muy famosa de San Luis porque le pasó a un amigo muy cercano que trabaja en la ciudad de taxista. Según contaba, hace muchos años levantó a una señora vestida de negro, cerca del centro. La mujer le pidió que la llevara a visitar los templos de cada uno de los siete barrios y así lo hizo mi compañero. Al llegar al primero, el conductor vio que estaba cerrado, lo que era lógico por las horas, pero la mujer insistió que la llevara al siguiente.

A cada uno de los que fueron, se encontraron con la misma: cerrado. Al final, la señora se quedó afuera de un templo y le pidió al taxista que la dejara sola, pero le dio una dirección a donde podría pasar al día siguiente a cobrar sus servicios, ella le aseguró que le pagaría y que estaba muy agradecida. Para entonces mi compañero ya sospechaba que se trataba de una aparecida.

Al otro día, muy temprano, acudió al domicilio que le había proporcionado esta mujer. Pero al llegar, la persona que le abrió le dijo que dicha mujer tenía aproximadamente cincuenta años de muerta y que era imposible que hubiese sido ella. Fue entonces que mi compañero confirmó sus intuiciones anteriores, se trataba de un fantasma. Se dice que esa mujer aún se sigue apareciendo en la ciudad y siempre pide que la lleven a visitar los templos (Álvarez, 2014: 202)9.

Conozco además una versión de Coatepec (Veracruz), que fue registrada por Adriana Guillén Ortiz en 2014. Como era de esperar, esta versión se refiere al panteón de la ciudad en que fue narrada:

Pues resulta que estos eran dos amigos, uno de ellos era muy fiestero, le encantaban las fiestas y entonces se llevaba al otro amigo. Y le decía: Ven, vamos a una fiesta, y el otro decía: Ay, no tengo muchas ganas, Sí, mira, vamos, nos regresamos pronto.

Entonces van a la fiesta pero ya que estaban en la fiesta el amigo estaba encantado, no se quería ir, y el otro ya se quería ir, se aburrió y le dijo: «Bueno, ahí quédate, yo me voy».

Después empezó a caminar por las calles de Coatepec buscando un taxi pero no había ningún taxi. Pero como le encantaban las mujeres pues ve a una muchacha de blanco sentada en una banca y dice: «Ay, qué suerte, voy a hablarle».

Entonces se le acercó y le dijo: «Señorita, señorita, ¿la puedo acompañar?» Pero ella, en lugar de contestarle, se levantó y empezó a caminar, caminar, caminar, caminar. Y empezó a caminar por toda la calle de Cuauhtémoc y esta la empezó a seguir y cada vez se le acercaba más.

Entons ella siguió camine y camine hasta la entrada del panteón. Entonces se metió al panteón y cuando ya iba a unos metros de la entrada, se dio la vuelta y no tenía ojos, dos luces rojas nada más.

Y entonces al verla, se asustó tanto que se desmayó. Dicen que unos días después lo encontraron en la casa de una viejita, una campesina que vivía cerca del panteón, que lo estaba curando y les dijo que él estaba empezando a contar la historia, que se estaba recuperando poco a poco.

La viejita dijo que era una mujer que se aparecía siempre porque su novio celoso la había golpeado y al golpearle pues le había quitado los ojos y que desde entonces… ¡Por celos! Porque ella era muy bonita y él por celos la golpeó tanto que le quitó los ojos.

Y entonces, desde entonces, en venganza, procuraba atraer a hombres que la siguieran hasta el panteón y ahí, nada más al mirarla, pues ya, acababa con ellos. Y ya, eso es todo (Guillén, 2016: 264).

Este tipo de leyenda ha sido ampliamente documentado en numerosos países, lenguas y culturas. La gran folclorista argentina María Inés Palleiro ha dedicado varias monografías a sus fascinantes avatares y metamorfosis (a caballo entre la voz, la escritura, la prensa, e incluso internet, el cine y los programas de educación de los museos) en barrios diferentes de Buenos Aires10. El itinerario que la investigadora argentina explora en detalle demuestra hasta qué punto este relato está transitando desde el territorio de la transmisión oral a los de la moderna y globalizada cultura de masas, cuyos códigos son, ciertamente, muy diferentes.

Además, el profesor José Manuel Pedrosa, partiendo de algunas versiones españolas, y remontándose hasta paralelos de algunos de los motivos de la leyenda que aparecen documentados en la China de los siglos III al V, ha podido localizar y estudiar versiones registradas también en Francia, Gran Bretaña, Alemania, Holanda, Suecia, Ecuador, México, Guatemala, Panamá, Perú, Argentina, Brasil, Estados Unidos, Egipto, Guinea-Conakry y Madagascar11.

No es mi propósito entrar aquí en la cuestión de la dispersión internacional de la leyenda, pero enmarcarla en estas amplísimas coordenadas creo que es importante para poder interpretar mejor su poética y su sociología.

DE NUEVO SOBRE LA VERSIÓN ORAL DE DON LUIS MARÍN

Me hallo embarcado, en estos momentos, en un proyecto de registro, ordenación y catalogación de más versiones de la leyenda de La niña urbana del panteón, según está circulando en la capital y en otras poblaciones del estado de Guanajuato, en especial en Salamanca, pero no solo.

En este ensayo he querido avanzar algunos de esos materiales, y presentar varios estratos de su tradición: la que nos comunica un narrador de edad avanzada, muy experto y cualificado en las artes de la memoria y la conversación, don Luis Marín; la de Claudia Lizeth Mercado López, una persona de 26 años, que forma parte de un segmento de la población que no domina ya con la riqueza ni la creatividad con que lo hacían las generaciones de más edad la capacidad de narrar oralmente, pero que puede ser considerada como una narradora oral y tradicional; dos versiones escritas (e ilustradas con fotografías más o menos caprichosas y arbitrarias) en páginas de internet; y una versión accesible en YouTube, contada por una voz de fondo sobre una pantalla que presenta también fotografías arbitrarias y manipuladas.

Todos estos estratos (y seguramente otros más que se estarán acumulando) están hoy conviviendo y mezclándose en la tradición guanajuatense, en la que no hay ya territorios de la memoria ni de la narración que puedan ser considerados puros e incontaminados; esa superposición nos ofrece una oportunidad, quizás única en el devenir de nuestra historia (porque no ha habido épocas como la actual, de confluencia de tantos modos de vida y de cultura y de memoria diferentes), para intentar descifrar influencias, mezclas, rasgos de poética y de sociología que en estas historias que circulan por todas partes han quedado cifradas.

Conforme he dicho, este artículo es un adelanto de un proyecto en curso, de modo que conviene recalcar que de todo este panorama se puede sacar una conclusión principal: que la tradición oral patrimonial se está empobreciendo de un modo dramático y a una velocidad rapidísima; mientras que el neofolclore de internet está ganando mucha presencia e influencia, sobre todo entre la población joven, pero a costa de empobrecer de modo muy agresivo el legado de la tradición oral patrimonial. La diferencia que hay entre la versión riquísima, llena de información, de colores, de matices, de creatividad, del anciano don Luis Marín y todas las demás versiones que hemos conocido es más que abismal. Pero la pobreza, el esquematismo, la falta de invención (pese a la parafernalia de las fotografías y dibujos y de las frases altisonantes) de las versiones que hay subidas a internet está en el extremo opuesto: en el más corto y decepcionante.

Es previsible que en pocos años y en pocas generaciones faltarán los narradores orales de la experiencia y la cualificación de don Luis Marín, testigos de un mundo tradicional que forma parte cada vez más del pasado; y que lo que irá ganando terreno (hasta su imposición total) sea el neofolclore de internet, de muy baja calidad narrativa y artística, y apegado siempre a un elenco limitado de tópicos y de recursos, que suelen ser presentados además sin sutilezas, y de un modo que tiende a subrayar lo sensacionalista.

Para que podamos evaluar mejor la calidad de la versión de don Luis Marín he de volver a recalcar que, de entre todas las versiones mexicanas e internacionales del mismo relato que he podido analizar, la suya es la más extensa, detallada, novelesca, original, con mucha diferencia. Ninguna otra se le puede comparar en altura literaria.

Su sección central, con la descripción de cómo la mujer fantasmal protagonista sube a modo de araña por las paredes del camposanto y de la visita que hace al taxista uno de los parientes de la difunta (tan difunto el pariente como la joven), así como su parte final, con la escalofriante evocación de la muerte del taxista por causa de la estupefacción causada por las visiones fantasmales12, no son, desde luego, invenciones propiamente de don Luis, porque sus líneas generales se encuentran en otras versiones documentadas en el estado de Guanajuato.

Pero el motivo de la visita al taxista del fantasma emparentado con la mujer no lo tenemos atestiguado en ninguna otra versión, ni de Guanajuato ni de ningún otro lugar de México ni del mundo. Opino, en cualquier caso, que debe de ser fruto de la memoria poderosísima del narrador, que lo conocerá de oídas, más que de su capacidad para inventar desde cero. La imaginación de don Luis Marín es, sin duda, de las más vigorosas que hayamos podido nunca apreciar; pero su fidelidad a las formas heredadas del relato, su respeto por el carisma casi sacrosanto del legado de la tradición, opino que son mayores aún que su capacidad de inventiva. Por eso creo que él no se ha inventado el motivo de la visita del familiar fantasma; opino más bien que en algún lugar lo escuchó, y que él será en estos momentos de los pocos (o quién sabe si el último) narrador que recuerde esa peripecia.

En páginas que vendrán aspiro a seguir aportando más versiones, análisis e interpretaciones de la leyenda guanajuatense (y universal) de La mujer araña del panteón. Sirva por el momento este ensayo como adelanto de lo que llegará, y sobre todo como homenaje a un hombre bueno y a un artista de la palabra irrepetible: don Luis Marín, de Marfil, Guanajuato.

OBRAS CITADAS

AGUILAR, Mario (1997): Leyendas potosinas, San Luis Potosí, Instituto de Cultura de San Luis Potosí.

ÁLVAREZ ÁVALOS, Lilia Cristina (2014): Textos narrativos tradicionales del Valle de San Francisco: motivos, temas, tópicos y fronteras genéricas, San Luis Potosí, El Colegio de San Luis, Tesis de Maestría en Literatura Hispanoamericana.

FLORES, Rafael y PÉREZ, Julián (31 octubre 2016): ¡Cuidado con la niña araña!, periódico Al Día (Salamanca). URL: <https://www.pressreader.com/mexico/periodico-al-dia-salamanca/20161031/281500750804679>.

GARCÍA, Paola (5 noviembre 2019): La niña araña de Salamanca. URL: <https://bonitoleon.com/paolagarcia/historias/leyendas/la-nina-arana-de-salamanca/>.

GUILLÉN ORTIZ, Adriana (2016): Personajes y espacios sobrenaturales en la tradición oral de Coatepec, Veracruz, San Luis Potosí, El Colegio de San Luis, Tesis de Maestría en Literatura Hispanoamericana.

LA NIÑA ARAÑA Y LOS TAXISTAS DE GUANAJUATO. URL: <https://www.facebook.com/Quanastv/videos/1927717923983521/> en Facebook y <https://www.youtube.com/watch?v=u-EoI0N-JsQ> en YouTube.

MEDRANO DE LUNA, Gabriel (2013): Los mundos mágicos de Sshinda: la cultura oral y la obra artística de un juguetero popular de Guanajuato, México, El jardín de la voz-Alcalá de Henares: Área de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada de la Universidad de Alcalá, Centro de Estudios Cervantinos; Ciudad de México: Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM.

MEDRANO DE LUNA, Gabriel (2017): Como me lo contaron se los cuento. Leyendas de Guanajuato, (Primera reedición), Secretaría de Turismo de Guanajuato-Universidad de Guanajuato.

MEDRANO DE LUNA, Gabriel y PEDROSA, José Manuel (2018): «Te voy a platicar la del toro o la del borrego. ¿Cuál de las dos?: nueve tramas de El hombre que hicieron güey (o Pitas Pajas) según Sshinda, narrador mexicano», eHumanista, 39, pp. 366-399.

MEDRANO DE LUNA, Gabriel y PEDROSA, José Manuel (2018): «El Mágico que hizo pacto con el diablo, relato oral de Sshinda, narrador y juguetero otomí», Revista de Literaturas Populares, 18, pp. 73-114.

MEDRANO DE LUNA, Gabriel y PEDROSA, José Manuel (2019): «El relato de brujas como relato antiépico. Iniciación, apoteosis y descenso al infierno de la bruja guanajuatense doña Natalia, según Sshinda el juguetero», en El heroísmo épico en clave de mujer, Assia Mohssine (ed.), Colección Excelencia Académica, Universidad de Guadalajara-Université Clermont, pp. 298-331.

MEDRANO DE LUNA, Gabriel, «Colección mexicana de Gabriel Medrano de Luna», Corpus de Literatura Oral, Jaén, Universidad de Jaén. URL: <https://corpusdeliteraturaoral.ujaen.es/colecciones/coleccion-mexicana-de-gabriel-medrano-de-luna>.

PALLEIRO, María Inés (2004): Fue una historia real. Itinerarios de un archivo, Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras Universidad de Buenos Aires.

PALLEIRO, María Inés (2012): «Clementine: Wandering Itineraries of an American English Ballad in Argentinean Contexts», Estudos de Literatura Oral, Algarve, Universidade do Algarve, vol. 19, n.e.

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PALLEIRO, María Inés (2018): La dama fantasma. Los laberintos de la memoria en el relato folklórico, La bicicleta Ediciones.

PEDROSA, José Manuel (2000): «El conductor de la mujer fantasma: geografías múltiples de una leyenda urbana», en Ciudades vivas/ciudades muertas: espacios urbanos en la literatura y el folklore hispánicos, Kay Sibbald, Ricardo de la Fuente y Joaquín Díaz (eds.), Valladolid, Valladolid Universitas Castellae, pp. 287-299.

PEDROSA, José Manuel (2004): «El conductor de la mujer fantasma: de la China de la dinastía Jin (siglos III-V) a la tradición oral moderna», en José Manuel Pedrosa, La autoestopista fantasma y otras leyendas urbanas españolas, Madrid, Páginas de Espuma, pp. 34-79.

PEDROSA, José Manuel (2006): «Una leyenda gallega de fantasmas (siglo XI), dos leyendas chinas de fantasmas (siglos III-V) y una leyenda urbana internacional», Nueva Revista de Erudición y Crítica, 1, pp. 101-106.

PEDROSA, José Manuel (2016): «Estupor, locura, silencio, muerte: hacia una antropología comparada de las emociones fuertes», Anales del Museo Nacional de Antropología, 18, pp. 32-53.

VILLANUEVA DE CAVAZOS, Lilia E. (1988): Leyendas de Nuevo León, Monterrey, Secretaría de Cultura de Nuevo León.

ZAVALA, Mercedes (2001): «Leyendas de la tradición oral del noreste de México», Revista de literaturas populares, 1, pp. 25-45.

ZAVALA, Mercedes (2006): La tradición oral del noreste de México: tres formas poético-narrativas, El Colegio de México, Tesis de Doctorado en Letras Hispánicas.

Fecha de recepción: 20 de abril de 2020
Fecha de aceptación: 2 de mayo de 2020

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* Agradezco los consejos y observaciones de José Manuel Pedrosa, José Luis Garrosa, Óscar Abenójar y Jaime Herrera. También quiero expresar mi reconocimiento hacia los profesores David Mañero Lozano y María Inés Palleiro.

1 Medrano (2013) y Medrano (2017).

2 Medrano y Pedrosa (2018a: 73-114), Medrano y Pedrosa (2018b: 366-399) y Medrano y Pedrosa (2019: 298-331).

3 Se le dice panteonero («pantionero» en voz de don Luis), a la persona que se encarga de cuidar los camposantos y excavar las tumbas para los enterramientos.

4 Están disponibles en este enlace: <https://corpusdeliteraturaoral.ujaen.es/colecciones/coleccion-mexicana-de-gabriel-medrano-de-luna>.

5 La historia de La Niña Araña y los taxistas de Guanajuato no presenta una fecha de la leyenda, tan sólo refieren el dato de publicación en el blog Quanas TV., el día 20 de noviembre de 2018. Véase: <https://www.facebook.com/Quanastv/videos/1927717923983521/> en Facebook y <https://www.youtube.com/watch?v=u-EoI0N-JsQ> en YouTube. Recuperado: 27 de marzo de 2020.

6 García (5 noviembre 2019): La niña araña de Salamanca. Accesible en: <https://bonitoleon.com/paolagarcia/historias/leyendas/lanina-arana-de-salamanca/>.

7 Flores y Pérez (31 octubre 2016): ¡Cuidado con la niña araña!, periódico Al Día (Salamanca). Accesible en: <https://www.pressreader.com/mexico/periodico-al-dia-salamanca/20161031/281500750804679>.

8 Las mismas leyendas aparecen en Zavala (2006: 415-416).

9 En su excelente aparato crítico, Álvarez Ávalos da la referencia de otras versiones publicadas. Además de las dos de Mercedes Zavala, señala las de Villanueva (1988: 54) y Aguilar (1997: 35).

10 Véase Palleiro (2004), Palleiro (2012a), Palleiro (2012b: 291-321) y Palleiro (2018).

11 Véase Pedrosa (2004: 34-79). Pedrosa (2000: 287-299) había sacado a la luz previamente un adelanto de este trabajo. Dos años después el mismo autor analizó los motivos implicados en la narración (2006: 101-106).

12 El motivo de la enfermedad y, casi siempre, de la subsiguiente muerte provocadas en los humanos por la contemplación o el contacto con un ser sobrenatural y horrible ha sido estudiado en Pedrosa (2016: 32-53).