Cuentan que un verano, entre los años 1153 y 1154, la población de Woolpit, Inglaterra, se sorprendería con el hallazgo de dos hermanos, una niña y un niño, cuya piel era completamente verde. Las ropas que portaban eran distintas a todo lo que los habitantes de Woolpit conocían; al principio, los niños se negaban a comer cualquier comida que les ofrecieran, pues para ellos lucía “incomible”; y afirmaban venir de una tierra inmersa permanentemente en una luz crepuscular, pues era una tierra donde no salía el sol. Dos historiadores de la época: William of Newburgh y Ralph of Coggeshall rescataron este testimonio y lo plasmaron en sus crónicas, desatando así un misterio que abarcaría siglos, atravesaría océanos e inspiraría innumerables interpretaciones. Desde entonces, estudiosos de la tradición oral, historiadores, teólogos, ufólogos, novelistas, músicos, entre muchos otros, se ocuparían de examinar sin éxito este misterio: ¿eran criaturas de un mundo subterráneo, parte de una raza de seres verdes provenientes de otro planeta, hadas perdidas en nuestro mundo, o simples víctimas de una rara enfermedad o una alimentación poco balanceada?
Como expresa el propio Clark, para llegar al meollo de este misterio era preciso sumergirse en áreas de investigación inesperadas: desde la horticultura hasta las imbricadas técnicas de teñido de textiles en la época medieval; averiguar acerca de enfermedades que reverdecieran la piel; leer sobre ángeles o rituales satánicos; imbuirse de todo lo que tuviera que ver con el culto a San Martín; investigar sobre los tipos de trampas para atrapar lobos o estrategias para encontrar hadas; dilucidar los mapas y espacios desde Carmathen en Gales hasta Lutsk en Ukrania, de Utqiagvik en Alaska a los inexistentes “Banjos” en España; y, por supuesto, era preciso visitar Woolpit varias veces y escuchar las palabras de los orgullosos pobladores del lugar que aún se regodean en este relato. Esta fue la magnánima tarea en la que se embarcó John Clark para aclarar el misterio y este libro es el resultado de una investigación que pocos estudiosos, tal vez, se hubieran atrevido a realizar, pero que demuestra lo que el encanto de dos niños color verde puede despertar en la imaginación, un libro con el cual podemos sumergirnos en la profundidad de un enigma que abarca al mismo tiempo lo racional y lo prodigioso; el milagro y la revelación pagana.
John Clark dedicó gran parte de su carrera a ser curador de la colección medieval del Museo de Londres. Contribuyó al diseño de la primera galería medieval, fue pionero en la digitalización de la base de datos del Departamento de Colecciones Medievales y organizó múltiples exposiciones temporales como Alfred the Great 849–899: London’s forgotten king (1999) y Chaucer’s Londoners (2000). Durante años participó en el desarrollo de colecciones, atención al público, programas educativos y otras actividades hasta que se jubiló en 2009 como Curador Emérito. Igualmente ha fungido como profesor honorario en el Instituto de Arqueología, en University College London1. Ha publicado numerosos artículos sobre una gran variedad de temas, pero, sin duda, su talento como arqueólogo es el que sale a relucir en esta obra. A continuación, una breve panorámica de todos los hallazgos que ha alcanzado a develar en torno al misterio de los niños verdes de Woolpit.
En el primer capítulo, el autor expone el tema de manera general y detalla lo que ya hemos dicho anteriormente: lo intrincado de la tarea que se ha planteado. En el segundo y tercer capítulo conocemos la historia, legado y transmisión del relato. La historia de los niños verdes de Woolpit se remonta al siglo XII, cuando un niño y una niña con la piel de color verde aparecieron en el campo de cosecha de Woolpit, un pueblo en Suffolk, Inglaterra. Según dos cronistas de la época, estos niños hablaban un idioma desconocido, vestían con ropas extrañas y no comían la comida local. Después de varios días de rechazar cualquier alimento, se acostumbraron a comer habas crudas. Con el tiempo, su piel perdió el color verde, la niña sobrevivió y el niño murió poco después de ser bautizado. Los niños dijeron que provenían de una tierra llamada St Martin’s Land, donde no salía el sol, sólo había una luz crepuscular y todo era verde. No pudieron explicar claramente cómo llegaron a Woolpit; una versión dice que estaban siguiendo el ganado y, al entrar en una cueva, se perdieron y eventualmente emergieron en nuestro mundo; otra versión indica que sólo escucharon un fuerte ruido y de pronto aparecieron ante los granjeros de Woolpit. Con el tiempo, esta historia ha sido reinterpretada y utilizada en diversos géneros literarios y libros de investigación, desde estudios históricos hasta novelas, poesía, obras de teatro e incluso una ópera infantil.
En el capítulo cuatro, el autor abre la puerta a las múltiples interpretaciones que se le han dado a esta historia. Dentro del ámbito de los estudios de la tradición oral, es fácil ubicar los motivos y tópicos de este relato en los cuentos tradicionales sobre hadas o duendes; no obstante, como indica el propio Clark, a veces los motivos de los cuentos son también los motivos de la vida, por lo que resulta reduccionista explicar este misterio como otro “cuento de hadas” más en la colección. Por ejemplo, hay quien los cataloga como visitantes de mundos subterráneos (un motivo medieval recurrente) o como hadas verdes que habían sido intercambiadas por dos niños humanos, siguiendo también otro viejo relato de la tradición feérica. Los historiadores también han intentado esclarecer el misterio considerando las posibles explicaciones lógicas del suceso: una de las teorías más aceptadas identifica a los niños como miembros de una colonia de inmigrantes flamencos; los niños quizás habrían perdido su familia y su hogar tras ataques de mercenarios (posiblemente después de la legislación antiflamenca de 1154). El lenguaje extraño que hablaban podía ser flamenco; sus ropas extrañas, producto de las técnicas de elaboración de textiles reconocidas entre esta población; y el nombre de su lugar de origen, St Martin’s Land, podría ser en realidad Fornham St Martin, a sólo 13 km de Woolpit. Su extraño color verde podía deberse a una condición médica conocida como clorosis, una enfermedad que en realidad pertenecía más al ámbito de los médicos de la época victoriana.
Asimismo, si hablamos de dos visitantes verdes en nuestro planeta, no podían faltar las múltiples páginas que la ufología podría dedicar a este tema. Es, de hecho, un estudioso de la ufología, lo paranomal y lo ‘forteano’2 quien hace competencia en minuciosidad a Clark en cuanto al estudio de los niños verdes de Woolpit: Duncan Lunan, quien en su libro A Speculative Treatment of a Medieval Mystery, reconstruye la historia familiar y conexiones de Richard de Calne de Wykes, quien en su momento acogió a los niños verdes; estudia las actividades políticas de reyes y sirvientes; y analiza el significado de distintos signos y maravillas reportadas por escritores medievales. En palabras de Clark, Lunan combina el estudio histórico con la especulación sobre humanos abducidos por alienígenas, y establece la teoría sobre la existencia de una colonia en un planeta distante con un “transportador de materia” que une este planeta con la Tierra y que incluye el involucramiento del rey Enrique II y los caballeros templarios para lidiar con las entidades extraterrestres. Tan fabulosa y disparatada como pueda parecer cualquier teoría, diversos académicos han dedicado horas y páginas a tratar de explicar cada detalle del relato de los niños, sin la posibilidad de cubrir cabalmente todos sus ángulos. Clark analiza a profundidad cada solución, sus ventajas y desventajas, y el porqué, al final, todas sólo pueden quedarse en el terreno de lo especulativo. Nadie, ni historiadores ni ufólogos, han podido dar con el blanco y eventualmente sus elucubraciones muestran las costuras. En palabras del autor, todos los que han estudiado esta historia desde su correspondiente disciplina y bajo sus propias ideas preconcebidas (y aparentemente ignorantes de los trabajos y preocupaciones de otros estudiosos del caso) tienen en común tanto la dependencia de fuentes secundarias como la falta de reconocimiento de las dos versiones que sobreviven hoy de los cronistas medievales. Por lo tanto, no logran un análisis profundo de los detalles de esta historia. Esta es una de las grandes contribuciones del libro de Clark, pues deja asentado en un solo documento todas las aristas del caso y analiza críticamente las explicaciones que se han dado a lo largo de los siglos al respecto.
El capítulo cinco se enfoca en los historiadores: William of Newburgh y Ralph of Coggeshall. Personajes en sí mismos, el estudio del relato a la luz de la obra de estos cronistas es ya, de por sí, notable. La inclusión de un relato de tan increíbles proporciones en medio de la Historia Rerum Anglicarum de William y la Chronicon Anglicanum de Ralph, denota mucho del pensamiento y preocupaciones de la época medieval. La elección de los testimonios, lo que han decidido plasmar los cronistas de esta historia, nos dice más de su pensamiento que las historias de reyes y guerras también presentes en su obra. Era claro, por ejemplo, que Ralph estaba de acuerdo con la teoría que ubicaba la procedencia de los niños en tierras subterráneas, desde el propio título que le dio a este capítulo en su crónica: “Concerning a Boy and a Girl who Emerged from the Ground”. William, nos dice Clark, parece un poco más escéptico, pero en la obra de ambos se observa claramente la relación de los habitantes medievales con eventos maravillosos. La llegada de dos niños color verde habría sido extraordinaria, sin duda, pero para el imaginario medieval tampoco habría resultado absolutamente disparatado que vinieran efectivamente de una tierra subterránea donde hadas verdes danzan bajo la luz crepuscular.
El capítulo seis se sumerge aún más en los detalles. Analiza el discurso de William y Ralph y propone que debieron haber tenido, al menos, un testigo en común. Propone la posible fecha exacta del suceso, estudia cuáles eran las habas que se cosechaban en ese momento que pudieron haber despertado el apetito de los niños, cuál era en realidad la gama cromática precisa de verde en su piel, la ubicación geográfica donde los encontraron, si eran efectivamente hermanos, los motivos relevantes en cuanto a las hadas verdes de la época, cómo eran las hadas en general descritas en Suffolk, si era posible que su piel hubiera sido teñida, las posibilidades de enfermedades como la clorosis o el favismo, el lenguaje extraño que hablaban, si podrían ser realmente flamencos, si es cierto que la niña creció, se casó y tuvo descendencia, y todos los motivos tradicionales dentro de una narrativa histórica. El trabajo de Clark no deja ni un solo resquicio sin explorar.
El capítulo siete analiza las palabras de los niños, rescatadas en los testimonios recogidos por William y Ralph, partiendo de un problema principal: eran niños. Dos niños perdidos, huérfanos, en una tierra extraña donde no hablaban la lengua ni conocían las costumbres del lugar, y, además, quienes estaban siendo interpelados por adultos curiosos, quienes probablemente los asediaron con preguntas y adornaron sus respuestas con sus propias elucubraciones. Digno de cualquier investigación policiaca, no podían faltar las palabras de testigos tan importantes. Es aquí donde Clark examina cada una de las afirmaciones de los niños y sus posibles ecos en la tradición.
El capítulo ocho da pie a nuevas exploraciones en la materia, líneas que hasta ahora nadie ha abordado y en las que es pionero el propio Clark. Por ejemplo, el autor M.R. James (1862-1936), medievalista y autor de historias de fantasmas, relaciona casi al vuelo la tierra de los niños, St Martin’s Land, con el nombre de Merlín, pero no ahonda al respecto. Clark sí se involucra en este sendero, además de que observa otros motivos tradicionales en el relato, se pregunta si se trata de una leyenda, memorata, cuento tradicional o clásica historia paranormal, entre otras pistas, inexploradas hasta ahora.
Finalmente, el capítulo nueve son las conclusiones del autor, donde no deja de lado la parte psicológica imbuida en este relato: al final, leemos sobre dos niños que habrían pasado por una situación traumática y lo fantástico de su historia sigue asombrando a académicos y amantes de la ciencia ficción por igual.
No puedo dejar de mencionar el Apéndice donde el lector tendrá acceso a las crónicas escritas por William y Ralph en latín, acompañadas por la traducción de Clark, así como las numerosas imágenes y mapas que acompañan el volumen, y las cuales nos permiten adentrarnos visualmente en el mundo de estos extraordinarios personajes.
The Green Children of Woolpit. Chronicles, Fairies and Facts in Medieval England no es sólo un ejemplo de metodología, es un tratado sobre el poder del misterio. Clark no se inclina por ninguna teoría, pues nunca fue su objetivo, sino que recaba de manera sistemática las numerosas páginas que se han escrito sobre el tema, dictando la pauta para futuras investigaciones al respecto y enviando un llamado a todos los forteanos que quieran aventurarse a resolver el misterio.
Podemos afirmar, sin lugar a dudas, que si hay algo de fantástico en el relato de los niños es su capacidad de encantar a través del tiempo y el espacio. Nos recuerda al encanto de un duende, capaz de perder a su inocente víctima entre tratados medievales y óperas para niños. Nos encontramos ante todo frente al poder de una historia bien contada. Eso es lo que William y Ralph hicieron en el siglo XII y lo que Clark hace por sus lectores en el siglo XXI. Yo recomiendo el libro no sólo como ejemplo de un estudio riguroso, digno del más acérrimo académico o el más obcecado de los detectives, sino como una forma de mantener la historia y, sobre todo, el misterio con vida.
Adriana Guillén Ortiz
(Universidad Nacional Autónoma de México)

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1 Información obtenida de la página de Academia.edu del autor: https://museumoflondon.academia.edu/JohnClark
2 En honor a Charles Fort, investigador estadounidense conocido por estudiar fenómenos extraños. Ha sido llamado el “profeta de lo inexplicable”. Su trabajo inspiró a un grupo de intelectuales británicos que fundaron la Sociedad Charles Fort, la cual estuvo vigente hasta 1959. En 1973 se publica, igualmente en Gran Bretaña, la revista Fortean Times, dedicada a este tipo de temáticas y que organiza anualmente las Fortean Times Unconventions, las cuales reúnen a todo tipo de aficionados a los sucesos extraordinarios. El término forteano es utilizado tanto para describir a este tipo de fenómenos, así como a aquellos que los investigan.