Images of the fox: the «mocker mocked» in tales of Andean literature
Nécker Salazar Mejía
(Universidad Nacional Federico Villarreal, Perú)
https://orcid.org/0000-0003-0691-4359
RESUMEN: En el cuento folclórico del mundo andino, el zorro es un personaje que se caracteriza por su habilidad, astucia y engaño. No obstante, esta condición se suele invertir y trasladarse a otros personajes que, usualmente, son víctimas del zorro, por lo que este aparece como un «burlador burlado» en varias narraciones de la tradición oral andina. El presente artículo estudia los motivos referidos a la burla de que es objeto dicho personaje en un corpus de narraciones del universo andino, en cuya trama las aventuras del zorro tienen como rival a otros personajes fabulescos que lo engañan en cada episodio. Organizados mediante una serie de divertidas escenas, donde el humor se conjuga con la lección que recibe el zorro, los cuentos demuestran la rica vitalidad del arte narrativo en el mundo andino. A partir de un índice de motivos, el trabajo concluye que los diferentes matices, variaciones y elementos narrativos que se registran en las versiones estudiadas evidencian la especial dinámica del cuento folclórico y del cuento literario en la literatura andina.
PALABRAS CLAVE: El zorro, El conejo, Animales fabulescos, Motivos del cuento folclórico, Tradición oral andina.
ABSTRACT: In the folk tales of the Andean world, the fox is a character characterized by its ability, cunning and deceit. However, this condition is usually inverted and transferred to other characters who are usually victims of the fox, which is why the fox appears as a «mocker mocked» in several narratives of the Andean oral tradition. This article studies the motifs related to the mockery of this character in a corpus of narratives of the Andean universe, in whose plot the adventures of the fox are rivaled by other fabulous characters who deceive him in each episode. Organized through a series of amusing scenes, where humor is combined with the lesson the fox receives, the stories demonstrate the rich vitality of the narrative art in the Andean world. Based on an index of motifs, the work concludes that the different nuances, variations and narrative elements that are recorded in the versions studied show the special dynamics of the folk tale and the literary tale in Andean literature.
KEYWORDS: The fox, The rabbit, Fabulous animals, Folktale motifs, Andean oral tradition.
En la literatura oral andina, el cuento folclórico es una de sus principales manifestaciones y una muestra del singular talento narrativo de sus creadores. Uno de los personajes más conocidos de las narraciones andinas es el zorro, quien se caracteriza por su habilidad, astucia y engaño, lo que le permite saciar el hambre y alimentarse devorando a sus víctimas. No obstante, esta condición se suele invertir y trasladarse a otros personajes que, de manera frecuente, son víctimas del cánido, por lo que se produce un cambio en su estatuto de personaje burlador a personaje burlado. La paulatina pérdida del carácter mítico del zorro define una imagen «ambigua» del personaje, en cuyo proceso intervienen influencias de otras tradiciones narrativas y readecuaciones de las características de los seres fabulescos. La imagen del raposo como víctima, que se desarrolla mediante conocidos motivos de la tradición oral, es predominante en las narraciones andinas y se relata de manera entretenida y desde la perspectiva del humor.
El objetivo del presente artículo es estudiar los motivos referidos a la burla de que es objeto el zorro mediante la lectura de una selección de cuentos pertenecientes a varios departamentos de la región andina del Perú que abordan sus aventuras. En dicho corpus, conocidos personajes fabulescos, como el conejo, el ratón o el cuy, son rivales del cánido y lo engañan en cada episodio; de este modo, el rol de los personajes se invierte y el papel del fuerte es asumido por el débil. Las narraciones son analizadas basándonos en la teoría del cuento folclórico, en estudios sobre los motivos del engaño al zorro en la literatura andina y en trabajos que describen el rol de los personajes fabulescos en el cuento oral.
En el artículo, se explica la presencia del zorro en las narraciones míticas del mundo andino, el ingreso del personaje al cuento folclórico y al cuento literario, la conservación y transmisión de dichos relatos, su estructura narrativa, la relación entre el animal y otros seres fabulescos, la variedad de motivos referidos al engaño cometido en contra del raposo por sus rivales y las diferencias entre los cuentos. Mediante la propuesta de un índice de motivos que organiza el ciclo narrativo sobre el engaño al zorro en la literatura andina, los cuales conforman la trama de tipos muy conocidos en el cuento universal, se evidencia la permanente vitalidad y particular dinámica del cuento folclórico y del cuento literario, así como su especial capacidad para recrear la tradición oral a través de nuevas versiones.
En la literatura andina, el zorro es un personaje que aparece en mitos etiológicos que se relacionan con el origen de los productos de la tierra, la repartición de los alimentos y el surgimiento de sus congéneres en el mundo terrestre, tal como se relata en el conocido ciclo de «el viaje al cielo»1. En este mito, el cóndor lleva al zorro a una fiesta que se realiza en el cielo, pero, como el cánido se porta mal a pesar de la advertencia del cóndor, se produce su caída hacia la tierra. Escenas de este ciclo, en las que se desarrollan las aventuras de dicho personaje, su arrogancia y pugna con aves del universo andino, ingresaron a formar parte del contenido de fábulas, cuentos folclóricos y narraciones literarias.
En Dioses y hombres de Huarochirí2 del Padre Juan de Ávila (2007), importante documento de la literatura quechua del siglo XVI traducido al castellano por José María Arguedas (1966), el zorro es protagonista de escenas pintorescas que contribuirán, más adelante, a definir y caracterizar su imagen predominante en la literatura oral andina. En un episodio del capítulo dos, el cánido es condenado por el dios Cuniraya Wiracocha a ser odiado, perseguido y maltratado por los hombres. El dios inca trata de encontrar a la princesa Cavillaca, pero ella, al saber que había tenido un hijo con él, prefiere huir con la criatura hacia el mar. Interrogado el zorro por el dios sobre el camino que la princesa habría seguido, el cánido le informa que ella está lejos y que no la encontrará; por esa razón, Cuniraya Wiracocha lo maldice. En una escena del capítulo tres, para salvarse del diluvio, los animales subieron a la cima de una montaña, pero el raposo dejó sumergida su cola en el agua, debido a lo cual su punta es de color negro. En un pasaje del capítulo cinco, se narran las competencias en que debe participar Huatyacuri, para lo cual su padre le aconseja que finja ser un huanaco muerto, de tal manera que, cuando el zorro y el zorrino vinieran a verlo, querrán comérselo al verlo así. El padre le indica que grite para hacer huir a los dos animales y olviden el porongo y la tinya que traían consigo, dos objetos que Huatyacuri necesita para poder competir; de este modo, el cánido es objeto del engaño. En el capítulo seis, el raposo se compromete a delimitar el lugar por donde pasaría el cauce de una acequia, pero, al asustarse ante el vuelo de una perdiz, cae cerro abajo; debido a ello, la acequia se traza en un lugar diferente del que inicialmente se había establecido.
En tal sentido, en un texto fundacional de la literatura andina, el zorro es protagonista de escenas que prefiguran sus aventuras y apariciones en el cuento folclórico y literario. El castigo, el engaño y el desafortunado destino del cánido son conocidos episodios del contenido temático de dichas narraciones. Así, el perfil del zorro que nos refiere el texto quechua «posibilita una caracterización como personaje cómico» (Gómez García, 2016: 451).
Gerald Taylor (1987: 250) afirma que «[l]os cuentos sobre el zorro forman una parte importante de la vasta tradición oral andina»; en esa línea, el cánido es uno de los personajes más representativos de los «relatos animalísticos» de «matriz originaria» (Moulian et al., 2021). En el cuento folclórico, el zorro es conocido con los nombres de Tío, Antonio, Pascual, Martín, Antoño, Antuku, Atoq, Qamaque, Suwa, Tiwula y Lari, entre otros (Morote Best, 1988; Itier, 1997; Espino, 2014); el ratón que lo engaña es llamado Diego, nombre que alterna con los diminutivos Dieguito o Dieguillo, y solo tiene un nombre (Navarro del Águila, 1946). Personaje de numerosas narraciones, en las cuales apela al engaño y a la trampa para devorar a sus víctimas, el cánido, igualmente, suele ser objeto de burla y recibir castigos, por lo que se convierte en un «burlador burlado». Los cuentos del ciclo del zorro, muy populares en la literatura andina, se relatan desde el punto de vista del humor, pues «son chistosos, entretenidos, chispeantes, fascinantes, gracias a una rica tradición en el arte narrativo» (Kessel, 1993: 41). Se articulan mediante una sucesión de divertidas escenas en las que la burla y el castigo se reiteran a lo largo de las narraciones. En el desenlace de los cuentos, el personaje es nuevamente burlado, mientras que la víctima se salva gracias a su ingenio y astucia.
Efraín Morote Best (1988: 79) sostiene que, en los cuentos del universo andino, «[e]l zorro es un sujeto taimado y crédulo», con mala suerte en el amor, cuando adquiere forma humana, «es un apuesto y tonto joven de poncho rojizo, enemigo de los perros y de los cohetes, gran ejecutante del clarín»; además, acaba burlado: «No hay animal que no lo engañe: el burro, la wallata, el cuye, el ratón… pero es este a quien debe su fama de gran tonto». Esta ridiculización del personaje representó una trasformación que lo alejó de su condición divina en la cultura andina, ya que dejó de ser el intermediario entre los dioses y los hombres, por lo que perdió su carácter mítico. Gonzalo Espino (2014: 17) explica que, debido a este proceso, empezó a predominar en la literatura oral un retrato del zorro como un ser inocente: «se configuró un tipo de discurso que terminó degradando al héroe indígena y lo convirtió en vivaracho, pero al mismo tiempo perdedor y hasta personaje ingenuo del que casi todos se burlan». Esta modificación de la condición del raposo lo convirtió en «un protagonista despojado de su significación mítica», por lo que perdió su condición de héroe y se transformó en «un trágico personaje» (Espino, 2014: 31).
Desde otra perspectiva, el nuevo estatuto del zorro se puede explicar mediante un proceso de readecuaciones de las funciones de los personajes fabulescos, lo que determina la reconfiguración del cánido en los cuentos populares del continente americano. En este proceso, no solo intervienen influencias de otras tradiciones narrativas, sino también afloran razones de orden social y reivindicativo. Los cuentos folclóricos afroamericanos, del Caribe y del área panandina evidencian una resignificación del papel del zorro y ponen de relieve el rol protagónico del conejo como embaucador (o de las criaturas que asumen dicha función). En esta reconfiguración, la influencia de la tradición oral africana es decisiva en las narraciones de los esclavos negros de Norteamérica, recogidas por Joel Chandler Harris en las historias de Brer Rabbit en la segunda mitad del siglo XIX y comienzos del siglo XX; dicha influencia también se encuentra en los cuentos del Tío Conejo, muy difundidos en países de Centroamérica y del Caribe en la centuria pasada.
Refiriéndose a la literatura oral y escrita de las regiones de América, Miguel Rodríguez García (2023: 268) afirma que «Tío Conejo y Brer Rabbit llevan a cabo el rol de animal tramposo en los cuentos folclóricos, que en Europa desempeña más asiduamente la zorra y que en la región norteamericana ejecutan el coyote y el cuervo entre los indígenas». Por otro lado, la reasignación de las cualidades de los personajes opera, igualmente, en su nuevo papel: los rasgos del lobo tonto de las fábulas europeas se transfieren al zorro de los relatos del continente americano y el conejo (como los personajes que alternan con él) se reviste con algunas cualidades del trickster, que le permiten engañar al raposo. Rodríguez García explica que, en América, «Tío Conejo (y Brer Rabbit) floreció como trickster, desbancando a la zorra y al coyote, que en esta geografía no lo igualan en astucia e incluso se comportan a veces con idiotez, desplazados a un rol que en el cuento europeo suele concedérselo al lobo» (2023: 275)3.
Tanto en la literatura oral afroamericana como en las narraciones folclóricas del Caribe y en el universo andino, el engaño al zorro proyecta un sentido reivindicativo y una justicia simbólica. Desde este punto de vista, frente al poder del más fuerte triunfa la astucia de los débiles y «los opresores se vuelven objeto de burla» (Taylor, 1987); en tal sentido, en esta alegorización de las relaciones sociales, se erige un discurso en contra de la dominación colonial y la explotación social (Piqueras Fraile, 1999).
Desde inicios del siglo pasado, y en el tiempo transcurrido de la presente centuria, el interés por conocer las aventuras del zorro se ha mantenido constante, lo que se documenta a través de recopilaciones, registros de testimonios orales, reelaboraciones literarias y nuevos soportes de difusión. En las primeras décadas del siglo XX, destacan los textos Tarmapap Pachahuarainin. Fábulas quechuas (1906) de Adolfo Vienrich4, El cóndor y el zorro (2003) de Max Uhle5, «Folk Lore Andino» (1923) de Julio C. Tello, Los cuentos contumacinos del Tío Lino (1939) de Fidel Zárate, Cuentos peruanos (1937) y Cuentos y Leyendas del Perú (1940) de Arturo Jiménez Borja y Folklore de Huancayo (1940) de Emilio Barrantes y «Cuentos populares del Perú. El zorro y el ratón (y sus variantes)» de Víctor Navarro del Águila (1946), que contienen los principales motivos de las historias del zorro y constituyen fuentes de mucho valor para el estudio del cuento folclórico y literario en el Perú.
Conocidas recopilaciones que incluyen relatos sobre el zorro son Mitos, leyendas y cuentos peruanos (1947) y Voces nuestras. Cuentos, mitos y leyendas del Perú. Relatos recopilados por docentes (1945-1950) (2012) de José María Arguedas y Francisco Izquierdo Ríos, El tío zorro y otros cuentos (1985) de Alfredo Mires, Cuentos cusqueños (1984) de Johnny Payne, Wiñay Pacha (1985) de Luis Enrique López y Domingo Sairytupa Asqui, «Atuq. Relatos quechuas de Laraos, Lincha, Huangáscar y Madeá, provincia de Yauyos» (1987) de Gerald Taylor, Cuentos del Alto Urubamba (1990) del Padre Jorge Lira, Mitos y leyendas del Perú (1990) de César Toro Montalvo, Literatura oral y popular del Perú (2006) de Juan José García Miranda y Atuqpacha. Memoria y tradición oral en los Andes de Gonzalo Espino (2014). De los textos que realizan reelaboraciones literarias de la literatura oral, podemos citar el cuento «El zorro y el conejo» incluido en la novela El mundo es ancho y ajeno (1941) de Ciro Alegría, Fantásticas aventuras de Atoj y el Diguillo (1974) de Manuel Robles Alarcón, Aventuras del zorro (1998) de Marcos Yauri Montero, 13 zorros vueltos a contar por el tío Venancio (1999) de Víctor Domínguez Condezo, El compadre zorro (2004) de Casimiro Ramírez Tenorio y Zorro, zorrito y otras narraciones cosmogónicas (2008) de José Luis Ayala6.
Las recopilaciones dan a conocer las historias pintorescas del cánido y su tránsito del mito al cuento. En la literatura andina, coexisten tanto el cuento oral como su registro escrito y su reelaboración literaria. Dentro de ese marco, en el proceso de la oralidad a la escritura, las narraciones orales sobre el zorro que experimentan la mediación de la letra se enriquecen aún más. Sobre este punto es importante reconocer que la interacción e interinfluencia entre el cuento oral y el cuento literario es constante. Al respecto, Contreras et al. (2002: 140) sostienen que «el texto de tradición oral, o texto folklórico, y el literario se interrelacionan», de tal modo que «algunos textos repetidos oralmente son incorporados por determinados autores en su obra para dar una mayor variedad a su creación»; sin embargo, puede desarrollarse lo inverso, ya que «el texto escrito por un creador de literatura trasciende el ámbito privado del lector y pasa a ser compartido oralmente por un grupo hasta convertirse en patrimonio colectivo».
En la actualidad, la recreación de los cuentos protagonizados por seres fabulescos del universo andino ha adquirido bastante interés y se ha vitalizado gracias a la Literatura infantil y juvenil (LIJ). En esta vertiente, los cuentos que se enfocan en las aventuras del zorro al lado de otros personajes y siguen un fin pedagógico demuestran que dicha reelaboración permite integrar conocimientos, valores y amenidad en el ámbito de la enseñanza. Una muestra de ello es la publicación de series de textos con imágenes realizadas por el Ministerio de Educación y conocidas editoriales, que están dirigidas a estudiantes de la escuela básica7. Por otro lado, se han puesto en práctica nuevas estrategias de difusión centradas en públicos específicos, como el storytellyng, que conjuga la narración oral y la performance, que promueve, por ejemplo, la Casa de la Literatura Peruana. En esa misma dirección, videos, podcasts, murales, libros artesanales, etc.,8 contribuyen a la conservación y renovación de los cuentos folclóricos al dotarlos de nuevas formas de presentación y expresión. Con estos nuevos soportes, se ha impulsado, en los últimos años, una mayor atención, conocimiento y difusión de la literatura oral andina.
Las narraciones sobre el zorro presentan diversos grados de organización, pues, tal como lo afirma José María Arguedas (2012, T. 7), el cuento folclórico experimenta cambios debido a su peculiar naturaleza y dinamismo. Dicha particularidad evidencia la «plasticidad» de este tipo de narraciones (Merino de Zela, 2007), lo que permite «la presencia de múltiples variaciones de un mismo relato», ya que «cada pueblo, generación y hasta persona tiene algo que agregar, y modificar, a lo antes escuchado» (Ortiz Rescaniere, 2012: 11). Lo anterior se vincula con la performance del narrador oral, quien relata recordando algunas escenas o puede improvisar agregando otras: «El mismo narrador puede contar el mismo cuento muchas y sucesivas veces; será el mismo relato, pero cada vez realiza una nueva creación, una recreación, que no coincide de modo absoluto con la versión anterior o con la siguiente» (Chertudi, 1982: 7)9.
Las variaciones de los cuentos que tratan sobre el engaño al zorro están relacionadas, principalmente, con la aparición de los personajes, los episodios que se incorporan, el orden que estos siguen y el desenlace. Así, en las secuencias narrativas, aparecen escenas del ciclo de «el viaje al cielo» o de la rivalidad del raposo con otros animales y aves del universo andino. Los cuentos suelen ser breves, pero la trama se puede ampliar con el desarrollo de nuevos motivos. Como es sabido, los motivos como elementos mínimos de la narración integran secuencias de episodios que definen unidades argumentales denominadas «tipos» o «tipos cuentísticos». En un estudio de la tradición oral rifeña, Konaydi y Pedrosa (2018: 102) afirman que la organización bajo la forma de «cadena de varios tipos cuentísticos (…) es rasgo común en muchas modalidades de cuentos, pero muy especialmente en los llamados cuentos de tricksters, es decir, en los cuentos con protagonista tramposo o burlador, que suelen ir ensamblando de manera aleatoria relatos de extracción diversa». La referida forma de composición explica la estructura de las narraciones en las que el zorro es el burlador o el personaje burlado.
En los ciclos cuentísticos del rasposo, los personajes fabulescos pertenecen a la fauna del Perú, como el cóndor, el loro, la huallata, el puma, el cuy y el conejo10, o fueron incorporados debido a la influencia hispánica, como el león y el burro. Dichos personajes sostienen apuestas y competencias con el cánido, pero los resultados son desfavorables para él. En el cuento folclórico, el zorro vencedor es una imagen frecuente, pero esa configuración tiene también su contraparte en la del zorro burlado, que es timado por sus adversarios. El conejo, el cuy, el ratón, el pericote y la huallata son los seres que más se burlan de él; en particular, el conejo y el cuy lo hacen de manera reiterada, de tal modo que se proyecta una imagen del zorro como un animal crédulo e ingenuo, a quien, fácilmente, se le puede engañar. Al respecto, el trickster, si bien «actúa burlando y humillando a otros», también «es burlado y humillado por otros más pequeños y débiles» (Morgante, 2001: 121), como los personajes mencionados. Las criaturas que son rivales del raposo despliegan astucia, habilidad e ingenio para engañarlo y evitar ser devorados por él.
En esta inversión de roles, se expresa el deseo de la comunidad de ver castigado a quien trasgrede el orden y actúa en perjuicio de sus huertas, chacras, aves de corral, etc., por lo que la lección que recibe el zorro obedece a la necesidad de conservar las normas que rigen el funcionamiento del mundo andino. Considerando que las narraciones folclóricas alegorizan las acciones humanas, los cuentos sobre zorros no están al margen de un significado moral, lo que permite apreciar su valor como una representación de la vida social. Al respecto, el cuento folclórico permite «el estudio de una sociedad dada en toda su extensión y hondura: lo moral, lo espiritual y lo material» (Arguedas, 2012, VII: 45).
Las criaturas y las diferentes situaciones en que intervienen codifican la experiencia del hombre en el contexto cotidiano, cuya dinámica no está exenta de la viveza y del aprovechamiento; mediante la lección y el castigo, las narraciones buscan cuestionar dichas acciones. Ello remite a una rica tradición de prácticas discursivas existentes en la cultura andina referidas al don de contar de los pueblos, cuyos contenidos, que se expresan de forma amena y creativa, comunican importantes reflexiones sobre la vida en el seno de la comunidad. Crescencio Ramos Mendoza (1992: 221) nos explica que «[e]n la mentalidad andina, está latente la incesante contradicción entre lo bueno y lo malo»; por ello, es importante respetar las normas de la comunidad: «Lo malo es todo aquello que va contra las pautas sociales admitidas como correctas; en cambio, lo bueno es aquello que se halla en armonía y conformidad con dichas normas».
En sus estudios del cuento folclórico, Arguedas demuestra la pertinencia de identificar los motivos que lo conforman y sus variantes (2012, VII). Las investigaciones de Navarro del Águila (1946), Morote Best (1950; 1958)11 y Espino (2014) sobre dicho género literario analizan tanto las aventuras del zorro como la burla de que es objeto por sus rivales. A partir de una revisión comparativa de ocho cuentos recogidos en diferentes provincias del departamento del Cusco, en los cuales el cánido tiene como rival al ratón (siete narraciones) y al mono (una narración), Navarro del Águila (1946: 141) concluye que son narraciones muy populares en el área sur andina del Perú, que comprenden «más de dos episodios o escenas que se eslabonan y forman una sola unidad folklórica» y donde el zorro y el ratón tienen «relaciones de compadrazgo». El motivo central son las burlas que sufre el raposo ante el ratón, a tal punto que, si el zorro logra engañarlo, la burla del roedor llega a ser «en forma más sangrienta y mortal» (Navarro del Águila, 1946: 141).
Navarro del Águila (1946: 142) distingue los elementos narrativos que conforman la trama de los cuentos: «de la huerta y de la desaparición de las hortalizas o daño de ellas», «del muñeco de brea que sirve de trampa», «de la lluvia de fuego, juicio final», «de la pared, peña o montaña que amenaza desplomarse», «de las lúcumas y la bola de piedra», «me casaré no más», «de la olla de mazamorra», «del baile sobre un haz de leña», «del cumpleaños del ratón, del pastel y del horno», «de la muerte fingida del zorro» y «de la ocultación del zorro en la casa del ratón». En los estudios de la tradición oral andina, se trata del primer trabajo de identificación de los motivos referidos al engaño sufrido por el zorro, a los cuales se sumarán los aportes de otras investigaciones.
Basándose en sus indagaciones sobre el cuento folclórico, Morote Best (1988), por un lado, identifica los motivos que forman parte de las narraciones que tratan sobre el ciclo del viaje del zorro al cielo y, por otro, realiza una clasificación de los relatos sobre el engaño y la burla del cánido sobre sus rivales. Sobre el segundo ciclo, Morote Best (1988: 80-85) coincide con los motivos mencionados por Navarro del Águila y añade otros: «el muñeco de brea», «la lluvia de fuego», «el “cargo” del ratón» (celebrar una fiesta), «la olla de mazamorra», «la montaña que debe desplomarse», «el queso de la laguna», «el zorro asa a sus cachorros», «la casa que habla», «el cadáver que echa vientos», «la apuesta para resistir el frío», «las lucmas que muelen dientes», «cumpleaños del ratón», «los zorros que roban reatas de los arrieros», «el zorro aprende a silbar», «los pajaritos se convierten en espinos», «la carrera con el batán», «el zorro clarinero» y «el zorro escapa de la trampa».
En un análisis de versiones del cuento «Pascual y Diego», donde el zorro es burlado por el ratón, Morote Best (1950: 39-41) determina cincuenta y cuatro motivos que se organizan en siete episodios. En el primer segmento, el cánido se ha salvado del diluvio universal y traba amistad con el ratón, quien se burla haciéndole creer que una montaña se va caer, pero, como se da cuenta de que ha sido engañado, promete comérselo. De esta manera, se desarrollan escenas en las que el ingenio del ratón impide que sea devorado por el raposo. En el segundo, el roedor le pide que deben cavar un hueco para salvarse de la lluvia de fuego; el zorro pide ser enterrado, pero se trata de un nuevo engaño. En el tercero, el cánido encuentra al ratón mientras construye una casa para pasar su cargo y es encerrado en ella, luego de lo cual el roedor prende fuego a la casa. En el cuarto, debido a que el ratón se come las flores de un huerto, el dueño coloca como trampa un muñeco de brea, al cual queda adherido el roedor. El perseguidor promete esta vez comérselo, mas el ratón le dice que el hortelano tiene una hija casamentera con la que quiere hacerlo casar y lo convence de ocupar su lugar, por lo que el zorro termina duramente castigado por el hombre.
En el quinto, sexto y séptimo segmento, las secuencias corresponden al ciclo del viaje al cielo, con la intervención del cóndor y los loros. Prometiendo portarse bien, el zorro es llevado por el cóndor a un banquete que se realizará en el cielo; no obstante, se porta mal y es abandonado por el cóndor. Para regresar a la tierra, prepara una soga, que es cortada por unos loros debido a que fueron insultados por el cánido. Al caer vertiginosamente, se encuentra con un gran número de piedras puntiagudas colocadas por el ratón y de cada pedazo del zorro muerto nacen los zorros en la tierra.
En la línea de los trabajos anteriores, Espino (2014: 113-114) plantea seis núcleos narrativos referidos al engaño y castigo al zorro a partir de una selección de cuentos, donde el cuy es el burlador. En el primer núcleo, el cuy se aprovecha de la chacra de un campesino y la destruye; en el segundo, el dueño coloca una trampa y el roedor es atrapado, pero le pide al cánido que ocupe su lugar. En el tercero, el perseguidor encuentra al cuy mientras sostenía una enorme piedra; sin embargo, es timado otra vez. En el cuarto, el cuy le hace creer al zorro que debe cavar un hoyo, porque va a llegar el fin del mundo. En el quinto, el perseguidor es engañado al creer que hay un queso en una laguna, entonces, bebe toda el agua y revienta. En el último, entre las historias, el cuy le ofrece un chicharrón al raposo, pero se trata de un panal de avispas.
Con una amplia difusión en las narraciones folclóricas de la literatura universal, varios de los motivos aparecen en los tipos cuentísticos del catálogo de cuentos de Hans-Jörg Uther (2011). Los episodios de «el muñeco de brea» corresponden al tipo ATU 175 («El bebé de alquitrán y el conejo»), «el fingimiento de la muerte del zorro» desarrolla elementos temáticos del tipo ATU 33 («El zorro se hace el muerto y es arrojado fuera del pozo y escapa»), las escenas de «el queso de la laguna» aparecen en el tipo ATU 34 («El lobo se sumerge en el agua en busca del queso reflejado»), y las aventuras que forman parte de «el viaje al cielo» figuran en el tipo ATU 225 («La cigüeña enseña al zorro a volar»).
A partir de una lectura de cuentos folclóricos y narraciones de la literatura andina, y tomando como referencia los episodios de los ciclos sobre el zorro según los estudios reseñados de Navarro del Águila, Morote Best y Espino, se puede proponer una secuencia de motivos referidos al engaño que sufre el cánido cuando se encuentra en situaciones de rivalidad con otros personajes, tal como se presenta en el Cuadro 1.
Cuadro 1. Índice de motivos que se desarrollan en el ciclo cuentístico del engaño al zorro.
1. Un conejo (o un roedor) devora las plantas de un huerto (chacra, jardín) y causa destrozos. |
2. El dueño (agricultor, hortelano, patrón, viejo, vieja) coloca una trampa para atrapar al conejo (o al roedor). |
3. La trampa consiste en un muñeco de brea (hombre de cera, de goma). |
4. El conejo (o el roedor) cae en la trampa y no puede salir. |
5. El conejo (o el roedor) le pide al zorro que ocupe su lugar y le hace creer que el dueño quiere que se case con su hija. |
6. El conejo (o el roedor) le dice al zorro que el dueño quiere que se alimente de sus gallinas (cerdo, carne), pero que él rechaza el ofrecimiento. |
7. El zorro cae en el engaño y reemplaza al conejo (o al roedor). |
8. El zorro es castigado por el dueño con un fierro caliente (a golpes, a latigazos). |
9. El zorro se libra del castigo. |
10. El conejo (o el roedor) le lanza espinas (moras, tunas, ají) al zorro para poder huir. |
11. El conejo (o el roedor) engaña al zorro diciéndole que hay un queso en una laguna (pozo). |
12. El zorro bebe toda el agua (y revienta). |
13. El conejo (o el roedor) engaña al zorro diciéndole que el dueño (el patrón) le ha ordenado cuidar una planta. |
14. El conejo (o el roedor) miente al zorro diciéndole que hay un incendio en su cueva. |
15. El conejo (o el roedor) le hace creer al zorro que hay una peña (roca, piedra, pared) que va a desplomarse. |
16. El conejo (o el roedor) cava un hoyo en la tierra para salvar su vida. |
17. El conejo (o el roedor) engaña al zorro diciéndole que va a caer una lluvia de fuego. |
18. El conejo (o el roedor) le hace creer al zorro que se va a producir el fin del mundo. |
19. El zorro también cava un hoyo (o pide introducirse primero en él). |
20. El conejo (o el roedor) cubre con tierra al zorro. |
21. El conejo (o el roedor) le dice al zorro que, en la cocina de la casa de unos viejos, hay una olla de mazamorra (de maíz, de molle). |
22. El zorro introduce su cabeza en la olla y no puede sacarla. |
23. La olla se estrella contra la cabeza del dueño (viejo, anciano) de la casa y este se despierta. |
24. El dueño (viejo, anciano) le da una golpiza al zorro. |
25. El conejo (o el roedor) va a construir un cerco de paja (casa, choza). |
26. El zorro quiere aprender a volar. |
27. El zorro cae hacia la tierra. |
28. El zorro quiere aprender a silbar. |
29. El zorro es distraído por el vuelo de una perdiz. |
30. El conejo (o el roedor) le hace creer al zorro que tiene un cargo (fiesta, banquete). |
31. El conejo (o el roedor) prende fuego a la casa (choza, cerco de paja) donde se encuentra el zorro y este termina chamuscado. |
32. El conejo (o el roedor) le arroja piedras (rocas) al zorro. |
33. El zorro muere trágicamente (atragantado, despanzurrado, enterrado, aplastado, ahogado o calcinado). |
34. El «cadáver» del conejo (o del roedor) echa ventosidades. |
Nuestro trabajo está conformado por una selección de quince cuentos que pertenecen a diferentes regiones del Perú y presentan la siguiente clasificación: los relatos I–XIII son cuentos folclóricos obtenidos de informantes o narradores orales que se encuentran incluidos en recopilaciones, mientras que las narraciones XIV–XV son recreaciones literarias de relatos folclóricos. Los cuentos, a la vez, siguen un ordenamiento de acuerdo con la región a la que pertenecen.
I.«El tío zorro y el conejo» (Cajamarca), contado por Jacinto Jave (Espino, 2014)
II.«El conejo y el tío zorro» (Lambayeque), narrado por Nemesia Iparraguirre Espino (1994)
III.«El conejo que robaba pepinos» (Lambayeque), contado por Pedro Manayay y José Chaucas (Espino, 2014)
IV.«El zorro y el conejito» (Áncash), recogido por Marcelo Azaña (Kapsoli, 1993)
V.«El zorro y el ratón» (Cerro de Pasco), narrado por Clotilde Alejandro (Salazar et al., 2020)
VI.«El zorro y el cuy» (Junín) (Jiménez Borja, 1940)
VII.«El zorro Pascual, el ratón Deguillito y los viejitos» (Cusco), narrado por Genoveva Núñez Herrera (Núñez Herrera, 2021)
VIII.«El zorro y el ratón» (Cusco), contado por Aparición Monje (Payne, 1984)
IX.«El ratón y el zorro» (Cusco), narrado por un monolingüe quechua (Bendezú, 2003)
X.«Del zorro y del cuy» (Puno), narrado por Rufino Chuquimamani (Espino, 2014)
XI.«De las tres veces que el cuy engañó al zorro» (Puno) (García Miranda, 2006)
XII.«El conejo, el zorro y el hombre de brea» (Alto Marañón), narrado por Anmón Samaniego (Jordana, 1974)
XIII.«El zorro y el conejo» (Chachapoyas), relatado por Eusebio Huamán (Taylor, 2003)
XIV.«El zorro y el ratoncito» (Áncash) (Yauri Montero, 1998)
XV.«El zorro y el conejo» (La Libertad), incluido en el capítulo XX de la novela El mundo es ancho y ajeno (Alegría, 2000)
En los cuentos seleccionados, el conejo desempeña la función del trickster12, al igual que los roedores que aparecen en su lugar. Los rivales del zorro reúnen características de los embaucadores propuestas por William Hynes (1993: 33-45), quien señala que los tricksters, entre otros rasgos, tienen una personalidad ambigua y anómala, son engañadores y tramposos, se transforman e invierten situaciones. Además, las víctimas del zorro emplean las artimañas o los recursos que utiliza el zorro cuando engaña (Uther, 2006: 147-149). Al ser timado por el conejo, se demuestra que el raposo como embaucador es «el engañador que es siempre engañado» (Radin, 1956: IX).
El cuento comienza con la referencia al intruso causante de los destrozos en una chacra: «Había un conejo que se iba a comer tomates y la dueña de la chacra le puso una trampa» (Espino, 2014: 272). Al pasar un zorro y, luego de interrogarlo, el conejo le dice al «tío» que «[m]e han amarrado porque no me quiero casar con la hija de la dueña» (Espino, 2014: 272); con ello, despierta el interés del cánido en casarse con la hija; este cae en el engaño y ocupa su lugar. Golpeado por la dueña de la chacra con un fierro caliente, el crédulo animal gritaba: «¡Sí me caso con su hija!» (Espino, 2014: 272). Buscando al lepórido para comérselo, el zorro lo encuentra al pie de una peña; sin embargo, muy ingeniosamente, el pequeño animal vuelve a burlarse de él: «–No me coma, tío zorro, venga manejemos esta peña que se cae» (Espino, 2014: 272). Al creer el raposo que se cernía un peligro, es nuevamente engañado con otra mentira del conejo, quien logra escapar y evita ser devorado por su perseguidor13.
Secuencia de motivos: 1 – 2 – 4 – 5 – 7 – 8 – 15
Luego de encontrar destrozos en su huerta, un hortelano coloca un «muñeco de brea»14 (tipo ATU 175) para atrapar al causante. La trampa permite que el conejo, a pesar de sus intentos para despegarse del muñeco, quede prendido de él. Prosiguen escenas del cuento anterior: el descubrimiento del conejo, el engaño al «tío» zorro con la treta de la no aceptación del casamiento del lepórido con la hija del dueño, la insolente pretensión del cánido y el castigo del hortelano al zorro con un fierro caliente. El relato añade nuevos motivos; así, proponiéndose el raposo comer al conejo, este se esconde haciendo un hueco bajo la tierra y, cuando el perseguidor estaba cerca, echó una ventosidad que lo confundió: «“Desde qué año estará ese animal podrido aquí en este hueco” y siguió su camino» (Espino, 1994: 80).
La burla al zorro continúa con otros episodios que amplían la trama. Al sospechar el conejo que el cánido se le acercaba para devorarlo, le ofrece comer unas tunas y este acepta; sin embargo, muy hábilmente, le lanza tunas con espinas y la boca del zorro resulta herida. La siguiente escena corresponde al sostenimiento de una piedra –una peña en el cuento I–, que le permite al lepórido escaparse una vez más. Resuelto a comérselo sin mayor dilación, el raposo lo encuentra a orillas de una laguna, donde se reflejaba la luna. Incitándolo a comer un queso –que era el reflejo de la luna– ubicado en medio de ella (tipo ATU 34), el diminuto animal lo convence de tomarse toda el agua, pero «[de] tanto tomar agua se reventó el zorro» (Espino, 1994: 81). El ingenio del conejo se destaca en el comentario final del cuento en la voz de la narradora: «Tremendo ha sido el conejo y no se sabe hasta cuándo» (1994: 82).
Secuencia de motivos: 1 – 2 – 3 – 4 – 5 – 7 – 8 – 16 – 34 – 10 – 15 – 11 – 33
El cuento presenta la osadía de un conejo al ingresar de noche a un huerto donde había pepinos. El dueño, cansado del daño que causaba el invasor, colocó «un hombre de cera» (que equivale al «muñeco de brea» del cuento II). El atrevimiento le resultó caro al intruso: «Al día siguiente, el dueño del huerto lo halló pegado y lo llevó a su casa amarrándolo con una soga» (Espino, 2014: 269). Continúan acciones del patrón del cuento: la aparición de un zorro, el convencimiento al cánido de casarse con la hija del dueño, el reemplazo del conejo por el raposo y el castigo a este con un fierro caliente, por lo que el zorro resulta burlado.
Luego, el cánido se encuentra con el conejo y le cuenta que se escapó al simular estar muerto: «me salvé porque sé pensar» (Espino, 2014: 270) (tiene elementos temáticos del tipo ATU 33), pero le exige resarcirse con él de alguna forma ante tal maltrato: «–Por estos dolores que me has causado, ¿cuánto me vas a pagar? Si no me pagas, te voy a comer» (Espino, 2014: 270). Siguen nuevos motivos; así, apelando a su ingenio, el timador se libra de la amenaza del cánido: le ofrece comer un cerdo. Para tal fin, el conejo «encontró una piedra hermosa que se utiliza para moler en un batán y que tenía forma de un chancho» (2014: 271). Cuando el zorro quiso agarrar a su supuesta presa, «la piedra le cayó en el pecho y lo hizo polvo» (Espino, 2014: 271) (tiene elementos narrativos del tipo ATU 74C*: «El conejo lanza un coco»). El desenlace enfatiza la muerte trágica del personaje, como en el cuento II. Sin dejar de reír ante la desgracia el cánido, el embaucador comenta irónicamente: «Este zorro zonzo dijo que sabía pensar» (Espino, 2014: 271).
Secuencia de motivos: 1 – 2 – 3 – 4 – 5 – 7 – 8 – 6 – 32 – 33
Las acciones siguen el esquema narrativo de los cuentos anteriores: la disminución de las verduras de un huerto, la colocación de una trampa, la caída del conejo en ella, el engaño al zorro relacionado con la no aceptación del conejo de casarse con la hija de la dueña del huerto, el reemplazo del lepórido por el cánido y la amenaza de la dueña al zorro de castigarlo con un fierro caliente. En el cuento, el raposo se disculpa y la dueña lo deja ir, por lo que el animal se libra del castigo, nuevo motivo que se añade a las acciones. Colérico por haber sido objeto de una mentira, el zorro encuentra al embaucador debajo de una zarza y jura comérselo, al igual que en las otras narraciones. No obstante, este le ofrece unas moras –en el cuento II, son tunas–, que el zorro comía con agrado; entonces, sin reparar en una nueva treta del conejo, este le pidió abrir más la boca y «en vez de mora echó una piedra, con la que el zorro se atoró y murió» (1993: 115) (tipo ATU 74C*). En este cuento, la muerte del animal se produce por atragantamiento, mientras que, en las narraciones anteriores, se produce por haber tomado demasiada agua (II) o porque una roca lo «pulveriza» (III).
Secuencia de motivos: 1 – 2 – 4 – 5 – 7 – 9 –10 – 33
En el cuento, el ratón, otro personaje fabulesco de la literatura andina, cumple el rol del conejo. El relato sigue episodios conocidos: la incursión de un ratón en el huerto de un campesino, la alimentación del roedor con las plantas del huerto, su captura mediante una trampa, el colgamiento del intruso en un árbol para ser devorado por un gato, la aparición del zorro, el convencimiento al cánido para casarse con la hija del campesino y el reemplazo del ratón por el raposo. Destaca la estrategia con la que el roedor lo engaña para aceptar casarse con la hija del campesino, pedido que el ratón ha rechazado: «Cómo me voy a casar si soy tan chiquito y ella es muy grande para mí» (Salazar Espinoza et al., 2020: 41). Además, el cánido tiene la oportunidad de poder saciar su hambre con copiosa comida: «El campesino ha prometido que a su futuro yerno le dará como dote una granja de más de mil llamas y carneros. (…) Vas a tener abundante carne para tu alimentación» (Salazar Espinoza et al., 2020: 41).
Descubierto el zorro amarrado en lugar del ratón, el campesino lo amenaza con pelarlo con agua hirviente para vender su piel; sin embargo, el cánido le ruega que se apiade de él. El hombre, a cambio de ello, le solicita dos carneros de una comunidad cercana y cumple con el pedido. De este modo, el raposo se libra del castigo, como sucede en el cuento IV. A pesar de estar muy enojado y de encontrarlo al ratón cerca de un río, el animal es nuevamente timado, ya que el roedor le hace creer que «hay un incendio en tu cueva y tus hijos se queman» (Salazar Espinoza et al., 2020: 42), nuevo motivo que se suma a la secuencia de acciones. Dicha situación –que no es cierta– lo obliga a tomar mayor cantidad de agua, pero hasta el extremo de morir, como sucede en el cuento II.
Secuencia de motivos: 1 – 4 – 5 – 7 – 9 – 14 – 33
El cuento destaca por presentar varias secuencias narrativas que conforman el ciclo del engaño al zorro en la tradición oral andina. Además del ratón, otro personaje que reemplaza al conejo es el cuy, como ocurre en este relato. El daño causado por el cuy al alfalfar de un campesino llamado Mariano Huallpa, la colocación de una trampa y la caída del roedor en ella son las acciones que inician el cuento. Con la idea de preparar shacta (plato típico con papas amarillas), el campesino deja amarrado al intruso a una estaca. Tratándose de «compadres», y con la intención de engañarlo, el roedor le comenta a un zorro que el dueño quiere que se case con una de sus tres hijas y que «me tiene amarrado hasta que aprenda a comer gallina» (Jiménez Borja, 1940: 17).
Continúan motivos conocidos y se añaden otros. Así, el cánido ocupa el lugar del ratón y es castigado con un zurriago por el campesino (en los cuentos I, II y III, el castigo se realiza con un fierro caliente). Para no seguir siendo maltratado, le cuenta la verdad al campesino «y al saberlo le bailaba la barriga de risa a Don Mano [Mariano]» (Jiménez Borja, 1940: 18). Prosigue la escena de la simulación del sostenimiento de una piedra por el cuy debido a que el mundo se acabaría, con lo que engaña otra vez al raposo. Este encuentra en una pampa a su embaucador, quien se puso a escarbar un hoyo, ya que caería una lluvia de fuego; asustado el zorro, le pide ser el primero en introducirse en él; el cuy, mientras lo sepultaba poco a poco, le repetía irónicamente: «mira cómo me sacrificio, mira cómo me sacrifico» (Jiménez Borja, 1940: 18). De este modo, el zorro vuelve a ser objeto de engaño y el roedor consigue escapar con vida.
Secuencia de motivos: 1 – 2 – 4 – 5 – 6 – 7 – 8 – 15 – 18 – 16 – 17 – 19 – 20
En este cuento, se perciben varias marcas de la oralidad que son propias del discurso de la narradora y se desarrollan nuevos motivos. Una pareja de ancianos solía preparar mazamorra de maíz y guardaba para el día siguiente lo que quedaba por consumir. Sin embargo, la mazamorra desaparecía y no se sabía quién era el causante de ello. En el hilo de la narración, aparecen en escena el zorro Pascual y el ratón Deguillito (Dieguillo) mientras realizan una apuesta, según la cual el primero devoraría al segundo si este no consiguiera que ambos comiesen la mazamorra. Ingresando sigilosamente a la choza de los viejos, el cánido encuentra el manjar y, hambriento, mete la cabeza en la olla: «El pequeño Ratoncito se matava de Risa al ver al zorro con la olla en la cabesa» (Núñez Herrera, 2021: 164)15, por lo que, al no poder retirarla, le solicita ayuda al roedor, pero este aprovecha para reírse aún más de la dificultad en que se encontraba el raposo.
Lleno de cólera, el zorro amenaza al ratón con devorarlo, pero la reiterada burla del roedor se mantiene. La explicación de la burla adquiere un tono reflexivo, pues el roedor le enrostra al cánido las faltas y perjuicios que causa a los campesinos: «Sufre zorro pascua por ser malo tu le has comido la gallinas ovejas de los viejitos a paga tu delito. Si quieres que yo te saque tu cabeza de la olla di que hey ganado mi mi castigo por aber robado lo ajeno pide perdon a los viejitos asi te llamaré amigo» (Núñez Herrera, 2021: 165)16. Sobresale el sentido crítico de la llamada de atención del ratón al raposo, donde se conjugan la risa y el humor con el cuestionamiento de la conducta del segundo por ocasionar perjuicios a los campesinos.
Para poder sacar la cabeza de la olla, el ratón le pide que la golpee con una piedra para que se rompa, pero se trataba de la cabeza del anciano. Al despertarse con el golpe, este le increpa a su mujer al creer que un hombre había venido a acompañarla y golpea duramente al supuesto rival; sin embargo, se descubre que es el cánido. Entonces, llegan a la conclusión «con sorpresa que era el sorro pascual con la cara de mazamorra el era que se comia nuestra mazamorra» (Núñez Herrera, 2021: 165). La muerte del raposo devuelve la armonía al hogar de los ancianos, mientras que el embaucador continúa feliz.
Secuencia de motivos: 21 – 22 – 23 – 24 – 33
La organización del cuento reúne un importante número de motivos del ciclo del engaño: el ingreso de un intruso en una huerta, el descubrimiento del ratón por uno de los hijos del dueño de la huerta, el colgamiento del roedor para ser castigado por el hortelano, el engaño del ratón al zorro al rechazar el casamiento con la hija del agricultor, el reemplazo del ratón por el cánido y el castigo a este por el agricultor a golpes. Continúa otra secuencia conocida: la excavación de un hueco en la tierra por el ratón, la supuesta caída de lluvia de fuego, el ingreso del roedor al hoyo para «protegerse», la excavación de otro hueco por el raposo y su ingreso a él para «salvarse». El cánido siente espinas que, supuestamente, serían señales del fuego, pero es burlado nuevamente, ya que, luego de salir del hoyo, descubre que no había tal lluvia y que «estaba tapado con espinas nomás» (Payne, 1984: 83). Luego, prosigue el engaño al animal en la escena del sostenimiento de una roca (una peña en el cuento I y una piedra en los cuentos II y VI).
La siguiente secuencia se conforma de motivos del cuento VII: el zorro, incitado por el roedor, come una mazamorra de molle preparada por una pareja de viejitos, pero su cabeza se queda dentro de la olla. Al estrellar su cabeza contra la del anciano, este se despierta y golpea a su esposa al pensar que había ingresado un ladrón, pero se da cuenta de que el intruso es el raposo, quien escapa del lugar. Prometiéndose no volver a ser engañado y devorarlo, el cánido encuentra una vez más al roedor; no obstante, es timado nuevamente, ya que este le hace creer que irán a una fiesta a la que concurrirán como músicos17; esta escena es un nuevo motivo que se añade a la trama. Sin embargo, camino a la fiesta, ambos debían cruzar un río, pero la corriente se llevó al zorro. De este hecho, se puede inferir que el cánido muere ahogado, hecho funesto que se suma a las otras formas trágicas con que acaba su vida.
Secuencia de motivos: 1 – 5 – 7 – 8 – 16 – 17 – 19 – 15 – 21 – 22 – 23 – 30 – 33
Dado que su registro se remonta a los primeros años del siglo XX, el relato es de mucho valor para el estudio del cuento folclórico y literario, pues ofrece una temprana información sobre los motivos que conforman las narraciones que tratan sobre el engaño al zorro. Los personajes del cuento son un rey, un hortelano, el ratón «Diego» y el «tío» zorro. La secuencia inicial sigue el patrón del cuento: la desaparición de las flores del jardín del rey, el descubrimiento de un ratón como el causante, la captura del roedor mediante «un muñeco de brea» como trampa (tipo ATU 175), el colgamiento del ratón de una viga, el reemplazo del roedor por un zorro, a quien el ratón le cuenta que estaba colgado por no aceptar casarse con la hija del rey, el descubrimiento del cánido en lugar del ratón y su castigo azotado por el rey.
Decidido el raposo a comerse al roedor y al hallarlo en una pampa, el ratón, muy astuto, le pide que desista, pues promete llevarlo «a un gran banquete». Sin embargo, «los perros salieron y desgarraron las carnes del tío» (Bendezú, 2003: 283). El engaño al zorro continúa con otros episodios: el sostenimiento de una pared por el ratón, el inminente desplome de la pared, la huida del roedor, el excavamiento de un hoyo por el ratón, la lluvia de fuego, la introducción del zorro en un hueco más grande que es cubierto con espinas por el ratón y las hincadas de las espinas al cánido que le hacían pensar que eran causadas por tal lluvia.
Hambriento al extremo, el zorro se encuentra con el timador, mas este le pide perdón y ofrece llevarlo a una casa cercana de unos viejos donde abunda la comida. Prosiguen episodios de los cuentos VII y VIII: el cánido come la mazamorra de los dueños, el ratón le hace pasar a la cocina, le muestra la olla con mazamorra, el raposo no puede retirar su cabeza del utensilio, el cánido golpea la olla con una piedra grande, que, en realidad, era «la cabeza blanca del viejo, sus pelos eran blancos como la fibra de una cabuya» (Bendezú, 2003: 285); luego, se produce el estrellamiento de la olla contra la cabeza del viejo, la que se rompe en varias partes, el anciano termina ensangrentado y sin poder ver. Entonces, el zorro aprovecha el momento para robarse una oveja y saciar su hambre.
Secuencia de motivos: 1 – 3 – 5 – 8 – 30 – 15 – 16 – 17 – 19 – 20 – 21 – 22 – 23
Al igual que los cuentos VI, VIII y IX, la narración registra diversos momentos de las aventuras del zorro como personaje burlado en la literatura oral andina. El destrozo de unos sembríos, la colocación de una trampa para capturar al infractor, el descubrimiento del intruso, que era «un cuy grande y gordo», y que es amarrado a una estaca por el dueño, son los episodios del inicio del cuento. De pronto, un zorro se percata de la suerte del roedor y este, con el fin de acrecentar más su curiosidad, le comenta que «enamoraba a la hija más gorda del dueño» y que el padre quería que se casara con ella, pero ya no le gusta; añade que «[t]ambién quiere que aprenda a comer carne de gallina que a mí me da asco» (Espino, 2014: 274). Con el trato de «compadres», el ingenuo personaje acepta reemplazar al cuy, pero, al ser descubierto por el dueño, es castigado a latigazos; prosigue la escena del sostenimiento de «una enorme roca» que «puede aplastarnos a todos» (Espino, 2014: 274). Con el pretexto de buscar una piedra para apuntalar la roca, el cuy escapa y el raposo es engañado otra vez.
Jurando no ser engañado nuevamente, el zorro encuentra al cuy en un corral abandonado; al no poder escapar, el pequeño roedor empezó a escarbar el suelo, porque «ya viene el Juicio Final, va a caer lluvia de fuego» (Espino, 2014: 275). Ante el temor de ser calcinado, el cánido prefiere ser enterrado en el hueco cavado por el roedor y protegerse allí. Con mucho ingenio, «[e]l cuy no solamente le echó tierra, sino, cada tanto, ortigas y espinas» (Espino, 2014: 276) para hacerle creer que las hincadas que sentía eran «las brasas de la lluvia de fuego». En las escenas finales, el cuy apeló al engaño una vez más: «Yo te estaba llevando un queso grande, pero se me ha caído en este pozo» (Espino, 2014: 276) (una laguna en el cuento II). Se trataba del reflejo de la luna y, mientras el zorro intentaba «sostener» el queso, cayó al pozo y murió (tipo ATU 34).
Secuencia de motivos: 1 – 2 – 4 – 5 – 6 – 8 – 15 – 17 – 16 – 19 – 20 – 10 – 11 – 33
La apertura del cuento sigue el patrón básico de las narraciones: las quejas de un campesino por el destrozo de su sembrío, la colocación de una trampa, el descubrimiento de un cuy como el causante y el engaño del roedor a un zorro hambriento haciéndole creer que se negaba a comer la carne ofrecida por el dueño de la chacra. Entonces, el cuy le insinúa: «Si de carne se trata tú nomás eres el indicado» (García Miranda, 2006: 261). En las siguientes escenas, se produce el reemplazo de la astuta criatura por el zorro y el castigo del raposo con un látigo por el dueño de la chacra.
Continúa la secuencia de la simulación del sostenimiento de una peña por el roedor, quien arguye que «el mundo se va a acabar» y agrega que «como yo no tengo mucha fuerza voy a buscar un palo grande para que nos sirva de soporte» (García Miranda, 2006: 261). Con esa treta, el cuy logra escapar del zorro. Víctima de otra mentira, el perseguidor, «herido en su orgullo», divisa al embaucador y se promete devorarlo. Con el engaño de que «un gran fuego arrasará todo el mundo» y de que es necesario cavar un hueco en la tierra para salvarse, el cuy convence al zorro, «el compadre tiwula», de que es mejor que él se esconda allí, porque «es más difícil que se pueda enterrar solo» (García Miranda, 2006: 262). Luego de ser cubierto con tierra por el roedor, el cánido terminaría su vida enterrado y el cuy seguiría viviendo «tranquilo sin tener más enemigos». En este cuento, el episodio del cánido cubierto con tierra se integra a la trama.
Secuencia de motivos: 1 – 2 – 4 – 6 – 8 – 15 – 17 – 16 – 19 – 20 – 33
Además de conservar motivos ya mencionados, «el hombre de brea» (tipo ATU 175) es un elemento narrativo de especial interés en la trama, ya que el cuento se focaliza, por un lado, en su fabricación mediante la preparación de las sustancias empleadas –plantas y resinas– y, por otro, en los sucesivos intentos del conejo de querer librarse de él. Los destrozos causados en unos sembríos de hortalizas, maíz, yuca y árboles frutales, la fabricación de «un hombrecillo de brea» como trampa por el dueño, su colocación a la entrada de la chacra, la caída del lepórido en la trampa, sus intentos por quedar libre y el descubrimiento del intruso son los episodios iniciales.
El cuento continúa con las escenas del engaño al zorro: la amenaza al conejo de ser castigado con un fierro caliente, la curiosidad de un zorro por lo sucedido con él, el engaño del lepórido al cánido con la treta del casamiento de la hija más linda del dueño de la chacra, en particular, porque «van a matar diez gallinas gordas para la fiesta, y mi problema es que yo no sé comer gallinas» (Jordana, 1974: 210). Convencido, el animal ocupa el lugar del conejo, quien, irónicamente, le desea buena suerte: «–Compadrito, que te vaya bien en la boda y que las gallinas no sean muy viejas» (Jordana, 1974: 210). El agricultor castiga al raposo, para lo cual le introduce un fierro caliente por el ano. Entonces, el burlado va en busca del conejo por haberlo engañado una vez más.
Secuencia de motivos: 1 – 2 – 3 – 4 – 5 – 6 – 7 – 8
La trama del cuento desarrolla escenas anteriores: el ingreso de un conejo a la hacienda de un patrón, los destrozos causados por el intruso, la fabricación de un «hombre de goma» (tipo ATU 34) para atrapar al lepórido y la aparición circunstancial de un zorro cuando este está próximo a ser castigado con un fierro caliente por el dueño. Luego, sigue el engaño del conejo al zorro con el falso casamiento de la hija del patrón, pedido que el pequeño animal ha rechazado, el reemplazo del intruso por el cánido y el descubrimiento de este por el dueño, quien «castigó al zorro golpeándole el trasero» (Taylor, 2003: 36).
Prosiguen nuevos motivos que se suman a la trama: el raposo, decidido esta vez a comerse al timador, lo halla en el campo mientras cuidaba que el ganado no comiera una planta semejante a una palmera a pedido del dueño. El conejo lo convence de no ser devorado y de que lo ayude, más bien, a cuidar la planta; el lepórido promete volver, pero «ya no volvió» (Taylor, 2003: 36). Continúa el engaño al zorro con la escena del sostenimiento de una peña, donde se produce la huida del conejo luego de pedirle al animal apoyo para sostener la mole.
En la última escena, se desarrollan otros motivos: el cánido «encontró al conejo que estaba durmiendo en medio del pasto» (Taylor, 2003: 37) con vivas ganas de devorarlo, pero lo persuade de que no lo haga para permitirle traer paja y poder construir un cerco en la pampa con el engaño de que los dos irán a una fiesta y se divertirán. El raposo, emocionado por divertirse, cayó en la treta y «se puso a bailar con gran alegría» (Taylor, 2003: 38); el embaucador aprovechó para encender la paja y el fuego que se extendió «[q] uemó por completo al zorro» (Taylor, 2003: 38). Al librarse para siempre de su amenaza, «desde esa época, el conejo llega por todas partes» (Taylor, 2003: 38). Además de incluir nuevos motivos, el cuento refiere un material diferente del que está hecha la trampa respecto de «el muñeco de brea» (cuentos II y IX) y de «el hombre de cera» (cuento III). Por otro lado, en el desenlace, el zorro muere calcinado, a diferencia de otras narraciones en las que termina aplastado, pulverizado, reventado, enterrado o ahogado.
Secuencia de motivos: 1 – 3 – 4 – 5 – 7 – 8 – 13 – 15 – 25 – 30 – 31 – 33
El cuento es breve y narra la persecución de un gato a un ratoncito. La secuencia narrativa mantiene algunos de los motivos señalados. Mientras el roedor cava un hoyo para esconderse, aparece un zorro y lo amenaza con devorarlo; el ratoncito apela al ingenio para poder librarse de las ansias del animal y empieza a gritar «–¡Ya viene! ¡Ya viene!» (Yauri Montero, 1998: 3) para distraerlo de su propósito. La treta tiene por objetivo hacerle creer al cánido que se acerca el fin del mundo y que todos deben salvarse, por lo que el zorro «de inmediato se puso a escarbar para ocultarse» (Yauri Montero, 1998: 4).
La habilidad del roedor se vuelve a manifestar cuando anuncia que caerá lluvia de fuego, por lo que el raposo no demora en esconderse. De manera ingeniosa, el ratoncito tapa el ingreso del hoyo con espinas, ya que quedaba al descubierto; al querer salir de él, el cánido siente la hincada de las espinas y cree que ello se debía a la lluvia de fuego. No obstante, al saltar fuera del hoyo, se da cuenta de que «había sido burlado una vez más por el débil pero inteligente ratoncito» (Yauri Montero, 1998: 4).
Secuencia de motivos: 16 – 18 – 19 – 17
El cuento de Ciro Alegría reúne el mayor número de motivos relacionados con las aventuras del zorro como «burlador burlado» e incluye nuevas escenas que se suman a las ya identificadas. Siguiendo la secuencia inicial de los relatos, un conejo causaba estragos en la huerta de una vieja, quien, con el fin de capturarlo, coloca una trampa y el lepórido es atrapado. A continuación, se produce el engaño al zorro al incitarlo el conejo a casarse con la hija de la dueña, para lo cual arguye que ella es buenamoza, además de que la vieja tiene abundantes gallinas; como resultado, el cánido reemplaza al conejo en la trampa. Entonces, con un fierro caliente, la vieja «comenzó a chamuscarlo… Y le quemaba el hocico, el lomo, la cola, las patas, la panza» (Alegría, 2000: 584)19.
Prosigue un motivo conocido: al encontrar al conejo mientras tomaba agua a orillas de un pozo, el zorro decide devorarlo, pero, de manera astuta, el conejo le pide ayuda para sacar un queso que estaba al fondo del pozo –el reflejo de la luna–, de tal modo que, luego de tomar harta agua, el cánido no pudo caminar y el embaucador volvió a escapar (tipo ATU 34). En el siguiente episodio, además del conejo, intervienen el cóndor, el zorzal y la perdiz, quienes también se burlan del raposo. En esta secuencia narrativa, se desarrollan nuevos motivos. Al ver el vuelo del cóndor20, el cánido quiere aprender a volar; gracias a la inteligente colaboración entre el conejo y su «compadre» cóndor, la majestuosa ave dispone los preparativos: «“Traigan dos lapas”. Llevaron dos lapas o sean dos grandes calabazas partidas y el cóndor y el conejo las cosieron en los lomos del zorro» (Alegría, 2000: 585). Llevado en la espalda del ave, el zorro sigue sus indicaciones y se lanza desde los aires, pero cae velozmente sin poder volar por el peso y se estrella contra un árbol (tiene elementos narrativos del tipo ATU 225). El cánido también quiere aprender a silbar21. En esta escena, interviene el zorzal, quien le instruye previamente: «Tienes que ir donde el zapatero para que te cosa la boca y te deje solo un agujerito. Llévale algo en pago del trabajo. Después te enseñaré» (Alegría, 2000: 585). Luego de ofrecerle crías de una perdiz como pago, el raposo recibe lecciones del zorzal y aprende a silbar; no obstante, se olvida de que debía devorar al conejo, hasta que la perdiz, en venganza por haberse llevado a sus crías, vuela rozando sus orejas y el cánido abre su boca, como consecuencia de lo cual se descose la costura.
Luego, se desarrolla el engaño al zorro en la escena de la simulación del sostenimiento de una peña, que le permite al conejo escapar nuevamente de la amenaza del perseguidor. Jurando nunca más ser timado por el conejo, el animal va a buscarlo a su propia casa, que «[e]ra una choza de achupallas» (Alegría, 2000: 586), donde estaba moliendo ají que serviría para agasajar a una banda de pallas, danzantes y músicos. Con astucia, el conejo le formula un pedido: «Si tú me matas, se pondrán tristes y ya no querrán bailar ni cantar. Ayúdame más bien a moler el ají» (Alegría, 2000: 586). Entonces, el lepórido prende fuego a la choza y el zorro cree que los ruidos del incendio son producidos por las pallas, los danzantes y los cohetes. Al lanzarle ají a los ojos del cánido, este queda enceguecido y permanece «muchos días con el cuerpo y los ojos ardientes por las quemaduras y el ají» (Alegría, 2000: 587) (el episodio tiene elementos temáticos del tipo ATU 73: «Cegando al guardián»). Así, el conejo volvió a librarse de él.
Finalmente, al hallar el zorro al conejo tendido, y sospechando que dormía, se produce una escena humorística: «En eso, el conejo soltó un cuezco. El zorro olió y muy decepcionado, dijo: “¡Huele mal! ¡Cuántos días hará que ha muerto!” Y se marchó» (Alegría, 2000: 587). De este modo, el conejo vuelve a engañar a su perseguidor como sucede a lo largo del cuento; sin alcanzar su objetivo, la persecución realizada por el cánido no deja de ser infructuosa: «El zorro lo distinguía por allí comiendo su yerba. Entonces se decía: “Es otro”. Y seguía su camino…» (Alegría, 2000: 587).
Al recrear secuencias narrativas del ciclo de zorro, el cuento de Alegría denota una «estirpe folklórica» (Larrú, 2009)22. Además de conservar conocidas escenas de las aventuras del cánido, la narración incluye la imitación del raposo de determinadas facultades o cualidades de aves del universo andino, que conforma otra línea temática del cuento oral. La intervención de la perdiz alude a la distracción del raposo en una escena de Dioses y hombres de Huarochirí, referida anteriormente, y en otras narraciones folclóricas. De este modo, el cuento articula motivos de varias tradiciones narrativas de la literatura andina que tienen como protagonista al zorro23.
Secuencia de motivos: 1 – 2 – 4 – 5 – 6 – 7 – 8 – 11 – 12 – 26 – 27 – 28 – 29 – 15 – 30 – 31 – 10 – 34
El Cuadro 2 resume los motivos del engaño que organizan el contenido de los cuentos seleccionados.
Cuadro 2. Motivos desarrollados en los cuentos estudiados.
Motivos |
Cuentos |
||||||||||||||
I |
II |
III |
IV |
V |
VI |
VII |
VIII |
IX |
X |
XI |
XII |
XIII |
XIV |
XV |
|
1 |
X |
X |
X |
X |
X |
X |
- |
X |
X |
X |
X |
X |
X |
- |
X |
2 |
X |
X |
X |
X |
- |
X |
- |
- |
- |
X |
X |
X |
- |
- |
X |
3 |
- |
X |
X |
- |
- |
- |
- |
- |
X |
- |
- |
X |
X |
- |
- |
4 |
X |
X |
X |
X |
X |
X |
- |
- |
- |
X |
X |
X |
X |
- |
X |
5 |
X |
X |
X |
X |
X |
X |
- |
X |
X |
X |
- |
X |
X |
- |
X |
6 |
- |
- |
X |
- |
- |
X |
- |
- |
- |
X |
X |
X |
- |
- |
X |
7 |
X |
X |
X |
X |
X |
X |
- |
X |
- |
- |
- |
X |
X |
- |
X |
8 |
X |
X |
X |
- |
- |
X |
- |
X |
X |
X |
X |
X |
X |
- |
X |
9 |
- |
- |
- |
X |
X |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
10 |
- |
X |
- |
X |
- |
- |
- |
- |
- |
X |
- |
- |
- |
- |
X |
11 |
- |
X |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
X |
- |
- |
- |
- |
X |
12 |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
X |
13 |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
X |
- |
- |
14 |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
15 |
X |
X |
- |
- |
- |
- |
- |
X |
X |
X |
X |
- |
X |
- |
X |
16 |
- |
X |
- |
- |
- |
X |
- |
X |
X |
X |
X |
- |
- |
X |
- |
17 |
- |
- |
- |
- |
- |
X |
- |
X |
X |
X |
X |
- |
- |
X |
- |
18 |
- |
- |
- |
- |
- |
X |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
X |
- |
19 |
- |
- |
- |
- |
- |
X |
- |
X |
X |
X |
X |
- |
- |
X |
- |
20 |
- |
- |
- |
- |
- |
X |
- |
- |
X |
X |
X |
- |
- |
- |
- |
21 |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
X |
X |
X |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
22 |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
X |
X |
X |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
23 |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
X |
X |
X |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
24 |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
X |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
25 |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
X |
- |
- |
26 |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
X |
27 |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
X |
28 |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
X |
29 |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
X |
30 |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
X |
X |
- |
- |
- |
X |
- |
X |
31 |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
X |
- |
X |
32 |
- |
- |
X |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
33 |
- |
X |
X |
X |
X |
- |
X |
X |
- |
X |
X |
- |
X |
- |
- |
34 |
- |
X |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
- |
X |
En el corpus estudiado, se aprecia la centralidad del zorro como «burlador burlado», en la tradición oral andina y en la literatura escrita, lo que se narra a partir de conocidos motivos (Navarro del Águila, 1946; Morote Best, 1988; Espino, 2014), varios de los cuales forman parte de tipos cuentísticos de la literatura universal (Uther, 2011). De acuerdo con los cuentos seleccionados, los principales motivos del engaño al cánido se documentan en narraciones obtenidas de informantes, versiones y recreaciones literarias de las primeras décadas del siglo XX (IX, X, XV). El corpus demuestra su amplia difusión en diferentes regiones del Perú, tanto del área andina: sierra norteña (I, II), sierra central (V, VI), sierra sureña (VIII, X), como del nororiente (XII, XIII). En los cuentos, narrados desde la perspectiva del humor, el estatuto dominante del burlador le corresponde al conejo (I, II, III, IV, XII, XIIII y XV); en su lugar, también aparecen roedores, como el ratón (V, VIII, IX y XIV) y el cuy (VI, X y XI), quienes cumplen con dicha función. Además, participan de la burla al zorro aves del mundo andino, como el cóndor, el zorzal y la perdiz (XV), por lo que no hay personaje que no lo engañe (Morote Best, 1988). Los protagonistas de estas historias pertenecen al universo fabulesco de la literatura andina y a una rica tradición narrativa que se proyecta en el cuento escrito.
En los cuentos, el zorro es crédulo e inocente, ha perdido toda su habilidad y astucia, y sus promesas de devorar a sus víctimas no llegan a prosperar debido al reiterado engaño del que es objeto (Navarro del Águila, 1946; Morote Best, 1988; Espino, 2014), por lo que es un «engañador engañado» (Radin, 1956). Frente al asedio del raposo, el conejo recurre a trucos y mentiras para huir y evitar ser devorado por él. Estas habilidades configuran al diminuto personaje como trickster (Rodríguez García, 2023; Hynes, 1993) y demuestran el ingenio de los seres débiles (Morgante, 2001). La familiaridad del vínculo entre los personajes revela una estrecha cercanía (Navarro del Águila, 1946), lo que se observa en la expresión «tío zorro» (I, II) y en el tratamiento bajo la forma de «compadres» y «compadrito» (X, XII). En las narraciones, el poder persuasivo de las palabras del conejo (o de los roedores) alcanza su objetivo, ya que, con una sola insinuación (XII), o mediante sutiles estrategias de convencimiento que apelan a la mentira referida al matrimonio con una muchacha casamentera o a la abundancia de comida para su alimentación (I, V, IX), concita la atención del zorro.
Las escenas que conforman las narraciones no solo son divertidas, sino que, además, las propias palabras de los personajes encierran dosis de humor (XII). A ello se suman los comentarios irónicos que realizan el burlador y el narrador, que enfatizan la burla y degradan aún más la suerte de la víctima (III, VI). En un plano mayor, se sitúa el discurso crítico que cuestiona la conducta del zorro como causante de daños y cuya voz acusatoria representa a la comunidad (VII). En los cuentos, el burlador no solamente logra huir del zorro, sino que, por momentos, apela a una extrema crueldad cuyo desenlace es la violenta muerte del cánido (II, III, IV, V, VII, VIII, X, XI, XIII). En tal sentido, además del engaño y del castigo, la muerte del raposo subraya su condición como personaje trágico (Espino, 2014).
Dependiendo de la extensión y estructura de las narraciones, la apertura contextualiza el lugar y el momento de las historias con la mención del factor desencadenante de la trama y la identificación de los personajes (I, II, XI). La linealidad de las acciones y la sencillez del esquema narrativo caracterizan la trama de los cuentos; según su grado de estructuración, los cuentos pueden tener un número limitado de motivos (I, VII, XIV) o conformarse de secuencias narrativas de mayor extensión por el número de motivos que desarrollan (VI, IX) o por integrar diferentes tradiciones narrativas de la literatura andina (XV). Esta modalidad consistente en ensamblar diferentes tipos cuentísticos ilustra la naturaleza del relato centrado en la figura del trickster (Konaydi y Pedrosa, 2018). En el corpus estudiado, debido a la propia dinámica del cuento oral y a la elipsis narrativa, los motivos pueden hallarse implícitos y deben deducirse de las acciones del cuento (VIII, IX). Por otro lado, en las narraciones, se desarrollan escenas muy conocidas en el cuento universal y que forman parte de los tipos ATU 33, ATU 34, ATU 73, ATU 74C*, ATU 175 y ATU 225 (Uther, 2011), adaptados a las características culturales del mundo andino.
En los cuentos estudiados, las secuencias narrativas enfatizan la dimensión cómica del zorro (Gómez García, 2016) debido a su condición de «tramposo engañado» (Kessel, 1993). El desarrollo argumental pone de relieve el destino funesto del personaje, cuya prefiguración se halla en las narraciones fundacionales del mundo andino y se relaciona con el tiempo del mito y la memoria (Ávila, 2007). Los cuentos tienen como clave de lectura la lección moral, porque, en ellos, se simboliza la justicia que revindica al débil frente al poderoso, de tal modo que quien antes era la víctima es ahora quien triunfa (Taylor, 1987). Así, la suerte del zorro como «burlador burlado» codifica un significado mediante el cual se castiga la transgresión y el perjuicio a la comunidad (VII). De este modo, las narraciones proyectan un simbolismo asociado con un sentido correctivo que vela por el cumplimiento de las normas de acuerdo con el imaginario andino (Merino de Zela, 2007; Arguedas, 2012, VII; Ramos Mendoza, 1992).
En el corpus seleccionado, se evidencia un interesante proceso de transmisión y de reelaboración de los cuentos a través de versiones referidas a un mismo tema y que siguen un determinado patrón narrativo (V, XI, IX), pero que se actualizan en la voz de los cuentistas o en el testimonio de los informantes. Dicha particularidad se relaciona con la «plasticidad» del cuento oral (Merino de Zela, 2007; Ortiz Rescaniere, 2012). La oralidad se impregna en las narraciones en diferentes niveles: la proximidad del relato al discurso hablado, la brevedad de los episodios, la incorporación de nuevas secuencias, la presencia de marcas orales en el léxico, el empleo de determinados recursos expresivos y la sintaxis narrativa (VII, VIII, III, XIII). Por último, entre los relatos estudiados, el cuento literario puede ofrecer mayores posibilidades de organización interna por las secuencias narrativas que contiene (XV). Al coexistir en una misma contemporaneidad el cuento oral (VI, IX) y el cuento escrito (XV), se establecen permanentes interinfluencias entre ambas formas narrativas (Contreras et al., 2002); además, una evidencia de la estrecha relación entre la oralidad y la literatura es que la raíz folclórica del cuento literario se mantiene latente (Larrú, 2009).
Entre los personajes fabulescos de la literatura andina, aparece el zorro, quien se caracteriza por su astucia y habilidad para engañar a sus víctimas y devorarlas. Las narraciones orales y los cuentos literarios que recrean los ciclos narrativos sobre el raposo ofrecen una imagen del personaje como burlador, que es predominante, ya que, rivalizando con otros animales, suele alcanzar sus propósitos y salir airoso en sus aventuras. No obstante, en el cuento folclórico, dicha imagen se invierte y el zorro se convierte en «burlador burlado». Esta condición se desarrolla de manera divertida y con un sentido de humor mediante una serie de episodios que se articulan a partir de los motivos del engaño, por lo que la burla al cánido se produce de manera reiterada. De este modo, el zorro suele aparecer como un personaje desprovisto de su peculiar ingenio para engañar y es, más bien, víctima del engaño por personajes débiles, quienes demuestran la inteligencia y la astucia que distinguen al cánido.
Los cuentos en los que figura el zorro como «burlador burlado» son, por lo general, breves, pero pueden ampliarse según el número de episodios y motivos que los conforman. El esquema narrativo que organiza los cuentos es la oposición, lo que establece una relación antagónica entre el cánido y sus rivales, como el conejo, el cuy y el ratón, quienes deben apelar a la astucia y a su capacidad de engaño para salvarse de ser devorados por el zorro y burlarse de él. El desenlace de las narraciones subraya el éxito del engaño, como resultado de lo cual el raposo termina burlado, malherido o muerto. Conocidos motivos se enlazan en la trama de las versiones estudiadas, lo que permite conocer y estudiar el proceso de transmisión y la especial dinámica del cuento folclórico y del cuento literario en la literatura andina. El ciclo cuentístico del engaño al zorro adquiere una particular simbolización, ya que el comportamiento de los personajes y el castigo al cánido alegorizan la necesidad de respetar las normas de la comunidad en el mundo andino.
ALEGRÍA, Ciro (2000 [1941]): El mundo es ancho y ajeno, introducción, notas, glosario y vocabulario de Carlos Villanes Cairo, Madrid, Ediciones de la Torre.
ARGUEDAS, José María (2012): Obra antropológica, IV y VII, Lima, Derrama Magisterial.
ARGUEDAS, José María e IZQUIERDO RÍOS, Francisco (1947): Mitos, cuentos y leyendas del Perú, Lima, Ministerio de Educación Pública del Perú.
ARGUEDAS, José María e IZQUIERDO RÍOS, Francisco (2012): Voces nuestras. Cuentos, mitos y leyendas del Perú. Relatos recopilados por docentes (1945-1950), Selección de la Comisión Centenario del natalicio de José María Arguedas, Lima, Ministerio de Educación y Casa de la Literatura peruana.
ÁVILA, Francisco de (2007 [1966]): Dioses y hombres de Huarochirí, José María Arguedas (trad.) y Estudio introductorio de Luis Millones y Hiroyasu Tomoeda, Lima, Universidad Antonio Ruiz de Montoya.
AYALA, José Luis (2008): Zorro, zorrito y otras narraciones cosmogónicas, Lima, San Marcos.
BARRANTES, Emilio (19402): Folklore de Huancayo, Huancayo, La Industria.
BENDEZÚ, Edmundo (2003): Literatura quechua, Lima, Editorial Universitaria de la Universidad Ricardo Palma.
CASA DE LA LITERATURA PERUANA (2020): El viaje al cielo, adaptación de Paulo César Peña, ilustraciones de Juan Osorio y Trudy Macha, Lima. En línea: [<https://www.casadelaliteratura.gob.pe/wpcontent/uploads/2020/11/elviajealcielo_virtual_doblepag.pdf>].
CHERTUDI, Susana (1982): El cuento folklórico, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina.
CONTRERAS, Constantino, BERNALES, Mario y DE LA BARRA, Luis (2002): «Al margen de las maravillas (Otros tópicos del cuento popular)», Disparidades. Revista de Antropología, 57, 2, pp. 139-166. https://doi.org/10.3989/rdtp.2002.v57.i2.177
DOMÍNGUEZ CONDEZO, Víctor (1999): 13 zorros vueltos a contar por el tío Venancio, Huánuco, Ediciones Kiilliksa.
ESPINO, Gonzalo (1994): Tras las huellas de la memoria. Tradición oral del norte peruano, Lima, Instituto Nacional de Cultura (INC) y Organización de Estados Iberoamericano para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI).
ESPINO, Gonzalo (2014): Atuqpacha. Memoria y tradición oral en los Andes, Lima, Universidad Nacional Federico Villarreal.
FLORIÁN, Mario (1988): La narrativa oral popular de Cajamarca y su ordenación por clases, Lima, Ediciones Jurídico-Sociales.
FOLEY GAMBETTA, Eloy (1954): «El zorro silbador», Folklore, 34, p. 1929.
GARCÍA MIRANDA, Juan José (2006): Literatura oral y popular del Perú, Quito, Instituto Iberoamericano del Patrimonio Nacional y Cultural.
GÓMEZ GARCÍA, Blanca Aranda (2016): «Travesía de zorros en la última novela de José María Arguedas, el manuscrito de Huarochirí y los cuentos orales de los Andes meridionales», Hispania, 99, 3, pp. 449-458. https://doi.org/10.1353/HPN.2016.0071
HYNES, William (1993): «Mapping the Characteristics of Mythic Tricksters: A Heuristic Guide», en Mythical Trickster Figures. Contours, Contexts, and Criticisms, W. Hynes y W. Doty (eds.), Tuscaloosa, University of Alabama Press, pp. 33-45.
ITIER, César (1997): «El zorro del cielo: un mito sobre el origen de las plantas cultivadas y los intercambios con el mundo sobrenatural», Boletín del Instituto Francés de Estudios Andinos, 26, 3, pp. 307-346.
JIMÉNEZ BORJA, Arturo (1937): Cuentos peruanos, Lima, Lumen.
JIMÉNEZ BORJA, Arturo (1940): Cuentos y leyendas del Perú, Lima, Instituto Peruano del Libro.
JORDANA, José Luis (1974): Mitos y leyendas aguarunas, Lima, Retablo del Papel.
KAPSOLI, Wilfredo (1993): Cuentos y leyendas conchucanas, Lima, Centro de Información y Desarrollo Integral de Autogestión.
KESSEL, Juan van (1993): «El tramposo engañado: el zorro en la cosmovisión andina», Revista de Ciencias Sociales, 3, pp. 37-52. https://doi.org/10.61303/07172257.v3i3.20
KONAYDI, Abdelhak y PEDROSA, José Manuel (2018): «El cuento de Hamu el pícaro y la bruja en la tradición rifeña bereber de Laazzanen (Nador, Marruecos) (ATU 1563 + ATU 175 + ATU 327C)», Boletín de Literatura oral, 8, pp. 97-114. https://doi.org/10.17561/blo.v8.5.
LARRÚ, Manuel (2009): «Oralidad y representación. La otra voz en la narrativa de Ciro Alegría», Letras, 80, 115, pp. 47-62. https://doi.org/10.30920/letras.80.115.5
LIRA, Jorge (1990): Cuentos del Alto Urubamba, Cusco, Centro de Estudios Rurales Andinos Bartolomé de las Casas.
LÓPEZ, Luis Enrique y SAIRYTUPA A, Domingo, (comps.) (1985): Wiñay Pacha, Chucuito, Puno, Instituto de Estudios Aymara.
MERINO DE ZELA, Mildred (2007): «Hacia una teoría del folklore peruano», en E. González Carré, Folklore y tradiciones populares, Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú, pp. 43-74.
M ILLONES, Luis y MAYER, Renata (2012): La fauna sagrada de Huarochirí, Lima, Instituto de Estudios Peruanos.
MINISTERIO DE EDUCACIÓN (2012a): El zorro que devoró la nube, textos de Cucha del Águila Hidalgo e ilustraciones de Natalí Sejuro Aliaga, Lima, Quad/Graphics Perú SA.
MINISTERIO DE EDUCACIÓN (2012b): El muñeco de brea, textos de Cucha del Águila Hidalgo e ilustraciones de Natalí Sejuro Aliaga, Lima, Quad/Graphics Perú SA.
MINISTERIO DE EDUCACIÓN (2012c): La huallata y el zorro, textos de Cucha del Águila Hidalgo e ilustraciones de Leslie Umezaki, Lima, Quad/Graphics Perú SA.
MIRES, Alfredo (1985): El tío zorro y otros cuentos, Cajamarca, Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca.
MORGANTE, María Gabriela (2001): «La narrativa animalística y la mitología del trickster en la Puna jujeña: la figura del zorro», Anthropologica, 19, 19, pp. 121-146. En línea: [<http://sedici.unlp.edu.ar/handle/10915/115423>].
MOROTE BEST, Efraín (1950): «Pascual y Diego. Las conexiones de nuestros cuentos», Tradición, 1, 1, pp. 38-49.
MOROTE BEST, Efraín (1988): Aldeas sumergidas. Cultura popular y sociedad en los Andes, Cusco, Centro de Estudios Rurales Andinos Bartolomé de las Casas.
MOULIAN, Rodrigo, CANIGUAN, Jaqueline y ESPINO, Gonzalo (2021): «El viaje del zorro al cielo y su tío el tigre: texturas transculturales amerindias en dos repertorios de relatos mapuches del zorro», CUHSO, 31, 1, pp. 466-495. https://doi.org/10.7770/cuhso.v31i1.2145
NAVARRO DEL ÁGUILA, Víctor (1946): «Cuentos populares del Perú. El zorro y el ratón (y sus variantes)», Revista de la Sección Arqueológica de la Universidad Nacional del Cuzco, 2, pp. 118-145.
NÚÑEZ HERRERA, Genoveva (2021): Arte y tradición oral quechua de Ollantaytambo, recopilación, transcripción, estudio introductorio y notas de Rosaura Andazabal Cayllahua. Lima, Fondo Editorial del Congreso del Perú.
ORTIZ RESCANIERE, Alejandro [ed.] (2012): Mitologías amerindias, Madrid, Trotta.
PACHE, Matthias (2012): «The Fox in the Andes. An Alternative Interpretation of the Trickster», Anthropos, 107, 2, pp. 481-496. https://doi.org/10.5771/0257-9774-2012-2-481
PAYNE, Johnny (1984): Cuentos cusqueños, Cusco, Centro de Estudios Rurales Andinos Bartolomé de las Casas.
PIQUERAS FRAILE, María del Rosario (1999): «Un fabulista sureño: Joel Chandler Harris y Uncle Remus, su gran creación», REDEN: Revista española de estudios norteamericanos, 17-18, pp. 51-67.
PORTOCARRERO, Gonzalo [ed.] (2018): Ecos de Huarochirí. Tras la huella de lo indígena en el Perú, Lima, Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú.
RADIN, Paul (1956): The Trickster. A Study in American Indian Mythology, London, Routledge & Kegan Paul Ltd.
RAMOS MENDOZA, Crescencio (1992): Relatos quechuas, Lima, Horizonte.
RAMÍREZ TENORIO, Casimiro (2004): El compadre zorro, Lima, Bracamoros.
ROBLES ALARCÓN, Manuel (1974): Fantásticas aventuras de Atoj y el Diguillo, Lima, Ediciones del autor.
RODRÍGUEZ GARCÍA, Miguel (2023): «Lepóridos tramposos. De la fábula oriental, los tratados de caza y la historia natural a Tío Conejo», 1616: Anuario de Literatura Comparada, 13, pp. 255-279. https://doi.org/10.14201/1616202313255279
RODRÍGUEZ VALLE, Nieves (2013): «El coyote. Protagonista ambivalente en el imaginario mexicano», Revista de El Colegio de San Luis, 3, 6, pp. 146-163. https://doi.org/10.21696/rcsl062013563
SALAZAR ESPINOZA, David, VALENTÍN MELGAREJO, Teófilo, LA MADRID VIVAR, Pablo y MUÑOZ ROMERO, Elsa (2020): Tradición oral de la provincia de Pasco, I, Lima, San Marcos.
SÁNCHEZ GARRAFA, Rodolfo (2008): «El zorro entre los mundos», Tupac Yawri. Revista andina de estudios tradicionales, 1, pp. 109-151.
TAYLOR, Gerald (1987): «Atuq. Relatos quechuas de Laraos, Lincha, Huangáscar y Madeá, provincia de Yauyos», Allpanchis, 29/30, 19, pp. 249-266.
TAYLOR, Gerald (2003): Relatos quechuas de La Jalca, Lima, Instituto Francés de Estudios Andinos.
TELLO, Julio C. (1923): «Folk Lore Andino», Inca, 1, 2, pp. 421-431.
TORO MONTALVO, César (1990): Mitos y leyendas del Perú, I-III, Lima, AFA Editores Importadores.
UHLE, Max, (comp.) (2003): El cóndor y el zorro, Edición y prólogo de Wilfredo Kapsoli. Lima, Embajada República Federal de Alemania y Centro de Investigación de la Universidad Ricardo Palma.
UTHER, Hans-Jörg (2006): «The Fox in the World Literature. Reflections on a “Fictional Animal”», Asian Folklore Studies, 65, 2, pp. 133-160. En línea: [<https://www.jstor.org/stable/30030396>].
UTHER, Hans-Jörg (2011): The Types of International Folktales. A Classification and Bibliography. Part I. Animal Tales, Tales of Magic, Religious Tales, and Realistc Tales, with an Introduction, Helsinki, Academia Scientiarum Fennica.
VIENRICH, Adolfo (1906): Tarmapap Pachahuarainin. Fábulas quechuas, Tarma, Tipografía La Aurora de Tarma.
YAURI MONTERO, Marco (1998): Aventuras del zorro, Lima, Bruño.
ZÁRATE, Fidel (1939): Los cuentos contumacinos del Tío Lino, Lima, Editorial Peruana.
Fecha de recepción: 18 de enero de 2024
Fecha de aceptación: 17 de marzo de 2025

_______________________________
1 Efraín Morote Best analiza la estructura del relato y sus versiones en el artículo «El tema del viaje al cielo. Estudio de un cuento popular» (1958), incluido en su libro Aldeas sumergidas. Cultura popular y sociedad en los Andes (1988). El surgimiento de las plantas en el mundo andino desde la perspectiva del mito es tratado por César Itier (1997) en el artículo «El zorro del cielo: un mito sobre el origen de las plantas cultivadas y los intercambios con el mundo sobrenatural». El papel que cumple el zorro como conector entre los mundos existentes en la cosmovisión andina es estudiado por Sánchez Garrafa (2008) en el artículo «El zorro entre mundos».
2 El texto ha merecido una serie de estudios desde diversos enfoques y puntos de vista, entre los cuales se pueden citar La fauna sagrada de Huarochirí de Luis Millones y Renata Mayer (2012) y Ecos de Huarochirí. Tras la huella de lo indígena en el Perú editado por Gonzalo Portocarrero (2018).
3 En la narrativa tradicional mexicana, el coyote experimenta un proceso semejante al que convierte al zorro en personaje engañado. Nieves Rodríguez Valle (2013: 149) describe este proceso: «el coyote pasa de ser un depredador victimario a víctima», por lo que, al producirse la inversión de roles, «queda ridiculizado una y otra vez, y así el poderoso puede ser siempre vencido y el débil triunfa con su astucia»; de este modo, el débil evitar ser comido y consigue «librarse del coyote asesinándolo, pasando por la crueldad y el sadismo».
4 El texto de Adolfo Vienrich, de gran importancia para el estudio de los géneros, personajes fabulescos, tópicos y recursos lingüísticos de la literatura quechua, incluye varios relatos sobre el zorro procedentes de la literatura oral de la sierra central del Perú: «El puma y el zorro», «El zorro y el sapo», «La huachua y la zorra», «El zorro, el cóndor y el cernícalo», «La huachua y el zorro», «La lora y la zorra», «El cóndor y el zorro» y «El puma y la zorra».
5 Max Uhle recogió narraciones quechuas durante su estadía en el departamento del Cusco en 1905, las que estuvieron inéditas y se publicaron en una edición bilingüe alemán-quechua recién el año de 1968. El libro, que recopila cuentos como «El cóndor y el zorro», «El ratón y el zorro» y «El comerciante y el zorro», se tradujo al castellano el año 2003 con un prólogo de Wilfredo Kapsoli. El texto es de especial interés para conocer los temas, los motivos, el estilo y el simbolismo de los cuentos que pertenecen a la tradición oral del sur andino del Perú.
6 Para un mayor estudio y conocimiento, se puede consultar el capítulo V de Atuqpacha. Memoria y tradición oral en los Andes (Espino, 2014), donde se realiza un balance de las principales recopilaciones y versiones literarias sobre el ciclo del zorro.
7 Entre los libros ilustrados editados por el Ministerio de Educación, podemos mencionar El zorro que devoró la nube (2012a), El muñeco de brea (2012b) y La huallata y el zorro (2012c), todos con textos de Cucha del Águila Hidalgo y con ilustraciones de Natalí Sejuro Aliaga para los dos primeros libros y de Leslie Umezaki para el tercero.
8 La Casa de la Literatura Peruana promueve el programa «Abuelos y abuelas cuentacuentos» y organiza murales temáticos referidos a motivos de la literatura oral mediante pinturas de artistas. Una de sus publicaciones es El viaje al cielo (2020), adaptación de Paulo César Peña a partir de una versión de Adolfo Vienrich, con ilustraciones de Juan Osorio y Trudy Macha. Uno de los libros artesanales publicados en los últimos años es El zorro y el cuy (2017), elaborado por el colectivo Manos que cuentan.
9 En el arte de la narración oral andina, podemos mencionar los siguientes ejemplos: el «errante narrador» Zúñiga, mencionado por Efraín Morote Best en su estudio «Pascual y Diego. Las conexiones de nuestros cuentos» (1950); la narradora quechua Carmen Taripha, a quien José María Arguedas recuerda por su gran habilidad para cantar huainos y contar cuentos (2012, IV); el arriero huancavelicano Eusebio Ramos, mencionado por Crescencio Ramos Mendoza en su libro Relatos quechuas (1992); y la narradora bilingüe quechua-castellano Genoveva Núñez Herrera, quien pertenece a una familia de narradores asentada en Ollantaytambo, en el Cusco, y cuyos relatos se encuentran reunidos en Arte y tradición oral quechua de Ollantaytambo (2021).
10 Si bien los españoles trajeron conejos al Perú durante la época de la conquista, cabe indicar que existió una especie de lagomorfos en los pueblos de América del Sur antes de que se produjera la presencia hispánica.
11 Los artículos «Pascual y Don Diego. Las conexiones de nuestros cuentos» y «El tema del viaje al cielo. Estudio de un cuento popular» de Morote Best se publican, respectivamente, en el n° 1 (1950) y en el n° 21 (1958) de la revista Tradición. El segundo estudio se encuentra reproducido en Aldeas sumergidas. Cultura popular y sociedad en los Andes (1988), de donde se realizan las citas. Una recopilación de los trabajos del autor publicados en dicha revista con el título de Efraín Morote Best. Compilación se halla en formato digital y disponible en la web: https://archive.org/details/chloetessier_ymail/page/n297/mode/2up.
12 Una presentación de los roles y funciones del trickster, que reseña aproximaciones de diferentes estudiosos, se encuentra en Matthias Pache (2012).
13 Al igual que el zorro, otra víctima del engaño del conejo es el puma. En el cuento «El puma y el conejo sabido» (Jordana, 1974), a pesar de poseer mayor fuerza y tamaño, el puma es objeto de burla del hábil personaje a través de varios episodios que forman parte del ciclo del engaño al zorro.
14 El motivo de «el muñeco de brea» se halla ampliamente difundido en el cuento folclórico universal. En la literatura oral y en el cuento literario del Perú, existen numerosas versiones basadas en él, como «El conejito y el negrito de brea», que se incluye en Los cuentos contumacinos del Tío Lino de Fidel Zárate (1939). Johnny Payne (1984) registra dos narraciones con el título «El muñeco de brea» en su recopilación Cuentos cusqueños; en ambas, quien cae en la trampa es un ratón; en el primer relato, el motivo tiene un desarrollo argumental independiente, mientras que, en el segundo, se integra a otros motivos, también pertenecientes al ciclo cuentístico sobre las aventuras del zorro.
15 Las citas conservan la ortografía original de la transcripción de la narración.
16 Además de la ortografía, las citas mantienen las discordancias, las formas verbales, la construcción gramatical y las repeticiones del texto. Dichos rasgos reproducen la oralidad del discurso de la narradora que cuenta la historia.
17 La invitación a la fiesta tiene ecos de los cuentos folclóricos en los que el zorro actúa como músico. Las habilidades artísticas del personaje se mencionan en las narraciones míticas y en el cuento tradicional. En un ya aludido episodio de Dioses y hombres de Huarochirí (2007), se presenta al zorro acompañado, además de la tinya, de una antara, instrumentos típicos de la música prehispánica, lo que revela su afición por el arte musical. En el ciclo de «el viaje al cielo», el cánido quiere divertirse y va con su guitarra en la espalda. En «El zorro y el león», incluido en Los cuentos contumacinos del Tío Lino de Fidel Zárate (1939: 62), luego de vencer a su rival, el zorro «del cuero del león, hace una flauta, y de la caña de sus huesos, una flauta», con las que canta una canción para celebrar su triunfo.
18 Tomamos las citas de la traducción del cuento realizada por Edmundo Bendezú y que se publica en su libro Literatura quechua (2003). Como ya se ha indicado, el cuento también se encuentra traducido al castellano en la compilación El cóndor y el zorro de Max Uhle (2003). Debido a las diferencias existentes entre las traducciones –en particular de estilo–, optamos por la de Bendezú.
19 Las citas corresponden a la edición de la novela de Ciro Alegría publicada por Ediciones de la Torre de Madrid el año 2000 con un estudio introductorio de Carlos Villanes Cairo. El cuento fue publicado en forma independiente por la Editorial Norma el año 2008.
20 El zorro y el cóndor son personajes del ciclo de «el viaje al cielo» donde se desarrollan las aventuras del cánido que concluyen con su muerte al estrellarse contra la tierra, y de conocidos cuentos donde ambos realizan apuestas con el triunfo del ave y la muerte del zorro debido al frío. En el episodio del cuento de Alegría, el atrevimiento del zorro de imitar el vuelo del cóndor experimenta también un resultado contrario que se suma a los reveses que tiene cada vez que se enfrenta a él.
21 La envidia del zorro se observa cuando quiere silbar como el zorzal. En la tradición oral andina, el motivo se desarrolla con la presencia de diferentes elementos narrativos. En el cuento «El zorro, el waychau y la perdiz» recogido por Mario Florián (1988: 55), la envidia impulsa al cánido a querer silbar, por lo que el waychau (huaychao) «le cosió la boca a su compadre (…) dejando en ella una pequeña abertura para que pueda silbar». Sin embargo, el raposo se aprovechaba del arte del ave y las muchachas, al escucharlo cantar, se enamoraban de él. Por pedido del waychau, una perdiz alzó vuelo y lanzó un grito que asustó al zorro, quien «abrió maquinalmente la boca y rompió todos los hilos», entonces «ya no pudo silbar» (Florián, 1988: 56). En «El zorro y el huaychao» de Arturo Jiménez Borja (1937: 21), el personaje, luego de escuchar el canto del ave, le solicita que le preste su pico, para lo cual le recomendó que «se cosiera el hocico a fin de que la flauta se adaptara mejor», pero, de tanto tocar sin descansar, se le descosió el hocico; por ello, «se quedaron los zorros con la boca enorme en castigo de su abuso de confianza» (Jiménez Borja, 1937: 22). En «El zorro silbador», recopilado por Enrique Foley Gambetta (1954: 1929), luego de las lecciones, el cánido aprende a silbar, pero, debido a que elevaba el tono «para hacerse escuchar por todos los animales de la campiña (…) se le reventaron las costuras» y las heridas le causaron la muerte.
22 Manuel Larrú (2009: 61) destaca la constante interinfluencia existente entre la literatura oral y la literatura escrita: «Así como Ciro Alegría usa la oralidad para escribir cuentos de estirpe “folklórica”, también en la narrativa oral hay relatos cuyo origen se puede rastrear en la escritura, en los libros, y que al paso del tiempo se han incorporado a la tradición de las comunidades».
23 Debido a la licencia y al arte creativo de los autores, la literatura escrita ofrece interesantes reelaboraciones de las aventuras del zorro. Un ejemplo es Fantásticas aventuras de Atoj y el Diguillo de Manuel Robles Alarcón (1974), que desarrolla de manera argumental la mayoría de los motivos que forman parte del ciclo del engaño al zorro, de «el viaje al cielo» y del enfrentamiento con otros personajes fabulescos del universo andino.