ARACELI CAMPOS MORENO
(Universidad Nacional Autónoma de México)
https://orcid.org/0000-0002-2051-2893
ABSTRACT: The cult of San Antonio de Padua has been very popular among Catholic believers, from the Middle Ages until now. In this article we analyze how some legends that are traditionally counted on the saint have influenced prayers, spells and songs, and what are the purposes of these texts. Also, how devotion has been adapted to the digital world, where many prayers dedicated to San Antonio can be found.
KEYWORDS: San Antonio de Padua, legends, prayers, spells, songs.
RESUMEN: El culto a san Antonio de Padua ha sido muy popular entre los creyentes católicos, desde la Edad Media hasta ahora. En este artículo analizamos cómo algunas leyendas que tradicionalmente se cuentan del santo han influido en oraciones, conjuros y canciones, y cuáles son los propósitos de estos textos. Asimismo, cómo la devoción se ha adaptado al mundo digital, donde se pueden encontrar muchas oraciones dedicadas a san Antonio.
PALABRAS CLAVE: San Antonio de Padua, leyendas, oraciones, conjuros, canciones.
San Antonio de Padua (1195-1231), «el santo de todo el mundo», es sin duda uno de los santos católicos más venerados desde la Edad Media hasta nuestros días. Alrededor suyo se han tejido múltiples creencias, no solo religiosas sino francamente heterodoxas. Su canonización fue una de las más rápidas en la historia de la Iglesia católica, pues se resolvió en tan solo once meses después de su muerte. Todo parece indicar que en vida no hizo ningún milagro, «a juzgar por las fuentes más antiguas: la Legenda prima o Assidua (c. l232) y la Vita secunda de Julián de Spira (l235-1240), ambas bastante sobrias» (Lacarra, 2022: 11); y, sin embargo, se le considera un santo muy milagroso.
En la promoción de san Antonio han jugado un papel importante las numerosas hagiografías que se le han dedicado. La primera se intitula Assidua, y fue escrita en 1232, en el contexto de su canonización2. Su autor, un franciscano del que se desconoce su nombre, asegura que la escribió a solicitud de sus hermanos y en obediencia al mandato de sus superiores; si bien no lo dice, seguramente la orden franciscana estaba deseosa de que el Vaticano reconociera las virtudes extraordinarias de un integrante de su congregación. Y, como suele suceder con este tipo de escritos religiosos, el fraile aclara que la historia del santo debía de servir como «espejo de vida» y motivar su devoción.
La Assidua fue secundada rápidamente por otras hagiografías. En el mismo siglo aparecieron cuatro: Vita Secunda de Giuliano da Spira; Benignitas de John Peckham; Raymundina y Rigalda, de Jean Rigaud. En el siglo XIV aparecieron el Liber miraculorum de Arnoldo de Serrano y la Leyenda Florentina, que incorporaron la vida del santo en sus páginas. Finalmente, la Vida y milagros de san Antonio de Bartolomeo Rinonico de Pisa (1401) y la Vida de san Antonio, de Siccco Polentone (c. l433), «acaban configurando, siglo y medio después de la muerte del Santo, un Corpus miracolístico que a partir de esas fechas se irá repitiendo, sin variaciones considerables» (Lacarra, 2022: 15). Estas obras, la mayoría escritas en latín, están dirigidas a un clero letrado que las utilizó en sus prédicas para adoctrinar a los feligreses. Era común que los predicadores utilizaran las hagiografías para nutrir sus sermones, seleccionando los pasajes que les eran pertinentes como método para avivar la fe de los devotos.
Estas y posteriores hagiografías debieron alimentarse de diversas fuentes manuscritas e impresas y de tradiciones populares; probablemente, orales, gestándose un circuito virtuoso entre lo oral y lo escrito, lo culto y lo popular. Ahora, con el internet, la vida de san Antonio tiene mayores posibilidades de difusión. Al igual que otros santos, su culto se ha adaptado al mundo digital en consonancia con las nuevas tecnologías y los cambios que estas han causado en la vida cotidiana de las personas. «La enorme capacidad de adaptación de la santidad queda demostrada, una vez más, en pleno siglo XXI» (Gala, 2011: 167), y el fraile portugués constituye un testimonio al respecto. Las publicaciones que la red digital ofrece no deben desestimarse; por el contrario: merecen ser estudiadas como parte del fenómeno religioso. Incluso, se pueden recuperar materiales olvidados o de difícil acceso, como canciones y romancillos que las personas mayores cantaban y que, de otra manera, quedarían en el olvido (169).
Volviendo el tema de las leyendas3, los numerosos prodigios que en las hagiografías se le adjudican al santo son fascinantes. He aquí algunos ejemplos: desenmascara a un demonio disfrazado; resucita a un niño ahogado en el mar; profetiza tempestades y el martirio que sufrirá un hombre; se traslada mágicamente de un lugar a otro; cura a un loco y a una niña tullida; salva a un novicio tentado por el demonio; convierte infieles y sus prédicas son tan conmovedoras que hasta los peces lo escuchan embelesados4. Los recursos ficcionales que se utilizan en este género narrativo muestran que el santo opera «de modo análogo a cómo opera el mago o cualquier especialista mágico-religioso no católico»; y, las peticiones y necesidades que supuestamente resuelve, en muy poco se diferencian de las que soluciona el mago, el chamán o los santones de otras culturas (Pedrosa, 2014: 254).
Las leyendas también pueden ser retomadas por la poesía. Tal es el caso del siguiente pliego suelto fechado en 1790 que incorpora, de la hagiografía de san Antonio, varios elementos. Se trata de un romance octosílabo que, con fines didácticos, ofrece al lector u oyente datos biográficos del fraile, enterándolo de quiénes fueron sus padres:
La nobleza de sus padres
es la más ilustre y clara,
siendo Martín de Ballones y
doña María Tavera.
También, el romance entrega a quien lee, referencias acerca de su inclinación al estudio desde temprana edad, de sus dotes de predicador y de haber tenido el nombre de Fernando antes que el de Antonio:
Fue devoción de sus padres
que en el sagrado bautismo
se le pusiesse Fernando,
que éste era su nombre mismo.
Quando a este niño le dieron
a luz de la confirmación,
se aplicó el nombre de Antonio,
a quien tenía devoción5.
Con mucho acierto el poeta sintetiza algunas leyendas que aparecen en las hagiografías. Una de ellas —que veremos más adelante, en los conjuros— hace referencia al don de la bilocación que tenía el fraile; pues, sin abandonar Padua, viajó a Lisboa para salvar a su padre, quien había sido falsamente acusado de haber asesinado a un hombre. Entonces, el santo pide ir a la sepultura de la víctima, quien, a instancias del fraile, resucita para expresar que el padre del santo no es el asesino6.
Al igual que en muchas oraciones populares, hacia el final del texto se ofrece una recompensa al devoto del santo:
todo aquello que perdiesse
por él será restaurado.
A continuación, para demostrar la efectividad de la oración, se narran algunos casos de fieles que han encontrado objetos perdidos, como el siguiente:
A un señor se le perdió
de su pecho una venera,
que importaba un mayorazgo,
y la halló a su cabecera.
Estos versos recuerdan la leyenda del caballero que pierde un anillo muy valioso; la historia será replicada en un conjuro que veremos más adelante.
Las leyendas de san Antonio son fascinantes, conmovedoras, aleccionadoras; y, una de ellas, ha inspirado a la feligresía a realizar actos benéficos. La historia en cuestión trata de un bebé que se ahoga en un barreño de agua. La desesperada madre invoca al santo ofreciéndole que, si le devuelve la vida, dará a los pobres la misma cantidad de pan que el peso de su hijo. El bebé recupera la vida; así, de esta historia, se origina la tradición pondus pueri: «el peso del niño», en la que los padres pedían al santo proteger a sus hijos de enfermedades y otros males a cambio de dar pan a los pobres. La repartición de panes se convirtió en una tradición en varios lugares y dio lugar al nacimiento de Caritas Antoniana, una organización franciscana que lleva comida y artículos de primera necesidad a los necesitados de todo el mundo7.
El culto a san Antonio de Padua ha derivado en un conjunto diverso de creencias que forman parte del imaginario colectivo de las personas; una de las más conocidas consiste en invocar al santo para hallar cosas perdidas mediante la recitación de un conjuro, al que a menudo se le da nombre de oración; probablemente, para enmascarar su carácter profano, o porque existe la tradición de usar el término oración para identificar a este tipo de textos8.
Las tres versiones que a continuación se reproducen fueron publicadas por Ignacio de Alcázar, en 19109. En el conjuro se incorpora la leyenda del mágico viaje que el taumaturgo portugués realiza a Lisboa para salvar a su padre, milagro del cual hemos hablado antes. Se añade a esta historia la pérdida de un breviario que san Antonio logra recuperar con ayuda celestial. La Virgen –otras veces Jesús– le da tres dones: recordar lo olvidado, hallar lo perdido y aparecer al ausente; y, en la segunda versión, convertir el aborrecimiento en cariño. El número tres, un número mágico por excelencia, aparece cuando se nombra al santo y se contabilizan los dones que recibe. Como suele suceder en la literatura oral y popular, existen errores ortográficos y de contenido; y, al parecer, el texto reproduce el habla de los andaluces. Muchos versos terminan con verbos conjugados en el mismo tiempo verbal (epífora), característica propia de los conjuros:
San Antonio de Padua,
que en Padua nacistes,
en Portugal te criastes,
en el púrpito donde Dios predicó predicastes.
Estando predicando el sermón,
te bino un ángel con la embajá,
que á tu padre lo iban á ajusticiá.
Por él fistes,
el breviario perdistes,
la Birgen se te presentó
tres dones te dió:
—Antonio, Antonio, Antonio,
buélvete atrás,
qu´el breviario tú lo hayarás.
Lo olvidao será recordao,
lo perdío hayao,
lo ausente presente.
Santo mío,
que aparezca lo perdío.
Antonio de Paubla,
que’en Paubla nacistes,
en Lisboa te criastes,
ar púrpito de Jesús te subiste a predicá.
Tres boses oíte’n el aire:
—Antonio, Antonio, Antonio,
a tu padre lo van a’jorcá.
D’esatinao que te pusistes,
er breviario se te perdió,
y el Hijo de la Binge se lo’ncontró.
Tres cosas t’imprometó:
que lo alejao sea asercao,
que lo perdido sea jayao
y lo aborresio sea querío.
Padre mío san Antonio,
por tu padre te lo pío,
por ese niño que tienes
en er costao metío.
Beato Antonio,
en Padua nacistes,
en Portugal te criastes,
donde Cristo predicó predicastes.
Predicando tubiste rebelación:
qu’a tu padre lo iban á’jorcá.
der púrpito te bajastes,
de la jorca lo quitastes,
en el camino perdiste’r breviario,
el Hijo de la Bigen María se lo jayó,
res boses de la Bigen María oístes:
—Beato Antonio, beato Antonio, beato Antonio,
buerbe atrás,
que tu santo breviario lo hayarás.
En él hayarás un santo Cristo’nclavao,
tres dones le pedirás:
ue lo perdío sea yayao,
l’orbidado recordao
y lo alejado acercao.
Estas tres cosas te pido,
otórgamelas santo mío
(Alcázar, 1910: 38, 39).
San Antonio también es invocado para recuperar animales y personas. Si bien no es el único santo que tiene la misión de hallar lo perdido, sí es el más conocido. Al parecer, los clérigos fomentaron esta creencia «como signos ingenuos pero legítimos y positivos de la piedad y de la devoción del pueblo» (Pedrosa, 2017: 17). Hoy en día. es muy fácil encontrar en la internet oraciones y conjuros con el mismo objetivo. A diferencia de épocas anteriores, la versificación es escasa; lo más común son textos en prosa muy poco creativos, tanto en contenido como en recursos narrativos. Ilustrativa al respecto es la siguiente oración en la que, curiosamente, se afirma que el santo es capaz de recuperar pérdidas, tanto materiales como espirituales. Antes de recitarla, se deben rezar tres oraciones canónicas. Incluir oraciones avaladas por la Iglesia es una característica muy común en las oraciones populares que no gozan del reconocimiento oficial.
San Antonio es famoso en el mundo como el santo que ayuda a encontrar las cosas perdidas. Desde los objetos de la vida cotidiana, a documentos importantes, hasta la misma fe. La siguiente oración está dedicada a invocar a san Antonio en la búsqueda de cuanto se ha perdido.
(Padrenuestro, Ave María, Gloria al Padre)
Oremos
San Antonio, glorioso siervo de Dios, famoso por tus méritos y potentes milagros, ayúdanos a encontrar las cosas perdidas: danos tu ayuda en la prueba e ilumina nuestra mente en la búsqueda de la voluntad de Dios. Ayúdanos a encontrar de nuevo la vida de la gracia que destruyó nuestro pecado y condúcenos a la posesión de la gloria que nos prometió el Salvador, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
La oración está publicada en una página creada por los franciscanos de Padua (santantoniodepadua.org). Es una página muy atractiva pues ofrece al creyente varias posibilidades: leer una hagiografía sintetizada de san Antonio; asimismo, mediante una cámara web, acceder a la basílica donde está sepultado el santo; solicitar una visita guiada para conocer el claustro del templo; conocer la ubicación de la tienda de objetos devocionales y de la herboristería, donde se pueden comprar productos naturales que los frailes cosechan. Existe también una sección que nos muestra la versatilidad del culto antoniano –versatilidad que ha contribuido a su pervivencia–, se intitula: Vuestras oraciones, y en ella los devotos envían una oración de su propia invención. Es decir, en esta página el ciberespacio se convierte en un lugar para orar y comunicarse con lo sobrenatural.
Pero las relaciones con san Antonio no siempre han sido tersas, como lo proponen los franciscanos de Padua. Los feligreses llegan a amenazarlo y maltratarlo para conseguir la aparición del objeto perdido10. Prueba de ello son los dos conjuros siguientes, manchego y extremeño, respectivamente, de épocas recientes:
Véase, a continuación, la siguiente versión del conjuro recogido no hace mucho tiempo, en 2019, en Jaén, España. Después de que la informante lo recitó, una amiga suya que estaba a su lado, confirmó la efectividad del texto, diciendo «Pero que a mí me hace efecto, ¡eh! Que yo, cuando se me pierde algo, lo hago y de momento»:
San Antonio beato,
los cojones te los ato,
si no me das lo que busco,
no te los desato.
Miguel Mestre, en su Vida y milagros del glorioso San Antonio de Padua, nos ofrece al respecto una información preciosa: el fraile señala que cuando a los devotos del santo «les parece que se tarda en hacer lo que le piden […] o ya le quitan como en prenda al Niño o ya aprisionan su sagrada imagen» (Mestre, 1688: 142). Es decir, maltratar al santo ya era una costumbre a finales del siglo XVII, pues en los últimos años de aquel siglo el hagiógrafo escribió su libro.
¿De dónde surgió la idea de que san Antonio descubre lo perdido? Las leyendas han servido de inspiración, pues en la mayoría de las hagiografías hay un capítulo dedicado a este tema. Según Mestre: «Querer referir los milagros que este género de hallazgos de cosas perdidas ha obra san Antonio sería querer llenar de ellos solo un volumen grande» (Mestre, 1688: 157). Una de ellas trata de un caballero que extravía un anillo familiar en una ría. Al día siguiente visita al guardián del convento franciscano quejándose de no haber hallado la joya, a pesar de habérselo pedido a san Antonio. El guardián le aconseja continuar rezando al santo y él mismo celebra una misa para incrementar la petición. El caballero compra unos peces para regalarlos a los frailes y, en el vientre de uno de ellos, aparece el anillo13. El curioso relato muestra la importancia que tienen las oraciones como vehículo de comunicación con el taumaturgo portugués, aun cuando las peticiones que se le hagan sean tan profanas e intranscendentes como recuperar un anillo.
El papel de «descubridor» que le ha otorgado la feligresía al santo debió de gestarse hace mucho tiempo. Prueba de ello es el conjuro que a continuación se reproduce. Francisca La Gila, una hechicera valenciana del siglo XVII, lo recitaba arrodillada (probablemente frente a una estampa del santo) y con unas velas amarillas14. En este caso la petición tiene la particularidad de recuperar no un objeto, sino al hombre que la conjurante desea. El santo hará insoportable su vida hasta que vuelva con la mujer que lo desea. Se trata de un conjuro amoroso, como muchos otros que recitaban las hechiceras españolas y de otras latitudes. Teniendo en cuenta sus recursos poéticos, lo he dividido en versos:
Padre mío santo Antón de Padua,
en Padua vos naciste
y en Lisboa assiento tuviste,
el breviario perdistes
y a buscarlos fuiste
y a la Virgen hallastes,
tres dones le demandastes:
que el perdido fuese hallado,
el hurtado fuesse por vos descubierto y hallado,
[y] que el don que yo le demandare, no me sea negado:
que no pueda Fullano en taula menjar,
ni reposar en casa de viuda,
soltera ni cassada,
ni ramera ni ramigera,
sino que vinga
y que ni[n]gu[na] lo detenga
(Blázquez, 1989: 270).
Es una tradición muy arraigada entre las mujeres pedirle al santo les conceda novio, marido e, incluso, amante. Esta petición, tan poco sagrada, parece tener una lógica simple: puesto que es un taumaturgo tan poderoso (y así lo confirman las leyendas), nada le es imposible15. En muchos lugares se le considera un buen casamentero, según puede apreciarse en esta canción portuguesa:
Eu pedi a Santo António
un rapazinho solteiro,
mas que nao fosse demónio
et que tivesse bom dinheiro
(Rodríguez, 1996: 88).
No es extraño que la mujer especifique las cualidades del marido que desea. Ilustrativa al respecto es la siguiente estrofa, tomada de la canción infantil Al pasar el arroyo, que se cantaba en Valdecaballeros, en municipio de Badajoz:
San Antonio bendito
dam’un marido
que no fume tabaco
ni beba bino,
ni bay’a la taberna
con suh amigoh
(Rodríguez, 1996: 89).
Las muchachas le solicitan novio:
San Antonio bendito
búscame un novio,
que venga derechito
pa el matrimonio
(Rodríguez, 1996: 89).
…O amante, asunto que nos recuerda el conjuro del siglo XVII recitado por la hechicera antes mencionada:
San Antonio portugués,
devoto de lo perdido,
mi amante se perdió anoche,
buscármelo, santo mío
(Rodríguez, 1996: 89).
Algunas veces, el santo responde de manera chusca a las solicitudes femeninas. En 2018, Puri Ruiz-Ruano Pérez de Rosas, de Córdoba, España, recitó:
¡San Antonio bendito!
tres cosas te pido:
salvación y dinero
y un buen marido.
—Ya te lo he dado
jugador de las cartas
y enamorado.
Entre los maltratos que recibe el santo uno muy conocido es colocar su imagen de cabeza hasta que cumpla la petición que se le hace. Con saludable humor critican esta costumbre memes que fácilmente se encuentran en la red (véanse Imágenes 1 y 2).
Imagen 1. San Antonio de cabeza.
Imagen 2. San Antonio.
La misoginia aflora en esta copla de la La bamba, una canción muy conocida en México:
¡Ay, San Antonio,
que se casen las viejas
con el demonio!
(Frenk, 1982: 190).
Muy simpática es la siguiente canción enumerativa en la que la petición de matrimonio se va ajustando a la edad de la mujer solicitante:
Las muchachas casaderas
que ya se dan al demonio
invocan a San Antonio
pidiendo las marrulleras:
¡Matrimonio, matrimonio!
A los 15 años:
¡Ay, santito milagroso!,
por tu hábito te suplico
que me des marido rico,
joven, gallardo y buen mozo.
No lo quiero pretencioso,
ni menos calaverón;
me ha de amar de corazón
solito y sin compañía,
siempre alegre noche y día,
he de ser su adoración.
A los 20 años:
¡San Antonio, santo mío!,
escucha mi petición:
dame esposo, te lo pido
con todo mi corazón.
Mírame con compasión,
¡oh, san Antonio admirable!
y dame mi marido amable
y de edad competente:
ni joven impertinente,
ni viejo chocho intratable.
A los 25 años:
¡Ay, san Antonio!, ¿qué haré
si tú me niegas tu ayuda?
Sin duda me quedaré
como marchita lechuga.
Ya mi juventud se fuga
y por lo mismo te pido
que me des un buen marido,
que me quiera y me mantenga,
que con nadie se entretenga
y me ame siempre rendido.
A los 30 años:
San Antonio, san Antonio,
¿por qué me has abandonado?
Mira que ya estoy pasando
la línea del matrimonio;
me está llevando el demonio
en burro flaco y roñoso;
yo lo que quiero es esposo
sin que me importe un comino
que parezca pergamino,
con tal que sea cariñoso.
(Frenk, 1982: 279).
En la web las oraciones para conseguir pareja se presentan en prosa; la mayoría son textos largos, sin ningún ingenio. Rara vez están divididas en segmentos, como si fueran versos. Tal es el caso de la Oración a San Antonio por los novios [sic], que publica Hozana, «una asociación animada por laicos católicos, desde una perspectiva ecuménica» y que consta de 884984 miembros:
Glorioso San Antonio,
que sois considerado protector de los novios,
ayúdame a encontrar el amor de mi vida!
Sé que, así como yo,
alguien me busca también.
Coloca en mi camino el amor de una persona
con la que pueda compartir mis días
con alegría, amor y serenidad.
Creo firmemente en tu fuerza y poder
y espero con fe la respuesta
a mi pedido. Amén.
Este tipo de literatura religiosa suele adaptarse a las necesidades de las personas y de las épocas. La Arquidiócesis de México tiene una revista digital llamada Desde la fe, donde una de las oraciones que ha publicado ruega a san Antonio mejorar las relaciones de pareja; y, en particular, reducir la violencia, un fenómeno del cual se habla hoy en día con más apertura que antes y que, sin lugar a duda, representa un grave problema social y personal:
Sé que entenderás las razones
por las cuales estoy pidiendo
fortalecer el amor de mi pareja,
porque nadie más que tú
sabes cuánto lo amo.
[…] que podamos controlar las malas palabras,
además, el carácter cuando sea necesario.
Asimismo, no nos dejemos llevar por la ira…
Con la dulce música de piano y la voz apacible de una mujer, en YouTube se promueve la Oración a san Antonio para amarrar con 7 nudos, que promete traer el amor de inmediato. No se trata de una plegaria sino de un conjuro, un hechizo para someter a la persona deseada, en la cual se le pide al santo fortaleza «para vencer el espíritu vivo, juicio, pensamiento y voluntad de…», [aquí se debe de dar el nombre de la víctima], y para «amansar, amarrar y conquistar a… [nuevamente se debe dar el nombre de la víctima]». Finalmente, se instruye al creyente para repetir esta supuesta oración (en realidad, un conjuro) y, cada día, encender una vela de color diferente: blanca, rosa y roja (Oración de la esperanza para amarrar con 7 nudos, s. p.).
Estas páginas son apenas una muestra de versatilidad del culto antoniano y de la literatura que se ha gestado en torno suyo. Leyendas, oraciones, conjuros y canciones populares han contribuido a difundir la vida de san Antonio y han servido para fines muy diversos, no siempre espirituales, y con frecuencia profanos, para pedir, por ejemplo, novio y recuperar objetos perdidos. Tales peticiones expresan necesidades básicas, sencillas y de la vida habitual y cotidiana.
Como antes se ha señalado, las publicaciones en la internet merecen ser analizadas por los estudiosos de las manifestaciones literarias populares y de áreas afines. Leyendas, canciones, oraciones y conjuros se divulgan en el mundo digital. El culto a san Antonio de Padua, un santo históricamente popular, ahora tiene mayores posibilidades de penetración. La literatura antoniana ha cambiado mucho en los últimos años. Ahora, en lugar de una oración en octosílabos, el creyente tiene la «posibilidad» de comunicarse con el santo de manera directa, espontánea y crear sus propias oraciones. Como bien lo señala Susana Gala, en el ciberespacio se puede recuperar información valiosa, incluyendo documentos y tradiciones casi olvidadas, como la canción «san Antonio y los pajaritos», que, siendo popular antaño, las generaciones actuales desconocen (Gala, 2011: 169). También hemos visto cómo, ciertas leyendas, han perdurado en el imaginario colectivo y han sido motivo de oraciones, conjuros y canciones.
En México falta por hacer un estudio amplio sobre el culto antoniano; antes y después de la era digital. Las antiguas tradiciones tienden a desaparecer; por ejemplo, la Oración de las trece velas a San Antonio de Padua, que era fácil de conseguir en tiendas de artículos religiosos, en mercados y en los puestecitos provisionales que tradicionalmente se colocan afuera de las iglesias, los domingos y días festivos.
La oración mencionada es un producto religioso interesante; se trata de un pequeño impreso de 5.5 cm de ancho por 8.5 cm de largo, compuesto de ocho páginas enmicadas. En la portada, aparece el santo cargando en brazos al niño Jesús, quien le acaricia la barbilla con una mano. Esta cándida imagen es muy popular en la iconografía paduania y muestra la cercanía del santo con el hijo de Dios (véase Imagen 3)16.
Imagen 3. Cuadernillo Oración de las trece velas a San Antonio de Padua.
El impreso da la apariencia de ser un cuadernillo, que resulta muy práctico, pues, por su tamaño, el devoto puede llevarlo entre sus pertenencias personales y, por estar protegido con las micas, puede consultarlo muchas veces sin el temor de maltratarlo.
En la portada se anuncia una oración, cuando, en realidad, el cuadernillo contiene tres. La primera es, propiamente, la Oración de las trece velas a san Antonio; escrita en prosa, el texto alaba al santo, señalando sus cualidades taumatúrgicas, como son: resucitar muertos, liberar a los presos, aquietar tempestades y hacer que «las cosas perdidas vuelven a encontrarse». El devoto pide el perdón de sus pecados; y, como suele suceder en este tipo de artículos utilitarios, hay un espacio reservado para que exprese una petición personal.
La siguiente parte del cuadernillo es una jaculatoria compuesta de tres versos:
San Antonio de Padua,
óyeme.
San Antonio de Padua,
escúchame.
San Antonio de Padua,
concédeme lo que te pido.
Y, a continuación —como en muchas oraciones populares de este tipo— se dan instrucciones para usar la oración: se debe de recitar durante trece días consecutivos y, cada día, encender «un cabito» (se entiende que el cabo de una vela). Este número, tradicionalmente considerado como un número mágico, se relaciona con la fiesta de san Antonio que se festeja el 13 de junio. Asimismo, se ha de decir un padrenuestro «por la persona que mandó imprimir esta oración». Se asegura que es muy eficaz; pues, antes de que se terminen los trece días de rezo, san Antonio habrá concedido lo que se desea.
El siguiente texto del cuadernillo es el «Responsorio de san Buenaventura a san Antonio»17. En realidad, no fue compuesto por san Buenaventura, sino por el franciscano Julián de Spira, entre 1235 y 1240. Durante más de seis siglos lo usó la orden franciscana, hasta que fue separado de la liturgia para convertirse una oración muy popular entre los devotos de san Antonio.
La versión del responsorio que se encuentra en el cuadernillo es la siguiente:
Si buscas milagros,
mira muerte y error desterrados,
miseria y demonios huidos,
leprosos y enfermos sanos.
El mar sosiega su ira,
redímense encarcelados,
miembros y bienes perdidos
recobran mozos y ancianos.
(El mar sosiega su ira, etcétera)
Gloria sea al padre, al Hijo.
Gloria al Espíritu Santo.
(El mar sosiega su ira, etcétera)
Ruega Cristo por nosotros,
Antonio glorioso y santo
para que dignos así de sus promesas seamos.
Amén.
La estrofa segunda corresponde al coro, cantada o recitada por los feligreses18. En últimas líneas del cuadernillo se prometen cien días de indulgencia a quien rece la plegaria. Finalmente, se puede decir que el cuadernillo es un objeto religioso, sencillo, pero bien estructurado que ofrece a los devotos varias oraciones y hasta un canto muy antiguo. Es decir, tradición y modernidad se encuentran en este cuadernillo, un objeto de devoción que los devotos de san Antonio solían comprar para tener comunicación con él y expresarle sus necesidades.
ALCÁZAR, Ignacio del (1910): Colección de cantos populares, Madrid, Antonio Aleu Editor.
ANÓNIMO (1984): La vida del santo narrada por un contemporáneo (Vida «Assidua»), Miguel Requena Marco (trad. del latín), Padora, Edizione Messaggero. URL: <https://archive.org/details/lavidadelsantona0000unse/mode/2up>.
ANÓNIMO (1988): El gran libro de las velas. Rituales prácticos y mágicos, s. l., Ediciones Nueva Vida.
BLÁZQUEZ MIGUEL, Juan (1989): Eros y Tánatos. Brujería, hechicería y superstición en España, Julio Caro Baroja (pról.), Toledo, Arcano.
CAMPOS MORENO, Araceli (1999): Oraciones, ensalmos y conjuros mágicos del archivo inquisitorial de la Nueva España, México, El Colegio de México.
COVARRUBIAS, Sebastián (1984): Tesoro de la lengua española, Madrid, Turner.
DÂMASO SANTOS, Isabel (2012): «San Antonio (de Lisboa y de Padua, y de todo el mundo) en la literatura y la cultura españolas», Rumbos del hispanismo en el umbral del Cincuentenario de la AIH, Patrizia Botta (coord.), Roma: Bagatto Libri.
FRENK, Margit (dir.) (1982): Cancionero Folklórico de México, IV, México, El Colegio de México.
GALA PELLICER, Susana (2011): «Oraciones rogativas a San Antonio de Padua en Internet: entre la oralidad y la escritura», Vanderbilt e-Journal of Luso-Hispanic Studies, pp. 167-186. URL: <https://www.academia.edu/109162933/Oraciones_rogativas_a_san_Antonio_de_Padua_en_Internet>.
LACARRA, María Jesús (2022): «Una colección inédita de milagros de San Antonio de Padua. Edición y estudio», Revista de Literatura Medieval, 14, pp. 9-33. URL: <https://ebuah.uah.es/dspace/handle/10017/5413>.
MESTRE, Miguel (1688): Vida y milagros del glorioso San Antonio de Padua, Barcelona, Martín Gelabert, impresor. URL: <https://books.google.com.mx/books?id=bnBSCauc0_QC&printsec=frontcover&hl=es&source=gbs_ge_summary_r&cad=0#v=onepage&q=188&f=false>.
PEDROSA, José Manuel (2014): «Los milagros de San Antonio de Padua: mitos, ritos, folclore», en Espacios míticos: historias verdaderas, historias literarias, Mª Dolores Jiménez, Mª del Val Gago, Margarita Paz y Verónica Enamorado (eds.), Alcalá de Henares, El Jardín de la Voz, pp. 252-314.
PEDROSA, José Manuel (2017): «Ritos para atar santos y diablos y para encontrar objetos perdidos; mito y folclore, magia y religión», en Magia y simbolismo en la literatura y la cultura hispánicas, Sergio Callau (ed.), Zaragoza, Prames, pp. 12-45.
RODRÍGUEZ PASTOR, Juan (1996): «Algunas manifestaciones folclóricas en torno a san Antonio de Padua», Revista Folklore, 189, pp. 84-98.
RUBIAL, Antonio (2011): La justicia de Dios. La violencia física y simbólica de los santos en la historia del cristianismo, México, Ediciones de Educación y Cultura / Trama Editorial.
Ayúdame a encontrar (s. f.): San Antonio de Padua [web]. URL: <https://www.santantonio.org/es/content/ay%C3%BAdame-encontrar>.
Curiosas glosas para cantar la vida, prodigios y milagros del gloriosísimo san Antonio de Padua: con todo lo demás que verá el curioso lector (1790): Valencia, Imprenta de Agustín Laborda y Campo. URL: <https://books.google.com.mx/books?id=mrCLMm7D22wC&printsec=frontcover&hl=es&source=gbs_ge_summary_r&cad=0#v=onepage&q&f=false>.
Oración a san Antonio de Padua para pedir la pareja adecuada (s. f.): Desde la fe [web]. URL: <https://desdelafe.mx/oraciones/san-antonio-padua-pedir-pareja-adecuada/>.
Oración a san Antonio para pedir por una pareja (s. f): Desde la fe [web]. URL: <https://desdelafe.mx/oraciones/san-antonio-padua-pedir-pareja-adecuada/>.
Oración a san Antonio por los novios (s. f.): Hozana [web]. URL: <https://hozana.org/es/oracion/san-antonio/amor>.
Oración de las trece velas a San Antonio de Padua, (s. f).
Oración de san Antonio para amarrar con 7 nudos (s. f.): Portal de Esperanza [web]. URL: <https://www.youtube.com/watch?v=KstMdEO33kk>.
Responsorio de san Antonio (s. f.): Devocionario católico [web]. URL: <https://www.devocionario.com/santos/padua_4.html>.
San Antonio beato (s. f.): Corpus de Literatura Oral. URL: <https://corpusdeliteraturaoral.ujaen.es/archivo/2452c-san-antonio-beato>.
San Antonio bendito (s. f.): Corpus de Literatura Oral. URL: <https://corpusdeliteraturaoral.ujaen.es/archivo/1765c-san-antonio-bendito>.
Fecha de recepción: 28 de mayo de 2024
Fecha de aceptación: 21 de agosto de 2024
_______________________________
1 Agradezco a Mariana Masera y José Manuel Pedrosa por los materiales que me enviaron para documentar este artículo.
2 Si tomamos en cuenta la Assidua, san Antonio era estimado y conocido. En consonancia con los fundamentos de la orden franciscana, viajó por diversos lugares a fin de predicar el evangelio (fue a Marruecos y a varias ciudades europeas). Por el empeño que mostró en esta misión «llegó a merecer el nombre de evangelista» (Anónimo, 1984: 21). Al parecer, fue un gran predicador; pues, se dice, «su palabra, amena, sazonada con sal, causaba no pequeño deleite en los oyentes» (Anónimo, 1984: 22).
3 Los milagros se clasifican como leyendas mágico-religiosas. Son muy interesantes porque «movilizan un repertorio muy amplio y rico de ideas (que recorren todo el arco que va desde lo abstractamente sagrado hasta lo social y ritualmente cotidiano) y otro repertorio muy importante de recursos de estilo (que cubren desde lo simbólico-metafórico hasta las figuras de descripción más realista)» (Pedrosa, 2014: 253).
4 Como lo he señalado, de san Antonio de Padua se han escrito varias hagiografías y se han reimprimido muchas más. Para este artículo he consultado la Vida y milagros del glorioso San Antonio de Padua, de Miguel Mestre.
5 Al parecer, tomó el nombre de Antonio cuando se hizo franciscano.
6 Según Miguel Mestre: «Respondió el difunto en voz alta e inteligible: Martín Bullores está tan inocente de este delito que ni directe [sic] ni indirectamente ha tenido en él parte alguna» (Mestre, 1688: 64). La hagiografía del franciscano Miguel Mestre fue exitosa, pues se publicó varias veces en España desde finales del siglo XVII.
7 En Lisboa, en la Iglesia-Casa de San Antonio, el 13 de junio los creyentes reciben un pan a cambio de una limosna para los más necesitados. «Según la tradición, hay que guardarlo en casa en una bolsa blanca durante todo el año. Al final, se moja con agua y se come con la familia o se les da a los pájaros. Se dice, entonces, que nunca faltará pan en ese hogar» (Dâmaso, 2012: 19). Los panecillos de san Antonio han dado lugar a varias costumbres y creencias en España y Portugal. Ver al respecto, «San Antonio (de Lisboa y de Padua, y de todo el mundo) en la literatura y en la cultura españolas», de Isabel Dâmaso Santos.
8 Todo parece indicar que utilizar el término conjuro ha tenido una connotación negativa. En los archivos inquisitoriales las personas que declaraban ante las autoridades preferían utilizar el término oración en lugar de conjuro. Lo cierto es que se pueden distinguir estos textos; así se explica en Campos, 1999.
9 Desafortunadamente, no proporciona la fecha, el lugar de la recopilación ni nombre de los informantes.
10 Acerca de la violencia contra los santos, ver: Rubial, 2011.
11 Entrevistada el 5 de mayo de 2003 por J. M. Pedrosa, la informante señaló que se debe hacer un nudo con un pañuelo al recitar el conjuro.
12 Al parecer las crueldades que ha sufrido san Antonio son aún vigentes. Según Pedrosa, las muchachas casaderas tiran del cordón de su túnica, le enseñan las piernas y los tirantes del sujetador; las más atrevidas lo acarician, lo soban y lo besan en las piernas o le restriegan el trasero, para animarlo y vencer sus resistencias para otorgarles sus favores (Pedrosa, 2014: 259).
13 El guardián del convento mandó llamar al caballero y le dice: «Aquí tenéis vuestro anillo y sabed que el pez que me aves embiado para mi regalo era el tesorero. Púsole en la mano el anillo y el hombre le mirava tan lleno de admiración que apenas daba crédito a sus ojos» (Mestre, 1688: 151).
14 Hasta ahora es muy común utilizar velas en los rituales mágicos. En el Mercado de Sonora de la Ciudad de México, famoso por tener una sección donde se venden productos para practicar la magia, en 1999 compré El gran libro de las velas. Es un libro de apenas 40 páginas que explica qué velas se deben encender, cuándo, «así como la manera de manipularlas según el propósito deseado», entre otras cosas (Anónimo, 1988: 1).
15 El siguiente fragmento de una oración ilustra las múltiples cualidades del santo: «Sanáis mudos y tullidos, / paralíticos, leprosos, / endemoniados furiosos, / restituís los sentidos, / volvéis los bienes perdidos / y curáis todos los dolores, / humilde y glorioso Antonio. / Sanáis de gota coral, / ciegos, contrahechos, llagados, / consoláis desconsolados / y curáis cualquier mal» (Rodríguez; 1996: 84 y 85).
16 El cuadernillo fue adquirido en Pátzcuaro, Michoacán, y también en la ciudad de México.
17 Según el Tesoro de la lengua castellana o española, de Sebastián de Covarrubias, el responso es «cierto verso que se dize en fin de cada lición en el oficio eclesiástico: díxose así porque diziéndolo uno le responden los demás» (Covarrubias, s. v.).
18 Aunque también existe la posibilidad alternar cada verso entre el lector y el coro. Esto parece suceder en el siguiente fragmento del responsorio que se reproduce en el Devocionario católico; la columna izquierda corresponde al lector y la segunda al coro:
El mar sosiega su ira, redímense encarcelados, miembros y bienes perdidos recobran mozos y ancianos. |
El mar sosiega su ira, redímense encarcelados, miembros y bienes perdidos recobran mozos y ancianos. |