De «el perezoso del dátil» a «esperar a que caiga la breva»: una competición entre vagos y un cuentecillo árabe muy difundido en Francia y España

From «The Lazy Man of the Date» to «Waiting for the Fig to Fall»: a Competition Between Lazy Men and a Very Widespread Arab Tale in France and Spain

DesirĂ©e LÓPEZ BERNAL

(Universidad de Granada)

desiree@ugr.es

ORCID ID: 0000-0002-9756-9062

ABSTRACT: The objective of the present paper is to study an Arab tale which is probably related to the genesis of the Spanish proverb «Estar esperando a que caiga la breva» (Waiting for the fig to fall»), the latter announcing the laziness of its main character. Throughout these pages, we will connect this story with numerous examples —both written and oral— of a tale in which several lazy men are waiting for a fig to fall into their mouths. The tale in question arrived in France from Algeria in the second half of the 19th century and later made its entry in Spain. The different versions and variants that we have collected will allow us to prove its oral and written diffusion in both France and Spain, as well as in several countries in the Arab world, where it is linked to various sayings. Finally, we will address the relationship of this story with the tale type ATU 1950 and we will propose the storyline of a possible new type of folklore.

KEYWORDS: lazy man, fig, date, competition, Spanish proverbs, Alphonse Daudet, Aureli Capmany, ATU 1950, Arabic tales, folktales

RESUMEN: En este trabajo nos proponemos estudiar un cuentecillo árabe que puede encontrarse en la génesis del refrán español «Estar esperando a que caiga la breva», el cual proclama la pereza de su protagonista. A lo largo de estas páginas, estableceremos el vínculo de dicho relato con las cuantiosas muestras escritas y orales de un cuento protagonizado por varios perezosos que aguardan la caída en sus bocas de un higo o una breva y que penetró en la segunda mitad del s. XIX desde Argelia en Francia, desde donde hizo su entrada en España. Las versiones y variantes que hemos reunido nos permitirán probar su dispersión escrita y oral en ambos países europeos, al igual que en varios del mundo árabe, ligado en estos últimos a distintos refranes. Finalmente, abordaremos su parentesco con el cuento tipo ATU 1950 y concluiremos formulando las líneas argumentales de un posible nuevo tipo folclórico.

PALABRAS-CLAVE: perezoso, higo, breva, dátil, competición, refranero español, Alphonse Daudet, Aureli Capmany, ATU 1950, cuentos árabes, cuentos folclóricos

1. UN CUENTO DE REMINISCENCIAS SAGRADAS

Numerosos son los cuentos y dichos con gran arraigo en el folclore de todos los pueblos que tienen su origen más remoto documentado en las escrituras sagradas, libros que han sido durante siglos y siglos fuente donde el ser humano ha saciado sus necesidades espirituales, a la vez que referente de inspiración de su necesidad permanente de contar historias para explicar el universo que le rodea, o por su incesante deseo de hacer más llevaderas sus faenas y adornar su existencia cotidiana.

En el Antiguo Testamento, el libro de «Nahum» guarda unos pasajes en los que se narra la destrucción y ruina de la ciudad de Nínive, levantada —según noticias bíblicas— por el rey Nimrod, quien fuera bisnieto de Noé (Génesis, 10:6-11). En uno de ellos se dice, de forma metafórica: «Todas tus fortalezas son higueras cargadas de brevas; si se sacuden, caen en la boca de quien las va a comer» (Nahum, 3:12). Estamos ante la única referencia en la Biblia de una imagen —la de un árbol con frutos que se ha de agitar para conseguir los manjares que penden de sus ramas— muy recurrida en otros relatos sagrados, cuentos y refranes de los que vamos a tratar.

Una de sus apariciones se encuentra en el Corán. Las higueras del texto bíblico mudan a una palmera en el relato coránico en que se refiere el nacimiento de Jesús. La azora décimo novena del libro sacro de los musulmanes, de nombre «María», contiene —en parte— la narración de la aparición del ángel Gabriel a María y el anuncio de este enviado de Dios de que daría a luz a «un muchacho puro» que se convertiría en «signo para la gente y muestra de Nuestra misericordia» («María», 19:19 y 21). Tras quedar embarazada, María se retira con Gabriel a un lugar alejado. Las siguientes aleyas cuentan los momentos inmediatos al alumbramiento del que sería el profeta ʿĪsà (Jesús) en la tradición islámica en los siguientes términos:

«Entonces los dolores del parto la empujaron hacia el tronco de la palmera. Dijo: “¡Ojalá hubiera muerto antes y se me hubiera olvidado del todo…!”. Entonces, de debajo de ella, le llamó: “¡No estés triste! Tu Señor ha puesto a tus pies un arroyuelo. ¡Sacude hacia ti el tronco de la palmera y esta hará caer sobre ti dátiles frescos, maduros! ¡Come, pues, bebe y alégrate! Y, si ves a algún mortal, di: ‘He hecho voto de silencio al Compasivo. No voy a hablar, pues, hoy con nadie’”» («María», 19:23-26)1.

No parece que exista conexión en este caso concreto entre el texto bíblico y el Corán, lo que nos hace pensar que la que nos ocupa se trataría de una imagen que circularía desde la Antigüedad por el Oriente mediterráneo de la que hacen uso ambos libros sagrados. En efecto, la palmera fue un árbol de gran carga simbólica para las civilizaciones de la Antigüedad, como las mesopotámicas, donde se alzó en símbolo de la fertilidad y la fecundidad. Se trata de «un motivo oriental que se transmitió en el ámbito del Mediterráneo vinculada a hechos divinos» (Valtierra Lacalle, 2017: 106).

La cultura árabe-islámica mantiene hasta hoy día una alta estima hacia la palmera y sus frutos, muy presentes en las fiestas y ritos religiosos. Esta especie arbórea goza de una especial consideración en la tradición islámica, donde se la tiene por tía paterna del ser humano y árbol especialmente bendecido por Dios frente a los demás2. En el pasaje del Corán que se acaba de citar, la palmera datilera proporciona protección y alimento a María durante el trance del parto3. En lo que a esto último respecta, los dátiles fueron altamente apreciados por los árabes debido a sus excelentes propiedades nutricionales —que multiplican exponencialmente su valor en el entorno árido del desierto— y también terapéuticas. Los tradicionistas musulmanes recogieron en varios hadices la recomendación —incorporada a la llamada «medicina del Profeta»— de ingerir dátiles como remedio para engendrar con mayor facilidad (Elgood, 1962: 75). Siguiendo las palabras de Dios a la recién parida María, los dátiles frescos (o, en su ausencia, secos pero mojados) se consideraron el mejor alimento que se podía ofrecer a una mujer parturienta o tras dar a luz (véase Abū Yaʿlà al-Mawṣilī, 19892: 355 [nº 455]; Ibn Ḥaŷar al-ʿAsqalānī, 1995: 635; Carabaza Bravo, 2000: 149 y nota 10; Elgood, 1962: 75). Incluso se cuenta que, para bendecir a los recién nacidos que llevaban ante él, Mahoma les frotaba el paladar con un dátil masticado o con el jugo de haberlo mascado4.

En la Biblia y en el Corán, las palmeras representan la seguridad y la generosidad. Proporcionaron cobijo a María en la azora del Corán y —al igual que en el texto coránico— en el evangelio apócrifo de Mateo sirvieron de refugio y dieron de comer a la Sagrada Familia en su huida a Egipto, momento en que este árbol es el protagonista de un milagro de Jesús. Según el relato relacionado con el episodio bíblico, la fatiga acució a la Virgen María durante su travesía por el desierto, quien se sentó a descansar a la sombra de una palmera con abundantes dátiles. Entonces María sintió hambre y pidió a José que le alcanzase sus frutos, pero estos se encontraban a una altura inalcanzable. El texto del pseudo Mateo cuenta cómo Jesús consiguió que la palmera se inclinase para que su madre pudiera recoger los dátiles con los que saciar su hambre5. Esta narración apócrifa ha servido de inspiración a distintos cuentos folclóricos con desarrollo en numerosas tradiciones de todo el mundo —entre ellas la española—, reunidos bajo el tipo misceláneo ATU 750E (Uther, 2004, 1: 399-400; Camarena y Chevalier, 2003: 45-46 [nº 750K])6.

En una revista española de principios del s. XX, aparece una curiosa alusión a unas supuestas «leyendas» árabes recogidas en época premoderna por al-Zamajšarī (m. 538/1144), que se hacían eco de las aleyas del Corán en las que se cuenta el alumbramiento del hijo de María. En el nº 81 de noviembre del año 1918, la menorquina Monte Toro. Revista mariana mensual (2) abría sus páginas con un artículo sin firma en torno al tema de «Los moros y la Virgen» donde se puede leer la información que sigue:

En otras leyendas consignadas por el árabe Zamajxarí se dice que María dio a luz bajo una palmera seca, y que habiendo experimentado hambre y sed, salió de sus pies un arroyuelo y cayeron hermosos dátiles. Y refiriéndose a ello el Corán en la Sura XXIII, pone en boca de Allah estas palabras: «Hicimos del Hijo de María, como de su Madre, manifestación de nuestro poderio para con los hombres»7.

Quizá quien escribía estas líneas se refería a las denominadas Qiṣaṣ al-anbiyāʾ (Historias de los profetas) del historiador y tradicionista de Basora Ibn Kaṯīr (m. 774/1373), que forman parte de su voluminosa historia universal —titulada al-Bidāya wa-l-nihāya— (2010: 246), editadas de forma independiente a esta obra (2018: 370). Tras recoger las opiniones divergentes de sabios anteriores a él que consideraban, de una parte, que el tronco de la palmera estaba seco y, de otra, que esta se encontraba cargada de frutos (kānat al-najla muṯmira), Ibn Kaṯīr concluía acerca de dicho relato que la palmera bajo la que María alumbró a Jesús no tenía dátiles porque su nacimiento fue en invierno, época estéril. Los comentaristas del Corán escribieron durante los siglos previos sobre el mismo asunto, que la tradición oral se encargó de modelar hasta conjugar las dos opiniones que citábamos y dar al relato coránico un matiz todavía más extraordinario y maravilloso. El periodista francés Jean Mélia, nacido en Argel en 1871 y que desempeñó diversos cargos en la administración colonial, escribía en 1935 un pequeño artículo sobre leyendas de árboles en el Journal des débats politiques et littéraires (1), en el que presentaba la historia coránica que se viene mencionando como «une légende de notre pays musulman concernant le palmier». En ella, contaba que la escena tuvo lugar en invierno y que la palmera estaba desnuda de frutos pero, a la voz del ángel, se cubrió de dátiles.

En la literatura árabe premoderna, las referencias al relato del Corán son muy numerosas. La palmera de María inspiró un refrán recogido en varias colecciones paremiológicas y en los repertorios de refranes incluidos en las obras de la prosa de adab, que reza: «De mayor bendición que la palmera de María» (aʿẓamu barakatan min najlati Maryam) (al-Ābī, 2010, 6.1: 264 [nº 2028]; al-Ṯaʿālibī, 1985: 306 [nº 462]; al-Zamajšarī, 19872: 249 [nº 1057] y 1992: 111)8. También en la poesía se encuentran alusiones explícitas al episodio del Corán que refiere cómo María sacudió la palmera. La poetisa cordobesa Muhŷa bint Tayyānī al-Qurṭubiyya (s. XI) escribía estos versos satíricos contra su protectora, la princesa omeya Wallāda bint al-Mustakfī:

Wallāda ha dado a luz y no tiene marido,

Se ha desvelado el secreto,

Ha imitado a María

mas la palmera que la Virgen sacudiera

para Wallāda es un pene erecto (Garulo, 1998: 106)9.

2. DEL GANDUL EN LA LITERATURA ÁRABE PREMODERNA DE ADAB, HACIA LAS VERSIONES ORALES ÁRABES MODERNAS DEL CUENTECILLO

Tal y como declaraba el cordobés Ibn ʿAbd Rabbihi (m. 328/940) en un capítulo de al-ʿIqd al-farīd dedicado expresamente a ello, Dios hizo de la búsqueda del sustento algo prescrito a todas sus criaturas, ya fueran humanos, ŷinn, aves o leones (1983: 343). En el islam, buscar los víveres para la propia subsistencia se dispone como una obligación del ser humano. A este propósito, decía ʿUmar b. al-Jaṭṭāb, el segundo de los califas bien guiados y modelo de espiritualidad y conducta moral para los musulmanes: «Que ninguno de vosotros descuide la búsqueda del sustento y diga: “¡Dios mío, provéeme de sustento!”, habiendo sabido que del cielo no llueve ni oro ni plata» (Ibn ʿAbd Rabbihi, 1983: 342). También Mahoma animaba a los creyentes a conseguir sus víveres. «Buscad el sustento en las riquezas del subsuelo» es uno de los dichos que se le atribuyen en este sentido (al-Tawḥīdī, 1988: 259 [nº 748]). Al mismo tiempo, se recomienda enérgicamente no hacer uso de tretas y artimañas con este fin (al-Rāgib al-Iṣfahānī, 2009: 144)10. En un relato inserto por el hombre de letras y poeta de época mameluca Ibn Ḥiŷŷa (m. 837/1434) en sus Ṯamarāq al-awrāq, se cuenta que los sufíes se unieron a Abū l-Qāsim al-Ŷunayd (m. 298/910) —principal maestro sufí de la Escuela de Bagdad— y le preguntaron: «Maestro, ¿salimos y nos afanamos en buscar el sustento?». Y él les sugirió: «Si sabéis dónde está, buscadlo». Ellos insistieron: «¿Pedimos entonces a Dios que nos provea?». Y el sabio les recomendó: «Si sabéis que Él se ha olvidado de vosotros, recordádselo». Los sufíes respondieron, optando por la vía más fácil: «Pues nos sentamos entonces y confiamos en Dios». A continuación, le interrogaron acerca del empleo de artimañas e Ibn Ŷunayd les aconsejó que las abandonasen (2005: 293).

Decía Ibn ʿAbd Rabbihi que la gente incapaz y gandula busca el sustento de las peores maneras: pidiendo o mendigando, confiándose a Dios —como decidieran hacer los protagonistas del relato anterior—, embaucando y usando tretas (1983: 343). En la literatura de adab, género del que este literato cordobés fue mayor exponente en al-Andalus, encontramos al tipo del gorrón (ṭufayl) —uno de los personajes que mayor atención acapara en estos libros— que sabe valerse de cualquier astucia en su afán por conseguir comer a costa de otros. Los hay de esta condición que son también perezosos, a los que su gandulería les impide hacer otra cosa más que declarar su profunda pereza para comprar los alimentos con los que cocinar la tan ansiada comida, prepararla o servirla en la mesa.

La holgazanería que afecte a cualquier ámbito es censurada también en el refranero árabe premoderno11. Ciertos refranes señalan directamente al hombre perezoso, que se muestra holgazán, renuncia y deja de moverse para buscar el sustento y otras cosas (al-Mufaḍḍal b. Salma, 1974: 120 [nº 211]). El personaje del gandul (kasūl) constituye un tipo del adab humorístico, aunque no está tan presente en sus obras como otros patrones humanos. El gorrón gandul representa el colmo de los colmos. Un cuentecillo difundido en varias obras de adab recoge la historia de uno de estos parásitos que acompañó a un hombre de viaje. Cuando hicieron un alto en una hospedería, el hombre encargó al gorrón ir a comprar carne para preparar la comida, pero este se negó por estar cansado. Luego le invitó a que la preparase, pero el gorrón vago alegó no saber hacerlo bien e, incluso, ser un holgazán. De nada sirvió tampoco que el hombre le encomendase servir la sopa preparada, pues el gorrón no consintió en aparcar su holgazanería hasta que su desdichado compañero de viaje le mandó levantarse y comer (Ibn ʿĀṣim, 1987: 371-372, trad. esp. López Bernal, 2019: 424 [nº 1229]; Ibn al-Ŷawzī, 1985: 207; al-Jaṭīb al-Bagdādī, 1999: 113; al-Rāgib al-Iṣfahānī, 2009: 324; al-Šarīšī, 1992: 198).

Buen holgazán era también un individuo que acudió ante Maʿrūf al-Karjī (m. 200/815-816) —asceta y místico de la escuela de Bagdad— a hacerle la siguiente consulta:

Un hombre le preguntó a Maʿrūf al-Karjī: «Oh Abū Maḥfūẓ, ¿me muevo para buscar el sustento o me quedo sentado?». Respondió: «¡Más bien muévete, pues te será más útil!». «Entonces, ¿tú dices eso?» —preguntó. Y contestó: «Yo no lo dije, más bien Dios el Altísimo lo dijo y lo ordenó. Le dijo a María: “¡Sacude hacia ti el tronco de la palmera y esta hará caer sobre ti dátiles frescos, maduros!” [Corán, «María», 19:25]. Si hubiera querido que descendieran hacia ella, los habría hecho descender». Y el poeta lo cogió y dijo:

«¿Acaso no ves que Dios reveló a María:

“sacude hacia ti el tronco y hará caer dátiles frescos”»?

Si hubiera querido que ella los recolectara sin sacudirla,

ella los habría recolectado, pero todo tiene un motivo»12.

Este relato, que circuló por varias fuentes de adab desde Oriente hasta al-Andalus (al-Ābī, 2010, 4: 162; Ibn ʿĀṣim, 1987: 294, trad. esp. López Bernal, 2019: 374 [nº 1212]; al-Ṯaʿālibī, 1985: 306-307 [nº 462] y 2009: 158-159 [capítulo sobre la censura del contentarse con algo = bāb ḏammi l-qināʿa]; al-Yūsī, 1981: 213-214), incide —al igual que los testimonios literarios recabados hasta el momento— en el esfuerzo y el trabajo como el único medio lícito para conseguir el alimento diario13. La aleya coránica de la azora de María se emplea, en el contexto esencialmente profano del adab, como autoridad que no deja lugar a dudas sobre el comportamiento a seguir, pues es norma que —se entiende— emana directamente de Dios. «Todo tiene un motivo», decía el poeta anónimo que compuso el díptico que remata el relato, después de insinuar que Dios también podría haber eximido de cualquier esfuerzo al ser humano (a María en sus versos) y, en cambio, no lo había hecho14.

De nuevo Ibn ʿAbd Rabbihi se preguntaba sobre este asunto si acaso era lícito «que sea recolectado un plantío sin sembrar, o que sea recogido un fruto sin plantar, o que dé fuego un encendedor sin golpear o que aumente una fortuna sin buscar» (1983: 339)15. La actitud justamente opuesta a lo prescrito por palabra divina, así como en la tradición religiosa y literaria, ha quedado inmortalizada en la cultura oral del mundo árabe en forma de cuentos y refranes asociados a ellos, a los cuales es inevitable relacionar con el episodio coránico de María y la palmera datilera.

«El perezoso del dátil» (tanbal abū riṭba) o «Como el perezoso del dátil» (miṯla tanbal abū riṭba)16 son refranes de uso frecuente hoy día en Iraq (Rahman Murad, 2011: 197 [nº 213]), estrechamente emparentados con un supuesto cuento de cuya existencia informaba al-Alūsī (2009: 265 [nº 1838]) en su repertorio de refranes de Bagdad. Su argumento —en palabras de dicho erudito iraquí del s. XIX— decía así:

Se dice que un perezoso estaba tumbado debajo de una palmera, cuando un dátil cayó de ella cerca de donde él se encontraba. El perezoso no intentó alargar la mano hacia el dátil para recogerlo del suelo, sino que le pidió a quien estaba a su lado que lo recogiera y se lo pusiera en la boca (al-Alūsī, 2009: 265 [nota 233]).

Una versión siria del mismo refrán —recogida recientemente en la ciudad de Alepo— reza «Los perezosos de Egipto» (tanābila Miṣr) y está conectada con un relato cuyo esqueleto argumental es el siguiente:

Se dice que los perezosos de Egipto se echan sobre su espalda y esperan la caída del dátil del árbol en su boca y cuando se lo comen, empiezan a gritar: -«¡Oh, el que me trae los dátiles [al-ʿaŷwa] en la boca!» (al-Aswad, 2006: 178 [nº 6])17.

No hemos encontrado referencias que muestren que la literatura árabe premoderna hubiera podido dar cobijo a relato y refrán, ni en obras de adab ni en colecciones paremiológicas. A pesar de la difusión del cuentecillo en la tradición oral iraquí y siria, de la que nos hablan estos refranes, no hay constancia de él en el catálogo de El-Shamy como un cuento folclórico árabe. Además de las dos sinopsis que acabamos de citar, quedan rastros de su circulación en el folclore de Iraq en el gran archivo de la tradición oral en que se ha convertido internet. En un breve artículo que reproducen un portal de noticias y una revista cultural iraquíes se explica el origen del refrán que citábamos. Traducimos su texto resumido a continuación:

Un hombre que tenía un hijo muy holgazán decide enviarlo a una especie de comunidad de gandules para que viva con ellos y se convierta en uno de ellos. Allí vivían en un gran jardín en uno de los arrabales de Bagdad, durmiendo a lo largo de todo el día. Si les entraba hambre, comían de los dátiles que se caían de las palmeras que había en el jardín (bajo las que se recostaban a dormir) y, si sentían sed, bebían del agua de la acequia. Así que el hombre fue al jefe de los perezosos y le explicó el asunto. Su hijo, el gandul, lo saludó. El jefe de los perezosos dio la bienvenida al nuevo y le dijo que se fuera a dormir al lado de la acequia y bajo las palmeras y que comiera los dátiles que cayeran junto a él y bebiera del agua de la primera, asegurándole que allí no haría ningún trabajo. El muchacho se tendió en el suelo cerca de la acequia esperando a que le cayeran los dátiles cerca de él. Después de un tiempo, un dátil cayó cerca de su cabeza y no fue capaz de recogerlo y ponérselo en la boca, por lo que decidió implorar la misericordia de Dios para que guardara los dátiles en su boca. El jefe de los perezosos escuchó lo que había dicho el nuevo gandul y se echó a reír. Le hizo venir y le dijo que fuera a ver a su padre y le dijera: -«¡Soy un perezoso y medio! ¡No necesito vivir con los perezosos para aprender de ellos!». Después, la gente conoció la historia de este joven y se asombró de su holgazanería y se rio de lo que hizo. Y dijeron sobre él: «El perezoso del dátil» (tanbal abū riṭba), y esta frase se convirtió en refrán18.

Es inevitable percibir en este relato un cierto eco del pasaje del Corán en el que se cuenta el alumbramiento de Jesús. En aquel, Dios puso a los pies de María un arroyo para beber y proveyó la palmera de dátiles para que pudiera comer; eso sí, por sus propios medios. El jardín que se dibuja en el cuentecillo iraquí es algo así como el paraíso de los vagos, pues estos disponen en él de todo lo necesario para subsistir sin apenas realizar esfuerzo: la acequia recuerda al arroyo del texto coránico, mientras que las palmeras son comunes a ambos.

Otra versión más breve del cuentecillo que se esconde tras el refrán mencionado —también conocida en la actualidad— es esta, que sigue la estela de la difundida en el s. XIX registrada por al-Alūsī y la mantiene viva. Su texto nos deja algunos detalles más que no nos proporcionaba el erudito iraquí, como la contestación final del compañero gandul del protagonista, que remata la ya de por sí cómica escena que se nos narra:

Se cuenta que había una palmera en uno de los caravasares de Bagdad a la que se dirigían numerosos perezosos para tumbarse bajo ella a esperar la caída de sus dátiles. Cierto día, uno de los perezosos estaba tumbado debajo de esta palmera con la boca abierta esperando a que cayera un dátil y le entrara en la boca para comérselo. Y cayó uno cerca de donde él se encontraba, pero su pereza llegaba a tal punto que no lo recogió del suelo, sino que encargó al que estaba como él tumbado a su lado que se lo pusiera en la boca. Y este le dijo: -«¡Si hubiera algo que me hiciera tener la intención de ponerlo en tu boca, lo pondría en la mía!»19.

El informante autor de la entrada en la página web consultada indica que el refranero popular iraquí cuenta con un proverbio de significado similar al de la historia, por el que se dice «No bebe agua por sí mismo» (mā yišrab nafs-ho mayya), aplicado, como el que se viene mencionando, a quien muestra una excesiva pereza, no tiene intención de trabajar o encarga a los demás satisfacer sus necesidades.

Del protagonista de este cuento y refrán iraquíes se cuenta que su gandulería llegaba a tal punto que se prendió fuego en su casa y le dio tanta pereza sofocarlo que se le quemó por completo20. Este personaje se perfila como bien célebre en la tradición oral iraquí. Su extrema holgazanería le ha valido su reconocimiento como «el perezoso de Bagdad». Así, otro refrán popular de Iraq reza: «No te vuelvas perezoso como el perezoso de Bagdad» (lā taṣīr tanbal miṯla tanbal Bagdad)21.

Hasta el momento, hemos presentado dos versiones del relato emparentado con el refrán iraquí, fraguadas en la tradición oral:

a) La prwotagonizada por un perezoso que está tumbado bajo una palmera y que, al caer de ella un dátil próximo al él, no es capaz de recogerlo debido a su extrema vagancia.

b) Una segunda, de idéntico argumento a la primera, pero quienes se encuentran recostados bajo la palmera son dos amigos o compañeros perezosos, uno de los cuales le pide al otro que le meta en la boca el dátil que le ha caído cerca.

La diversidad de versiones nos indica que estamos ante un cuento tradicional en Iraq, que goza de vitalidad gracias, en parte, a su filiación con un refrán de uso frecuente.

El cuentecillo árabe —o quizá su eco— podría haber llegado en esta forma hasta España y haber sido conocido por los literatos españoles, seguramente por vía escrita. Así nos lo hace pensar, en primer lugar, un fragmento de un «episodio de costumbres del s. X» —como su autor lo presentaba— salido del ingenio y la pluma de José Fernández Bremón (m. 1910). Este periodista conservador, dramaturgo y cuentista, exiliado en el año 1869 hasta la Restauración, contribuyó con un relato al que dio el nombre de «Málaga morisca» a una publicación especial, titulada Andalucía, salida de las prensas del Establecimiento Tipográfico Sucesores de Rivadeneyra de Madrid en 188522. El relato ideado por Fernández Bremón narra la llegada del prior Don Lupo y su acompañante —que hace las veces de narrador— a la Málaga islámica del s. X, donde el primero es recibido por el gobernador de la ciudad y ambos acaban siendo vendidos como esclavos. Un moro llamado Yusuf comunica esta noticia al segundo, a quien lleva a comer, acompañados ambos de otro moro viejo llamado Mohamad. En la conversación que los tres hombres mantienen alrededor de la mesa y bebiendo vino, Mohamad menciona a Ismail «el Cenobita», un sabio ermitaño que «habiendo leído que “el solitario gordo se parece al cerdo”» intentó en vano controlar su cuerpo:

En vano procura estarlo: las cabras suben á su cueva y le nutren con su leche mientras duerme; se le ha visto dormido bajo una palmera, y los dátiles más azucarados caían en su boca suavemente, dejando los huesos en la rama (1885: 19).

La vida ociosa que llevaba este personaje malagueño inventado por Fernández Bremón lleva más al límite todavía la pereza del protagonista del cuentecillo árabe, pues siquiera le surge el dilema de si moverse para buscar líquido con el que hidratarse.

Refuerza nuestra hipótesis de que esta versión del relato árabe podría haber penetrado en España una escueta alusión a su principal motivo argumental en La zapatera prodigiosa de Federico García Lorca (1971: 78):

ALCALDE (tenoriesco). Que la casa tiene una cama con coronación de pájaros y azucenas de cobre, un jardín con seis palmeras y una fuente saltadora, pero aguarda, para estar alegre, que una persona que sé yo se quiera aposentar en sus salas, donde estaría… (Dirigiéndose a la ZAPATERA) Mira, ¡estarías como una reina!

ZAPATERA (guasona). Yo no estoy acostumbrada a esos lujos. Siéntese usted en el estrado, métase usted en la cama, mírese usted en los espejos y póngase con la boca abierta debajo de las palmeras esperando que le caigan los dátiles, que yo de zapatera no me muevo.

3. LOS PEREZOSOS QUE ESPERABAN A QUE LES CAYERA LA BREVA

En la Antigua Roma, los niños se encaramaban a las higueras y desde allí, a modo de divertimento, lanzaban higos a otros que estaban preparados abajo con las bocas abiertas (Luque Fajardo, 2018: 33). Nada que ver con el juego, sino con la holgazanería, tiene el motivo por el que los perezosos del cuento que venimos tratando se tumbaban bajo las palmeras. Otra rama del mismo relato, en cambio, sustituyó las palmeras por higueras y los dátiles por higos o brevas23. Su camino pasa por Argelia, desde donde llegó a Francia y de allí a España, como explicaremos. En este apartado del estudio nos vamos a centrar en ella, en sus versiones y variantes, y en varios refranes asociados.

3.1. Un cuento y refrán argelinos con eco en Francia

Al norte de Argelia, en la región de Cabilia, cuya población es mayoritariamente amazigh, se conserva un refrán que dice «Arğu kan a k-d_deɣli tbexsist deg_gmi» («Attends qu’il te tombe une figue dans la bouche»), de cuyo parentesco con nuestro cuento no cabe duda. Fue recolectado por el Padre Antoine Giacobetti y, más recientemente, por Ouahmi Ould-Braham, en ambos casos en taqbailit (cabileño), muestra del diálogo entre esta cultura y la árabe (Inzan. 511 proverbes: 32 [nº 271]; Inzan. 231 proverbes: 31 [nº 146]).

Es bastante fácil imaginar que las estrechas relaciones a todos los niveles que Francia mantuvo durante el periodo de la colonización francesa con el norte de África —a partir de las primeras décadas del s. XIX y hasta algo más de mediados del s. XX— fueron el caldo de cultivo perfecto para todo tipo de intercambios culturales, de sentido bidireccional. Como hiciera con anterioridad el orientalismo, otro movimiento de supremacía occidental, el colonialismo, trajo de la mano —paradójicamente a sus postulados supremacistas— un mestizaje cultural que alcanzó sobremanera a la literatura. El mundo árabe colonizado, también en la zona levantina de Oriente, enriqueció la literatura y la tradición oral francesas con cuentos y refranes, algunos de larguísima trayectoria en las letras árabes de la Edad Media.

El escritor y periodista francés nacido en Nîmes Alphonse Daudet (m. 1897), fue autor de varias colecciones de cuentos, un género por el que se sintió fuertemente atraído a lo largo de su trayectoria intelectual y a cuyo desarrollo en la prensa escrita contribuyó de forma importante24. En el año 1870, Daudet publicaba por primera vez un relato corto titulado «La figue et le paresseux», que dedicaba a otro periodista y literato del momento, Charles Monselet (m. 1888) y que estaba ambientado en los años previos a la ocupación francesa de Argelia. Aparecía en las páginas del semanal Paris Illustré del 27 de marzo de 1870 (60 y 62), en la sección «contes naïfs». El 28 de agosto del año siguiente se volvía a imprimir, esta vez en el periódico Le Soir, journal d’informations.

Algo más de tiempo pasaría hasta volverlo a leer, en 1886, entre los cuentos que se incorporan como si se tratara de apéndices a la novela La Belle-Nivernaise del propio Daudet. En esta ocasión, el texto se encontraba encabezado por un subtítulo que rezaba: «légende algérienne»25. Se repetía en 1890 en L’Algérie artistique et pittoresque (13-16), revista literaria publicada en Argel y distribuida en París.

Respecto a su contenido, lo reproducimos, de forma resumida, a continuación. Su texto comienza así (destacamos en cursiva aspectos relevantes):

Dans l’indolente et voluptueuse petite ville de Blidah, quelques années avant l’invasion des Français, vivait un brave Maure qui, du nom de son père, s’appelait Sidi-Lakdar et que les gens de sa ville avaient surnommé le Paresseux. Vous saurez que les Maures d’Algérie sont les hommes les plus indolents de la terre, ceux de Blidah surtout; sans doute à cause des parfums d’oranges et de limons doux dont la ville est noyée26. Mais en fait de paresse et de nonchaloir, entre tous les Blidiens, pas un ne venait à la ceinture de Sidi-Lakdar. Le digne seigneur avait élevé son vice à la hauteur d’une profession. D’autres sont brodeurs, cafetiers, marchands d’épices. Sidi-Lakdar, lui, était paresseux […]. Cette paresse effrénée avait rendu Lakdar très populaire dans son pays. On le respectait à l’égal d’un saint (Daudet, 1886: 163-164).

Igual que sucedía con el perezoso del dátil —inmortalizado en el refrán iraquí como «el perezoso de Bagdad» o como «los perezosos de Egipto» del proverbio sirio—, el personaje de Sidi-Lakdar que Daudet traza a partir del cuentecillo argelino que le sirve de inspiración ostenta al comenzar la narración el honroso título de «el Perezoso». Unos y otro son los perezosos por excelencia del lugar en el que habitan, pero a Sidi-Lakdar le arrebataría finalmente su rango el muchacho que también se alza como el principal protagonista del relato, precisamente por su holgazanería.

La versión de Daudet continúa y, en el pasaje que sigue, un padre de la villa argelina de Blida conduce a su hijo, quien ansiaba ser perezoso a toda costa, ante una autoridad en la materia, el renombrado Sidi-Lakdar, a que este le enseñara su oficio, pues —señala Daudet en el párrafo anterior— «había elevado su vicio a la altura de una profesión»:

Au bout de quelques jours, le père eut vent de la chose: mais il eut beau crier, tempêter, blasphémer le nom d’Allah et frotter les reins du petit homme avec tous les merisiers de sa boutique, rien n’y fit. L’enfant s’entêtait à dire: «Je veux être paresseux… je veux être paresseux», et toujours on le trouvait étendu dans quelque coin. De guerre lasse, et après avoir consulté le greffier Ali, le père prit un parti:

—Écoute, dit-il à son fils, puisque tu veux être paresseux à toute force, je vais te conduire chez Lakdar. Il te passera un examen, et si tu as réellement des dispositions pour son métier, je le prierai de te garder chez lui, en apprentissage.

—Ceci me va, répondit l’enfant».

Et, pas plus tard que le lendemain, ils s’en allèrent tous les deux, parfumés de verveine et la tête rasée de frais, trouver le paresseux dans son petit jardin.

La porte était toujours ouverte. Nos gens entrèrent sans frapper; mais comme l’herbe montait très touffue et très haute, ils eurent quelque peine à découvrir le maître du clos. Ils finirent pourtant par apercevoir, couché sous les figuiers du fond, dans un tourbillon de petits oiseaux et de plantes folles, un paquet de guenilles jaunes qui les accueillit d’un grognement.

—Le Seigneur soit avec toi, Sidi-Lakdar, dit le père en s’inclinant, la main sur la poitrine. Voici mon fils qui veut absolument se faire paresseux. Je te l’amène pour que tu l’examines, et que tu voies s’il a la vocation. Dans ce cas, je te prie de le prendre chez toi comme apprenti. Je paierai ce qu’il faudra».

Sidi-Lakdar, sans répondre, leur fit signe de s’asseoir près de lui, dans l’herbe. Le père s’assit, l’enfant se coucha, ce qui était déjà un fort bon signe. Puis tous les trois se regardaient sans parler. C’était le plein midi du jour; il faisait une chaleur, une lumière… Tout le petit clos avait l’air de dormir. On n’entendait que le crépitement des genêts sauvages crevant leurs cosses au soleil, les sources chantant sous l’herbe et les oiseaux alourdis qui voletaient entre les feuilles avec un bruit d’éventail ouvert et refermé. De temps en temps, une figue trop mûre se détachait et dégringolait de branche en branche. Alors, Sidi-Lakdar tendait la main, et, d’un air fatigué, portait le fruit jusqu’à sa bouche. L’enfant, lui, ne prenait pas même cette peine. Les plus belles figues tombaient à ses côtés sans qu’il tournât seulement la tête. Le maître, du coin de l’œil, observait cette magnifique indolence; mais il continuait à ne souffler mot.

Une heure, deux heures se passèrent ainsi. Pensez que le pauvre tourneur de tuyaux de pipe commençait à trouver la séance un peu longue. Pourtant, il n’osait rien dire, et demeurait là, immobile, les yeux fixes, les jambes croisées, envahi lui-même par l’atmosphère de paresse qui flottait dans la chaleur du clos avec une vague odeur de banane et d’orange cuites.

Tout à coup, voilà une grosse figue qui tombe de l’arbre et vient s’aplatir sur la joue de l’enfant. Belle figue, par Allah! Rose, sucrée, parfumée comme un rayon de miel. Pour la faire entrer dans sa bouche, l’enfant n’avait qu’à la pousser du doigt; mais il trouvait cela encore trop fatigant, et il restait ainsi, sans bouger, avec ce fruit qui lui embaumait la joue. À la fin, la tentation devint trop forte; il cligna de l’œil vers son père et l’appela d’une voix dolente:

Papa, dit-il, papa… mets-la-moi dans la bouche…—.

À ces mots, Sidi-Lakdar qui tenait une figue à la main la rejeta bien loin, et s’adressant au père avec colère:

—Et voilà l’enfant que tu viens m’offrir pour apprenti! Mais c’est lui qui est mon maître! C’est lui qui doit me donner des leçons!—.

Puis, tombant à genoux, la tête contre terre, devant l’enfant toujours couché:

Je te salue, dit-il, ô père de la paresse!…» (Daudet, 1886: 166-171).

El relato de Daudet finaliza, como hiciera una de las versiones tradicionales iraquíes, proclamando la formidable pereza del niño, capaz de superar incluso a la de quien había sido encumbrado como el perezoso de Blida. La conexión entre la citada versión del folclore de Iraq y la recreada por el escritor francés sirviéndose de un cuento de circulación oral en Argelia es evidente, sin que podamos determinar cuál fue la dirección del flujo de transmisión del mismo entre los dos países árabes ni en qué momento se produjo.

El literato provenzal tomó como base un relato oral, el cual —si tenemos como referencia a su pariente iraquí— adornó y recreó hasta estirar su hilo argumental, pero manteniendo su esencia; hizo valer su genio literario, e impregnó el cuentecillo de los sutiles toques de ironía y humor que caracterizaron a su pluma. En la obra de Daudet, la conexión de sus cuentos con el folclore es una constante (Dufief, 2014: 188-194, especialmente 188-192)27. El que nos ocupa es un ejemplo paradigmático de cómo el literato francés sometió muchos de sus relatos a un creativo proceso de reelaboración que los hizo diferenciarse en forma respecto de sus versiones orales y populares y les confirió un aspecto más erudito.

Daudet no solo reelaboró y adaptó a la literatura escrita este relato de la tradición oral argelina. En esta versión de 1886 también modificó, respecto a la inicial, ciertos detalles que no afectan al argumento ni a la trama del cuento, como el nombre del jefe de la cofradía de los perezosos, que se llamaba Sid’Omar en el primer texto28.

El escritor francés tuvo contacto de primera mano con Argelia y su folclore en su juventud durante los dos meses en que, por motivos de salud, se embarcó con su primo, Henri Reynaud, en un viaje hacia el país árabe29. Su periplo les llevó desde la capital, Argel, hasta el Sahel o la población de Blida, entre el 19 de diciembre de 1861 y el 25 de febrero de 1862 (Caillat, 1923: 11-115)30. Teniendo en cuenta que sus pasos le condujeron hasta este último lugar, donde está ambientado el cuento que recrea, es inevitable pensar que conociera este relato oral allí, como producto de sus encuentros con la población oriunda. Más tarde, como hiciera con otros muchos de sus cuentos inspirados en su estancia argelina a partir de finales del año 1862, Daudet terminó volcando el cuento a la prensa escrita (Daudet, 1990: 17)31.

La reelaboración de Daudet pone ante nosotros una variante del relato (considerada así al tomar como modelo la versión en la que el árbol es la palmera y los frutos sus dátiles) en la que los protagonistas son un hijo perezoso y su padre y lo que el primero espera que caiga en su boca es un higo maduro o una breva. En esta variante, además, el hijo pide a su progenitor que recoja el higo que ha caído de la higuera y lo introduzca en su boca, como en la versión iraquí que recogía al-Alūsī y una de las extraídas de internet, también del folclore iraquí.

De otra parte, digna es de resaltar también la visión estereotipada hacia el pueblo árabe que transmite el literato francés, que se va a repetir en otros textos franceses y españoles que citaremos a propósito de nuestro cuento32. «Vous saurez que les Maures d’Algérie sont les hommes les plus indolents de la terre» —aseguraba Daudet—, sobre todo los de Blida, lo cual explicaba por la fragancia de los naranjos y los limoneros que rodeaban la ciudad. La geografía de la gandulería va a señalar en varios de los textos que reuniremos hacia el mundo árabe, lo mismo que el escritor provenzal apuntaba hacia la citada localidad argelina. Por su parte, el refrán «los perezosos de Egipto» nos induce a pensar que quizá en el folclore sirio Egipto se considere tierra de vagos33.

Ante la falta de más referencias en las fuentes literarias de la época, la prensa francesa del s. XIX sale en nuestra ayuda en la tarea de rastrear las manifestaciones en Francia del cuentecillo árabe difundido en Argelia. Probablemente puedan ser más de las que dejemos anotadas en estas páginas, puesto que únicamente hemos llegado a consultar las publicaciones digitalizadas. Todas las muestras halladas son huellas que dejó el cuentecillo recreado por Daudet, desde los años posteriores a su aparición inicial en la prensa —todavía en vida del literato provenzal—, hasta décadas después de su muerte. La primera se encuentra en el diario parisino Le Gaulois, en su número del 9 de febrero de 1896 (1). Se trata de una versión abreviada del relato que recreó y difundió Daudet a través del mismo medio, que se presenta al lector como una fábula árabe. Su texto dice así:

Le professeur de la paresse
Fable arabe

Pour l’Arabe, la paresse est une vertu; mais ne sait pas la pratiquer qui veut; c’est pourquoi certain marabout ayant conscience de sa supériorité dans l’art de ne rien faire s’était établi «professeur de paresse».

Un de ses voisins émerveillé de son talent voulut lui conduire son fils, chez lequel il sentait d’admirables dispositions à la paresse.

Il trouva le marabout couché sous un figuier et lui exposa sa requète.

Pendant que le marabout l’écoutait, une figue tomba près de l’enfant qui déjà s’était étendu sur la natte près du professeur. Le marabout l’observait.

-Père, dit l’enfant, apporte-moi cette figue.

Le père se courba, prit la figue et la présenta à son fils.

-Père, dit encore l’enfant sans faire un mouvement, mets-moi la figue dans la bouche.

Le père mit la figue dans la bouche de son fils, et se retourna vers le marabout pour recueillir son impression.

-Emmène ton fils, dit le marabout professeur de paresse, il en sait plus que moi.

En esta versión, se suprime la postura inicial de rechazo del padre cuando su hijo le comunica que desea ser perezoso y es el propio progenitor quien, se nos cuenta, decide llevar a su hijo ante el maestro de la pereza para que se forme con él, tras haber observado en su vástago una excelente disposición a convertirse en un gandul profesional. El resto del argumento es coincidente con el texto de Daudet. ¿Podríamos estar ante un caso de recogida por escrito de una versión de transmisión oral, más que ante un resumen hecho a partir de la reelaboración publicada con anterioridad por el citado escritor? La fama como escritor de Daudet en la Francia de la segunda mitad del s. XIX nos invita a pensar que su relato trascendiera las páginas de periódicos y libros y comenzara a pasar de boca en boca. Su difusión en Francia también alcanzó los manuales escolares. En el año 1958, se imprimía un libro de lectura de primaria, destinado a estudiantes de entre sexto y séptimo año, ideado por Fernand Nathan y llamado Nouvelles lectures françaises. Cours moyen (2e année), Classe de 7e. Entrée en 6e. El cuento de Daudet abría su capítulo 22, titulado Contes et récits de l’Afrique du Nord (Nathan, 1958: 172-173 [nº 85])34.

No abandonamos Francia, pues transcurridos diez años desde el inicio del s. XX, el Journal de Seine-et-Marne. Feuille littéraire, commerciale, industrielle, d’utilité locale et non politique (1) publicaba otra versión del cuento en una sección donde se hablaba de los pueblos («razas» en el texto) eslava y «mahometana» y se pretendía trazar los rasgos de su carácter y costumbres a través de anécdotas. Una de ellas es nuestro relato:

Contons maintenant ce trait de deux Arabes de la secte des «paresseux».

Le père et le fils dorment en plein jour sous un figuier. Il es midi, ils ont faim; mais aucun ne bouge; ils sont trop bien étendus.

Une figue tombe entre le père et le fils. Le père orgueilleusement demeure inmobile, mais le fils:

-«Papa, dit-il, mets-moi cette figue dans la bouche!…».

La alusión a la «secta de los perezosos» conecta esta versión con una de las iraquíes y con la recreada por Daudet, mientras que, en su conjunto, se encuentra cercana también a la iraquí de la que daba cuenta al-Alūsī. Resulta significativo que, en el texto que acabamos de copiar, se va un paso todavía más allá de la anterior versión aparecida en la prensa francesa, y otro más de la que ofrecía Daudet: el padre que se opone a que su hijo se abandone a la holgazanería y que acaba cediendo y llevando a su hijo ante una eminencia en la pereza termina él mismo convertido también en un vago en la versión que venimos de reproducir. Esta evolución es muy interesante, pues enlaza directamente con las versiones del cuento (algunas de ellas —las españolas— pendientes de presentar) en las cuales los gandules que aguardan la caída de los frutos son dos.

Otro de los textos en francés que hemos encontrado en la prensa aparece dentro de un artículo titulado «Le moindre effort» en Le Petit Parisien del 1 de marzo de 1935 (2), firmado por el novelista, crítico literario, dramaturgo y también narrador de cuentos Henri Duvernois (1875-1937), apodado «el Dickens francés»:

Nous rappellerons bientôt ce champion des paresseux dont parle un conte arabe. Il a était couché nonchalamment à l’ombre d’un figuier et, s’adressant à un camarade, il lui demandait de pousser dans sa bouche la figue qui venait de tomber sur sa joue!

Resulta de sumo interés la actividad como narrador del autor del artículo y, por tanto, su interés por el folclore y los cuentos populares, puesto que el resumen del argumento de nuestro cuento que proporciona parece haber sido tomado o hacerse eco de una versión árabe. Al menos eso parece sugerir el hecho de que el perezoso se dirija a un camarada compañero de pereza que no es su padre, mientras que en las demás versiones en francés reunidas era su progenitor quien recibía la insolente petición. Desconocemos si podría haber circulado por la Francia del momento un relato en francés donde al gandul protagonista le acompañaba un segundo vago que no fuera su padre. Lo cierto es que ese detalle aproxima esta versión a dos de las iraquíes (la registrada por al-Alūsī y la más breve de las localizadas en portales de internet).

El último documento escrito que acredita la notable difusión que habría experimentado el cuento en Francia entre pasada la segunda mitad del s. XIX y las primeras décadas del s. XX lo hemos hallado también en la prensa. En esta ocasión, su argumento está puesto en boca de Sauveur, un personaje argelino que interviene en la novela Salvator, escrita por Lucienne Favre (1894-1958) y publicada en el semanario femenino parisino La Femme de France el 1 de febrero de 1938 (20). El pasaje, en el que Sauveur habla del trabajo en Francia y en su país, dice así:

«[…] Oh! J’en ai tout de même qui travaillent un peu plus… Oui, mais chouïa35… au ralentí… Quand ils ont pas envie tu pourras leur promettre n’importe quoi! Laisse-les plutôt qu’ils s’installent sous le figuier, la bouche ouverte en attendant que les figues elles soient assez mûres pour tomber toutes seules dans leur bouche! S’il faut seulement qu’ils lèvent la main, ils préfèrent s’en passer! […]».

La escritora y dramaturga Lucienne Favre era argelina. He aquí, pues, otra muestra que certifica el carácter tradicional del cuentecillo en la Argelia del s. XIX y, al menos, parte del s. XX.

3.2. La adopción del cuentecillo árabe en España a partir del s. XIX y el refrán derivado de él

3.2.1. La acogida y difusión del cuentecillo en las publicaciones periódicas y la acuñación del refrán

La prensa escrita española de la segunda mitad del s. XIX estuvo particularmente al tanto de los pasos de los escritores del otro lado de los Pirineos, con Émile Zola o el propio Alphonse Daudet a la cabeza. Las obras de este último —que tuvo una gran presencia en los diarios y revistas de España— fueron volcadas al español poco tiempo después de aparecer su versión original en francés36. Hasta donde hemos podido averiguar, el cuento de «La figue et le paresseux» llegó a los rotativos españoles con cierto retraso respecto a su publicación inicial en la prensa francesa. La primera documentación que hemos encontrado remite a las páginas del menorquín El Pueblo. Periódico republicano democrático, en su número del 10 de julio de 1892 (4), bajo el título «El higo y el perezoso» y culminado por el nombre de su autor —Alfonso Daudet—, en la que supone una traducción bastante fiel del texto que el literato francés publicaba seis años antes como adenda al volumen de La Belle-Nivernaise37. Dos años más tarde, El pueblo. Diario republicano de Valencia —fundado por el afamado escritor valenciano Vicente Blasco Ibáñez y difusor de sus ideas y obra literaria— recuperaba esta traducción para su número inaugural. Protagonizaba la sección «el cuento del día» y su texto iba acompañado de un retrato del escritor francés, cuya identidad aparecía también al final del relato. Por su parte, El Liberal. Diario político y de intereses materiales, publicado en Alicante, traía el cuentecillo en su número del 20 de agosto de 1897, en idéntica traducción, acaparando una sección encabezada por el rótulo «cuentos franceses». Resulta significativo que, en este momento y contexto preciso, el relato fuera desprovisto de su origen árabe para ligarlo, estrechamente, al ingenio de Daudet y, con ello, declarar su carácter francés.

Con todo, la llegada a España —y a la prensa española— del cuentecillo del higo y el perezoso debió ser anterior a la primera traducción que hemos señalado. A partir de la prensa española, observamos que el uso de las expresiones «le caiga la breva en la boca», «que les caiga la breva» y similares se va generalizando en los diarios y revistas de las décadas finales del s. XIX, con mención y sin ella al cuento árabe. De este modo, hallamos en El diario de Murcia del 11 de julio de 1883 (1) —casi una década antes de la primera traducción del relato de Daudet que hemos encontrado— una columna titulada «Lo del día», en cuyo colofón se lee la siguiente alusión al cuento que centra nuestra atención:

Aquí se da la realidad del caso de que un hombre se acueste á dormir la siesta bajo la sombra y le caiga la breva en la boca; y esto es lo que nos pierde.

A la holgazanería se refería también José M.ª Sbarbi (m. 1910) —a quien volveremos a mencionar más adelante— en un artículo titulado «Mosaico» en el que denunciaba el que era —en su opinión— uno de los principales males que aquejaban a la España moderna: la vagancia de sus clases trabajadoras. Lo acogían las páginas del barcelonés La ilustración artística. Periódico semanal de literatura, artes y ciencias, el 23 de febrero de 1891 (3 [115]). Sbarbi escribía estas palabras, entre las que hace uso de una expresión que, poco después, recogería en su Diccionario de refranes, adagios, proverbios, modismos, locuciones y frases proverbiales de la lengua española:

[…] parece como que insulta á la Divina Providencia en la persona de aquellos hijos suyos que, pudiendo y debiendo entregarse al cultivo de la tierra, con todos los ramos que de él dependen, tales como la apicultura, la sericultura, etc.,] se cruzan de brazos aguardando inactivos á que les venga el maná de lo alto, ó con la boca abierta hacia arriba, que les caiga la breva sin haberla plantado ni regado.

En otras publicaciones, las referencias que hemos encontrado nos aproximan al cuentecillo árabe que Daudet recogía de la oralidad en su viaje a Argelia a principios de la sexta década del s. XIX. El diario de Reus, de avisos y noticias traía en su primera página del 18 de noviembre de 1897 una noticia relacionada con la Guerra de Cuba en la que se aludía a la pasividad del árabe que aguarda tumbado debajo de la higuera con la boca abierta a que le caiga la breva:

Que Cuba no puede ser independiente por falta de población y de fuerzas; y al propio tiempo, imita al árabe que, para saciar el hambre, se tiende al pié de la higuera, aguardando à que la breva madura le caiga en la boca38.

La determinación del árabe al que se hace referencia indica que se trata de un personaje conocido, que el lector es capaz de identificar sin ninguna dificultad. Se trata, sin duda, del protagonista del cuento, a su vez tipo representante del pueblo árabe en general y de la vagancia que le atribuyen los intelectuales decimonónicos, lo mismo en Francia que en España.

Las siguientes noticias recabadas sugieren que el cuento conoció una circulación mayor en España, tanto en la prensa, como seguramente en la tradición oral, desde finales del s. XIX y, al menos, en las primeras décadas del s. XX. Según muestra el siguiente testimonio documental hallado en la prensa, el relato experimentó una transformación en la cual se asignan nombres propios a los dos protagonistas que se recostaban bajo la higuera y se incorporan nuevos personajes del mundo animal, que terminan por modificar su desenlace. No parece casualidad, por tanto, que los protagonistas del cuento al que se hace alusión sean dos árabes, en una clara referencia al relato que nos viene ocupando, que figuraba el 30 de septiembre de 1905 en El briocense. Periódico quincenal, festivo literario y de noticias (1):

No esperes de los extraños lo que por ti puedes conseguir.

Recuerda el cuento árabe de Hassan y Admet, que tendidos bajo la higuera y con la boca abierta, esperaban a que cayese en ella la breva madura; y los pájaros se la comieron antes de que se desprendiese del árbol.

En esta reelaboración, además, se ha perdido el personaje del maestro de la pereza y, en consecuencia, el segmento argumental del cuento según una de las versiones iraquíes y la de Daudet en que el padre conducía ante aquel a su hijo, quien insistía en emularle en su dedicación. Asimismo, ya no se especifica la relación que unía a ambos perezosos. Su argumento se va acercando cada vez más al microrrelato inserto en numerosas versiones del cuento del concurso o competición de perezosos, que acabaría por ganar protagonismo en la tradición oral española hasta nuestros días.

Todavía hemos encontrado una variación más, que sigue la línea argumental de la anterior versión e introduce —de forma explícita— una novedad que afecta a su protagonista. Este encarna, a su vez, el tipo del tonto (así, de hecho, se le presenta) y del holgazán. Veamos su texto, que recogía entre unas «notas alicantinas» en su primera página del 16 de julio de 1913 el semanario de Novelda La región (1), a propósito de la fundación de una nueva fábrica eléctrica en Alicante:

Estamos como aquel tonto, que, muerto de hambre, tumbado bajo la higuera con la boca abierta, esperaba que cayera la breva de puro madura en su boca para poder comérsela. La solución final del cuento ya se sabe: que antes de caer la breva, unos pájaros, que de muy lejos vinieron, se la habían comido.

La mudanza en la cualidad que define al personaje viene dada por el final que adopta el cuentecillo, el cual supone un cambio respecto a las versiones que se perfilan como primigenias. De tal forma que prima y se subraya la necedad del protagonista frente a la pereza. Así, el primero de los dos defectos es el que, pese al hambre que se nos informa que padece, le hace recostarse a esperar que la breva le caiga en la boca, con la mala suerte de que unos pájaros le arrebatan su anhelado manjar. Como señalábamos unos párrafos antes, la existencia de estas dos últimas variantes contribuye a consolidar la hipótesis que plantea una importante difusión del cuentecillo árabe en la España de las décadas finales del s. XIX y las iniciales del s. XX —tanto por la vía escrita, que se atisba fundamental en la introducción del mismo desde Francia, como por la oral— y, en consecuencia, su tradicionalidad.

Unos años antes de la fecha de publicación de estas dos primeras huellas escritas del cuentecillo en las publicaciones periódicas españolas del recién inaugurado s. XX, aparecía un documento que se adivina esencial en la difusión en catalán del relato recreado por Daudet. Nos referimos a un cuento firmado por el escritor barcelonés y folclorista autodidacta Aureli Capmany (1868-1954) —asiduo colaborador en la prensa escrita catalana— titulado «L’origen de la gandulería», que registraba en julio de 1903 la revista tarraconense Patria (80-81) y volvía a aparecer, un mes más tarde, en el periódico literario Catalunya-París. Portavéu del Centre Catalá de París (5), publicado de forma mensual por dicha organización39.

El texto, escrito en catalán, tiene la apariencia de una traducción-adaptación que Capmany pudo concebir a partir del cuento de Daudet o de la traducción previa del mismo al español publicada en la prensa, al tiempo que no se puede descartar totalmente que pudiera tratarse de una recreación a partir de un relato de circulación oral, dado, además, el interés folclorista del intelectual catalán40. Lo cierto es que la estructura del texto es idéntica a la versión del escritor francés, con la que claramente —y de una manera u otra— está vinculada, formando parte de las distintas ramas de la misma que brotaron en España. Sin embargo, presenta a su vez bastantes notas de originalidad. La más inmediata es su comienzo, que dice así: «A un poble que no vull anomenar perque tot-hom lo coneixería, hi vivía un señor que tenía molta anomenada per gandúl, es dir, com si diguessem, per no fer res»41. La versión del barcelonés se caracteriza, precisamente, por el anonimato otorgado a sus personajes, lo mismo que a la villa por excelencia de los perezosos donde transcurre la pintoresca historia que refería Daudet. En ello insiste Capmany al final del cuento donde —en un párrafo muy original, que aporta un nuevo giro de tuerca al cuento— asegura que su gandul protagonista llegó a crear escuela y tuvo muchos discípulos, de ahí que hubiera vagos por todas partes, especialmente en «la villa ahont va neixe el mestre de la gandulería, y que com jo he dit no ’l vull anomenar perque potser á algú li sabría greu». Este cambio es singularmente significativo, en la medida en que desliga por completo el cuentecillo del mundo árabe —al que todavía se hallaba vinculado en la versión del escritor francés— y le otorga un carácter universal y más popular. Es más, lo amarra a la tradición de la lengua que le sirve de vehículo de expresión, donde tal vez habría que buscar la fuente de inspiración de Capmany. Así pues, no se descarta que pudiera tratarse de una rondalla de transmisión oral en catalán, procedente de Francia y que, como en el caso de otras, Capmany se ocupó de difundir en revistas y periódicos de la época.

Prosiguiendo con más rastros del cuentecillo árabe en la prensa escrita española, otra alusión inequívoca al mismo y a su holgazán protagonista consta en un volumen de El mundo militar. Revista mensual del año 1909 (11), donde se trae a colación, reducido a unas escasas líneas:

[…] con el árabe del cuento, que, por no molestarse en coger el fruto, se tendía boca arriba debajo de la higuera, esperando pacientemente á que el higo le cayese en la boca.

Algo más avanzado el siglo XX, la prensa escrita sigue repitiendo el mismo cliché referido a los árabes, los cuales se hallan todos ellos representados por el protagonista del cuentecillo y su actitud en su secuencia final:

No imitemos la pasividad del árabe que, echado boca abierta cabe la higuera, aguarda pacientemente a que caiga la breva.

La referencia, que aparecía en La Voz de Menorca a finales de 1932 (1), sugiere una continuidad en la transmisión del relato en España durante estas primeras décadas del s. XX.

Si testimonios como los anteriores asociaban la holgazanería con el pueblo árabe, otras fuentes asignan tal defecto a los musulmanes en su conjunto y, para hacerlo, recurren a la expresión «esperar a que caiga la breva». La escena del cuentecillo se dibuja como si de una costumbre propia de los musulmanes se tratase:

[…] Pero los unos aprovechan el sol como fuerza cuando otros recostados á la musulmana esperan indolentemente que caiga la breva (La región, 14/09/1912: 1).

Según observamos a partir de los documentos textuales recabados, el relato árabe contribuyó a asentar en España el empleo de la expresión que venimos tratando, cuyo uso habría estado generalizado en la cotidianeidad y la comunicación oral, lo mismo que en la comunicación escrita42. El proceso de asimilación desembocaría finalmente en la acuñación del actual refrán, que ya entonces —finales del s. XIX-inicios del s. XX— circulaba bajo la forma «Estar uno esperando a que le caiga la breva», según recogía José María Sbarbi (1922: 129-130), quien lo glosaba en estos términos:

Hecho un tonto, con la boca abierta. —No hacer diligencia alguna para mejorar de suerte, pensando que ésta le ha de venir a buscar.

Desde entonces, el refrán ha conocido diversas formulaciones, producto de la frecuencia y cotidianeidad de su empleo en la tradición oral y en la escrita, algunas como «Breva que para mí ha de ser, en la boca me ha de caer» o «Caerle a uno la breva en la boca, no es suerte poca», prácticamente en desuso hoy en día (Martínez Kleiser, 19893: 568-569 [nº 49751]; Panizo Rodríguez, 1995)43.

En efecto, el refrán «Estar esperando a que caiga la breva» o sus formas análogas no constan en el voluminoso Vocabulario de refranes y frases proverbiales (1ª ed. 1627) de Gonzalo Correas. Tampoco lo recogen otros autores españoles de obras paremiológicas de los siglos XVII-XVIII consultados, por lo que todo indica que su gestación, asentamiento y consolidación en la tradición oral española fue posterior y, como se está tratando de mostrar, se encuentra estrechamente ligada a la penetración y difusión del cuentecillo árabe del higo y el perezoso en España.

3.2.2. Versiones en la tradición oral española moderna

Aunque tenemos la intuición de que el paso de nuestro cuento por la tradición oral española moderna fue importante, dependemos del trabajo de campo de especialistas en folclore, que nos provean al resto de investigadores que llevamos a cabo estudios que oscilan entre la literatura escrita y el folclore de materiales en los que puedan sostenerse unas hipótesis que muchas veces nos parecen suspendidas sobre un precipicio inmenso: el de la incertidumbre que, en buena medida, sobrevuela las investigaciones del cuento folclórico y la tradición y la transmisión oral.

Antes de dar paso a evidencias más notables, traemos a colación la que nos parece adivinar como una escueta prueba de la existencia oral del cuentecillo del higo y el perezoso en España. Se trata de una discreta alusión que se descubre en una jota o seguidilla cantada en la localidad castellonense de Figueroles d’Alcalatén, al menos hasta hace dos décadas. La estrofa, dice así:

No pareix un tio maura,

gandul, figa i pereós,

no saben si va de coixque

o porte el vilero mostós

(Porcar i Hueso, Gozalbo i Gil y Pallarés i Pascual, 1999: sección «jotes, seguidilles, fandangos i canços de batre en Valencià»).

Tal referencia casi encriptada al cuento del perezoso y el higo resulta de sumo interés. Estamos ante lo que podría tratarse de los restos del naufragio del relato en la tradición oral valenciana, donde el texto nos sugiere que debió haber conocido una cierta propagación y quién sabe si gozado de la tradicionalidad que parecen insinuar la combinación sucesiva de las tres palabras («gandul», «figa» y «pereós») en la coplilla anterior.

Aparte de ella, conocemos otros textos orales recogidos en distintas regiones de la geografía española durante los siglos XX y XXI que son parientes o sirven de recipientes —según explicaremos— a muestras de nuestro cuento árabe. Todos ellos han sido identificados, por el momento, dentro del patrón de la tradición folclórica internacional clasificado en el catálogo de Aarne-Thompson-Uther como ATU 1950 («The Tree Lazy Ones») (Uther, 2004, 2: 497-498 [nº 1950]). Creemos conveniente citar aquí la sinopsis de su argumento según consta en dicho catálogo:

Un rey desea dejar su reino al más perezoso de sus tres hijos. Cada uno de ellos alardea de su pereza. El primero dice que, cuando está acostado y cae agua en sus ojos, es demasiado vago como para cerrarlos. El segundo dice que, cuando se sienta junto al fuego, si su pie comienza a arder, es demasiado perezoso como para apartarlo. El tercero dice que, si fuera a ser ahorcado y tuviera un cuchillo en la mano, sería demasiado vago como para usarlo para cortar la soga. El padre decide que el tercero es el más perezoso y le concede su reino.

Añade Uther la siguiente información respecto a otra manifestación del mismo cuento tipo:

En otra forma del cuento, cinco hijos se jactan de su pereza. El primero es demasiado perezoso para cerrar la boca cuando come, con lo que los pájaros se llevan el pan. El segundo no apartará la pierna del fuego. El tercero deja que los ratones roan su oreja. El cuarto no cortará la soga usada para ahorcarle. El quinto deja que las goteras golpeen sus ojos (Uther, 2004, 2: 497 [nº 1950]).

No es espacio este para extendernos en aportar datos sobre dicho cuento —sin duda, de orígenes remotos, a juzgar por sus versiones medievales documentadas en obras eruditas de los siglos XIII-XIV, entre ellas el Libro de buen amor de Juan Ruiz (Uther, 2004, 2: 497 [nº 1950])—, puesto que ya ha sido objeto de amplios y exhaustivos estudios (Traoré y Pedrosa, 2014: 643-699). Su dispersión está atestiguada en las tradiciones orales de pueblos de los cinco continentes, entre ellas, la española en varias de las lenguas que la componen: castellano, catalán, gallego (zona asturiana de habla gallega) y valenciano; también, dentro de la hispana, en la dominicana (Traoré y Pedrosa, 2014: 657-665)44.

En apariencia, solo el segundo subtipo contemplado en el muestrario de Uther mantiene, en parte, cierta conexión con nuestro relato árabe, tan solo en lo que se refiere a uno de sus segmentos argumentales, que tiene que ver con el primero de sus perezosos. El primer parentesco que nos sugiere este breve segmento argumental ofrecido en el mencionado catálogo lo sitúa en la misma familia que las versiones impresas en la prensa española en 1905 y 1913, donde se nos contaba lo acontecido a dos árabes perezosos o a un tonto quienes, tumbados boca arriba con la boca abierta, esperaban a que les cayera en ella la breva, con la mala suerte de que, en el trascurso de la espera, unos pájaros se adelantaron y se la arrebataron.

No obstante, la buena acogida experimentada por el tipo ATU 1950 en la tradición oral española favoreció que se gestaran una serie de versiones y variantes de alto interés, en las que dos o tres perezosos compiten por una herencia que será concedida al más haragán de todos ellos (en algunas de ellas se materializa en un molino o en un bancal de higueras) (véase Beltrán Llavador, 2007: 512-513 y 724-725 [nº 228]; Sánchez Ferra, 2014: 40 [nº 438b])45, o sin un motivo concreto (Sánchez Ferra, 2014: 40 [nº 438 y nº 438a]. En el caso de las primeras, tal es su trama central; las segundas giran en torno a una competición sin recompensa material alguna y se hallan —como vamos a comentar— muy próximas al cuentecillo árabe. Tanto, como las que citaba en primer lugar, que —como si de una modesta matrioska narrativa se tratase— albergan, al menos, otro cuento más en su interior, y es este último el que nos interesa.

Así las cosas, dentro de varias versiones orales que se ajustan al modelo ATU 1950 descubrimos micronarraciones emparentadas con nuestro cuentecillo árabe. Se trata de muestras registradas en Betijuelo (Cádiz) y La Font d’en Carriòs (Valencia), cuyo texto copiamos a continuación, en el mismo orden en que las acabamos de citar:

Los tres hermanos vagos

Estos eran tres hermanos a los que un día les faltaron el padre y la madre. El capital que tenían, que eran tres vacas nada más, no sabían cómo partirlo de ninguna forma. Fueron al juez y les dijo:

—Para arreglar esto hay que ir a ver a la reina regente que está en el Monte Catipeo, donde se cagan y se chupan los deos. Allí habláis con la reina Papeletina, que cuando caga pone el culo por medicina y, al final, al rey Papeletón, que cuando caga la boca pon.

Fueron al rey a que le dijera lo que iban a hacer con las vacas. Y el rey les dijo:

—El que me cuente la flojera más grande se quedará con las tres vacas.

El primero empezó a contarle:

—Yo iba caminando un día con una calor que me ahogaba y llegué a una fuente muy fresquita con un chorro que se salía, pero por no agacharme me fui sin beber.

—Eso es grande.

El segundo empezó a contarle lo suyo:

Iba yo por una senda con mucha arboleda y había una higuera con tantas brevas que llegaban hasta el suelo. Yo estaba muerto de hambre y me tendí debajo de una de las higueras… Tenía una breva justito encima rozándome la cara, pero por no abrir la boca no me la comí.

Y ya le tocó al chico:

—Yo… yo… yo…

—Acaba ya.

—Este, de flojo que es, no puede ni hablar.

—Pues tú te lo llevas.

Y el hermano más chico se llevó las tres vacas de la herencia (Pérez y Martínez, 2006: 111-112 [nº 51]).

El moliner. (El més gandul dels tres fills)

Aixó diu que era un moliner que tenia tres fills. Com que era molt vellet, havia pensat donar el molí; però volia donar-lo al fill que fos més peresós: d’aquesta manera s’espavilaria a treballar.

Un dia, els va reunir i els va dir:

—Fills meus, el pare està molt cansat i no es pot fer càrrec del molí. El donaré al mes peresós de vosaltres.

Per veure qui era el més indolent, el pare els va enviar pel món una temporada. En tornar, cadascú hauria de contar el cas propi que reflectís major peresa.

Al regrés, explicaren els seus succeïts. El primer va dir:

—Jo havia caminat bona cosa d’hores. Feia un sol que badava les penyes, i jo estava abrasit de set. En això, vaig arribar a l’entrada d’un poble i vaig preguntar a un home: «Escolte, on hi ha una font per a beure?». Aquell em va contestar: «Acaba de passar vora una font que està a vint passes d’ací». I jo, per no tornar arrere, no vaig beure.

Son pare li va respondre:

—És clar que ets peresós, fill meu.

El segon va dir:

Jo estava molt cansat de tant de caminar i tenia tanta fam, que em vaig quedar sense forces. Vaig arribar a una figuera i em vaig tombar a l’ombra, per descansar. Al cap d’una estona, m’adoní que damunt el meu nas tenia una figa grossa i madureta; però, per no menejar-me, no me la vaig menjar.

Son pare li contestà:

—Doncs tu també ets molt gandul, fill meu.

Fou el torn de tercer, i digué:

—Pare, sap què? Done el molí a qui vulga, perquè jo no tinc ganes ni de parlar.

I el vell va decidir:

—Per a tu serà el molí, perquè això sí que és gros, no voler ni parlar. Fill meu, ets més gos que un pont (Beltrán Llavador, 2007: 512-516 [nº 228]).

También esperaba a que le cayera la breva en la boca sin hacer el más mínimo esfuerzo por conseguirla el primero de los tres vagos que toman la palabra en este breve relato recolectado en El Sabinar (Moratalla, Murcia). En él está presente ese mismo motivo —quién sabe de cuánta antigüedad— que asomaba en los relatos árabes y en las versiones francesas y españolas que venimos recopilando y presentando:

Eran tres gandules y estaban debajo de una higuera boca arriba, y iban a ver el que más gandul era, y uno dice:

—¡Ay brevica, si te cayeras!

Y el otro dice:

—¡Quién te mascara!

Y ya dice el otro:

—¡Qué ganas tenéis de hablar! (Traoré y Pedrosa, 2014: 661-662).

Otros cuentos transmitidos oralmente en Coy, La Campana (ambas, pedanías de Lorca) y Las Terreras (Lorca), y Santa Ana (Cartagena) giran en torno a un concurso entre dos gandules para determinar cuál de ellos dos lo es más. Como ocurría con las versiones orales mostradas hasta este momento, ambos se encuentran tumbados debajo de una higuera (se entiende que aguardando la caída de sus frutos) y, por no hacer el más mínimo movimiento (por no tragársela o por no masticar), uno de ellos no se la come, demostrando hasta dónde alcanzaba su gandulería. Estos dos gandules nos recuerdan a los dos holgazanes de dos de las tres versiones iraquíes localizadas. Más próximos aún se hallan a Sidi Lakdar y su holgazán pupilo, pues en los relatos murcianos uno de los perezosos recoge los frutos mientras que el otro no, como hicieran, respectivamente, los dos personajes árabes del cuento de Daudet.

Estas versiones recolectadas de la tradición oral murciana rezan así:

El concurso de gandules (Coy)

Se apostaron a ver el que era más gandul y se acostaron debajo una higuera, y a uno le cayó una breva y hizo así y se la tragó, y el otro pos le cayó otra y estaba con ella sin tragársela y entoces le dice el otro:

—¿Es que no te la tragas?

—Yo, como no entre ella sola.

El concurso de gandules (La Campana)

Unos que estaban debajo de una higuera y dice:

—Vamos a ver cual es más gandul. Vamos a acostarnos aquí, bocarriba, aquí debajo de la higuera.

Y se acuestan allí con la boca abierta y a uno le cayó una breva y se la comió.

Pero el otro le cayó la breva y no se la comió, la tenía allí en la boca y ya la breva tenía pelos allí ya, se estaba pudriendo, dice:

—¿Por qué no te la comes?

—Por no masticar.

El concurso de gandules (Las Terreras, Lorca / Santa Ana, Cartagena)

Esto era uno que tenía tamien higueras y tenía dos hijos y eran muy gandules los dos, dice:

—Vamos a ver, al más gandul le voy a regalar el bancal de las higueras.

Conque viene uno, viene y s’acuesta debajo la higuera y le cae una breva y va, la coge y se la come. Pero va el otro y s´acuesta debajo la higuera y le cae la breva dentro la boca y la escupió. Dice su padre:

—¡Pa ti el bancal de higueras! (Sánchez Ferra, 2014: 40 y 135 [nº 438, nº 438a, nº 438b]).

Nos parece que esta competición entre perezosos se encuentra también presente en el cuentecillo árabe. Por un lado, en las versiones en que dos de ellos recostados bajo una palmera aguardan a que los dátiles se encesten en sus bocas, siendo el resultado que uno de ellos demuestra ser el más vago de los dos al pedir a su compañero que recoja el dátil que había caído cerca de ellos y se lo introduzca en su boca. En estos casos, la diferencia es que los personajes árabes compiten entre ellos sin proponérselo a prioiri. Como sucede con el muchacho holgazán de una de las versiones iraquíes y de la reelaborada por Daudet, quien acaba por superar en pereza al considerado hasta ese momento maestro de los perezosos, que se maravilla de su hazaña.

Por su parte, las versiones en las que San Teodoro asume los galones del personaje vago por excelencia constituirían una variación del que podríamos considerar cuento tipo en este caso, cuyos rasgos definitorios nos proponemos trazar en el apartado final del presente trabajo. Copiamos dos orales registradas en Mula (Murcia):

La pereza de San Teodoro

Esto era una vez San Teodoro, que era pastor de ovejas, y era tan gandul, tan gandul, que muchas veces se quedaba durmiendo debajo de los árboles. Un día, sacando a pastar el rebaño, se quedó durmiendo debajo una higuera. Entonces le cayó un higo en la boca. Como era tan gandul que no abría la boca, se ahogó.

Es má gandul que san Todoro bendito, que, acostao ebajo una higuera pa que le cayeran los higos en la boca abierta, se murió d’hambre por no esforzarse en recoger los higos que le caíban en la frente u en la barba (Hernández Fernández, 2009: 433 [nº 228] y 2013: 295 [nº 1950]; Traoré y Pedrosa, 2014: 664).

A diferencia del conjunto de muestras orales citadas, estas dos últimas son las únicas en las que el relato no se inserta en un marco general de una competición entre perezosos, aspecto en el que reside una de los rasgos definitorios del tipo ATU 1950 y en el que se distinguen de él los relatos protagonizados por el gandul de San Teodoro, lo que nos impulsa hacia la hipótesis de que quizá se trataría de parientes no tan cercanos como se había contemplado hasta ahora al citado modelo del folclore internacional. Lo mismo se puede decir de las restantes versiones procedentes de la tradición oral, de las cuales hemos destacado las trazas argumentales y elementos diferenciadores respecto del susodicho cuento tipo.

¿HACIA UN NUEVO CUENTO TIPO INTERNACIONAL?

Nuestro relato entra en un —en cierto modo— desconcertante diálogo para el investigador con el molde ATU 1950 de la tradición folclórica internacional. Desconcertante porque el parentesco entre ambos —más o menos cercano— resulta evidente, pero los senderos que conducen hacia el punto en el que sus caminos se cruzan quedan por el momento en un lugar más incierto, lo mismo que la apariencia bajo la cual lo hacen.

A partir de la información recabada y expuesta en las páginas precedentes, nos aventuramos a concluir que nos encontramos ante un nuevo cuento tipo pendiente todavía de inventariar en la versión más actualizada del principal catálogo de cuentos folclóricos internacionales. Se trataría de un modelo autónomo que se combina —como hemos observado— con otros patrones de cuentos de perezosos. Tal es el caso del ATU 1950. La dispersión oral de este hipotético nuevo tipo alcanzaría, según las versiones localizadas por el momento, a Argelia, Iraq y Siria en el mundo árabe, y a España; mientras que, por escrito, su estela se amplía también a Francia, donde es muy posible que hubiera conocido difusión oral en las décadas finales del s. XIX y las primeras del s. XX, impulsado por la divulgación del texto de Daudet (como en la actualidad), según se infiere de su rastro en la prensa francesa de la época, más allá de las traducciones directas de la versión plasmada por escrito por el intelectual provenzal. Las fuentes consultadas nos llevan a situar las primeras versiones árabes, así como las francesas y las españolas, en el s. XIX, si bien tenemos el convencimiento de que el relato árabe debe ser bastante más antiguo.

Las líneas argumentales más básicas del nuevo tipo que detectamos en los relatos reunidos en el presente trabajo y que nos permitirían esbozar el esquema argumental del mismo son las siguientes:

Un perezoso se tumba debajo de una palmera (una higuera) con la boca abierta esperando a que los dátiles (los higos o las brevas) caigan en su boca. A pesar de tener un dátil (un higo o una breva) muy cerca de él, su pereza es tanta que no se mueve para recoger el fruto o comérselo.

a) En algunas versiones, el perezoso le pide a un segundo vago que está recostado a su lado que recoja el dátil (el higo o la breva) y se lo meta en la boca.

b) En otras, los dos personajes son el hijo y el padre. A este último, que no era perezoso en las versiones árabes en las que aparece, se le convierte en un vago más en algunos textos.

c) Una variación que se introduce es que, mientras ambos perezosos esperan la caída de las brevas o los higos, los pájaros se anticipan y se los comen.

El esquema argumental expuesto contemplaría la siguiente variante:

Un hombre envía a su hijo perezoso a una comunidad de gandules. El muchacho recibe la bienvenida por parte del jefe de los vagos y sigue sus indicaciones para acomodarse a la misma vida de pereza que los demás. Se tumba debajo de las palmeras (las higueras) a esperar a que los dátiles (los higos) caigan cerca de él. Cuando un dátil (un higo) cae cerca de su cabeza, la pereza le impide moverse para recogerlo e implora a Dios para que los dátiles (los higos) caigan en su boca o le pide a su padre que le meta ese dátil en la boca. El jefe de los vagos se asombra de su pereza y le dice a su padre que su hijo no necesita estar allí para aprender de ellos.

Así las cosas, podríamos establecer dos motivos fundamentales sobre los que se construye el cuento y sus múltiples versiones y variantes:

1) Uno o dos perezosos se acuestan debajo de un árbol a esperar que su fruto caiga en sus bocas.

2) El/los perezosos no hacen ningún movimiento para conseguir comida, aunque caiga al lado o esté próxima (no estiran el brazo para recogerla, no abren la boca o no mastican/no se la tragan). Se repite en otros cuentos con el mismo tipo humano como protagonista referido al agua. El colmo es que el perezoso le pida a quien está tumbado junto a él que haga el esfuerzo en su lugar y le introduzca el alimento en la boca.

En consecuencia, estos gandules personajes mueren de hambre (o sed), se ahogan por no tragar la comida (San Teodoro) o los pájaros se la arrebatan. Es decir, o bien un elemento externo a ellos interviene (los pájaros), o bien se abandonan a su suerte, con el resultado de que su extrema pereza les impide hacer cualquier tipo de «esfuerzo» por vivir. Esto último roza lo absurdo y lo disparatado, lo que convierte al hipotético tipo también en un cuento de disparates.

Por último, el ingrediente de competición que caracterizaba al tipo ATU 1950, con el que este otro que proponemos se halla emparentado, se mantiene en casi todas las versiones y variantes del segundo: se trata de una competición en grado de pereza. En las versiones árabes y las que derivan de ellas, como las más elaboradas de Daudet o Capmany, los personajes no se proponen de antemano superar en vagancia a su acompañante o al considerado maestro de la pereza, aunque acaban haciéndolo, con lo que finalmente tal componente termina por manifestarse. En dichas versiones, el premio por ser el más vago es conseguir el fruto (el dátil o el higo/la breva) o alzarse con el dudoso título de maestro de la pereza. En algunas de las españolas, por su parte, la recompensa en juego es una herencia, un molino o unos bancales de higueras.

CONCLUSIONES

Si nos propusiéramos trazar un árbol genealógico de los relatos que han ocupado estas páginas, situaríamos su ancestro más remoto conocido hasta el momento en las aleyas que narran el nacimiento de Jesús en el Corán, en el que María se dibuja para los creyentes musulmanes como modelo del comportamiento requerido por Dios a sus siervos en lo que a la búsqueda de su sustento se refiere. La literatura de adab hizo suyo este pasaje y su enseñanza, que plasmó en un relato difundido en distintas fuentes de dicha naturaleza, en el que quizá constituiría el segundo estrato hacia la conformación de los cuentecillos árabes que hemos recopilado a partir de diversas fuentes. Todo apunta a que es en la tradición árabe donde pudo sembrarse el germen que originó una familia más cercana entre sus miembros de cuentos de perezosos que se tumban bajo un árbol (palmera o higuera) confiando en que el alimento que les proporcione sustento se precipite directamente en sus bocas. Los datos recabados hasta el momento parecen indicar también que la penetración del cuento en España tuvo lugar pasada la mitad del s. XIX y que en el proceso de su llegada y asentamiento fue crucial la versión en francés recreada por Daudet, que dio paso a las versiones y variantes impresas en la prensa, seguramente inspiradas por relatos orales. Por lo que atañe a la expresión que acabó por convertirse en el refrán «Estar esperando a que caiga la breva», parece identificado el lazo que lo vincula al cuentecillo de procedencia árabe, cuya cita sin duda contribuyó a su acuñación como tal, seguramente a finales del s. XIX o principios del s. XX, cuando ya figura en la colección de Sbarbi.

A finales del s. XIX, las versiones publicadas en rotativos españoles que declaran el origen francés del cuento conviven con las que lo ligan al mundo árabe a partir de su personaje árabe, quien cargaba con el sambenito de la gandulería. El árabe del cuento al que se refieren dos de las versiones en la prensa española es el perezoso del que nos hemos ocupado, sea cual sea el avatar que se toma como referencia en cada texto. Las versiones que señalan hacia el mundo árabe no son producto casual de un extendido antisemitismo, sino más bien el eslabón inequívoco de una cadena que pasa indiscutiblemente por Francia y la pluma de Daudet y que proclama la procedencia árabe de una remesa de relatos conservados en versiones escritas y orales al menos en francés, castellano, catalán y valenciano. Quedan pendientes de rastrear otras literaturas escritas y tradiciones orales del entorno mediterráneo —más allá de los países árabes situados en dicho enclave—, donde a priori es probable que todavía puedan descubrirse vestigios de este cuento.

***

Cuando ya dábamos por finalizada la investigación y este trabajo, nos hemos topado en internet con dos versiones más del cuentecillo objeto de estudio, que decidimos incluir también por su originalidad —ya que introducirían una nueva variante del tipo propuesto— y por la información adicional que ponen sobre la mesa. Bajo el título de «Le professeur de la paresse» leemos en un blog en francés de una narradora profesional el relato que sigue:

Sous un figuier aux larges feuilles sombres et aux fruits bleus et chauds de soleil, il y avait un homme allongé, la bouche grande ouverte. Quelqu’un vint à passer et, tout étonné demanda:

—Mais que faites-vous donc?

—J’attends qu’une figue tombe dans ma bouche.

—Excellente idée! Je vais suivre votre exemple.

Il s’étendit. Bientôt une figue tomba entre les jambes des deux hommes.

—Est-elle plus près de vous ou de moi? demanda le premier.

—De vous, dit le second.

—Donc, elle est à moi. Auriez-vous l’amabilité de la mettre dans la bouche?

Le nouveau venu ramassa la figue entre ses deux orteils et la lança dans la bouche de son voisin.

—Ma parole! Vous êtes encore plus paresseux que moi, soupira le premier avec admiration. Accepteriez-vous de me prendre comme votre humble disciple?

—Avec plaisir.

Il fut décidé d’attendre le lendemain pour accomplir la cérémonie rituelle, car la conversation les avait bien assez fatigués pour ce jour.

Le lendemain, à midi, le futur disciple frappa à la porte de son futur maître. Il apportait un régime de bananes en offrande à Confucius qui est le patron tout à la fois des érudits, des maîtres et des disciples.

—Je n’ai pas de table où déposer votre cadeau, dit l’hôte en ouvrant la porte. Veuillez aller en chercher une dans la cour.

—Oh! Non! Je suis déjà bien trop fatigué… Prenons mon dos en guise de table à offrandes, répondit le visiteur.

Et, disant ces mots, il s’agenouilla et posa ses mains à plat sur le plancher.

—Je crois qu’hier nous avons fait une erreur: vous êtes certainement plus paresseux que moi; à mon tour de vous demander d’être mon maître, dit l’hôte.

Mais la «table», à genoux, s’était déjà endormie… (Loup, 2019).

En esta versión no se da una, sino dos competiciones en grado de pereza entre sus dos vagos protagonistas, que hacen las veces de maestro y discípulo en holgazanería, rango que se intercambian. Absolutamente entroncado con nuestro cuento, su texto confirma varias de las hipótesis que enunciábamos respecto a un nuevo hipotético cuento tipo. Nos sorprende, de entrada, el colofón del relato, donde constan las palabras «conte du Viet-nam». Siguiendo su rastro en la red, encontramos otros portales donde, efectivamente, se atribuye a la tradición oral vietnamita, a la que, en principio, no se incluye en el listado ofrecido en el catálogo ATU para el cuento tipo 1950. Otra versión dice así:

Au Vietnam, de nombreuses personnes travaillent (dans les rizières notamment. Mais au Vietnam, comme partout, il y a aussi des gens qui ne font rien. Mais alors, rien du tout…

Et même moins que rien, ce qui, vous le voyez, n’est vraiment pas grand-chose.

C’est ainsi que sous un figuier aux larges feuilles sombres et aux fruits bien gonflés regorgeant de soleil, un homme était allongé, la bouche grande ouverte. Il attendait, sans bouger, depuis des heures. De loin, un autre homme le regardait un peu étonné. N’y tenant plus, ce curieux s’approcha.

—Que faites-vous, sous ce figuier, la bouche toujours ouverte? Vous allez avaler des mouches.

—Non. J’attends qu’une figue tombe. Je n’ai pas le courage de tendre vers l’arbre et de cueillir les fruits.

«Ça alors, se dit le curieux. Moi, je suis paresseux mais cet homme est encore bien plus paresseux que moi.»

Nouveau «défi de paresse»

Enchanté de faire la connaissance d’un pareil personnage, il décida de s’allonger à côté de lui. Et ils attendirent ensemble, bouche tendue vers le ciel… Une figue se décida à tomber… à terre entre les deux hommes.

—Est-elle plus près de vous ou de moi? demanda le premier.

—De vous, répondit le second, loyal.

—Donc, elle est à moi, répliqua le premier. Seriez-vous assez aimable pour la mettre dans ma bouche? La terre est basse.

Le nouveau venu était bien de cet avis. Aussi, il ramassa la figue entre ses orteils et la glissa doucement dans la bouche de son voisin. Celui-ci constata admiratif:

—Vous êtes plus paresseux que moi. J’ai encore des leçons de paresse à prendre. Acceptez-vous d’être mon professeur?

—Avec plaisir.

Ils n’en dirent pas plus. Cette conversation les avait bien assez fatigués. Il leur fallait se reposer. Ils s’endormirent au son des sonnettes de bicyclettes et au bruit des vélomoteurs, il y a peu de voitures au Vietnam.

Second concours de paresse

Le lendemain, le futur élève frappa à la porte de son maître, lui apportant, comme c’est l’usage, un cadeau: un régime de bananes.

—Je n’ai pas de table où déposer votre offrande, dit le maître. Il faudrait aller en chercher une dans la cour.

—Oh! non, dit l’élève. Je suis bien trop fatigué. Il m’a déjà fallu porter ces bananes jusqu’ici… Vous n’avez qu’à prendre mon dos pour vous servir de table.

Qui a gagné ce concours de paresse?

En disant ces mots, il s’allongea par terre, les mains posées bien à plat sur le plancher. Alors, l’autre lui dit avec le plus profond respect:

—Je crois qu’hier nous avons fait erreur. C’est vous le plus paresseux des deux. C’est à vous d’être mon maître. Si vous le voulez bien, c’est moi qui serai votre élève.

Il n’y eut pas de réponse à cette proposition; car la «table» sur le sol s’était déjà endormie46.

La respuesta a la difusión del cuentecillo en Vietnam hay que buscarla en la etapa de la colonización francesa (1859-1927). Su dispersión en dicho país asiático —que lo sitúa también en el mapa del nuevo cuento tipo— puede ser signo de la transmisión oral del relato en Francia en esa época, del alcance de la versión de Daudet o de ambas cuestiones a la vez.

ANEXO 1
ILUSTRACIONES

Figura 1: Miniatura persa, que representa a María bajo la palmera datilera a cuyo abrigo, según se recoge en el Corán, dio a luz a Jesús, a quien sostiene en su regazo. Isḥāq b. Ibrāhīm b. Manṣūr b. Jalaf al-Nīšābūrī. Qesas-e Qorʾân ou Qesas al-anbiyâʾ (ca. 1595). BnF, Ms. Supplément Persan 1313, fol. 174r. Fuente: gallica.bnf.fr

Figura 2: Miniatura persa que muestra a María, según el pasaje del Corán que citamos en el texto del artículo, sacudiendo la palmera datilera para comer de sus frutos tras dar a luz a Jesús, quien aparece a la derecha de la imagen. Qazvin, Escuela persa. The Trustees of the Chester Beatty Library (Dublin). Fuente: The Bridgeman Art Library (https://www.bridgemanimages.us/en-US/).

Figuras 3 y 4: Ilustraciones que acompañaban a la primera publicación del relato «La figue et le paresseux» de Alphonse Daudet en el semanal Paris Illustré del 27 de marzo de 1870. Fuente: gallica.bnf.fr

Figura 5: Ilustración del cuento «La figue et le paresseux» de Alphonse Daudet. Contes d’Alphonse Daudet. Tours: Mame, 1951. Ilustración de Louis Touchagues. Fuente: https://www.the-plumebook-cafe.com/eloge-de-la-paresse/

ANEXO 2

TRADUCCIÓN AL ESPAÑOL DEL CUENTECILLO LA FIGUE ET LE PARESSEUX. PUBLICADA EN EL PUEBLO: PERIÓDICO REPUBLICANO DEMOCRÁTICO, MAHÓN: [IMP. DE BERNARDO FÁBREGUES], AÑO 1, Nº 11, 10/07/1892, P. 447

El higo y el perezoso

En la pequeña, indolente y voluptuosa ciudad de Blidah, algunos años antes de la invasión de los franceses, vivía un arrogante moro que, del nombre de su padre, se llamaba Sidi Lakdar, y al que las gentes de su pueblo natal habían apodado el Perezoso.

Ya sabréis que los moros de Argelia son los hombres más indolentes del mundo, y los de Blidah los más indolentes del país, á causa, sin duda, de los perfumes de los muchos naranjos y limoneros de que está atestada la ciudad y sus alrededores.

Pero en punto á pereza y molicie, entre todos los blidahienses ninguno le llegaba á las rodillas á Sidi Lakdar.

El digno señor había elevado su vicio á la categoría de una profesión.

Otros son bordadores, cafeteros, vendedores de especias: Sidi Lakdar, él, era perezoso, y nada más que perezoso.

A la muerte de su padre había heredado un jardinito bajo las murallas de la ciudad, con sus pequeños muros ruinosos que se caían á pedazos, una puerta desvencijada que no cerraba, algunas higueras, algunos bananos y dos ó tres fuentes que resplandecían alegremente entre la hierba.

Allí es donde pasaba su existencia, tendido todo lo largo que era, silencioso, inmóvil, con su larga barba llena de hormigas rojas.

Cuando tenía hambre alargaba el brazo y cogía un higo ó una banana de los que había despachurrados sobre el césped, cerca de él; pero si hubiera tenido necesidad de levantarse y cojer el fruto de la rama, seguramente que allí se habría muerto de hambre.

Así, en su jardín, los higos se descomponían y secaban donde buenamente caían y los árboles estaban agujereados como criba de tanto picar los pájaros en ellos.

Esta pereza desenfrenada había hecho á Lakdar muy popular en su país.

Se lo respetaba lo mismo que á un santo.

Al pasar por delante de su pequeño cercado, las damas de la ciudad que venían de comer confites del cementerio, ponían sus mulas al paso y hablaban en voz baja detrás de sus blancos y tupidos velos; y los hombres se inclinaban piadosamente, y todos los días á la salida de la escuela, trepaba sobre los muros del jardín una bandada de pilletes vestidos de seda rayada y de gorros encarnados, los cuales trataban de turbar esta dulce pereza llamando á Lakdar por su nombre ó por su apodo, riendo y amenazándole de paso con arrojarle cáscaras de naranja y otros desperdicios de frutas.

¡Tiempo perdido!

El perezoso no se meneaba siquiera.

Alguna que otra vez se le oía gritar desde el fondo de la hierba:

—¡Fuera! ¡Fuera inmediatamente! ¡Si me levanto!…

Pero jamás se levantaba.

Uno de aquellos bribonzuelos que iba á hacerle jugarretas al perezoso, fue en cierto modo tocado por la gracia y tomó un gusto repentino por la vida horizontal; le entró tan fuerte, que una mañana declaró al autor de sus días que no pensaba volver á la escuela, que quería ser perezoso.

—¿Tú perezoso?… —le dijo el padre, que era un tornero de tubos y pipas, diligente como la abeja y que se plantaba ante su torno así que cantaba el gallo.

—¿Tú perezoso?… ¿De donde has sacado esa novedad?

—Sí, padre mío; quiero hacerme perezoso… como Sidi Lakdar…

—De ningún modo, muchacho. Tu serás tornero como tu padre, ó escribano del tribunal del Cadí, como tu tío Ali; pero jamás consentiré que seas un perezoso… ¡Vamos, pronto á la escuela ó te rompo esa vara de fresno en las costillas!… ¡Arre borricote!

Ante la vara de fresno el muchacho no insistió más, y fingió que se daba por convencido; pero en vez de ir á la escuela se fue á un bazar moro, se deslizó en la tienda de un mercader, y entre dos pilas de tapices de Smyrna, tumbado de espaldas, se pasó allí todo el santo día mirando las linternas moriscas, las bolsas de paño azul, los jubines de hilo de oro, los frascos de esencia rosa y los buenos albornoces de caliente lana.

Desde entonces así ocupó todo el tiempo que debía estar en la escuela.

Al cabo de algunos días, el padre concluyó por enterarse de lo que ocurría.

En vano gritó, juró, blasfemó el nombre de Alá y zurró la badana á aquel gandul de siete suelas con todas las varas de fresno habidas y por haber; el chico se aferró en decir:

—Yo quiero ser perezoso… yo quiero ser perezoso…

Y siempre se le encontraba tumbado en todos los rincones de la casa.

Al fin la guerra cesó, y después de haber consultado con el escribano Ali, el padre tomó un partido heróico.

—Escucha —le dijo a su hijo— puesto que te obstinas en ser perezoso y no hay fuerzas humanas que te arranquen esta idea de la cabeza, he decidido llevarte á casa de Lakdar. Allí, él, que es un sabio doctor en la pereza, te hará sufrir un examen, y si realmente tienes aptitudes para ese oficio, le rogaré que te admita en su casa con objeto de que hagas el aprendizaje.

—Eso me agrada—respondió el muchacho.

Y al otro día por la mañana, padre é hijo, bien perfumados de verbena y la cabeza recién afeitada, se fueron á visitar al perezoso en su pequeño jardín.

La puerta estaba siempre abierta, y nuestros hombres entraron sin llamar; pero como la hierba se elevaba muy frondosa y muy alta, les costó algún trabajo descubrir al dueño de aquel cercado.

Después de ir y venir un largo rato, le vieron tumbado á pierna suelta debajo de un grupo de higueras, entre un torbellino de pájaros y de plantas silvestres, y envuelto en un lío de andrajos amarillos; el perezoso los acogió con un gruñido.

—El señor sea contigo, Sidi-Lakdar—dijo el padre inclinándose con la mano puesta sobre el pecho. —Aquí tienes a mi hijo, que quiere ser perezoso. Te lo traigo para que lo examines y veas si tiene verdadera vocación. En este caso, te ruego que lo admitas en tu casa de aprendiz. Estoy dispuesto á pagar lo que sea preciso.

Sidi Lakdar, sin responder, hizo una seña indicándoles que se sentaran cerca de él en la hierba.

El padre se sentó, y el muchacho se dejó caer, tendiéndose á lo largo, lo que era una buena señal.

Después se miraron sin hablar ni hacer movimiento alguno.

Era la hora del medio día; hacía un calor asfixiante; la luz del sol cegaba; todo el huerto parecía dormir.

Se oía el ¡chas…chas!… producido por las plantas silvestres al reventar sus semillas bajo aquel sol de estío africano; las fuentes murmuraban lamiendo los tallos de las hierbas, y los pájaros, atontados, volaban entre las hojas con un ruido de abanicos que se abre y se cierra.

De vez en cuando un higo maduro se desprendía, volteando de rama en rama hasta dar en el suelo.

Entonces Sidi Lakdar tendía la mano con aire fatigado y se llevaba el fruto á la boca.

El chico no se tomaba ni este trabajo siquiera, los hermosos higos caían á su lado, sin que él se molestase en volver la cabeza.

El maestro observaba esta augusta indolencia con el rabillo del ojo, pero sin respirar palabra.

Una hora, dos horas, tres horas se pasaron así…

Comprenderéis que el infeliz tornero de tubos de pipas empezase á encontrar aquella escena un poco larga.

Sin embargo, no se atrevía á decir nada; allí permaneció inmóvil, los ojos fijos, las piernas cruzadas, ya casi invadido por la atmósfera de pereza que invadía el huerto, cuyo aire estaba impregnado de un vago olor de banana y de naranjas cocidas.

De pronto, he aquí que un grande higo cae del árbol y viene á aplastarse en la mejilla del niño.

¡Hermoso higo, por Alá, rosado, fresco, azucarado y perfumado como un panal de miel!

Para hacerle entrar en su boca, el muchacho no tenía otro esfuerzo que hacer que empujarle con el dedo; pero este trabajo le pareció muy fatigoso todavía; así estuvo algunos instantes, sin moverse, con el fruto embalsamado en su mejilla.

Al fin la tentación fue tan fuerte, tan violenta, que, guiñando el ojo á su padre, le llamó, y con voz doliente:

—Papá —le dijo— papá, pónle en mi boca.

A estas palabras, Sidi Lakdar, que tenía un higo en la mano, lo arrojó lejos de sí, y dirigiéndose al padre, le dijo lleno de ira:

—¿Y es ese el niño que tú vienes á ofrecerme de aprendiz? ¡Él es quien puede ser mi maestro!… ¡Él quien debe darme á mí lecciones!

Luego, cayendo de rodillas y hundiendo la cabeza en el polvo ante el niño que continuaba acostado, prorrumpió:

—Yo te saludo, ¡oh padre y señor de la pereza!

Alfonso Daudet.

ANEXO 3

VERSIÓN DE AURELI CAPMANY

L’origen de la gandulería

A un poble que no vull anomenar perque tot-hom lo coneixería, hi vivía un señor que tenía molta anomenada per gandúl, es dir, com si diguessem, per no fer res.

Y un vehí d’aquell poble, qu’era vila segons yinch entés, tenía un xicot ja grandassot que may havía volgut treballa- El seu pare, un día li va dir:

—Noy, mira que ja semblas un home, y has de triar un ofici, ó sino no serás bo per res.

—Aixó ray.

—¡Com aixó ray! si, veyas com ho farás per guanyarte las caixaladas quan jo’m mori.

—Si ja’ l tinch triat l’ofici.

—¡Ah! Ja voli adir jo! ¿Y quin ofici trias, noy?

—El de gandúl.

—¡Jo’ t flich! ¿Quin ofici es aquest? ¿Ahont n’ensenyan?

—Veniu.

Y l’ accompayá á casa d’aquell señor qu ‘ hi dit al comensar. Entran per la porta que ja era oberta, cap á una especie de jardí, pero que no’ s veya terra peque tot era atapait d’ herbas y plantas bordas y arbres fruiters y d’ altres que no ho eran.

—Deu vos guart, —diu el pare, —pero sí, ja pot criar ous á vendre, ningú contesta.

—No cridéu, no, —diu el noy, —que tampoch vos contestará perque ara treballa, l’ hem de buscá per aquí l’herba.

Busca d’aquí, busca d’ allá fins que’al últim troban un home ajegut á terra, que hi está estirat com si fos mort.

—¿Veyeu? —diu el noy, —aquest es l’amo.

—¡Hereu!

Al sentir aquet crit el gandul obra un ull, després l’altre, després la boca, que la va obrí tant com podía, y encare no va haber passat mitja hora després que va haber fet tot aixó, que va dir:

—¿Qué hi ha?

—Home, aquí li porto el noy, que diu voldría apendre ’l seu ofici.

Al sentir aixó se ’l va mirá ab tots dos ulls, cosa molt estranya, perque per no cansarse tant no mes ne feya servir un, mentres l’ altre reposava.

—Noy, mira que costa molt apendre aquest ofici. ¿Vols dir que tindrás prou paciencia?

—Prou, prou; aixó ray, proviho, ja ho veurá.

—Donchs jeu y vos esperéus y no ’l destorbéu.

Passa una hora, en passa un altre, en passan mes, y res; alló semblaya un cementiri de tanta quietud qu’ hi havía. Quan en aixó cau una figa de la figuera qu’ hi había prop d’ allá ahont el xicot s’ había agegut, y li va al mitj del ull deixantli tot tapat. Al cap d’un rato, treu la llenga y prova de ferla corre cap á la boca, pero no hi arribava y allavors ab molta mandra, diu:

—Pare, acostéume aquesta figa.

Al sentir aixó, el mestre exclama:

—Bon home, vos en poden anar descansat, que ’l vostre fill es el gandúl més gandúl qu’ hi ha sobre la capa de la terra. No ha d’apendre més, que ja sap prou.

Com de fet va serne tant bon mestre d’aquest ofici, que desde llavors es qu’ hi ha tants ganduls, perque desseguit va posar col-legi y va tenir molts deixebles; y en proba d’ aixó, anéu allá ahont volguéu que ’n trobaréu per tot, pero especialmente á un puesto que jo sé, qu’ es la villa ahont volguéu qu’ es la villa ahont va neixe el mestre de la gandulería, y que com jo he dit no ’l vull anomenar perque potser á algú li sabría greu.

ANEXO 4

RELACIÓN DE LAS VERSIONES Y VARIANTES DEL CUENTO CUYOS TEXTOS SE RECOGEN EN EL ARTÍCULO

VERSIÓN

PÁGINA

Refrán «El perezoso del dátil» y cuentecillo oral iraquí asociado, recogidos por al-Alūsī, s. XIX.

31

Refrán sirio «Los perezosos de Egipto» y cuentecillo oral asociado.

31

Variante popular iraquí extraída de internet 1: padre que lleva a su hijo gandul a una comunidad de perezosos para que aprenda con ellos.

31-32

Versión popular iraquí extraída de internet 2.

32

Cuento de José Fernández Bremón, publicado en Andalucía (año 1869).

33-34

Fragmento de La zapatera prodigiosa de Federico García Lorca.

34

Refrán argelino de la región de Cabilia (en tamazight).

34

Cuento en francés de Alphonse Daudet. «La figue et le paresseux» (Paris Illustré, año 1870 y Le Soir, año 1871). Se repite en su novela La Belle-Nivernaise (año 1886) y en L’Algérie artistique et pittoresque (año 1890).

35-37

Versión en francés publicada en Le Gaulois (año 1896).

38-39

Versión en francés publicada en Journal de Seine-et-Marne (año 1910).

39

Versión en francés de Henri Duvernois, publicada en Le Petit Parisien (año 1935).

40

Versión en francés de Lucienne Favre, publicada en La Femme de France (año 1938).

40

Alusión de José Mª Sbarbi a estar con la boca abierta hacia arriba esperando a que caiga la breva en La ilustración artística (año 1891).

42

Alusión al «cuento del árabe, que para saciar el hambre…» en El Diario de Reus (año 1897).

42

Alusión al «cuento árabe de Hassan y Admet» en El briocense (año 1905).

42

Alusión al cuento del tonto muerto de hambre que espera la caída de la breva y esta le es arrebatada por los pájaros, aparecida en La región (año 1913).

43

Aureli Capmany. «L’origen de la gandulería» (año 1903).

Anexo 3

Alusión al «árabe del cuento» que se tendía boca arriba debajo de una higuera, aparecida en El mundo militar (año 1909) y La Voz de Menorca (año 1932).

44

Alusión a estar recostado «a la musulmana» esperando que caiga la breva, aparecida en La región (año 1912).

44

Alusión en una jota o seguidilla de Figueroles d’Alcalatén (Castellón)

46

Versión oral moderna recogida en Betijuelo (Cádiz).

47-48

Versión oral moderna registrada en La Font D’en Carriòs (Valencia).

48

Versión oral moderna recolectada en El Sabinar (Moratalla, Murcia).

49

Versión oral moderna registrada en Coy (Lorca).

49

Versión oral moderna recogida en La Campana (Lorca).

49

Versión oral moderna recopilada en Las Terreras (Lorca) y Santa Ana (Cartagena).

49

Versiones orales modernas registradas en Mula (Murcia): la pereza de San Teodoro.

50

Versiones orales modernas en francés, presentadas como «cuento de Vietnam».

53-54

OBRAS CITADAS

Ā, Abū Saʿd al (2010): Naṯr al-durr, Muḥammad ʿAlī Qarna et al. (eds.), El Cairo, Dār al-Kutub wa-l-Waṯāʾiq al-Qawmiyya. 7 tomos en 8 vols.

A NUʿAYM AL-IṢFAHĀNĪ, Aḥmad (1996): Ḥilat al-awliyāʾ wa-ṭabaqāt al-aṣfiyāʾ, vol. 6, El Cairo / Beirut, Maktabat al-Jāniŷī / Dār al-Fikr. 11 vols.

A YAʿLÀ AL-MAWṢILĪ, Aḥmad (19892, 1ª ed. 1973): Musnad, Ḥusayn Salīm Asad (ed.), vol. 1, Damasco, Dār al-Maʾmūn li l-Turāṯ. 16 vols.

[L’]Algérie artistique et pittoresque. Documents d’art et d’histoire, archéologie, mœurs et coutumes indigènes, excursions et voyages, nouvelles et contes d’Orient, enero de 1890.

ALŪSĪ, Maḥmūd Šukrī al (2009): Amṯāl al-ʿawwām fī Madīnat Dār al-Salām, Hayṯam ʿAbd al-Salām Muḥammad (ed.), Bagdad, Dār al-Šuʾūn al-Ṯaqāfiyya al-ʿĀmma.

ANĪS, Ibrāhīm; Muntaṣir, ʿAbd al-Ḥalīm; al-Ṣawāliḥī, ʿUtiyya y Jalaf Allāh Aḥmad, Muḥammad (20044): Muʿŷam al-wasīṭ, El Cairo, Maŷmaʿ al-Luga al-ʿArabiyya-Maktabat al-Šurūq al-Dawliyya.

ASWAD, Nizār al (2006): Ḥikāyāt al-amṯāl al-šaʿbiyya, Damasco, Maṭbaʿat Jālid b. al-Walīd.

[El] autonomista. Suplemento mensual ilustrado, 30 de agosto de 1903.

BAUDICOUR, Louis de (1856): La colonisation de l’Algérie. Ses éléments, Paris, Jacques Lecoffre et Ce.

BECAURNE, Julos: «La figue et le paresseux». URL: <https://www.youtube.com/watch?v=BTr-JFAA-JA> y <https://lyrics.fandom.com/fr/wiki/Julos_Beaucarne/La_figue_et_le_paresseux>

BELTRÁN LLAVADOR, Rafael (ed.) (2007): Rondalles populars valencianes. Antologia, catàleg, i estudi dins la tradició del folklore universal, Valencia, Universidad de Valencia.

[La Santa] Biblia. Primera Edición Ecuménica (1990), ed. Evaristo Martín Nieto, Madrid, Ediciones Paulinas.

BORNECQUE, Jacques-Henri (1951): Les années d’apprentissage d’Alphonse Daudet, Paris, Librairie Nizet.

[El] briocense. Periódico quincenal, festivo literario y de noticias, 30 de septiembre de 1905.

BUJĀRĪ, Muḥammad al (2002): Ṣaḥīḥ, Damasco / Beirut, Dār Ibn Kaṯīr li l-Ṭibāʿa wa-l-Našr wa-l-Tawzīʿ.

CAILLAT, Jules (1923): «Le voyage d’Alphonse Daudet en Algérie (1861-1862)», Revue africaine, 314, pp. 11–115.

CAMARENA, Julio y Chevalier, Maxime (2003): Catálogo tipológico del cuento folklórico español. Cuentos religiosos, Madrid, Centro de Estudios Cervantinos.

CAPMANY, Aureli: «L’origen de la gandulería», Pàtria, julio de 1903.

CAPMANY, Aureli: «L’origen de la gandulería», Catalunya-París: Portavéu del Centre Catalá de París, agosto de 1903.

CARABAZA BRAVO, Julia María (2000): «Algunas especies arbóreas y arbustivas presentes en el Corán», Philologia hispalensis, 14.2, pp. 147–155. DOI: https://doi.org/10.12795/PH.2000.v14.i02.14

CHAUVIN, Victor (1902): Bibliographie des ouvrages arabes ou relatifs aux arabes publiés dans l’Europe chrétienne de 1810 à 1885, t. 6, Liège / Leipzig, Vaillant / O. Harrassowitz. 12 tomos.

Corán (1999), trad. esp. Julio Cortés, Barcelona, Herder.

CORREAS, Gonzalo (1906, 1ª ed. 1627): Vocabulario de refranes y frases proverbiales, Madrid, Jaime Ratés.

[El] correo de Gerona. Diario independiente de avisos y noticias ilustrado, 22 de noviembre de 1897.

DAUDET, Alphonse: «La figue et le paresseux», Paris Illustré, 27 de marzo de 1870.

DAUDET, Alphonse: «La figue et le paresseux», Le Soir, journal d’informations, 28 de agosto de 1871.

DAUDET, Alphonse (1886): «La Figue et le Paresseux», en La Belle-Nivernaise. Histoire d’un vieux bateau et de son équipage, Paris, C. Marpon et E. Flammarion, pp. 161–171.

DAUDET, Alphonse (1887): «À Milianah», en Les lettres de mon moulin, Paris, G. Charpentier et Cie, pp. 247–269.

DAUDET, Alphonse: «El higo y el perezoso», El Pueblo. Periódico republicano democrático, 10 de julio de 1892.

DAUDET, Alphonse (1990): Récits et nouvelles d’Algérie, presentación de Jean Déjeux, Paris, La Boïte à Documents.

DEGOUMOIS, Léon (1922): L’Algérie d’Alphonse Daudet d’après Tartarin de Tarascon et divers fragments des autres œuvres, Genève, Sonor.

[El] diario de Murcia. Periódico para todos, 11 de julio de 1883.

[El] diario de Reus, de avisos y noticias, 18 de noviembre de 1897.

DUFIEF, Anne-Simone (2014): «Folklore et fantaisie dans les contes de Daudet», en Le Réalisme et ses paradoxes (1850-1900). Mélanges offerts à Jean-Louis Cabanès, Gabrielle Chamarat y Pierre-Jean Dufief (dirs.), Paris, Classiques Garnier, pp. 187–195.

ELGOOD, Cyril (1962): «Tibb-ul-Nabbi or Medicine of the Prophet. Being a translation of two works of the same name. I. The Ṭibb-ul-Nabbi of Al-Suyúṭí. II. The Ṭibb-ul-Nabbi of Mahmud bin Mohamed al-Chaghayni, together with introduction, notes and a glossary», Osiris, 14, pp. 33–192. DOI: https://doi.org/10.1086/368625

FAVRE, Lucienne: «Salvator. Nouvelle inédite», La Femme de France, 1 de febrero de 1938.

FERNÁNDEZ BREMÓN, José: «Málaga morisca», Andalucía, año 1885.

FĪRŪZĀBADĪ, Muḥammad al (20058): Al-Qāmūs al-muḥīṭ wa-l-qābūs al-wasīṭ al-ŷāmiʿ li-mā d̲ahaba min al-ʿarab šamaṭīṭ, Muḥammad Naʿīm al-Arkasūsī (ed.), Beirut, Muʾassasat al-Risāla.

GARCÍA LORCA, Federico (1971, 10ª ed.): La zapatera prodigiosa, Buenos Aires, Editorial Losada.

GARULO, Teresa (1998, 1ª ed. 1986): Dīwān de las poetisas de al-Andalus, Madrid, Hiperión.

[Le] Gaulois, 9 de febrero de 1896.

GIL GRIMAU, Rodolfo e Ibn ‘Azzuz, Muhammad (1977): Que por la rosa roja corrió mi sangre (Nueva colección de cuentos marroquíes de tradición oral), Madrid, Instituto Hispano-Árabe de Cultura.

HARBOROUGH SHERARD, Robert (1894): Alphonse Daudet. A biographical and critical study, London, Edward Arnold.

ĀŶIM AL-RABĪʿĪ, Aḥmad (2010): Qiṣaṣ al-Qurān fī l-šiʿr al-andalusī, Damasco, Dār Muʾassasat Ruslān.

HERNÁNDEZ FERNÁNDEZ, Ángel (2009): Las voces de la memoria (Cuentos populares de la Región de Murcia), Guadalajara, Palabras del Candil.

HERNÁNDEZ FERNÁNDEZ, Ángel (2013): Catálogo tipológico del cuento folclórico en Murcia, Alcalá de Henares, El Jardín de la Voz.

IBN ʿABD RABBIHI, Aḥmad (1984): Al-ʿIqd al-farīd, Mufīd Muḥammad Qumayḥa y ʿAbd al-Maŷīd al-Tarḥīnī (eds.), vol. 2, Beirut, Dār al-Kutub al-ʿIlmiyya. 9 vols.

IBN ʿA, ʿAbd Allāh (1984): Al-Kāmil fī ḍuʿafāʾ al-riŷāl, vol. 6, Beirut, Dār al-Fikr li l-Ṭibāʿa wa-l-Našr wa-l-Tawzīʿ. 9 vols.

IBN ʿĀṢIM, Abū Bakr (1987): Ḥadāʾiq al-azāhir, ʿAfīf ʿAbd al-Raḥmān (ed.), Beirut, Dār al-Masīra; trad. esp., estudio y notas Desirée López Bernal (2019): El libro de los huertos en flor (Ḥadāʾiq al-azāhir). Cuentos, refranes y anécdotas de la Granada nazarí, Granada, Editorial Universidad de Granada.

IBNAŶAR AL-ʿASQALĀNĪ, Šihāb al-Dīn (1995): Al-iṣāba fī tamyīz al-ṣaḥāba, ʿĀdil Aḥmad ʿAbd al-Mawŷūd y ʿAlī Muḥammad Muʿawwad (eds.), vol. 4, Beirut, Dār al-Kutub al-ʿIlmiyya. 8 vols.

IBNIŶŶA AL-ḤAMAWĪ, Abū Bakr (2005): Ṯamarāt al-awrāq, Muḥammad Abū l-Faḍl Ibrāhīm (ed.), Sidón / Beirut, al-Maktaba al-ʿAṣriyya.

IBN KAṮĪR, ʿImād al-Dīn (2010): Al-Bidāya wa-l-nihāya, Muḥyī al-Dīn Dīb Mustū et al. (eds.), vol. 2, Beirut, Dār Ibn Kaṯīr. 20 vols.

IBN KAṮĪR, ʿImād al-Dīn (2018): Qiṣaṣ al-anbiyāʾ, Muḥammad ʿAbd al-Qādir Šāhīn (ed.), Beirut, Dār al-Kutub al-ʿIlmiyya.

IBN MANẒŪR, Muḥammad (1981): Lisān al-ʿarab, ʿAbd Allāh ʿAlī l-Kabīr et al. (eds.), S.l., s.n.

IBN ALAWZĪ, ʿAbd al-Raḥmān (1985): Kitāb al-aḏkiyāʾ, Beirut, Dār al-Kutub al-ʿIlmiyya.

Inzan. 511 proverbes berbères de Kabylie, avec la traduction en français, d’après la collecte d’Antoine Giacobetti, E-book, Copyright Multimédia Berbère. URL: <https://es.calameo.com/read/004286122e9e11243cb3b>.

Inzan. 231 proverbes berbères de Kabylie, avec la traduction en français, d’après la collecte de Ouahmi Ould-Braham, E-book, Copyright Multimédia Berbère. URL: <https://es.calameo.com/read/004286122b29b8c18e4a5>.

JAṬĪB AL-BAGDĀDĪ, Abū Bakr al (1999): Al-Taṭfīl wa-ḥikāyāt al-ṭufayliyīn wa-ajbāru-hum, Bassām ʿAbd al-Wahhāb al-Ŷābī (ed.), Beirut, Dār Ibn Ḥazm.

JORDÀ I FERNÁNDEZ, Antoni (2006): Història de la ciutat de Tarragona, Barcelona, Cossètania Edicions.

Journal des débats politiques et littéraires, 22 de agosto de 1935.

Journal de Seine-et-Marne. Feuille littéraire, commerciale, industrielle, d’utilité locale et non politique, 28 de diciembre de 1910.

LOUP, Hélène (2019): «Le professeur de la paresse». URL: <http://heleneloup.canalblog.com/archives/2019/08/10/37555256.html>.

LUQUE FAJARDO, Francisco de (2018): Fiel desengaño contra la ociosidad y los juegos (1ª ed. 1603), Enrique Suárez Figaredo (ed.), Lemir, 22, pp. 1–234.

MARTÍNEZ KLEISER, Luis (comp.) (19893): Refranero general ideológico español, Madrid, Hernando.

MAYDĀNĪ, Aḥmad al (1972): Maŷmaʿ al-amṯāl, Muḥammad Muḥyī l-Dīn ʿAbd al-Ḥamīd (ed.), t. 1, S.l., Dār al-Fikr. 2 tomos en 1 vol.

MELISON-HIRCHWALD, Gabrielle (2010): «La Réception des œuvres d’Alphonse Daudet dans la Revista de España, La Escuela Moderna, Madrid cómico, La Iberia, La Ilustración Española y Americana et El Imparcial», en Traducción y literatura. La literatura traducida en la prensa hispánica (1868-98), Marta Giné Janer y Solange Hibbs (eds.), Bern, Peter Lang, pp. 261–274.

Monte Toro. Revista mariana mensual, noviembre de 1918.

MUFAḌḌAL B. SALMA AL (1974): Al-Fājir, ʿAbd al-ʿAlīm al-Ṭaḥāwī (ed.), El Cairo, al-Hašiyʾa al-Miṣriyya al-ʿĀmma li l-Kitāb.

[El] mundo militar. Revista mensual, vol. 2, año 1909. Disponible parcialmente online: <https://books.google.es/books?id=iZs3kjriF3UC&q=cuento+%C3%A1rabe+boca+arriba+higuera&dq=cuento+%C3%A1rabe+boca+arriba+higuera&hl=es&sa=X&ved=0ahUKEwj0ybSt79XmAhUPz4UKHXDlDzkQ6AEIKDAA>.

MUSLIM B. AL-ḥAŶŶĀŶ (1426 [2006]): Ṣaḥīḥ Muslim, Abū Qutayba Naẓr Muḥammad al-Fāriyābī (ed.), vol. 1, Riad, Dār Ṭayyiba li l-Našr wa-l-Tawzīʿ. 2 vols.

NATHAN, Fernand (1958): Nouvelles lectures françaises Cours moyen (2e année), Classe de 7e. Entrée en 6e, S. l., s. n.

NAZR MUḤAMMAD ʿALĪ AL-MAYYĀḤ, Burhān (1400/1979): «Jānāt Bagdād min al-qarn al-tāsiʿ wa-ḥattà maṭlaʿ al-qarn al-ʿišrīn», Maŷallat al-Mawrid, 8.4, pp. 27–38.

ORIOL, Carme y Samper, Emili (eds.) (2017): Història de la literatura popular catalana, Alicante / Palma / Tarragona, Universitat Rovira i Virgili / Universitat d’Alacant / Universitat de les Illes Balears. DOI: <https://doi.org/10.17345/9788484246688>

PANIZO RODRÍGUEZ, Juliana, (1995): «La suerte y la desgracia en el refranero», Revista de Folklore, 179, pp. 173–180. URL: <https://funjdiaz.net/folklore/07ficha3.php?ID=1492>.

PÉREZ, Juan Ignacio y Martínez, Ana María (2006): Cien cuentos populares andaluces recogidos en el Campo de Gibraltar, Algeciras, Asociación LitOral.

[Le] Petit Parisien, 1 de marzo de 1935.

PORCAR I HUESO, Amadeu; Gozalbo i Gil, Hèctor y Pallarés i Pascual, Vicent (1999): Figueroles d’Alcalatén. Balls i costums, Castellón, Amadeu Porcar i Hueso, Hèctor Gozalbo i Gil y Vicent Pallarés i Pascual.

[Las] Provincias. Diario de Valencia, 24 de junio de 1928.

QUINTANA I MARÍ, Antoni (1992): El Centre recreatiu catalanista «las Quatre Barras» de Tarragona. 1899-1903, Tarragona, Diputació de Tarragona.

RĀGIB AL-IṢFAHĀNĪ, Abū l-Qāsim al (2009): Muḥāḍarāt al-udabāʾ wa-muḥāwarāt al-šuʿarāʾ wa-l-bulagāʾ, Sayīʿ al-Ŷubaylī (ed.), vol. 2, Beirut, Dār al-Kutub al-ʿIlmiyya. 4 vols.

RAHMAN MURAD, Saleem (2011): La vida rural en el refranero iraquí. Un estudio semántico y comparado con los refranes españoles, tesis doctoral inédita defendida en la Universidad de Jaén.

[La] región, 14 de septiembre de 1912 y 16 de julio de 1913.

SÁNCHEZ FERRA, Anselmo (2014): «El cuento folclórico en Lorca. Volumen 2», Revista Murciana de Antropología, 21, pp. 1–430.

ŠARĪŠĪ, Aḥmad al (1992): Šarḥ Maqāmāt al-Ḥarīrī, Muḥammad Abū l-Faḍl Ibrāhīm (ed.), vol. 2, Sidón/Beirut, al-Maktaba al-ʿAṣriyya.

SBARBI, José Mª: «Mosaico», La ilustración artística. Periódico semanal de literatura, artes y ciencias, 23 de febrero de 1891.

SBARBI, José Mª. (1922): Diccionario de refranes, adagios, proverbios, modismos, locuciones y frases proverbiales de la lengua española, tomo 1, Madrid, Librería de los Sucesores de Hernando. 2 tomos.

AʿĀLIBĪ, Abū Manṣūr al (1985): Ṯimār al-qulūb fī l-muḍāf wa-l-mansūb, Muḥammad Abū l-Faḍl Ibrāhīm (ed.), El Cairo, Dār al-Maʿārif.

AʿĀLIBĪ, Abū Manṣūr al (2009): Al-Ẓarāʾif wa-l-laṭāʾif, Nāṣir Muḥammadī Muḥammad Ŷād (ed.), El Cairo, Maṭbaʿat Dār al-Kutub wa-l-Waṯāʾiq al-Qawmiyya.

TAWḤĪDĪ, Abū Ḥayyān al (1988): Al-Baṣāʾir wa-l-ḏajāʾir, Wadād al-Qāḍī (ed.), vol. 7, Beirut, Dār Ṣādir. 10 vols.

THOMPSON, Stith (19662): Motif-Index of folk-literature. A classification of narrative elements in folk-tales, ballads, myths, fables, mediaeval romances, exempla, fabliaux, jest-books, and local legends, vol. 5, Bloomington, Indiana University. 6 vols.

TIRMIḎĪ A ʿĪSÀ AL (1966): Al-Ŷāmiʿ al-kabīr, Baššār ʿAwwād Maʿruf (ed.), vol. 3, Beirut, Dār al-Garb al-Islāmī. 6 vols.

TRAORÉ, Awa y Pedrosa, José Manuel (2014): «Los dos perezosos (ATU 1950) de Juan Ruiz y la tradición oral diula de Costa de Marfil. Traducción, transmisión, tradicición», eHumanista, 28, pp. 643–699.

UTHER, Hans-Jörg (2004): The types of international folktales. A classification and bibliography, based on the system of Antti Aarne and Stith Thompson, Helsinki, Suomalainen Tiedeakatemia-Academia Scientiarum Fennica, 3 vols.

VALTIERRA LACALLE, Ana (2017): «La palmera y la palma. Adaptación medieval de una antigua iconografía», Revista Digital de Iconografía Medieval, 17, pp. 105–124.

Le vlog de Madannie. URL: <https://madannieconteuse.wixsite.com/website/post/5-la-figue-et-le-paresseux>.

[La] Voz de Menorca. Diario republicano, 8 de diciembre de 1932.

YĀQŪT AL-ḥAMAWĪ, Šihāb al-Dīn (1977): Muʿŷam al-buldān, vol. 1, Beirut, Dār Ṣādir. 5 vols.

ŶAZĪRĪ, Muḥammad al (2002): Al-Durar al-farāʾid al-munaẓẓama fī ajbār al-ḥāŷŷ wa-ṭarīq Makka al-muʿaẓẓima, Muḥammad Ḥasan Ismāʿīl (ed.), vol. 1, Beirut, Dār al-Kutub al-ʿIlmiyya. 2 vols.

YŪSĪ, Abū ʿAlī al (1981): Zahr al-akam fī l-amṯāl wa-l-ḥikam, Muḥammad Ḥaŷŷī y Muḥammad al-Ajḍar (eds.), vol. 1, Casablanca, Dār al-Ṯaqāfa. 3 vols.

ZAMAJŠARĪ, Abū l-Qāsim al (19872): Al-Mustaqṣà fī amṯāl al-ʿarab, vol. 1, Beirut: Dār al-Kutub al-ʿIlmiyya. 2 vols.

ZAMAJŠARĪ, Abū l-Qāsim al (1992): Rabīʿ al-abrār wa-nuṣūṣ al-ajbār, Ṭāriq Fatḥī al-Sayyid (ed.), vol. 1, Beirut, Dār al-Kutub al-ʿIlmiyya. 4 tomos en 2 vols.

Fecha de recepción: 19 de junio de 2020
Fecha de aceptación: 25 de octubre de 2020

___________________________

1 Como es bien conocido, según se cuenta en el Evangelio de Lucas, el nacimiento de Jesús se produjo en un pesebre. Véase Lucas (2:1-20). La anunciación a María se relata en el Corán en «La familia de Imrán» (3:45-48) y «María» (19:19-21).

2 La presencia de la palmera y de los dátiles en la Sunna o Tradición es amplísima. Sendos hadices dicen de la primera: «Tratad con honor a vuestra tía paterna, la palmera, pues fue creada del mismo barro del que fue creado Adán» (referido bajo la autoridad última de ʿAlī b. Abī Ṭālib) y «De todos los árboles, hay uno que es como el musulmán y es la palmera» (contado por Ibn ʿUmar, quien lo había escuchado de Mahoma). Véase, respectivamente, Abū Nuʿaym al-Iṣfahānī (1996: 123), Abū Yaʿlà al-Mawṣilī (19892: 355 [nº 455]), al-Bujārī (2002: 1386 [nº 5448, libro 70 de los alimentos]), Ibn ʿAdī (1984: 2424-2425), Ibn Ḥaŷar al-ʿAsqalānī (1995: 635). En ciertos hadices, se identifica el dátil de la variedad ʿaŷwa con el fruto del Paraíso. Véase al-Tirmiḏī (1996: 582 [nº 2066]).

3 A lo largo de las ciento catorce azoras del Corán, la palmera aparece mencionada hasta en veinte ocasiones. Véase Carabaza Bravo (2000: 147-148; sobre la presencia de esta especie en el Corán y la Sunna consúltese específicamente 147-149).

4 Esta costumbre, que se sigue practicando en el mundo árabe-islámico, se denomina taḥnīk (تَحْنيك). Se entendía que la saliva del Profeta transmitía la baraka o bendición al bebé. Véase al-Bujārī (2002: 1391-1392 [nº 5467-5470, libro 71 sobre la costumbre de rasurar a los recién nacidos la cabeza o al-ʿaqīqa]), Muslim b. al-Ḥaŷŷāŷ ([2006]: 1028-1029 [nº 22-28, Kitab al-ādāb]).

5 En la Biblia, la huida a Egipto se narra en el Nuevo Testamento. Véase Mateo (2:13-23).

6 Referencias concretas a las versiones orales murcianas en Hernández Fernández (2013: 126-128 [nº 750E]).

7 En esta y otras citas, así como en los textos del anexo 2, se respeta la ortografía del texto en la fuente de procedencia.

8 Se usa «bendición» en el sentido de «prosperidad». El erudito y viajero sirio Yāqūt al-Rūmī (m. 626/1229) situaba la palmera de María en Ahnās, en el Alto Egipto. Véase Yāqūt al-Ḥamawī (1977, 1: 284 y 5: 138).

9 Otro poeta andalusí que hace una alusión, menos explícita, a las aleyas coránicas de la historia de María y la palmera es Ibn al-Labbāna. Véase Ḥāŷim al-Rabīʿī (2010: 169-170).

10 En el relato al que nos referimos, un sabio insta a no usar artimañas en la búsqueda del sustento ni fiarse de quien se muestra generoso, pues puede suceder que sea un auténtico timador.

11 Al-Maydānī (1972: 77 [nº 389]) recoge un refrán que dice así: «La manteca derretida es para quien se levanta y pare» (inna al-silāʾ li-man aqāma wa-walada). Según él mismo explica, significa que el parto y sus provechos es para quien lo lleva a cabo y socorre en el alumbramiento, no para quien lo desatiende y lo descuida. Y añade al final que este refrán fue acuñado para censurar la vagancia.

12 El refranero español contiene un refrán que bien podría ser estandarte de todos los personajes perezosos que van a desfilar por estas páginas y que reza «Maldito el árbol que echa la fruta a fuerza de palos». Véase Martínez Kleiser (19893: 508 [nº 49665]).

13 La traducción se ha realizado a partir del texto de Ibn ʿĀṣim. En el caso de al-Ṯaʿālibī, solo se citan los versos traducidos. Al-Yūsī le atribuye dichos versos a al-Ṯaʿālibī.

14 Ocasión en que Dios facilita alimento a sus criaturas sin esfuerzo es el episodio narrado en el Evangelio apócrifo de Mateo (2:13-23), cuando Jesús hace que la palmera se incline para permitir a María recoger sus dátiles.

15 La opinión del cordobés, junto con el relato y unos versos sobre el mismo tema del poeta preislámico al-Nābiga al-Ḏubyānī, se citan en al-ŷazīrī (2002: 88).

16 Algunos diccionarios árabes premodernos incluyen la raíz ṭanbala (con ṭāʾ enfática), que tiene el significado de aparentar necedad o mostrarse tonto después de aparentar inteligencia. Véase al-Fīrūzābadī (20058: 1027). El término tanbal, usado en el refrán popular iraquí, procede del turco y significa «holgazán». Véase Anīs, Muntaṣir, al-Ṣawāliḥī y Jalaf Allāh Aḥmad (20044: 89). En la misma raíz encontramos la palabra tinbāl, que designa a alguien pequeño de estatura. Consúltese Ibn Manẓūr (1981: 450) y Anīs, Muntaṣir, al-Ṣawāliḥī y Jalaf Allāh Aḥmad (20044: 89).

17 Se denomina al-aŷwa a la variedad de dátiles de Medina. Se dice que Mahoma la plantó con sus propias manos. Véase Ibn Manẓūr (1981: 2831).

18 Véase <https://www.algardenia.com/qosesmenaldakera/21943-2016-02-21-21-48-34.html> (revista cultural iraquí, consultada 6/2/2020) y <http://almasalah.com/ar/news/70756/قصة-تنبل-أبو-رطبة> (periódico iraquí, consultado 06/02/2020). La dificultad para acceder a bibliografía científica referida al folclore iraquí nos ha obligado a recurrir en buena medida a los testimonios que personas iraquíes han dejado en la red en torno al refrán y cuento objeto de estudio.

19 http://www.alsada.org/plus/viewtopic.php?t=61497 (consultada 06/02/2020). Entre los numerosos caravasares con los que estaba equipada la ciudad de Bagdad, existía uno denominado «el caravasar de la palmera» (Jān al-najla). Es difícil saber si su nombre guarda relación con nuestro relato o si en el folclore de la capital iraquí se ha realizado tal asociación. También conocido como Jān Majzūm, de él conocemos que se situaba en la parte superior o principal del mercado de los comerciantes de tejidos (sūq al-bazzazīn) y que fue erigido por Muḥammad al-Majzūm b. Ḥāfiẓ Bāšā en el año 1110/1699. Véase Nazr Muḥammad ʿAlī al-Mayyāḥ (1400/1979: 34 [nº 7]).

20 Véase Šabakat al-Faṣīḥ li ʿulūm al-lugatu al-ʿarabiyya: <http://www.alfaseeh.com/vb/showthread.php?p=152176> (consultada 06/02/2020). En la tradición oral argelina, se cuenta que Ŷuḥā estaba tumbado en el bosque y la gente le avisó para que corriera, pues había fuego. Entonces este necio y a la vez sabio personaje le dijo al fuego que si respetaba su casa no se marchararía. La gente le aseguró que su casa también estaba en llamas, pero lo único que le importó a Ŷuḥā fue su cabeza. El relato, registrado por Óscar Abenójar, se recoge en Traoré y Pedrosa (2014: 675). Los mismos autores se hacen eco de un cuento que se narra en la tradición diula de Costa de Marfil, en el que un holgazán es alcanzado por el fuego mientras dormía en el bosque (2014: 673-674). Un motivo común a varios cuentos de perezosos es el catalogado como W111.1.1. «Man lets legs burn in fire rather than move them». Se advierte, por ejemplo, en cuentos que se amoldan al tipo ATU 1950. Consúltese Thompson, 19662. Véanse los ejemplos de las Gesta romanorum, los hermanos Grimm y la tradición oral murciana que recogen Traoré y Pedrosa (2014: 655-657 y 661-663).

21 http://lirak.free.fr/Proverbs.html (portal de refranes populares iraquíes consultado 19-2-2020; véase el refrán nº 4067).

22 Dicho ejemplar tenía como razón de ser paliar con la literatura y el arte el dolor y los daños causados por el terremoto de Arenas del Rey del mes de diciembre de 1884, que afectó a las provincias de Granada y Málaga. El nombre de José Fernández Bremón figura en su portada entre los firmantes de la iniciativa en nombre de la prensa.

23 En los textos en árabe del cuentecillo, se emplea el término riṭba, que significa concretamente «dátil maduro». En los relatos que mencionaremos en adelante, los higos o las brevas están igualmente maduros y por ese motivo caen por sí solos de las ramas de las higueras.

24 Una valoración crítica de la faceta de Daudet como escritor de relatos cortos se puede leer en Harborough Sherard (1894: 351-371).

25 Chauvin (1902: 202) cita el cuento de Daudet que él denomina «Le paresseux de Blidah» en relación con el de «Kaslâne le paresseaux» (1902: 64-67 [nº 233]). Sin embargo, no encontramos filiación entre uno y otro, más allá de que sus protagonistas son perezosos y árabes.

26 La localidad argelina de Blida (diminutivo en árabe del término balada, que significa «país» o «ciudad»), está situada a los pies del Atlas telliano y fue fundada por los moriscos andalusíes. Es apodada «la ciudad de las rosas», pues se encuentra circundada de numerosos jardines y también de huertos de cítricos.

27 Su interés por el folclore y, en concreto, por el provenzal, se despertó al conocer en París, siendo muy joven, al poeta, también provenzal, Frédéric Mistral, galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1904, entre otros méritos, por su labor de fomento, promoción y preservación de la lengua y la literatura occitanas. Véase Dufief (2014: 189).

28 El nombre del maestro de los perezosos del cuento de «La figue et le paresseux» coincide con el que Daudet asignó al personaje que regentaba una tienda y que le dio hospitalidad en su relato de la jornada que pasó en Miliana. Véase Daudet (1887: 250-255 y 264-266). Este Sid’Omar fue en realidad un jefe árabe de Miliana, condecorado por Francia por haber luchado contra el líder nacionalista argelino Abd al-Qader, que recibió a Daudet en aquella localidad. Véase Daudet (1990: 24-25).

29 Sobre los problemas de salud que propiciaron su viaje véase Daudet (1990: 15). Acerca de la influencia de la breve etapa argelina en su formación como escritor consúltese Bornecque (1951: 338-371).

30 Los dos viajeros pasaron en Blida la noche del 9 al 10 de febrero de 1862, donde fueron testigos de una importante nevada. Parece que su estancia en dicha ciudad no se prolongó más allá de uno o dos días. Véase Caillat (1923: 100-102).

31 Otros relatos de Daudet donde se ve reflejada su experiencia argelina son Les contes du lundi o algunos de los relatos incluidos en Les lettres de mon moulin (À Milianah y Les Oranges). No obstante, el mayor producto de su estancia en Argelia sería la trilogía consagrada al héroe Tartarin. Al respecto, véase Degoumois (1922). Los relatos del escritor francés conectados con Argelia fueron reunidos en Daudet (1990; el cuento que nos ocupa se lee en pp. 113-118).

32 La pereza es algo indisociable de los árabes en las obras publicadas por escritores franceses durante el protectorado de Argelia, algo que tiende a asociarse con el clima. Véase, por ejemplo, Baudicour (1856: 19, 24, 52 o 137).

33 Probablemente su acuñación tenga que ver con el hecho de que los territorios sirios estuvieron bajo el gobierno del sultanato mameluco con capital en El Cairo durante los siglos XIII-XVI.

34 En la actualidad, el cuentecillo unido a la pluma de Daudet sigue estando plenamente vigente en Francia y Bélgica. Se ha impreso en libros de cuentos para niños y ha sido recuperado por narradores como el artista belga Julos Beaucarne, quien es además escritor, poeta y cantante. Su narración en francés de «La figue et le paresseux» se puede disfrutar en su álbum Contes, comptines et ballades (1986) y en Chansons et contes pour les enfants. Véase https://www.youtube.com/watch?v=BTr-JFAA-JA y https://lyrics.fandom.com/fr/wiki/Julos_Beaucarne/La_figue_et_le_paresseux (consultadas 14/02/2020). Otra narradora belga de expresión francesa que lo refiere: https://madannieconteuse.wixsite.com/website/post/5-la-figue-et-le-paresseux (consultada 14/02/2020). Pese a su aparente difusión, lo hemos buscado en varios catálogos de cuentos populares de distintas regiones de Francia sin rastro alguno de su paso por su tradición oral moderna.

35 Expresión en árabe dialectal que significa «poco» o, en el contexto «poco a poco».

36 Sobre la recepción de la obra de Daudet en la prensa española decimonónica, véase Melison-Hirchwald (2010: 261-274).

37 El texto íntegro de esta traducción al español puede leerse en el anexo 2 al presente artículo.

38 El 22 de noviembre de ese mismo año, texto y noticia reaparecen en El correo de Gerona. Diario independiente de avisos y noticias ilustrado (22/11/1897: 1).

39 La revista Patria fue impulsada y publicada por una organización catalanista de Tarragona, de carácter político-cultural, llamada «Les Quatre Barres», fundada a las puertas del s. XX (en el año 1899) y disuelta solo unos años después (en 1903). El primer número se publicó en agosto del año 1900. Se ocupó de temas culturales vinculados con la literatura, el folclore o la historia de Tarragona. Véase Quintana i Marí (1992: 71 y 126) y Jordà i Fernández (2006: 120). Del contenido de dicho número de la revista Cataluya-París, donde se incluía el relato de Capmany, daba cuenta el periódico republicano gerundense El autonomista. Suplemento mensual ilustrado (30/8/1903: 3).

40 Aureli Capmany llevó a cabo una destacada y extensa labor en el ámbito del cuento popular de Cataluña, que contribuyó a difundir tanto por la vía escrita, en las diversas publicaciones periódicas de las que fue colaborador e, incluso, fundador; como oralmente, en su faceta de narrador. Sobre su figura véase Oriol y Samper (2017: 63-64).

41 Ver el texto completo en el anexo 3 que acompaña a este artículo.

42 Un ejemplo documentado es la alusión a cinco o seis golosos que esperaban con la boca «de dos palmos» abierta que les cayera una breva, que se inserta en una «composición festiva» para ser entonada o recitada durante la fiesta de las hogueras en San Juan. El fragmento, dice:

[…] Puerto Pesquero li dien

a la «breva» clevillaá,

y com se sap que la breva

es bacora, clar y ras,

y «a nadie la amarga un dulse»

com dieuen en Castellá,

van eixir sinc o sis llépols

a la olor de la carna,

o siga, de la bacora,

y en la boca de dos pams

esperant si a alguno d’ells

li caía rebecá.

Véase Las Provincias. Diario de Valencia (24/6/1928: 10). Aparece en el artículo «Las fallas de San Juan en Alicante», escrito con motivo de la primera celebración de las fallas en sustitución de las tradicionales hogueras por la festividad de San Juan en esa ciudad. Junto con un boceto de las fallas que se iban a plantar, se incluyen «algunos retazos de las festivas composiciones dedicadas a los argumentos que en ellos se presentan». El fragmento citado se refiere a la falla «El puerto pesquero», instalada en la Avenida de Méndez Núñez de la capital alicantina.

43 El primero lo clasifica Martínez Kleisner entre los refranes que suponen «ironías contra los perezosos», como «Sopa, cáeme en la boca» (19893: 568 [nº 49750]). Otros refranes análogos que han proliferado en el refranero español son «Quien quiera peces, que se moje el culo» o «Hay que varear el olivo para recoger la aceituna», que igualmente animan a esforzarse para conseguir alimento.

44 En el mundo árabe, se conservan versiones de este tipo en la tradición oral moderna de Egipto, Iraq, Líbano, Omán, y Túnez (El-Shamy, 2004: 956-957 [nº 1950]; también en Marruecos (Gil Grimau e Ibn ‘ Azzuz, 1977: 60 [nº 61, «Un concurso de pereza»]), pero ninguna próxima al relato que se viene abordando.

45 Se trata de una versión en valenciano recogida en La Font d’en Carròs (Valencia) y otra registrada en las pedanías de Las Terreras (Lorca) y Santa Ana (Cartagena).

46 Texto extraído de la web <http://www.jardineravecjeanpaul.fr/concours-de-paresse> (consultada 8/4/2020).

47 En el texto, se mantiene la ortografía del documento fuente.