Tres reductos del cuento La fiera exige alimento: del Atlas telliano y el desierto del Sahara a la península de Yucatán*

Three Vestiges of the Folktale The Beast Demands Food: from the Tell Atlas and the Sahara Desert to the Yucatan Peninsula

Óscar ABENÓJAR

(El Colegio de México)

oscarabenojar@gmail.com

https://orcid.org/0000-0002-6612-6154

ABSTRACT: This work analyzes the three known versions of a fable, which has not been assigned a specific entry in the international indexes of folktales. According to the three parallels of the story, a lion threatens a farmer with devouring him, unless he feeds it constantly. When the protagonist runs out of food, a fox offers its help to get rid of the feline, in exchange for some chickens. Thanks to the help of the trickster, the man manages to kill the lion, but instead of rewarding the fox, he gives it a bag full of dogs. Two versions of this folktale were documented in North Africa, in different variants of Berber, and the third was recorded, in Mayan language, in the Mexican Yucatan. In this study, the three parallels of the story are compared, and their links with other traditional stories are analyzed. The findings show that, many times, the keys to fully understanding oral stories are in extremely distant cultures and very remote regions.

KEYWORDS: Folktale, ATU 155, ATU 154, ATU 159B, Mayan, Berber.

RESUMEN: Este trabajo analiza tres versiones de una fábula que no tiene asignada una entrada específica en los índices internacionales de cuentos. Según los tres paralelos conocidos del relato, un león amenaza a un labrador con devorarlo, a menos que este le entregue alimento periódicamente. Cuando al protagonista se le agotan víveres, un zorro se ofrece a deshacerse del felino a cambio de unas gallinas. Gracias a la ayuda de la raposa, el hombre logra matar al león, pero, en lugar de retribuir al zorro con la recompensa, lo que hace el hombre es entregarle un saco lleno de perros. Dos versiones de este cuento fueron documentadas en del norte de África; y la tercera fue registrada, en lengua maya, en el Yucatán mexicano. En este estudio se cotejan esos tres paralelos del relato y se analizan sus vínculos con otros cuentos tradicionales. Los resultados demuestran que, en muchas ocasiones, las claves para entender de manera cabal las narraciones orales se encuentran en culturas muy distantes y en regiones muy remotas.

PALABRAS-CLAVE: Cuento tradicional, ATU 155, ATU 154, ATU 159B, maya, bereber.

ALGUNAS NOTAS SOBRE LA NATURALEZA Y LA TRANSMISIÓN DE LOS CUENTOS FOLCLÓRICOS

El material que estudian los especialistas en cuentística tradicional resulta particularmente inestable. Una de las razones es que la estructura narrativa de un relato popular se encuentra condicionada en buena medida por factores tan impredecibles y tornadizos como la memoria de quien lo relata, su predilección por determinados episodios o, incluso, el estado de ánimo en que se encuentre en el momento en que lo transmita. Esas y otras variables externas y no mensurables pueden condicionar de manera decisiva que el narrador se esmere o no en los detalles del cuento, que añada, amplíe, omita o deje trunco algún episodio, que engarce la trama del relato con la de otras narraciones de su repertorio y que efectúe, en definitiva, cualquier cambio que él estime oportuno.

No obstante, en la tradición oral intervienen también otros fenómenos que contribuyen a contener las modificaciones y a dar solidez a la arquitectura narrativa. Uno de ellos opera, precisamente, durante el proceso de transmisión de los relatos: nótese que, para que una versión de un cuento llegue a engendrar una variante, es necesario que dicha versión sea escuchada por un oyente, que ese oyente la retenga en su memoria, que la transmita después a otra audiencia, y que al menos uno de los receptores la refiera a su vez a un público distinto. Ese proceso de transmisión puede quedar interrumpido en cualquiera de esas etapas; de ahí que, por lo general, la gestación completa de un subtipo de un relato oral no sea un fenómeno inmediato ni tan habitual. O, dicho de otro modo, para que una rama de un cuento eche raíces en una tradición y logre perdurar a lo largo de varias generaciones, es preciso que una comunidad más o menos populosa recuerde versiones de ese subtipo y que las transmita a lo largo del tiempo.

Los efectos de esa resistencia a la innovación pueden apreciarse de manera muy clara en el cuento popular que aquí será objeto de estudio, al cual –a falta todavía de una entrada y de una rúbrica específicas en los catálogos tipológicos– hemos asignado el título provisional de La fiera exige alimento. Si este relato todavía no ha sido incluido en ningún índice internacional de cuentos, es porque resulta extremadamente raro; tanto es así que hasta ahora ningún especialista ha documentado su existencia. Por mi parte, apenas he conseguido localizar tres paralelos en todo el mundo: dos de ellos fueron registrados en el norte de África, en dos variedades distintas de la lengua bereber, y el tercero a miles de kilómetros, nada más y nada menos que en lengua maya y en la península de Yucatán. En las páginas de este estudio se apreciará que –a pesar de que la fábula debió de gestarse hace muchos siglos y de que ha sido documentada en lugares tan remotos como las montañas del Atlas telliano, el desierto del Sahara y las selvas yucatecas– su esqueleto argumental sigue siendo reconocible en todas las versiones.

Por otra parte, para entender mejor la insólita distribución universal de este cuento, es preciso comentar aquí otro fenómeno connatural a la literatura popular. En concreto, lo que interesa señalar es que únicamente se ha conseguido documentar un número muy escaso de testimonios de los relatos tradicionales, en contraste con la infinidad de versiones que son narradas cotidianamente en todo el mundo. El hecho de que, por lo general, la transmisión oral no deje huellas perceptibles invita a tomar en consideración algunas alternativas que la crítica suele pasar por alto. No resulta prudente, por ejemplo, descartar que un cuento folclórico haya circulado por determinado territorio, pese a que en esa región no se haya registrado ninguna versión. En relación con esta peculiaridad de la narrativa tradicional, cabe señalar que la presencia de las versiones de La fiera exige alimento en el norte de África y en el Caribe mexicano constituye una prueba muy sólida de que un cuento folclórico puede llegar a migrar hasta lugares muy remotos y puede aclimatarse a culturas y lenguas muy distintas –como la bereber y la maya– sin haber dejado rastro alguno en la tradición o en las tradiciones que sirvieron de puente.

DOS CUENTOS EMPARENTADOS: LA FIERA EXIGE ALIMENTO Y LA SERPIENTE INGRATA (ATU 155)

Como se dijo, el cuento que va a ocupar nuestra atención en este trabajo resulta tan poco habitual y tan desconocido que hasta ahora ningún investigador se ha percatado de su existencia, de ahí que no se disponga de estudios específicos sobre su origen, su difusión y su relación con otras narraciones. En cambio, la crítica sí ha mostrado mucho interés por otra fábula –conocida entre los especialistas como La serpiente ingrata– que se encuentra estrechamente emparentada con esta, y que ha sido indexada en la entrada ATU 155 en The Types of International Folktales (Uther, 2004)1. De este tipo ATU 155 se conocen centenares de versiones distribuidas por prácticamente todo el planeta, y los índices tipológicos que han cubierto la totalidad o algún área específica de la narrativa tradicional hispánica recogen varios paralelos de este relato2. El Catálogo tipológico del cuento folklórico español, en concreto, remite a dieciocho versiones (Camarena-Chevalier, 1997)3; el Index of Mexican Folktales a treinta y dos (Robe, 1973); el Catálogo tipológico del cuento folclórico en Murcia a otras dos (Hernández Fernández, 2013); el Catálogo tipológico de cuentos folklóricos aragoneses a dos paralelos más (González Sanz, 1996); y Types and Motifs of the Judeo-Spanish Folktales recoge treinta y tres testimonios hispanojudíos (Haboucha, 1992).

Por lo general, los paralelos de La serpiente ingrata narran cómo, en cierta ocasión, un campesino ayuda a una serpiente a salir de una trampa (o a entrar en calor, según otras versiones). Una vez que el ofidio se ha recobrado y se encuentra a salvo, anuncia a su rescatador que se dispone a devorarlo4. Pero este último logra convencerlo in extremis de que sea el zorro quien decida, en calidad de juez, si tiene derecho o no a matar a quien le ha salvado la vida. El zorro acepta entonces arbitrar entre las dos partes; y después, en secreto, llega a un acuerdo con el humano, por el cual se compromete a ayudarlo a cambio de unas gallinas. A continuación, la raposa sugiere a los contendientes que regresen a los lugares en que se hallaban previamente, con el fin de reconstruir los hechos y de hacerse una idea de lo sucedido5. La serpiente se coloca otra vez en la trampa, y el labrador aprovecha que el reptil vuelve a encontrarse indefenso para acabar con él.

Una vez que logra zafarse de su enemigo, el labriego se dirige a su corral e introduce unas gallinas en un saco. Pero entonces su esposa, a hurtadillas, cambia las gallinas por perros. Más tarde el campesino recoge el costal y se lo entrega al zorro, que se marcha satisfecho con su recompensa y se aleja de la cabaña. Cuando el trickster abre el saco para echar un vistazo al contenido, en lugar de gallinas, lo que se encuentra son unos perros furiosos, que salen corriendo tras él. El desenlace del cuento varía mucho en función de las versiones: en algunos casos, el zorro llega hasta su madriguera y consigue ponerse a salvo; pero, en otros, los perros le dan alcance y lo matan o lo dejan malherido6.

Este relato de La serpiente ingrata ha suscitado gran interés entre filólogos y etnógrafos, aunque hay que precisar que hasta ahora las incursiones en este terreno han sido por lo general fugaces, fragmentarias y, en cualquier caso, insuficientes para explicar la enorme difusión de este relato por el folclore universal y sus vínculos con otras narraciones tradicionales. El pionero en acercarse a los paralelos de esta fábula fue Kaarle Krohn: en el segundo capítulo de su Mann und Fuchs (Krohn, 1891: 38-60), el etnógrafo finlandés referenció un nutrido repertorio de versiones populares y orales de este tipo cuentístico, aunque también remitió a un puñado de paralelos antiguos de factura erudita y escrita, como el que Pedro Alfonso empleó para ilustrar el exemplum V de su Disciplina clericalis (Krohn, 1891: 41)7.

A largo del siglo XX el inventario de paralelos universales de La serpiente ingrata fue incrementándose de manera lenta pero paulatina, gracias a valiosas aportaciones como las de Basset (2005: núm. 340), Pauli y Bolte (1924: núm. 745) o Tubach (1969: núms. 4254, 4256 y 4262), entre otros. Sin embargo, las investigaciones más relevantes en torno a este cuento no llegarían hasta principios del presente siglo. Una de ellas fue la entrada «The Wolf and the Fox» que Ulrich Marzolph incluyó en su Arabian Nights Encyclopedia (2004: 450). En aquella brevísima nota, el filólogo y orientalista alemán daba a conocer los dos testimonios más tempranos de los que se tiene noticia hasta la actualidad: uno de ellos, entreverado en la versión árabe del Calila y Dimna8 de Ibn al-Muqaffa, y el otro, en la edición de Richard Francis Burton de Las mil y una noches (cuento 47).

Unos años más tarde vieron la luz los primeros estudios comparativos que tomaban en consideración un currículum extenso de versiones europeas, africanas, asiáticas y americanas. El primero llegó en 2009, y fue publicado en la reedición de la obra de Aurelio Macedonio Espinosa Cuentos populares recogidos de la tradición oral de España (Espinosa, 2009: 789-793). En las cinco páginas de aquel trabajo, el etnógrafo estadounidense presentó un muy minucioso desglose de las secuencias narrativas que componen las versiones universales del cuento y agrupó todos aquellos paralelos en solo siete variantes, atendiendo a los episodios y motivos que los integraban.

La segunda y más reciente investigación de estas características fue llevada a cabo por el medievalista alemán Ludger Lieb en su entrada «Undank ist der Welt Lohn» del décimo tercer volumen de la Enzyklopädie des Märchen (2010: cols. 1161-1167). En aquel estudio, Lieb realizó un recorrido cronológico por las elaboraciones cultas de La serpiente ingrata –desde la Edad Media hasta las Fábulas de La Fontaine (Libro VI, 13)– y señaló que a menudo las versiones aparecían combinadas con otros cuentos en los cuales intervienen personajes ingratos, traicioneros y maliciosos; en particular, con los tipos ATU 285 (El muchacho y la serpiente), ATU 154 (Comida de oso) y ATU 331 (El espíritu en la botella).

Las investigaciones acerca de La ingrata serpiente –y muy particularmente los trabajos de Marzolph, Espinosa y Lieb– han aportado datos y pistas de enorme valor filológico y etnográfico. Por una parte, han dado a conocer un extenso repertorio de paralelos –eruditos y tradicionales, escritos y orales, antiguos y modernos– procedentes de extensas regiones del planeta, y, por otra, han logrado aislar y describir buena parte de los segmentos narrativos que constituyen la arquitectura diegética del cuento. Sin embargo, la relación de este tipo ATU 155 con otros tipos cuentísticos sigue planteando numerosos interrogantes. Y una de las mayores dificultades para resolverlos estriba en que los paralelos de este relato parecen conformar un continuum narrativo cuyo argumento, en muchas ocasiones, se solapa o se combina con los de otros relatos, como muy oportunamente señaló Lieb (2010: cols. 1163-1165).

TRES VERSIONES UNIVERSALES DE LA FIERA EXIGE ALIMENTO

Como se dijo, el cuento que va a ocupar nuestra atención en este apartado comparte lazos genéticos muy estrechos con el de La ingrata serpiente. Las tres versiones de este relato que he logrado recopilar narran cómo, en cierta ocasión, un campesino se topa con un león (o con un monstruo), que amenaza con devorarlo, a menos que el hombre le entregue algo de comida. El labrador, aterrorizado, le ofrece los víveres de los que dispone en ese momento; el felino los engulle enseguida y, a continuación, se aleja. Al día siguiente la fiera regresa al mismo lugar para reclamar otra ración; y en los días sucesivos repite la misma operación, hasta que el protagonista termina quedándose sin alimentos. El león, entonces, le anuncia que lo va a devorar, pero el humano se muestra contrariado, le recrimina su ingratitud y consigue convencerlo de que sea el zorro (o un chacal, según las versiones bereberes) quien haga las veces de juez y dictamine si tiene derecho o no a matar a quien ha estado alimentándolo durante tanto tiempo. En este punto las versiones de esta fábula enlazan con el argumento del tipo ATU 155: el trickster dicta sentencia en favor del labriego a cambio de un saco lleno de gallinas; pero, antes de que el hombre le haga entrega del costal, su esposa cambia las gallinas por unos perros, con el resultado que ya conocemos.

Como puede apreciarse, las analogías de este relato con La serpiente ingrata son evidentes. De hecho, las dos fábulas se diferencian únicamente en el primer segmento narrativo, que culmina con el recurso a un juez zorro para resolver el pleito. En vista de la gran similitud entre las dos narraciones –y en vista también de la escasez de testimonios de La fiera exige alimento–, podría deducirse que el motivo del león insaciable que exige comida constituye una variante particular del episodio –que caracteriza al tipo ATU 155– en que se refiere cómo el ofidio se dispone a devorar al humano que lo ha liberado de la trampa. No obstante, como veremos a lo largo de este estudio, hay motivos para no descartar que fuera el cuento de La serpiente ingrata el que derivó de La fiera exige alimento, y no al revés.

En estas páginas se presentarán los resultados de un cotejo de las tres versiones conocidas de La fiera exige alimento. A medida que vayamos desentrañando los detalles de esos paralelos, irán asomando analogías con otros relatos; en particular con aquellos que han sido indexados en The Types of International Folktales como La ingrata serpiente (ATU 155), La enemistad entre el león y el hombre (ATU 159B) y Comida de oso (ATU 154). El parentesco entre estos cuentos quedará descrito en el último apartado, donde se presentarán, además, algunas conclusiones acerca de la lógica narrativa que subyace en estas y en otras fábulas tradicionales en las que se relatan diversos encuentros entre seres humanos y leones.

Nuestro recorrido arrancará por una versión de La fiera exige alimento que fue documentada por el etnógrafo y lingüista alemán Hans Stumme, a finales del siglo XIX, en una variedad específica de bereber hablada en la aldea de Tamezret, ubicada en el corazón del desierto tunecino (Stumme, 1900: núm. 17).

He aquí nuestra traducción de aquel testimonio sahariano:

Érase una vez un beduino que tenía hijos. Eran muy pobres y no tenían nada para comer. Un día el beduino agarró un saco y se marchó. Fue a buscar su burro y se marchó a comprar trigo para sus hijos.

De repente, se le cruzó un león por el camino y le preguntó:

–¿Se puede saber adónde vas?

El beduino respondió:

–Voy a comprar trigo.

El león le dijo:

–¿Cómo es posible? Y, ¿vas solo?

–Sí, voy solo.

–Entonces yo te acompaño.

–¡De acuerdo!

El hombre compró el trigo. Luego siguieron caminando, y, al cabo de un trecho, dijo el león:

–Me estoy muriendo de hambre.

El beduino le respondió:

–Pues yo solo tengo trigo.

–Dámelo –dijo el león.

Y el hombre se lo entregó.

Al rato, el león volvió a decir:

–Me estoy muriendo de hambre.

–Ahora lo único que me queda es el burro –dijo el beduino.

Se lo entregó, y el león se comió el burro.

Poco después, el león volvió a decir:

–Estoy muerto de hambre.

Pues el único alimento que me queda soy yo mismo. Pero, antes de que me comas, quiero que preguntemos al juez si realmente tienes derecho a comerme.

Así que los dos fueron a ver al juez, y este les dijo:

–¡Los beduinos son unos grandes mentirosos! Trae un saco, que quiero comprobar algo.

–¡Está bien!

El beduino se marchó y trajo un saco.

–Para estar seguro de que no estás mintiendo, trae un saco y que el león se meta en él.

El beduino trajo un saco.

–¡Está claro que estás mintiendo! –repitió el juez.

El beduino respondió:

–¡Te digo que no estoy mintiendo! ¡Que no!

El juez le dijo:

–Bueno, pues que el león se meta en este saco, y veamos si no estás mintiendo9.

–¡Está bien! –dijo el beduino.

El león se metió en el saco, y el hombre lo ató. En ese momento el juez le dijo al beduino:

–¡Toma un palo y dale fuerte! ¡Dale con todas tus fuerzas!

El juez era un lobo. El beduino siguió golpeando al león hasta que lo mató.

Luego el juez-lobo le dijo:

–Bueno, y ahora, ¿cómo me vas a pagar?

El beduino respondió:

–Mi mujer y yo vivimos por aquí cerca. Ven a casa y te pagaré.

Fueron a la casa del beduino, y este sacrificó un cordero joven. Luego preparó el fuego para asarlo. Al poco regresó para ponerse a cocinar, pero se dio cuenta de que la carne ya no estaba allí, así que fue a buscar a su mujer y le preguntó:

–¿Se puede saber dónde está la carne?

Ella respondió:

–Pues la he escondido. ¿Cómo eres capaz de darle todo un cordero al lobo y a nosotros no nos ofreces ni un bocado?

Ella le indicó que había dejado la carne en un saco de cuero. Pero ella había cambiado el cordero del saco por un galgo.

Luego le dijo a su marido:

–La carne está en aquel saco de cuero.

El hombre fue a recoger el costal y se lo llevó al lobo. Este se acercó, lo olió y dijo:

–Aquí huele a carne, pero también huele a galgo…

Entonces abrió el saco, y en aquel momento el galgo asomó la cabeza. El lobo echó a correr, y el perro salió corriendo detrás.

El dueño del galgo salió corriendo tras ellos. En cierto momento el lobo giró la cabeza y dijo:

–¡No hagas nada bueno, y así no te pasará nada malo!

En las tres versiones de La fiera exige alimento –y la que acabamos de conocer no constituye una excepción– asoman varias analogías con el tipo ATU 159B, cuyo argumento puede ser resumido así: un león sale al encuentro de un campesino que se dirige a una aldea para poner en venta un cargamento (ya sea de leña o de hortalizas). El león se presta a transportar la carga hasta el mercado; y los días sucesivos vuelve a presentarse en el mismo lugar para ofrecerse como porteador. El aldeano, gracias a la ayuda de su nuevo amigo, consigue poner a la venta más género que antes, por lo que se embolsa mayores beneficios, y al cabo de un tiempo termina reuniendo un gran capital. En cierta ocasión, otro comerciante le pregunta cómo ha logrado hacerse rico, a lo que él responde que no lo hubiera conseguido nunca de no ser por el león. El protagonista aprovecha entonces para alabar la bondad del felino, pero después apostilla que le resulta difícil soportar el hedor de su aliento. Ese comentario llega a oídos del león, quien se queda muy decepcionado por la deslealtad de su amigo.

Al día siguiente, como de costumbre, el hombre y la fiera vuelven a encontrarse. Sin embargo, en esta ocasión, en lugar de ayudar al campesino a transportar la carga, el león le ruega que le aseste un golpe con el hacha. En un primer momento, el hombre se niega en rotundo, pero la fiera insiste tenazmente, hasta que el aldeano acaba cediendo. Este, entonces, le propina un fuerte hachazo en la cabeza, y el león, malherido, pone rumbo al bosque y termina desapareciendo entre la espesura. Un año más tarde vuelve a salir al encuentro del labrador para pedirle que observe la cicatriz de su frente y luego le dice que las heridas dejan de doler al cabo del tiempo, pero no así las malas palabras. Y, dicho eso, se abalanza sobre él y lo devora.

En este relato de La enemistad entre el león y el hombre se aprecian al menos tres analogías claras con la versión tunecina de La fiera exige alimento. La primera es que los protagonistas de ambas fábulas son campesinos humildes que se dirigen al mercado, ya sea para poner algo en venta (como en el tipo ATU 159B) o para adquirir alimento para su familia (como en la fábula tunecina). La segunda es que, en los dos casos, los leones salen al encuentro de los humanos y se prestan a acompañarlos a la aldea. Y la tercera, que, tanto en un relato como en otro, el conflicto es provocado por la ingratitud de uno de los personajes: la del hombre –que difama y traiciona a su amigo–, en las versiones de La enemistad entre el león y el hombre; o la del león –que amenaza con devorar al beduino, después de que este le haya entregado comida en varias ocasiones–, en el testimonio sahariano.

Pero dejemos de lado, por el momento, el parentesco entre estos cuentos para conocer la segunda versión de La fiera exige alimento. El paralelo en cuestión fue recogido por Leo Frobenius en cierto lugar de la región argelina y bereber de la Cabilia que el explorador alemán no llegó a precisar (1921: núm. 7). Al igual que los otros dos testimonios del relato, esta versión incluye el motivo de la fiera que reclama comida a un labrador. No obstante, en este testimonio norteafricano la trama arranca con un episodio distinto, que, como veremos más adelante, entronca de manera muy clara con las versiones del tipo cuentístico ATU 154 (Comida de oso).

El paralelo cabilio recogido por Frobenius puede ser resumido así: un hombre se encuentra arando un campo, cuando, de repente, es asaltado por un león, que amenaza con devorarlo, a menos que le entregue uno de sus bueyes. El labriego, aterrado, se desprende de uno de sus animales y consigue, así, que la fiera se marche satisfecha y que lo deje tranquilo. Pero la noche siguiente vuelve a salir a su encuentro para exigirle otro buey. Y lo mismo sucede en los días posteriores, hasta que el campesino se queda sin una sola bestia que entregarle. En ese momento hace su aparición el chacal, que se acerca al labrador, y entre los dos urden el siguiente plan para deshacerse del león: cuando este regrese para reclamar comida, el chacal, que estará escondido en el bosque, le preguntará al hombre “¿con quién estás hablando?”; a lo que este habrá de responder: “no es más que un leño que voy a cortar ahora mismo”.

En efecto, en cuanto cae la noche y el chacal atisba la silueta del león acercándose a la cabaña, pregunta al campesino desde su escondite: “¿con quién estás hablando?”, a lo que el otro responde: “es solo un leño que voy a cortar ahora mismo”. Al escuchar aquella misteriosa voz y al no ver a nadie merodeando por los alrededores, el león interpreta que el humano anda confabulado con alguna divinidad del bosque para acabar con él. Entonces suplica al labriego que, si ha de golpearlo con el hacha, que al menos se muestre compasivo y lo haga con delicadeza. Pero el hombre hace caso omiso y le asesta tal hachazo en la cabeza que el felino cae fulminado al instante. Como pago por su ayuda, el aldeano ofrece al chacal un saco con un carnero en el interior. Luego su esposa sustituye a escondidas el carnero por un perro. En cuanto el trickster abre el costal y advierte la cabeza del perro, echa a correr tan rápido como puede hasta que logra ponerse a salvo en su madriguera.

Como se dijo más arriba, el primer pasaje de este paralelo cabilio tiene vínculos evidentes con el tipo cuentístico ATU 154 (Comida de oso)10, cuyo argumento es el siguiente: un labriego maldice a sus bueyes, porque no están haciendo los surcos correctamente, y los amenaza con dejarlos abandonados en el monte a merced de las fieras. Al momento, surge de entre la maleza un lobo (o un oso, o un león, dependiendo del paralelo) y reclama los bueyes que el labrador acaba de prometerle11. El hombre, entonces, se arrepiente de haber amenazado a sus animales y logra convencer al lobo de que sea un juez quien determine si tiene derecho o no a llevárselos. Al rato, pasa por allí un zorro, que se presta a mediar entre el lobo y el campesino; y en ese punto la trama enlaza con la del tipo La serpiente ingrata: la raposa ayuda al hombre a librarse de la fiera, pero, como recompensa por su ayuda, lo que acaba recibiendo es un saco lleno de perros.

Por otra parte, y al igual que en las otras dos versiones de La fiera exige alimento, el paralelo cabilio exhibe dos analogías claras con La enemistad entre el león y el hombre (ATU 159B). Una de ellas es que, en ambas fábulas, el león aparece súbitamente de entre la maleza y se aproxima al campesino mientras este se encuentra trabajando, ya sea arando un campo, como en el testimonio argelino, recogiendo leña, como suelen referir las versiones del tipo ATU 159B, o caminando en dirección al mercado, como en la versión tunecina. Y la segunda coincidencia es que los dos relatos incluyen un pasaje en que la fiera se resigna a que el protagonista le propine un hachazo en la cabeza12.

La última versión de La fiera exige alimento de la que he tenido constancia hasta ahora fue registrada en 1930, en lengua maya, por Manuel José Andrade en el municipio de Chichen Itzá (Andrade y Máas Collí, 1999: 74-89). Aquel testimonio arranca con una extensa digresión en la que se relata cómo el protagonista, un aldeano humilde y tozudo, decide prender fuego a sus cosechas para dedicarse de manera exclusiva a la caza, pues está convencido de que esa actividad le reportará mayores beneficios económicos que la labranza. El campesino, haciendo oídos sordos a las súplicas de su mujer, abandona el hogar y pone rumbo al mercado, donde adquiere algunas municiones con el dinero que obtiene de la venta de las reservas de maíz de su familia.

A continuación, se interna en el bosque y allí logra abatir tres pájaros. Luego enciende una hoguera y asa las patas de una paloma. No ingiere nada más para no desperdiciar ninguna de las aves que ha abatido y que tiene previsto vender en el mercado. A la mañana siguiente, nada más levantarse, se interna en la espesura y comienza a escudriñar los árboles en busca de nuevas presas. En apenas unas horas logra abatir un pavo y un venado; después se acomoda en una roca, enciende una hoguera y, de nuevo, se conforma con comer solo las plumas del pavo, pues sabe que no sacará ningún beneficio de ellas. Mientras está comiendo, escucha unos lamentos que provienen de debajo de la roca en que se ha sentado. Y en ese punto arranca por fin la trama de La fiera exige alimento.

He aquí el episodio en cuestión:

–¡Aj! Si hicieras el favor de sacarme, pues tengo hambre y sed. Desde hace años me encerraron en este lugar y no ha habido alguien que pueda salvarme –dijo esa cosa.

El hombre, asustado, se sentó rápidamente en la piedra. “¿Quién estará hablando? ¿Qué tal si es un ser maligno y me come?” pensó.

Entonces contestó esa cosa [de] debajo de la tierra:

–No soy malo. Tampoco te voy a comer, hijo. Sácame de aquí.

–¿Qué tal si después de sacarte me comes?

–No, no te comeré. Sácame. Despega esa piedra para que yo salga.

En su desesperación, bajó el hombre al valle y cortó un palo grande. Palanqueó la piedra y salió el monstruo, que había estado preso durante muchos años por sus maldades. Se había comido a muchas personas.

Ya libre, el monstruo le dijo al hombre:

–Ahora que me has liberado, tengo hambre y sed. Dame una pierna para que yo coma. Si no, te comeré a ti.

Entonces sacó una pierna del venado y se la dio al monstruo. Cuando acabó de comerla, volvió a decir:

–Dame otra pierna. Si no me la das, te como a ti, porque hace muchos años que no como.

–Ni modo. Cómetelo todo –respondió el cazador–, pero no me comas a mí.

Ya que se acabó todo el venado, le dijo:

–Ahora me das también ese pavo de monte para que yo coma. Si no, a ti te voy a comer.

Entonces le dio el pavo para que comiera. Cuando se lo terminó dijo:

–Ahora dame esos pajaritos.

Le dio los pajaritos, y se comió hasta el resto de las tortillas. El monstruo acabó con todo, y el hombre se quedó sin un pedazo de tortilla [siquiera].

–Ahora trata de cazar más animales para que yo coma. Si no, te comeré a ti –dijo el monstruo.

–Pero, hombre, estás viendo que he hecho el favor de liberarte y ¿aun así quieres comerme? Está bien, cazaré animales para que comas.

El protagonista se introduce después en la madriguera de un zorro, que responde al nombre de Pedro Chuchuba y dice ser el representante de la justicia en aquella región. El cazador aprovecha para exponerle su caso y rogarle que lo ayude a deshacerse del monstruo que lo ha asaltado y que ahora está amenazando con devorarlo. Enseguida el juez ordena a dos zorros alguaciles que arresten al acosador y que vuelvan a colocarlo en el lugar en que se hallaba antes de que el campesino lo liberara. Los oficiales ejecutan las órdenes en el acto, y –como en las versiones de La serpiente ingrata– el monstruo queda apresado definitivamente. Como pago por sus servicios, Pedro Chuchuba exige al hombre seis gallinas, que este habrá de enviarle una vez que se encuentre de regreso en su aldea.

El pasaje que se inserta justo después no aparece en las otras dos versiones de La fiera exige alimento. Antes de despedirse, el magistrado advierte al cazador que, por el camino, hallará varios cadáveres de zorros desperdigados por el suelo; cada vez que se tope con uno de ellos, habrá de arrodillarse, cavar un agujero y enterrarlo. De no hacerlo, las fieras del monte podrían atacarlo. El hombre parte entonces en dirección a su cabaña y, al cabo de un trecho, comienza a encontrarse con los primeros cadáveres. Siguiendo las órdenes del juez, cada vez que halla una raposa muerta, se arrodilla, cava una fosa y la sepulta. Lo que él ignora es que esos zorros ni están muertos ni son diferentes: todos son, en realidad, Pedro Chuchuba, que anda siguiéndolo a hurtadillas desde que partió de la madriguera, tendiéndose de vez en cuando en mitad del camino y fingiendo que está muerto, con el propósito de comprobar si el hombre está acatando sus órdenes. Cada vez que el cazador lo entierra, el juez empieza a escarbar hacia la superficie y, una vez fuera, echa a correr para colocarse de nuevo en medio del sendero. Cuando se encuentra muy cerca de su casa, el protagonista se topa con un último cadáver. Pero en esta ocasión decide no obedecer al magistrado, pues considera que ya no corre ningún peligro. En lugar de enterrarlo, lo agarra por la cola, lo lanza tan lejos como puede, y el zorro termina aterrizando en lo alto de un espino.

El narrador cuenta entonces cómo la esposa de Pedro Chuchuba pone rumbo a la aldea con la intención de cobrarse la deuda de las seis gallinas. Pero, en cuanto llega al corral, las gallinas empiezan a cacarear, y el ruido desvela a la esposa del labrador. La mujer, entonces, se levanta, sale de la cabaña y desata a los perros, que acaban matando a la intrusa. Al cabo de un rato son los dos zorros alguaciles quienes se introducen en el corral, también con la intención de robar gallinas. La esposa del cazador se despierta, se levanta, azuza a los perros y acaba con los zorros a hachazo limpio13. Entretanto, Pedro Chuchuba consigue descender del arbusto, y, una vez en el suelo, pone rumbo a la aldea. El zorro llega a la casa del cazador y se introduce en el gallinero, pero su presencia vuelve a alertar a las aves, que se ponen a cacarear otra vez. La mujer vuelve a despertarse; se levanta, se acerca al zorro y lo mata a golpes con un tizón al rojo vivo.

Este relato es, con diferencia, el más extenso y novelesco de los tres paralelos conocidos de La fiera exige alimento. En él se añaden varios pasajes y se reelaboran otros, bien mediante el desdoblamiento de algunos episodios, como el de la injusta recompensa del zorro, o bien mediante la inclusión de diálogos entre los protagonistas. Con todo –y pese a que algunas de esas modificaciones llegan a ser significativas–, la estructura argumental que subyace en esta versión maya es básicamente la misma que en las bereberes:

a) un labrador se encuentra con un monstruo (o con un león) mientras se dirige al mercado (o mientras labra un terreno, según el testimonio argelino);

b) el labriego se ve forzado a alimentar constantemente al monstruo para evitar que este lo devore;

c) un zorro (o un lobo, según el paralelo tunecino) se compromete a ayudarlo a cambio de unas gallinas;

d) el zorro pone en ejecución un ingenioso plan para conseguir que el hombre se libre de su enemigo;

e) el campesino prepara un costal lleno de gallinas para saldar su deuda; pero

f) su esposa se deshace del zorro con la ayuda de los perros.

Quizá el íncipit de la versión mexicana, en el que se refiere el viaje del cazador al mercado, pueda resultar algo inusual en el contexto de paralelos de La fiera exige alimento. Pero lo cierto es que en ese episodio se aprecia una analogía muy clara con los tres tipos cuentísticos que hemos venido mencionando en este apartado: el ATU 154, el ATU 155 y el ATU 159B. Nótese que los protagonistas de todos estos cuentos son asaltados por un león (o por un monstruo) justo en el momento en que se encuentran trabajando, ya sea arando sus campos, recogiendo leña o caminando hacia el mercado para poner a la venta sus productos. Y nótese asimismo que el desenlace de cada relato dependerá de la nobleza de los labradores y de su reacción tras el encuentro con la fiera. En las versiones de los tipos ATU 154, ATU 155 y de La fiera exige alimento, el hombre –por ser víctima inocente del león y por actuar de una manera humilde y comedida14– conseguirá librarse de su enemigo y salir indemne del encuentro con el felino; y en las del tipo ATU 159B, por el contrario, su incontinencia verbal, su deslealtad y su ingratitud para con el león lo conducirán a la muerte.

CONCLUSIONES

Las dos versiones argelinas y la versión mexicana de La fiera exige alimento desarrollan los seis episodios que hemos desglosado más arriba, y en las tres, además, esos pasajes se suceden en el mismo orden. Pero las diferencias entre unas y otras resultan también palpables: según la yucateca, por ejemplo, el monstruo amenaza al hombre con devorarlo en cuanto queda liberado de la trampa, pasaje que, como ya quedó dicho, se adscribe al tipo ATU 155 (La serpiente ingrata); en cambio, en el testimonio cabilio, el león asalta al campesino mientras este se encuentra labrando, escena que corresponde claramente al tipo ATU 154 (Comida de oso); y en el paralelo tunecino, por último, el león sale al encuentro del hombre y se ofrece a acompañarlo, episodio característico de las versiones del tipo ATU 159B (La enemistad entre el león y el hombre).

Nos hallamos, pues, ante un embrollo de compleja resolución. Por un lado, sabemos que los dos relatos bereberes y el maya comparten lazos genéticos muy estrechos: los tres desarrollan un mismo argumento y en los tres se aprecian analogías, incluso, en detalles tan específicos como el motivo de la bestia que reclama constantemente alimento. Ahora bien, por otro lado, los preludios de cada versión se adscriben a tipos cuentísticos diferentes. Para comenzar a desenredar la madeja, será necesario prescindir temporalmente del paralelo tunecino, pues es muy probable que, en ese caso, la presencia del motivo del león que acompaña al beduino se deba a una contaminación con La enemistad entre el león y el hombre (ATU 159B), cuento que, por cierto, se halla muy extendido por todo el norte de África.

Al cotejar las versiones universales de los tipos ATU 154 y ATU 155 de manera aislada, se apreciará que toda la segunda mitad del relato –desde que los contendientes recurren a un zorro para que interceda entre ellos, hasta que los perros salen del costal y echan a correr tras la raposa– es exactamente la misma. La única diferencia sustancial entre las dos fábulas radica en el motivo específico que provoca la querella entre el humano y el animal: en el primer caso, el conflicto surge porque una fiera interpreta al pie de la letra la intención del labrador de deshacerse de sus bueyes, y, en el segundo, porque la serpiente se dispone a devorar al humano después de que este la haya liberado de una trampa. Estas diferencias se deben con toda probabilidad a que en época remota se dio una sustitución del motivo de la serpiente liberada de la trampa por el de la amenaza dirigida a los bueyes. Es más que presumible, por tanto, que La serpiente ingrata y Comida de oso constituyan, en realidad, variantes de un mismo tipo y no tipos diferentes.

Para seguir tirando del hilo y continuar indagando en los vínculos genéticos entre estos cuentos, es preciso explicar la presencia del motivo del león que reclama comida en episodios que pertenecen a tipos cuentísticos distintos: el ATU 154, en la versión cabilia, y el ATU 155, en la yucateca. Como vemos, nos hallamos ante un nuevo embrollo de gran complejidad. La única hipótesis con visos de plausible que podría explicar los lazos de parentesco entre estos relatos es que el motivo de la fiera que reclama alimento se hallara ya integrado en la narración antes de que se escindieran los tipos ATU 154 y ATU 15515. O, dicho de otro modo: según esta hipótesis, los cuentos La serpiente ingrata y Comida de oso derivarían de una versión muy antigua de La fiera exige alimento.

Esta propuesta resulta tentadora como punto de partida para continuar deslindando los orígenes y la difusión de estos relatos. Ahora bien, el hecho de que los tipos ATU 154 y ATU 155 se originaran a partir del argumento de La fiera exige alimento –aunque relevante– no basta para terminar de desenmarañar la red de motivos, de escenas y de personajes que ha ido tejiéndose a lo largo de siglos entre los cuentos que componen este complejo narrativo. O quizá sería mejor llamarlo “constelación narrativa”, ya que en este grupo habría que incluir también otras narraciones acerca de encuentros similares entre hombres y fieras, en las cuales se ponen a prueba la gratitud y la lealtad de uno de los protagonistas.

Los relatos que siguen este patrón narrativo son tan numerosos que presentar un inventario más o menos representativo resultaría abrumador. Solo a título ilustrativo, exponemos a continuación un listado de diez fábulas en las que se narran encuentros entre humanos y leones o serpientes. Todas ellas se saldan, además, con un castigo para el personaje ingrato y desleal o con una recompensa para el que encarna las virtudes opuestas; es decir, la gratitud y la lealtad. Para los títulos de estos cuentos, se ha seguido la nomenclatura de los catálogos internacionales de Uther (2004) y El-Shamy (2004):

-El león enamorado (ATU 151*)

-El zorro (o el chacal) recibe perros en un saco, en lugar de la recompensa prometida (El-Shamy, 2004: 154A§);

-Tres hombres resucitan a un león muerto, y este los devora (El-Shamy, 2004: 155A§);

-Androcles y el león (ATU 156);

-La fe del león (El-Shamy, 2004: 156A);

-Aprendiendo a temer a los hombres (ATU 157);

-El león busca al hombre (ATU 157A);

-Los animales agradecidos y el hombre desagradecido (ATU 160);

-El bebé y la serpiente (ATU 285); y

-El hombre y la serpiente herida (ATU 285A)

Lamentablemente, nuestro recorrido por las versiones universales de La fiera exige alimento ha de detenerse en este punto. Para seguir arrojando luz sobre las numerosas zonas de penumbra que aún envuelven los orígenes y la difusión internacional de los cuentos ATU 154, ATU 155 y La fiera exige alimento –y también sobre los orígenes y la difusión de otras narraciones como las que acabamos de mencionar, que podrían hallarse íntimamente relacionadas con ellos–, sería preciso cotejar de manera exhaustiva el repertorio universal de estas fábulas. Sin embargo, ese es un asunto que necesitaría una atención específica y un espacio mucho más holgado del que nos está permitido en este trabajo.

Antes de concluir, conviene hacer una última reflexión de orden metodológico. El hecho de que los parientes más cercanos de la versión mexicana se encuentren a miles de kilómetros de la península del Yucatán y en una tradición radicalmente distinta de la maya, como la bereber, pone en serios aprietos a los enfoques, métodos y escuelas que estudian exclusivamente la narrativa tradicional documentada en un territorio o en un periodo determinados. Piénsese, por un instante, en qué habría sucedido de habernos limitado a cotejar esa versión a la luz de los cuentos que han sido recogidos en su contexto cultural –el mesoamericano– o bien a la luz de los que han sido registrados en tradiciones del entorno geográfico próximo –como Centroamérica o el Caribe– o a la luz de los que han sido anotados en otras tradiciones –como las hispánicas– con las que ha mantenido relaciones estrechas y prolongadas.

Lo más probable es que, al no haberse encontrado ningún pariente cercano en esos repertorios, se hubiera llegado a la errada conclusión de que el pasaje en que el campesino se ve conminado a alimentar al monstruo constituye un rasgo local de la tradición yucateca. Y es muy posible asimismo que, si se hubiesen hallado otros paralelos de la narración expresados en otra variedad de la familia lingüística del maya, se habría llegado a la deducción –tan equivocada como la anterior– de que el relato existía ya en la península del Yucatán en época anterior a la colonia.

Con demasiada frecuencia los investigadores nos limitamos a estudiar los testimonios de una narración que han sido registrados en determinada cultura, en una misma lengua o, a lo sumo, en lenguas y culturas con las que esa tradición ha mantenido un contacto directo en algún periodo histórico. Sin embargo, como hemos tenido ocasión de comprobar, algunas claves para entender de manera cabal la arquitectura narrativa de los cuentos populares, así como los conflictos y las tensiones que en ellos asoman bien pueden hallarse en regiones muy remotas y en culturas muy distantes. En este sentido, la distribución universal de las versiones de La fiera exige alimento constituye una advertencia contra los enfoques eurocéntricos, occidentalocéntricos o cualquier otro enfoque que ignore que las narraciones orales pueden migrar a miles de kilómetros y echar raíces en culturas y lenguas muy diferentes.

Es muy probable que, en algún momento, La fiera exige alimento tuviera cierto arraigo en la tradición hispánica. Y, por paradójico que pueda parecer, las narraciones que nos han llevado a esta deducción fueron registradas en las montañas del norte de África y en las llanuras del Yucatán, lo cual suscita dos sospechas inquietantes acerca de los métodos que han venido empleándose en los estudios filológicos y etnográficos. ¿En cuántos errores habremos incurrido los investigadores por haber desatendido tantas tradiciones consideradas exóticas o apartadas de las prestigiadas órbitas culturales de Europa, de Occidente, del Creciente Fértil, de la India o del lejano Oriente? Y ¿cuántos errores se habrán instalado en los cimientos de la crítica moderna como consecuencia de esta negligencia?

OBRAS CITADAS

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Fecha de recepción: 23 de septiembre de 2021
Fecha de aceptación: 2 de noviembre de 2021

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* Agradezco las observaciones de José Luis Garrosa.
Este artículo se ha realizado en el marco del proyecto de I+D «El corpus de la narrativa oral en la cuenca occidental del Mediterráneo: estudio comparativo y edición digital» (referencia: PID2021-122438NB-I00), financiado por la Agencia Estatal de Investigación (AEI) y el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER).

1 Aunque en el catálogo internacional el cuento aparece indexado con un título más extenso –La serpiente ingrata es devuelta a la cautividad (The Ungrateful Snake Returned to Captivity)–, en estas páginas, en aras de una mejor legibilidad, emplearemos sistemáticamente el título abreviado La serpiente ingrata.

2 Los catálogos tipológicos que han cubierto otras tradiciones ibéricas también recogen numerosas versiones del tipo ATU 155. Se conocen cinco paralelos procedentes del área del catalán (Arxiu de folklore, 2014), cuatro del gallego (Noia Campos, 2010), catorce del euskera (Camarena-Chevalier, 1997) y dieciséis del portugués (Cardigos, 2006). Este tipo cuentístico ha dejado asimismo numerosas huellas en la tradición árabe. Al ya nutrido elenco de versiones norteafricanas y medioorientales que recoge El-Shamy (2004), habrá que añadir una antigua, que data de finales del siglo XIV y que fue incluida por el granadino Ibn ʿĀṣim en sus Ḥadāʾiq al-azāhir [El libro de los huertos en flor]. Para esa elaboración del sabio andalusí, consúltense Ibn ʿĀṣim (2019: núm. 1233) y López Bernal (2017: 427-428).

3 En fechas posteriores han sido publicados otros paralelos en colecciones locales de folclore. Un año después de la publicación del catálogo de Camarena-Chevalier, por ejemplo, Jesús Suárez López dio a conocer doce versiones recogidas de la tradición oral asturiana (1998: 63-72).

4 En el catálogo de Stith Thompson son dos los motivos que remiten a este episodio: el J1172.3: Animal ingrato regresa a la cautividad y el W154.2.1: Animal rescatado amenaza a su rescatador (Thompson: 1955-1958).

5 Para episodios como este, en que un trickster resuelve una disputa legal entre un humano y una alimaña, véase Lacarra (2013). El pasaje, por cierto, ha sido clasificado en el catálogo de motivos de Stith Thompson como B274: Un animal ejerce como juez.

6 Este episodio corresponde a los motivos K235.1: Al zorro le prometen unas gallinas, pero termina perseguido por unos perros y K235.2.1§ Un predador (zorro, chacal, lobo, etc.) recibe unos perros en lugar de la recompensa que le habían prometido (Thompson: 1955-1958).

7 Más adelante fueron señalados otros paralelos eruditos y medievales, como los que aparecen entreverados en el Enxiemplo del ortolano e de la culebra del Libro de Buen Amor (vv. 1348-1372) o en el Fuero general de Navarra (IV, VII, IX).

8 Para esta versión, véase Osigus (2000: 43-46).

9 En una nota aclaratoria Stumme precisó que el lobo no daba crédito a que el león hubiera podido comerse todo el contenido del saco. Lo que (supuestamente) pretendía comprobar era que el león era de menor tamaño que el costal (Stumme, 1900: núm. 17, n.).

10 Este tipo ATU 154 resulta muy común en Europa suroccidental y central, aunque también ha dejado algunas huellas aisladas por Escandinavia y el noroeste de Rusia. De él se conocen varios testimonios medievales, de los cuales, los más antiguos son los de la Disciplina clericalis (exemplum XXIII) y del Roman de Renart (branche IX, vv. 1-2212).

11 Este pasaje corresponde al motivo C25: Comida de oso (Thompson: 1955-1958). Adviértase que este motivo ha sido designado con el mismo título que el tipo ATU 154.

12 Sobre las versiones europeas y africanas de este tipo 159B, véase Abenójar (2018).

13 En este pasaje vuelve a aparecer el motivo del hachazo que el hombre asesta al animal, que ya comentamos a propósito del tipo ATU 159B (La enemistad entre el león y el hombre) y la versión cabilia de La fiera exige alimento.

14 Recuérdese, por ejemplo, que el cazador del testimonio maya ingiere únicamente las patas y las plumas de las aves que ha cazado para sacar la máxima rentabilidad de la venta.

15 Ludger Lieb ya señaló la afinidad entre ambos tipos (2010: cols. 1163-1164). Aurelio Macedonio Espinosa, por su parte, estudió los dos relatos de manera conjunta, como si fueran ramas de un mismo cuento (Espinosa, 2009: 789-793).