Don Sebastián vivo y muerto. Historia y catarsis en los romances sobre Alcazarquivir

King Sebastian alive and dead. History and catharsis in the ballads on Ksar-el-Kebir

José Miguel MARTÍNEZ TORREJÓN

(City University of New York)

jose.martinez-torrejon@qc.cuny.edu

https://orcid.org/0000-0003-2615-0368

RESUMEN: El corpus de romances sobre Alcazarquivir es relativamente reducido, teniendo en cuenta la amplia repercusión de la batalla en otros medios. Son apenas diez, entre impresos y manuscritos. Sin embargo contienen todos los matices y hasta evolución temática que podemos observar en las numerosas crónicas y relaciones en prosa, impulsada por las necesidades políticas de cada momento. La mayor parte se concentra en el periodo 1592-1595, tras la larga década de silencio que sigue a la batalla, cuando no era políticamente aceptable extenderse sobre los aspectos conflictivos del tema: los motivos del desastre, el valor de los participantes, la supervivencia del rey, que no podía ser censurado. Tampoco sus nobles, a quienes Felipe II necesitaba para gobernar su nuevo reino. Una vez consolidado su poder, las Flores empiezan a imprimir romances que, sin responder de forma clara a ninguna de estas preguntas, las tocan todas, insinúan sin afirmar la muerte de D. Sebastián y salvan su recuerdo como joven valeroso aunque imprudente, con matices dependientes del medio en que se conservan.

Solo cuando en torno al cambio de siglo se suceden los falsos sebastianes y crece el sebastianismo como sistema de resistencia nacionalista, aparecen con todas las letras la muerte y el cadáver del rey.

PALABRAS-CLAVE: Don Sebastián, Alcazarquivir, Catarsis colectiva, Sebastianismo, Literatura y política, Felipe II, Unión ibérica

ABSTRACT: The corpus of ballads on Ksar-el-Kebir is relatively small, considering the wide impact the battle had in other ways. Only ten extant, printed and manuscript. They show all the nuances and even the thematic evolution that characterize the numerous prose accounts of the events, following the political needs as they changed. Most of them are from 1592-1595, after the long silence that followed the battle, when it was not politically acceptable to discuss problematic issues, such as the reasons for the debacle, the courage of the participants, the alleged survival of the king. Neither he or his nobility could be criticized, as Phillip II needed them to administer his new kingdom. Once his power consolidated, the Flores started to print ballads that touch all these questions, albeit without clearly answering any of them. The death of the king is never pronounced, but suggested in many ways, and his memory saved as that of a courageous yet imprudent young warrior.

By the turn of the century, after a succession of Sebastian impostors and the growth of Sebastianism as a support system for nationalistic resistance, chronicles and balladry produce the death of the king and even his corpse.

KEYWORDS: King Sebastian, Ksar-el-Kebir, Collective Catharsis, Sebastianism, Politics and Literature, Phillip II, Iberian Union

Toda a pessoa que dizer que viu alguma cousa neste acidente e quiser contar histórias e dar relação de pessoas particulares, não vos fieis dela nem creais o que diz, (…) porque o caso foi um raio, ira de Deus que a todos cegou.

(MSA, 110)

En contraste con la abundante documentación impresa y manuscrita sobre el rey D. Sebastián y la batalla de Alcazarquivir, que incluye muchos relatos en prosa y miles de versos en diferentes géneros, llama la atención que un episodio tan traumático como esta batalla que conmovió a toda Europa en agosto de 1578 no haya dejado más huella en la poesía más popular, inmediata y cantable de la península ibérica, pero es así: no hay romances de tema sebástico que hayan sobrevivido en la tradición oral; en cuanto al romancero manuscrito e impreso (sin perjuicio de que puedan reflotar otros en el océano de los pliegos sueltos y los manuscritos inéditos) sólo conocemos diez entre 1580 y 1629, siete de los cuales datables en el estrecho espacio de los años 1592-1595. Este es el escaso corpus de que disponemos, y el ritmo que marcan estas fechas, con dos largos silencios, tiene un valor significativo nada desdeñable.

Sobre todo el primero, pues coincide de forma precisa con el que observamos en las relaciones impresas de la catástrofe. En efecto, aunque se ha conservado una gran cantidad de relaciones manuscritas sobre la batalla, algunas con muestras claras de que estaban destinadas a la imprenta, nada se imprime en España ni en Portugal hasta 1591. Son años en que la consigna general parece ser guardar las apariencias y mantener una precaria paz y la fachada de una armonía familiar dentro de una península recién unificada a contrapelo de muchos. Gracias a la derrota de Alcazarquivir, Felipe II adquirió un reino y un imperio, pero el solo hecho de hablar del tema, aunque no fuera en modo celebratorio, podría interpretarse como una humillación para Portugal, algo que no era de recibo para quien quería y debía atraerse la fidelidad de sus nuevos súbditos. No era fácil encontrar el compromiso entre el llanto por la derrota y la alegría por la reunificación peninsular; como tampoco era fácil, para otros, armonizar el luto por la independencia perdida con las muestras de fidelidad a un nuevo rey de quien mucho esperaban. Sí lo logró Fernando de Herrera, tan pronto como 1582, con su famosa canción Voz de dolor y canto de gemido, que grita cómo el dolor por Alcazarquivir alcanza a todos y promete que el hermano Portugal tendrá castellana venganza, a la vez que da una serie de explicaciones para la derrota que llegarían a ser lugar común diez años después. Pero en su momento Herrera es la excepción: el silencio pareció en general mejor que pasear por terreno tan resbaladizo. Desde luego que no hay constancia documental de censura específica sobre materiales sebásticos, pero el poder siempre tiene medios de silenciar o amortiguar el discurso que quiere controlar. Y no se trataba de una vaga necesidad emocional, sino de asegurarse la buena voluntad de la hidalguía portuguesa, rutinariamente tachada en las relaciones manuscritas de vanidosa (por sus vistosos y caros ropajes) y negligente (por incapaz de detener a su rey), y por tanto culpables del desastre. Pero Felipe II necesitaba de esos mismos hidalgos para la administración y gobierno de su nuevo reino, y no podía dejar que se les ofendiera, por lo que habría impuesto sordina al asunto1.

Consolidado el poder del nuevo monarca, en los años 90 se disfruta de una mayor libertad y proliferan crónicas y poemas en que, con protección o por lo menos aquiescencia filipina, se permite abiertamente hablar de cómo y por qué se perdieron tantas vidas y la independencia del reino2. Estas preguntas serán objeto de discusión, con fluctuaciones leves, pero importantes porque buscan construir la imagen oportuna en cada momento: del rey, de sus hidalgos, de los portugueses y del nuevo orden político resultante de la batalla.

Como las crónicas, los escasos romances conocidos desgranan entre todos una buena parte de la que podemos llamar tópica de Alcazarquivir: el valor del rey alimentando su imprudencia impulsiva y derivando en arrogancia; su negligencia en el gobierno, administrado por sus malos consejeros; la errónea motivación de la jornada, como erróneo era el lujo exhibido por el ejército, parejo a su falta de preparación militar; la consiguiente rapidez con que se efectuó la derrota, aniquilando el prestigio y el imperio acumulado en años. Y sobre todos estos motivos, la manifestación de la voluntad de Dios, castigando los pecados portugueses o sirviendo a un fin ulterior y mejor. No podemos pensar que la máquina de poder de Felipe II ejerciera sobre un medio por definición tan disperso como el romancero el control que sí ejerció sobre la historia, pero si no hubo control impuesto, sí pudo haberlo espontáneo: la falta de voluntad para tratar un tema que resultaba espinoso para todos, sin importar la perspectiva que se adoptase.

LAS FLORES

Cuatro romances se encuentran en las fuentes impresas del Romancero General, apareciendo por primera vez en 1592, 1593 y 1595, y muchas veces en las reediciones de las Flores, aunque sólo tres de ellos pasarán a la gran recopilación de 1600 y 1604. Por orden de aparición, son estos3:

1) «Discurriendo en la batalla el rey Sebastiano el bravo» (núm. 5).

- Flor de varios y nuevos romances, Lisboa, Manuel de Lira, 1592 (y Valencia, 1593; Madrid, 1593; Madrid, 1595; Alcalá, 1595).

- Romancero General 1604, III parte, f. 73v.
(Durán: 1247, Braga: 18, Oliveira: núms. 2862-2869).

- Real Biblioteca (Madrid), Ms. II-996, f. 137v.

- Biblioteca Nacional de España, Ms. 17.556, f. 70.

- Biblioteca da Ajuda, Ms. 51-ii-18, f. 92rv (MSA, #35).

Es el romance más documentado de toda la serie. Son 68 versos que tras declarar de forma convencional el valor de don Sebastián,

que en tan valeroso pecho          no pudo haber cansancio,

se centran en un conocido episodio en que, cayendo agotado el caballo del rey, acude Jorge de Albuquerque a cederle el suyo, sabiendo que ello significa su propia muerte, y pedirle que ponga a salvo su persona, ya que la batalla está sin duda perdida:

pon los ojos en tu fe                 y recibe mi caballo:

prefiérase el bien común          a la vida de un hidalgo.

El rey acepta, aunque no se quiere salvar:

A tal estrecho he venido          que tengo de ser forzado

a recebir con tu muerte            la vida que ya desamo.

Pero poca es la ventaja            que me llevarás, hidalgo,

que aquí do quiere Fortuna      no está mal morir temprano.

Don Sebastián, como sucede en otros testimonios, ayuda al duque herido a descender del caballo y parte a buscar venganza

en los fieros enemigos             y a morir con mis vasallos.

No se intenta aquí entrar en la cuestión de las causas ni de la responsabilidad de la derrota; asistimos en cambio a un diálogo entre dos posiciones heroicas, donde lo prudente de una sirve para subrayar lo más heroico de la otra, sin reproches para nadie. Los dos se entregan conscientemente a la muerte, el duque para salvar al rey y con él, supuestamente, el reino, mientras que don Sebastián la ve como ahora inevitable y única salida digna a una derrota que no estaba prevista, pero así lo ha querido la Fortuna.

2) «Aquel gran pastor Sebasto su ganado apacentaba» (núm. 1).

- Flor de varios romances nuevos. Tercera parte. Madrid, 1593 (y Valencia 1593)4.

Romance de sólo 32 versos escritos en la huella de unos popularísimos Avisos al rey D. Sebastián que, imitando la forma y el tono de las satíricas Coplas de Mingo Revulgo, censuran bajo disfraz pastoril los más variados aspectos del desgobierno durante sus primeros años de reinado efectivo5. El romance se limita a dos de ellos: la ambición de tierras ajenas, aspecto que no aparece en las crónicas, y la universalmente citada falta de consejo. A pesar de que apacentaba su ganado

en el mejor suelo y cielo          que en el orbe se hallaba,

no goza de ello, del mismo modo que no goza de sus propias cualidades:

Sebasto, joven hermoso,          mañoso niño esforzado,

de los garzones querido,          de las zagalas amado;

por amor obedecido,                por valor muy regalado.

aviso fue de pastores               bien por mal de su ganado.

Sin embargo, la ambición de lo ajeno le hace hundirse en compañía de su reino, con la rapidez que ya era proverbial:

Los campos ajenos quiso,          sin los suyos ha quedado,

siguió sus vanos consejos,         quedó desaconsejado;

de tierra, ganado y vida,            en tres horas despojado.

Así cae el edificio                      de presto, si es mal fundado.

Séaos Sebasto aviso                   a los que tenéis pastorado,

que el aviso que más cumple     es conservar el ganado.

Aunque los malos consejeros llevan su parte de responsabilidad, el rey no queda libre, sino que es convertido en modelo negativo de futuros gobernantes, detalle que sin duda determinó que este romance no pasara al Romancero general.

3) «Una bella lusitana dama ilustre y de valía». (núm. 2).

- Ramillete de Flores. Quarta, Quinta y Sexta parte de Flor de Romances nuevos, nunca hasta agora impressos. Lisboa, António Álvarez, 1593 (y Toledo, 1594; Alcalá, 1595; Zaragoza, 1596; Alcalá, 1597).

- Romancero general 1604, Sexta parte, f. 161.
(Durán, 1245, Braga 16, Oliveira 2876-2883).

En el puerto de Lisboa una dama se despide de su amante, que parte para África. A pesar del arranque sentimental, estamos ante un poema censorio, con un estribillo polimétrico que se repite cuatro veces:

Que no hay quien baste

contra un gallardo rey, mozo arrogante!

Se censura al rey como responsable de lo que está a punto de suceder, pero un adjetivo corrige al otro, y el motivo de esta censura acaba siendo sólo uno: la juventud hace que su gallardía sea excesiva y deje de ser virtud para convertirse en arrogancia. Aunque hay poco margen para la interpretación, sí lo ha habido para la tergiversación: esta censura del rey debió parecer excesiva a Teófilo Braga, que cuando copia este romance de Durán, transforma el moço del estribillo en moro, creando notable sinsentido.

El estribillo divide el poema en cuatro partes de 14 versos, cada una dedicada a un aspecto de la despedida, en un crescendo dramático:

- Se levanta un fuerte viento capaz de impulsar hacia África la flota anclada en el Tajo.

- Se iza el estandarte real, señal de que el rey se ha embarcado.

- La bella lusitana contempla las galas excesivas de los hidalgos que están en la playa prontos para partir, haciéndose eco de la crítica habitual:

Mira las lucidas armas                que lleva la fidalguía,

y de telas de oro y plata              costosas ropas vestidas,

y las medallas compuestas          de muy rica pedrería,

cadenas de oro pendientes,          tantas que la vista admiran.

- Por último, se da la orden de embarcar, de levar anclas y de izar velas, y la dama sólo puede rogar que su amado regrese victorioso, pero no sin dar una vuelta a su estribillo:

Y habrá quien baste

contra un gallardo rey, mozo arrogante.

Se reitera así la censura de la impetuosidad irresponsable del rey, culpable inequívoco de la catástrofe que se avecina, y se añade el motivo del lujo de los hidalgos, recurrente en las relaciones como síntoma de la poca preparación del ejército portugués, pero también de su arrogancia al asociar su gallardía (expresada en sedas y plumas) con la victoria, por encima de las armas y la preparación militar6.

4) «De la sangrienta batalla que tuvo el rey Sebastiano» (núm. 6).

- Ramillete de Flores. Quarta, Quinta y Sexta parte de Flor de Romances Nuevos. Lisboa: Antonio Álvarez 1593 (y Toledo 1594, Alcalá 1595, Zaragoza 1596, Alcalá 1597).

- Romancero General 1604, Sexta parte, f. 161 rv.
(Durán: 1246; Braga: 17; Oliveira: 2855-2861).

El primer verso de los 74 que componen este romance procede de uno sobre la batalla de Roncesvalles. En la primera edición lleva el epígrafe Romance sobre la muerte del capitán Aldana en África, que está justificado aunque en el texto no se identifica al protagonista más que como

… un español                         de los que Felipe ha enviado

al socorro y obediencia          del bando del lusitano.

Estamos de nuevo ante un diálogo entre héroes distintos: esta vez el soldado español monologa que no le importa morir,

Mas ¿por qué ha de morir          un rey mancebo y lozano

y con él todos los suyos             por ser mal aconsejado?

El lamento sirve así para descargar la responsabilidad enteramente sobre los malos consejeros. Aparece entonces el rey y el castellano le pide que se retire para salvar a los suyos:

Mira que una retirada,                      cuando es con acuerdo sano,

vale más que un vencimiento,          si el tal se alcanza con daño.

El rey viene a corregirle, afeándole que le dé un consejo:

Más con pecho de cobarde          que no de diestro soldado

Abaldonado de este modo, el español vuelve con valor a la pelea y el rey le convierte en ejemplo para los suyos:

«Haced lo mismo vosotros,          los que os preciáis de hidalgos,

y ninguno vuelva atrás                 mientras no vuelva mi brazo».

Pero la parca cruel,                      que tiene el cuchillo alzado,

a Sebastiano dio muerte               y a su reino eterno llanto.

Antonio Carreira señala la posibilidad de que el autor de estos versos sea Gabriel Lasso de la Vega, así como el parecido de este episodio con el atribuido a Francisco de Aldana (también él enviado de Felipe II), de quien en diversas fuentes se relata cómo se encontró con el rey en medio del campo y le aconsejó inútilmente ponerse a salvo (Carreira 2018, II:1212-1213). Es posible incluso que dependa de algunas relaciones, muy semejantes entre ellas, que puntualizan que Aldana, como en el romance, argumentó que una retirada podía valer más que una victoria: «E desta opinião parece que foi Aldana, que ( … ) lhe disse: “Ainda, senhor, é tempo de cravar a artelharia e retirar”, dando-lhe alguns exemplos em que nos perigos e trabalhos de guerra fora valor e não covardia retirar-se, ao que lhe não diffiriou, (Jornada, 99-100)»7.

La identificación del epígrafe queda con esto plenamente justificada, y solo hay que preguntarse por qué no sucede en las ediciones posteriores. De nuevo es el valor lo que define el carácter de ambos interlocutores, pero si a uno le frena la sensatez, a otro le dispara la gallardía juvenil. Es la misma ecuación que vimos en «Discurriendo en la batalla», aunque en este caso la imagen del rey queda a salvo porque su pecado es estar mal aconsejado (por unos consejeros no nombrados, que cargan solos con la responsabilidad) y porque tampoco busca la muerte, ni siquiera habla de tener que entregarse a ella, por más que la parca (el destino) se la tenga reservada.

LA MISCELÂNEA SEBÁSTICA DA AJUDA

Si escasa es la cosecha de romances impresos, no es más rica la de manuscritos. Ni siquiera en una colectánea tan implicada con la Jornada de África como la Miscelânea Pereira de Foios, cuyos cuadernos finales se compilan en los años 80 y que incluyen poemas de cautiverio de Diogo Bernardes, aparecen narrativas de la batalla. Hay que esperar hasta mediados de los años 90 para encontrar cuatro romances que se agrupan en el códice 51-ii-18 de la Biblioteca da Ajuda, recientemente publicado con el título facticio de Miscelânea sebástica da Ajuda (aquí MSA). Es una compilación de elementos dispares, cuidadosamente estructurada de manera que distribuye temas y formas literarias en un orden muy preciso, con un prólogo, un cuerpo narrativo y una peroración, sobre los antecedentes, hechos militares y desenlace de la batalla de Alcazarquivir, sirviendo el conjunto como memoria completa y catártica del desastre8. Desde esta perspectiva, el pequeño grupo de romances forma parte de la peroración de la Miscelânea, donde se destacan episodios bien individualizados del relato más extenso, con un fragmentarismo propio del género.

1) «Chorando está Portugal com grande (dor?) e agonia» (núm. 10).

- MSA, núm. 33, f. 90.

- Se encuentra también en el fondo Futscher Pereira, copia del s. XIX, con el título facticio «Lamento de Portugal»9.

Es el único romance en portugués de todos los conocidos sobre el tema. Narra la campaña militar del duque de Alba en 1580, sin nombrarlo al principio, pero sí recordando su itinerario desde Elvas a Cascais, y deteniéndose en la defensa fallida de su fortaleza y la muerte de Diogo de Meneses, evocada como ejemplo de fidelidad a la causa de D. Antonio y de derrota en esta empresa, en contraste con tantos triunfos como obtuvo en Asia. D. Diogo, decapitado por el duque de Alba, se convierte así en epítome de todo Portugal, tan fuerte e invicto en mil empresas añoradas, pero incapaz de vencer en esta:

Seu nome tão nomeado            tudo se acabou num dia,

acabaram-se as façanhas          a esta grande monarquia,

os nobres feitos da Índia          com que tanto ennobrecia

o valor dos portugueses           a quem os não conhecia.

Se apunta también el motivo de la derrota: la voluntad divina, que así castiga los pecados portugueses,

por não se guardar direito          a quem guardar se devia,

e por destino do céu                   tudo isto merecia.

Todo precede y demora la presentación del último episodio de esta campaña: la caída de Lisboa, consumación de la pérdida de la independencia:

E foi Lisboa entregada                a um senhor de gran valia,

o duque de Alba chamado,          a quem se não defendia

castelo nem forte muro,              porque Deus assim queria.

Ya la mención del duque de Alba como epítome del valor y catalizador de la voluntad divina, siendo así que poco antes se había callado su nombre como responsable de la decapitación de don Diego de Meneses, prepara el terreno para el cambio de tono con que concluye la historia: se evocan las cortes de Tomar para presentar a Felipe como rey legítimo, querido por su nuevo reino y capaz de mantener sus libertades:

E foi Portugal tomado                  pera sempre, e sua valia

a el-rei Filipe s’entrega                e como a seu rei lhe pedia

que lhe guarde a liberdade           com que contente vivia,

e aqueles mimos sabrosos            com que tratar o soia

o governo dos passados reis,       de que ele descendia.

Lo cual no obsta para que el colofón sea un explícito contemptus mundi:

O desengano do mundo,           como claro em mi se via

que tudo nele é mudable,          mal haja o que nele fia!

Es importante que en todo el relato ni se menciona ni se recuerda a don Sebastián. Sigue habiendo una culpa que achacar a alguien, pero se prefiere la explicación convencional del castigo divino por los pecados del pueblo.

2) «El rey de los lusitanos que en esfuerço y gallardía» (núm. 8).

- MSA, núm. 34, f. 91.

Romance no conocido por otra vía. Es de los más extensos de la serie (92 versos), y el más inclusivo, pues abarca la preparación del ejército y su partida, el desembarco en África, la rápida derrota y la muerte de don Sebastián. No falta la referencia a la cuestión candente de la responsabilidad, la búsqueda obsesiva de un culpable a quien atribuir el desastre:

Nada le falta al rey,                 pues hizo lo que debía,

sólo aquello le faltaba             que a los reis más convenía,

que callo pues en callar           se sabe lo que diría,

callando por no afrentar          lo que a muchos tocaría.

La alusión es transparente: al joven rey le faltaba la buena guía de sus cortesanos, pero es preferible silenciar su culpa para no afrentarlos;

ve su campo destrozado,           toda su gente rompida,

desemparado de aquellos          que él más amparado había.

Desque asín se vido solo,          el rostro a todos volvía,

como fiera que del monte          sus hijos llevar se vía.

Abandonado de todos menos del duque de Aveiro, a quien no se nombra (pero sí se le compara con Héctor y Escipión), se recuerda la pérdida del último caballo del rey, que sigue luchando fieramente hasta que, rodeado de enemigos, se alude, solo se alude, a su muerte. El fin de don Sebastián queda envuelto en una confusión que vemos también en las crónicas: a pie, rodeado de enemigos, herido, apresado, desaparecido, quizá muerto, seguramente muerto:

Llévalo cativo aquel                     que serlo suyo merecía.

Digo que el cuerpo llevaba,          que el alma acá la tenía,

en poder de quien mejor               cuerpo y alma trataría,

para dónde no se sabe,                  que es lo que más me aflegía,

y de aflegida y cansada                acaba la pluma mía,

lo que se hizo del rey                    dígalo quien lo sabía.

Pienso que estará en el cielo,        que Dios allá lo atendría.

Este romance es el que está más en sintonía con el poema de Corte-Real, que también singulariza al duque de Aveiro y tampoco incluye el episodio de la cesión del caballo por parte de Jorge de Albuquerque. Coinciden igualmente en la cuestión fundamental de la ambigüedad en torno a la muerte del rey: no se la nombra porque nadie la vio, pero sí se da por hecha.

3) «Discurriendo en la batalla el rey Sebastiano el bravo» (núm. 5).

- MSA, núm. 35, f. 92.

El mismo impreso en la Flor de 1592, sobre el duque de Aveiro cediéndole el caballo e intentando convencerle de que se ponga a salvo. Las pocas variantes no obligan a pensar que el manuscrito copie de la Flor; podría ser así o haber una fuente común10.

4) «Puestos están frente a frente los dos valerosos campos» (núms. 3 y 4).

- MSA, núm. 36, f. 93.

- Real Biblioteca de Madrid, Ms. II/961, f. 105v; idéntico pero intercalando el estribillo «el lusitano» tras cada cuarteta11.

- Impreso: Miscelânea de Miguel Leitão de Andrada (Lisboa, 1629, p. 228-229), en versión posterior, muy diferente y más extensa, con estribillo pero sin octavas. Incluye también una melodía.

Las octavas finales de la primera versión se encuentran en

- Biblioteca Nacional de Florencia, Ms. VII 353, f. 164v; y en

- Biblioteca Nacional de Francia, Ms. 372, f. 182v.

Esta vez el romance nos sitúa en el momento anterior al primer choque de los ejércitos, y son apenas 20 octosílabos seguidos de tres octavas reales, que comprenden la respuesta del rey a los suyos cuando le piden que detenga el avance

porque al parecer de todos          brotaba moros el campo,

y los cristianos son pocos            y no muy ejercitados

Como en el caso anterior, esta sugerencia razonable se encuentra con la oposición del rey,

Mozo animoso y valiente,            robusto, detreminado,

aunque de poca experiencia          y no bien aconsejado

Su temeridad y mal consejo: es la versión convencional, más frecuente y menos lesiva de la personalidad del rey, pero tampoco se insiste mucho en el tema de su carácter, pues el interés aquí es otro, visible en su respuesta, que se ve además enaltecida con el cambio de métrica: la majestad de las octavas reales conviene tanto a su rango como a su mensaje, donde hace gala de la ilustre sangre que le impide rehuir la muerte:

No desciendo de sangre tan cobarde

que me haga trocer solo un punto

la cólera que en mí s’enciende y arde

el africano suelo todo junto.

Entre esos familiares no se menciona a los portugueses, sino solo a los castellanos, del mismo modo que sucede en la extensa Lamentable pérdida de Corte-Real: se alude a «mi poderoso tío, rey de España», pues con todo su poder Felipe II no pudo disuadirle de la expedición; y sobre todo se invoca el parentesco con Carlos V,

cuyo furor el ánimo me inflama

a dejar de mi sangre el suelo tinto.

Por tres veces se declara dispuesto a morir, terminando cada una de sus octavas con el verso de Petrarca: «ch'e un bel morir tutta la vita onora». La muerte del rey, íntimamente asociada al valor derivado de su estirpe, es, en sus propias palabras inevitable.

De este modo se consuma una pequeña secuencia narrativa: la muerte del reino aparece en el primer romance con la explicación genérica del castigo divino, seguida de dos escenas heroicas con previsión de muerte y una última en que la muerte ya no es apenas una salida necesaria o inevitable, sino un bel morir que honra toda una vida, evocando una cascada de intertextualidad para reconocer que esta vida, como en la canción de Petrarca de donde se extrae el conocido verso («Ben mi credea passar mio tempo omai», Canzoniere CCVII), ha sido errónea y necesita de redención y reparación. Podríamos incluso pensar que a través de Petrarca el romance trae a Cicerón, para hacer admitir a don Sebastián que su muerte arregla una vida en desarreglo: Mors honesta saepe vitam quoque turpem exornat (Cic. Quinc. 15.49)12.

A las dos versiones manuscritas que presentan este carácter mixto de romance y octava hay que añadir una versión impresa, publicada muy tardíamente en la Miscelânea de Andrada (1629), sin las octavas y mucho más extensa: un total de 70 versos contando 62 octosílabos, otro que rima con un endecasílabo final y el estribillo «el lusitano» que aparece seis veces tras las primeras y últimas cuartetas; las dos primeras repiten las manuscritas y las tres siguientes sintetizan el resto del romance manuscrito.

A partir del verso 25 la versión de Andrada abandona ese momento de tensión dramática previo a la batalla y sintetiza los hechos de armas de las horas siguientes: disparos de artillería, la primera y triunfal embestida de la vanguardia cristiana, a la que insólitamente se dedican veinte versos, con la noticia de que el Maluco había sido muerto en la batalla,

con victoria tan pujante              que semejó a milagro.

Pero por pecados nuestros          la gozamos poco espacio

que a socorrer retroguardia         la delantera ha parado.

que por los lados ya todos           es vanguardia nuestro campo

y con sangre de los muertos        está hecho un grande lago.

Minuciosos detalles militares recogidos en crónicas apologéticas, incluyendo el Diálogo VII del propio Leitão de Andrada. En relato tan concentrado no falta la muerte del caballo del rey. En esta versión es él mismo quien le pide el suyo a Jorge de Albuquerque, que se lo entrega junto con el consejo de retirarse. Provoca así la misma respuesta de don Sebastián, recuperando de la versión manuscrita el endecasílabo de Petrarca como colofón:

Busca la muerte en dar muertes,          busca la muerte Sebastiano

el lusitano

diziendo: «Ahora es la hora,

que un bel morir tuta la vita honora».

EL PRIMERO Y EL ÚLTIMO. LA LECCIÓN Y EL CADÁVER

Otros dos romances han quedado consignados en sendos manuscritos, muy separados en el tiempo.

1) «Al valiente Sebastiano fuerte rey de Lusitania» (núm. 7).

- Madrid, Real Biblioteca, Ms. 2803, f. 154-155r.

Una composición que intriga desde que sabemos su fecha, pues Labrador y DiFranco (1989: xxii-xxiv), editores del manuscrito, argumentan de forma muy convincente que el códice tiene que ser de c. 1582. Consignan también que varios de los romances que incluye (derivados de La Araucana) pasan directamente a las Flores de Huesca, 1591 y Lisboa, 1593; sin embargo no se copia este sobre don Sebastián13.

Son sólo 44 versos, con unos versos omitidos en el medio y un final trunco que puede ser recuerdo del habitual fragmentarismo del romancero viejo. Se presenta al rey con su valor como seña de identidad rápidamente reconocible, aspecto que no se somete a particular elaboración. Pero esta vez no le faltan buenos consejos ni consejeros, de modo que la responsabilidad cae enteramente sobre él,

inobediente al consejo          del gran Filipo de España

y los que sus capitanes          en buena sazón le daban

El romance se pone incluso admonitorio, interrumpiendo el relato para extrapolar consejos derivados del desastre que se avecina:

Una ciudad ha de estar          con letrados y muralla,

la nave, patrón y velas          para poder gobernalla,

que las letras y consejo          perficionan a las armas

El relato de los hechos del rey busca fiabilidad a través de los ojos de testigos:

le vieron muchos soldados          con la furia acostumbrada

El mismo testimonio se invoca para el acto final en que está, no muerto, sino muriendo:

Al fin, al mísero rey                    vieron sangrienta la cara

y en sus dos mejillas antes          se vio la sangre que barba.

Bebiendo estaba a la orilla          agua con sangre mezclada,

satisfaciendo a la sed                  que la muerte le causaba.

Su muerte es tratada de modo semejante a los romances de la década de 1590, impresos o manuscritos: no inequívocamente certificada, sino insinuada, apuntada, sugerida; no hay nada extraordinario por ese lado. Es el papel de modelo negativo de gobernante lo que diferencia este relato de los demás y seguramente impidió que se imprimiera, pues va mucho más lejos que el pastoril de 1592, que quizá por eso mismo no fue repetido en las sucesivas Flores ni en el Romancero general.

2) «Tendido en el duro suelo, con dolor más que inhumano» (núm. 9).

- Biblioteca Municipal do Porto, Ms. M-FA-63 (antigo 63/609), fl. 63v.

Radicalmente distinto es el que sin duda es el más tardío de los romances manuscritos conocidos: se trata de una refundición de un romance viejo sobre don Pedro el Cruel de Castilla, con idéntica extensión (32 versos) y numerosos ecos léxicos y fraseológicos. Es tentador pensar en un recurso a la intertextualidad, de modo que el carácter tirano de don Pedro se traspasaría a don Sebastián. Pero no es así. El adjetivo se aplica sólo al Jarife y al Maluco, «que uno y otro era tirano». La gran novedad, que distingue este romance de todos los demás es muy otra. Desde el principio sabemos que

muerto yace el sin ventura,          nuestro rey Sebastïano.

Matáronlo a lanzadas                  en ese reino africano

no murió como cobarde              mas como buen lusitano

murió por la fe de Cristo             a guisa de buen cristiano.

No hay margen para la duda ni la ambigüedad después de reiterar cuatro veces la muerte del rey en el arranque del romance y otras tantas al final, cuando los propios enemigos lloran la muerte de quien les había librado de sus tiranos,

por seres tan afamado          de pïadoso y humano

Si el elogio del rey no tiene fisuras, tampoco las tiene su muerte. Se acabaron las ambigüedades, las dudas y las medias tintas por ese lado. Y es que estamos en otra época: tanto la letra del manuscrito como saber que fue copiado por Diogo Esteves da Veiga, hidalgo que murió en 1635, nos llevan al primer tercio del siglo XVII14. Lejano el estupor por la derrota, sus causas ya no preocupan tanto; sin embargo la leyenda de que el rey escapó con vida sigue vigente. En 1595 se había ahorcado al célebre Gabriel de Espinosa, el Pastelero de Madrigal, pero la muerte semanas después del más empeñado pretendiente a la corona portuguesa, don Antonio, no hace más que animar a su partido a buscar nuevos aspirantes al papel de don Sebastián. João de Castro escribirá durante décadas afirmando la salvación del rey y preparará a su más notorio candidato: el calabrés Marco Tulio Catizone, el Sebastián de Venecia, ahorcado en Sanlúcar en 1603. La amplia aceptación que tuvo su impostura (incluso el propio hijo de don Antonio le reconoció) convierten a Catizone y a sus posibles sucesores en un motivo de preocupación y redoblan la necesidad de recordar la muerte del verdadero Sebastián.

No es casualidad que el mismo año Antonio de San Román publique una Jornada y muerte del rey don Sebastián… cuyo título ya es muy elocuente y en cuyo privilegio Felipe III menciona el deseo de «acabar de averiguar de una vez la verdad de aquella jornada». En su «Prólogo al lector» San Román reitera este deseo, apunta levemente a las causas convencionales del desastre y se queda con el recurso final a los caminos ocultos de Dios, que lograron un fin mejor. Es cuanto importa remachar para entonces: las ventajas del régimen filipino y su legitimidad, que empieza con la muerte indudable de don Sebastián15.

Es difícil establecer una secuencia clara entre todos estos romances, máxime cuando su datación es tan incierta. Pero sí podemos ver confirmado, tanto por su contenido como por su ritmo de publicación, lo que se observa en las crónicas en prosa. Los asuntos básicos siguen siendo la distribución de responsabilidades, certificar la muerte del rey y dirimir si lo sucedido ha sido bueno o malo para el reino. Temas demasiado complicados como para tratarlos con simpleza y que imponen un largo pacto de silencio. La imprenta, más controlada, tarda 14 años en dar cuenta de la batalla, a pesar de que es en esos mismos años cuando florecen tantas Flores y pliegos sueltos. Cuando por fin se publican, son relatos con pocos pormenores y no es casual que el más documentado sea el más convencional en la descripción del comportamiento del rey y las causas del desastre («Discurriendo…»). Su valor incontestable y su muerte insinuada son compatibles, en romances también repetidos, con un leve reproche que se reorienta contra los malos consejeros («De la sangrienta batalla», «Una bella lusitana»). En cambio no hay lugar para la censura directa del rey ni su mal gobierno: ni «Aquel gran pastor Sebasto» ni mucho menos el manuscrito «Al valiente Sebastiano», que le culpan de todo, alcanzan más difusión conocida que un único testimonio.

Los manuscritos revelan la trayectoria completa aún mejor, pues si el más antiguo queda en el olvido precisamente porque es demasiado cercano a los hechos como para que fuera permisible censurar al rey, el último se olvida de todos los problemas para ocuparse exclusivamente de dejar su muerte fuera de toda duda. A mitad de camino, los cuatro romances de la Miscelânea se distinguen por constituir una secuencia de finalidad eminentemente catártica: se puede lamentar la pérdida de la independencia portuguesa, sin que se permita ningún tipo de protesta política antifilipina. Bien al contrario, la muerte de don Sebastián no se prueba pero tampoco se duda, los otros candidatos al trono no son mencionados y el nuevo régimen político resulta plenamente condonado.

APÉNDICE
ROMANCERO SEBÁSTICO16

1
(Flor 1593)17

Aquel gran pastor Sebasto

su ganado apacentaba

en el mejor suelo y cielo

que en el orbe se hallaba.

Por frescos valles sombríos,

5

por vegas lo repastaba,

y por riberas y ríos

de que su Luso abundaba.

Harto hermoso lo traía,

a su gusto siempre andaba.

10

¡Sí fortuna peligrosa18

a su invidia lo dejara!

Sebasto, joven hermoso,

mañoso niño esforzado,

de los garzones querido,

15

de las zagalas amado;

por amor obedecido,

por valor muy regalado.

Aviso fue de pastores

bien por mal de su ganado:

20

los campos ajenos quiso,

sin los suyos ha quedado,

siguió sus vanos consejos,

quedó desaconsejado;

de tierra, ganado y vida,

25

en tres horas despojado.

¡Así cae el edificio

de presto, si es mal fundado!

Séaos Sebasto aviso

a los que tenéis pastorado,

30

que el aviso que más cumple

es conservar el ganado

2. (Flor 1593; RG 161)

Una bella lusitana,

dama ilustre y de valía,

haciendo sus ojos fuentes,

con llanto estiende la vista

a la poderosa armada

5

que de Lisboa salía,

la vuelta el mar de Levante

por Sebastiano regida.

Y como vido que el Norte

sopla furioso y aprisa,19 10

dijo con un ¡ay! del alma,

triste, turbada, afligida:

«¡Que no hay quien baste

contra un gallardo rey, mozo arrogante!»

Está mirando por tierra

15

la mucha gente y lucida,

diferenciados en trajes

y en diferentes divisas,

porque aunque de Cristo llevan

la cruz en medio tendida,

20

el galán y enamorado

conforme a su intento pinta.

Pero la afligida dama,

que vido una roja insignia

en un alta popa puesta,

25

de un balcón que partía

dijo: «No hay quien baste

contra un gallardo rey, mozo arrogante!»

Mira las lucidas armas

que lleva la fidalguía,

30

y de telas de oro y plata

costosas ropas vestidas,

y las medallas compuestas

de muy rica pedrería,

cadenas de oro pendientes,

35

tantas que la vista admiran.

Considerando de muchos

la dolorosa partida

y que va entre los que parten

el bien de su alma y vida20 40

dijo: «No hay quien baste

contra un gallardo rey, mozo arrogante!»

Tocan las trompas a leva

y las cajas resonantes,

con los pífaros parleros

45

dicen que todos se embarquen.

Los marineros dan voces

para que el ferro se alce

y los ligeros grumetes

al viento velas esparcen,

50

cuando la dama hermosa,

procurando consolarse,

dice: «¡Plega a Dios que vuelvas

vitorioso y muy pujante.

Y habrá quien baste

55

contra un gallardo rey, mozo arrogante!»

3. (c. 1594; MSA 93)

Puestos están frente a frente

los dos valerosos campos,

el uno del rey Maluco,

el otro del rey Sebastiano.

Mozo animoso y valiente,

5

robusto, detreminado,

aunque de poca experiencia

y no bien aconsejado.

Pídenle todos los suyos,

teniendo al ojo el contrario,

10

que suspenda la batalla,

por algún tiempo y espacio,

porque al parecer de todos

brotaba moros el campo

y los cristianos son pocos

15

y no muy ejercitados,

Mas el valeroso rey,

llevando su intención al cabo

le dice a sus capitanes

y valerosos soldados:

20

No desciendo de sangre tan cobarde

que me haga trocer solo un punto

la cólera que en mí s’enciende y arde

y el africano suelo todo junto.

Mas si es fuerza que temprano o tarde

25

ha de ser mi real cuerpo difunto,

buen tiempo y ocasión es la de ahora

que um bel morrir tota la vita honora.

No fue para estrobarme lo bastante

mi poderoso tío, rey de España,

30

y habíalo de ser tener delante

de bárbaros ardiendo la campaña?

No fuera hecho de ánimo constante

ni lo tuviera por buena hazaña

volver los pies atrás ahora,

35

que un bel morrir tota la vita honora.

A altas cosas me provoca y llama

la fama de mi abuelo Carlos quinto,

cuyo furor el ánimo me inflama

a dejar de mi sangre el suelo tinto.

40

Antes que no manchar su clara fama

ni hacerme miembro de su ser distinto.

¡Ánimo! ¡A la batalla, que ya es hora!,

que un bel morrir tota la vita honora.

4. (1629; MLA pp 228-229)

Puestos están frente a frente

los dos valerosos campos,

uno es del rey Maluco,

otro de Sebastïano,

el lusitano.

5

Mozo animoso y valiente,

robusto, determinado,

aunque de poca experiencia

y no bien aconsejado,

el lusitano.

10

Cuando los moros sin cuento

su hueste la van cercando

que pera uno de los suyos

son más deciocho tantos.

Ardiendo en fuego su pecho

15

rabia por ponerlos mano,

piensa que todos son nada,

manda a pelea echar bando,

el lusitano.

Brama que embistan los moros

20

y el ejército contrario,

y se van llegando cerca

«¡A ellos (dice), Santiago!»,

el lusitano.

Dispara la artellaría,

25

la nuestra mal disparando,

llueven balas, llueve[n] muertes,

saetas y mosquetazos.

Empujan picas los moros,

ya huyen rotos rodando.

30

Los ventureros victoria

pregonan con grande aplauso:

que mataron el Maluco

y lo ha llevado el diablo,

porque junto a su litera

35

lo pasaron de un balazo.

Y en la mora artillaría

dos banderas se han ganado,

con victoria tan pujante

que semejó a milagro.

40

Pero por pecados nuestros

la gozamos poco espacio,

que a socorrer retroguardia

la delantera ha parado.

Que por los lados ya todos

45

es vanguardia nuestro campo

y con sangre de los muertos

está hecho un grande lago.

Todo lo anda el buen rey,

dando muertes, muy gallardo,

50

la espada tinta de sangre,

lanza rota y sin caballo,

que el suyo, pasado el pecho,

ya no puede dar un paso.

A George d’Albuquerque pide

55

le dé su rucio rodado.

Dáselo de buena gana

y el rey cabalga de un salto.

Mírale el rey como yace

de espaldas, casi espirando.

60

Mas le dice que se salve,

pues todo es roto en pedazos.

Y el rey se va a los moros,

a los moros Sebastiano,

el lusitano.

65

Busca la muerte en dar muertes,

busca muerte Sebastiano,

el lusitano,

diciendo: «Ahora es la hora,

que un bel morir tuta la vita honora».

70

5. (Flor 1592; RG ff 73v-74)

Discurriendo en la batalla

el rey Sebastiano bravo,

bañado en sangre enemiga

toda la espada y el brazo;

herida su real persona,

5

pero no de herir cansado,

que en tan valeroso pecho

no pudo caber cansancio.

A todas partes acude

do el peligro está más claro,

10

poniendo en orden su gente

y temor en el contrario,

entre los alarbes fieros,

haciendo en ellos estrago.

Con la prisa y peso de armas

15

sale cansado el caballo;

a remediar su peligro

venir vio un valiente hidalgo;

las armas traía sangrientas,

por muchas partes pasado;

20

en un caballo ligero

viene moros peleando21

y sacando de flaqueza

la voz, dice suspirando:

«Deste caballo te sirve,

25

ínclito rey Sebastiano,

y salvarás en salvarte

lo que queda de tu campo.

Mira el destrozo sangriento

de tu pueblo lusitano

30

cuya lastimosa sangre

hace lastimoso lago.

Sin orden tu infantería,

rompidos los de caballo,

señal de triste suceso

35

favorable en el contrario.

Que te apartes desta furia

te suplican tus vasallos.

Llenos de sangre los pechos,

puestas las vidas al caso,22 40

pon los ojos en tu fe

y recibe mi caballo:

prefiérase el bien común

a la vida de un hidalgo.

No abaldones mi deseo,

45

huye las manos del daño».

De cuyos ruegos movido

responde el rey acetando:

«A tal estrecho he venido

que tengo de ser forzado

50

a recebir con tu muerte

la vida que ya desamo.

Pero poca es la ventaja

que me llevarás, hidalgo,

que aquí a do quiere Fortuna

55

no está mal morir temprano».

«Deciende», le dice el rey,23

pero no puede el vasallo,

que mil honrosas heridas

le tienen en tal estado.

60

Ayúdale a decendir

el rey con sus proprios brazos,

echándoselos al cuello

y subiendo en el caballo.

«Adiós, dice, caballero,

65

que a buscar venganza parto

en los fieros enemigos

y morir con mis vasallos».

6. (Flor 1593; RG f 161rv)

De la sangrienta batalla

que tuvo el rey Sebastiano

con los africanos moros,

rompido y desbaratado

se ha escapado un español

5

de los que Felipe ha enviado

al socorro y obediencia

del bando del lusitano.

Despedazadas las armas,

sin aliento y sin caballo,

10

en roja sangre teñido,

por muchas partes llagado.

Arrimose el español

a un árbol espeso y bajo,

de donde vido en su gente

15

aquel mortífero estrago.

Y aunque lacio y macilento

dijo, que lo oyó un soldado:

«No me pesa mi muerte,

pues con una vida pago

20

la deuda que a Dios le debe

el católico cristiano,

mas ¿por qué ha de morir

un rey mancebo y lozano

y con él todos los suyos,

25

por ser mal aconsejado?»

Estas razones diciendo,

llegó el rey alborotado

y dijo: «¿Cómo, español,

en tal priesa tanto espacio?»

30

«Ínclito rey, le responde,

óyeme bien lo que hablo:

y es que te guardes, señor,

y retires todo el campo,

y no des al enemigo

35

tan abierta y larga mano,

y que los tuyos perezcan

sin que se escape un cristiano.

Mira que una retirada,

cuando es con acuerdo sano,

40

vale más que un vencimiento

si el tal se alcanza con daño».

El rey atento le ha oído

y díjole: «Castellano,

toma para ti el consejo

45

que me das, no todo sano,

más con pecho de cobarde

que no de diestro soldado».

El capitán, que se vio

ser del rey abaldonado,

50

cobró el aliento perdido

y tomó presto un caballo,

y con la espada desnuda

parte al sarraceno campo.

Y díjole: «Excelso rey,

55

por que entiendas que mi brazo

no te ha de echar en afrenta,

ten cuenta con lo que hago».

Tres alcaides tiene muertos

en una hora de espacio,

60

y más de diez corredores

de los que andan en el campo.

El rey, que atención le tuvo,

aunque no estaba parado,

dijo a los suyos: «Sin duda

65

el español es honrado.

¡Haced lo mismo vosotros,

los que os preciáis de hidalgos

y ninguno vuelva atrás

mientras no vuelve mi brazo!»

70

Pero la Parca cruel,

que tiene el cuchillo alzado,

a Sebastiano dio muerte

y a su reino eterno llanto.

7. (c. 1580; RB Ms. II-2803 ff 153-154)

Al valiente Sebastiano,

fuerte rey de Lusitania,

inobediente al consejo

del gran Filipo de España

y los que sus capitanes

5

en buena sazón le daban,

armado de todas armas,

en medio de la batalla

le vieron muchos soldados

con la furia acostumbrada,

10

perdidas todas sus fuerzas

y con mayor esperanza,

el caballo tropellando,

con ambas riendas cortadas,

por el pecho del caballo

15

mil saetas enclavadas.

Y no es esto maravilla

si el rey que los gobernaba,

por medio los escuadrones

se abandona ya [ ],

20

sin la espada en tanto tiempo

ociosa dentro en la vaina.24

Rodeando y esgrimiendo,

yende, corta y despedaza,

ocupándola en los pechos

25

de la canalla contraria.

Sácala caliente y roja,

sedienta de sangre y armas:

donde el ímpetu es mayor

jamás Sebastiano falta.

30

Quiere él solo hacello todo,

él solo a todos abarca,

mas qué aprovechan las fuerzas

donde la esperanza falta?

(Una ciudad ha de estar

35

con letrados y muralla,

la nave, patrón y velas

para poder gobernalla,

que las letras y consejo

perficionan a las armas).

40

Al fin, al mísero rey

vieron sangrienta la cara

y en sus dos mejillas antes

se vio la sangre que barba.

Bebiendo estaba a la orilla

45

agua con sangre mezclada,

satisfaciendo a la sed

que la muerte le causaba.

8. (c. 1594; MSA f 91)

El rey de los lusitanos,

que en esfuerzo y gallardía

a los reyes de su tiempo

muchas ventagens hacía,

queriendo mostrar al mundo

5

lo mucho que en sí tenía,

en sus regnos un campo

de mucha gente escogía,

bastecida de pretrechos

y de gruesa artellaría.

10

Nada le falta al rey,

pues hizo lo que debía,

sólo aquello le faltaba

que a los reis más convenía,

que callo pues en callar

15

se sabe lo que diría,

callando por no afrentar

lo que a muchos tocaría.

Las velas sueltas al viento

ya la armada se partía,

20

rompe con el pecho el mar

tras la real que seguía,

hasta que llegó a la tierra

a que llaman Berbería,

para castigar la gente

25

que su Dios no conocía.

Mas Fortuna, que allí falta

a do faltar no debía,

hizo que en breves momentos

el rey perdido se había:

30

ve su campo destrozado,

toda su gente rompida,

desemparado de aquellos

que él más amparado había.

Desque asín se vido solo,

35

el rostro a todos volvía,

como fiera que del monte

sus hijos llevar se vía.

Vuelve, revuelve el caballo,

vuelve, reconoce y mira

40

a todas partes diciendo:

«¿A dó vas, gente perdida?

¡Tened cuenta con la honra,

no compréis infamia en vida,

que lo menos por lo más

45

barato dar se debía!»

De los grandes de su regno

uno sólo lo seguía,

mozo robusto y muy fuerte

de real sangre venía,

50

casado de pocos años

en los regnos de Castilla,

con una señora ilustre

cual a su ser convenía.

Dejo de decir su nombre,

55

que la fama lo diría.

Dos veces rompió a los moros,

cosa de gran maravilla

que pudiese un solo brazo

lo que en tantos no había.

60

No pienso que el fuerte Héctor

más desto sustentaría,

ni aquel gran Escipión

en otra tal se vería.

El caballo le ha faltado,

65

a pie quedado se había;

roto el arnés por mil partes,

rota también la loriga

de lidiar contra paganos,

ni los ojos revolvía.

70

Dos veces dijo «¡Santiago!»

cuando ya todo se vía

despojado de la gente

que Dios castigar querría.

Combate con mil millares,

75

a nadie no se rendía,

mas al fin rendiose al hado,

que a moros no lo haría.

Llévalo cativo aquel

que serlo suyo merecía.

80

Digo que el cuerpo llevaba,

que el alma acá la tenía,

en poder de quien mejor

cuerpo y alma trataría,

para dónde no se sabe,

85

que es lo que más me aflegía.

Y de aflegida y cansada

acaba la pluma mía,

lo que se hizo del rey

dígalo quien lo sabía.

90

Pienso que estará en el cielo,

que Dios allá lo atrendría.

9. (c. 1620? BMP, Ms. 63/609 f 63v)

Tendido en el duro suelo,

con dolor más que inhumano

muerto yace el sin ventura,

nuestro rey Sebastïano.

Matáronlo a lanzadas

5

en ese reino africano

no murió como cobarde

mas como buen lusitano

murió por la fe de Cristo

a guisa de buen cristiano.

10

Mostrose tal en la guerra

que temblaban de su mano.

Venció dos fortes batallas

empero fueran en vano,

pues quedó él y los suyos

15

en el reino mauritano.

Después ya de estar tendido

y alanceado en un llano,

sin tener en compañía

sino muerto algún hispano,

20

fue conocido en un punto

del cruel pueblo pagano,

el cual llorando dicía:

«Rey muy alto y soberano,

no nos pesa de la muerte

25

que con furor deshumano

nos diste al Muley Maluco

y al rey de Beles, su hermano,

mas pésanos de la tuya,

que uno y otro era tirano

30

por seres tan afamado

de pïadoso y humano».

10. (c. 1594; MSA f 90)

Chorando está Portugal

com grande [dor] e agonia,

de mil penas rodeado

que ninguém já o conhecia.

Havendo sua glória passado

5

a estranha monarquia,

seus triunfos e troféus,

seu esforço e galhardia,

vencido de castelhanos,

a quem ele vencer soia,

10

prostrado todo por terra

em pouco menos de um dia,

desemparado dos seus,

a que ele tanto queria,

seus castelos despojados

15

sem valer-lhe artelharia,

seus muros e baluartes,

suas armas e chaperia.25

O nome de Elvas lustroso

no princípio se perdia,

20

Campo Maior e Olivença,

tudo isto entregar se via

a nações crueis e estranhas,

que nada se defendia.

Estremoz e Montemor,

25

Setúbal se lhe rendia,

com o famoso Cascais,

pola barra e pescaria.26

Acobardado e medroso

de seu valor se esquecia,

30

estando alí dom Diogo

de Meneses, que dizia

que ele só era bastante,

com seu peito e valentia,

a defender todo o reino

35

e um lugar não defendia.

E veio, enfim, a pagar

com a cabeça, sem porfia,

tendo-o Deus assim ordenado,

por quem tudo se regia,

40

e seus feitos assinalados

seu esforço e bizarria.

Seu nome tão nomeado

tudo se acabou num dia,

acabaram-se as façanhas

45

a esta grande monarquia,

os nobres feitos da Índia

com que tanto ennobrecia

o valor dos portugueses

a quem os não conhecia.

50

E o cerco de Mazagão

que a outro qualquer excedia,

a guerra d’Aljubarrota

na qual Deus favorecia

a glória dos Lusitanos

55

que em tanto florecia.

Tudo veo a perecer

por soberba e tirania

por muitos pecados graves

de que Deus se deservia,

60

por não se guardar direito

a quem guardar se devia,

e por destino do céu

tudo isto merecia.

E assim ficou sobjugado

65

desque sobjugar soia,

perdendo o nome de fortes,

cobrando o de cobardia.

Sem poder já remedear-se,

em sospiros se desfazia

70

aquela doce garganta

com que já cantar soia

seus heróis dignos de glória

de que já tão só se via.

Falando estava c’os montes,

75

falava com a praia fria

em que se acabou seu nome,

sua fama e monarquia,

provocando a lamentar

a todos de noite e de dia,

80

co’a memória cruel

daquele lembrado dia

de São Luis, rei de França,

que a vinte e cinco dias caia

do outavo mês do ano

85

que de oitenta se escrevia,

no qual se viu trespassada

a glória que ser soia,

lograda por lusitanos

quinhentos anos havia.27 90

E foi Lisboa entregada

a um senhor de gran valia,

o duque de Alba chamado,

a quem se não defendia

castelo nem forte muro,

95

porque Deus assim queria.

E foi Portugal tomado

pera sempre, e sua valia

a el-rei Filipe s’entrega

e como a seu rei lhe pedia

100

que lhe guarde a liberdade

com que contente vivia,

e aqueles mimos sabrosos

com que tratar o soia

o governo dos passados

105

reis, de que ele descendia.

E c’o rostro já inclinado

ao jugo se sobmetia,

mostrando no exterior

o que dentro não sentia.

110

E louvando a Deus con tudo,

co’estas palavras dezia:

“O desengano do mundo,

como claro em mi se via

que tudo nele é mudable,

115

mal haja o que nele fia!"

TABLA DE ABREVIATURAS Y FUENTES TEXTUALES

BIBLIOTECA DA AJUDA, Lisboa, COD 51-ii-18.

BIBLIOTECA MUNICIPAL DO PORTO, Cod 63/609

BIBLIOTECA NACIONAL DE PORTUGAL, COD 498

BMP: BIBLIOTECA MUNICIPAL DO PORTO.

MLA: ANDRADA, Miguel Leitão de.

MSA: MISCELÂNEA SEBÁSTICA DA AJUDA (2020): Ed. Crítica y estudio de J. M. Martínez Torrejón, Lisboa, Biblioteca Nacional.

REAL BIBLIOTECA, Madrid, Ms. II-2803

RG: ROMANCERO GENERAL,…

OBRAS CITADAS

ANDRADA, Miguel Leitão de (1629): Miscelânea do sítio de N.S. da Luz, Lisboa, Mateus Pinheiro.

BOTO, Sandra (2011): As fontes do Romanceiro de Almeida Garret. Uma proposta de edição crítica, Tese de doutoramento, Universidade Nova de Lisboa.

BRAGA, Teófilo (1869): Floresta de vários romances com forma literaria, Porto, Tipografia da Livraria Nacional (Vl. 5 de su Cancioneiro e romanceiro geral portugués, 1867-1869).

CARREIRA, Antonio. Ver Romancero general.

CONNESTAGGIO, Ludovico Franchi (1589): Dell'unione del regno di Portogallo alla Corona de Castiglia, Génova.

DURÁN, Agustín (1945 [1849-1851]): Romancero General o Colección de romances castellanos anteriores al Siglo XVIII, Madrid, Atlas (BAE, 10 y 16).

MARTÍNEZ TORREJÓN, José Miguel (2007): «Entre perros y lobos. Un chaparrón de inútiles consejos para el rey D. Sebastián», Revista de Filología Española, LXXXVII, 2, pp. 355–382.

MARTÍNEZ TORREJÓN, José Miguel (2008): «Silencios, sigilos y sordinas. Alcazarquivir desde El Escorial», en A Construção do Outro: Espanha e Portugal frente a frente, T. Branderberger et al. (eds.), Tübingen, Calepinus Verlag, pp. 87–107.

MARTÍNEZ TORREJÓN, José Miguel (2014). VER BERNARDES, Diogo.

NIETO, Fr. Luis (1578): Relación de las guerras de Berbería y del sucesso y muerte del rey D. Sebastián, BNE, Ms. 2860

OLIVEIRA, Vítor Amaral de (2002): Sebástica. Bibliografia geral sobre D. Sebastião, Coimbra, Biblioteca Geral da Universidade.

RODRÍGUEZ-MOÑINO, Antonio (1970): Diccionario de pliegos sueltos poéticos (siglo XVI), Madrid, Castalia.

ROMANCERO GENERAL, en que se contienen todos los romances que andan impresos ([1604] 2018): ed. facsímil, con estudio de Antonio Carreira, México, Frente de Afirmación Hispanista.

ROMERO DE CEPEDA, Joaquín (1576): Famossíssimos romances…. El primero trata de la venida a Castilla del muy alto y muy poderoso Señor D. Sebastián… Badajoz, En Rodríguez-Moñino (1956).

SAN ROMÁN, Antonio de (1603): Jornada y muerte del rey don Sebastián […] sacada de las obras de Franchi, ciudadano de Génova, y de otros muchos papeles auténticos, Valladolid, Herederos de Juan Íñiguez de Lequerica.

SUÁREZ DÍEZ, José María (2015): «El Romance Nuevo Pastoril. Estudio y edición crítica. (1589-1688)», Tesis doctoral, Universidad Autónoma de Madrid.

ZORITA, DIFRANCO, R. y LABRADOR, J. J. (eds.) (1991): Poesías del maestro León y de Fr. Melchor de la Serna y otros (s. XVI). Códice 961 de la Biblioteca Real de Madrid, Cleveland State University.

Fecha de recepción: 20 de mayo de 2022
Fecha de aceptación: 9 de octubre de 2022

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1 Lo explica el genovés Giovanni Conestaggio, cuya crónica De l'unione del regno… (Génova, 1585) se imprime 18 veces en 6 lenguas a partir de 1585; pero en una edición de 1589 se queja de que no pudo imprimirla en España, «accusandomi di difamorevole alla nazion portoghese in comune e di rigoroso censor in particolare delle attioni de personaggi e ministri di quel regno» (1589: f. 1r). Fue traducida al castellano en diferentes ocasiones y se conserva en numerosos manuscritos de la época, pero no se imprimió en la península hasta 1610, y eso gracias a que se recurrió al subterfugio de ocultar el nombre del autor. Llamativo es también el caso de la Relación de las guerras de Berbería, de Fr. Luis Nieto, cuyo manuscrito se conserva fechado en 1578 y dedicado a Felipe II. Parece preparado para la imprenta, y ya en 1579 se publica en francés y luego en alemán (1580), latín (1581) e inglés (1587), pero la versión original en castellano no vería la luz hasta 1879. En portugués, la Relação de Miguel Pereira, fechada en 1584, con una dedicatoria que se refiere a su próxima impresión, también se quedó manuscrita. Sobre las crónicas sebásticas y las flutuaciones en el modo de tratar la batalla en las crónicas en el periodo 1580-1620, puede verse Martínez Torrejón (2008).

2 Buen ejemplo de cómo cambia la situación es también el contraste entre las versiones tardías de los poemas de cautiverio de Diogo Bernardes, impresas en 1594, y las versiones manuscritas de los mismos poemas, datables de mediados de los 80, que no culpabilizan al rey del mismo modo (ver Martínez Torrejón, 2014).

3 El número indicado tras cada primer verso remite al texto completo de los romances recogido en el apéndice final. Puesto que cada romance se repite en varias Flores (hasta cinco veces), me limito a dar la referencia completa de la más antigua y las siguientes sólo de forma abreviada, pudiéndose encontrar completas en la bibliografía de Oliveira (2002). Entre paréntesis incluyo las de las colectáneas y bibliografía modernas (Durán, Braga y Oliveira). Quedan excluidas de este estudio las dos series de romances circunstanciales sobre el recibimiento que se le hizo a don Sebastián en Badajoz en 1576, cuando iba camino de Guadalupe («En el más alegre día»), y las fiestas con que le honró en Cádiz el duque de Medinasidonia en julio de 1578, camino de África. Ambas se deben probablemente a la pluma del extremeño Joaquín Romero de Cepeda, aunque no hay certeza de la segunda porque el único ejemplar del pliego suelto que la contiene se halla mutilado en su primera página (Rodríguez-Moñino, 1970: núms. 496 y 1175). Son pliegos sueltos impresos inmediatamente después de las circunstancias festivas que celebran, probablemente por encargo de las autoridades responsables, y no aportan nada a los temas de imagen y percepción aquí estudiados. También Rodríguez-Moñino refiere la existencia, en paradero desconocido, de una «Carta notabilísima del rey Amet Maluco … al lastimado reino de Portugal … », que comienza «Muley Hamet, gran señor» (1970: núm. 762).

4 Al no ser recogido en el Romancero general (ni en 1600 ni en 1604), este romance pasó desapercibido para Durán, Braga y Oliveira. Lo publica Suárez Díez (2015, núm. 64, p 350; ver p.166).

5 Son tres estos Avisos, que suman más de 700 versos y comienzan «Pide a tu juïzio cuenta / zagal de ti descuidado, / que se te pierde el ganado / y piensas que se te acrecienta». En ellos se censura la educación y hábitos de don Sebastián, así como el desgobierno generalizado de su reinado hacia los años 1572-73, época en que el joven rey estaba aún bajo total dominio de los hermanos Cámara, principales encausados por todos los males del rey y del reino, aunque nadie se libra. Circularon ampliamente, pues se han conservado en al menos ocho manuscritos de la época. Ver Martínez Torrejón (2007). La frasis, el tono y algunos ecos léxicos (aquí en letra itálica) sugieren que el autor de este romance leyó los Avisos y se inspira en ellos.

6 El lujo y las riquezas son además imprudentes, pues incitan la codicia y el valor del enemigo. Así lo resume por los mismos años Diogo Bernardes:

Os que ganham a palma, os que louro

na batalha cruel, fea, sangrenolenta,

com ferro se guarnecem, não com ouro!

A vista do que tanto nos contenta,

a pedra e a perola reluzente,

a força dos imigos acrecenta (MSA, 1, f. 2r).

7 El anónimo autor del COD 498 de la BNP, cuyo relato es muy similar, se desvía haciendo que el rey dude un momento en que parece inclinado a aceptar el consejo del español hasta que sus cortesanos se lo quitan de la cabeza: «Dissera Aldana a el-rei: “Senhor, pera encravar artelharia e retirar inda é tempo”, dándolhe alguns exemplos de Carlos Quinto e outros que em se retirarem a tempo de duvidosos e perigosos sucçessos usaram de assás valor e ánimo, ao que el-rei, quasi movido, desejando condescender, se achara quem a isso em parte o constrangera, disse para os do seu conselho: “Qué vos parece?” Ao que falando um deles disse: “Senhor, não é bem que onde V. A. está se perca não digo eu a artelharia, mas nem ainda uma só onça de ferro”, a que ouvindo el-rei, parecendo-lhe que era menoscabo de sua pessoa e ánimo, tomando a lança na mão se meteu perante os seus dissendo: “São Tiago, São Tiago!”, sem haver ali pessoa algua que a esta tão determinada precipitação d’el-rei ousasse replicar» (ff. 18-19).

8 El conjunto incluye un exordio constituido por tres de los poemas de cautiverio de Diogo Bernardes, una narratio que se desdobla en antecedentes de la guerra (los Avisos satíricos sobre el desgobierno en la educación y años jóvenes del rey, ya comentados), tres relatos en prosa sobre la batalla (una Relação… sobre el desorden logístico y económico de los preparativos en Lisboa, la famosa Carta … a um homem da Beira, sobre la batalla misma, y un Testamento que fez o reino de Portugal en que se contempla el final de la independencia, en un tono jocoso que hace posible apuntar con el dedo a algunos responsables de la catástrofe. Sigue el poema La lamentable pérdida del rey don Sebastián, de Jerónimo Corte-Real, el elemento de más peso, además del más extenso (1431 vv.), que encuentra el equilibrio para pintar los sucesos con tonos heroicos a la vez que lamentables, certificando la muerte del rey con el relato de sus funerales. Diecisiete sonetos à morte d'el-rei dom Sebastião la confirman luego y prolongan el tono reflexivo de ciertos pasajes de Corte-Real. Siguen los cuatro romances aquí estudiados y unas Octavas que sirven de peroración, revisitando rápidamente elementos de la narrativa anterior.

9 De esta copia se infiere que Almeida Garrett pensaba publicarlo en el tomo IV de sus romances (Boto, 2011: 528-535, que también publica el romance). El texto le fue remitido a Garrett por Alexandre Herculano, que sin duda lo copió de la MSA, pues entonces era director de la Biblioteca Real, actualmente de Ajuda. Tanto Garrett como Herculano prescinden de los otros romances de este códice, sin duda por ser en castellano.

10 La versión de la MSA, aunque contenga típicos lusismos de copia que no se dan en la Flor, mejora el texto de ésta en varias ocasiones (ver el Apéndice).

11 Zorita, DiFranco y Labrador (1991: xxxii, núm. 79: 217-218) datan esta sección del manuscrito c. 1580, pero su única base es el tema de este romance, por lo que cabe reconsiderar esta fecha.

12 La erudición y generosidad de Ottavio DiCamillo echaron luz sobre esta posibilidad: aunque no conste entre las fuentes reconocidas de Petrarca, la oratio ciceroniana Pro Quinctio aparece con frecuencia en manuscritos de su época.

13 Estoy sumamente agradecido a Ralph DiFranco, José J. Labrador y Adrián Izquierdo por buscar y remitirme el texto de este romance y las imágenes del ms. en que se halla.

14 El interesantísimo códice, cuyas imágenes no me canso de agradecer a Ma. de Lurdes Correia Fernandes, tiene un claro ex-libris: «Este cartapácio é de meu pai, o Senhor Diogo Esteves da Veiga, escrito de sua letra. Estevão de Nápoles». De este modo, el autor de la compilación sería el señor da Honra de Nandufe (Tondela, Viseu), que falleció en 1635 (https://www.geni.com/people/Diogo-Esteves-da-Veiga-e-N%C3%A1poles-senhor-da-Honra-de-Nandufe/6000000021851005727).

A la amistad y generosidad de Ana Cristina Santana da Silva, debo la referencia de este romance hasta ahora inédito.

15 También San Román ha leído a Herrera, cuya Canción II entreteje en su «Prólogo al lector»: «Prevalecerá con esto la verdad, para que escarmienten los príncipes de la tierra a no gobernar por sola su cabeça negocio de tanta importancia, donde el daño es inmenso, y conozcan los hombres como son los juicios de Dios maravillosos. Hallábase el rey don Sebastián robusto, brioso, rico, moço y cargado de grandes pensamientos. Quebrantó entonces Dios, por donde menos se pensaba, el arco de su indignación sobre su persona, siendo permisión suya que muriese este Sansón, para que reforzándose la potencia del rey Católico, fuesen oprimidos los enemigos de Dios de allí adelante, que con tanta osadía han querido arruinar la Iglesia. Permitió para esto que se hiciese esta justicia en los montes de Geluoe de aquella costa de África, donde cayeron los fuertes y fueron quebrantados los varones de Israel, pueblo tan suyo cuanto han sido los portugueses, los vasos en que ha llevado Dios su nombre a los últimos fines de la tierra. Y porque tengo por causa propia la honra de la nación portuguesa (…) pienso que no la hago en esto menos servicio, pues consta que hizo Dios su voluntad en esta demanda, para que aprendan los hombres a no perder los estribos de la prudencia (…) Débense dar muchas gracias a Dios por el buen paradero que tuvo una calamidad tan grande, pues teniendo un Dios, una fe, un baptismo, una iglesia y una naturaleza, ha sido él servido que también estemos todos a la sombra de un rey, que hace con su potencia formidable la nación española en todo el mundo…» (Jornada…, «Prólogo»).

Por la misma época, cincuenta años después de la batalla, es cuando Leitão de Andrada publica su versión de «Puestos están frente a frente», donde, sin alterar (ni en el romance ni en el Diálogo VII en que lo inserta) lo sustancial de la tradición, añade el recuerdo del valor de los portugueses y su efímera victoria al principio de la batalla, premio de consolación presente también en las crónicas tardías.

16 Reproduzco todos los romances comentados en el estudio, pero no en el mismo orden, sino de modo que constituyan una narrativa coherente, con los preliminares de la expedición (1), la partida desde Lisboa (2), la arenga del rey antes de embestir (3 y 4, dos versiones del mismo con entidad suficiente para incluir ambas), los episodios individuales de Jorge de Albuquerque y Francisco de Aldana (5 y 6), la batalla con agonía del rey (7), con su muerte y el cadáver perdido (8), con el cadáver visto (9) y las consecuencias de la batalla para el reino (10). Naturalmente, esto sólo puede ser una aproximación, puesto que los romances se solapan y repiten. En cada caso indico la fecha de la primera documentación seguida del texto de que me he servido para mi edición. Modernizo siempre la ortografía.

17 Sigo la lectura de Suárez Díez (2015: 350).

18 Considero que no se trata de condicional, sino apócope de ‘así’, tan frecuente en la épica medieval con el sentido de ‘ojalá’.

19 aprisa apriesa RG

20 vida. diva RG

21 viene MSA vienen RG

22 al caso RG al cabo MSA

23 le dice el rey RG en el suelo el rey MSA [La versión de la Miscelânea parece mejor, puesto que ambos interlocutores están a caballo: el del rey está agotado y por eso lo abandona, mientras que el duque no puede descender del suyo a causa de sus heridas, y el rey tiene que bajarle en sus brazos. La Flor no ha entendido la situación].

24 Además de la palabra ilegible por haber sido recortado el manuscrito, falta algo en esta zona. Tras el verso 16 debía haber una referencia a los soldados que van siendo derrotados: a ellos se refiere los (v. 18) y la alusión a su falta de entrenamiento de los vv 21-22, esa espada ociosa que no puede ser la del rey, que en cambio yende, corta y despedaza.

25 chaperia: las placas o escamas das armaduras.

26 Cascais era famoso tanto por su puerto como por su pesca.

27 Fecha de la caída de Lisboa, 25 de agosto, fiesta de San Luis.