El cuento tradicional El zorro viola a la osa (ATU 36): de la literatura medieval a la oralidad moderna e internet1

The folktale The Fox Rapes the She-Bear (ATU 36): From the medieval literature to modern orality and Internet

Óscar ABENÓJAR

(Hankuk University of Foreign Studies)
oscarabenojar@gmail.com

ORCID ID: 0000-0002-6612-6154

ABSTRACT: This essay examines a large number of universal versions of the fable known as The Fox Rapes the She-Bear, that have been transmitted in diverse supports: from the medieval manuscripts to the human voice or online blogs. The results will show that there are two different plots of this account: according to one of them, a fox leads a female animal into a trap and, once his prey is trapped and defenseless, he violates her; the second subtype contains an episode in which the victim tries to take revenge on his aggressor, but ends up mocked and humiliated again. The findings of this study contribute to contextualize the medieval versions in this extensive narrative complex.

KEYWORDS: trickster, Ysengrimus, Roman de Renart, Ysopet, Internet

RESUMEN: En este ensayo se examinan numerosas versiones universales de fábula conocida como El zorro viola a la osa, que han sido transmitidas en soportes de muy diverso tipo, desde el manuscrito hasta la voz humana o el blog de internet. Los resultados mostrarán que existen dos tramas diferentes del relato: en una de ellas, un zorro conduce a un animal hembra hasta una trampa y, una vez que esta queda atrapada e indefensa, la viola; el segundo subtipo contiene un episodio en el cual la víctima trata de vengarse de su agresor, pero acaba burlada y humillada de nuevo. Los hallazgos de este estudio contribuirán a contextualizar las versiones medievales en este vasto complejo narrativo.

PALABRAS-CLAVE: trickster, Ysengrimus, Roman de Renart, Isopete, internet

VERSIONES MEDIEVALES Y MODERNAS DEL CUENTO EL ZORRO VIOLA A LA OSA

La relación entre la narrativa medieval y el folclore lleva siendo objeto de reflexión y debate desde hace casi un siglo y medio. Durante este tiempo la actividad académica en torno a ese asunto ha sido bastante productiva y ha dado como fruto una nutrida bibliografía acerca de las fuentes de las que bebieron muchas de las narraciones incluidas en los fabularios y los ejemplarios de la Edad Media. Sin embargo, rastrear los paralelos de un relato en la literatura oral es una labor ardua; requiere sondear en profundidad varias tradiciones, y pese a las cada vez más numerosas y mejores incursiones en este terreno, todavía queda mucho trabajo por hacer si queremos conocer cuáles pudieron ser los modelos —tradicionales o eruditos— que inspiraron determinadas narraciones medievales.

Los precedentes literarios del cuento al que la crítica suele referirse como El zorro viola a la osa ya han suscitado el interés de los filólogos y folcloristas en más de una ocasión. No obstante, las investigaciones principales sobre este relato se llevaron a cabo a finales del siglo XIX, época en que el repertorio de versiones conocidas era aún muy limitado, por lo que las conclusiones a las que llegaron los especialistas de aquel entonces deberían ser hoy revisadas a la luz de datos actualizados. En el presente estudio brindaremos, precisamente, nuevos testimonios procedentes de lugares de África y de Asia en que esta narración no había sido documentada hasta ahora, y expondremos, asimismo, los resultados de un análisis comparativo sobre un vasto repertorio de paralelos universales.

El testimonio más antiguo conocido de este relato aparece inserto en la trama del Ysengrimus (V: vv. 705-818), un ciclo de fábulas —protagonizado por el lobo Isengrín y su enemigo, el zorro Renart— que fue compuesto, en lengua latina y en verso épico, allá por 1148 en alguna localidad de Flandes, presumiblemente en Gante. En aquella versión se narra cómo en cierta ocasión Renart se dirige a la guarida de Isengrín, se aproxima a los lobeznos y, tras mantener un breve diálogo con ellos, orina y defeca sobre ellos. En cuanto la madre loba regresa a casa y se entera de que el zorro ha humillado a sus cachorros, sale corriendo detrás de él para darle un escarmiento. Renart huye tan rápido como puede y, tras una breve persecución, consigue refugiarse en su madriguera. La loba lo sigue y trata de atraparlo, pero la cavidad resulta demasiado estrecha para su tamaño, y termina atorada en la entrada, con los cuartos traseros expuestos fuera del cubil. En ese momento la raposa sale por otro agujero, se coloca detrás de ella y la viola.

En la branche II (vv. 1238-1296) del Roman de Renart (ca. 1174) se interpola una reescritura de este relato en la que se aprecian notables diferencias respecto de la versión latina. Según el poema francés, Renart acude un día a ver a la loba —que aquí recibe el nombre de Hersent— y le comunica que su esposo, Isengrín, lo anda acusando de estar amancebado con ella. La loba, entonces, se siente traicionada por su marido y, como desquite, se echa en los brazos de Renart. El zorro mantiene relaciones con Hersent y, antes de marcharse, se acerca a los lobeznos, orina sobre ellos y, de postre, les propina una buena tunda. En cuanto Isengrín regresa a casa y se entera por sus hijos de que su mujer ha cometido adulterio con su peor enemigo, monta en cólera, insulta a su esposa y le recrimina su oprobioso comportamiento.

Al cabo de ocho días la pareja de lobos sorprende a Renart en un sembrado y echa a correr tras él. El zorro sale disparado en dirección a su madriguera y no tarda en dar esquinazo a Isengrín. Pero Hersent continúa persiguiéndolo; se va acercando por momentos y llega a pisarle los talones. Justo antes de que le dé alcance, Renart consigue llegar a la entrada de su guarida y escabullirse en el interior. Hersent también trata de introducirse por el agujero, pero se queda bloqueada en la entrada, y entonces el zorro aprovecha que su víctima se encuentra inmóvil e indefensa para acercarse a ella y violarla.

A finales de siglo XII o principios del XIII María de Francia incluyó una variante muy distinta de este relato en su Isopete, bajo el título Dou gourpil è de l’ourse. Su argumento era el siguiente: un zorro acude a ver a una osa y le suplica que se acople con él. La osa le advierte que no volverá a tolerar ni una grosería más por su parte; pero el zorro no se toma en serio la amenaza y continúa requiriéndola con insolencia y descaro, hasta que ella acaba perdiendo la paciencia e intenta atraparlo. La raposa huye entonces en dirección a unos matorrales, y su perseguidora sale tras él; pero la maleza resulta demasiado espesa, y termina atascada entre unas zarzas. En ese momento el zorro se acerca por detrás de ella y la viola.

Una reescritura prácticamente idéntica a aquella versión de María de Francia fue entreverada —con el título De vulpe et ursa— en el Romulus anglicus cunctis (Hervieux, 1894: LX), un extenso ejemplario anglolatino que alcanzó gran popularidad en la Inglaterra de la Edad Media. Las analogías de aquel apólogo con la versión francesa del Isopete van más allá de la trama general; llegan incluso al nivel de detalle, y no cabe ninguna duda de que ambas elaboraciones del cuento comparten lazos genéticos muy estrechos.

Estos cuatro testimonios medievales son los más antiguos que se conocen de El zorro viola a la osa. Pero no son, ni mucho menos, los únicos. El relato del trickster que conduce a una hembra de mayor tamaño hasta una trampa para así poder abusar de ella tiene una larguísima andadura por el folclore universal. En concreto, el índice de cuentos The Types of International Folktales (Uther, 2004) —en que esta narración aparece etiquetada con el número 36 y la rúbrica The Fox Rapes the She-Bear— remite a versiones finlandesas, estonias, livonias, letonas, francesas, españolas, portuguesas, holandesas, flamencas, húngaras, bosnias, búlgaras, rusas, ucranianas, turcas, osetas, kazajas, tayikas, mongolas, georgianas, omaníes, indias, birmanas, tibetanas, mexicanas, mayas, chilenas y argentinas. Pero esta distribución geográfica debe tenerse únicamente como orientativa. El catálogo de Uther no remite, por ejemplo, a ninguna versión del levante mediterráneo ni del norte de África; sin embargo, como veremos en el presente estudio, el cuento se halla ampliamente distribuido por el área cultural árabe-islámica.

En lo que respecta a la trama del relato, The Types of International Folktales ofrece el siguiente resumen:

Un zorro (o una liebre) pregunta a los hijos de una osa (de una loba, de una zorra o de una leona) por su madre y les dice que le gustaría acostarse con ella. La osa se entera y se queda esperando a que el zorro regrese para atraparlo. El zorro sale corriendo, y la osa lo persigue, pero se queda atorada entre dos árboles. Entonces el zorro la viola.

A continuación el zorro se embadurna con barro negro y hace una visita a la osa, haciéndose pasar por un monje. Ella le pregunta si ha visto al zorro, y este le responde si se refiere al zorro que la ha violado. En ese momento la osa se queda desconcertada, porque cree que todos los animales ya se han enterado de lo que le ha sucedido2 (Uther, 2004).

Hasta ahora no han abundado los especialistas que se han interesado por los orígenes de este relato; y entre los que sí lo han hecho se atestiguan, además, dos posturas antagónicas. Una de ellas es la que planteó Kaarle Leopold Krohn (1888: 89-93) —más tarde la secundaron Adolph Gerber (1891: 53) y Ulrich Huse (1987)—, según la cual, el cuento se gestó originalmente en el folclore escandinavo y desde allí migró hacia Europa occidental. En el extremo contrario se sitúa la hipótesis de Léopold Sudre (1892: 156), para quien los paralelos orales derivaron de la tradición escrita, y más concretamente de la versión incluida en el Roman de Renart. Según este filólogo francés, el pasaje de la violación de Hersent debió de cuajar primero en la tradición oral de Europa occidental y más tarde irradiaría hacia otras zonas del continente.

Cabe señalar, en este punto, que tanto la hipótesis oral-escandinava como la letrada-medieval presentan un problema de gran calado en lo que se refiere a su producción y transmisión; y es que no hay prueba alguna de que el cuento se originara en Europa. Recordemos que el catálogo de Uther remite a paralelos de otras culturas —como la omaní, la india, la birmana, la tibetana o la maya— que se encuentran fuera del radio de influencia de la tradición europea. Y en las siguientes páginas conoceremos, asimismo, algunas versiones orales e internáuticas que han sido documentadas en territorios, como Marruecos, Argelia, Sudán, Israel y Pakistán, que también quedan fuera de la órbita cultural de Occidente.

VERSIONES Y EPISODIOS DEL TIPO CUENTÍSTICO ATU 36

Como vemos, los orígenes de El zorro viola a la osa aún no están nada claros. Y podemos augurar que no lo estarán nunca, porque no es posible seguir las irrecuperables huellas que haya podido dejar el cuento en su periplo de tantos siglos, por tantos lugares y lenguas, hasta dar con el lugar exacto donde pudo fraguarse la trama. Lo que sí queda a nuestro alcance, en cambio, es buscar algunos indicios que nos ayuden a contextualizar los testimonios del Ysengrimus, del Roman de Renart, del Isopete y del Romulus en el panorama de versiones y de subtipos universales. Pero, para ello, es preciso dar la espalda a las hipótesis de sesgo eurocéntrico, que son las que han sido barajadas hasta ahora, y abordar un análisis comparativo que tenga en consideración los paralelos documentados en todo el planeta.

Una investigación de este tipo ha sido, precisamente, la que ha culminado con la elaboración del presente artículo. Nuestro cotejo de decenas de paralelos pluriculturales ha revelado, por ejemplo, que la estructura argumental del cuento está compuesta por dos episodios relativamente independientes: una peripecia previa, en la que se narra cómo el animal agresor provoca a la hembra para que salga corriendo tras él, y una peripecia nuclear, que abarca desde el pasaje de la persecución hasta la escena en que la víctima es violada.

Dependiendo de la versión, el trickster puede recurrir a tres argucias distintas para intentar que su presa se dirija hacia la trampa. Ya sabemos —por los paralelos del Ysengrimus y del Roman de Renart— que una de esas maniobras consiste en agredir y humillar a los cachorros de la loba. Pero esta argucia no aparece únicamente en los testimonios de la Edad Media; en realidad, se trata de una de las más habituales en los paralelos tradicionales de buena parte del mundo3. En la península ibérica, por ejemplo, este episodio asoma en versiones recogidas en puntos de Badajoz (Rodríguez Pastor, 2000: núm. 32), Ciudad Real (Camarena Laucirica, 1984: 40), Cádiz (Del Río Cabrera y Pérez Bautista, 1998: 12, 13 y 14) y Galicia (Risco Agüero, 1962: 715-716).

Como caso ilustrativo, servirá este paralelo, que fue narrado en 1994 por un informante que por aquel entonces tenía setenta y siete años y residía en el municipio pacense de Valdecaballeros:

Una vez había un conejito que vivía al pie de una zorra. Y llegaba por la mañana a la zorrera y les decía a los zorrillos, dice:

—¡Niño! ¿Aónde está tu madre?

—Está a cazar.

Dice:

—Pues dila que ha venío un señorito con un bigotito que quiere follar.

Y se iba. Bueno, pues, ya se lo dicen los zorrillos a la zorra, y dice:

—Pues mañana me voy a esconder y, cuando venga con el cuento, me tiro a él, le cojo y nos le comemos.

De modo que llega y dice:

—¿Aónde está tu madre?

—Está a cazar.

Dice:

—Pues dila que ha venío un señorito con un bigotito que quiere follar.

De modo que se tira la zorra a él. Sale corriendo el conejo, la zorra detrás de él. Llega el conejo y se mete en la madriguera. Y la zorra, con la fuerza que llevaba, mete la cabeza en la zorrera y se la engancha allí. Da la vuelta el conejo por atrás y la sacude. Y dice la zorra, dice:

—¡A traición! ¡A traición! ¡A traición!

Dice:

—¿A traición? ¡Cara a cara y con muchos cojones! (Rodríguez Pastor, 2000: núm. 32)

En esta otra versión, que fue documentada en la provincia de Cádiz, es la zorra quien se dirige a la madriguera del conejo y amenaza a los gazapos:

Coge una collerita de conejos y estaban al solecito. Y la zorra:

—En el momento en que venga tu padre, te como. Ese me lo como.

Total, que se lio… Pero ahora echa mano el conejo y en vez de meterse por el boquete más grande, se metió por uno más chico. Y ahora la zorra, con el ansia que iba, se quedó engargantada y ahora no podía ni para detrás ni para delante. Y ahora salta el conejo y le dio por culo.

Y decía la zorra:

—¡Eso a traición, a traición!

Y le decía el conejo:

—¡Habilidad, habilidad! (Camarena Laucirica y Chevalier, 1997: núm. 36)

La versión que vamos a conocer a continuación fue publicada en un foro de internet por un usuario israelí que aseguraba haberla escuchado, en hebreo, durante sus años de juventud. Nótese que la trama de este testimonio es prácticamente la misma que la de los paralelos hispánicos que acabamos de conocer; con la salvedad de que aquí los protagonistas son el mono, en el papel de trickster, y la leona, en el de víctima:

En cierta ocasión un mono pasó frente a la guarida del león. La leona estaba fuera; había salido a cazar. Y el mono les gritó a los cachorros:

—¡Voy a follarme a vuestra madre!

En cuanto la leona regresó, las crías le contaron lo sucedido. Se enfadó muchísimo, pero no pudo hacer nada.

Al día siguiente, el mono volvió a hacer lo mismo. Pero, de nuevo, la madre estaba fuera y tampoco pudo hacer nada. Y al día siguiente, lo mismo. Hasta que ya la leona decidió quedarse en casa, escondida, esperando a que aquel tipejo volviera a presentarse.

Cuando el mono regresó, ella salió disparada de la madriguera. «Eso es», iba pensando. «Le voy a dar un buen escarmiento. Le voy a enseñar lo que es el respeto», y salió corriendo detrás de él. El mono empezó a saltar de rama en rama, hasta que, de repente, se metió por un agujero que había entre las raíces de un árbol. La leona fue tras él, pero se quedó atrapada en el tronco, que estaba hueco. Entonces el mono salió por el otro lado, saltó sobre el lomo de la leona y se la folló.

Aquella misma noche el mono fue con sus amigos a un bar y les contó todo.

Y sus amigos le dijeron:

—¡Qué asco! ¡Con lo mal que huele la leona! ¿Cómo fuiste capaz de hacerlo?

—Para ser sincero —respondió el mono—, no es que yo disfrutara. Pero se lo había prometido a los chicos (traduzco de Daudder, 2019: § 77).

Otra de las mañas de las que se sirve el trickster consiste en ir pregonando a bombo y platillo que ha mantenido relaciones carnales con la hembra a la que pretende violar; de este modo, consigue que la aludida se enfurezca y salga corriendo tras él. Esta es la argucia que utiliza, por ejemplo, el zorro de la siguiente versión chilena, que fue documentada por Yolando Pino Saavedra en el municipio de Parral (provincia de Linares) en la década de los cincuenta del siglo pasado:

Est’era una liona y un zorro. Entonce el zorro se enamoró de la liona y decía:

—Yo, la liona me la aprovecho —y aquí y allá.

Entonce la liona supo y lo pilla al zorrito.

—¡Ah! ¡Vos soh el qui andás cachiporriando de mí! Te voy a comer.

Y apreta a toa carrera cargándole. Entonce se arranca el zorro, pasa por un portillito y la liona va a pasar… ¡Se atajó, pu! Se vuelve al zorrito y agarra una varilla y se sube a caballo en ella.

—¡Cachiporrita soy! —le decía—. ¡Toma! ¡Cachiporrita soy! ¡Cachiporrita soy!

Y dele cachiporrita (la narradora se ríe).

Estaba cachiporriando. Entonce ya se aburrió de cachiporriarla, ya la dejó ahí y él se jue. Y la liona quedó ensartá.

Salió cierto lo que le decía. Aprovechó de la liona (Pino Saavedra, 1960: núm. 230)4.

La versión argentina que vamos a conocer a continuación fue publicada en un foro de internet hace ya casi veinte años. En ella, el trickster recurre a una treta muy similar a la del paralelo anterior; pero llama la atención que, en este caso, quien acaba siendo violado es el animal macho, no la hembra:

Estaba el mono en la selva. Iba saltando de rama en rama y gritando:

—¡Me culié a la leona. ¡Me culié a la leona!

Cuando pasó al lado de una jirafa, esta le dijo:

—¡Eh, monito! ¡Cuidado que no te vaya a escuchar el león, porque te va a cagar a trompadas!

«Mono mentiroso», pensó ella. Pero el mono seguía gritando:

—¡Me culié a la leona. ¡Me culié a la leona!

Luego, se encontró con el elefante y la cebra, que le volvieron a advertir:

—¡Che, mono de mierda, quedate callado! Si te escucha el león, te va a moler a palos.

Y se van comentando que seguro que el mono se estaba mandando un verso, que era un mentiroso de mierda, etcétera.

Pero el mono seguía dele que te dele:

—¡Me culié a la leona. ¡Me culié a la leona!

En eso que está gritando, se encuentra con el león. Y el león lo escucha y le dice:

—¡Roar! ¿Qué dijiste? ¡Te voy a matar! ¡Roar!

Y sale persiguiéndolo por la selva. El mono, obviamente, sale a mil, corriendo como enloquecido por todos lados, hasta que se mete por un tronco hueco. El león también se mete, pero queda atascado a mitad del cuerpo, mientras que el monito sale por el otro lado. Y dando la vuelta al tronco y mirando al león, llega a la otra punta, y agarrándolo por las caderas, mira hacia el cielo y piensa: «¡Esta sí que no me la va a creer nadie!» (Carlos, el judío, 2001: párr. 21)

La tercera argucia que sirve para provocar a la hembra es característica de las versiones del subcontinente indio, de Oriente Medio y del norte de África. La mayoría de estos paralelos suele narrar cómo el mono se acerca al león y se mofa de él. La fiera, entonces, trata de quitar hierro al asunto y le sugiere a su esposa que desoiga las provocaciones del mico; pero ella termina perdiendo la paciencia, sale corriendo detrás del mono insolente y acaba tan mal parada como en los testimonios que revisamos anteriormente.

Como ejemplo ilustrativo de estas versiones orientales, conoceremos a continuación un paralelo pakistaní que fue publicado en un foro de internet:

Una vez un mono se acercó al león y empezó a burlarse de él:

—¡Tú, pedazo de bobo! ¡No puedes hacerme nada!

La leona, que estaba mirando, escuchó lo que decía el mono y se quedó muy sorprendida de que su marido no reaccionara.

El mono siguió diciendo:

—¡Voy a follarme a tu mujer, estúpido león!

Y, como su marido seguía sin hacer caso, la leona le preguntó:

—Cariño, ¿vas a consentir que ese patán siga faltándote al respeto? ¿Acaso no eres tú el rey de la selva? ¡Haz algo!

—¡No le hagas caso! —dijo el león—. No es más que un mico estúpido que no merece que lo escuchemos.

—¡Ayer me tiré a tu mujer, y fue buenísimo! —gritó entonces el mono—. ¡A ella le encantó!

—Ya está bien —dijo ella—. Voy a darle un buen escarmiento. Voy a enseñarle lo que es el respeto.

Y salió corriendo tras el mono. Si él saltaba hacia la izquierda, ella giraba a la izquierda; si saltaba hacia la derecha, ella también iba a la derecha. De repente, el mono no consiguió agarrarse a una rama y fue a caer en un agujero que había justo entre las raíces de un árbol.

—¡Te atrapé! —dijo la leona, mientras saltaba sobre él.

Pero, en realidad, el mono lo había hecho a propósito. El hueco por el que se había colado era estrecho, y ya sabía que solo cabría él. La leona se quedó atorada en el agujero. Entonces el mono salió por el otro extremo, saltó sobre ella y empezó a tirársela mientras hacía muecas obscenas.

Aquella noche la leona regresó a casa, abatida y en silencio, y en cuanto vio al león, le dijo:

—Tenías razón. No habría tenido que hacer caso a las burlas de ese patán.

El león la abrazó con compasión y le dijo:

—Entiendo. Tú también te has quedado atrapada en las raíces, ¿verdad? (traduzco de Derura, 2019: párr. 1)

En el mismo foro en que fue publicado este paralelo, varios usuarios pakistaníes e indios comentaron que habían escuchado versiones muy similares; y dos de ellos precisaron, además, que las habían conocido en la década de los noventa del siglo pasado.

En todo el norte de África se cuentan paralelos muy similares al que acabamos de conocer. El que presentamos bajo estas líneas, por ejemplo, fue narrado por un informante sudanés:

Había una vez un mono, un león y una leona que vivían en el bosque. El mono se pasaba todo el tiempo armando alboroto y haciendo reír a la gente.

En cierta ocasión se fue a ver a la pareja de leones y empezó a meterse con ellos. Entonces la leona le dijo a su marido:

—¡Eh, león! ¿No vas a decirle nada?

Y al momento el león salió corriendo detrás del mono. Se puso a perseguirlo entre la maleza. De repente, el mono se metió por un árbol hueco; el león se lanzó tras él, pero el agujero era demasiado estrecho y se quedó atorado. En aquel momento el mono aprovechó para empezar a contarle chistes sin gracia, hasta que casi lo mata de aburrimiento.

Al día siguiente el mono regresó a la guarida de los leones y volvió a molestarlos con bromas y más bromas. La leona se enfadó muchísimo:

—Ya estoy harta —le dijo al león—. ¿No le vas a decir nada?

Su marido respondió:

—Déjalo tranquilo. No le hagas caso.

Pero ella salió disparada detrás del mono. Los dos iban corriendo entre la maleza cuando, de repente, el mono volvió a meterse por el árbol hueco.

Al cabo de unas horas la leona regresó junto al león. Y este, que la vio muy triste, le preguntó:

—¿Qué? ¿A ti también se te subió encima cuando te quedaste atrapada en el árbol? (traduzco de Moussa, 2013: párr. 1)

Nos desplazaremos ahora hasta el extremo noroccidental del continente africano para conocer esta versión marroquí, en la cual ha sido escamoteado todo el pasaje previo en que la leona reprende a su esposo por dejarse humillar:

Había una vez un mono que se pasaba el tiempo insultando al león y burlándose de él. Cada vez que lo veía, le decía:

—¡León, hijo de puta!

El otro nunca le hacía caso. Pero una vez la leona lo escuchó y le dijo:

—Si vuelve a venir por aquí, saldré corriendo y lo atraparé.

—No, no lo hagas —le pidió el león—. Déjalo.

El mono volvió a acercarse por allí, y la leona salió corriendo tras él. Pero poco después cayó en una trampa que le había preparado el mono. Se quedó allí atrapada, con el culo hacia fuera. Al momento llegó el mono por detrás y se la metió.

Cuando la leona regresó con su marido, este le dijo:

—Ya te avisé de que no intentaras atraparlo.

Resulta que a él le había ocurrido lo mismo. (traduzco de Qassimy, 2019: § 2)

En fecha reciente yo mismo tuve ocasión de grabar una versión de este tipo a una joven, argelina y bereber, de veintitrés años y originaria de las montañas de la Pequeña Cabilia. La informante precisó que había conocido el relato por medio de un amigo suyo, de veinticinco años y nacido en Argel, aunque su familia era originaria del municipio argelino de Sétif, enclavado en el altiplano presahariano. Llama la atención que este testimonio, a diferencia de los anteriores, lleve adherido un pasaje al final de la trama en el que se cuenta cómo el trickster es capturado y conducido ante una asamblea de animales:

Había una vez una pareja de leones que vivía en el bosque. Un día el mono se acercó al león y le dijo:

—¡Ay, león! ¡Tú no eres nadie! ¡No vales para nada! ¡Si te cojo por detrás, te vas a enterar!

La leona, que estaba a su lado, lo escuchó todo y le preguntó a su marido:

—¿Vas a consentirle que te diga eso?

—¿Qué le vamos a hacer? —respondió él—. Déjalo. Que diga las tonterías que quiera. No le hagas caso.

Al día siguiente el mono volvió a acercarse al león y le repitió lo mismo:

—¡Ay, león! ¡Tú no eres nadie! ¡No vales para nada! ¡Si te cojo por detrás, te vas a enterar!

—Ya van dos veces que te insulta y te falta al respeto —le dijo la leona—. ¿No piensas hacer nada? ¡Reacciona! ¡Haz algo! ¡No permitas que te diga eso!

Y él le respondió:

—Déjalo, que está loco.

Al tercer día el mono volvió a la guarida de los leones, y gritó:

—¡Ay, león! ¡Os la voy a meter a ti y a tu mujer!

Y, claro, a la leona aquello no le hizo ninguna gracia. Así que le dijo a su marido:

—Mira, si tú no haces nada, seré yo la que tome cartas en el asunto. Voy a darle un buen escarmiento.

El león respondió:

—¡No, no! ¡Ni se te ocurra perseguirlo!

Ella no hizo caso y salió corriendo detrás de él.

Entonces el mono se coló por un árbol hueco, y la leona fue detrás. Pero solo consiguió meter la mitad del cuerpo, porque no cabía entera; se quedó allí atascada. En aquel momento el mono salió por el otro extremo, se puso detrás de ella y se la metió.

Luego la leona volvió a su guarida. Iba cojeando, tambaleándose de un lado a otro. Al verla así, su marido le dijo:

—Ya te lo advertí. Te dije que no fueras.

El león también había intentado atraparlo antes, y el mono le había hecho lo mismo que a su mujer. Por eso trató de convencerla de que no lo persiguiera.

Al cabo de unos días se reunieron todos los animales y decidieron que tenían que capturar al mono. Todos lo intentaron, uno tras otro, pero ninguno lo consiguió. En aquel momento al burro se le ocurrió una idea. En realidad, el burro era muy bobo, pero aquel día estuvo inspirado y tuvo una idea inteligente. Así que les dijo a los demás:

—Dejadme que lo intente yo, que se me ha ocurrido una idea muy buena para atraparlo.

—De acuerdo —le dijo el león—. Adelante, inténtalo.

Así que el burro se fue a buscar al mono y le dijo:

—Mira, te propongo un trato: yo me dejo que tú me la metas, si luego tú me dejas que yo te la meta a ti.

El mono respondió:

—Está bien, trato hecho. Pero empiezo yo.

—De acuerdo —dijo el burro—. Me parece bien.

Entonces el mono empezó a metérsela. El burro no sentía nada de nada, ni el pene ni nada5. Lo único que tuvo que hacer para atraparlo fue apretar un poco el culo, y ya está. Así que cerró el ano y el mono se quedó enganchado detrás de él.

Aquel día los animales estaban reunidos en una asamblea, cuando, de repente, vieron llegar al burro, muy orgulloso, con el mono enganchado detrás. Todos se quedaron admirados y se pusieron a aplaudir.

Pero, justo cuando el burro abrió la boca para hablar, pasó una mosca volando por delante de su hocico y lo hizo estornudar. Con el estornudo se le abrió el culo, y el mono aprovechó para escaparse6.

Viene a cuento que llamemos la atención aquí sobre ciertas coincidencias entre este cuento magrebí y los episodios del Roman de Renart que son narrados con posterioridad a la violación de Hersent. Una de ellas es que, tras haber abusado de sus víctimas, los dos tricksters son apresados y llevados ante la corte de un león. Los dos, además, se las ingenian para escaparse del tribunal y eludir la condena: recuérdese que, para librarse de la horca, Renart ingresa en un monasterio de la orden de San Bernardo (branche VIII, vv. 8680-8700); y que el mono argelino también consigue escabullirse de la asamblea de animales, gracias al inoportuno estornudo del jumento.

Pero es quizá en la branche X de la compilación medieval francesa (vv. 10760-11030) donde se aprecian más analogías con el relato norteafricano. En ella se cuenta cómo Renart roba unas bridas a un aldeano. A continuación el burro del labriego se ofrece voluntario para capturar al ladrón y devolverle los arreos a su amo. Y como en el relato argelino, la treta del rucio —que en el roman recibe el nombre de Tiemer— consiste en tender una trampa al trickster para que se quede enganchado a su cuerpo. He aquí un resumen del pasaje en cuestión:

Tiemer se tiende frente a la madriguera de Renart y finge estar muerto. El zorro y su esposa uncen el cadáver del asno por los arreos y comienzan a arrastrarlo hacia su cubil. En cierto momento el burro no puede resistir la tentación de alzar la cabeza para comprobar si los zorros están bien amarrados; pero ese movimiento lo delata. Renart se percata de que Tiemer está vivo y entiende que le ha tendido una trampa. Para deshacerse de las bridas sin levantar sospechas, el zorro comienza a gritar en voz en cuello que el ano del jumento desprende un tufo insoportable y le ruega a su esposa que lo desate de inmediato.

Este último episodio en que Renart gruñe y se queja de la fetidez del ano de Tiemer guarda cierto aire de familia con la escena en que el mono del cuento argelino logra desengancharse del ano del burro. Ambos pasajes constituyen versiones del tipo narrativo ATU 47A (El zorro se queda enganchado en la cola del caballo)7, del cual el catálogo internacional de Uther (2004) ofrece el siguiente resumen:

Un zorro (un lobo, un oso, un mono u otro animal) empieza a arrastrar el cadáver de un caballo (de un burro o de un perro) que está aparentemente muerto y trata de llevárselo a su casa para comérselo. Para ello, se engancha a la cola del cadáver o lo agarra con las fauces. Al rato, el caballo se reincorpora y pone rumbo a la casa de su amo, llevando al zorro a rastras. Después el dueño del caballo golpea al zorro o lo mata.

Las analogías argumentales entre la versión argelina y los episodios del Roman de Renart que hemos resumido más arriba resultan muy sugerentes, y no parece descabellado pensar que ambos testimonios pudieran derivar de una misma matriz narrativa. A buen seguro, un estudio comparativo más detallado de estos dos paralelos de El zorro viola a la osa que aparecen combinados con El zorro se queda enganchado en la cola del caballo serviría para arrojar algo de luz sobre esta cuestión; pero a nosotros no nos es posible, en el breve espacio que nos está aquí permitido, adentrarnos por esos vericuetos que nos apartarían del asunto que nos ocupa.

COMBINACIÓN CON EL MOTIVO K521: PERSONAJE SE DISFRAZA PARA ESCAPARSE

Regresemos ahora al argumento del tipo ATU 36 para conocer una rama específica del cuento. Según algunas versiones, después de haber sido violada, la víctima intenta vengarse de su agresor; pero este, entonces, improvisa un disfraz de cura o de explorador y consigue escaparse de ella por segunda vez. En realidad, este episodio se corresponde con dos motivos folclóricos que aparecen catalogados en el Motif-Index of Folk Literature (Thompson, 1955-1958): uno de carácter general —el K521 (Personaje se disfraza para escaparse)— y otro más específico, el K521.3 (Personaje se disfraza untándose en hollín para escaparse). Las tres variantes finlandesas que presentamos a continuación servirán para ilustrar este tópico del trickster disfrazado:

La zorra vio a la liebre y la confundió con un cura. Entonces le preguntó:

—Dime, vicario, ¿has visto a una liebre?

Y la liebre le respondió:

—¿Te refieres a la que acaba de violar a la zorra?

La zorra se quedó tan avergonzada de que el vicario se hubiese enterado de su desgracia que decidió zanjar el asunto y no contarle nada a nadie (traduzco de Suomela-Härmä, 2000: 266).

La zorra se encontró con la liebre sentada en un tocón. La confundió con un vicario y le preguntó:

—Señor vicario, ¿ha visto usted a una liebre?

Y el otro respondió:

—¿Te refieres a la que te ha hecho el amor entre los setos?

La zorra rompió a llorar y dijo:

—¿Cómo es posible que a esa liebre desgraciada le haya dado tiempo a contártelo? (traduzco de Suomela-Härmä, 2000: 266)

La zorra se encontró con el supuesto cura y le preguntó quién era.

—Soy un cura —respondió el otro.

—De acuerdo. ¿Has visto pasar a una liebre?

—Sí, he visto a una que me dijo que iba a esconderse en Ingermanland, porque había violado a una zorra.

—¡Oh, Dios mío! ¡No le dará vergüenza contarle eso a un cura! (traduzco de Suomela-Härmä, 2000: 266)

El motivo del trickster disfrazado de clérigo también ha dejado una huella en el Roman de Renart. Recuérdese que, para librarse de la horca, el zorro protagonista acepta ingresar en un monasterio, donde es tonsurado y vestido con los hábitos (branche VIII, vv. 8680-8700). Y el tópico asoma también en el Ysengrimus, justo en el episodio previo a la violación de la loba (V: 317-1128): Renart se tonsura la cabeza y acude a comunicarle a Isengrín que ha decidido vestir los hábitos. Luego, le muestra unos apetitosos pasteles y le dice que esa es la ración diaria que reciben todos los frailes en su abadía. El lobo, incitado por la gula, decide ingresar él mismo en el monasterio de Blandinium, donde los monjes le encomiendan la tarea de vigilar las ovejas. Renart aprovecha, entonces, que la madriguera de su enemigo ha quedado sin vigilancia para humillar a los cachorros de Isengrín y abusar de la loba8.

Pero dejemos, por el momento, las versiones medievales y regresemos a la tradición oral del tipo ATU 36. Cabe señalar, en este punto, que los paralelos que llevan adherido el motivo del violador disfrazado se han popularizado mucho en las redes sociales, sobre todo, en aquellas de expresión francesa y española. Ahora bien, los personajes que intervienen en esos testimonios contemporáneos no son el conejo y la zorra —como viene siendo habitual en las versiones del cuento documentadas en Europa occidental— sino el mono, en el papel de trickster, y la leona, en el de víctima. Es preciso recordar que esa misma pareja de animales es la que protagoniza los paralelos de Marruecos, Argelia, Sudán, Israel y Pakistán9 que hemos conocido en el apartado anterior, lo cual podría constituir un indicio de que la tradición europea del cuento ha podido cruzarse recientemente con la oriental.

Como ejemplo ilustrativo de estas versiones occidentales en las que los protagonistas son el mono y el león, presentaremos a continuación un paralelo que fue publicado en un foro francófono sobre anécdotas jocosas. Por la fecha de su publicación, 1999, se deduce que pudo encontrarse entre los primeros en llegar a la red:

Había una vez un mono que, como cada tarde, iba saltando de liana en liana en dirección a una charca. El día había sido muy bonito, y el mono estaba eufórico. Iba despistado, pensando en sus cosas… Entonces pegó un salto en dirección a la charca, sin preocuparse mucho por dónde iba a caer. El león estaba bebiendo justo debajo, cuando, de repente, le cayó el mono encima, y ¡pum! Ocurrió lo que ya te puedes imaginar...

El león, que era el rey de los animales, se puso muy furioso y empezó a perseguirlo. El mono salió corriendo tan rápido como pudo; comenzó a saltar de liana en liana. Al cabo de un rato consiguió despistar al león. Entonces se sentó en una rama, sacó un periódico, lo abrió y se escondió detrás.

Luego llegó el león y le preguntó:

—¡Eh, tú! ¿No habrías visto a un mono que iba corriendo?

Y el mono respondió:

—¿Te refieres al que se ha tirado a un león?

—¿Cómo? —dijo él—. ¿Ya lo ha publicado en el periódico? (traduzco de Vaysse, 1999: párr. 1)

Aunque las versiones de este subtipo son especialmente abundantes en el folclore francés y en el español, no resulta muy difícil dar con paralelos en otras lenguas europeas. Este, por ejemplo, fue publicado en lengua inglesa en un foro sobre chistes:

Una vez un gorila, que estaba muy excitado, se encontró con un león que estaba bebiendo en una charca en la selva. Entonces lo cogió por detrás y se lo tiró como un loco. En cuanto hubo terminado, salió corriendo, y el león fue detrás de él para vengarse.

Al rato, el gorila encontró unas tiendas de un safari y se metió en una de ellas. Se puso a pensar y a pensar hasta que se le ocurrió una idea: se puso un sombrero de explorador, se sentó en una silla, agarró un ejemplar de The Times y se lo colocó delante, como si estuviera leyéndolo.

Después llegó el león a la tienda y, sin reconocerlo, le preguntó:

—¿Has visto entrar aquí a un gorila?

Y desde detrás del periódico, el gorila respondió:

—¿Te refieres al que se ha tirado al león?

Dijo el león entonces:

—¡No me digas que ya lo han publicado en los periódicos! (traduzco de Yenencm 2019: § 51)

Llega el momento de resumir los resultados a los que hemos llegado tras nuestro análisis comparativo. Para empezar, diremos que el cotejo de decenas de paralelos pluriculturales de El zorro viola a la osa nos ha permitido detectar dos ramas distintas del argumento. Una de ellas narra cómo un trickster conduce a una hembra de mayor tamaño hasta una trampa, y una vez que su presa se encuentra inmovilizada e indefensa, se acerca a ella y la viola. A esta rama pertenecen las versiones del Isopete de María de Francia y del Romulus, amén de muchos paralelos folclóricos, como los que hemos conocido en la primera sección de este estudio. El otro subtipo lleva adosado un episodio postizo, según el cual, el agresor logra escabullirse de su perseguidora mediante un disfraz, generalmente de cura o de explorador. Como hemos visto, ese tópico del trickster disfrazado asoma también en varios pasajes del Ysengrimus y del Roman de Renart, y es más que probable, por tanto, que las versiones del ciclo renardiano entronquen con esta segunda rama del cuento.

Hemos averiguado, además, que el trickster puede recurrir a tres argucias distintas para conseguir que su presa salga corriendo tras él: o bien se dirige a la guarida de la hembra y allí la insulta o la acosa; o bien divulga el bulo de que ha mantenido relaciones íntimas con ella; o bien se acerca a sus cachorros y los humilla. Nuestro estudio ha demostrado que estos tres preámbulos han dejado numerosas improntas en regiones del planeta muy alejadas entre sí, por lo que es más que probable que los tres se fraguaran en época muy remota. La primera treta la encontramos, por ejemplo, en las versiones medievales del Isopete y del Romulus, así como en los paralelos orales e internáuticos de Marruecos, de Argelia, de Sudán y de Pakistán que hemos convocado en estas páginas. La segunda —pregonar el rumor de que ha fornicado con la hembra— es la que utiliza Renart para obtener los favores de Hersent en el poema francés, o a la que recurre el simio de la versión argentina. Y hemos podido comprobar, asimismo, que la argucia de humillar a las crías de la loba, de la leona o de la zorra ha dejado también huellas en buena parte del mundo, desde la tradición renardiana de la Edad Media hasta el folclore reciente de Europa, de Israel o de algunos pueblos amerindios.

Para concluir, bastará con recordar que la muy atípica distribución universal del tipo narrativo ATU 36 invita a pensar que la trama pudo gestarse en cualquier región del planeta, no necesariamente en el continente europeo. Y estamos en disposición de afirmar, además, que la brevedad y el tono jocoso del relato debieron de contribuir a que —a lo largo de ese periplo por tantas lenguas y tantas tradiciones de todo el mundo— su sustancia narrativa pudiera ir adaptándose con relativa facilidad a moldes literarios tan diferentes como el exemplum para la predicación, el verso épico, el cuento oral o el mensaje en foros y redes sociales.

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Fecha de recepción: 24 de abril de 2020
Fecha de aceptación: 30 de junio de 2020

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1 Agradezco la ayuda y las observaciones de José Manuel Pedrosa y José Luis Garrosa.

2 Todas las traducciones de The Types of International Folktales que se incluyen en este artículo son mías.

3 Esta treta es la que emplea, por ejemplo, el conejo para violar a la zorra, según las versiones de varios pueblos amerindios de Estados Unidos, México, Guatemala y Colombia (Peñalosa, 1991: núm. 5; y Ocampo, 1981: 2).

4 Pino Saavedra publicó una segunda versión chilena de este relato (1960: núm. 231).

5 En el norte de África este pasaje en que el mono y el burro llegan a un acuerdo para satisfacer sus apetitos carnales suele narrarse de manera independiente. Para un paralelo argelino de este tipo, véase Abenójar (2017:78).

6 Traduzco la versión registrada, en árabe, el 25 de septiembre de 2019 a Kahina Madjaoui, oriunda de Zontar (valiato de Béjaïa).

7 En los dos casos, además, se aprecian concomitancias con el tipo ATU 122N* (El burro convence al lobo de que monte a su grupa y entonces lo conduce hasta la aldea), así como con el motivo folclórico K1036.1.1 (El chacal introduce la cabeza en el ano de un camello que finge estar muerto: a continuación el chacal es apresado y castigado).

8 También Suomela-Härmä (2000: 265) se percató de las analogías entre este episodio del Roman de Renart y las versiones orales que contienen el motivo del trickster disfrazado. La investigadora finlandesa señaló, asimismo, que el pasaje de la branche XIII en que Renart se tiñe de negro para hacerse pasar por un barquero y así poder acoplarse con Hersent podría estar relacionado con este motivo K521.3.

9 En la India ha sido documentada otra variante, según la cual, el agresor es una liebre y la víctima una leona (Bødker, 1957: 888).