La delicada frontera entre oralidad y escritura: a propósito de un caso tremendista de principios del siglo XVI [RM 815]

The Delicate Frontier Between Orality and Written Literature: A Case-Study of an early Sinteenth-Century Sinister Account of Events

MarĂ­a SÁNCHEZ-PÉREZ

(IEMYRhd – Universidad de Salamanca)

mariasanchezperez@usal.es

https://orcid.org/0000-0003-3411-4308

ABSTRACT: The present study is an approach to the first 16th century poetry chapbook written around a terrific theme. It would be, therefore, the first so-called «dreadful and appalling event» printed in poetry. We can see that it is an ancient sample for its formal outline and its content, and it is presented as a mixture of oral and written poetry of the early 16th century. Furthermore, the reported events must had happened. Thus we are faced with one of the firsthand news on a horrific subject that was disseminated orally and written at the dawn of the second half of the 16th century.

KEYWORDS: Chapbooks, popular literature, relaciones de sucesos, casos horribles y espantosos, violence.

RESUMEN: En el presente trabajo se aborda el primer pliego suelto poético del siglo xvi que conservamos de temática tremendista. Sería, por tanto, el primer «caso horrible y espantoso» impreso en verso. Por sus rasgos formales y de contenido se observa que es un espécimen primitivo que, a principios del siglo xvi, se muestra a medio camino entre la oralidad y la escritura. Además, los hechos que allí se narran debieron ocurrir realmente, por lo que nos encontramos ante una de las primeras noticias de tema truculento que debió difundirse de manera oral, pero también impresa en los albores del Quinientos.

PALABRAS-CLAVE: Pliegos sueltos poéticos, literatura popular, relaciones de sucesos, «casos horribles y espantosos», violencia.

Durante los primeros años e incluso con el asentamiento definitivo de la imprenta, la delicada frontera entre oralidad y escritura es difícil de delimitar. Dicho de otra manera: sabemos que determinados textos, obras o incluso géneros literarios corrieron y se difundieron tanto de boca a oído como de manera impresa.

Tomando como punto de partida los pliegos sueltos poéticos, sabemos que acercarse al fenómeno de la «literatura popular impresa» resulta, todavía hoy en día, complicado y en cierto modo inabarcable1. En los primeros años, en especial en la primera mitad del siglo xvi, la poesía de cancionero2, pero fundamentalmente el romancero, son géneros que dominan el panorama de la literatura popular en verso. Sin embargo, a mitad de esa centuria conoció un destacado desarrollo el género denominado como «relaciones de sucesos»3. Dentro de ellas, ocuparon un lugar privilegiado los «casos horribles y espantosos», que tuvieron un crecimiento masivo especialmente a partir de la segunda mitad del siglo xvi y será uno de los géneros favoritos del público hasta el ocaso de esta literatura de cordel4. En este tipo de narraciones abunda el tremendismo y se relatan todo tipo de hechos atroces: parricidios, torturas, crímenes y asesinatos de la más variada índole. Normalmente, si nos atenemos a los primeros siglos de producción de estas obras, las historias narradas en estos pliegos sueltos son difícilmente comprobables. Aunque siempre se presentan como verídicas –dentro del imaginario de la época y frente al público receptor del momento–, es prácticamente imposible demostrar si son fruto de hechos verdaderos y especialmente difícil resulta en los pliegos más alejados en el tiempo, como puede ser el siglo xvi5.

El primer caso horrible y espantoso que conservamos en pliegos sueltos en verso del siglo xvi data de la primera mitad de la centuria. Su descripción tipobibliográfica es la siguiente6:

¶ Coplas hechas sobre vn caso | acontescido en Xerez de la frontera de vn hombre q̅ mato ve- | ynte y dos personas a traycion.

A continuación el texto a dos columnas.

– Gentes de todas naciones llorad cō tragos de hiel.

– Casa mōte alegre por mal te vierō. Cancion q̅ se cāta al tono de los comēdadores por mi mal os vi.

4.º [2] hojas, letra gótica, s. i. t. [Sevilla, Jacobo Cromberger, hacia 1515]

El hecho de que esta pieza conste solamente de dos hojas nos obliga a pensar que nos hallamos en los comienzos del fenómeno de la literatura popular impresa, es decir, en una época en la que todavía no se ha consolidado la tipología típica de este tipo de obras, puesto que el formato predominante será el formado por cuatro hojas y, por lo tanto, ocho páginas7. Tampoco sabemos nada de su autor, a pesar de que lo más frecuente en estos casos horribles y espantosos en verso —al menos en los del xvi— es que conozcamos la autoría de la obra. La brevedad del título —que no consta de las secciones típicas de otros casos8— es un elemento más que nos hace pensar en un espécimen bastante primitivo. Y es que, en efecto, se trata de un pliego suelto postincunable9, salido de las prensas sevillanas de Jacobo Cromberger hacia 151510. Siguiendo las indicaciones de RM 815, el único ejemplar que hoy conservamos se encuentra en la Biblioteca Nacional de Francia (signatura: Rés. Yg. 99) y habría pertenecido a J. J. de Bure. Su adscripción a la imprenta sevillana de Jacobo Cromberger [c. 1515] la realizó Frederick John Norton (1978, n.º 879). Dicha datación fue también aceptada por Julián Martín Abad (2001, n.º 497). Este pliego fue brevemente estudiado por Elena del Río Parra en dos trabajos complementarios11: en el primero (2016a, en concreto pp. 221-223) analiza de manera sucinta el contenido; y, en el segundo (2016b), ofrece localización, transcripción y reproducción digital del pliego12. Nuestra intención es editar el texto con el fin de profundizar en su análisis y estudio13:

[1]

¡Gentes de todas naciones

llorad con tragos de hiel,

rasgad vuestros coraçones

por los niños y varones

que mató un hombre cruel![5]

¡Y la gente castellana

oya con entera gana

cómo aqueste de quien hablo

hizo obras de diablo

teniendo la forma humana![10]

¡Qué cosa tan d’espantar!

¡Qué hecho de aborrecer!

Grima pone en lo pensar,

gran dolor en lo contar,

gran temor en lo saber.[15]

Todo hombre, en solo oíllo,

se turba y para amarillo,

y a qualquier pensando en ello

se le espeluca el cabello

con espanto no cenzillo.[20]

Desque Dios por su bondad

hizo a Adán, hombre primero,

nunca fue tan gran maldad,

ni con tanta crueldad,

ni hecho tan carnicero,[25]

ni con tan orribles daños,

hechos con tales engaños,

el año del nascimiento

encima de mill que cuento

catorze e quinientos años.[30]

Contando, sin entrevalo,

el hecho por su viaje,

en Xerez, que aquí señalo,

levantóse un hombre malo,

aunque no de mal linage,[35]

de buena disposición,

aforrado de traición,

do su nombre por perverso

nombrará el siguiente verso:

es Christóval Salmerón.[40]

Mirad qué maldad sin cabo,

sin oírse tal jamás,

osadía que no alabo

matar a un hombre en su cabo

bien veinte, si no son más.[45]

En un arboleda fuera,

casi media legua entera

de la ciudad que aquí digo,

donde el qual enemigo

usava desta manera.[50]

Vestido de seda y grana

por encubrir sus falsías,

salía con cara sana

y endiablada gana

al arenal muchos días, [h1v][55]

donde sirvientes cogía,

a los que les prometía

que, acabada su hazienda,

les pagaría sin contienda

en su mesma casería.[60]

Pero ved cómo pagava

a quien dineros pedía:

fengía que algo olvidava

en la ciudad y embiava

y dexava al que quería,[65]

y quando se assegurava

el huésped y reposava

el malvado a traición,

con un mocho de açadón

los sesos le quebrantava.[70]

Porque no sintiesse alguno

algo desto, fengía gozo,

pero no viendo a ninguno,

arrastrando uno a uno,

los echava en un gran pozo.[75]

Después del hombre assí echado,

quando era preguntado

por el que no parescía,

que «se despidió –dezía–

y se fue y le ovo pagado».[80]

A muchos assí engañava

también por otro camino,

diziendo que allá guardava

en el campo y encerrava

cevada e azeite e vino,[85]

donde a muchos camineros

engañava y azeiteros

y con vino a mercadores,

donde a muchos pecadores

mató por robar dineros.[90]

Y a quien moneda sentía

dezía que avía de vender

novillos que allá tenía,

que fuesse en su compañía

para se igualar y ver,[95]

y dezía tarde iremos

y allá nos acostaremos

pues ay buena cama y cena,

que al alva, en ora buena,

vistos nos igualaremos.[100]

Después ya de aver cenado,

dormidos dende a poquito,

levantávase el malvado

e ya lo tení achocado

con el açadón maldito,[105]

do dellos al pozo echava,

otros por casa enterrava,

salvo uno par de un huerto,

por el qual fue descubierto,

que fuera de casa estava.[110]

Mirad qué ley mantenía

el traidor lleno de aleve,

que a un niño que él tenía,

que crio y su pan comía

de ocho años hasta nueve,[115]

porque a su señora cierto

dixo que vido cubierto

un hombre con una manta,

como niño que se espanta

lo lançó en el pozo muerto. [h2r][120]

De qualquier que allí moría,

si asno o rocín quedava

o hacá luego partía

y doquiera lo vendía

al primero que encontrava,[125]

e assí de los que mató,

rocines, asnos vendió

por lugares comarcanos,

y el dinero assí en sus manos

a su estancia se bolvió.[130]

Lo qual pienso duraría

veinte y dos meses o más,

haziendo sin compañía

tan cruel carnecería,

qual nadie hizo jamás.[135]

Con sus secretos malinos,

como no eran vezinos,

mas estraños y agenos,

nunca los hallavan menos,

aunque morían los mezquinos.[140]

De manera que él echó

en el pozo veinte y dos,

otros por casa enterró,

que cementerio quedó

hecho, aunque no de Dios.[145]

El propio les conbidava

uno a uno y los matava,

mas visto desque él huyó

luego el pozo se cató

que el hedor lo amonestava.[150]

Y del pozo los sacaron

y sacaron albardones,

enxalmas, cinchas hallaron,

mantas, ropas que quebraron

a muchos los coraçones.[155]

Sayos de muchas colores

y pellicos de pastores,

çaragüelles y cossetes,

calçones, gorras, bonetes,

camisones con labores.[160]

Sacaron con garavatos,

también del pozo, jubones,

antiparas y çapatos,

otros muchos viejos hatos,

calças con muchos botones,[165]

lo qual gran dolor ponía

a la gente que lo vía,

dando a Dios gemidos fuertes

pues tantos males y muertes

su justicia consentía.[170]

«Montealegre» se dezía

aquella triste morada,

do tanto mal encubría

el traidor que la tenía

de tanto muerto poblada.[175]

Del mesmo es de espantar

poder día y noche estar

con los mesmos que él matava

y estar do los enterrava,

osando entre ellos andar.[180]

EXCLAMACIÓN CONTRA EL MATADOR

Di mal hombre: ¿adónde estavas?

Di malvado: ¿qué sentías?

Dinos: ¿qué pienso pensavas [h2v]

quando las almas sacavas

de muchos que conoscías?[185]

Tu sangriento coraçón

no tuvo recordación

de aquel niño que criaste

y con tus manos mataste

sin aver dél compassión.[190]

Cabeça de Lucifer,

tu misma maldad te assombre,

pues no toviste entender

que eras hijo de muger

ni que fue tu padre hombre;[195]

que si con ojos humanos

vieras que tenías hermanos,

nunca osaras sin razón

achocar tanto varón,

assí con sangrientas manos.[200]

Di miembro de Satanás,

di manos de Berzebú,

¿qué·s de ti?, ¿adónde irás?

Puesto que en mundo estás

ya con ellos andas tú.[205]

Por tanto quiero cessar,

que si pensasse contar

tus maldades y traiciones,

en mil coplas y renglones

sería nunca acabar.[210]

[2]

CANCIÓN QUE SE CANTA AL TONO DE LOS COMENDARORES POR MI MAL OS VI

Casa «Montealegre» por mal te vieron

los tristes cuitados que en ti murieron.

Tu malvado dueño, queriendo robar,

combidava a muchos para en ti folgar,

colación les dava por assegurar,[5]

matólos de noche desque dormieron.

Casa «Monte[alegre» por mal te vieron

los tristes cuitados que en ti murieron.]

A otros dezía que fuessen a ver

vinos que tenía allá para vender,[10]

levassen dineros al precio hazer

assí ivan los tristes a do fenecieron.

Casa «Monte[alegre» por mal te vieron

los tristes cuitados que en ti murieron.]

Muchos a ti ivan por plazer tomar,[15]

tu dueño que dixe mal hombre sin par,

estando seguros después de acostar

el fin que les dava no merescieron.

Casa «Monte[alegre» por mal te vieron

los tristes cuitados que en ti murieron.][20]

A los que a ti ivan a holgar con él

dezía te dixesen «Alegre vergel»,

tornóseles todo amargura y hiel,

llorad el triste trago que allí sintieron.

Casa «Monte[alegre» por mal te vieron[25]

los tristes cuitados que en ti murieron.]

Con su cauteloso y falso bivir

llevó assí a los tristes diziendo a reír,

no viendo el engaño fueron a morir

donde vida e bienes todo perdieron.[30]

Casa «Monte[alegre» por mal te vieron

los tristes cuitados que en ti murieron.]

¡Qué dirá tu dueño, varón infernal,

que assí mató a tantos sin hazelle mal,

quando allá en sus tierras supieren lo tal[35]

tristes de las madres que los parieron!

Fin.

Lo que se nos narra en este pliego es un crimen cometido que, según su autor, «nunca fue tan gran maldad, / ni con tanta crueldad, / ni hecho tan carnicero» (vv. 23-25). Por tanto, se nos anticipa ya desde el comienzo que nos hallamos ante un suceso atroz, propio de los «casos horribles y espantosos». Comienza la obra con una larga introducción formada por tres quintillas dobles14. Como estudiamos en otra ocasión, analizando las formas métricas de todos los pliegos sueltos poéticos del siglo xvi, la métrica del romance suele ser la predilecta para narrar hechos cuya veracidad parece innegable, mientras que las quintillas solían quedar relegadas para textos en los que predominaban los elementos sobrenaturales o maravillosos (Sánchez-Pérez, 2015). Sin embargo, en este caso no será así.

En la primera quintilla se exhorta al auditorio, provocando ya desde los primeros versos la conmoción y el asombro ante los hechos tan luctuosos que se van a relatar15. La segunda estrofa incide en lo espantoso del caso, enfatizando el dolor y temor que causará a quienes escuchen lo ocurrido. Las exclamaciones inciden directamente en el tono de aflicción, moviendo los afectos del auditorio desde el comienzo mismo de la exposición. La última quintilla doble de la introducción expresa de manera hiperbólica que nos hallamos ante el más fiero caso que jamás se haya contado. Asimismo, sitúa cronológicamente los hechos referidos en la fecha de 1514.

Nos hallamos, por tanto, ante el típico exordio en el que se procura mover los afectos de los oyentes o lectores, y por lo tanto, suscitar una participación emotiva (movere) mediante recursos estilísticos patéticos, ligados al pathos y que, en este caso, provocarían fundamentalmente miedo e indignación16.

Comienza el autor entrando en materia —en la narratio propiamente dicha— localizando el lugar de los sucesos en la ciudad de Jerez de la Frontera. En el pliego se nos cuenta que allí «levantóse un hombre malo / aunque no de mal linaje» llamado Cristóbal Salmerón, quien se dedicaba a engañar a diferentes individuos para robarles y matarlos después. Se trataría, por tanto, de alguien de buena condición, pero que no por ello está exento de realizar los crímenes más espantosos. Continúa así con el tono hiperbólico —«Mirad qué maldad sin cabo, / sin oírse tal jamás», (vv. 41-42)—, mostrándonos cómo vestía buenos ropajes para engañar a sus víctimas y cómo actuaba mediante una contraposición de su actitud: «Vestido de seda y grana, / por encubrir sus falsías, / salía con cara sana / y endiablada gana» (vv. 51-54).

La mayor parte de la narración se basa casi exclusivamente en la enumeración de los engaños que llevaba a cabo para atraer a sí a huéspedes, mercaderes, comerciantes, etc., y matarlos después. El robo será una de las causas principales por la que se cometan todos estos crímenes; sin embargo, el autor de estas coplas incide también en el carácter perverso y depravado del protagonista, ya que llega a asesinar a un niño que él mismo criaba. Narrativamente, no se explica de manera exacta la presencia de este pequeño en su casa –aunque veremos más adelante a qué puede referirse–, pero poco importa para mostrar ante el auditorio lo que el autor pretende: mover (movere) los afectos del público hacia las lágrimas y la indignación (indignatio) por los hechos ocurridos. Por último, se nos dice que el asesino huyó y, por el hedor que salía del pozo, se descubrieron sus crímenes.

A continuación, se incluye una Exclamación contra el matador donde el autor se dirige directamente al protagonista de la obra, interrogándole e insultándole. Recordemos que la exclamación o ecfonesis es precisamente una figura retórica que tiene como finalidad comunicar una emoción intensa.

Termina el pliego con otra composición en la que el autor se dirige de nuevo al criminal. Se trataría de una canción que, tal y como se señala en el texto, se canta al tono de «Los Comendadores por mi mal os vi»17. Esta segunda composición se ha construido, por tanto, sobre una tonada ya conocida para volver a recordar al auditorio los crímenes y atrocidades referidos en la primera narración. En este sentido, recuerda en buena medida una de las secciones más importantes que estipulaban las retóricas: la recapitulación (peroratio)18. Destaca también el hecho de que encontremos ahora un cambio de métrica en esta última composición; ello se debe, sin duda, a los distintos efectos que se pretendían conseguir en el auditorio. Es muy probable que, al llegar este momento, quienes escucharan al coplero conocieran la tonada y podrían acompañarlo en su representación, haciéndoles partícipes del proceso de difusión —performativa— de estas coplas.

Una vez analizado el contenido del pliego y teniendo en cuenta también las características formales que señalábamos al principio podemos afirmar que nos hallamos ante un extraño y llamativo «caso horrible y espantoso». El hecho de que se trate de un espécimen primitivo nos llevaría a pensar que las características propias de estas piezas aún no estaban fijadas, en esos delicados límites entre oralidad y escritura a los que nos referíamos al principio.

Son varios los aspectos que llaman nuestra atención: es un pliego de solo dos hojas, es un texto anónimo y carece de datos concretos sobre la edición de la propia pieza19. Además, el título no responde a las secciones típicas de estas relaciones de sucesos ni contiene los términos más manidos de este tipo de composiciones –«caso espantoso», «caso admirable y espantoso», «caso orrible y espantoso», etc.20– frente a las simples «coplas» que encabezan el título de nuestra obra.

El propio contenido de la pieza tampoco es muy común. Bien es cierto que muchos pliegos sueltos no contienen una única composición. Es frecuente, tanto en las relaciones de sucesos como en los «casos horribles y espantosos», que el pliego contenga más de una composición –dos relaciones; una relación y una canción no emparentada con el asunto principal; una relación y un villancico, etc.–, pero las que encontramos en nuestra obra no son habituales: una relación propiamente dicha donde se incluye esa Exclamación contra el matador y una canción que se «canta al tono de los Comendadores» cuyo contenido está directamente vinculado con el tema de la primera composición. Por otra parte, quien esté familiarizado con los pliegos sueltos poéticos que narran estos horribles casos observará que el final de la narración principal también es inusual: la mayor parte de estas obras se cierra con una justicia civil o divina que castiga al criminal. Nada de esto ocurre en nuestra pieza, pues se señala que consiguió huir sin ser apresado: «desque él huyó» (v. 148) o «¿qué·s de ti?, ¿adónde irás?» (v. 203).

Por último, es muy infrecuente encontrar el nombre completo de los protagonistas que cometen o se ven involucrados en estos crímenes. Por lo tanto, son muchos los aspectos, tanto desde el punto de vista formal como del contenido, que no responden a las características propias de otros casos tremendistas. Algunas de ellas se deben probablemente a que nos hallamos ante un pliego suelto postincunable datado hacia 1515 aproximadamente. Como señalábamos al principio, se trata del primer «caso horrible y espantoso» del siglo xvi publicado en un pliego suelto poético. Tendremos que esperar hasta 1574 para encontrar la siguiente relación de sucesos de este tipo21. Es decir, solo conservamos este pliego de la primera mitad del siglo xvi y tendremos que esperar casi sesenta años para encontrar una relación de sucesos similar. Por lo tanto, podemos preguntarnos: ¿hemos perdido, casualmente, todos los pliegos de «casos horribles y espantosos» que pudieran publicarse en ese tiempo?, ¿debemos esperar a la segunda mitad del siglo xvi para asistir a la consolidación de este género y, de este modo, esa primera pieza supone un caso aislado de la primera mitad de la centuria? No podemos ofrecer una respuesta totalmente fiable, pero sí debemos tener en cuenta algunos aspectos. En primer lugar, son miles los pliegos sueltos que debemos haber perdido:

Por desgracia, en su propia entraña de popularidad llevaban el germen de la destrucción: doblados en varios cruces para mejor caber en la faldriquera, la rotura era normal; el manoseo, que acaba por desgastar las esquinas de recio papel, es herida de muerte para las pocas hojillas (Rodríguez Moñino, 1997: 16).

Y, en segundo lugar, cabe destacar lo que ya señaló M.ͣ Cruz García de Enterría en 1983:

El siglo xvi puede dividirse en dos partes claramente delimitadas y de las que funciona como bisagra 1550. En la primera mitad del siglo es el romancero viejo y la poesía de cancionero la que triunfa abrumadoramente en los pliegos sueltos […]; en cambio [en la segunda mitad del siglo], aparece clarísima la tendencia a fijar el contenido en dirección del «caso horrible y espantoso» (García de Enterría, 1983: 35).

Con lo expuesto, podemos deducir que es probable que en esos casi sesenta años, desde 1515 —fecha de nuestra obra— hasta 1574 —fecha del siguiente «caso horrible y espantoso» que conservamos—, hayamos perdido diferentes piezas de esta naturaleza y, además, nos encontraríamos ante una paulatina aceptación, por parte del público consumidor, de este tipo de composiciones tremendistas y, por lo tanto, estaríamos ante un desarrollo de este subgénero en la segunda mitad del siglo.

Ahora bien, tal y como afirmábamos al comienzo de nuestro trabajo, es muy difícil saber hoy en día si muchos de los hechos narrados en estas obras responden a sucesos acaecidos realmente; con los más lejanos a nosotros en el tiempo es prácticamente imposible saber fehacientemente si responden a hechos reales. Sin embargo, sí podemos afirmar que los hechos relatados en nuestro pliego debieron suceder en la Península en 1514.

Antonio Mariscal Trujillo, un escritor nacido en 1944 en Jerez de la Frontera y especialista en la historia de este lugar, publicó, en 2009, un libro titulado Historias de la Historia de Jerez de la Frontera. Tal y como leemos en la contraportada del volumen:

Con rico aporte bibliográfico, esta obra nos presenta una cuidada selección de historias, en su mayoría inéditas, extraídas de decenas de tratados históricos, de manuscritos inéditos y de viejos archivos. Unas, notables e incluso míticas, otras acaso intrascendentes; pero que nos revelan curiosidades, costumbres, actitudes, leyes, anécdotas, miserias y grandezas que nos permiten conocer nuestro pasado desde una perspectiva diferente […] estas historias no son ficción, así ocurrieron (Mariscal Trujillo, 2009).

El capítulo II del libro, dedicado a la Edad Moderna, se inicia con un relato titulado «El destripador de Montealegre» y allí leemos lo siguiente:

[…] En el año 1514, reinando en estos reinos don Fernando el Católico y siendo Corregidor de Jerez de la Frontera el licenciado don Pedro Suárez de Castilla, tuvieron lugar los sucesos que a continuación vamos a relatar.

Resulta que un tal Cristóbal Salmerón, hombre de buena familia y de cristianos viejos, como se decía entonces, de buen aspecto, barba prieta, siempre bien vestido con ropa negra y que poseía una heredad de viñas y arboleda en el pago de Montealegre, cercano a la Cartuja, lugar entonces solitario y silvestre a pesar de su cercanía a la ciudad, donde existía una escondida casa de piedra rodeada de árboles. El susodicho Salmerón tomó la costumbre de llevar allí a diferentes personas bajo el engaño de hacer algún trato de compra-venta de grano, aceite o ganado. Llegados a la mentada casa de piedra, la cual tenía una puerta de entrada muy pequeña por la que había que agacharse para pasar con su víctima, Salmerón penetraba el primero por aquella puerta para, a continuación, dar paso al incauto forastero, quien al agachar la cabeza para traspasar el umbral se encontraba con un fuerte garrotazo en la cabeza que lo dejaba muerto o medio muerto. Acto seguido nuestro hombre lo despojaba de todas sus pertenencias, arrojaba el cuerpo a un pozo cercano y lo cubría de tierra.

Este abominable acto lo cometió en múltiples ocasiones, hasta que cierto día el desgraciado de turno, después de recibir el brutal mazazo, malherido, intentó huir hasta llegar al camino de Medina. No tuvo éxito, ya que el asesino logró darle alcance y rematarlo y, como el pozo estaba algo lejos, decidió enterrarlo allí mismo. Ello fue visto por un joven de 14 años que trabajaba a su servicio. Ante aquel hecho, el chaval fue a contárselo a una mujer que también trabajaba en la casa. Ésta al no dar crédito a lo que oía no se le ocurrió otra cosa que referírselo a su señor. De modo, que, nuevo garrotazo y chaval al pozo.

Al día siguiente unos caminantes descubrieron el cuerpo a medio enterrar de aquel que intentó huir. Dieron aviso a la Hermandad de la Misericordia para que se hiciesen cargo aquel cuerpo [sic] y le diesen cristiana sepultura. Trasladado el cadáver a Jerez y antes de proceder a su inhumación se expuso en la plaza del Arenal por ver si alguien lo conocía. Por otro lado la mujer antes aludida, al encontrar el jubón del muchacho manchado de sangre sospechó lo que allí estaba pasando y se lo comunicó al alguacil. Por su parte Cristóbal Salmerón acudió a un letrado para comunicarle las sospechas que se iban acumulando sobre él. El letrado le dijo: Ponte la mano en el pecho y si juras que no has sido tú, yo te defenderé y saldrás libre, si no lo haces ya puedes empezar a correr. Cosa que hizo inmediatamente y no paró hasta llegar a Portugal.

Inspeccionado el pozo por parte de la autoridad se encontraron los restos de catorce cadáveres que junto al que apareció en el camino sumaron quince los horrendos crímenes cometidos por aquel hombre. Se supo años más tarde que Salmerón embarcó rumbo a Argel disfrazado de berberisco en un barco turco. Durante la travesía descubrieron que era cristiano y lo ahorcaron. Sus últimas palabras fueron: Aunque he sido un gran pecador muero con la fe de un cristiano. (Mariscal Trujillo, 2009: 57-59).

Como habrá podido deducir el lector, nos encontramos ante los mismos hechos que se narraban en nuestro pliego; de ahí que, varias de las características de la pieza que llamaban nuestra atención, cobren ahora sentido. Probablemente, los aspectos más formales de la obra —pliego de dos hojas con un título que no obedece a las características propias de este tipo de narraciones, etc.— responden al hecho de que nos hallamos ante un pliego postincunable y, por tanto, con los inicios del género. Sin embargo, el relato de los hechos que expone Mariscal Trujillo esclarece el contenido de nuestra pieza22.

Si tenemos en cuenta el lenguaje periodístico actual, en particular por lo que se refiere a la composición y redacción de noticias –y vinculado también a la investigación científica, detectivesca y criminal–, nuestro pliego responde a la regla de las Cinco W –en realidad, cinco W y una H– que serían: Quién (Who), Qué (What), Cuándo (When), Dónde (Where), Por qué (Why) y Cómo (How). Dichas pautas responden a unos preceptos que se conocen desde antiguo, puesto que Cicerón, en su obra De inventione, ya estableció los elementos que eran esenciales para que una narratio fuese completa. Estas condiciones eran: quién (quis?), qué (quid?), por qué (cur?), dónde (ubi?), cuándo (quando?), cómo (quemadmodum?) y con qué medios o instrumentos (quibus adminiculis?). Estas circunstancias están relacionadas con persona, factum, causa, locus, tempus, modus y facultas23. Todas ellas pueden comprobarse en esta relación de sucesos. Analicemos una por una —aunque alteremos el orden para comprender mejor el sentido de toda la composición—:

1) quién (quis?): Cobra sentido que se recoja el nombre del criminal, puesto que todo parece indicar que un tal Cristóbal Salmerón vivió realmente, habitó en Montealegre, en Jerez de la Frontera, y cometió los asesinatos que aquí se señalan. Del mismo modo, parece que el susodicho era de buena familia, tal y como se declara en ambas narraciones: en el pliego, «levantóse un hombre malo, / aunque no de mal linage» (vv. 34-35) y «vestido de seda y grana, / por encubrir sus falsías» (vv. 51-52); en el relato en prosa, «hombre de buena familia y de cristianos viejos, como se decía entonces, de buen aspecto, barba prieta, siempre bien vestido con ropa negra»24.

2) qué (quid?): Los aspectos anteriores no impiden que este hombre se dedicase a robar y matar a diferentes víctimas, coadyuvado por el hecho de habitar en un paraje un tanto solitario.

3) dónde (ubi?): Dicho lugar se sitúa concretamente en Montealegre, en Jerez de la Frontera.

4) cuándo (quando?): Ambas narraciones coinciden en la fecha: «el año del nascimiento / encima de mil que cuento /catorze e quinientos años» (vv. 28-30); «En el año de 1514, reinando en estos reinos don Fernando el Católico […]» (Mariscal Trujillo, 2009: 57).

5) cómo (quemadmodum?): Engañaba a diferentes «camineros», comerciantes y mercaderes «por robar dineros» (v. 90); «El susodicho Salmerón tomó la costumbre de llevar allí a diferentes personas bajo el engaño de hacer algún trato de compra-venta» (Mariscal Trujillo, 2009: 58).

6) con qué medios o instrumentos (quibus adminiculis?): Los métodos de ejecución también son similares en ambas composiciones: «con un mocho de açadón / los sesos le quebrantava» (vv. 69-70); «con un fuerte garrotazo en la cabeza que lo dejaba muerto o medio muerto» (Mariscal Trujillo, 2009: 58).

7) por qué (cur?): En principio, como ya hemos señalado en el punto 5, «por robar dineros» (v. 90). Sin embargo, las circunstancias aquí se vuelven un poco más complejas. El número de crímenes cometidos no coincide en ambas composiciones. Así, en nuestro pliego se señala: «Bien veinte, si no son más» (v. 45) y más adelante se indica que la cantidad es mayor sin concretar la cifra: «De manera que él echó / en el pozo veinte y dos, / otros por casa enterró / que cementerio quedó / hecho, aunque no de Dios» (vv. 141-145). Mientras que en la narración en prosa leemos: «Inspeccionado el pozo por parte de la autoridad se encontraron los restos de catorce cadáveres que junto al que apareció en el camino sumaron quince los horrendos crímenes cometidos por aquel hombre» (Mariscal Trujillo, 2009: 59). Por otro lado, existe un fragmento en la composición en verso que resultaba muy difícil de interpretar y que solo gracias a la narración en prosa cobra pleno sentido: se trata del niño que se encontraba en la casa de Cristóbal Salmerón. En el pliego únicamente se expresa lo siguiente: «Mirad qué ley mantenía / el traidor lleno de aleve, / que a un niño que él tenía, / que crio y su pan comía / de ocho años hasta nueve, / porque a su señora cierto / dixo que vido cubierto / un hombre con una manta, / como niño que se espanta / lo lançó en el pozo muerto» (vv. 111-120). La narración en prosa resulta, cuando menos, más coherente, pues se trata de «joven de 14 años que trabajaba a su servicio» que «fue a contárselo [uno de los crímenes] a una mujer que también trabajaba en la casa» (Mariscal Trujillo, 2009: 58).

Por último, las circunstancias de la desaparición y el final de este asesino resultan bastante extravagantes: en el pliego se observa claramente que ha desaparecido «¿qué·s de ti?, ¿adónde irás?» (v. 203); mientras que la huida en la composición en prosa es mucho más estrambótica:

[…] Cristóbal Salmerón acudió a un letrado para comunicarle las sospechas que se iban acumulando sobre él. El letrado le dijo: Ponte la mano en el pecho y si juras que no has sido tú, yo te defenderé y saldrás libre, si no lo haces ya puedes empezar a correr. Cosa que hizo inmediatamente y no paró hasta llegar a Portugal (Mariscal Trujillo, 2009: 58-59).

Para rematar lo pintoresco de esta fuga, se añade:

Se supo años más tarde que Salmerón embarcó rumbo a Argel disfrazado de berberisco en un barco turco. Durante la travesía descubrieron que era cristiano y lo ahorcaron. Sus últimas palabras fueron: Aunque he sido un gran pecador muero con la fe de un cristiano. (Mariscal Trujillo, 2009: 59).

A través de estos dos testimonios hemos podido observar que, gracias al texto que recoge Antonio Mariscal Trujillo en su libro Historias de la Historia de Jerez de la Frontera, podemos comprender mucho mejor el contenido de la relación de sucesos que conservamos del siglo xvi25. Para el estudioso y conocedor de los denominados «casos horribles y espantosos», la narración conservada en el pliego suelto quinientista relataba unos sucesos que resultaban un tanto borrosos o no del todo inteligibles. Sin embargo, gracias a la recopilación de historias jerezanas, de cariz cronístico, que se nos presentan en el libro anteriormente mencionado, podemos conocer de manera más completa y cabal la historia criminal sucedida en Montealegre en 1514; y corroborar también lo que es más importante: que los hechos aquí referidos debieron acaecer realmente.

Por último, debemos destacar que el pliego que aquí hemos visto resulta un claro ejemplo de popularización, a través de la difusión impresa y oral, de unos hechos que tendrían lugar a principios del xvi en Jerez de la Frontera y que debieron impactar, por su crueldad y tremendismo, a los lectores, pero especialmente a los oyentes de aquellos años, en diferentes lugares de nuestra geografía.

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Fecha de recepción: 7 de diciembre de 2022
Fecha de aceptación: 7 de marzo de 2023

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1 Sobre el fenómeno de la literatura de cordel, remitimos a la panorámica ofrecida en Carro Carbajal y Sánchez-Pérez (2008). Véanse, asimismo, los estudios más recientes ofrecidos por Puerto Moro (2021); y Casas-Delgado y Collantes (2022).

2 Para la poesía cancioneril en pliegos del siglo xvi consúltese Puerto Moro (2020).

3 En 1995, en Alcalá de Henares, se celebró el primer coloquio internacional sobre las relaciones de sucesos, cuyo título fue Las Relaciones de sucesos en España (1500-1750) que dio lugar al siguiente volumen monográfico: García de Enterría et al., (1996). Unos años más tarde, en 1998, se creó la Sociedad Internacional para el Estudio de las Relaciones de Sucesos (SIERS) (puede verse su página web en http://www.siers.es/siers/principal.htm) y bajo su amparo han ido celebrándose periódicamente diferentes coloquios con el fin de estudiar estas obras. Estos encuentros han dado lugar a sus correspondientes publicaciones: López Poza y Pena Sueiro (1999); Paba (2003); Civil, Crémoux y Sanz (2008); Bégrand (2009); Cátedra y Díaz Tena (2013); García López y Boadas (2015); Ciappelli y Nider (2017); y, por último, Torres, Tropé y Espejo Surós (2021). Todos estos volúmenes se encuentran disponibles en la siguiente página web: http://www.siers.es/publicacion/acta/listar.htm [consultada el 17/02/2023]. Además, no es la única producción bibliográfica que se ha publicado sobre el asunto, por lo que deben consultarse también los boletines informativos de la SIERS: https://siers.es/boletin/listar.htm [consultada el 17/02/2023]. Del mismo modo, es imprescindible Gonzalo García 2010.

4 Para los casos horribles y espantosos puede verse una panorámica en Sánchez-Pérez (2011).

5 Es obvio que no ocurre exactamente lo mismo con hechos narrados en pliegos más cercanos a nuestro tiempo. Así, por ejemplo, en un trabajo de 2011 (de)mostramos cómo unos crímenes ocurridos en Galicia a mediados del siglo xix, protagonizados por el que hoy en día se considera el primer y único caso de «hombre lobo» en España —Manuel Blanco Romasanta—, fueron documentados no solo en pliegos sueltos de la época, sino que también han sido cantados por intérpretes modernos y difundidos en programas actuales del cine y la televisión. Remitimos, de nuevo, a Sánchez-Pérez (2011).

6 Seguimos la entrada 815 de la obra de Rodríguez Moñino (1997) (A partir de aquí, cuando nos refiramos a los diferentes asientos de esta obra, lo indicaremos con las siglas RM). Véase también la misma entrada en Askins e Infantes (2014). Si tenemos en cuenta, además, el asiento RM 815.5, existió un pliego mencionado por Hernando Colón en su Abecedarium B (n. 12226, cols. 701 y 1434) que actualmente nos es desconocido y que contenía la primera composición de nuestra pieza.

7 Puede corroborarse en Rodríguez Moñino (1997: 15): «Un pliego, es decir, una hoja de papel en su tamaño natural, doblada dos veces para formar ocho páginas». Con todo, debemos tener en cuenta que el pliego de dos hojas es relativamente común en época postincunable.

8 Para las secciones más habituales de esos títulos o paratextos de estas obras, véase Cátedra (2002), especialmente páginas 225 y siguientes.

9 Para los pliegos sueltos postincunables y, en especial para el caso que nos ocupa, véase Puerto Moro (2012). Puede consultarse también Martín Abad (2001).

10 Con él se inicia una dinastía de impresores de larga trayectoria e importante actividad en la Sevilla del siglo xvi. Según Juan Delgado Casado, se trata del «iniciador de una familia [de] impresores que trabaja en Sevilla durante la primera mitad del siglo xvi y posiblemente el más importante de los que tienen taller en dicha ciudad, con obras abundantes y de gran calidad» (Delgado Casado 1996: 170-172). Se señala también en Rodríguez Moñino (1997: 30) lo siguiente: «De Jacobo Cromberger conocemos impresos fechados entre 1504 y 1525, además de numerosos documentos desde 1503 hasta 1527 en que fallece. Sus talleres debieron de tener una enorme labor no sólo de libros sino también de opúsculos y pliegos sueltos, lectura propia para la masa enorme de gente poco docta que llenaba Sevilla en los albores del descubrimiento y colonización de América». Para los Cromberger, pueden consultarse los siguientes trabajos de Griffin (1988, 1991 y 1993).

11 Agradecemos la amabilidad de Elena del Río Parra, quien nos facilitó sus estudios sobre el tema.

12 Hay reproducción digital accesible en Gallica (biblioteca digital de la Biblioteca Nacional de Francia): https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k8534319 [consultada el 27/02/2023].

13 Para la transcripción y edición del pliego hemos seguido las normas que aparecen recogidas en el Proyecto de investigación “Cultura popular y cultura impresa” (2003), pp. 8-9.

14 Para esta forma métrica véase Baranda (1986).

15 Sobre las técnicas de declamación y convocación del público a través de los pliegos sueltos, véase Sánchez-Pérez (2006).

16 Para la retórica propia de estas obras, consúltense García de Enterría (1990) y Sánchez-Pérez (2005).

17 Se trata de una canción popular emparentada con la conocida como «Leyenda de los comendadores de Córdoba» o «Leyenda de la Torre de la Malmuerta». Aunque sean relatos legendarios, están basados en un hecho histórico sucedido en Córdoba, en 1448.

18 La canción conclusiva como cierre de un pliego noticiero —que hallamos ya en este espécimen primitivo— llegará a convertirse en patrón común; véase, por ejemplo, Puerto Moro (2008).

19 Hay que tener en cuenta que es bastante frecuente la falta de adscripción tipobibliográfica en los pliegos postincunables.

20 Son solo unos ejemplos, pero están tomados todos ellos de otros «casos horribles y espantosos» del siglo xvi. Así, «caso espantoso» aparece en RM 216. Como «caso admirable y espantoso» comienzan dos piezas: RM 74.5 y 94.5, atribuidas respectivamente a Mateo de Brizuela (para este autor véase Cátedra 2002) y Benito Carrasco (vid. Izquierdo 1998; y Ferrer 2004, concretamente el capítulo V). El mismo Benito Carrasco abre otra de sus obras como «caso orrible y espantoso» (RM 97).

21 Se trata de la entrada RM 75. Su título reza así: Caso terrible y espantoso de dos hijos incorregibles que, sin temor de Dios, han muerto a su padre y le han sacado el coraçón y le han assado en unas brasas y se lo han comido y Dios los ha castigado, que la tierra a temblado mucho y se es abierta y se los ha tragado, y otras cosas largas y muy notables del castigo que Dios les dio, y ansí aclararé todo lo que a sucedido; el dicho es verdad, que ha contecido en Flandes, en Olanda, como muchas personas lo han visto. Compuestas por Mateo de Bruzuelas [sic], natural de Dueñas. Hechas imprimir por Ioan Agostín Cavallero, y a su costa impressas con licencia a él concedida en Barcelona, en casa de Sansón Arbús. Año 1574 (Gonzalo García 2006: 67). Es un pliego que perteneció al Duque de T’Serclaes de Tilly que se encontraba en paradero desconocido y que fue descubierto y localizado por R. Consuelo Gonzalo García (2006), donde edita y estudia este y otros dos pliegos más. Aunque seguía sin localizar cuando Pedro M. Cátedra estudió la obra del coplero popular Mateo de Brizuela, remitimos de nuevo a su trabajo: Cátedra (2002).

22 Elena del Río Parra se refiere en su estudio a esta obra publicada por Mariscal Trujillo, aunque ella manejó otra edición y apenas repara en la importancia —para nosotros, fundamental— de este nuevo testimonio (2016b: 236).

23 La relación entre las siete condiciones estipuladas por Cicerón y la consignación actual de las noticias de sucesos en torno a la regla de las cinco W ya fue puesta de manifiesto por Mortara Garavelli (2000). Véase también Sánchez-Pérez (2005), especialmente pág. 226 y sigs.

24 Tal y como indica González Arce, desde finales de la Edad Media el negro fue convirtiéndose en un color predilecto, debido a lo costoso entonces de su producción, por lo que suponía un distintivo de prestigio para quien lo portaba: «durante el siglo xv cobró creciente importancia el negro. Se trató de la culminación de una corriente ética que valoraba económica y socialmente este color […] Resulta curioso comprobar cómo el negro llegó a ser el más apreciado de los colores por dos corrientes completamente opuestas, la de la ostentación, la apariencia y el derroche, de carácter medieval y feudal, una vía caduca con la que finalizaba un mundo; y la de la austeridad, renuncia y ahorro, de tipo moderno y capitalista, con la que se inauguraba un orbe nuevo» (González Arce, 2013: 191-196).

25 Antonio Mariscal Trujillo se basa en varias fuentes para redactar su libro (señaladas al final del volumen), pero no concreta de manera exacta de dónde toma el texto que ahora nos interesa (cabe suponer del Archivo Histórico Municipal de Jerez).